El placer del ingrato
¿Quieren ustedes vivir por sà mismos o están esperando
a que el sistema les cobije en un lugar utópico? Es curioso el mundo que hemos
creado. Éste, no. El de Atapuerca. No se confundan de carretera, que los radares
de la DGT observan. ¿O acaso la dolina burgalesa era más sabia en manos de los
Gómez mientras copulaban de cuclillas? ¡Venga, ya! ¡SÃÃÃ…Se lo digo a Usted
mismo o Ud. misma! ¿Saben lo que es el placer del ingrato? No se preocupen, yo
les pongo al corriente. SÃ. Lo digo bien alto: me gusta discutir. Chillar y
cantar dentro de un coche con el estéreo a toda pastilla, ultrajar en los
atascos, cuando voy en moto, me meto por el hueco más inverosÃmil y sobre todo,
hacer la peineta a los taxistas. Ciscarme en la bandera del equipo rival. Si
ganan las elecciones, la opción ideológica que no aguanto: me pongo de los
nervios. Vamos, qué me da un reventón. Me gusta engañar a mi mujer, esnifar en
el WC de mi empresa, beber carajillos de Jack Daniel´s en el almuerzo y
eructar. En el fondo, me gusta cagarme en la puta madre de fulano, fulana, mengano,
mengana, zutana o zutano y pegar puñetazos en el reposabrazos del sillón de mi
casa mientras veo un partido de fútbol ¿Pasa algo? O tengo que llamar a Tony
Soprano. ¿Es anormal este arrebato de honestidad para sus huestes? ¡Ah, ya lo
pillo! Andaba en mis ausencias, cada dÃa más severas y la morfina dentro del
zapato; perdiendo mis cápsulas de la felicidad. Claro, lo habÃa olvidado. Otro
nuevo despiste y además; soy corto de decodificación. Resulta que el Sr.
Soprano tiene patente de corso y todo el mundo le gusta como se lo monta, pero
claro; yo no soy como él. Mierda de hipocresÃa.
La
misma que se envuelve en la catarsis de inacción del ser humano. Sin motivo
aparente, apenas una brizna de impulsión, y eso es todo lo que usted necesita
para ser un ciudadano modélico. Nada más. Miento, siendo Kantianos, la cuestión
estribarÃa en saber, si descubierta esa fuerza motriz, somos capaces de hacer uso de ella. Ahora, nos
acercamos a los senderos de lo corriente en un orden social formulado. Todos
juntos desmantelándonos de la rutina ordinaria, obtendremos sin el minúsculo
esfuerzo la suma de felicidad consentida, que el mundo puede dispensarnos. Lo
polÃticamente correcto de eso que los gozos nunca nos permitirán. Y lo más
importante, antes de dejarlos para siempre, deberÃamos saber que la vida es una
guerra diaria, que tu compañero-a miente sistemáticamente y vivir es igual a
estar luchando contra el tedio y el sufrimiento de los desgraciados. Asà los
hombres que consiguieron acumular fuerzas mayúsculas adquirieron un perfecto
influjo sobre el resto del rebaño. Podéis repeler cualquier agresión y haceros
de respetar: la gloria de la admiración y la envidia del mediocre queda más
cerca. No os preocupéis por el último; es el más débil en esta contienda. No
nos sirven nuestros bÃceps para nada, si los fardos están en manos de los
tramoyistas de la delación: tus mejores amigos. FÃjate, qué sencillo y fácil.
Mañana mismo serÃa el dÃa ideal. Viene tu colega, te invita a un cigarrillo que
contiene opio de Mediaset, camisa negra de Zara y melena con barba recortada
por la maquinilla afeitadora, de un emporio de electrodomésticos germanos, en
manos de su novia: una rubia oxigenada de clase bien. Notas que te mareas y te
espetan—Es algo efÃmero. No te pongas nervioso.
En
una idea vulgar, que nunca traspasará los horizontes de la crónica mundana. Ni
sus ternuras inmortales echados a una suerte de austeridad amable y social.
Donde el burgo transformado en espesa madeja de pelo áureo, huele a la
sustancia más maleable de una joyerÃa convertida en ingratos girondinos que
saludan a vuestra nueva Iberia; marchando por encima de la indolencia del
silencio de los inocentes. Mientras, el compañero de al lado os inyecta el
virus de la envidia y sus bacterias se espolvorean por la oficina, el colegio,
la fábrica, la mina, los grandes almacenes, los laboratorios, las peluquerÃas,
pueblos o ciudades. El seductor elemento que jalean todos al unÃsono. Mil veces
más perturbador que la celebración de una copa de Europa, que un convenio de
paz laboral o la homilÃa de un Papa empalmado en Semana Santa. La envida se coló en la muerte del individuo,
como la hipocresÃa en el vecino que mira hacia otro lado. Ejecutando un
extraordinario ejercicio de profilaxis amoral, que termina por arrasar el poco
bosque de matorral que escondÃa las bondades de los últimos infelices; aquellos
silentes y apacibles desgraciados en el ring de la mentira humana. Nunca dejes
de vigilar tu espalda y recuerda que tu peor enemigo se viste de almÃbar, huele
a Nenuco y da los buenos dÃas por la mañana.
En
realidad, fumar es una putada. Nos gusta, aunque queramos decir: No. Y es que
el mal reside en todo negocio de las multinacionales fascistas. —Reitera la
pareja del moreno y la rubia sabelotodo. Resumiendo, la culpa es de la Imperial
Tobacco Group que proporciona el opio con todas las de la ley. La puta organización,
te da el alcaloide con todas las Villa GarcÃa. Un opio mezclado con la materia—teóricamente—
fumable y reconfortante para el intelecto. Es decir, dado con premeditación,
alevosÃa y ensañamiento. Luego éste es nuestro eslogan; ¡Huid, cabrones de las
cajetillas de Mediaset, de los lectores aficionados al noble e incorregible
vicio del tabaco!... Y exigid al burgués de vuestro estanquero, que os dé todo
el dinero de la caja, pues ha de compartirlo con el prójimo. Las clases y las
marcas del Ibex que antes gozaban de vuestra predilección están muertas. Y
además correréis otro peligro grave: es posible que vuestra familia crea verse sorprendida
por esas nuevas reacciones y su proyección kármica interior retratada en los
ojos ajenos. En ese instante, el selfie será macabro, pues vuestros cuerpos
estarán dormidos e inmóviles; los primeros sÃntomas de la encefalitis
letárgica. SÃ, amigos; los que montáis la guardia a la puerta de los estancos,
los que sobornáis a un agente o compráis la adhesión de un golfo tuercebotas,
los que consideráis que sin el pitillo que arde y lanza al espacio volutas de
humo y hace de la vida un desierto privado convertido en oasis quimérico del ingrato: su placer infinito. Ya lo dijo el gran Ian McEwan; no hay mayor placer que el de los extraños. Ahora, a toro pasado, hechos doctores Honoris Causa: constatamos ese gozo de la ingratitud perenne.
Dedicado a John Wayne en 107 aniversario de su nacimiento
Fotogramas adjuntos:
Gaslight (1940) by Thorold
Dickinson
North Country (2005) by Niki
Caro
Ressources humaines (1999) by
Laurent Cantet
Mi piace lavorare (2004) by Francesca
Comencini