El testamento de un joven vampiro
En
el último dÃa de mi vida, mientras me preparo para respirar por última vez, tú
me convocas, desde mi lecho de muerte, a escribir una vez más. Pero esta vez
para escribir algo diferente. Algo que nunca he escrito antes, compuesto de
palabras que son mÃas, de mi propio corazón y vida, no de tu cabeza o lengua.
Lo cual, si soy honesto, me resulta muy difÃcil. Porque no estoy acostumbrado a
este tipo de libertad. Me siento mal, de alguna manera, redactar estas palabras
por mi propia voluntad: al permitirme cincelar mi propia verdad, en lugar de
transcribir su discurso de turno. ¡Y Dios sabe que he transcrito muchos de
esos! Incontables, miles e innumerables, en todo tipo de formatos. Planes,
contratos, reseñas, testimonios, cartas. Entradas de dietarios, horarios,
amenazas de muerte, notas de rescate, demandas y chantajes. Historias de
ficción y novelas basadas en eventos reales. Lista tras lista, listas de
todo o nada. Desde comestibles hasta vÃctimas. Listas de herramientas, tareas,
lugares de escape, claves de criptomonedas, clientes con bonos basura. Listas
de objetivos y métodos de tortura. Y por supuesto, listados de asesinatos. Empero,
al principio me impactó, finalmente me pareció aburrido de compilar. Porque no
estaban en el contexto al que estaba acostumbrado. Los horribles y
escalofriantes detalles de la muerte, la sangre y el dolor. Y, siendo virtuoso
como se me permite: me entristece pensar que después de todos estos años de
registrar minuciosamente los terribles eventos, que dictó, los detalles
cruentos de como cortar una garganta, romper el cuello y disparar balas entre
los ojos de inocentes. En definitiva, daños a algún culpable o algún inocente,
todo odiado y aborrecido. A la postre, lo último que iba a escribir para
Usted. La última vez que me llamó al trabajo, era para otra, lánguida lista. La
más aburrida de todas, esas, de amigos y familiares que detestas y los regalos
que les harÃas por Navidad. En nombre de mantener las apariencias. A la búsqueda sempiterna por mantener una fachada.
De un hombre, un individuo normal, un autor con éxito moderado, que se esconde detrás de un seudónimo y una vida que es menos ficción de lo que nadie sabe. Pero afortunadamente, hoy, cuando me siento más débil de lo que he hecho, en toda mi servil vida. Como tu escriba conscripto, cuando mi flujo sanguÃneo se ha detenido y mis movimientos son más lentos de lo que puedo recordar: Usted se ha asegurado de que no sea el caso al comprometer mis habilidades, una penúltima vez. Dándome la oportunidad de decir lo que pienso. Porque, ahora, sà que me estoy muriendo, como el fuego de una hoguera, en la lluvia. Ahora, siento el olor a cripta con más fuerza. Después de todo este tiempo, estoy a punto de escribir mis últimas palabras. Estas cartas y frases finales. Por fin, ya las tengo. Esta misiva será lo último que escribo para vos, para mÃ, para cualquiera. Después de hoy, me habré ido. Y encontrará a alguien nuevo para anotar sus secretos. Para llevar a cabo su negocio, en papel, de la vieja escuela. Ese, libre de huellas digitales, para documentar su trabajo y memorias. Las cosas interesantes. Las cosas con trama y detalle, gráficas y demás jarcia. El material de coacción puro y duro: las pólizas de los seguros y el registro de golpes. Las cuentas compuestas por números y cantidades enormes e inconcebibles, las fechas de los incidentes, las cronologÃas de los acontecimientos, las historias. Ah! Un fuerte escalofrÃo recorrió mi espalda hasta el cogote del parietal—Queda poco. —¡Ay, qué joderse! Por tanto tiempo quise que terminara y ahora que finalmente se acaba me siento triste. Sabe muy bien que Usted, me empleó, durante mucho tiempo para registrar estas facetas de su vida y sus tiempos sicarios. Confió en mÃ, plenamente, y se sintió cómodo relatando los detalles de sus asesinatos. Fui su leal sirviente por más tiempo del que puedo recordar. Probablemente mucho más, del que deberÃa haber estado. Sé que vivà más tiempo que cualquiera de mis predecesores. Me lo mencionaba muchas veces. —Cómo he estado contigo el más largo de todos. ¿Cómo deberÃa sentirme agradecido, ser apreciado por alguien como tú? ¡Qué se me permita continuar en este papel durante el tiempo que lo he hecho. ¡Compartir los detalles Ãntimos de tu trabajo. Maldito cabrón!
—¿Y
por qué no deberÃa estar agradecido?
Si
no me hubiera llevado cuando era joven, quién sabe del tipo de aburrida vida
—un gris funcionario— hubiera acabado, posiblemente, con un cáncer de estómago.
Uf! No me quiero, ni imaginar. Eso sÃ, todo lo que me dijo, se quedó en mi
bóveda. Reproduje sólo lo que querÃa, donde pretendÃa y cuando lo querÃa hecho.
Recuerdo un libro mayor o los diarios púrpuras y aquellos pequeños libros
negros. Lo transcribà exactamente como se describen las grandes cosas. Poniendo
la más excelsa caligrafÃa, rectilÃnea: fina y limpia. Sin manchas. Continuamente,
siguió elogiándome por ello. Dijo—que era el mejor con el que habÃas trabajado.
Y disfruté de ese enaltecimiento, hasta encontré consuelo. Significaba que
estaba haciendo un excelente trabajo. Lo sentÃa, como un pequeño bálsamo. A
pesar de las injusticias de mi vida y la manera en que fui tratado, por usted. Mi
captor y empleador: secuestrado, encerrado, profanado, a veces golpeado, contra
los muebles o arrojado al suelo con furia. Mi voluntad nunca pudo ser
quebrantada. Mi espÃritu habÃa prevalecido. Algo que me convirtió en un activo
enorme para el devenir de los acontecimientos. Y eso hizo que mi existencia
valiera la pena. Porque al menos, era una presencia, una que podrÃa haber sido
pero no habÃa sido cortada. Uno que sobrevivió y superó los años de hacer tu
voluntad, de repetir sus palabras, grabándolas, por su cordura y terminar
admitiendo la salvaguardia.
Evidentemente,
fue muy difÃcil al principio. PodrÃa haberme rendido o haber intentado acabar
con mi vida, mucho antes lo previsto. Me ahogué, creé un bloqueo, corté mi
suministro de aire. Pensé— O liberó mi sangre y la dejó derramar, como vos
drenaste la inocencia y la esperanza de mi alma. O igual esas manos húmedas acaban en mi cuello, imagÃnense esos dedos gruesos estrangulándome, haciéndome bailar a su ritmo.
—No voy a mentir. No ahora, cuando me dejas escribir libremente. En esos primeros dÃas me asustabas. Eras impredecible, fácil de enojar, volátil. Cuando alguien le molesta o un trabajo sale mal, si fallas en una misión o un asesino rival te golpea hasta la marca... CaerÃas en un pozo de rabia incontrolable, y esos dÃas me lo echaba encima.
Contra viento y marea, como el peor plasma de mi vida, —no se les ocurra consumir, plasma bielorruso. De lo peor de mi vida: tuve que bebérmelo. Atraparlo y escribirlo todo, del tirón. Mientras Usted gritaba, escupÃa y maldecÃa. Asà fue desde el momento en que me encontró, cuando vio algo en mÃ, decidió hacerme suyo y llevarme. Por eso me necesitaba, por supuesto. Yo y todos los demás. Llegué a entender eso. Claro, como todo en la vida: el tiempo. Necesitaba un confidente, alguien con quien compartirlo todo, alguien que no se retractara ni le traicionara. Y cuando no podÃa encontrar a nadie que estuviera dispuesto a hacerlo; tenÃa que entrenar a alguien para la tarea. Alguien como yo. ¿Y los demás? ¡Qué se jodan! —Un alguien, pero cómo ¿Quién vendrÃa a continuación? Pues, he llegado al final de mi camino. Puedo sentir que la vida se me está acabando. Y todo lo que queda por hacer es decir gracias. Por permitirme compartir mis pensamientos, en esta página, en medio de sus entradas personales, donde permanecerán y vivirán, con vos, para siempre. Quiero que sepa, algo. No todo fue malo. SÃ, en el pasado me dominó. Me encerró y tiró la llave. Me arrastró de un lugar a otro, a veces, dejaba que otros me usaran, pero siempre se aseguró de que estuviera a salvo.
Cuando
me perdÃ, me buscó. Cuando me secuestraron, se aseguró de traerme de vuelta.
Porque me apreciaba—supongo. Y sÃ, estaba gratificado por eso. A lo mejor,
tantos años…, no sé. Igual, el tiempo puede haberle cambiado. No lo tengo
claro. Se fue suavizando. Perdió su borde cruel, se volvió más controlado y
silenció su temperamento. Incluso, se logró una especie de respeto mutuo.
Aunque su acatamiento por mà provenÃa de mi determinación y la negativa a estar
siempre agotado. Mi respeto por vos creció en el miedo. El pánico y el
conocimiento que obtuve de lo que hiciste. Cosas que deberÃan haberme vuelto
loco. ¡Quizá lo consiguieran. A saber! Porque a pesar de la naturaleza de su
trabajo y los detalles macabros del negocio que me hizo transcribir. De lo
traumático y enfermizo que fueron para ayudar a grabar su maldita obra. No
puedo negarme y mirar de perfil: cómo finalmente llegué a disfrutar de ella.
Fue, sin duda, interesante. Y disfruté ser su confidente más cercano, el único,
personaje, en el mundo que conoce sus secretos. El único que vive, por ahora.
Por elección y gracias a su gentileza: como su sirviente y su compañero,
durante, todos estos años. Le digo: un hasta siempre. Mientras garabateo mis
últimas palabras en cursiva perfecta. Sin manchas ni defectos. Pulcro y bello.
Como todo lo que escribà para Usted. Antaño, cuando mi tubo de tinta estaba lleno. Como estas palabras le dejo ahora
que mi plumero que se está secando. De todo corazón, gracias. Por mantenerme a
su lado todos estos años.
FIN
P.S.;
Espero que su próximo bolÃgrafo le sirva también. Suyo para siempre. Fielmente,
Orlok
Dedicado
a George Wendt octubre 1948/junio 2025 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
The
Last Man on Earth (1964) By Ubaldo Ragona&Sidney Salkow
Nosferatu
(2024) By Robert Eggers 2024
The
Addiction (1995) By Abel Ferrara
Let
Me In (2010) By Matt Reeves
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