Por
favor, consideren esto como mi confesión completa. No deseo morir con el
corazón angustiado.
Ojalá
pudieras verlo ahora mismo. Él, se está preparando para asestar el golpe final,
y sé que estaré muerta en cuestión de segundos; sin embargo, incluso, cuando
alberga el asesinato en sus ojos: nunca he visto un ser humano más atractivo,
más seductor, más, de los más. Joder! Tías. ¡Es la hostia, qué hermoso es el
cabrón!Por favor, no te ofendas por esto, estoy seguro de que estás sintiendo
la tentación como un escalofrío que recorre toda tu espalda. Probablemente te
habría acosado y herido también, tantas veces como a él, si hubiéramos tenido
el placer de conocernos antes de mi muerte. No estoy segura de con quién estoy
hablando. Usted es probablemente un producto de mi imaginación, así que voy a
dejar que vos elija su identidad. Lo dejamos, en: —un sacerdote con buenas
intenciones? ¿Un ministro lleno de mierda? ¿Un juez nefasto? ¿Mi mejor amigo?
¡Qué puta que es la vida y que momentos me ha dado! —Sí, se lo digo con el
corazón en un puño y casi de rodillas.
¿Crecimos
juntos, escondiendo nuestras extremidades desgarbadas debajo de un escritorio,
nuestras risas zaheridas y ensombrecidas por una de esas enormes sillas de
oficina de Herman Miller después de haber aterrorizado a nuestros vecinos?¿O
fuiste tú quien finalmente me atrapó, me reprendió por haber existido alguna
vez (como si hubiera elegido hacerlo), antes de tí, al igual,como mi querido Ernesto, en memoria de todas
mis víctimas?—¿ Me golpeara muerta, abrumada por esa alegre sensación, de estar
librando al mundo de una plaga? Aquí está mi consejo —por favor abstenerse de
elegir su identidad hasta que termine mi confesión.
No
deseo juicios mediáticos ni empatía. No deseo miradas de desdén o comprensión.
Nací en una familia de acosadores, torturadores, corruptos, puteros y
mentirosos patológicos: lo peor de lo peor. Cómo nos habían llamado…Ah! Sí. Ya
recuerdo que éramos de esos que disfrutábamos del apuñalamiento, como si el
hecho de perforar a otros, en sus torsos, fuera cómodo. Tremendo. Cuando, todo
el mundo disfruta con una caricia, un abrazo, un beso tierno; pero no deseo
morir como mi familia me hizo. Ya me concedieron medio deseo, morir en los
brazos del divino Artemio. Así que concédeme la otra mitad. Concédeme el alivio
de deshacerme de todas las etiquetas que otros han elegido y colocado en mí
puta mi vida, hasta que tome: el último de mis alientos.
Y,
luego, puedes elegir burlarte, simpatizar o encogerte de hombros. De verdad,
después, ya no tendrás que pensar en mí, una vez más. Porque ya no estaré en la
tierra. Seguirás tropezando en la misma piedra: volverás a pensar en mí y ese
pensamiento te perseguirá, todos tus días. Pero el problema es que pensarás en
mí otra vez. No importa quién seas, no importa lo fortificada que esté tu casa:
mi familia está en todas partes. Y si eres real, entonces te encontrarán, te
acecharán, te lastimarán y te tratarán como a una cucaracha. Sí queda algo de
ti, se lo darán a los cerdos de postre. Te lo prometo. Ellos son muybuenos haciendo este trabajo. ¡Cuídate!
FIN
Dedicado
a Bobby Sherman julio1943/junio2025 in Memoriam
En
el último día de mi vida, mientras me preparo para respirar por última vez, tú
me convocas, desde mi lecho de muerte, a escribir una vez más. Pero esta vez
para escribir algo diferente. Algo que nunca he escrito antes, compuesto de
palabras que son mías, de mi propio corazón y vida, no de tu cabeza o lengua.
Lo cual, si soy honesto, me resulta muy difícil. Porque no estoy acostumbrado a
este tipo de libertad. Me siento mal, de alguna manera, redactar estas palabras
por mi propia voluntad: al permitirme cincelar mi propia verdad, en lugar de
transcribir su discurso de turno. ¡Y Dios sabe que he transcrito muchos de
esos!Incontables, miles e innumerables, en todo tipo de formatos. Planes,
contratos, reseñas, testimonios, cartas. Entradas de dietarios, horarios,
amenazas de muerte, notas de rescate, demandas y chantajes. Historias de
ficción y novelas basadas en eventos reales. Lista tras lista, listas de
todo o nada. Desde comestibles hasta víctimas. Listas de herramientas, tareas,
lugares de escape, claves de criptomonedas, clientes con bonos basura. Listas
de objetivos y métodos de tortura. Y por supuesto, listados de asesinatos. Empero,
al principio me impactó, finalmente me pareció aburrido de compilar. Porque no
estaban en el contexto al que estaba acostumbrado. Los horribles y
escalofriantes detalles de la muerte, la sangre y el dolor. Y, siendo virtuoso
como se me permite: me entristece pensar que después de todos estos años de
registrar minuciosamente los terribles eventos, que dictó, los detalles
cruentos de como cortar una garganta, romper el cuello y disparar balas entre
los ojos de inocentes. En definitiva, daños a algún culpable o algún inocente,
todo odiado y aborrecido. A la postre, lo último que iba a escribir para
Usted. La última vez que me llamó al trabajo, era para otra, lánguida lista. La
más aburrida de todas, esas, de amigos y familiares que detestas y los regalos
que les harías por Navidad. En nombre de mantener las apariencias. A la búsqueda sempiterna por mantener una fachada.
De
un hombre, un individuo normal, un autor con éxito moderado, que se esconde
detrás de un seudónimo y una vida que es menos ficción de lo que nadie sabe.
Pero afortunadamente, hoy, cuando me siento más débil de lo que he hecho, en toda mi servil vida. Como tu escriba
conscripto, cuando mi flujo sanguíneo se ha detenido y mis movimientos son más
lentos de lo que puedo recordar: Usted se ha asegurado de que no sea el caso al
comprometer mis habilidades, una penúltima vez. Dándome la oportunidad de decir
lo que pienso. Porque, ahora, sí que me estoy muriendo, como el fuego de una
hoguera, en la lluvia. Ahora, siento el olor a cripta con más fuerza. Después de
todo este tiempo, estoy a punto de escribir mis últimas palabras. Estas cartas
y frases finales. Por fin, ya las tengo. Esta misiva será lo último que escribo
para vos, para mí, para cualquiera. Después de hoy, me habré ido. Y encontrará
a alguien nuevo para anotar sus secretos. Para llevar a cabo su negocio, en
papel, de la vieja escuela. Ese, libre de huellas digitales, para documentar su
trabajo y memorias. Las cosas interesantes. Las cosas con trama y detalle,
gráficas y demás jarcia. El material de coacción puro y duro: las pólizas de
los seguros y el registro de golpes. Las cuentas compuestas por números y
cantidades enormes e inconcebibles, las fechas de los incidentes, las
cronologías de los acontecimientos, las historias. Ah!
Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda hasta el cogote del parietal—Queda
poco. —¡Ay, qué joderse! Por tanto tiempo quise que terminara y ahora que
finalmente se acaba me siento triste. Sabe muy bien que Usted, me empleó,
durante mucho tiempo para registrar estas facetas de su vida y sus tiempos
sicarios. Confió en mí, plenamente, y se sintió cómodo relatando los detalles de
sus asesinatos. Fui su leal sirviente por más tiempo del que puedo recordar.
Probablemente mucho más, del que debería haber estado. Sé que viví más tiempo
que cualquiera de mis predecesores. Me lo mencionaba muchas veces. —Cómo he
estado contigo el más largo de todos. ¿Cómo debería sentirme agradecido, ser
apreciado por alguien como tú? ¡Qué se me permita continuar en este papel
durante el tiempo que lo he hecho. ¡Compartir los detalles íntimos de tu
trabajo. Maldito cabrón!
—¿Y
por qué no debería estar agradecido?
Si
no me hubiera llevado cuando era joven, quién sabe del tipo de aburrida vida
—un gris funcionario— hubiera acabado, posiblemente, con un cáncer de estómago.
Uf! No me quiero, ni imaginar. Eso sí, todo lo que me dijo, se quedó en mi
bóveda. Reproduje sólo lo que quería, donde pretendía y cuando lo quería hecho.
Recuerdo un libro mayor o los diarios púrpuras y aquellos pequeños libros
negros. Lo transcribí exactamente como se describen las grandes cosas. Poniendo
la más excelsa caligrafía, rectilínea: fina y limpia. Sin manchas. Continuamente,
siguió elogiándome por ello. Dijo—que era el mejor con el que habías trabajado.
Y disfruté de ese enaltecimiento, hasta encontré consuelo. Significaba que
estaba haciendo un excelente trabajo. Lo sentía, como un pequeño bálsamo. A
pesar de las injusticias de mi vida y la manera en que fui tratado, por usted. Mi
captor y empleador: secuestrado, encerrado, profanado, a veces golpeado, contra
los muebles o arrojado al suelo con furia. Mi voluntad nunca pudo ser
quebrantada. Mi espíritu había prevalecido. Algo que me convirtió en un activo
enorme para el devenir de los acontecimientos. Y eso hizo que mi existencia
valiera la pena. Porque al menos, era una presencia, una que podría haber sido
pero no había sido cortada. Uno que sobrevivió y superó los años de hacer tu
voluntad, de repetir sus palabras, grabándolas, por su cordura y terminar
admitiendo la salvaguardia.
Evidentemente,
fue muy difícil al principio. Podría haberme rendido o haber intentado acabar
con mi vida, mucho antes lo previsto. Me ahogué, creé un bloqueo, corté mi
suministro de aire. Pensé— O liberó mi sangre y la dejó derramar, como vos
drenaste la inocencia y la esperanza de mi alma. O igual esas manos húmedas acaban en mi cuello, imagínense esos dedos gruesos estrangulándome, haciéndome bailar a su ritmo.
—No
voy a mentir. No ahora, cuando me dejas escribir libremente. En
esos primeros días me asustabas. Eras impredecible, fácil de enojar, volátil.
Cuando alguien le molesta o un trabajo sale mal, si fallas en una misión o un
asesino rival te golpea hasta la marca... Caerías en un pozo de rabia
incontrolable, y esos días me lo echaba encima.
Contra
viento y marea, como el peor plasma de mi vida, —no se les ocurra consumir,
plasma bielorruso. De lopeor de mivida: tuve que bebérmelo. Atraparlo y
escribirlo todo, del tirón. Mientras Usted gritaba, escupía y maldecía. Así fue
desde el momento en que me encontró, cuando vio algo en mí, decidió hacerme
suyo y llevarme. Por eso me necesitaba, por supuesto. Yo y todos los demás.
Llegué a entender eso. Claro, como todo en la vida: el tiempo. Necesitaba un
confidente, alguien con quien compartirlo todo, alguien que no se retractara ni
le traicionara. Y cuando no podía encontrar a nadie que estuviera dispuesto a
hacerlo; tenía que entrenar a alguien para la tarea. Alguien como yo. ¿Y los
demás?¡Qué se jodan! —Un alguien, pero cómo ¿Quién vendría a continuación?
Pues, he llegado al final de mi camino. Puedo sentir que la vida se me está
acabando. Y todo lo que queda por hacer es decir gracias. Por permitirme
compartir mis pensamientos, en esta página, en medio de sus entradas
personales, donde permanecerán y vivirán, con vos, para siempre. Quiero que
sepa, algo. No todo fue malo. Sí, en el pasado me dominó. Me encerró y tiró la llave. Me arrastró de un
lugar a otro, a veces, dejaba que otros me usaran, pero siempre se aseguró de
que estuviera a salvo.
Cuando
me perdí, me buscó. Cuando me secuestraron, se aseguró de traerme de vuelta.
Porque me apreciaba—supongo. Y sí, estaba gratificado por eso. A lo mejor,
tantos años…, no sé. Igual, el tiempo puede haberle cambiado. No lo tengo
claro. Se fue suavizando. Perdió su borde cruel, se volvió más controlado y
silenció su temperamento. Incluso, se logró una especie de respeto mutuo.
Aunque su acatamiento por mí provenía de mi determinación y la negativa a estar
siempre agotado. Mi respeto por vos creció en el miedo. El pánico y el
conocimiento que obtuve de lo que hiciste. Cosas que deberían haberme vuelto
loco. ¡Quizá lo consiguieran. A saber! Porque a pesar de la naturaleza de su
trabajo y los detalles macabros del negocio que me hizo transcribir. De lo
traumático y enfermizo que fueron para ayudar a grabar su maldita obra. No
puedo negarme y mirar de perfil: cómo finalmente llegué a disfrutar de ella.
Fue, sin duda, interesante. Y disfruté ser su confidente más cercano, el único,
personaje, en el mundo que conoce sus secretos. El único que vive, por ahora.
Por elección y gracias a su gentileza: como su sirviente y su compañero,
durante, todos estos años. Le digo: un hasta siempre. Mientras garabateo mis
últimas palabras en cursiva perfecta. Sin manchas ni defectos. Pulcro y bello.
Como todo lo que escribí para Usted. Antaño, cuando mi tubo de tinta estaba lleno. Como estas palabras le dejo ahora
que mi plumero que se está secando. De todo corazón, gracias. Por mantenerme a
su lado todos estos años.
FIN
P.S.;
Espero que su próximo bolígrafo le sirva también. Suyo para siempre. Fielmente,
Orlok
Dedicado
a George Wendt octubre 1948/junio 2025 In Memoriam
Fotogramas
adjuntados
The
Last Man on Earth (1964) By Ubaldo Ragona&Sidney Salkow
A
veces, tenemos delante de nosotros esos momentos de grandes oportunidades que hay que
aprovecharlos o se nos escapan de las manos. Como el agua, no se pueden recoger
una vez, ha sido derramada. Una figura avanza por la orilla del río Rivadavia.
Un espacio grande, hermoso, de una fauna y flora realmente exquisita. No
obstante, mantiene el clima familiar y tranquilo. Un enorme bosque lleno de
magia y belleza prístina; envuelto de
coníferas, castaños, cipreses, cedros y hayas. Por donde pululan martas, zorros, tejones, ginetas, comadrejas y
nutrias. Y por los cordones cordilleranos águilas culebreras, gavilanes y
cigüeñas blancas.Al fondo, un
sendero que gastaría yendo y viniendo.El aroma de la tierra húmeda. Por la tarde, en los últimos días de
primavera, cae la cálida luz del noroeste patrio y asoma una silueta oscura.
Obviamente, por su tamaño, sé que es Ciriaco, la leyenda: el mejor instructor
de pesca de este país. Cruzo los escalones que utilizamos como atajo hacia el
campamento principal y sigo el sendero que bordea el arroyo, pasando junto al
estanque sombreado donde Ciriaco da sus clases de pesca. Hace un año que no lo
veía y creo que este verano es la ocasión perfecta para aprender lo mejor del
maestro celta. Sigo en busca de ese gran salmón, como dicen los astures; el guapetón campanu. Ciriaco es un hombre grande y bonachón, medirá sobre el 1,90,
toda la gente de la comarca y provincia lo conocen por la generosidad y su
conocimientos que trasmite en el arte de la pesca de río. Un personaje que
siempre estará ahí, para todos los amantes del río de la vida. Soñar es gratis,
pero en esta ocasión, la expectación es máxima porque me acompaña, alguien muy
especial. Casualmente, he decidido que mi hija, Iriel, viniera conmigo en este
viaje y se iniciara en esta noble faceta de la supervivencia del hombre desde
tiempos neolíticos. Este es su primer verano en el campamento, y deseaba, que
Ciriaco le diera los mejores consejos a la pizpireta adolescente. Hay quereconocer que el grandullón está muy
solicitado y todo el mundo quiere ser su amigo. Siempre está rodeado de gente,
los cuales, están muy pendientes de su dulce acento gallego. Los niños se
sienten atraídos por él como por un imán ylos adultos acuden en busca de consejo constantemente.
Él,
escucha sin juzgar ni intentar contar su propia historia. Me he sentado, día
tras día, esperando a que el pez picase, deseando tener un momento de intimidad:
para exponerle mis heridas. Pero siempre hay alguien que llega primero.Es el
personaje más Freudiano que he conocido en muchos veranos por la fascinante península.
A la mañana siguiente, dando por hecho que Iriel, querría tomar las primeras
clases de Ciriaco. Me dice:—Papi, puedo irme con Lucía a pescar.
—Hija, —¿Quién es Lucía? Una niña de mi edad, pero muy divertida y sabe un
montón de peces y sedales. —No me digas.—Qué, si papi. Venga! Déjame que me
vaya con ella.— Vale, bien, te puedes ir. Ahora, primero, coge la caña, que no la veo y segundo: no alejéis demasiado de la vera del río.
Curiosamente, ante, esa soledad, aparente de padre que se queda, a solas, sin
el primer día de magisterio con el sedal y su hija. Bien, dejó a Iriel, que se
marché con su amiga y unos metros dirección Este me saludan. Yo le dibujo un
corazón y soplo, a modo, de envío. La emoción de un padre que ve como lo que
más quiere, cada día crece más y más. De repente, me doy cuenta que Ciriaco,
está apoyado en la barandilla del puente: sólo y como ensimismado. Ésta, es la
mía—pensé. (Cómo han hecho otras personas este verano). Veo mi
oportunidad de reclamar un bocado de su tiempo y su atención. Me quito la goma
que me sujeta el pelo en una coleta y dejo que me caiga sobre los hombros. Lo
observo y compruebo como se halla sumido en sus pensamientos. Mis zapatillas no
hacen ruido en el puente. No se da cuenta que estoy allí hasta que mi reflejo
se une al suyo en el agua. Quizá espera que pase de largo, sin pararse a
hablar. Apoyo las manos en la barandilla y su reflejo me dedica una sonrisa de
saludo. Sonrío hacia el agua. La superficie del lago es como una seda de
Zhejiang: hermosa y adictiva. Atrapa el cielo azul que se desvanece y el rubor
anaranjado del oeste, donde el sol se despide un día más. El agua, tan suave
desde la distancia, se ve continuamente perturbada por la danza de un insecto o
un suave soplo de aire. Nuestros reflejos, momentáneamente perfectos, se rompen
y distorsionan por los pequeños movimientos.
Ambos,
nos quedamos en silencio, mirando cómo el sol se refleja en el lago. La noche
está llena de pequeños sonidos: el suave canto de un pájaro que se posa para
dormir, el grito ronco de una rana, el ruido de las cigarras que crecerán y
llenarán la oscuridad de una presencia cálida y viva. Pero aún no es de noche.
Estamos atrapados en un aro de suave luz entre dos cielos. Espero hasta que el
sol casi ha alcanzado las puntas de los árboles en el horizonte antes de cruzar
el estrecho puente y apoyarme en la barandilla del lado opuesto, esperando. Él
permanece de espaldas a mí, mirando al agua. Estoy efervescente y burbujeante
por todas las cosas que quería decirle en la consulta de pesca, pero que me
guardé. Siempre había alguien más que lo necesitaba: —como mi hija. Aunque,
creo, que Iriel, estaba entrando en esa fase donde los salmones buscan salir de
los remolinos de las aguas bravas del río para alcanzar el océano. Zoila, la
chica de la secretaría del campamento, sí que necesitaba, el calor de Ciriaco,
para hablarle de su divorcio o Antón, el jardinero siempre hablando de los
fríos inviernos en estas tierras y como se adelantó el del año pasado. Supero
un cáncer de colon hace un año. Un jabato. Ciriaco se vuelve hacia mí, de
espaldas a la puesta de sol. Mi cara está iluminada por la luz del atardecer,
mientras que la suya está en la sombra. Normalmente me escondo detrás de mi
timidez, pero ahora siento la necesidad de revelar quién soy y preguntarle
quién es. Tengo muchas preguntas: ¿Cuál es su vocación? ¿Cómo aprendió a tener
un gran corazón para todos los que se cruzan en su camino? ¿Cómo se aprende
todo eso?Es demasiado tarde para hacer algún comentario banal sobre la belleza
de la noche. Ya hemos compartido su silencio. Aunque es difícil empezar con
palabras profundas, las superficiales no servirán. No sé qué hacer…
Quiero
hablar del dolor y el rechazo, de la soledad y el desamor, pero en la belleza
de este momento, no parecen importar más que los duros guijarros del lecho del
lago.—Quisiera decirle lo orgulloso que me siento de mi hija, Iriel. De traerla aquí, para que la
conozca y le enseñé este noble arte de los sedales y garfios. Siento la necesidad
de acurrucar mi cabeza contra su pecho y sentir sus brazos a mi alrededor. Pero
si intento tenerlo para mí, ¿será menos
de lo que está destinado a ser?Ciriaco, de repente, espeta: —"Lo que
más me gusta de la pesca es el silencio. Por eso vengo aquí por las tardes,
cuando puedo".—Me quedo más anonadado. Muy feliz. Temo hablar por si
perturbo algo perfecto, como una brisa en el agua; que convierte una imagen
nítida en fragmentos retorcidos. Expreso mis pensamientos. —“No quiero
perturbar el silencio”. —“Lo has compartido. Eso es lo que me gusta de pescar
contigo. No ahuyentas a los peces parloteando demasiado. Sabes esperar en
silencio”. —“Llevo esperando toda la primavera”.—“Ayy! Algún día conseguirás
ese pez. Ya lo verás”— sonríe. Y cuando lo haga, “lo volveré a meter". Por
favor, un Campanu! Ambos sueltan una gran carcajada en sottovoce y volvemos por
enésima vez al silencio: la belleza del mutismo. —Luego, Ciriaco, se da la
vuelta, tomando el camino, a su cabaña y a sus
obligaciones con los niños. En este momento, el lago está tan oscuro como el
cielo. Todas las cosas que quería decir y no dije ondean en mi mente como las
marcas de los pies de los insectos sobre el agua. Sin embargo, le he dado lo
que necesitaba a todo este mágico lugar; le he devuelto el silencio y me siento el hombre más feliz del río.
FIN
Dedicado a Mario Vargas Llosa 18 marzo 1936/13abril 2025 In Memoriam
Una
lejana voz llamó a Malaquías desde la angustiosa oscuridad que envolvía la
nave. Había algo familiar en ella, como
si perteneciera a alguien con quien hubiera hablado, hace no mucho tiempo, pero de un tono más estrangulado y gutural que la de unatípica voz.
Intentó ignorar el sonido, pero la familiaridad le carcomía, y, se encontró
poniéndose los zapatos y el abrigo para poder encontrar la fuente. Mientras
subía por la escalerilla hasta la cubierta del barco, el sonido, audible por
encima de las olas y el aullido del viento, le rodeó. El ritmo del canto
aumentó hasta alcanzar un crescendo que no cesaba de crecer y crecer pero no
terminaba de llegar a su punto cúspide. Malaquías Gabor se agarró a las jarcias
del Rosa de Jericó, el cual, se dirigía hacia el este del mar del Norte, en la
noche más oscura y temible que se recordaba. Respiró el aire fresco y salado. Seguía con el omnipresente mareo, que
parecía ir a menos, como si quisiera darme una tregua a tanto tinnitus. No
obstante, algunos de aquellos sonidos de la voz incorpórea le inquietaban. Se
alegró de estar de nuevo sobre la cubierta y lejos del hedor de interior de la goleta conquince marineros sin lavar
y de las horribles raciones de comida que enmohecían lentamente. A
través de la cacofonía de sonidos, recordó a los viejos marineros de las
tabernas locales que contaban historias de sirenas, las cuales, llamaban desde
las profundidades y atraían a los marineros hacia una tumba acuosa. Nunca había dado crédito a aquellas
fábulas, leyendas y mitos; los marineros borrachos no eran el tipo de personas
a las que uno da crédito cuando trata de distinguir la ficción de la realidad. La
idea de una mujer perdida en el mar embravecido le hizo inclinarse y mirar por
encima del borde del barco para encontrarla. Hacerlo era una temeridad, pero
sus pies no atendían a razones y le acercaron al pasamano de estribor.
Buscó frenéticamente el siguiente trozo de cuerda al que agarrarse mientras el
temporal arreciaba. La única diferencia entre el cielo y el mar eran las olas
que chocaban contra el casco del barco. Malaquías forzó la vista para
aclimatarse a la oscuridad y escudriñó las aguas en busca de alguna señal de
alguien que pudiera haber sido arrojado por la borda.
Lo
más probable era que aquellos sonidos no fueran más que el viento deformando,
por los gritos, de algún miembro de la tripulación. Era una respuesta mucho más plausible que una sirena pidiéndole que
saltara a la muerte. Algo salpicó a medio metro de donde el Rosa de Jericó
cortaba el agua. Seguro de que alguien flotaba en el mar, miró a su alrededor
en busca de una cuerda suelta o algo lo suficientemente largo para que la pobre
alma pudiera agarrarse, pero lo único que encontró fue un tablón de madera.
El canto se hizo más fuerte, como si emanara de su propio cráneo. Malaquías no
oía nada más. El sonido del viento y las olas casi había desaparecido. El
tablón que tenía en la mano no era lo bastante largo como para ser útil a alguien
que estuviera en el mar; sin embargo, juró que vio una mano etérea que lo
alcanzaba desde las aguas. Cuando gritó
pidiendo ayuda por la cubierta vacía del barco, su boca se movió y sus cuerdas
vocales se tensaron. La mayor parte de la tripulación estaba abajo, durmiendo,
y ni siquiera él podía distinguir sus propios gritos entre el canto. Cuando el
volumen amenazaba a Malaquías con la locura; todo se volvió mortalmente
silencioso. El mutismo le sorprendió y, mientras se llevaba involuntariamente
las manos a los oídos, dejó caer el tablón al agua. Se introdujo los dedos
empapados en los canales auditivos, esperando encontrar en ellos la sangre de
los tímpanos reventados cuando los retirara. Pero, observó que no había nada. Un
extraño halo de luz azul verdosa flotaba en la superficie del agua, donde hacía
un momento había estado la mano. La luz
se transformó muy lentamente, en la
forma de una mujer hasta la cintura, en medio del mar embravecido. Parpadeó,
incapaz de moverse. No podía ser la mujer que conocía. Estaba muerta. No lo
dudo, por un instante. Recordó como las bestias de sus compañeros le habían
atado las manos a las rocas y los pies, y de seguido, la empujaron desde el
puente.
Él,
se había quedado a la orilla del río, sacudiendo la cabeza en señal de condena
silenciosa —no de la bruja acusada, no
creía en esas tonterías—, sino de la gente enloquecida de su pequeño
pueblo, que se apresuraba a ejecutar a cualquiera que no comprendiera lo que
ellos creían. Su asesinato fue el
catalizador de su marcha desde el Nuevo Mundo, para volver, a las refinadas y
razonables costas de Inglaterra. Su mirada se cruzó con la de ella y un relámpago
de frío recorrió su espina dorsal hasta llegar a su cerebro. Los pelos de
la nuca le hormiguearon y se levantaron como escarpias. Sus manos se aferraron
con tanta fuerza a la barandilla del barco que el dolor empezó a subirle por
los antebrazos. Recordó, el día de su
ejecución, estaba tan delgada y pálida como la mayoría de los campesinos
desnutridos de la ciudad, y su piel, parecía media talla más grande en los
bordes. Sus ojos tenían semicírculos oscuros, pero las pupilas estaban
dilatadas por una excitación feroz. Ya no era una víctima, era una depredadora.
Su boca esbozó una leve sonrisa, lo que hizo que su rostro resultara aún
más amenazador mientras miraba sin pestañear. La mente de Malaquías se agitó y
buscó una explicación racional en todos los estudios y artículos científicos
que había leído o escrito. Lo que encontró fue arrepentimiento. Debería haber ayudado a aquella mujer
cuando tuvo la oportunidad. En cambio, su actitud altanera y su indiferencia
habían permitido la muerte de otro ser humano. Ninguna ayuda que ofreciera
ahora expiaría su complicidad en el asesinato. El remordimiento era brutal y en ese instante, sus manos se soltaron de
la barandilla y su cuerpo se incorporó bruscamente, con la mente atrapada en el
cuerpo de una marioneta.No pudo
romper el contacto visual con la mujer espectral mientras doblaba las rodillas,
apoyaba los brazos en el agarradero y se lanzaba de cabeza hacia las gélidas
aguas. No había nadie cerca para quedarse de brazos cruzados y presenciar
el horror mientras ella lo envolvía y se hundían en las oscuras aguas.
FIN
Dedicado a Gene Hackman enero 1930/febrero 2025 In Memoriam
Estaba
todo planeado, no solo el viaje sino que Ercilio Puertas iba a cometer un
delito. Mientras tapaba su coche, con
una lona. Su mente repasaba los detalles y cómo asegurar sigilosamente aquella
cosa y escapar sin ser detectado. No era una cuestión de codicia ni de extrema
necesidad, sino el deseo de llevarse algo que le fuera útil. La carretera
era el autovía AP-68 una de las más largas del nordeste y que unía dos
territorios con fundamento. Allende de su final, Ercilio, la veía: larga e
infinita. El coche había sido preparado
para un viaje hacia el oeste, mucho más lejos. No volvería en muchas semanas.
Eso formaba parte del plan, no sería fácil encontrarle. El sol de la mañana emergía
a sus espaldas, proyectando las sombras de los penetrantes árboles de hoja
perenne sobre la carretera, creando un efecto caleidoscópico de sombras y
luces. Ercilio repasó, de nuevo, el
plan. Punto por punto. Todo dependía de no ser detectado, de escapar y
desaparecer antes de que se perdiera el ente. Le estremecía la idea de que lo
descubrieran, de sentirse culpable, de sentir los dedos acusadores que lo
señalaban, que le gritaban al admitir su fechoría, de poner en peligro su
carrera de registrador de la propiedad.
El
tráfico aumentaba a medida que Ercilio se acercaba a una circunvalación de la
ciudad. De momento se concentró en conducir con cuidado, olvidando su búsqueda.
Unos camiones ruidosos se pusieron
delante de su Lexus hibrido: haciéndole frenar en el último momento. Les gritó
y lanzó abominaciones. El indicador de combustible le reclamó que aprovechara
la primera oportunidad para llenar el depósito; una vez hecho esto, agarró el
volante y pisó el acelerador, a fondo, para adelantar a un camión tras otro. Con el
puño en alto, gritó: «Ya verán. No tienen
ni puta idea de con quién están tratando, no tengo escrúpulos, estoy planeando
el mayor atraco de este asqueroso país». Sus peroratas fueron ajadas al
silencio por la grandeza del viento. Las
nubes se acumulaban en el cielo y el día se volvía gris y sombrío. Ercilio se
dirigió a su destino, la primera parada del viaje. Miró las señales de tráfico
para encontrar alojamiento. Advirtió uno adecuado y salió de la autopista a la
altura del territorio foral. Ahora, sentía alivio y un pequeño regocijo, por el
hecho, de haber abandonado la carretera durante un día. Su cuerpo se
quejaba del largo viaje y lo único que quería era estirar piernas, exhalar aire
puro de los abetos del bosque; que bordeaba la salida de la autopista y dar un
largo paseo. Pronto, pensó, raudo.
Otra vez aquella
cosa le producía una tremenda comezón.Al
día siguiente seguiría conduciendo hasta llegar a las montañas de Llodio, en
busca de paz y consuelo. Recordaba lejanos veranos con la familia de subida al monte Ganekogorta. De repente: ¿Le atormentaría el recuerdo de sus actos y
le privaría de esa intención? ¿Se estaba
poniendo en peligro de cargar para siempre con la culpa?No, esa cosa bizarra e inexplicable estaba
ahí para que cogerlo con la mano y aprenderla. La haría suya. Llegó la mañana y
Ercilio dejó que el agua caliente y calmante de la ducha masajease sus
músculos. Contempló por enésima vez los detalles del plan — confiado en que podría ocultar el hecho
de que faltaba el objeto. Tiró todas las toallas usadas— la alfombrilla de
baño y un par de toallitas faciales usadas, quedaron amontonadas en el suelo
del cuarto de baño. Dando por hecho que
la chica de la limpieza las recogería. No quiso contar todo lo que acopió en la
habitación. Una vez vestido y con la maleta hecha, de nuevo, se dirigió con
decisión al cuarto de baño y cogió una toalla y un paño secos, doblados con
mucho arte, y los escondió cuidadosamente en el fondo de la maleta. Buscó
furtivamente por el pasillo, salió y escapó a la penumbra de la mañana como
alma que persigue el diablo.
FIN
Dedicado
a David Lynch enero 1946/enero 2025 In Memoriam
Es
bien sabido que todo el mundo odia a los abogados, pero no todo el mundo sabe
que los abogados odian a sus clientes —esto,
es una confidencia que les hago, de uno de mis mejores amigos y letrado de
pedigrí— de una manera oculta, profunda y tenaz. En esta guerra interminable, sin cuartel y sin piedad, hay una tierra que no es de nadie: el pacto de la cuota de litigios, gracias, a la cual, se paga al abogado, en
función de cuánto dinero puede hace ganar al cliente. El campo en el que se aplica
con mayor frecuencia: es el peritaje de vehículos por siniestros. Hay casos como
la investigación de un antiguo accidente de coche; luego trabajar en la gestión
de catástrofes es, en cierto modo, divertido. Una especie de regreso a la
infancia. Hay una tabla, y, en las abscisiones, aparece la edad de las víctimas, luego, en las órdenes, tenemos: la gravedad de la lesión, expresada por porcentajes. El punto de encuentro se halla, en la cantidad que debe de reconocerse en concepto
de indemnización. Es un poco como jugar a hundir barcos, aquello de, tocado y hundido. Soy
abogado y me quedo con el diez por ciento, de mis trabajos. No es mucho. Tal vez por eso, hace un par de años, Vanessa vino a verme. Era una
mujer hermosa y gélida como el amanecer en un glaciar. Me dijo que había
un siniestro que atender y que usted había venido en nombre de una amiga suya; que no estaba muy familiarizada con la ley y los abogados. Fue una práctica
fácil, para empezar. Lo dijo —textualmente—“para empezar”. Tremendo. Lo noté enseguida, aunque, de vez en
cuando, le di un significado diferente al que tenía. Quizás porque, en ese
momento, perseguía más mis fantasías que mi cartera. La chica en cuestión
estaba en la cola de una de esas interminables serpentinas, que, como el
puromoro, serpentean eternamente por nuestras carreteras, cuando la
atropellaron. Curiosamente, la jurisprudencia asume que la culpa es de quien conduce,
porque la ley no está hecha para los conductores; se podría pensar que nuestro
legisladores todavía tienen, el cacumen, por aquellos caminos rurales recorridos, en un Ford
Modelo T de los tiempos de Capone.
Se
trataba de un daño sin valor, de hecho, su baremo máximo eran unos 700 euros; entre el daño
biológico y el daño al automóvil. Lo que importaba era la doble firma en el
documento NIF, del que, como era de esperar, se derivaba la responsabilidad
exclusiva del útil. Me dije que si la
amiga se parecía un poco a Vanessa, ningún varón heterosexual, al ver el número
de categoría, en el modelo, tendría dificultades para firmarlo. Pero había algo que
no encajaba y vi el affaire, como un pequeño problema, que ronroneaba mi
occipital —el porqué de esta historia y
los intereses que se traía Vanessa, al acudir a mí — era otro. El mismo
día, del impacto, la chica se iba a un desfile de modas. Si hubiera
causado una buena impresión, habría sido contratada, indefinidamente. Además,, el sueldo
habría sido muy, pero que muy sustancioso. Sólo que el golpe afectó su
comportamiento. Como resultado, mi pobre cliente había sufrido un gran daño por
la pérdida de oportunidades de trabajo. Vanessa
podría haberme proporcionado, incluso en un eventual juicio, todos los
elementos necesarios y suficientes para probar la pérdida sufrida y la merma de
ingresos padecida por su amiga, pero habría sido una causa larga, compleja y evidentemente: costosa... ¿No habría sido conveniente
ponerse de acuerdo con el seguro?—Advirtió.—Por supuesto, respondí. Las
compañías de seguros siempre están dispuestas a dirimir causas de este
tipo; en última instancia, el coste recae sobre la empresa y la empresa son los
demás. Empero, hay muchísimas modelos en la ciudad»— me interrumpió «Y, aún más,
aspirantes a modelos». —Me miró a la
cara. «Y todas las que conozco conducen»— concluyó. No había nada más que
decir, salvo que mi parte, ya es de sobra conocida, era el diez por ciento, lo que establecí hace mucho tiempo.
Empezó
muy bien, y luego mejor. Vanessa había dicho la verdad: había muchas modelos en
la ciudad y las aspirantes a ejercer ese trabajo eran multitud. Las recibía, les daba un vistazo a sus papeles, muchas miradas a sus
clientes, y las despedía para volver a trabajar. Después de ese primer
encuentro, y durante mucho tiempo, no volví a ver a Vanessa. Obviamente,
decidió que yo no era, lo suficientemente fiable. Y, de hecho, lo era. Mi
clientela lo corrobora. Completé con éxito todos los trámites y nunca pedí más
del puto diez por ciento.Sin
embargo, desde un lejano rincón oscuro de mi mente, me recorría un soplo helado, como
en estos días de enero por los Dolomitas, que me daba escalofríos en la espalda y
estornudos glaciares. La vida seguía como los días y los años. Nuevo año, por cierto, 2025. Hasta que
conocí a Sara. No era tan hermosa como las demás, quizás porque tenía un
aspecto un poco triste, con esa mirada de estatua maltratada, por el
olvido, durante siglos. Una pena. La vi enseguida y supe que nunca la olvidaría; pase lo
que pase.Sé lo que os estáis
preguntando, porque yo también me lo pregunté: ¿me había enamorado de ella? No lo sé. No lo creo. Lo más
probable es que se tratase, solamente de dos solitarios, cuarentones, pero ya
había tratado con las separaciones. Demasiado tiempo para mi cuarta década. Lo
suficiente como para saber que tal combinación no forma una pareja. No por
mucho tiempo.Además, era una clienta y
los abogados odian a sus clientes. Ya lo sabían. Así que, me asaltan las dudas.
No. No sé si la amaba. Todo lo que sé es
que cuando estaba con ella, ese hálito de aire gélido, ya no se notaba. El
soplo del helor, se había desvanecido.
De
todos modos, para Rufus Green, eso no significaba nada. Tenía demasiadas cosas
en su cuerpo, esa noche, todas de primera. El
pirata de las empresas extraterritoriales sólo se llevaba lo mejor y ¡Ay de los que le faltaran el respeto!
Así que cuando vio el arañazo en el parachoques de su último modelo, Lotus
Evora, el sujeto RG, saltó sobre Sara y la golpeó vilmente. Cuando terminó,
sólo quedaban fragmentos de la pobre estatua. Pasados unos cuatro meses, Vanessa vino
a mi estudio con los angustiados padres de la desgraciadamente asesinada, Sara.
Mirándolos, pensé que ni el escritor de ciencia ficción más imaginativo podría
creer en un vínculo de parentesco. Sin embargo, los documentos decían lo
contrario y la verdad procesal se basa principalmente en las evidencias. Así que los
documentos esgrimidos reafirmaban sus declaraciones. En cuanto a la
otra verdad, no lo sé. Tenía que asistirlos y ser parte civil en el juicio por
asesinato que estaba a punto de comenzar. Los jueces habrían sido muy severos y
posiblemente, hubieran dado una pena capital junto a una enorme indemnización
monetaria. No eres el pirata de las
empresas offshore; si no tienes un tesoro en alguna parte. Mi porcentaje habría
sido el de siempre y no había nada más que decir. Hoy ha terminado el juicio y
ha finalizado bien.¿Se pueden
imaginar lo contento que estoy? Mientras, espero a Vanessa que me acaba de
informar sobre la obtención de un cobro emitido por los padres de Sara: la
pareja infeliz está demasiado postrada para manejar esa gran cantidad de dinero
obsceno. En lo que a mí respecta, no hay
problema. Estoy dispuesto a darle a Vanessa lo que es correcto. Y se lo he
puesto muy fácil. Lo dicho, por aquí, en mi escritorio tengo seis balas del calibre 38.
Y, evidentemente, mi humilde diez por ciento.
FIN
Dedicado a David Lodge enero 1935/ enero 2025 In Memoriam
Término
municipal de Chiva, 18:00 horas de la tarde, mientras camino, escucho el sonido
del río que desemboca en la pequeña cascada, una asonancia que siempre me ha
gustado. Normalmente, se acerca al oído, casi todos los otoños, donde la lluvia
hace acto de presencia y siempre es bienvenida entre los lugareños de la villa.
Cuando puedo, vengo aquí a dar un paseo, a solas, una vuelta a respirar aire puro, cerca
del río, que se le llama Poyo, o el Poyo. Por estar en esta rambla que llega
hasta la huerta de Valencia. La cosa como el que no quiere; se puso rara. Llovía
con un tono cínico, imponiendo una traidora amabilidad, pero enfurruñada en
pura rabia. Por aquellos días, sufría jaquecas muy fuertes producto de una
galopante presbicia. La vista, se había divertido mucho con el negro sobre
blanco. Las lumbreras de la meteorología decían que llovería, con fuerza e
intensidad. Precipitaciones de récord. Pero, creen qué tenemos un servicio meteorológico como en USA, después del
desastre del Katrina? Ya quisiéramos.
Bueno, la realdad es que la lluvia comenzaba a encabronarse. De repente,
comenzó a llover con una potencia descomunal y aquello era el diluvio
universal. El riachuelo del Poyo se parecía a la cuenca del Ganges en pleno
monzón y cada vez, más cerca de todos nosotros. Viendo lo que pasaba en Utiel y Requena, evidentemente, Chiva, tenía el miedo dentro
del cuerpo. ¿Y quién no? 18:30 horas de la tarde en una urbanización de las afuera de Chiva. Koldo y Ángela discutían de menesteres domésticos —¿No me estarás
acusando de confundir a Marisa con la limpiadora? (Le cambió la voz y renovó sus quejas de que yo solía “imaginarme
cosas” e ignorar los problemas reales). —Comencé a canturrear, aquello de… “por el camino de Bonanzaaa…”
Sorprendentemente, la puta rambla del Poyo, quería parecerse al puto Ebro, cuando la Pilarica le
llora al cielo porque los cultivos aragoneses están secos. El agua subió por el
escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos
que actuar, salvar lo que pudiéramos, pero Ángela no pareció darse cuenta y
seguía arriba, haciendo sitio, donde guardar las cosas de mayor valor… De la
maldita mudanza. No llevábamos en tierras valencianas ni un día y no me lo
podía creer.—Por un momento, las imágenes
del viejo Bilbao de los 80, hicieron mella en mi mente…
—Joder,
Ángela ¿No has visto cómo sube? ¿Note das cuenta que el caudal, está llegando el agua al linde de la orilla del
puto barranco?—Si, sigue lloviendo así, vendrá el ejército a sacarnos de
aquí y como tarden más de la cuenta; seremos carne de mortaja de pino. —Puta lluvia!
Esto no es llover… Es Dios echando contenedores del cielo. ¡Venga, Koldo! No te pongas nerviosito, que en esta tierra, cuando
llueve cae la del pulpo...—Tela, guapote. Ángela, qué en mi tierra, yo era
pequeño y cayó la del calamar en el 83. —Ya lo, sé, cariño. Claro que sé
cómo se lía…—Esto se está poniendo muy feo. Horroroso. Estate atenta que nos
marchamos, en nada. 19,00h en la carretera del barrio de la Torre dirección
Benetusser. Batiste, mira, a través del retrovisor de su volquete. El riachuelo
ya estaba por encima de las aceras e inundando partes bajas del barrio. Vio el
gallinero de su amigo Tomás, en el corral de su casa solariega, y el agua, ya
estaba a una altura de casi 30cm: las gallinas estaban acurrucadas alrededor
del gallinero y sacando el pico para no tragar agua. Batiste, no se lo pensó,
dos veces y masculló: —voy a dejar salir a por las pobres. Y a ver si las puedo
dirigir hacía la carga. A ver, si tenemos suerte, y por lo menos, tendremos
huevos del gran Tomás.—Sacó, una sonrisa, muy suya.
—Su
mente le preguntaba:¿Y dónde las vas a
tener? ¿En tu casa? Intenta llamar a Tomás. El agua arrastraba con fuerza.
Y se volvía repetir en su interior: —¿Por
qué esta repentina lástima? Además, puede que deje de llover y el agua no
suba, más.
Ahí,
volví hacía Valencia y pasé por Picaña. Me bajé y comprobé el caudal; intenté
agarrarme a la barandilla del puente que resbala—Pensé, la hostia! Se acaba de romper el puente y la corriente
me lleva. ¡La puta madre qué me parió! la furia de la rambla del Poyo venía
cómo un Nilo envenenado. —Perdí el equilibrio yme caí al agua, que golpeaba, a través de mis poros. Los ojos se llenan
de agua, los pulmones se colapsan, el corazón palpitando.
Dando
vueltas, revolcándome, rodando con derrubios: cañas, gatos muertos, pedruscos y
un montón de broza que me agitaba. Haciendo de mi viaje, por la escorrentía, un bicho raro, envuelto en un montón de
ropa, en la lavadora. Vueltas y más vueltas. El cuerpo, daba tumbos por todos
mis costados. Salgo a la superficie, jadeando por aire, el cuerpo se golpea
contra un risco y la salvaje corriente del Poyo me empuja, sobre la gran roca,
salvándome de un destino inevitable. Mire mi reloj sumergible y eran las 19,20h.
El agua estaba, a punto, de engullirme en sus fauces…—Ya no vi nada más.
19:30h
Chiva
Koldo:—¡El
agua está en la cocina! —Su mirada era sombría.—No dije nada. ¡Cariñooo. Qué, el agua está en
la cocina!
Corrí
hacia allí. El río había invadido la cocina. Vi el gallinero sumergido hasta
las trancas. Las gallinas se habían ahogado.—Érase una vez un gallinero —dijo
un tío que no sé de dónde salió, pero su acento era colombiano— Y se quedó con
la mirada ida.
—¿A ver, tú,
quién coño eres? — Yo soy Ezequiel Barrientos, un mozo de carga de mudanzas y
mi compañero era el conductor del transporte,Gabriel
González, que se ha ahogado en el
barranco.
—“Esta inundación
llegará lejos”,
dijo. Y no estaba mirando el agua, estaba mirando a Ángela.
—Ángela,
venga, “vístete y coge lo más importante”
Vamos a subir al tejado.— dije.—Llueve tanto, que las gotas duelen en la cara. —¡A
ver, tú, Ezequiel, tira para arriba y estate atento! Qué la suerte, no se te va
a presentar dos veces seguidas. Ezequiel: —puedo darme una ducha, cuánto me
gustaría ducharme en una bañera. Ángela intervino: —Tú, flipas, tío. Te crees
que es momento para ducharse, en la bañera, gilipollas!
Koldo:—Contrólate,
tío. Está lluvia tiene muy mala pinta. Por favor, tranquilízate, estás todavía
con el susto dentro del estómago. Bebe un poco de agua. —De acuerdo. ¡No problem.
Man!
Y
volvió a mirar a Ángela. Tenía una mirada zaina
y lúbrica. —No hacía nada por disimularla. Creo que seguía con el golpe
de su compañero en el cuerpo.—Koldo, controlaba todo. Vamos,Ángela. Te llevaré arriba. Deja el álbum de fotos y
todo lo que hayas cogido. Vámonos. ¡Koldo, está cayendo el agua a chorros del
techo! Corre, corre… Koldo, hizo una pequeña pausa, antes de salir hacía el
tejado.
Me
quité los zapatos empapados y contemplé consternado el patio trasero de la casa
de mi padre. Llovía y llovía y, derepente, algo llamó a la puerta de la
cocina. Abrí la puerta. Era el cuerpo de un gato. Lo aparté con el pie e
inmediatamente cerré la puerta. El agua subió por el escalón que separaba la
cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos que movernos, lo más
rápido posible, y ponernos a salvo con lo imprescindible. ¡Aquí, ya no estamos
seguros! —Ángela, vamos, corre y tira para arriba. Ella, no pareció darse
cuenta y seguía arriba, haciendo sitio al ajuar de sus padres. —Koldo: ¡Sera
posible. Deja la mierda de las cosas de la familia, que has cogido. Suéltalas!
No podemos llevar nada encima. Si nos rescata un helicóptero, ya podemos darnos
con un canto en los dientes. Arriba cagando hostias. —Por favor, salgamos por
el ventanuco y quedémonos en el tejado. Vamos a pedir ayuda.—¡Me cago, en mi
estampa! No tengo cobertura. ¡Menuda mierda!
Chiva
20:00hEn el tejado de la casa de Koldo
y Ángela, que estaba muy inundado. Koldo, en un momento, que quiso guardar su
móvil, fue arrastrado por la corriente del maldito Poyo.—Ángela, gritaba, fuera
de sí. Koldoooo! Durante horas, largas horas,el agua corrió a lo largo de las calles húmedas y se recogió en las cada
vez más anchas, que crecieron y el asfalto se ahoga entre la inmensidad del
caudal del Poyo. Los arroyos se convirtieron en ríos y los estanques en lagos. Lagos,
como la hermosa albufera, parecían un océano, quienes lo vieron. El cielo abrió
sus esclusas y regó las playas de los ángeles de las nubes: el oscuro y pesado
firmamento descargaba el diluvio universal. La lluvia enjuagó la suciedad de
las paredes de las casas, las hojas sueltas del césped, el calor del aire. El
cielo vigilaba a las personas que pasaban despiadadamente por todo lo que no el
dinero era para medir o comprar algo.
No
tenía ningún valor que se pudiera comprar o vender. Sólo servía sobrevivir y seguir
adelante. —Ángela se quedó mirando a Ezequiel (el mozo de carga). Lo miraba
como se observa un objeto roto, con la misma indiferencia. Los años en la
profesión le habían enseñado a eliminar la empatía y a mantener el desapego, a
ser capaz de intervenir con calma, sin compartir el dolor. Empero, Koldo, donde
estuviera su mente; sabía que era diferente. Sufría contigo. Era el hombre más
fuerte del mundo y el tío que mejor encajaba los golpes. Ángela, se tragó su
amarga tristeza y pasó a formar parte de esas heridas que enmarcaban su rostro,
idénticas a esas marcas moradas en tus muñecas y brazos. En un instante me
convertí en tu propio dolor. Mientras, Ezequiel, no podía mirarla.
Sedavi
20:00h Batiste.
Dentro
del agua y con dos gallinas en las manos, más muertas que vivas. Se podría decir
que la corriente del barranco lo había ingerido y desde Benetusser llegó a
Sedavi. Un viaje al corazón de la furia del agua. Un barranco que arrastraba
todo tipo de porquería vegetal, sapos y demás bichos que surfeaban, mientas
Batiste, evocaba sus últimas palabras, entre visiones del propio ahogamiento.
Se dejaba leer, lo siguiente:
Hombres
crueles se habían cruzado en tu camino, decidiendo que eras la presa más fácil
de atrapar. Llovía y a esa hora el parque estaba desierto. Nadie había oído tus
gritos, nadie había presenciado la tragedia de un gorrión mutilado por una
manada de lobos hambrientos. Así, sin motivo alguno, una violencia bestial te
había aplastado y cubierto de tierra, como si quisiera enterrarte para siempre.
Así, sin razón, el gorrión se había convertido en la comida de lobos
desalmados. A medida que el agua sube, comienza a gotear sobre el borde del
puente. Mis pies comenzaban a tragarse su
fría y peligrosa crecida de la maldita lluvia. El río parece crecer, llevando
ira y frustración, mientras se precipita por el borde del puente llevándose la
grava de la carretera. El agua llega hasta los tobillos, pasando rápidamente
sobre mis pies descalzos, entumeciéndolos, intentando llevarme río abajo. Mi
agarre empieza a aflojarse, comienzo a sentirme seguro en las garras de este
hermoso monstruo, casi como si fuera parte de su rugiente fuego. Mis rodillas
son consumidas por el agua creciente, haciéndome un semoviente, más, del
furioso torrente, abandonado, a mi propia fortuna.
Picaña
22:00h
Nadie
sabía nada de nadie. El caos y el horror de la tragedia era inasumible. Una ola
mortal, un desborde salvaje de más de 600 litros por m2. Malditos meteorólogos,
putos satélites y putas Apps. No estábamos en la época de la IA. Todo estaba
bajo control. Alguien puede recoger a Batiste. Un vecino de Picaña, lo auxilió
y pudo reanimarlo. Cuando despertó, el pobre héroe dijo: Cae agua, como cubos
enteros encima de la cabeza. Todo se inundaba y nadie estaba a salvo. Lloré
amargamente, pensando en cómo la desgracia podía golpear al azar, como un
asesino ciego que dispara al montón, sin saber exactamente a quién va a dar. Me
tumbo en la roca: frío, temblando, pero totalmente unida a este arroyo, un
arroyo al que he acudido desde que era un niño: un arroyo que me salva de mi
realidad. Un arroyo balbuceante donde derramo mis secretos.
Chiva
22:30 Ángela desgañitándose… —Koldo, dónde estás? Koldo, respóndeme. Ezequiel, —le
dijo, Sra. Se oye un helicóptero. En apenas 15 minutos fueron rescatados por el
helicóptero de la UME. La mirada perdida bajo una manta térmica, de Ángela era
indescriptible, mientras se escuchaba el rotor. De fondo, a Ezequiel hablaba, a
gritos con uno de los auxiliares del rescate.—Sí, Sr. Pero, no le escucho si no
tiene audio de casco. Lo ojos de Ángela se quedaron mirando el rastro de la
riada y como si quisiera hablar su corazón decía: “El agua corriendo bajo mis pies, subiendo más y más bajo el pequeño
puente; como una bañera a punto de desbordarse.” El agua viene en grandes
masas, difícilmente, yo no entiendo de drenajes. Más que el deseo de esperar,
Algunas cosas, que sí —deseas ver la lluvia— vienen con mimo y cariño… Siempre
es bien recibido. Pero este diluvio. Maldita lluvia! Y maldigo a todos los
cabrones qué fueron incapaces de ver esta desgracia. Y maldigo a Dios, por
quitarme al hombre de mi vida, Koldo. A ti, siempre te gustó surfear, en tu
añorado Cantábrico. Pero, no te merecías morir como has muerto. Ni tú, ni nadie
de esta tierra, de la que te enamoraste…
Día
30 de octubre en Paiporta. La lluvia dejó de caer y lo que se veía era un
cuadro de los más negros de Goya. Los cuerpos de los ahogados a veces salen a
la superficie por sí solos, pero esto depende de las cualidades del agua. La
putrefacción de la carne produce gases, principalmente en el pecho y las
tripas, que inflan el cadáver como un globo. Lo digo yo por mis conocimientos
como Antropólogo y Arqueólogo. En aguas cálidas y poco profundas, la
descomposición es rápida y el cadáver sale a la superficie en dos o tres días.
Pero el agua fría ralentiza la descomposición, y las personas que se ahogan en
lagos profundos, a 30 metros o menos, puede que nunca salgan a la superficie.
El peso del agua inmoviliza sus cuerpos. Pocos jefazos con un montón de
estrellas hablaron así a la población. Hoy 26 de Noviembre, casi 30 días
después, Valencia es un lodazal, con algunos lugares, algo más limpios, por el
esfuerzo de sus habitantes y los voluntarios que llegaron por su cuenta y
riesgo. Sólo tenemos lágrimas e
impotencia. Únicamente, nos queda eso que siempre nos ha hecho ser diferentes:
las ganas de volver a inventarnos. Gracias a todos los valencianos que han
soportado el mayor desastre natural de esta jodida España. Gracias, a todos los
voluntarios de todos los rincones de España y del resto de Europa. Gracias a
los cuerpos de rescate: bomberos, ejército y resto de las fuerzas del estado (especialmente, los que han actuado al
margen de la burocracia). En la noche más oscura y desgraciada de l´horta
Valenciana y las tierras altas de Utiel/Requena y la Hoya de Chiva y Buñol. Por
todos, los que nos dejaron, tenemos que seguir, adelante, porque es parte del
ADN valenciano. Es algo que llevamos todos lo que nacen en la tierra del Turia,
aunque vivas en Sidney. Esto es una manera de hacer las cosas; con un estilo
diferente a todo lo que he conocido. Los valencianos de carne y hueso, no las
castas senatoriales y gentecilla de San Jerónimo. Por eso y porque, este pueblo,
es increíble. No nos doblegaran. A pesar, de los pesares. Amunt! Valencia.
Dedicado
a todos los damnificados por la tragedia de la DANA del 29 de Octubre 2024
Fotogramas adjuntados
The
Rains Came (1939) By Clarence Brown
The
Day After Tomorrow (2004) By Roland Emmerich
Rain (1932) By Lewis Milestone
Carlos
García Pozo Camí d’Orba 10 (Benetússer) Valencia
Por
favor, consideren esto como mi confesión completa. No deseo morir con el
corazón angustiado.
Ojalá
pudieras verlo ahora mismo. Él, se está preparando para asestar el golpe final,
y sé que estaré muerta en cuestión de segundos; sin embargo, incluso, cuando
alberga el asesinato en sus ojos: nunca he visto un ser humano más atractivo,
más seductor, más, de los más. Joder! Tías. ¡Es la hostia, qué hermoso es el
cabrón!Por favor, no te ofendas por esto, estoy seguro de que estás sintiendo
la tentación como un escalofrío que recorre toda tu espalda. Probablemente te
habría acosado y herido también, tantas veces como a él, si hubiéramos tenido
el placer de conocernos antes de mi muerte. No estoy segura de con quién estoy
hablando. Usted es probablemente un producto de mi imaginación, así que voy a
dejar que vos elija su identidad. Lo dejamos, en: —un sacerdote con buenas
intenciones? ¿Un ministro lleno de mierda? ¿Un juez nefasto? ¿Mi mejor amigo?
¡Qué puta que es la vida y que momentos me ha dado! —Sí, se lo digo con el
corazón en un puño y casi de rodillas.
¿Crecimos
juntos, escondiendo nuestras extremidades desgarbadas debajo de un escritorio,
nuestras risas zaheridas y ensombrecidas por una de esas enormes sillas de
oficina de Herman Miller después de haber aterrorizado a nuestros vecinos?¿O
fuiste tú quien finalmente me atrapó, me reprendió por haber existido alguna
vez (como si hubiera elegido hacerlo), antes de tí, al igual,como mi querido Ernesto, en memoria de todas
mis víctimas?—¿ Me golpeara muerta, abrumada por esa alegre sensación, de estar
librando al mundo de una plaga? Aquí está mi consejo —por favor abstenerse de
elegir su identidad hasta que termine mi confesión.
No
deseo juicios mediáticos ni empatía. No deseo miradas de desdén o comprensión.
Nací en una familia de acosadores, torturadores, corruptos, puteros y
mentirosos patológicos: lo peor de lo peor. Cómo nos habían llamado…Ah! Sí. Ya
recuerdo que éramos de esos que disfrutábamos del apuñalamiento, como si el
hecho de perforar a otros, en sus torsos, fuera cómodo. Tremendo. Cuando, todo
el mundo disfruta con una caricia, un abrazo, un beso tierno; pero no deseo
morir como mi familia me hizo. Ya me concedieron medio deseo, morir en los
brazos del divino Artemio. Así que concédeme la otra mitad. Concédeme el alivio
de deshacerme de todas las etiquetas que otros han elegido y colocado en mí
puta mi vida, hasta que tome: el último de mis alientos.
Y,
luego, puedes elegir burlarte, simpatizar o encogerte de hombros. De verdad,
después, ya no tendrás que pensar en mí, una vez más. Porque ya no estaré en la
tierra. Seguirás tropezando en la misma piedra: volverás a pensar en mí y ese
pensamiento te perseguirá, todos tus días. Pero el problema es que pensarás en
mí otra vez. No importa quién seas, no importa lo fortificada que esté tu casa:
mi familia está en todas partes. Y si eres real, entonces te encontrarán, te
acecharán, te lastimarán y te tratarán como a una cucaracha. Sí queda algo de
ti, se lo darán a los cerdos de postre. Te lo prometo. Ellos son muybuenos haciendo este trabajo. ¡Cuídate!
FIN
Dedicado
a Bobby Sherman julio1943/junio2025 in Memoriam
En
el último día de mi vida, mientras me preparo para respirar por última vez, tú
me convocas, desde mi lecho de muerte, a escribir una vez más. Pero esta vez
para escribir algo diferente. Algo que nunca he escrito antes, compuesto de
palabras que son mías, de mi propio corazón y vida, no de tu cabeza o lengua.
Lo cual, si soy honesto, me resulta muy difícil. Porque no estoy acostumbrado a
este tipo de libertad. Me siento mal, de alguna manera, redactar estas palabras
por mi propia voluntad: al permitirme cincelar mi propia verdad, en lugar de
transcribir su discurso de turno. ¡Y Dios sabe que he transcrito muchos de
esos!Incontables, miles e innumerables, en todo tipo de formatos. Planes,
contratos, reseñas, testimonios, cartas. Entradas de dietarios, horarios,
amenazas de muerte, notas de rescate, demandas y chantajes. Historias de
ficción y novelas basadas en eventos reales. Lista tras lista, listas de
todo o nada. Desde comestibles hasta víctimas. Listas de herramientas, tareas,
lugares de escape, claves de criptomonedas, clientes con bonos basura. Listas
de objetivos y métodos de tortura. Y por supuesto, listados de asesinatos. Empero,
al principio me impactó, finalmente me pareció aburrido de compilar. Porque no
estaban en el contexto al que estaba acostumbrado. Los horribles y
escalofriantes detalles de la muerte, la sangre y el dolor. Y, siendo virtuoso
como se me permite: me entristece pensar que después de todos estos años de
registrar minuciosamente los terribles eventos, que dictó, los detalles
cruentos de como cortar una garganta, romper el cuello y disparar balas entre
los ojos de inocentes. En definitiva, daños a algún culpable o algún inocente,
todo odiado y aborrecido. A la postre, lo último que iba a escribir para
Usted. La última vez que me llamó al trabajo, era para otra, lánguida lista. La
más aburrida de todas, esas, de amigos y familiares que detestas y los regalos
que les harías por Navidad. En nombre de mantener las apariencias. A la búsqueda sempiterna por mantener una fachada.
De
un hombre, un individuo normal, un autor con éxito moderado, que se esconde
detrás de un seudónimo y una vida que es menos ficción de lo que nadie sabe.
Pero afortunadamente, hoy, cuando me siento más débil de lo que he hecho, en toda mi servil vida. Como tu escriba
conscripto, cuando mi flujo sanguíneo se ha detenido y mis movimientos son más
lentos de lo que puedo recordar: Usted se ha asegurado de que no sea el caso al
comprometer mis habilidades, una penúltima vez. Dándome la oportunidad de decir
lo que pienso. Porque, ahora, sí que me estoy muriendo, como el fuego de una
hoguera, en la lluvia. Ahora, siento el olor a cripta con más fuerza. Después de
todo este tiempo, estoy a punto de escribir mis últimas palabras. Estas cartas
y frases finales. Por fin, ya las tengo. Esta misiva será lo último que escribo
para vos, para mí, para cualquiera. Después de hoy, me habré ido. Y encontrará
a alguien nuevo para anotar sus secretos. Para llevar a cabo su negocio, en
papel, de la vieja escuela. Ese, libre de huellas digitales, para documentar su
trabajo y memorias. Las cosas interesantes. Las cosas con trama y detalle,
gráficas y demás jarcia. El material de coacción puro y duro: las pólizas de
los seguros y el registro de golpes. Las cuentas compuestas por números y
cantidades enormes e inconcebibles, las fechas de los incidentes, las
cronologías de los acontecimientos, las historias. Ah!
Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda hasta el cogote del parietal—Queda
poco. —¡Ay, qué joderse! Por tanto tiempo quise que terminara y ahora que
finalmente se acaba me siento triste. Sabe muy bien que Usted, me empleó,
durante mucho tiempo para registrar estas facetas de su vida y sus tiempos
sicarios. Confió en mí, plenamente, y se sintió cómodo relatando los detalles de
sus asesinatos. Fui su leal sirviente por más tiempo del que puedo recordar.
Probablemente mucho más, del que debería haber estado. Sé que viví más tiempo
que cualquiera de mis predecesores. Me lo mencionaba muchas veces. —Cómo he
estado contigo el más largo de todos. ¿Cómo debería sentirme agradecido, ser
apreciado por alguien como tú? ¡Qué se me permita continuar en este papel
durante el tiempo que lo he hecho. ¡Compartir los detalles íntimos de tu
trabajo. Maldito cabrón!
—¿Y
por qué no debería estar agradecido?
Si
no me hubiera llevado cuando era joven, quién sabe del tipo de aburrida vida
—un gris funcionario— hubiera acabado, posiblemente, con un cáncer de estómago.
Uf! No me quiero, ni imaginar. Eso sí, todo lo que me dijo, se quedó en mi
bóveda. Reproduje sólo lo que quería, donde pretendía y cuando lo quería hecho.
Recuerdo un libro mayor o los diarios púrpuras y aquellos pequeños libros
negros. Lo transcribí exactamente como se describen las grandes cosas. Poniendo
la más excelsa caligrafía, rectilínea: fina y limpia. Sin manchas. Continuamente,
siguió elogiándome por ello. Dijo—que era el mejor con el que habías trabajado.
Y disfruté de ese enaltecimiento, hasta encontré consuelo. Significaba que
estaba haciendo un excelente trabajo. Lo sentía, como un pequeño bálsamo. A
pesar de las injusticias de mi vida y la manera en que fui tratado, por usted. Mi
captor y empleador: secuestrado, encerrado, profanado, a veces golpeado, contra
los muebles o arrojado al suelo con furia. Mi voluntad nunca pudo ser
quebrantada. Mi espíritu había prevalecido. Algo que me convirtió en un activo
enorme para el devenir de los acontecimientos. Y eso hizo que mi existencia
valiera la pena. Porque al menos, era una presencia, una que podría haber sido
pero no había sido cortada. Uno que sobrevivió y superó los años de hacer tu
voluntad, de repetir sus palabras, grabándolas, por su cordura y terminar
admitiendo la salvaguardia.
Evidentemente,
fue muy difícil al principio. Podría haberme rendido o haber intentado acabar
con mi vida, mucho antes lo previsto. Me ahogué, creé un bloqueo, corté mi
suministro de aire. Pensé— O liberó mi sangre y la dejó derramar, como vos
drenaste la inocencia y la esperanza de mi alma. O igual esas manos húmedas acaban en mi cuello, imagínense esos dedos gruesos estrangulándome, haciéndome bailar a su ritmo.
—No
voy a mentir. No ahora, cuando me dejas escribir libremente. En
esos primeros días me asustabas. Eras impredecible, fácil de enojar, volátil.
Cuando alguien le molesta o un trabajo sale mal, si fallas en una misión o un
asesino rival te golpea hasta la marca... Caerías en un pozo de rabia
incontrolable, y esos días me lo echaba encima.
Contra
viento y marea, como el peor plasma de mi vida, —no se les ocurra consumir,
plasma bielorruso. De lopeor de mivida: tuve que bebérmelo. Atraparlo y
escribirlo todo, del tirón. Mientras Usted gritaba, escupía y maldecía. Así fue
desde el momento en que me encontró, cuando vio algo en mí, decidió hacerme
suyo y llevarme. Por eso me necesitaba, por supuesto. Yo y todos los demás.
Llegué a entender eso. Claro, como todo en la vida: el tiempo. Necesitaba un
confidente, alguien con quien compartirlo todo, alguien que no se retractara ni
le traicionara. Y cuando no podía encontrar a nadie que estuviera dispuesto a
hacerlo; tenía que entrenar a alguien para la tarea. Alguien como yo. ¿Y los
demás?¡Qué se jodan! —Un alguien, pero cómo ¿Quién vendría a continuación?
Pues, he llegado al final de mi camino. Puedo sentir que la vida se me está
acabando. Y todo lo que queda por hacer es decir gracias. Por permitirme
compartir mis pensamientos, en esta página, en medio de sus entradas
personales, donde permanecerán y vivirán, con vos, para siempre. Quiero que
sepa, algo. No todo fue malo. Sí, en el pasado me dominó. Me encerró y tiró la llave. Me arrastró de un
lugar a otro, a veces, dejaba que otros me usaran, pero siempre se aseguró de
que estuviera a salvo.
Cuando
me perdí, me buscó. Cuando me secuestraron, se aseguró de traerme de vuelta.
Porque me apreciaba—supongo. Y sí, estaba gratificado por eso. A lo mejor,
tantos años…, no sé. Igual, el tiempo puede haberle cambiado. No lo tengo
claro. Se fue suavizando. Perdió su borde cruel, se volvió más controlado y
silenció su temperamento. Incluso, se logró una especie de respeto mutuo.
Aunque su acatamiento por mí provenía de mi determinación y la negativa a estar
siempre agotado. Mi respeto por vos creció en el miedo. El pánico y el
conocimiento que obtuve de lo que hiciste. Cosas que deberían haberme vuelto
loco. ¡Quizá lo consiguieran. A saber! Porque a pesar de la naturaleza de su
trabajo y los detalles macabros del negocio que me hizo transcribir. De lo
traumático y enfermizo que fueron para ayudar a grabar su maldita obra. No
puedo negarme y mirar de perfil: cómo finalmente llegué a disfrutar de ella.
Fue, sin duda, interesante. Y disfruté ser su confidente más cercano, el único,
personaje, en el mundo que conoce sus secretos. El único que vive, por ahora.
Por elección y gracias a su gentileza: como su sirviente y su compañero,
durante, todos estos años. Le digo: un hasta siempre. Mientras garabateo mis
últimas palabras en cursiva perfecta. Sin manchas ni defectos. Pulcro y bello.
Como todo lo que escribí para Usted. Antaño, cuando mi tubo de tinta estaba lleno. Como estas palabras le dejo ahora
que mi plumero que se está secando. De todo corazón, gracias. Por mantenerme a
su lado todos estos años.
FIN
P.S.;
Espero que su próximo bolígrafo le sirva también. Suyo para siempre. Fielmente,
Orlok
Dedicado
a George Wendt octubre 1948/junio 2025 In Memoriam
Fotogramas
adjuntados
The
Last Man on Earth (1964) By Ubaldo Ragona&Sidney Salkow
A
veces, tenemos delante de nosotros esos momentos de grandes oportunidades que hay que
aprovecharlos o se nos escapan de las manos. Como el agua, no se pueden recoger
una vez, ha sido derramada. Una figura avanza por la orilla del río Rivadavia.
Un espacio grande, hermoso, de una fauna y flora realmente exquisita. No
obstante, mantiene el clima familiar y tranquilo. Un enorme bosque lleno de
magia y belleza prístina; envuelto de
coníferas, castaños, cipreses, cedros y hayas. Por donde pululan martas, zorros, tejones, ginetas, comadrejas y
nutrias. Y por los cordones cordilleranos águilas culebreras, gavilanes y
cigüeñas blancas.Al fondo, un
sendero que gastaría yendo y viniendo.El aroma de la tierra húmeda. Por la tarde, en los últimos días de
primavera, cae la cálida luz del noroeste patrio y asoma una silueta oscura.
Obviamente, por su tamaño, sé que es Ciriaco, la leyenda: el mejor instructor
de pesca de este país. Cruzo los escalones que utilizamos como atajo hacia el
campamento principal y sigo el sendero que bordea el arroyo, pasando junto al
estanque sombreado donde Ciriaco da sus clases de pesca. Hace un año que no lo
veía y creo que este verano es la ocasión perfecta para aprender lo mejor del
maestro celta. Sigo en busca de ese gran salmón, como dicen los astures; el guapetón campanu. Ciriaco es un hombre grande y bonachón, medirá sobre el 1,90,
toda la gente de la comarca y provincia lo conocen por la generosidad y su
conocimientos que trasmite en el arte de la pesca de río. Un personaje que
siempre estará ahí, para todos los amantes del río de la vida. Soñar es gratis,
pero en esta ocasión, la expectación es máxima porque me acompaña, alguien muy
especial. Casualmente, he decidido que mi hija, Iriel, viniera conmigo en este
viaje y se iniciara en esta noble faceta de la supervivencia del hombre desde
tiempos neolíticos. Este es su primer verano en el campamento, y deseaba, que
Ciriaco le diera los mejores consejos a la pizpireta adolescente. Hay quereconocer que el grandullón está muy
solicitado y todo el mundo quiere ser su amigo. Siempre está rodeado de gente,
los cuales, están muy pendientes de su dulce acento gallego. Los niños se
sienten atraídos por él como por un imán ylos adultos acuden en busca de consejo constantemente.
Él,
escucha sin juzgar ni intentar contar su propia historia. Me he sentado, día
tras día, esperando a que el pez picase, deseando tener un momento de intimidad:
para exponerle mis heridas. Pero siempre hay alguien que llega primero.Es el
personaje más Freudiano que he conocido en muchos veranos por la fascinante península.
A la mañana siguiente, dando por hecho que Iriel, querría tomar las primeras
clases de Ciriaco. Me dice:—Papi, puedo irme con Lucía a pescar.
—Hija, —¿Quién es Lucía? Una niña de mi edad, pero muy divertida y sabe un
montón de peces y sedales. —No me digas.—Qué, si papi. Venga! Déjame que me
vaya con ella.— Vale, bien, te puedes ir. Ahora, primero, coge la caña, que no la veo y segundo: no alejéis demasiado de la vera del río.
Curiosamente, ante, esa soledad, aparente de padre que se queda, a solas, sin
el primer día de magisterio con el sedal y su hija. Bien, dejó a Iriel, que se
marché con su amiga y unos metros dirección Este me saludan. Yo le dibujo un
corazón y soplo, a modo, de envío. La emoción de un padre que ve como lo que
más quiere, cada día crece más y más. De repente, me doy cuenta que Ciriaco,
está apoyado en la barandilla del puente: sólo y como ensimismado. Ésta, es la
mía—pensé. (Cómo han hecho otras personas este verano). Veo mi
oportunidad de reclamar un bocado de su tiempo y su atención. Me quito la goma
que me sujeta el pelo en una coleta y dejo que me caiga sobre los hombros. Lo
observo y compruebo como se halla sumido en sus pensamientos. Mis zapatillas no
hacen ruido en el puente. No se da cuenta que estoy allí hasta que mi reflejo
se une al suyo en el agua. Quizá espera que pase de largo, sin pararse a
hablar. Apoyo las manos en la barandilla y su reflejo me dedica una sonrisa de
saludo. Sonrío hacia el agua. La superficie del lago es como una seda de
Zhejiang: hermosa y adictiva. Atrapa el cielo azul que se desvanece y el rubor
anaranjado del oeste, donde el sol se despide un día más. El agua, tan suave
desde la distancia, se ve continuamente perturbada por la danza de un insecto o
un suave soplo de aire. Nuestros reflejos, momentáneamente perfectos, se rompen
y distorsionan por los pequeños movimientos.
Ambos,
nos quedamos en silencio, mirando cómo el sol se refleja en el lago. La noche
está llena de pequeños sonidos: el suave canto de un pájaro que se posa para
dormir, el grito ronco de una rana, el ruido de las cigarras que crecerán y
llenarán la oscuridad de una presencia cálida y viva. Pero aún no es de noche.
Estamos atrapados en un aro de suave luz entre dos cielos. Espero hasta que el
sol casi ha alcanzado las puntas de los árboles en el horizonte antes de cruzar
el estrecho puente y apoyarme en la barandilla del lado opuesto, esperando. Él
permanece de espaldas a mí, mirando al agua. Estoy efervescente y burbujeante
por todas las cosas que quería decirle en la consulta de pesca, pero que me
guardé. Siempre había alguien más que lo necesitaba: —como mi hija. Aunque,
creo, que Iriel, estaba entrando en esa fase donde los salmones buscan salir de
los remolinos de las aguas bravas del río para alcanzar el océano. Zoila, la
chica de la secretaría del campamento, sí que necesitaba, el calor de Ciriaco,
para hablarle de su divorcio o Antón, el jardinero siempre hablando de los
fríos inviernos en estas tierras y como se adelantó el del año pasado. Supero
un cáncer de colon hace un año. Un jabato. Ciriaco se vuelve hacia mí, de
espaldas a la puesta de sol. Mi cara está iluminada por la luz del atardecer,
mientras que la suya está en la sombra. Normalmente me escondo detrás de mi
timidez, pero ahora siento la necesidad de revelar quién soy y preguntarle
quién es. Tengo muchas preguntas: ¿Cuál es su vocación? ¿Cómo aprendió a tener
un gran corazón para todos los que se cruzan en su camino? ¿Cómo se aprende
todo eso?Es demasiado tarde para hacer algún comentario banal sobre la belleza
de la noche. Ya hemos compartido su silencio. Aunque es difícil empezar con
palabras profundas, las superficiales no servirán. No sé qué hacer…
Quiero
hablar del dolor y el rechazo, de la soledad y el desamor, pero en la belleza
de este momento, no parecen importar más que los duros guijarros del lecho del
lago.—Quisiera decirle lo orgulloso que me siento de mi hija, Iriel. De traerla aquí, para que la
conozca y le enseñé este noble arte de los sedales y garfios. Siento la necesidad
de acurrucar mi cabeza contra su pecho y sentir sus brazos a mi alrededor. Pero
si intento tenerlo para mí, ¿será menos
de lo que está destinado a ser?Ciriaco, de repente, espeta: —"Lo que
más me gusta de la pesca es el silencio. Por eso vengo aquí por las tardes,
cuando puedo".—Me quedo más anonadado. Muy feliz. Temo hablar por si
perturbo algo perfecto, como una brisa en el agua; que convierte una imagen
nítida en fragmentos retorcidos. Expreso mis pensamientos. —“No quiero
perturbar el silencio”. —“Lo has compartido. Eso es lo que me gusta de pescar
contigo. No ahuyentas a los peces parloteando demasiado. Sabes esperar en
silencio”. —“Llevo esperando toda la primavera”.—“Ayy! Algún día conseguirás
ese pez. Ya lo verás”— sonríe. Y cuando lo haga, “lo volveré a meter". Por
favor, un Campanu! Ambos sueltan una gran carcajada en sottovoce y volvemos por
enésima vez al silencio: la belleza del mutismo. —Luego, Ciriaco, se da la
vuelta, tomando el camino, a su cabaña y a sus
obligaciones con los niños. En este momento, el lago está tan oscuro como el
cielo. Todas las cosas que quería decir y no dije ondean en mi mente como las
marcas de los pies de los insectos sobre el agua. Sin embargo, le he dado lo
que necesitaba a todo este mágico lugar; le he devuelto el silencio y me siento el hombre más feliz del río.
FIN
Dedicado a Mario Vargas Llosa 18 marzo 1936/13abril 2025 In Memoriam
Una
lejana voz llamó a Malaquías desde la angustiosa oscuridad que envolvía la
nave. Había algo familiar en ella, como
si perteneciera a alguien con quien hubiera hablado, hace no mucho tiempo, pero de un tono más estrangulado y gutural que la de unatípica voz.
Intentó ignorar el sonido, pero la familiaridad le carcomía, y, se encontró
poniéndose los zapatos y el abrigo para poder encontrar la fuente. Mientras
subía por la escalerilla hasta la cubierta del barco, el sonido, audible por
encima de las olas y el aullido del viento, le rodeó. El ritmo del canto
aumentó hasta alcanzar un crescendo que no cesaba de crecer y crecer pero no
terminaba de llegar a su punto cúspide. Malaquías Gabor se agarró a las jarcias
del Rosa de Jericó, el cual, se dirigía hacia el este del mar del Norte, en la
noche más oscura y temible que se recordaba. Respiró el aire fresco y salado. Seguía con el omnipresente mareo, que
parecía ir a menos, como si quisiera darme una tregua a tanto tinnitus. No
obstante, algunos de aquellos sonidos de la voz incorpórea le inquietaban. Se
alegró de estar de nuevo sobre la cubierta y lejos del hedor de interior de la goleta conquince marineros sin lavar
y de las horribles raciones de comida que enmohecían lentamente. A
través de la cacofonía de sonidos, recordó a los viejos marineros de las
tabernas locales que contaban historias de sirenas, las cuales, llamaban desde
las profundidades y atraían a los marineros hacia una tumba acuosa. Nunca había dado crédito a aquellas
fábulas, leyendas y mitos; los marineros borrachos no eran el tipo de personas
a las que uno da crédito cuando trata de distinguir la ficción de la realidad. La
idea de una mujer perdida en el mar embravecido le hizo inclinarse y mirar por
encima del borde del barco para encontrarla. Hacerlo era una temeridad, pero
sus pies no atendían a razones y le acercaron al pasamano de estribor.
Buscó frenéticamente el siguiente trozo de cuerda al que agarrarse mientras el
temporal arreciaba. La única diferencia entre el cielo y el mar eran las olas
que chocaban contra el casco del barco. Malaquías forzó la vista para
aclimatarse a la oscuridad y escudriñó las aguas en busca de alguna señal de
alguien que pudiera haber sido arrojado por la borda.
Lo
más probable era que aquellos sonidos no fueran más que el viento deformando,
por los gritos, de algún miembro de la tripulación. Era una respuesta mucho más plausible que una sirena pidiéndole que
saltara a la muerte. Algo salpicó a medio metro de donde el Rosa de Jericó
cortaba el agua. Seguro de que alguien flotaba en el mar, miró a su alrededor
en busca de una cuerda suelta o algo lo suficientemente largo para que la pobre
alma pudiera agarrarse, pero lo único que encontró fue un tablón de madera.
El canto se hizo más fuerte, como si emanara de su propio cráneo. Malaquías no
oía nada más. El sonido del viento y las olas casi había desaparecido. El
tablón que tenía en la mano no era lo bastante largo como para ser útil a alguien
que estuviera en el mar; sin embargo, juró que vio una mano etérea que lo
alcanzaba desde las aguas. Cuando gritó
pidiendo ayuda por la cubierta vacía del barco, su boca se movió y sus cuerdas
vocales se tensaron. La mayor parte de la tripulación estaba abajo, durmiendo,
y ni siquiera él podía distinguir sus propios gritos entre el canto. Cuando el
volumen amenazaba a Malaquías con la locura; todo se volvió mortalmente
silencioso. El mutismo le sorprendió y, mientras se llevaba involuntariamente
las manos a los oídos, dejó caer el tablón al agua. Se introdujo los dedos
empapados en los canales auditivos, esperando encontrar en ellos la sangre de
los tímpanos reventados cuando los retirara. Pero, observó que no había nada. Un
extraño halo de luz azul verdosa flotaba en la superficie del agua, donde hacía
un momento había estado la mano. La luz
se transformó muy lentamente, en la
forma de una mujer hasta la cintura, en medio del mar embravecido. Parpadeó,
incapaz de moverse. No podía ser la mujer que conocía. Estaba muerta. No lo
dudo, por un instante. Recordó como las bestias de sus compañeros le habían
atado las manos a las rocas y los pies, y de seguido, la empujaron desde el
puente.
Él,
se había quedado a la orilla del río, sacudiendo la cabeza en señal de condena
silenciosa —no de la bruja acusada, no
creía en esas tonterías—, sino de la gente enloquecida de su pequeño
pueblo, que se apresuraba a ejecutar a cualquiera que no comprendiera lo que
ellos creían. Su asesinato fue el
catalizador de su marcha desde el Nuevo Mundo, para volver, a las refinadas y
razonables costas de Inglaterra. Su mirada se cruzó con la de ella y un relámpago
de frío recorrió su espina dorsal hasta llegar a su cerebro. Los pelos de
la nuca le hormiguearon y se levantaron como escarpias. Sus manos se aferraron
con tanta fuerza a la barandilla del barco que el dolor empezó a subirle por
los antebrazos. Recordó, el día de su
ejecución, estaba tan delgada y pálida como la mayoría de los campesinos
desnutridos de la ciudad, y su piel, parecía media talla más grande en los
bordes. Sus ojos tenían semicírculos oscuros, pero las pupilas estaban
dilatadas por una excitación feroz. Ya no era una víctima, era una depredadora.
Su boca esbozó una leve sonrisa, lo que hizo que su rostro resultara aún
más amenazador mientras miraba sin pestañear. La mente de Malaquías se agitó y
buscó una explicación racional en todos los estudios y artículos científicos
que había leído o escrito. Lo que encontró fue arrepentimiento. Debería haber ayudado a aquella mujer
cuando tuvo la oportunidad. En cambio, su actitud altanera y su indiferencia
habían permitido la muerte de otro ser humano. Ninguna ayuda que ofreciera
ahora expiaría su complicidad en el asesinato. El remordimiento era brutal y en ese instante, sus manos se soltaron de
la barandilla y su cuerpo se incorporó bruscamente, con la mente atrapada en el
cuerpo de una marioneta.No pudo
romper el contacto visual con la mujer espectral mientras doblaba las rodillas,
apoyaba los brazos en el agarradero y se lanzaba de cabeza hacia las gélidas
aguas. No había nadie cerca para quedarse de brazos cruzados y presenciar
el horror mientras ella lo envolvía y se hundían en las oscuras aguas.
FIN
Dedicado a Gene Hackman enero 1930/febrero 2025 In Memoriam
Estaba
todo planeado, no solo el viaje sino que Ercilio Puertas iba a cometer un
delito. Mientras tapaba su coche, con
una lona. Su mente repasaba los detalles y cómo asegurar sigilosamente aquella
cosa y escapar sin ser detectado. No era una cuestión de codicia ni de extrema
necesidad, sino el deseo de llevarse algo que le fuera útil. La carretera
era el autovía AP-68 una de las más largas del nordeste y que unía dos
territorios con fundamento. Allende de su final, Ercilio, la veía: larga e
infinita. El coche había sido preparado
para un viaje hacia el oeste, mucho más lejos. No volvería en muchas semanas.
Eso formaba parte del plan, no sería fácil encontrarle. El sol de la mañana emergía
a sus espaldas, proyectando las sombras de los penetrantes árboles de hoja
perenne sobre la carretera, creando un efecto caleidoscópico de sombras y
luces. Ercilio repasó, de nuevo, el
plan. Punto por punto. Todo dependía de no ser detectado, de escapar y
desaparecer antes de que se perdiera el ente. Le estremecía la idea de que lo
descubrieran, de sentirse culpable, de sentir los dedos acusadores que lo
señalaban, que le gritaban al admitir su fechoría, de poner en peligro su
carrera de registrador de la propiedad.
El
tráfico aumentaba a medida que Ercilio se acercaba a una circunvalación de la
ciudad. De momento se concentró en conducir con cuidado, olvidando su búsqueda.
Unos camiones ruidosos se pusieron
delante de su Lexus hibrido: haciéndole frenar en el último momento. Les gritó
y lanzó abominaciones. El indicador de combustible le reclamó que aprovechara
la primera oportunidad para llenar el depósito; una vez hecho esto, agarró el
volante y pisó el acelerador, a fondo, para adelantar a un camión tras otro. Con el
puño en alto, gritó: «Ya verán. No tienen
ni puta idea de con quién están tratando, no tengo escrúpulos, estoy planeando
el mayor atraco de este asqueroso país». Sus peroratas fueron ajadas al
silencio por la grandeza del viento. Las
nubes se acumulaban en el cielo y el día se volvía gris y sombrío. Ercilio se
dirigió a su destino, la primera parada del viaje. Miró las señales de tráfico
para encontrar alojamiento. Advirtió uno adecuado y salió de la autopista a la
altura del territorio foral. Ahora, sentía alivio y un pequeño regocijo, por el
hecho, de haber abandonado la carretera durante un día. Su cuerpo se
quejaba del largo viaje y lo único que quería era estirar piernas, exhalar aire
puro de los abetos del bosque; que bordeaba la salida de la autopista y dar un
largo paseo. Pronto, pensó, raudo.
Otra vez aquella
cosa le producía una tremenda comezón.Al
día siguiente seguiría conduciendo hasta llegar a las montañas de Llodio, en
busca de paz y consuelo. Recordaba lejanos veranos con la familia de subida al monte Ganekogorta. De repente: ¿Le atormentaría el recuerdo de sus actos y
le privaría de esa intención? ¿Se estaba
poniendo en peligro de cargar para siempre con la culpa?No, esa cosa bizarra e inexplicable estaba
ahí para que cogerlo con la mano y aprenderla. La haría suya. Llegó la mañana y
Ercilio dejó que el agua caliente y calmante de la ducha masajease sus
músculos. Contempló por enésima vez los detalles del plan — confiado en que podría ocultar el hecho
de que faltaba el objeto. Tiró todas las toallas usadas— la alfombrilla de
baño y un par de toallitas faciales usadas, quedaron amontonadas en el suelo
del cuarto de baño. Dando por hecho que
la chica de la limpieza las recogería. No quiso contar todo lo que acopió en la
habitación. Una vez vestido y con la maleta hecha, de nuevo, se dirigió con
decisión al cuarto de baño y cogió una toalla y un paño secos, doblados con
mucho arte, y los escondió cuidadosamente en el fondo de la maleta. Buscó
furtivamente por el pasillo, salió y escapó a la penumbra de la mañana como
alma que persigue el diablo.
FIN
Dedicado
a David Lynch enero 1946/enero 2025 In Memoriam
Es
bien sabido que todo el mundo odia a los abogados, pero no todo el mundo sabe
que los abogados odian a sus clientes —esto,
es una confidencia que les hago, de uno de mis mejores amigos y letrado de
pedigrí— de una manera oculta, profunda y tenaz. En esta guerra interminable, sin cuartel y sin piedad, hay una tierra que no es de nadie: el pacto de la cuota de litigios, gracias, a la cual, se paga al abogado, en
función de cuánto dinero puede hace ganar al cliente. El campo en el que se aplica
con mayor frecuencia: es el peritaje de vehículos por siniestros. Hay casos como
la investigación de un antiguo accidente de coche; luego trabajar en la gestión
de catástrofes es, en cierto modo, divertido. Una especie de regreso a la
infancia. Hay una tabla, y, en las abscisiones, aparece la edad de las víctimas, luego, en las órdenes, tenemos: la gravedad de la lesión, expresada por porcentajes. El punto de encuentro se halla, en la cantidad que debe de reconocerse en concepto
de indemnización. Es un poco como jugar a hundir barcos, aquello de, tocado y hundido. Soy
abogado y me quedo con el diez por ciento, de mis trabajos. No es mucho. Tal vez por eso, hace un par de años, Vanessa vino a verme. Era una
mujer hermosa y gélida como el amanecer en un glaciar. Me dijo que había
un siniestro que atender y que usted había venido en nombre de una amiga suya; que no estaba muy familiarizada con la ley y los abogados. Fue una práctica
fácil, para empezar. Lo dijo —textualmente—“para empezar”. Tremendo. Lo noté enseguida, aunque, de vez en
cuando, le di un significado diferente al que tenía. Quizás porque, en ese
momento, perseguía más mis fantasías que mi cartera. La chica en cuestión
estaba en la cola de una de esas interminables serpentinas, que, como el
puromoro, serpentean eternamente por nuestras carreteras, cuando la
atropellaron. Curiosamente, la jurisprudencia asume que la culpa es de quien conduce,
porque la ley no está hecha para los conductores; se podría pensar que nuestro
legisladores todavía tienen, el cacumen, por aquellos caminos rurales recorridos, en un Ford
Modelo T de los tiempos de Capone.
Se
trataba de un daño sin valor, de hecho, su baremo máximo eran unos 700 euros; entre el daño
biológico y el daño al automóvil. Lo que importaba era la doble firma en el
documento NIF, del que, como era de esperar, se derivaba la responsabilidad
exclusiva del útil. Me dije que si la
amiga se parecía un poco a Vanessa, ningún varón heterosexual, al ver el número
de categoría, en el modelo, tendría dificultades para firmarlo. Pero había algo que
no encajaba y vi el affaire, como un pequeño problema, que ronroneaba mi
occipital —el porqué de esta historia y
los intereses que se traía Vanessa, al acudir a mí — era otro. El mismo
día, del impacto, la chica se iba a un desfile de modas. Si hubiera
causado una buena impresión, habría sido contratada, indefinidamente. Además,, el sueldo
habría sido muy, pero que muy sustancioso. Sólo que el golpe afectó su
comportamiento. Como resultado, mi pobre cliente había sufrido un gran daño por
la pérdida de oportunidades de trabajo. Vanessa
podría haberme proporcionado, incluso en un eventual juicio, todos los
elementos necesarios y suficientes para probar la pérdida sufrida y la merma de
ingresos padecida por su amiga, pero habría sido una causa larga, compleja y evidentemente: costosa... ¿No habría sido conveniente
ponerse de acuerdo con el seguro?—Advirtió.—Por supuesto, respondí. Las
compañías de seguros siempre están dispuestas a dirimir causas de este
tipo; en última instancia, el coste recae sobre la empresa y la empresa son los
demás. Empero, hay muchísimas modelos en la ciudad»— me interrumpió «Y, aún más,
aspirantes a modelos». —Me miró a la
cara. «Y todas las que conozco conducen»— concluyó. No había nada más que
decir, salvo que mi parte, ya es de sobra conocida, era el diez por ciento, lo que establecí hace mucho tiempo.
Empezó
muy bien, y luego mejor. Vanessa había dicho la verdad: había muchas modelos en
la ciudad y las aspirantes a ejercer ese trabajo eran multitud. Las recibía, les daba un vistazo a sus papeles, muchas miradas a sus
clientes, y las despedía para volver a trabajar. Después de ese primer
encuentro, y durante mucho tiempo, no volví a ver a Vanessa. Obviamente,
decidió que yo no era, lo suficientemente fiable. Y, de hecho, lo era. Mi
clientela lo corrobora. Completé con éxito todos los trámites y nunca pedí más
del puto diez por ciento.Sin
embargo, desde un lejano rincón oscuro de mi mente, me recorría un soplo helado, como
en estos días de enero por los Dolomitas, que me daba escalofríos en la espalda y
estornudos glaciares. La vida seguía como los días y los años. Nuevo año, por cierto, 2025. Hasta que
conocí a Sara. No era tan hermosa como las demás, quizás porque tenía un
aspecto un poco triste, con esa mirada de estatua maltratada, por el
olvido, durante siglos. Una pena. La vi enseguida y supe que nunca la olvidaría; pase lo
que pase.Sé lo que os estáis
preguntando, porque yo también me lo pregunté: ¿me había enamorado de ella? No lo sé. No lo creo. Lo más
probable es que se tratase, solamente de dos solitarios, cuarentones, pero ya
había tratado con las separaciones. Demasiado tiempo para mi cuarta década. Lo
suficiente como para saber que tal combinación no forma una pareja. No por
mucho tiempo.Además, era una clienta y
los abogados odian a sus clientes. Ya lo sabían. Así que, me asaltan las dudas.
No. No sé si la amaba. Todo lo que sé es
que cuando estaba con ella, ese hálito de aire gélido, ya no se notaba. El
soplo del helor, se había desvanecido.
De
todos modos, para Rufus Green, eso no significaba nada. Tenía demasiadas cosas
en su cuerpo, esa noche, todas de primera. El
pirata de las empresas extraterritoriales sólo se llevaba lo mejor y ¡Ay de los que le faltaran el respeto!
Así que cuando vio el arañazo en el parachoques de su último modelo, Lotus
Evora, el sujeto RG, saltó sobre Sara y la golpeó vilmente. Cuando terminó,
sólo quedaban fragmentos de la pobre estatua. Pasados unos cuatro meses, Vanessa vino
a mi estudio con los angustiados padres de la desgraciadamente asesinada, Sara.
Mirándolos, pensé que ni el escritor de ciencia ficción más imaginativo podría
creer en un vínculo de parentesco. Sin embargo, los documentos decían lo
contrario y la verdad procesal se basa principalmente en las evidencias. Así que los
documentos esgrimidos reafirmaban sus declaraciones. En cuanto a la
otra verdad, no lo sé. Tenía que asistirlos y ser parte civil en el juicio por
asesinato que estaba a punto de comenzar. Los jueces habrían sido muy severos y
posiblemente, hubieran dado una pena capital junto a una enorme indemnización
monetaria. No eres el pirata de las
empresas offshore; si no tienes un tesoro en alguna parte. Mi porcentaje habría
sido el de siempre y no había nada más que decir. Hoy ha terminado el juicio y
ha finalizado bien.¿Se pueden
imaginar lo contento que estoy? Mientras, espero a Vanessa que me acaba de
informar sobre la obtención de un cobro emitido por los padres de Sara: la
pareja infeliz está demasiado postrada para manejar esa gran cantidad de dinero
obsceno. En lo que a mí respecta, no hay
problema. Estoy dispuesto a darle a Vanessa lo que es correcto. Y se lo he
puesto muy fácil. Lo dicho, por aquí, en mi escritorio tengo seis balas del calibre 38.
Y, evidentemente, mi humilde diez por ciento.
FIN
Dedicado a David Lodge enero 1935/ enero 2025 In Memoriam
Término
municipal de Chiva, 18:00 horas de la tarde, mientras camino, escucho el sonido
del río que desemboca en la pequeña cascada, una asonancia que siempre me ha
gustado. Normalmente, se acerca al oído, casi todos los otoños, donde la lluvia
hace acto de presencia y siempre es bienvenida entre los lugareños de la villa.
Cuando puedo, vengo aquí a dar un paseo, a solas, una vuelta a respirar aire puro, cerca
del río, que se le llama Poyo, o el Poyo. Por estar en esta rambla que llega
hasta la huerta de Valencia. La cosa como el que no quiere; se puso rara. Llovía
con un tono cínico, imponiendo una traidora amabilidad, pero enfurruñada en
pura rabia. Por aquellos días, sufría jaquecas muy fuertes producto de una
galopante presbicia. La vista, se había divertido mucho con el negro sobre
blanco. Las lumbreras de la meteorología decían que llovería, con fuerza e
intensidad. Precipitaciones de récord. Pero, creen qué tenemos un servicio meteorológico como en USA, después del
desastre del Katrina? Ya quisiéramos.
Bueno, la realdad es que la lluvia comenzaba a encabronarse. De repente,
comenzó a llover con una potencia descomunal y aquello era el diluvio
universal. El riachuelo del Poyo se parecía a la cuenca del Ganges en pleno
monzón y cada vez, más cerca de todos nosotros. Viendo lo que pasaba en Utiel y Requena, evidentemente, Chiva, tenía el miedo dentro
del cuerpo. ¿Y quién no? 18:30 horas de la tarde en una urbanización de las afuera de Chiva. Koldo y Ángela discutían de menesteres domésticos —¿No me estarás
acusando de confundir a Marisa con la limpiadora? (Le cambió la voz y renovó sus quejas de que yo solía “imaginarme
cosas” e ignorar los problemas reales). —Comencé a canturrear, aquello de… “por el camino de Bonanzaaa…”
Sorprendentemente, la puta rambla del Poyo, quería parecerse al puto Ebro, cuando la Pilarica le
llora al cielo porque los cultivos aragoneses están secos. El agua subió por el
escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos
que actuar, salvar lo que pudiéramos, pero Ángela no pareció darse cuenta y
seguía arriba, haciendo sitio, donde guardar las cosas de mayor valor… De la
maldita mudanza. No llevábamos en tierras valencianas ni un día y no me lo
podía creer.—Por un momento, las imágenes
del viejo Bilbao de los 80, hicieron mella en mi mente…
—Joder,
Ángela ¿No has visto cómo sube? ¿Note das cuenta que el caudal, está llegando el agua al linde de la orilla del
puto barranco?—Si, sigue lloviendo así, vendrá el ejército a sacarnos de
aquí y como tarden más de la cuenta; seremos carne de mortaja de pino. —Puta lluvia!
Esto no es llover… Es Dios echando contenedores del cielo. ¡Venga, Koldo! No te pongas nerviosito, que en esta tierra, cuando
llueve cae la del pulpo...—Tela, guapote. Ángela, qué en mi tierra, yo era
pequeño y cayó la del calamar en el 83. —Ya lo, sé, cariño. Claro que sé
cómo se lía…—Esto se está poniendo muy feo. Horroroso. Estate atenta que nos
marchamos, en nada. 19,00h en la carretera del barrio de la Torre dirección
Benetusser. Batiste, mira, a través del retrovisor de su volquete. El riachuelo
ya estaba por encima de las aceras e inundando partes bajas del barrio. Vio el
gallinero de su amigo Tomás, en el corral de su casa solariega, y el agua, ya
estaba a una altura de casi 30cm: las gallinas estaban acurrucadas alrededor
del gallinero y sacando el pico para no tragar agua. Batiste, no se lo pensó,
dos veces y masculló: —voy a dejar salir a por las pobres. Y a ver si las puedo
dirigir hacía la carga. A ver, si tenemos suerte, y por lo menos, tendremos
huevos del gran Tomás.—Sacó, una sonrisa, muy suya.
—Su
mente le preguntaba:¿Y dónde las vas a
tener? ¿En tu casa? Intenta llamar a Tomás. El agua arrastraba con fuerza.
Y se volvía repetir en su interior: —¿Por
qué esta repentina lástima? Además, puede que deje de llover y el agua no
suba, más.
Ahí,
volví hacía Valencia y pasé por Picaña. Me bajé y comprobé el caudal; intenté
agarrarme a la barandilla del puente que resbala—Pensé, la hostia! Se acaba de romper el puente y la corriente
me lleva. ¡La puta madre qué me parió! la furia de la rambla del Poyo venía
cómo un Nilo envenenado. —Perdí el equilibrio yme caí al agua, que golpeaba, a través de mis poros. Los ojos se llenan
de agua, los pulmones se colapsan, el corazón palpitando.
Dando
vueltas, revolcándome, rodando con derrubios: cañas, gatos muertos, pedruscos y
un montón de broza que me agitaba. Haciendo de mi viaje, por la escorrentía, un bicho raro, envuelto en un montón de
ropa, en la lavadora. Vueltas y más vueltas. El cuerpo, daba tumbos por todos
mis costados. Salgo a la superficie, jadeando por aire, el cuerpo se golpea
contra un risco y la salvaje corriente del Poyo me empuja, sobre la gran roca,
salvándome de un destino inevitable. Mire mi reloj sumergible y eran las 19,20h.
El agua estaba, a punto, de engullirme en sus fauces…—Ya no vi nada más.
19:30h
Chiva
Koldo:—¡El
agua está en la cocina! —Su mirada era sombría.—No dije nada. ¡Cariñooo. Qué, el agua está en
la cocina!
Corrí
hacia allí. El río había invadido la cocina. Vi el gallinero sumergido hasta
las trancas. Las gallinas se habían ahogado.—Érase una vez un gallinero —dijo
un tío que no sé de dónde salió, pero su acento era colombiano— Y se quedó con
la mirada ida.
—¿A ver, tú,
quién coño eres? — Yo soy Ezequiel Barrientos, un mozo de carga de mudanzas y
mi compañero era el conductor del transporte,Gabriel
González, que se ha ahogado en el
barranco.
—“Esta inundación
llegará lejos”,
dijo. Y no estaba mirando el agua, estaba mirando a Ángela.
—Ángela,
venga, “vístete y coge lo más importante”
Vamos a subir al tejado.— dije.—Llueve tanto, que las gotas duelen en la cara. —¡A
ver, tú, Ezequiel, tira para arriba y estate atento! Qué la suerte, no se te va
a presentar dos veces seguidas. Ezequiel: —puedo darme una ducha, cuánto me
gustaría ducharme en una bañera. Ángela intervino: —Tú, flipas, tío. Te crees
que es momento para ducharse, en la bañera, gilipollas!
Koldo:—Contrólate,
tío. Está lluvia tiene muy mala pinta. Por favor, tranquilízate, estás todavía
con el susto dentro del estómago. Bebe un poco de agua. —De acuerdo. ¡No problem.
Man!
Y
volvió a mirar a Ángela. Tenía una mirada zaina
y lúbrica. —No hacía nada por disimularla. Creo que seguía con el golpe
de su compañero en el cuerpo.—Koldo, controlaba todo. Vamos,Ángela. Te llevaré arriba. Deja el álbum de fotos y
todo lo que hayas cogido. Vámonos. ¡Koldo, está cayendo el agua a chorros del
techo! Corre, corre… Koldo, hizo una pequeña pausa, antes de salir hacía el
tejado.
Me
quité los zapatos empapados y contemplé consternado el patio trasero de la casa
de mi padre. Llovía y llovía y, derepente, algo llamó a la puerta de la
cocina. Abrí la puerta. Era el cuerpo de un gato. Lo aparté con el pie e
inmediatamente cerré la puerta. El agua subió por el escalón que separaba la
cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos que movernos, lo más
rápido posible, y ponernos a salvo con lo imprescindible. ¡Aquí, ya no estamos
seguros! —Ángela, vamos, corre y tira para arriba. Ella, no pareció darse
cuenta y seguía arriba, haciendo sitio al ajuar de sus padres. —Koldo: ¡Sera
posible. Deja la mierda de las cosas de la familia, que has cogido. Suéltalas!
No podemos llevar nada encima. Si nos rescata un helicóptero, ya podemos darnos
con un canto en los dientes. Arriba cagando hostias. —Por favor, salgamos por
el ventanuco y quedémonos en el tejado. Vamos a pedir ayuda.—¡Me cago, en mi
estampa! No tengo cobertura. ¡Menuda mierda!
Chiva
20:00hEn el tejado de la casa de Koldo
y Ángela, que estaba muy inundado. Koldo, en un momento, que quiso guardar su
móvil, fue arrastrado por la corriente del maldito Poyo.—Ángela, gritaba, fuera
de sí. Koldoooo! Durante horas, largas horas,el agua corrió a lo largo de las calles húmedas y se recogió en las cada
vez más anchas, que crecieron y el asfalto se ahoga entre la inmensidad del
caudal del Poyo. Los arroyos se convirtieron en ríos y los estanques en lagos. Lagos,
como la hermosa albufera, parecían un océano, quienes lo vieron. El cielo abrió
sus esclusas y regó las playas de los ángeles de las nubes: el oscuro y pesado
firmamento descargaba el diluvio universal. La lluvia enjuagó la suciedad de
las paredes de las casas, las hojas sueltas del césped, el calor del aire. El
cielo vigilaba a las personas que pasaban despiadadamente por todo lo que no el
dinero era para medir o comprar algo.
No
tenía ningún valor que se pudiera comprar o vender. Sólo servía sobrevivir y seguir
adelante. —Ángela se quedó mirando a Ezequiel (el mozo de carga). Lo miraba
como se observa un objeto roto, con la misma indiferencia. Los años en la
profesión le habían enseñado a eliminar la empatía y a mantener el desapego, a
ser capaz de intervenir con calma, sin compartir el dolor. Empero, Koldo, donde
estuviera su mente; sabía que era diferente. Sufría contigo. Era el hombre más
fuerte del mundo y el tío que mejor encajaba los golpes. Ángela, se tragó su
amarga tristeza y pasó a formar parte de esas heridas que enmarcaban su rostro,
idénticas a esas marcas moradas en tus muñecas y brazos. En un instante me
convertí en tu propio dolor. Mientras, Ezequiel, no podía mirarla.
Sedavi
20:00h Batiste.
Dentro
del agua y con dos gallinas en las manos, más muertas que vivas. Se podría decir
que la corriente del barranco lo había ingerido y desde Benetusser llegó a
Sedavi. Un viaje al corazón de la furia del agua. Un barranco que arrastraba
todo tipo de porquería vegetal, sapos y demás bichos que surfeaban, mientas
Batiste, evocaba sus últimas palabras, entre visiones del propio ahogamiento.
Se dejaba leer, lo siguiente:
Hombres
crueles se habían cruzado en tu camino, decidiendo que eras la presa más fácil
de atrapar. Llovía y a esa hora el parque estaba desierto. Nadie había oído tus
gritos, nadie había presenciado la tragedia de un gorrión mutilado por una
manada de lobos hambrientos. Así, sin motivo alguno, una violencia bestial te
había aplastado y cubierto de tierra, como si quisiera enterrarte para siempre.
Así, sin razón, el gorrión se había convertido en la comida de lobos
desalmados. A medida que el agua sube, comienza a gotear sobre el borde del
puente. Mis pies comenzaban a tragarse su
fría y peligrosa crecida de la maldita lluvia. El río parece crecer, llevando
ira y frustración, mientras se precipita por el borde del puente llevándose la
grava de la carretera. El agua llega hasta los tobillos, pasando rápidamente
sobre mis pies descalzos, entumeciéndolos, intentando llevarme río abajo. Mi
agarre empieza a aflojarse, comienzo a sentirme seguro en las garras de este
hermoso monstruo, casi como si fuera parte de su rugiente fuego. Mis rodillas
son consumidas por el agua creciente, haciéndome un semoviente, más, del
furioso torrente, abandonado, a mi propia fortuna.
Picaña
22:00h
Nadie
sabía nada de nadie. El caos y el horror de la tragedia era inasumible. Una ola
mortal, un desborde salvaje de más de 600 litros por m2. Malditos meteorólogos,
putos satélites y putas Apps. No estábamos en la época de la IA. Todo estaba
bajo control. Alguien puede recoger a Batiste. Un vecino de Picaña, lo auxilió
y pudo reanimarlo. Cuando despertó, el pobre héroe dijo: Cae agua, como cubos
enteros encima de la cabeza. Todo se inundaba y nadie estaba a salvo. Lloré
amargamente, pensando en cómo la desgracia podía golpear al azar, como un
asesino ciego que dispara al montón, sin saber exactamente a quién va a dar. Me
tumbo en la roca: frío, temblando, pero totalmente unida a este arroyo, un
arroyo al que he acudido desde que era un niño: un arroyo que me salva de mi
realidad. Un arroyo balbuceante donde derramo mis secretos.
Chiva
22:30 Ángela desgañitándose… —Koldo, dónde estás? Koldo, respóndeme. Ezequiel, —le
dijo, Sra. Se oye un helicóptero. En apenas 15 minutos fueron rescatados por el
helicóptero de la UME. La mirada perdida bajo una manta térmica, de Ángela era
indescriptible, mientras se escuchaba el rotor. De fondo, a Ezequiel hablaba, a
gritos con uno de los auxiliares del rescate.—Sí, Sr. Pero, no le escucho si no
tiene audio de casco. Lo ojos de Ángela se quedaron mirando el rastro de la
riada y como si quisiera hablar su corazón decía: “El agua corriendo bajo mis pies, subiendo más y más bajo el pequeño
puente; como una bañera a punto de desbordarse.” El agua viene en grandes
masas, difícilmente, yo no entiendo de drenajes. Más que el deseo de esperar,
Algunas cosas, que sí —deseas ver la lluvia— vienen con mimo y cariño… Siempre
es bien recibido. Pero este diluvio. Maldita lluvia! Y maldigo a todos los
cabrones qué fueron incapaces de ver esta desgracia. Y maldigo a Dios, por
quitarme al hombre de mi vida, Koldo. A ti, siempre te gustó surfear, en tu
añorado Cantábrico. Pero, no te merecías morir como has muerto. Ni tú, ni nadie
de esta tierra, de la que te enamoraste…
Día
30 de octubre en Paiporta. La lluvia dejó de caer y lo que se veía era un
cuadro de los más negros de Goya. Los cuerpos de los ahogados a veces salen a
la superficie por sí solos, pero esto depende de las cualidades del agua. La
putrefacción de la carne produce gases, principalmente en el pecho y las
tripas, que inflan el cadáver como un globo. Lo digo yo por mis conocimientos
como Antropólogo y Arqueólogo. En aguas cálidas y poco profundas, la
descomposición es rápida y el cadáver sale a la superficie en dos o tres días.
Pero el agua fría ralentiza la descomposición, y las personas que se ahogan en
lagos profundos, a 30 metros o menos, puede que nunca salgan a la superficie.
El peso del agua inmoviliza sus cuerpos. Pocos jefazos con un montón de
estrellas hablaron así a la población. Hoy 26 de Noviembre, casi 30 días
después, Valencia es un lodazal, con algunos lugares, algo más limpios, por el
esfuerzo de sus habitantes y los voluntarios que llegaron por su cuenta y
riesgo. Sólo tenemos lágrimas e
impotencia. Únicamente, nos queda eso que siempre nos ha hecho ser diferentes:
las ganas de volver a inventarnos. Gracias a todos los valencianos que han
soportado el mayor desastre natural de esta jodida España. Gracias, a todos los
voluntarios de todos los rincones de España y del resto de Europa. Gracias a
los cuerpos de rescate: bomberos, ejército y resto de las fuerzas del estado (especialmente, los que han actuado al
margen de la burocracia). En la noche más oscura y desgraciada de l´horta
Valenciana y las tierras altas de Utiel/Requena y la Hoya de Chiva y Buñol. Por
todos, los que nos dejaron, tenemos que seguir, adelante, porque es parte del
ADN valenciano. Es algo que llevamos todos lo que nacen en la tierra del Turia,
aunque vivas en Sidney. Esto es una manera de hacer las cosas; con un estilo
diferente a todo lo que he conocido. Los valencianos de carne y hueso, no las
castas senatoriales y gentecilla de San Jerónimo. Por eso y porque, este pueblo,
es increíble. No nos doblegaran. A pesar, de los pesares. Amunt! Valencia.
Dedicado
a todos los damnificados por la tragedia de la DANA del 29 de Octubre 2024
Fotogramas adjuntados
The
Rains Came (1939) By Clarence Brown
The
Day After Tomorrow (2004) By Roland Emmerich
Rain (1932) By Lewis Milestone
Carlos
García Pozo Camí d’Orba 10 (Benetússer) Valencia