La joven del cántaro

septiembre 26, 2021 Jon Alonso 0 Comments

 


Aquel colchón de poliestireno expandido me estaba matando. La noche no bajaba de los 27 grados y la humedad relativa era del 79% Me tomé otro halcion más, a ver, si encontraba algo del gabán de Morfeo. Así, como el que nunca suele encontrarse con seres tan hermosos. Como una bocanada de viento en Pascua y salida de un prado asturiano, a través, de las entrañas del aire, una joven de grandes ojos verdes se incrusta en mi sueño. Viste ropas de montañesa, a modo, de pastorcilla con su clásico cántaro de agua en el regazo. Llega a la orilla del río y se arrodilla. Enreda el remolino del agua fresca y cristalina, formando con sus dedos ondas que la fuerza del empedrado en el agua los disuelve. Sonríe, me mira. Comienza a cantar, y arranca llantos al viento que mece a las cañas del margen del río... Vamos ni el mejor personaje de Covarrubias Herrera. Tengo la garganta momificada, la sed me mata con su beso seco. Descalzo, en mitad de la sofocante madrugada, me levanto del sofá y me dirijo hacia la cocina. Mis pasos retumban sobre el suelo. Abro el frigorífico y, por unas dulces milésimas, me envuelve un abrazo frío. La botella de agua helada se clava en mis labios y me llena la boca con su flujo, que va cayendo por las boceras de los carrillos.—¡Ahhh! Qué fresca y que puta sed. Menudo calor y el A/C roto. Vamos bien. Vuelvo al salón con la botella en la mano. Oh! mi adorado sofá, (hablando muy bajito) es de estos más modernos de multinacional francesa. Lo compré en una oferta y venía con chaise longe incluida. Ésta, me manda un guiño cómplice: ¡Aquí te espero, Man! Parecía querer marcarse unas risas, pero no. Es otra forma, que la silueta de mi espalda, estampada a lerdos trazos de sudor… cómo aprieta en la capital del Mediterráneo, en el centro de la ciudad, la sensación de basca y falta de oxígeno te mata lentamente. 




Agosto, es así, pero bueno, qué son 90 días… Luego lloraremos a Filomena, la novia del socio del agente secreto Mortadelo. Y yo no quiero hacer Snowboarding por la Gran Vía de mi barrio...Cierro los ojos e intento recobrar la imagen de la chica morena de los ojos verdes cántaro... ¿era morena o castaña oscura? No lo sé. No duermo, no vivo. Me tomaré otro triazolam y “pa alanté”, figura. Nuevamente, vuelvo a observar a la lozana pastorcilla que recoge —su gran melena negra azabache— en una trenza que serpentea hasta el inicio de sus caderas. Eso, sí. Ya no hay cántaro. La chica sigue cantando mientras el río le devuelve el inmaculado reflejo de su hermoso cuerpo desnudo. Sus ropas caen rendidas a una velocidad que hasta Newton le haría barruntar. Su piel de leche, nívea, bajo el sol de la montaña, brilla como una virgen de Rafael. Una tez campo de batalla virgen donde el amor; perdió cien mil batallas de orgullosos guerreros de un papa loco. Introduce un pie en el agua, lentamente; le sigue el otro, y el río parece tener ansias por acariciar su lozano cuerpo bucólico. Ahora toda ella es agua cristalina y pura. Goterones de sudor se congregan en mi nuca, mojan mi pelo y el cabecero de la chaise longe de oferta, donde descanso mi asfixiada testa. A mi lado, en el suelo, la botella de agua rezuma frío. Una bocanada, otro trago... otro trago, una bocanada...de aire. Es horrible. Mi corazón sin yo quererlo late con fuerza. Ahora, otro bostezo. Por fin, mis parpados quieren cerrarse y se abre el telón: dormido profundamente.



El sol de la tarde ya se ha transmutado en un remiendo de tonos anaranjados en el horizonte, donde las copas de los pinos quedan recortadas, como por arte de Photoshop. La chica sale del río andando, cada paso es una caricia en la hierba. Un grillo afónico y solitario, inicia una sonata de noche anticipada, cargando el ambiente con ese hechizo que sólo se lee en los cuentos. Yo la espero sentado en la orilla, del río donde llena su cántaro, con unos papeles llenos de versos que descansan sobre mis rodillas. Rimas que yo no he escrito, que me  ha arrancado su sonrisa llanamente del corazón. Ha abierto mi pecho y ha cavado con su mirada de gata un pozo tan hondo que casi se ve el color pardo de mi alma. Es la mirada que me examina, ahora, la misma, ella  sentada frente a mí, aún desnuda y exultante. Sudor y agua. La botella ha empapado el suelo. ¿Acaso llueve? No. Me levanto una vez más del moderno sofá de oferta del folleto del buzón y reto a la quietud de la madrugada con el estruendo de mis persianas al abrirlas. Salgo al balcón y... sí, está lloviendo, a cántaros. Aún más humedad, más agua, más sudor y más agua, más yo. Venga más lluvia, más chaise longe y más empanamiento... ¿Y ella? Comienza la maniobra de aproximar sus labios y su pelo mojado a mi boca —que tiembla de emoción— cuando el aire se vuelve incienso, aunque huele a romero y tomillo. Son grosellas envueltas en pecado. Apenas, un centímetro separan nuestros labios— se detiene. —Dilo, lo estás deseando. Dilo, ya. —Susurra con un tono de voz cuasi musical.

 



Me vuelvo a levantar del sofá dando tumbos, borracho de sueño. Mi casa se está inundando, el agua me cubre hasta las rodillas y los muebles comienzan a flotar; se produce un chispazo trifásico de mil colores, como en un castillo de fuegos artificiales. El agua engulle la pantalla negra de la SmartTV.—No me importa. El espectáculo es desolador e hipnótico. Pequeñas cataratas domésticas afloran desde las paredes, los espejos se van llenando de agua y me reflejan confuso y difuso. Estoy empapado hasta los huevos... Pero no importa; cierro los ojos y me dejó caer sobre el agua que va llenando poco a poco mi casa, me uno a la crecida de ésta. —Llévame contigo. Creo que no me oye, grito —Te quiero, pastorcilla. Lo digo sin saber, qué hostias pasa por mi cabeza, pero de algún modo sabiendo que digo algo. No me oye, ni yo a ella. Ahora, sonríe y me besa. Coge mi mano, ayudándome a levantarme. Corremos desnudos hacia la orilla y nos zambullimos en un estrujón de pasión y olvido. El agua intenta colarse entre los vanos huecos que dejan nuestro deseo carnal. Aunque, dejamos pocos huecos. Nos hundimos el uno encima del otro, y los dos en el río del amor. Las ranas cantan Creep de Radiohead ,y ahora, ya no soy capaz de despertarme. Estoy muy húmedo y cansado. Creo que al final, el agua todo lo cura.




                                                                           F I N


                                 Dedicado a Mario Camús abril 1935/septiembre 2021 In Memoriam



Fotogramas adjuntados

 

The Rains Came Año 1939 By Clarence Brown

The Naked Jungle 1954 ByByron Haskin

Gojira (Godzilla) 1954  Ishirô Honda,

Gray Lady Down (1978) By David Greene








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