El precio del silencio
El
humo del puro de Don Aniceto se mezclaba con el olor rancio a papeles y
bártulos viejos en su oscuro despacho. Sentado al otro lado del imponente
escritorio de caoba, se hallaba el pusilánime, Ramiro, envuelto desde las axilas hasta su frente, en un sudor frío perlado.—"Vamos
a ver, Ramiro ¿Tú estás seguro de esto?"—la voz de Don Aniceto era grave,
sonaba a nota de bajo, a través de un JBL, murmullante y vibrante. —“A ver, majete, aquí, ya no hay
vuelta atrás. Una vez que entras en este juego, las reglas cambian, de por vida".
Ramiro tragó saliva. —Lo sé, Don Aniceto. Pero... la situación en casa es insostenible.
El sueldo no nos llega, ni para la muda interior. No llegamos a fin de mes.
Nada de nada. Mi mujer está enferma, y en la última revisión, las noticias no
fueron nada optimistas y los niños, en fin, ya sabe, como son los críos...
—Necesito esto. Se lo pido de rodillas, D. Aniceto. La gran bola de sebo,
encima del sillón de cuero italiano; sonrió, una mueca más (de las muchas que
tenía en su repertorio) que una expresión de alegría. —"Entiendo. La
necesidad es un gran aliciente, ¿de verdad, Ramiro? Y créeme, que sé de lo que
hablo. Te entiendo perfectamente. Yo también estuve ahí, igual que tú, hace
muchos años". Nosotros somos gente que tenemos que hacer estas cosas, ya
que el sistema funciona de este modo y para ello se necesitan personas con
capacidad de decisión. Nada más. Se reclinó en su sillón de cuero, el Cohíbas
entre los dedos...
—Mira,
el plan es sencillo. Esta semana sale la licitación del nuevo centro deportivo,
algo habrás oído. Pues, bien, hay una
empresa que está dispuesta a pagar una buena suma por asegurarse el contrato. Y
entonces, Ramiro, ahí, entras en acción: tu trabajo es evitar que los papeles
de los otros no lleguen a tiempo, que siempre haya un pequeño error, motivo,
defecto de causa burocrática; que los descalifique. ¿Y si alguien preguntase
por algo?—Inquirió Ramiro, su voz, muy baja, apenas audible.—"Nadie
preguntará nada que no deba. Todos aquí saben cómo funciona esto. Y si alguien
lo hace, ya me encargo yo", Don Aniceto dio una larga chupada a su puro,
el brillo en sus ojos se veían como una advertencia. Te llevarás un buen
porcentaje. Suficiente para que esos “problemas domésticos desparezcan” y de
paso te des cuenta que el dinero, querido Ramiro, es el lubricante que mueve el
mundo. Días después, en la cafetería de la oficina, Gala, una compañera de
Ramiro, se le acercó, con el ceño fruncido.—"Oye, Ramiro, ¿te parece
normal lo que está pasando con la licitación del centro deportivo? Otra vez los
documentos de Construcciones Koldoplex S.L. con errores. ¡Y es la tercera vez!
Huele muy raro".—Ramiro se removió incómodo. "Mujer, las prisas y la
condiciones de los pliegos. Ya sabes cómo es esto… Mucho trabajo y poco tiempo.
Intentó sonar despreocupado.—¿Prisas y pliegos? ¿Cuándo llevamos meses con esto?
No sé, Miguel. Nosotros no somos dos becarios de Antena 3 en agosto. A mí me da
el pálpito, que aquí hay algo más.
Además,
tú que estás en el comité... ¿No has visto nada extraño?. —Gala, lo miraba
fijamente: sus ojos escrutiñadores de color miel, impasibles. Ramiro, desvió la
mirada hacia su taza de café. —No, nada. Lo normal. Errores por aquí y por
allá. Pura burocracia. Se levantó bruscamente. “Lo siento, Gala. Tengo que
irme. Me esperan en una reunión". Meses más tarde, el dinero había cambiado
la vida de Ramiro. Su mujer había podido acceder a un mejor tratamiento, en la
sanidad privada, con los nuevos acelerados de protones, los niños tenían cosas
que antes eran impensables. Juguetes y ropas de marca. Paquetes de ECI o
Amazon, inundaban la casa de Ramiro. Empero, el precio no era solo monetario.
La mirada de Sol (su esposa), la sospecha silenciosa de algunos compañeros, el nudo en el estómago, cada vez que Don Aniceto lo llamaba a su despacho...Seguía en su interior. Un
día, en el pasillo, Gala lo interceptó de nuevo. No había acusación en su voz,
solo una tristeza infinita. —Ramiro, ¿sabes
lo de Matias? El de contabilidad. Lo han despedido. Dicen que por
—irregularidades—. Pero que yo sepa Matias era intachable. Son demasiadas
casualidades, ¿No crees?—En un tono entre el cinismo y la rabia contenida.
Ramiro,
sintió un escalofrío. Matías era de los pocos que todavía preguntaban, que se
atrevían a señalar las cosas por su nombre. —"No sé nada, Gala. Ya sabes
como es esta empresa .—Cómo— Pues, eso. Así.—"¿La empresa? ¿O ciertas
personas en la empresa?". Gala se acercó. Su voz bajó a un murmullo. Lo he
estado investigando por mi cuenta, Ramiro. He visto cosas. Cosas que no me
gustan nada. Y la gente, Ramiro... La gente se da cuenta. Tarde o temprano,
todo sale a la luz. Ramiro sintió, por momentos, que el aire le faltaba. —"Gala,
por favor. No te metas en problemas. Es peligroso. —¿Peligroso? (Otra vez esa mirada fiscalizadora y
demoledora) ¿Más peligroso que vivir en la mentira? Si sabes algo, Ramiro,
si has visto algo... Dímelo. Aún estamos a tiempo de hacer lo correcto".
La mano de Gala se posó suavemente en su antebrazo. Sin embargo, Ramiro, con el
recuerdo del rostro de su mujer mejorando y la imagen de Don Aniceto en su
despacho, solo pudo negar con la cabeza y alejarse. El silencio se había convertido
en su mejor amigo, y, posiblemente, en
su peor enemigo. Ese era el precio del silencio, pensó, que a lo mejor era
mucho más alto de lo que nunca había imaginado. Subió en su nuevo BMW X7 y miro
por el retrovisor ¡Pero, qué demonios: Carpe diem!
Fotogramas
adjuntados
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El Reino 2018 By Rodrigo Sorogoyen
Shield for Murder (1954) By Howard W. Koch&Edmond O'Brien
All the President's Men 1978 By Alan J. Pakula
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