Lirios marchitos en Rota: Dios, patria y familia
El
sargento mayor Elias Thorne, un hombre cincelado en la disciplina del cuerpo de
marines, y muchos años, a la espalda, como asesor, en misiones, bajo el mando
de la OTAN. Estaba muy cerca de su destino, en la hermosa, Cádiz. Aquella, que
asoma antigua, como un joyel sobre el poniente. Se abraza a la bahÃa mansa y
fugitiva, donde el mar se hace horizonte, dulce y fuerte. Apretaba con fuerza
las manos al volante de su Ford Mustang, mientras entraban en la Base Naval de
Rota. La brisa del Atlántico sur, envuelta en salitre se mezclada con el olor a
queroseno y diésel de los depósitos de
suministro para las aeronaves y vehÃculos. Ese, era el nuevo aire que respiraba
la familia, Thorne. HabÃa un halo kármico entre la añorada Folly Beach de
Carolina del Sur y la costa de gaditana. A su lado, su bella esposa, Eleanor,
mantenÃa una sonrisa forzada. Detrás, la tensión era un muro palpable. Su hijo
mayor, Caleb, de diecisiete años, con la mandÃbula tensa. Bajo una gorra de los
Yankees: miraba por la ventana con un desprecio, apenas disimulado. Los
mellizos, Phoebe y Jasper, de quince, estaban sumidos en la docilidad de una
silenciosa beligerancia. Phoebe, la intelectual, vestida de negro, evitaba la
mirada de Jasper, el atleta. Ese tipo de chaval, acostumbrado a tener el mando,
pero que ahora parecÃa mostrar encogimiento.—"Esta es una oportunidad,
chicos. Sol, historia... un nuevo comienzo", anunció, su padre ElÃas con
una voz que sonaba a orden militar, no a ánimo paternal. El "nuevo
comienzo" se deshizo en dos semanas. Bien, llegó el primer dÃa, en la
escuela de la base: todo un microcosmos de hijos de militares de los EE.UU y
algún agregado británico o español con hijos en edad escolar. La llegada a un
base militar se lleva bien, estas acostumbrada, por USA. Pero, aquà se notaba
un ambiente entre lo exótico y cercano. Era como un golpe de flamenco (el arte de
esta tierra). Eso condiciona las reglas
sociales. Caleb, un recién llegado, se ganó rápido el respeto a base de
indiferencia, pero Phoebe fue una vÃctima fácil. Su reclusión, sus libros y su
acento neoyorquino la convirtieron en el objetivo, de un grupo de chicas,
liderado por la hija de un comandante de destructor de la clase Arleigh Burke.
La tÃpica modernilla, pseudoSumo (su cuerpo hacÃa gritar a la báscula, aunque
su carencia —de fÃsico agradecido— la suplÃa con una lengua rápida y letal, con
el chiste) El acoso, al principio, fue
suave para ascender al escalón de los susurros y miradas. El proceso terminó
escalando hacÃa notas amenazantes, debajo de la mesa del pupitre y pintadas en
la puerta de su taquilla. Jasper lo sabÃa.
De igual modo, que su mejor amigo, Rupert, hijo de un oficial británico. No sabÃa que decirle uno al otro. Una extraña complicidad; en la que el runrún de toda la cafeterÃa, sonaba a trending topic. Empero Jasper, desesperado por encajar el golpe y a la vez, preservar ese estatus, de superestrella del equipo de fútbol americano, guardaba un cómplice silencio. Llegando, hasta lo más bajo, como hermano, en un despreciable acto de cobardÃa que lo atormentarÃa; cuando tuvo que reÃr —nerviosamente— ante una de las acosadoras. Ésta, hizo un jodido chiste, envuelto de crueldad, sobre el original "look gótico" de su hermana. No muy lejos de todo ese grupo, Phoebe lo vio. Fue testigo de toda la escena. Un miércoles de otoño, andaluz, con el Levante desbocado, sobre las 18,00 horas de la tarde, en la zona de casas adosadas. AquÃ, los roteños, llaman a estas residencias temporales: las casitas americanas. En el porche de ésta, Phoebe le reprochó, a Jasper, esa actitud exhibida delante de todo el mundo. —"Tú lo sabÃas," siseó, la voz quebrada. —"Y te reÃste. Eres peor que ellas, Jasper. Eres un puto traidor." Jasper trató de negarlo, de disculparse, pero las palabras de Phoebe cayeron como balas fragmentadas. La pelea fue volcánica. ElÃas, en casa por una rara tarde libre, intervino con su autoridad de sargento mayor. En lugar de escuchar, gritó a ambos que acabaran con el "dramita" y se comportaran como miembros de una familia castrense. Eleanor se refugió en la cocina, abrumada por la asfixiante atmósfera. Esa noche, la grieta en el hogar Thorne se hizo un oscuro abismo. Phoebe no volvió a hablarle a su hermano. De repente, la oscuridad se coló por las puertas de la base. No la oscuridad de finales de Octubre en el estrecho. Algo mucho más terrorÃfico y brutal, que nadie entenderÃa. En la base, la noticia cayó como un misil iranÃ. Se conocÃa la trágica notica de un asesinato. Esa vÃctima, fue la de una joven española, que trabajaba en el club de oficiales. Su cuerpo apareció a unos kilómetros, en un campo de girasoles cerca de El Puerto de Santa MarÃa. La policÃa española habló de un "modus operandi" único y la prensa local lo bautizó como El Asesino del Lirio Marchito, por el detalle, de utilizar un lirio blanco seco; que dejaba sobre cada vÃctima. La base, habitualmente aislada y segura, sintió un escalofrÃo. ElÃas, como enlace, asistÃa a reuniones informativas tensas. ElÃas, hablaba un español mexicano, fruto de su servicio en las primeras campañas con su unidad de Rangers en Afganistán, donde tuvo, como compañero al cabo Trujillo que le aleccionaba en el aprendizaje de la lengua de Cervantes. La selección de militares chocaba con el modus operandi de la policÃa española y muchos decÃan que habrÃa que traer un equipo del FBI, desde Quántico. Sin embargo, las cosas irÃan a peor. No llegó ni diciembre, apenas, tres semanas y se encontró a una segunda vÃctima.
En
esta ocasión, se trataba de una mujer, que tenÃa una gran lavanderÃa en el
pueblo de Rota. La Navidad estaba ya en la base, cuando de repente, se informa
de una tercera vÃctima. Desgraciadamente, el asunto tocó de lleno al cuerpo de
militares de la base. La asesinada, era nada menos que la hija de un suboficial
de la Armada de los EE.UU. Se localizó en la playa fuera de los lindes con la
base. Empero, el pánico se apodero de las familias de los militares residentes.
ElÃas se obsesionó con el caso, usando su acceso a informes restringidos. Se
sentÃa impotente, un militar de la OTAN, entrenado para la guerra, incapaz de
proteger a sus propios hijos de un fantasma que se movÃa en la noche andaluza.
Él, que venÃa del paÃs de los Serial killers, lo último que se pudo imaginar,
era encontrase con uno, en un paÃs tranquilo y seguro como España. Estaba desencajado.
La autoridades, españolas dieron el Ok. A la llegada de un equipo de agentes
federales para llevar una investigación interna en la base. Todo se realizó con
mucho mimo. La fisura familiar se convirtió en un peligroso aislamiento. Caleb,
paranoico, empezó a seguir a Phoebe, creyendo que su hermana se arriesgaba
saliendo sola por la noche. Phoebe, sintiéndose traicionada por su gemelo, se
hundió en un resentimiento gélido. Y Jasper, el traidor silencioso, cayó en una
espiral de culpa. El recuerdo de su risa se mezclaba con el horror de los
asesinatos. Una tarde, mientras la base estaba en alerta máxima, Jasper vio
algo. Vio a una de las chicas que acosaban a Phoebe, una chica llamada Megan,
en el embarcadero de la base, hablando nerviosamente con un hombre de uniforme
que no reconoció. El hombre era alto, tenÃa una cicatriz sobre la ceja y
llevaba una mochila militar. Cuando el hombre se dio cuenta de que lo miraban,
se dio la vuelta rápidamente y se alejó. A la mañana siguiente, Megan no
apareció en la escuela. Por la tarde, la radio de la base transmitió un anuncio
urgente. Megan habÃa desaparecido. El pánico de Jasper se convirtió en terror.
Se dio cuenta de que el hombre no era un militar, sino un civil que usaba un
uniforme viejo para infiltrarse. Recordó la tensión en la conversación, la
mochila... Se preguntaba asà mismo. ¿He visto a la vÃctima del Lirio Marchito
antes de que fuera demasiado tarde? Corrió a casa, desesperado por contárselo a
alguien. Entró en el salón y encontró a Caleb, inclinado sobre una hoja de
papel arrugada.—"Mira esto," dijo Caleb, con los ojos inyectados en
sangre. Era una nota, garabateada con prisa. Una amenaza, dirigida a Phoebe,
que no solo mencionaba su ropa, sino también algo sobre; como "hay que
eliminar la escoria sobrante".
Caleb habÃa encontrado la nota en el casillero de Phoebe, y debajo, en la taquilla, habÃa un lirio marchito idéntico, a los nombrados, en los informes policiales. El corazón de Jasper se detuvo. El hombre del embarcadero, la desaparición, el lirio... Y ahora, una amenaza a Phoebe, escrita después de que Megan desapareciera. —"No es de Megan, Caleb. Es de..."De repente, una voz resonó en el pasillo. Era ElÃas. —"¡Jasper, Caleb! ¿Dónde está vuestra hermana?" Ambos se miraron, el terror silenciando de su rivalidad, enmudeció. Jasper miró el lirio, luego la nota, luego a su hermano. La culpa, la traición y el miedo se fusionaron en una punzada de lucidez.—"Papá," dijo Jasper, la voz un hilo. "Phoebe... se fue a los acantilados. Ella me dijo que iba a intentar... escapar. Y creo que El Lirio Marchito está aquÃ. —JurarÃa que está buscando a Phoebe." ElÃas, con el rostro pálido y pétreo, agarró su arma reglamentaria que tenÃa sobre la cómoda. La disciplina militar se estrelló contra el terror y el orgullo de padre. Mientras corrÃan hacia el jeep, Jasper sintió la punzada —alrededor de su pectoral— de la verdad más oscura: el asesino habÃa entrado en su vida por la grieta que ellos habÃan abierto. Y en el corazón de esa base de la OTAN, bajo el sol de AndalucÃa en diciembre, una familia fracturada: iba a enfrentarse a la prueba definitiva. El acoso, que ignoraron, la traición que los separó, se habÃa convertido en un anzuelo para la bestia. Caled le dice a su padre que el equipo de investigación del FBI ha encontrado en la taquilla de Phoebe los diarios del maldito psicópata. “Cuando llegas a Rota el olor a pino quemado y salitre se mezcla con el hedor metálico y dulzón de las bolas de azúcar hechas algodón. Dicen que el sur de Europa es el corazón de la historia, de las guerras. Mienten. Es el vientre, un lugar donde la basura se pudre en el olvido. Y mi trabajo es limpiarlo, cortar las ataduras, liberar a los que, en realidad, solo esperaban mi mano para que puedan ascender al cielo” El sargento ElÃas Thorne, les espeta en español a sus hijos, en español, ante la incredulidad de los chavales: —Vamos a cazar a ese cabrón y a traer a casa a vuestra hermana. Eh! ¿Queda bien claro?. ¡Somos familia, patria y Dios! A por él,
Dedicado
a Diane Keaton enero 1946/octubre 2025 In Memoriam
Fotogramas
adjuntos
They Were Expendable 1945 by John Ford
The
General's Daughter 1999 By Simon West
Paths
of Glory 1957 By Stanley Kubrick
A
Soldier's Story 1984 By Norman Jewison
0 comentarios: