Lupe Vélez, leyenda y pasión del chile picante de Potosí
Dice una vieja leyenda urbana que entre las calles más
antiguas y el viejo panteón de San Luis de Potosí, en la madrugada más oscura, aparece una mujer conocida como la dama del taxi. Pues, un taxista le hizo una
parada a una mujer justo a las afueras del panteón. El taxista le extrañó que a esas horas anduviera una
mujer sola por aquella zona, así que la subió. La dama le pidió que le llevara a
los templos: San Miguelito, San Sebastián, Tlaxcala y otros más. Ella se
detenía afuera de las iglesias y se quedaba orando. Una vez terminando el
recorrido, le dijo al chofer que le llevara al mismo sitio donde la había
cogido. El taxista se le quedó una comezón muy extraña, pero así lo hizo. A las
puertas del panteón, ella le dio una
medalla de oro con la efigie de la virgen de Guadalupe y una dirección
diciéndole que fuera a cobrar la carrera a la persona que le abriera la puerta.
A la mañana siguiente el taxista se personó en el domicilio que le había dicho
la ectoplasmática mujer. Se encontró con una señora a la explico lo ocurrido.
Le entregó la medalla, pues de seguida sabrían de su identidad y le pagarían.
La mujer que le atendió le dijo que era imposible que fuera ella, pues aquella
mujer había muerto hace mucho tiempo. Poco después, el taxista cayó enfermo y
murió de inmediato. Cuentan los más viejos del lugar que aquella mujer era el
espíritu de Lupe Vélez. Muchos taxistas osados vuelven en las madrugadas de
luna nueva a controlar si aparece su espíritu. Y es que no mayor cumplido que
los eternos karmas como la diosas mayas tintadas en rojo pasión. 70 años hace
que se nos fue la Lupe y todavía en su viejo San Luis de Potosí se recuerda el
enorme funeral que se organizó en su despedida, México DF era una enorme nube
de lágrimas, pues una de sus grandes divas decía adiós entre loas y rezos con
tan solo 36 años. María Guadalupe Villalobos Vélez, y de nombre artístico Lupe
Vélez nació un 18 de julio en el estado de
San Luis de Potosí (México). Era hija de un coronel del ejército mexicano y de
una soprano. Desde muy joven demostró cierta inquietud para el baile y la
escena. A los 13 años la enviaron a un internado de monjas en EE.UU. Siendo una adolescente presentaba su candidatura a entusiasta
tocapelotas. Capaz de sacar de quicio al más forjado en mil batallas. El
matrimonio Villalobos logró que aprendiera inglés. Aquel conocimiento de la
lengua de Shakespeare le vino de perlas
a nuestra protagonista y no tardó en sacarle su máximo rendimiento. Cuando
muere el padre de Lupe salió por piernas del convento para unirse a una
compañía de vodevil, donde debutaría como cantante y vedette en su México
natal. Apenas cumplidos los 17 añitos y una
foto de un galán muy machote en apariencia; guapetón, bien dotado y generoso en
los catres de roulotte. Si aquella imagen de sus penetrantes ojos azules la
tenía obnubilada. ¿Les va sonando el mocetón? Bueno, aquel ínclito y paternal hombre tranquilo americano que idolatraba
Tony Soprano, se llamaba Gary Cooper. Lupe Vélez dijo una frase muy escueta y
contundente: "Me voy a Hollywood a follarme al divino Gary Cooper".
Pero hasta aquel encuentro todavía tuvo que pasar por muy de
refilón por compañía del zorro Ziegfeld y sus devaneos. De la noche a las mañana se las había arreglado para hablar con el hacha de Hal Roach. Éste,
una vez la vista la esbelta figura y el lenguaje de la mexicana terminó actuando en algunos cortos de “El
gordo y el flaco.” Bien, llegados a 1927 llegó su
primera gran oportunidad ,y, dio con otro los grandes galanes del cine mudo;
Douglas Fairbanks. El sonriente DF, se quedó hechizado con la mirada de la
Vélez y terminó siendo contratada en el film “el gaucho” (1927). Aún, suena la anécdota de la prueba de casting
donde su mirada terminó por seducir al célebre Douglas Fairbanks durante la
pruebas de casting, pues en uno de los diálogos le espetó —"Quítate los zapatos. — ¿Para qué? Eso
no es necesario", contestó encorajinada y soberbia. Él, insistió en la
pregunta y ella comenzó a insultarle en español: "Ese es el tipo de mujer que quiero, estás contratada".
La Vélez era altanera, díscola, provocadora y desinhibida. A la mexicana le habían bastado un par de años para ser una
estrella en su país; sexapil y fuego volcánico derrochaba en cada uno de sus
movimientos. Luego, ¿iba a ser un impedimento triunfar en la Meca de la
lujuriosa Babilonia con esas referencias? No. En Hollywood siempre hay una
silla cómoda esperándote. Eso sí, vigila el relleno del cojín no sea que algún
explosivo sospechoso acabe con tu estrella. Vélez trabajó en más de 40
producciones, de las cuales sobresalen Tiger
(1929), Palooka (1934), La Zandunga (1937), The Girl from Mexico (1939),
Mexican Spitfire (1940) y Naná (1943), entre muchas más. Lupe Vélez,
conocida en el cine estadounidense como El Torrente Mexicano, Chica de Chile picante
o La Chinanpina mexicana. Una actriz con talento, esencialmente, en el
escenario cómico de serie B. No obstante, estuvo a las órdenes de algunos de los más
grandes de historia del mítico
Hollywood: D. W Griffith, Cecil B.
DeMille, Henry King, Tod Browning Victor Fleming, William Wyler o el fascinante
Gregory LaCava. La Vélez se había ganado una gran reputación y era una
actriz de las mejor pagadas dentro de su rango. Sin embargo todo ello no fue
nada comparado, al encuentro con su deseado Gary Cooper.
Finalmente, coincidieron en el rodaje de El canto del lobo (1929). La madre del
actor siempre se opuso a ese noviazgo, simplemente porque la chica no le caía
bien. Y Cooper era incapaz de llevarle la contraria. Un día Lupe comenzó una
dura discusión con su hipotética suegra, que concluyó con el desplante de la
diva: ‘Quédese con su niño, señora”.
Cargó su lengua con posta del 18 y dejó a la madre del galán en una comida
familiar del revés. Lupe Vélez estaba furiosa, en gran medida la mexicana tenía
sus razones. Ella además de ayudarle y aconsejarle en muchas facetas
personales—le enseñó a vestir y pulió algunos modales toscos— entregándole todo
lo bueno que existía en los más hondo de su corazón. Es decir, la Vélez hubiera
sido una mujer feliz casada al lado del actor rodeada de churumbeles.
Obviamente, recibió un vaquero y devolvió a Hollywood un Gentleman de satín.
Del actor también hubo rumores de relaciones homosexuales. Hay que recordar que
de Clark Gable se decía que se abrió paso en la pantalla como chapero en su
juventud, que Cary Grant vivió una temporada confusa junto a Randolph Scott y
que Tyrone Power y Errol Flynn eran notorios bisexuales entre los círculos más
íntimos de la industria y la prensa del higadillo. Gary Cooper también tuvo una
amistad ambigua con el actor Anderson Lawler, con el que compartió casa y cuya
compañía provocaba los celos y la incredulidad de Clara Bow y Lupe Vélez. El
guapetón cowboy de Montana tuvo entre
las sabanas a un montón de amantes: Carole Lombard, Merle Oberon,
Marlene Dietrich y un sonado romance con la rica heredera Dorothy Taylor,
Condesa di Frasso, mientras su marido miraba a otro lado. Coop conoció a la
aristócrata consorte en Roma, mientras él trataba de superar una depresión. El
siempre eficiente director de cine, Stuart Heisler —que lo conocía desde sus
inicios y trabajó con él en El caballero
del Oeste 1945 y Dallas, ciudad
fronteriza 1950—, lo explicó en términos menos idílicos: "Coop fue el mayor follador que ha
existido en Hollywood. Las actrices y otros intérpretes se pegaban y
atropellaban por llevárselo a la cama. Además, Gary era una máquina sexual: no
podía dejar de joder. Las mujeres no se lo permitían. Iban a acostarse con él a
su camerino. Me imagino que se debía a que gozaba de la reputación de tener un
polvo maravilloso". Lupe Vélez sabía que aquel hombre fue su hombre,
pero el tiempo caminaba inexorablemente. Ella, una vez adquirida su vitola de
estrella dentro de la Meca y con el sambenito de “roba hombres” siguió su ruta.
Tuvo una vida
excitante. Se acostó con todo el mundo". En efecto, la lista es larga:
Clark Gable, Al Jolson, Charles Chaplin, Errol Flynn y John Gilbert. Así como
el llorado Gary Cooper y toda una fauna de los pelajes más insospechados;
encabezada por acróbatas y vaqueros de medio pelo. Finalmente, tras el despecho
de Cooper en el rodaje de Marruecos (1930) junto a su vieja amiga,
Dietrich acabó contrayendo matrimonio en 1933 con Johnny Weissmuller. La
convivencia con el entrañable Tarzán fue muy compleja. Una especie de tiovivo
bipolar; ahora te quiero, ahora te detesto. Entre trifulcas llenas alcohol y todo
tipo de drogas—esencialmente, una, que era la reina de Hollywood— y, vieja
conocida por estos lares: el maravilloso Seconal. Los conatos de separaciones y
reconciliaciones tuvieron un final previsible. A pesar de lo dicho, en los
medios de comunicación y los mentideros de la Meca, Lupe Vélez siempre afirmó
los siguiente: “tengo a otro hombre, un
buen hombre y extraordinario marido; Johnny Weissmuller. Somos una pareja que a
la gente le encanta vernos felices, excepto cuando él se porta mal, y, le grito y no reparo en
agredirle. No me importa si estamos en casa o en una habitación de hotel.
Cuando me siento mal suelo pegarle fuego a cosas suyas. No me importa si
aparece la policía. A ellos, también les maldigo. Cuando nos casamos nos
regalamos unos guantes de boxeo, pero era en broma: un pequeño fetiche. No me
importa el daño que nos hicimos, en el fondo fuimos felices. Soy devota
católica y sé lo que supone el divorcio en mi mundo. No obstante, en Hollywood
creo que está bien sobre todo porque mi religiosidad me induce a llenar mi
cuarto de velas encendidas y rezar muchas Avemarías, antes de meterme en la
cama con hombres desconocidos. Es comprensible todo el mundo desea mi pequeño y
delgado cuerpo lleno de pasión con sus grandes tetas.” En 1937 vuelve a su
país y realiza el film la Zandunga (1937)
con el galán azteca Arturo de Córdova, cansada de sus equívocos y devaneos la
relación con Arturo de Córdova no despegaba, pues él era un hombre casado y muy difícil de convencer que dejara a su esposa. Lupe Vélez decide echarle el
ojo a un joven actor austriaco recomendado por el propio AC en el set de rodaje
y así es como conoció a su futurible esposo Harald Ramond. El ingenuo Ramond
firmó una especie de contrato prematrimonial por si Doña Lupe volvía a las
andadas. La cuestión que entre unas historias por un lado, su inestabilidad
emocional y el agobiante transitar del tiempo, evidentemente, nos hallábamos en
la cumbre del cine sonoro y las nuevas estrellas de la pantalla eran muy
competitivas y hermosas. Si a todo este pastel le sumamos, determinados
asuntillos relacionados con las finanzas de la mexicana y el lento viaje hacía
la segunda división C.
Tras un largo fundido de cámara apareceremos en la mansión
de Beverly Hills de la Vélez en diciembre de 1944. La ciudad tenía un aroma a
navidad por los cuatro costados y la estrella de Potosí organizó una fiesta repleta, de una excelsa ornamentación típica del auténtico México. Platillos mexicanos, litros de brandy, champan a gogó, miles de cigarrillos y otras hebras pecaninosas que liar, con el único propósito de decirle adiós a
sus mejores amigas (Estelle Taylor y Benita Oakey, mujeres una y dos,
respectivamente, de Jack Dempsey) y otras estrellas hollywoodenses de poca
monta, como ya lo era la propia Vélez. Así que para inmortalizarse o esculpir
su recuerdo en la fúnebre memoria del starsystem, Lupe comió como una leona
embarazada y bebió como una cosaco tras una reyerta. Estando a solas, redactó
una nota dirigida a Harald Ramond, su último amante. Perfumó su alcoba con
cirios y jacintos. Después se tragó un frasco entero de Seconal. Mientras se
peinó y maquilló esplendorosamente. Por último, se colocó un camisón sexy y elegante y se tendió en la
cama. Antes del golpe fatal, pensó en los titulares del otro día, que
lamentarían su deceso evocando a La Bella Durmiente. Pero no fue así. El mole,
los tacos, las pastillas y el alcohol hicieron cortocircuito. Lupe Vélez corrió
al cuarto de baño. Juanita, su sirvienta, la encontró con la cabeza sumergida
en el retrete (metáfora de un inminente y depravado final). La transformación
de la infeliz ramera en diva cinemática incluye, por ejemplo, una escena donde
Lupe se transforma en una especie de Salomé, heredera de la princesa judía
recubierta de oro y perla, zafiros y rubíes como una chaquetilla del mismísimo
Arruza. Las joyas de la Vélez complementan los maquillajes, los postizos, el
vestuario suntuoso, todo lo imprescindible para transmutar a una cualquiera en
una diva intocable. Hermosa y letal, de una belleza muy Monroe y tan famosa
como una imaginada Liz Taylor. Pero
inaccesible, como las diosas del cine mudo. Lo que podría haberle salvado la
vida no resultó, ya que al ir al baño a vomitar acabó con un resbalón que
golpeó la cabeza con el borde del lavabo causándole la muerte. El mejor
epitafio a esta extraordinaria actriz y precoz ausencia en la vida la hubiera
puesto aquella algarabía en un
restaurante de Hollywood con el orondo Orson Welles por ahí en el reservado
junto a Dolores del río. Exhibiendo su presa. Dolores y Lupe no se tragaban;
eso a Welles le ponía y la cosa se quedó en este febril diálogo:
OW—Buenas noches,
señora Tarzán. "O mejor, te llamo Jane?
LP—"Qué te den
por el culo gordo asqueroso. Vete al
infierno".
OW—¿Dónde está Tarzán,
por cierto? Espero que le ponga alguna de sus espléndidas películas.
Corrió como un rayo a la mesa del reservorio y le dio un
gancho de izquierda a Welles en la nariz. Comienza a sangrar y la maldice.
Entonces, Dolores del Río le espeta en español: "Siempre has sido una puta". En ese mismo instante, que
Dolores le coge de la cara, Lupe saca una Derringer de su monedero y le apunta
a la cara, espetándole: —Si, chingona
pero vamos hacerlo como de las mujeres de verdad. Lo dicho, un torrente
mexicano de talento y belleza divagando por la Babilonia de Costa Oeste del
Pacífico donde todo era más divertido que ahora. DEP la bella Lupe Vélez y esté tranquila su
ánima en el viejo San Luis de Potosí natal. Los cinéfilos siempre la echaremos
de menos en su 70 aniversario y a lo largo de nuestra existencia.
Dedicado
a Vicente Leñero junio 1933/diciembre 2014 DEP
Bibliografía
consultada y recomendada:
The
Golden Age of Hollywood Movies, 1931-1943: Vol VIII Lupe Velez by James R.
Ashley Ed.Kindle/Nook (2013)
Lupe
Velez: The Life and Career of Hollywood's "Mexican Spitfire" by
Michelle Vogel Ed. Mc Farland (2012)
La
puerta falsa: de suicidios, suicidas y otras despedidas... por Guadalupe Loaeza
Ed.Océano (2011)