de Jon Alonso. Un espacio envuelto de cultura Noir
Cuento de Navidad
diciembre 20, 2015
Jon Alonso
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Todos
los 24 de diciembre, en la víspera de la Navidad, el sacristán de la catedral
de Plasencia Matías Chozas, se disponía a engalanar tan preciada reliquia. Un
tesoro —exclusivamente— confiado a su custodia, para exponerlo al día siguiente,
a la contemplación de todos los fieles y amantes de aquel niño Jesús. Matías
era un hombrecillo chepudo, patizambo y con una verruga en la nariz. Tal era la
horrible figura del hombre a quien se le había reservado el privilegio de ser
compañero de aquella reliquia adorable entre todas. Empero no es cosa de admirarse,
sino que al contrario, deberíamos, considerar que fuera escogido por la voluntad
divina, para demostrar que los más humildes y desgraciados son los que están
más cerca del reino de los cielos. Miles de bombillas de colores, forman esculturas en las calles de los pueblos y ciudades. Un sentimiento crónico,
nostálgico y melancólico, va invadiendo los corazones de los adultos. Los
niños, en cambio, rebosan euforia. Representando estrellas, renos, y arbolitos
parpadeantes, que cuelgan de las fachadas de los edificios, iluminando las
frías noches. No es el caso de estas últimas; suaves y apacibles. Inclusive
desconcertantes para los adictos a la postal navideña con muñeco de nieve en el
pack. Almas desconocidas, compartiendo sueños comunes en silencio, ajenas al
mágico vínculo que las unirá, únicamente, el devenir de las risotadas y carcajadas,
seguían los anhelos de amistad, música, tabaco, vodka, ginebra y hachís. Lo más
parecido a un viaje invernal por el medio oeste norteamericano, donde viajaban
juntos en un coche de alquiler, el mismísimo Capote,Kerouac y Cheever. Una contradicción propia del
jolgorio que deparaba la combinación de frío paniaguado, alcohol y
psicotrópicos. Por momentos, uno se imaginaba que Matías Chozas estuviera
hablando por un Smartphone de marca blanca consu
santidad Francisco; el grande del Vaticano.
Un
deseo de chaval que todos los años veía como no llegaba el regalo soñado y
volvía su mirada al espejo de la ingratitud. Pero hubo un tiempo, en el que
Chozas fue un hombre joven, alto, delgado y atlético que disfrutaba de la
iluminación verbenera de la Navidad y se apuntaba a la jarana de turno. Bebía,
fumaba y reía como un granadero prusiano. Después todo se nubló hasta que apareció
una chica de dulce mirada. Sus ojos irradiaban paz y despertaban ternura. Un
apego que inspiraba confianza y, esencialmente, ganas de vivir. Aquella mirada,
completamente diferente, enjabonada de pureza evocaba recuerdos de la madre de
su compañero de pupitre. Sí, esa criatura, era distinta al resto de todas las
chicas con las que se había encontrado en las mejores capitales de la vieja
Europa. Y de aquello ya había nevado y helado. Chozas aprovechó aquel instante
para pedirle una copa. Ella esbozó una sonrisa y le sirvió un chupito de Vodka —¿has
visto el arbolito de navidad?— Si lo he visto. He visto todo tipo de árboles,
formas, tamaños, realmente, hermosos.—Pues, éste, es sintético y a veces, nos
depara sorpresas.—¡Venga ya, no fastidies!—De verdad.—Acércate y lo verás. Se
levantó de la silla y se aproximó hasta el arbolito, para ver mejor como caía
el corcho blanco sobre las ramas. Algún tipo de artilugio mecánico, lo aspiraba
desde la base del tronco y lo volvía ascender hasta la copa, para que nunca
dejase de nevar. Mientras se repetía aquel carrusel: MC se deleitaba con la
estampa tan divertida que proponía el arbolito en cuestión. De pronto, la
camarera salió de su barra y comenzó a dar pasos en dirección a Matías. Ahora el
corcovado recordó donde se hallaba. El espantoso y tétrico lugar de su
miserable existencia.Y su cabeza le dio
por barruntar en voz alta: ¡Quién lo sabe! Es posible que esta bola estéril,
fría y negra, siga girando pausadamente alrededor del sol, y apagado y muerto y
tan frío como la tierra misma. Así como mi cuerpo, día a día, estación a
estación va debilitándose poco a poco.
Apenas
la cohesión que mantiene unidas sus partes, posiblemente, éstas irán desprendiéndose
unas de otras, y en lúgubre procesión, seguirán su ruta como ciñendo al que
para ella fue el luminar más espléndido del cielo, en luctuoso y deleznable
anillo que acabará por romperse y diseminarse por el espacio, para perderse en
sus insondables profundidades. Pero también es posible que no ocurra nada de
esto. Chozas no era consciente de que su pasado le imposibilitaba disfrutar de
la emoción y el orgullo del acontecimiento: una Navidad por la orden divina de
un papá que decía llamarse Paquito, en petit
comité, al que le gustaba el chocolate en taza y el papel Smoking. Tenía
delante de sí a la mujer de su vida; la joven camarera sonreía y bailaba sinuosamente encima de la barra del garito. Aquel instante no tenía precio ni comitiva que lastrar. Podía decir que esta Navidad no estaba sólo junto al abetito de turno. Son dos desconocidos compartiendo un
instante mágico como un plano americano del maestro Ford. Observando la caída del corcho blanco sobre un plastificado arbusto de
Navidad. Con sus corazones latiendo al ritmo de las lucecitas de colores.
Comentando lo lindo y bello de la visión que compartían... Cerró sus ojos y al abrirlos,
suspiró mirando el pequeño abeto de polietileno. El ritmo de las lucecitas
parpadeantes, se aceleró bruscamente, al tiempo que el suspiraba. Luego,
continuaron latiendo a la par que su corazón... ¿Sería mágico aquel arbolito de
navidad?...Matías recordó a
su difunta esposa y sintió escalofríos desde los tobillos hasta las orejas.
Consideró, que jamás volvería a tener, en su vida, a alguien como María. La
mujer de su vida que falleció en un día de Navidad. No obstante, en Navidad, a
veces, los deseos se cumplen y el Papa Francisco le cogió de la mano y le pasó
un peta de libanés.—Fuma, Matías y recemos por el futuro año.— Gracias,
santidad. No, colega, Paquito para los amigos. Se quedaron con un colocón del
nueve rezando —prevía mirada— con carcajada incluida, delante del hermoso pesebre, mirando al niño Jesús.
Dedicado a un país que sueña con la Navidad y un gran regalo
Fotogramas adjuntados
The
Bishop's Wife (1947) by Henry Koster Kisses (2008) by Lance Daly La
petite marchande d'allumettes (1928) Jean Renoir& Jean Tedesco
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Dear Dr. House
diciembre 04, 2015
Jon Alonso
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Este ha sido mi retrato diario. Una venganza de Wilde, pero con otro espejo, y, de
apellido distinto, a Grey. La ruina de
una existencia asombrosa y espeluznante. La versión diaria, de una crónica de
adicción y zozobra, en la que me hallaba sentado. Mientras masticaba la
resignación de la incoherencia y lo patético: como las demás cosas de la
tierra. ¿Quién sabe? Mejor, utilizaría el eufemismo de un estado hipnótico. La
silla de polivinilo —que me sostenía— a lo largo de mis 24 horas. Ésta tenía un
nombre farmacológico; parches de fentanilo
con lidocaína. Si me portaba bien la
boticaria solía regalarme una piruleta de morfina. Todo mi dispensar, que le
aportaba, le generaba una erección clitoriana. ¿Qué se había comprado un nuevo Audi de aluminio o un Lexus? Da
igual. Vamos que me la suda… En mi
tierra manida de la chica, que tenía una cerilla, y, una verruga mágica con un
caporal que emulaba al gran Lejarreta. Todo es posible. No hay naturaleza
material que pueda suplir el desorden espiritual de un servidor, con apenas 29
años de edad. Embobado, en el chupachupa
de la piruleta y el desasosiego del desastre vital. Antes de llegar a los 30,
ya no me quedaban dientes. Ni Vitaldent quería hacerme una chapuza. Mi
boca es tan desagradable, que la sonrisa de Richard Kiel; es la de Tom Cruise
al lado de mis piños.
La
pesadilla comenzó hace diez años: luego jueguen Uds., a la aritmética. He
intentado la terapia del cannabis empero nunca me he podido con él. Sólo me ha gustado fumar Cohibas con Whisky
de Malta, y, en las noches más destroyer de la city: un poco de Crack. No
solía fumar cualquier piedra de algún yonki del viejo cauce. Tenía mi pipa de
cristal de bohemia con una Geisha lacrada y las rocas —que me fundía— eran
producidas por la sabiduría, minuciosa y sosegada, de un viejo amigo (doctor en
química). Apenas suministraba a unos 10
tipos, de diferentes lugares de Europa, gente de altos vuelos. Eric sigue igual
de bien. Es de las pocas personas con las que puedo contar, en este último
tramo, de un recorrido dramático. Pero da igual, yo sigo con mi mierda
habitual. He llegado a tomar más de 46
pastillas, al día, de la mejor colección vintage de la farmacología suiza. Entre antiinflamatorios,
analgésicos y opiáceos de todos los colores. He sentido vergüenza de mí, por tener que esnifar morfina en la silla
de un ambulatorio. Los dolores aparecen sin previo aviso y te atrapan, a su antojo. Sin embargo, yo siempre he apelado a la naturaleza de la
síntesis contractual del azar. Ahora lo llevo mejor estoy con unas 28/30
pastillas, juntando las coronarias. Llegué a engordar 25 kilos gracias a los
corticoides. Me negué a seguir con esa
terapia. Finalmente me los quitaron y perdí 30 kilos.
Lo mejor de este
desastre divino fue el viaje lisérgico, arrítmico y con un suflé caramelizado
de estricnina.
La respuesta se llama el medicamento de la mayor empresa —del negocio— de
pastillas milagrosas: Pfizer; Pregalbina a gogó. No quiero dar nombres
comerciales, sobre esta mierda. Me la repampinfla, alguno se me habrá escapado. No puedo controlar lo incontrolable, pues,
ya no soy; yo. La puta Pregalbina es eficazmente, demoledora. Ahora, si quieren un poco de juerga está la Gabapentina(cosas de la competencia). Los galenos
tienen un nombre para esta patología. Los americanos —que son muy guais— le
dieron el nombre de, DOLOR NEUROPÁTICO.
La verdad que hasta suena cool. En mi
caso, particular, es el mismo dolor, a causa de una ESTERNOTOMÍA CORONARIA. Luego, jugando a la gramática eventual, mi
dolor es neuropático postesternotómico.
Bueno, estoy convencido que la clase de
Anatomía de Grey se les está haciendo muy interesante. Una puta basura. La
mayor condena de un criminal. Les voy a hacer una pequeña confesión; esta
historia me está costando mi existencia personal. Dicen que mejorarás, que las
cosas irán a mejor, pero cada año que pasa es ceniza de un habano que se fumó
el capo. Tengo que tomarme toda esta mierda hasta el final de mi vida y bailar
en la oscuridad, con la enfermedad matriz, la del coure.
Es
una danza que hemos sellado y no es de las estrellas, más bien, de un Super Glue 3 de última generación. Tenía
todo preparado para mi suicidio; el próximo 20-D. Perdida la fe y la voracidad
devoradora por todo tipo de sintéticas morfinas y protectores estomacales. No
atisbaba ninguna salida, ninguna vía de escape, tan diabólicamente perfeccionada.
Era la disposición de los acontecimientos que encharcaron mi cavilada decisión.
De repente, la lava del viejo volcán apagado del Teide irrumpió. Desde los
eriales, cruzó el charco y se presentó en las calles de la capital para hacer
explosionar la comprensión de la redundante realidad. Cuánto más fuerte se hacía, entonces, la sensación de mi patética
historia sucumbía en un pequeño fragmento, hábilmente impalpable, de lo que, en
sí mismo, no era más que olivina
partida desde el infinito. No podía más, ante esta encerrona. Sin salida,
sin recursos. Hasta los huevos. Me puse a llorar, gritar y terminé rompiéndome
dos huesos de la mano tras dejar la marca de mis nudillos en la pared. Un
hombre puede soportar lo que le echen: los cojones. Es mentira. No hay ser
humano capaz de aguantarlo.
Había
llegado al punto de saturación exacta, que termina por buscar al karma
espiritual y comértelo hasta hacerlo desaparecer. Otros pobres desgraciados buscan a Lourdes en los grupos de apoyo como
el incomprendido Palahniuk. En el
límite de lo insoportable del putísimo dolor más absurdo del mundo. Entre la
fatalidad perpetua apareció un rayo de sagacidad. A ver, esperen un
momento—Todavía no he comenzado a tomarme las pastillas para despedirme. Veo el
mar refractarse en mis ojos. Está puro, puedo oler su aroma cristalino. La
fuerza de la espuma y el salitre parece acariciar mi cara. Ahora se vuelve más
hermoso, en sus movimientos precisos, del rompeolas. Desde el macizo escarpado
en los tragaderos del barranco, ya veo como escapo de la mazmorra monacal de mi
turbadora vida. Ahora, sí. Ya me fundo con el azul profundo y pulido de las
piedras en la orilla que iban tratándome con gran esmero y delicadeza. Aquella
cara contraída de dolor y pánico comenzaba a dibujar una tierna mueca de
sonrisa, a modo de gratitud. Soy libre, como el viento. Ya no hay cadenas que
puedan agarrarme. Es el fin de mi condena y el principio de sus próximas
navidades. Sean felices. Yo, ahora, que no estoy en este mundo. Lo soy, mi querido Doctor House.
FIN
Dedicado
a todos aquellos que sufren dolor de verdad. No tonterías; como jaquecas, menstruaciones y similares...
Fotogramas adjuntados The Elephant Man (1980) by David Lynch Sling Blade (1996) by Billy Bob Thornton Dalton Trumbos´s Johnny Got His Gun (1971) by Dalton Trumbo Mar adentro (2004) by Alejandro Amenábar Dr. House (2004) by David Shore
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Fatty Arbuckle: Gula, lujuria y envidia en Hollywoodland
noviembre 13, 2015
Jon Alonso
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A
lo largo de la historia del ser humano, la gula ha sido el pecado más ignorado por la religión
cristiana. Algo, con lo que no contaba, el creador, las actuales y adictivas cadenas de alimentación. El culto por los Fast Food es el balneario de la gula,
en todo su esplendor. Sin embargo, este pecado no solo habla sobre comer, sino de
toda sustancia nociva, de la cual se abuse. Lo paradójico del reto es que ese
ingrediente, de la que se presume: como altamente nociva. Más tarde o más
temprano; algo acabará con servidor y el resto del planeta. En la antigua Roma,
los romanos eran glotones empedernidos. Se hicieron famosos, en la historia
antigua, por sus exquisitos banquetes donde comían hasta hartarse y cuasi
reventar. Muchos se dirigían a la ventana más cercana y vomitaban todo lo que
habían ingerido. Una vez vaciado el buche regresaban a la mesa, para seguir
devorando manduca hasta la próxima regurgitación. El arte ha dejado obras
maestras, en manos divinas, caso de Hieronymus Bosch, donde se puede contemplar
la gula desde una perspectiva milimétrica. Por una de las secciones, de la Mesa
de los pecados capitales; se aprecian cuatro personajes. En la mesa hay un
hombre gordo comiendo. A la derecha, de pie, otro que bebe ansiosamente,
directamente de la jarra. A la izquierda, una mujer presenta una nueva vianda
en una bandeja.En primer plano,
una salchicha se asa al fuego. Aparece un niño obeso, que simboliza el mal
ejemplo que se da a la infancia. Siguiendo con los siete pecados capitales y aquella
joya que rodó el solvente David Fincher, en la entretenida Seven; la gula
reflejaba uno de los episodios del film más desagradables y a la vez tragicómicos.
Y es que la religión cristiana atribuye un color y un animal a este pecado. El
cerdo y el color naranja. No vamos a ser malvados con este asunto del cerdo y el
tono naranjito. Pues, vivimos en un mundo de ideas perversas y demasiado
calenturientas, que en manos de fútiles interpretes podrían embadurnarse de
estulticia. Actualmente, la gula es el pecado que se mira con menos recelo, ya
que el culto a la comida, es más un arte, que un pecado. ¿Qué se lo pregunten a
los directivos de las cadenas de televisión española y su pasión por los
Realitys de cocina? Creo, que nos hemos
explicado y el porqué de nuestro
itinerario por alguno de los Affaires más brutales de la vieja Babilonia/Hollywooland
Decididamente, una lectura de los Pecados Capitales, a través de la obra de
Dante Alighieri nunca está de menos y este tiempo, actual, donde el otoño está
siendo una estación agradable, siempre hay un hueco para una buena relectura.
El concepto gula, se define, como todo apetito desmedido hacia cualquier
sustancia que el cuerpo demande, incluyendo drogas, alcohol, y por supuesto, la
manduca a tutiplén. Ahí, encajaba de maravilla nuestro personaje de hoy; RoscoeFatty Arbuckle. Seguimos instalados, en la década divina, donde
esos de la segunda cámara secundaría digital en 4K, no existía y menos aún el cute
& delete. No los rollos de las vetustas películas del joven Kodak and
Cia. A golpe de manivela nos ponían al día de los devaneos de nuestro amado y
primitivo Hollywood. Aún reciente, la muerte del gran Wallace Reid y la maldita aguja de Pravaz. Aquella prístina
sociedad, del espectáculo cinematográfico, estaba de bajón. El público
necesitaba risas, carcajadas a mandíbula suelta, y de nuevo, lo que es ley de
vida: el show debe continuar. Posiblemente, Hollywoodland era así de
caprichoso. Un día cualquiera, de la noche a la mañana, llamas a la puerta de
un productor y tiene el baño hecho unos zorros.
Del
soplete y el plomo, a dirigir películas
mudas. Sintéticamente esta sería la historia de un un tipo enorme y rebosante
de carne por todos sus costados; nuestro protagonista de esta crónica. Roscoe Fatty Arbuckle tenía 34 años y pesaría,
entre los 120 a 140 kilos de peso. Dicen que cuando nació pesaba 8 kilos y con
él nueve hermanos. Sus padres emigraron desde Kansas hasta California. Como
muchas-os de las grandes estrellas, con una infancia triste y difícil. Su padre
era un borracho maltratador de mucho cuidado. Pues, el progenitor la tenía bien
tomada con el chaval. Puso en duda, en
más de una ocasión, el lazo de sangre entre el pequeño Roscoe y él.
Sospechaba que un mozalbete tan gordo no daba con el patrón de una familia de
talla normalita. A ello, se le sumaba la mala salud de la madre de Fatty, que desde el parto, la mujer
había ido a menos. Fatty odiaba su
físico y las constantes humillaciones—típicas y crueles—de tus compañeros de
colegio e infancia. Sin embargo hubo un lugar, donde FA era el dueño absoluto
del tablero. Decidió que había que ganarse las habichuelas y se puso a trabajar
en compañías de vodevil, como mimo, humorista y acróbata (suena extraño, pero
era realmente ágil, a pesar de su peso). FA, desde los 8 años deslumbraba, al
personal pero la muerte de su madre a los 12 años fue un palo, en toda regla. A
solas con un montón de hermanos y un padre alcohólico y violento que lo maldecía.
Siempre que podía le arreaba o le insultaba. Hasta que un día lo dejó. El
chaval era listo y pronto se buscó la vida como botones en un hotel en S. José.
Allí, un tipo lo observó trabajar. Fatty le encantaba cantar y no lo hacía mal.
Bien, aquel tipo lo puso en un teatro, donde rulaba gente de todos los pelajes.
Desde crápulas vividores, puteros impenitentes, buscadores de fortuna y quién
sabe, si algún productor del vetusto Hollywood. El chaval estaba muy nervioso,
pero pronto entró en calor un par de canciones, unos chistes y unas cuantas
acrobacias; se metió al público en el bolsillo. Un público entre los que se
encontraban algunos notables del mundo del espectáculo. Fatty inicia una carrera, muy en serio, desde el momento que conoce
a Sid Grauman, en el teatro Unico de San José. Posteriormente, paso a ser el miembro estrella, en una
compañía de teatro de Oregon. En 1906
y es contratado por un tipo llamado Leon
Errol para trabajar en el teatro Orpheum.
Un día apareció en el Last Chance Saloon, donde FA se
travestía y cantaba para una platea de borrachos mineros —que disfrutaban con
el show— como bebés al son de una nana. Errol le dejó el nombre de Fatty de
por vida, algo que él odiaba y aborreció a lo largo de su carrera artística. FK
era ya un personaje notorio en la escena norteamericana y ese momento, que le
sonreía no lo dejó escapar. FK sabía que un tren de los grandes estaba
esperándole en el apeadero. En 1912
conoció al director y productor Mack
Sennett, dueño de la Keystone Kops Film Company por un asunto de lo más
chocante. MS necesitaba arreglar un inodoro y FK era un manitas con la fontanería, en un periquete, le arreglo el WC.
Mientras resolvía el entuerto, Sennet observaba —detenidamente— sus
movimientos: una agilidad asombrosa para mover herramientas pequeñas y que
requerían de manos habilidosas. Fatty desprendía un halo a diversión sin
quererlo; un don innato. Había caído en gracia y muy pronto acabaría de socio
de Mack Sennent. Comenzó ganando
25 dólares a la semana y a los pocos años sus películas lo convirtieron en uno
de los cómicos más famosos de los Estados Unidos, a la altura de Chester Conklin o Ben Turpin. Fue un
buen amigo de CharlesChaplin(BC reconoció en sus memorias que su estilo dejó señas de maestro).
Y es que Chaplin empezó con un pequeño papel de extra en una película de Arbuckle.
Mabel
Norman—esposa— de Sennett, en comedias que eran la admiración de sus propios
compañeros y competidores: Charles Chaplin y Buster Keaton. A partir de este
año, la Paramount le ofreció el control
total de sus películas, además de crear la
Comique Film Corporation exclusivamente para él, acontecimiento único en la
industria de la época. Acababa de convertirse en el actor mejor pagado de su
época, pues, ese contrato se estimaba que sería alrededor de un millón de
dólares para realizar 18 films y un alto porcentaje, de taquilla, más, en
calidad de actor/productor ejecutivo de su nueva compañía de cine. En 1921,
echen cuentas de TAE y TIN, y demás
variables devaluatorias: un Potosí. Fatty estaba montado en el dólar. Tenía
mucho dinero.En agosto de1921
Arbuckle estaba en la cumbre de su carrera. Era un nuevo millonario de aquella
nueva Babilonia: tenía 25.000 dólares en ropa, un Rolls—Royce y una mansión en
Beverly Hills. A veces, seguía dándole vueltas a la cabeza al maldito apodo de
Fatty, pues, lo abominaba. Por no decir, que le asqueaba escucharlo, cada vez
que oía el maldito mote. Sin embargo los estudios lo obligaban a mantenerlo a
cualquier precio, es decir, como si se comía una granja de pollos entera. Fatty
debía de estar siempre orondo y relleno. Hay
que reconocer que con un peso de 140 kilos, aquel tipo tenía una agilidad que impresionaba
las futuras estrellas de la comedia cinematográfica. Una condición genética, a
la que le estuvo agradecido, de por vida. Fatty
era un hombre generoso, bonachón y amigo de las fiestas, que la prensa del
espectáculo calificaba de divertidas y desmesuradas. Otras lenguas hablaban de
un tipo aireado y malhumorado que bebía como un cosaco. Adicto a la morfina y
la cocaína. Como muchos de los de aquella época, el ritmo de trabajo era
agotador y los estimulantes estaban a la orden del día. El pobre Fatty sufrió,
en una de sus piernas—una herida— que derivó en una infección bacteriana del
carbunco. Su estado era muy débil, ya que durante el proceso perdió unos 25 kilos,
y, la cosa se puso muy fea, cuando los galenos estuvieron en un tris de
apuntarle la pierna.Y posiblemente, queridos amigos, el peor pecado no sea
la gula de Fatty, sino la envidia del personal, de ver como un tipo orondo y
arrogante triunfaba. Los
dolores eran tan fuertes, que se pueden imaginar el resultado del trance, pues,
un buen chute de morfina era el mejor paliativo para seguir en forma. Fatty Arbuckle tenía fama de obesivo/compulsivo por la limpieza y la
gula lo devoraba mentalmente. Comía hasta vomitar la última aceituna, y, poco
después volver a darse un nuevo atracón. Pero ya hemos hablado de los pecados
capitales: De la gula a la avaricia y de soberbia a la envidia hay un apenas un
minipeldaño. En 1920 impulsó la carrera de un joven que se convertiría en su
mejor amigo, Buster Keaton. Buster fue el cómico que nunca reía y esto tiene
una razón: cierta vez fue a almorzar con FA y un productor de la Paramount para
hablar de un papel que le iban a dar. Keaton tenía una seria crisis estomacal y
hacía esfuerzos para no reírse y no vomitar.
A Fatty le causó tanta gracia que le pidió
que siempre se mantuviese serio. El 3 de setiembre, su amigo, Fred Fischbach planeo una gran fiesta
para celebrar la buena marcha de la carrera de Fatty.Roscoe que triunfo rápidamente, pronto se dio cuenta
que en este negocio iban unos añadidos con los que tenías que convivir. Su timidez inicial y una relativa fobia social, por los saraos
de promoción, de repente, todo cambió. El plus de relacionarse con la gente, y por ende, la
obligación de generar una mayor sociabilidad, poco a poco terminó por ser los
más sociales de aquel mundillo. Sus fiestas y eventos era lo más de lo más.
El actor anunció que se iba de Hollywood a San Francisco a festejar durante 48
horas. Concretamente, el éxito de su nuevo film; loco para casarse planeo una gran fiesta para celebrar el
acontecimiento. Una fiesta, que se
convirtió en una superfiesta —de tres
días— en el Hotel de St. Francis en San Francisco. Una orgía que —desgraciadamente—
fue su cripta.Alquiló las habitaciones; 1219, 1220 y 1221 del hotel
St. Francis y llevó una victrola, discos, ginebra y whisky. En los Estados
Unidos regía ya la Ley Seca, pero era también la época del jazz, de los Años
Locos, y Fatty era Fatty. Las mejores
fiestas del mundo…Estas fiestas
dejaban a las fiestas de la Ibiza del S.XXI a la altura del betún. Pues,
algunas duraban días y semanas. A ello había que añadirle la fama del aludido
en cuestión y el porqué de la celebración. Nadie se quería perder las bacanales
de Fatty Arbuckle. Pero su mujer, Araminta
Durfee, se cansó de los excesos de su marido y lo abandonó. El mundo de
Hollywood de los años 20 era un mundo frívolo en el que la bebida y las drogas
corrían a raudales por las fiestas.Una cuba de
alcohol y drogas de todos los colores habían corrido a raudales por las
habitaciones del St Francis. Algo que
no estaba en el guion era el affaire Virginia
Rappe. Al parecer, aquella prometedora, actriz murió desangrada por la
comentada peritonitis. Comienza un runrún de fondo donde se cruzan multitud de
versiones sobre una hipotética violación con una botella de Coca-Cola, a manos
de FA, la cual, le causó un fuerte desgarro en el interior de la de vejiga. Ella,
una aspirante a actriz famosa; Virginia
Rappe. Se sintió mal y pocos días después murió de peritonitis. Pero una amiga
suya acusó al cómico de haberla violado con una botella, consiguiendo llevarlo
a los tribunales. En tres juicios, FA fue declarado inocente, pero su carrera
quedó destruida para siempre. Obviamente,
aquel affaire protagonizado por Roscoe
Arbuckle escenificó —como ninguno— el descontrol de aquella Sodoma y
Gomorra psicotrópica, de todos los
colores y apetitos, de las que hemos hablado por estos lares, en más de una
ocasión. Tentaciones de las que pocos se salvan o abstenían en aquella
Babilonia sine die y Scottfitzgelriana.
No tengan la menor duda, que muchos de los que estaban detrás de la caza de
brujas sobre el adiposo Fatty, no estaban más libres de pecado y espíritu
envenenado.En el primer
juicio mediático—de primera categoría— que la prensa de todo el país celebró y
hostigó contra el indefenso FA. Aunque
él siempre se declaró inocente y las pruebas no indicaban lo contrario,
aparecieron en la prensa cientos de detalles escabrosos sin contrastar. Se
habló de que la gran obesidad de Roscoe: le impedía mantener relaciones
sexuales, y por eso, la había violado con una botella de champán o Coca-Cola. Otras
versiones hablaban de repetidas e incesantes violaciones sobre la actriz y del
ahogamiento de ésta, ya que al estar debajo de Roscoe, el peso de él la asfixió.
Comentarios que salieron de la boca de FA—dichos o figurados desde las
habitaciones contiguas a la orgía. Ya te
tenía ganas. He esperado cinco años, y ahora, ya te tengo.
Después
de una media hora más o menos, Delmont oyó a V. Rappe que gritaba. Entonces llamó
a la puerta y le dio un puntapié, ya que estaba cerrada con llave. Tras una
larga demora; Roscoe Arbuckle vino a la
puerta en pijama y con un sombrero de Rappe, ligeramente inclinada, el ala
hacia la izquierda y sonriendo con una cara de loco; era la típica sonrisa
cómica de pantalla. Detrás de él, Mis
Rappe estaba tirada en la cama, sollozando.
Arbuckle lo hizo”, dijo la actriz, según Delmont.Lo que sucedió en las horas subsiguientes destapó todo
tipo de cuchicheos de costa Oeste a Este.Los diarios deWilliam Randolph
Hearst tenían un enorme
lápiz al cual sacarle punta y por un buen tiempo. La gran historia deseada de
la prensa del higadillo. El editorial diría más tarde —que el escándalo— de Arbuckle
vende más prensa, que el hundimiento del Lusitania. Las primeras
páginas del imperio periodístico Hearst sacaba titulares espeluznantes. Todo
ello, con una antelación idéntica— a la de estos años tecnológicos— de infinitas
redes sociales. Mucho antes de Arbuckle tuviera la oportunidad de decir
su versión de los hechos. Aquellosrumores sobre, los
que FA había cometido, todo tipo de depravaciones sexuales comenzaron
arremolinarse.La campaña AntiFatty hizo su efecto. Toneladas de cartas inundaron los estudios
Paramount, en la prensa amarilla publicaron las más increíbles noticias. Adolphe Zuckor se asustó y rescindió el
contrato. La persecución que sufrió el orondo actor fue atroz. Sus
películas fueron retiradas de los teatros y varias de ellas fueron destruidas.
Aunque en el juicio se demostró su inocencia; el daño ya estaba hecho y Roscoe Fatty ya no fue nunca más el mismo. Arbuckle se entregó y estuvo durante
tres semanas en la cárcel. La Policía hizo la foto de la ficha de FA con unos
ojos azules abatidos, embotado en uno de sus trajes caros y sucios, con su característica pajarita.
Su cara redonda, empalidecía, y la sonrisa de Fatty se había difuminado. No
quedaba nada de la alegría de aquellas muecas del celuloide. Permaneció en
silencio como las insinuaciones sobredimensionadas. Dicen que todo esto venía de lejos. Pues, la actriz Virginia Rape tenía
25 años y había actuado, en un montón de producciones, con poca fortuna. Muchos
de los filmes que rodó fueron con el director y productor: Henry Lehrman, un tipo, que envidiaba, la suerte y el éxito de FA.
Casualmente, Miss Rape en una revista de la farándula fue preguntada ante la
hipotética reunión de ella con Fatty
Arbuckle. A lo que ésta, se explayó, a gusto, con el actor. Lo llamó—textualmente—ser repugnante, burdo,
vulgar y muy irrespetuoso con las mujeres. Estos comentarios fueron muy
cacareados, ya que la gente, que conocía bien al de Kansas, daba fe de su
caballerosidad y generosidad con todo el mundo. Obviamente, los abogados de
Arbuckle insistieron en su inocencia y se pidió que el público no hiciera de
esta situación un juicio paralelo hasta que todos los hechos de la
investigación concluyeran. Pero pronto se advirtió que la cosa pintaba fea, y,
el actor Fatty Arbuckle tendría hacer su mejor interpretación; la de
convencer a todo el mundo de su inocencia. El
comediante expresó a una historia muy diferente a la expuesta por M. Delmont.Arbuckle fue acusado de homicidio involuntario y la
vista para el juicio, en noviembre del
mismo año. El
fiscal, de San Francisco, Matthew Brady vio el caso la oportunidad perfecta
para poner en marcha; su carrera en el campo de la política, pero que está
empezando a tener problemas con su testigo estrella, Maude Delmont (misterioso y siniestro personaje que según
las afiladas lenguas del Hollywood más canalla, se dedicaba a procurar de
jóvenes ingenuas para las fiestas y orgias, donde circulaban los huéspedes
masculinos de mayor parné). Delmont solía
estar al quite de estos desagradables incidentes, pues, no era la primera
ocasiones que se encontraban a los invitados implicados en un escándalo, por el
cual, se les acusaba de violación. Delmont, ante situaciones más engorrosas
utilizaba la extorsión como herramienta para acuerdos fructíferos.
A
veces afirmaba ser un amigo de por vida de Rappe;
otras veces, ella insistió que se habían conocido pocos días antes de la
fiesta.Sin embargo, Brady procedió a juicio. Los periódicos nunca cuestionaron la
versión de la sibilina Maude Delmont.
Y el proceso de lapidación a Arbuckle seguía su curso. Su reputación era un
desastre, incluso después de que sus amigos Buster
Keaton y Charlie Chaplin avalarán
por su honorabilidad y comportamiento modélico. Finalmente la legión de picapleitos contratados por Arbuckle (ya había gastado más de 650.000 dólares) mostraron el informe médico, en el que Virginia Rappe había tenido una
enfermedad crónica congénita de la vejiga. Así como una gran cantidad de
abortos.Su autopsia concluyó —que allí no observaba— ninguna señal de
violencia en el cuerpo. Ni evidencias que la muchacha había sido atacada de
cualquier modo.(La defensa
también tenía testigos con la información perjudicial sobre el pasado de Rappe,
pero Arbuckle no les dejaría declarar, dijo, por respeto a los muertos.) El
doctor que trató a Rappe, en el hotel declaró, que le había dicho, que Arbuckle no trató de asaltarla
sexualmente. Pero el fiscal rechazó las alegaciones de la defensa con rumores.El 12 de abril de
1922, el jurado absolvió a Arbuckle del homicidio sin premeditación —después de
deliberar durante sólo cinco minutos— cuatro de los cuales fueron utilizados
para preparar una declaración: Absolución no es suficiente para Roscoe
Arbuckle. Tenemos la sensación de que se ha hecho una gran injusticia con él…no había la más
mínima prueba presentada para implicarlo —de algún modo— con los argumentos
espurios que se expusieron la Comisión de un delito. Fue honesto,
valiente y franco con la justicia. Contó
una sencilla historia que todos creemos. Le deseamos éxito y esperamos que el
pueblo estadounidense otorgue la sentencia de catorce hombres y mujeres que
Roscoe Arbuckle es totalmente inocente y libre de toda culpa. Una semana
más tarde, William H. Hays, quien la industria cinematográfica de productores y
distribuidores contrató como censor para restaurar su buena imagen y honorabilidad
del negocio fílmico dimitió de su puesto. Cuando se percató que Fatty Arbuckle aparecía en la pantalla.
No obstante, el daño estaba hecho. William H. Hays, no tardaría en volver a
campar por los estudios a la caza de escenas subidas de tono o diálogos
políticamente incorrectos. Las famosas películas de FA habían desaparecido de
todos los escenarios y teatros del país. Films entre los que destacamos: Lead Year (1924) by J. Craze&F.Arbuckle
Crazy to Merry (1921) by James CruzeThe garage (1919) by R. Fatty Arbuckle Back
stage (1919) by R. Fatty Arbuckle Out West (1918) by R. Fatty Arbuckle Good
Night, Nurse! By (1918) Fatty Arbuckle The Butcher Boy(1917) by R. Fatty Arbuckle The Bell boy by R. Fatty
Arbuckle 1917 Coney Island 1917 by Roscoe Arbuckle Mabel, Fatty and the Law
1915 by Roscoe Arbuckle The Rounders (1914) by Charles Chaplin The
Knockout (1914) by Charles Avery Fatty
Again (1914) by Roscoe Arbuckle. Hablamos de un actor que entre unos
rodajes e interpretaciones hizo alrededor de 170 peliculas Por el contrario, Fatty Arbuckle
estaba exhausto tras todo este tiempo de pleitos. Terminó cambiando su nombre
por el de William B. Goodrich y
trabajó detrás de cámara, dirigiendo películas para los amigos que se
mantuvieron leales a él y apenas ganan la vida de la única empresa que conocía.
Posteriormente, esos buenos amigos comentaban muchas de las grandes habilidades
que siempre tuvo para descubrir nuevos talentos. Su gran amigo de toda la vida,
Buster Keaton le ofreció dirigir un
moderno Sherlock Holmes en 1924 pero
FA había perdido su carácter afable y simpático. Se había convertido en un ser
amargado e irritable. No le dejaron dirigir la película su amigo Buster, pero
insistió y finalmente rodó El molino de los duendes The red mill (1927) con Marion Davies (la esposa de Randolph
Hearst). Fatty dirigió después Por encomienda postal Special delivery, (1927)
con Eddie Cantor y Windy Riley goes
Hollywood (1931) con Louise Brooks.
Curiosamente, Mabel Normand, su
ex-compañera en tantas películas, también tuvo un escándalo en 1922 que
destruyó su importante carrera muriendo en 1930. Fatty en el sonoro sólo
rodo un cortometraje como actor, visto en Hollywood, crónica negra (Hollywood,
Unsolved Mysteries, 1989). Sin un centavo y con el secreto de todo el affaire más inquietante del Hollywood, de aquellos años. En 1933 un ataque al corazón acabó con la sonrisa de
niño de grandes ojos azules y cara mofletuda. Roscoe Fatty Arbuckle tenía 46 años y vivía en la más absoluta
soledad de la habitación de un hotel. Su alma y la de Virgina Rappe se llevaron el secreto más deseado de la divina comedía del cine, en la pérfida Babilonia. Descansen en paz
Dedidacado
a Allen Toussaint enero de 1938/noviembre
2015 In memoriam
Bibliografía
consultada y recomendada
Roscoe
"Fatty" Arbuckle: A Biography of the Silent Film Comedian (1887-1933)
by Stuart Oderman Ed. McFarland. Redición (2005)
Frame-Up!:
The Untold Story of Roscoe Fatty Arbuckle byAndy Edmonds
Ed.
William Morrow (1991)
The
Day the Laughter Stopped by David Yallop Ed. Kindle Amazon Yo,
Fatty (Panorama de narrativas) by Jerry Stahl Ed. Anagrama (2008)
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Wallace Reid, el Gaminedes del cine mudo y la jeringuilla de Pravaz
octubre 27, 2015
Jon Alonso
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Cuenta la leyenda que Tros de Dardania tuvo tres hijos:
Ilo, fundador de Ilia, Asaraco, y el semidios
Ganimedes, el más hermoso de los humanos. Tros amó a Ganimedes desde lo más
profundo de su corazón. Pero el jefe, y rey de los cielos, Zeus se prendió de
amor por el los muslos del joven troyano. Los demás dioses se regocijaron de
contar con Ganimedes, pues su belleza les colmaba de gozo. Y Ganimedes vio que
maravilloso era servir néctar a los inmortales. Pero en el mundo de los
mortales; las cosas adquieren una dimensión más dura. Algo de Gaminedes hay en
toda la trágica y fulgurosa carrera del actor e icono del cine mudo de
principios del S.XX. La historia de Wallace Reid es la crónica de un Hollywood
más cercano al viejo pueblo de la soleada y árida California de EE.UU, en pleno
estado, catatónico, a la búsqueda de vetas y pepitas de oro. Aquel polvoriento
y vasto lugar, que, en 1912, lo recorría la avenida central y no muy lejos de
allí se erigía el hotel Hollywood.
Apenas una par de oficinas arrinconadas que
se configuraban como los nuevos estudios de la ciudad del cine: Hollywood.
Desde el mítico estudio Selig Polyscope Company, el cual, apenas sobrevivió
hasta 1918. En 1911 se inauguraba, la Nestor Film Company, de David Horsley, dentro
del distrito de Hollywood e inmediatamente se fundó el estudio la antigua
Blondeau Tavern, en Sunset Boulevard. En 1912, las grandes compañías de cine ya
estaban establecidas en Los Ángeles o cerca de la ciudad. En gran parte,
gracias a los impuestos de Thomas Edison sobre las patentes de cine, y al clima
cálido y soleado, que facilitaba los rodajes. Los vaqueros y los indios que de
vez en cuando se lanzaban de arriba abajo. En Hollywood Boulevard se hacían
"Westerns" y aparecían nuevos dandis pretendientes a superstars,
cupleteras, cómicos a gogó y demás mescolanza esperaban el gran festín: la
llegada de las grandes majors de la historia del cine. Chaplin, Pickford y
Fairbanks dieron el pistoletazo de salida, a
esa una nueva Babilonia, donde la ley del más fuerte prevalecía. Como
los hermanos Bros de la Warner, la
Universal de Laemmle Dintenfass, Baumann
y Cia. La Fox film Corporation de William Fox, CBC Films (Columbia) de los Cohn,
la Paramount, la RKO y la MGM de Louis de Richard A. Rowland. Nuestro amigo
Wallace esperaba pacientemente su momento de gloria, ya que él, y su director
D. W. Griffith harían historia en un film que marcó el devenir de este arte. No
obstante, esa epopeya está por llegar. Más tarde hablaremos de WR, en El
Nacimiento de una Nación. La llegada a Hollywood era el principio de una nueva
vida para Wallace Reid, una ruptura completa con el pasado. El pasado es algo
chocante y un poco surrealista cuando
hablamos del pasado de un actor que apenas vivió 31 años. ¿No les
parece? Sin embargo, la pregunta procede: ¿Quién era el auténtico William
Wallace Reid? Bien, hablamos de un joven americano: atlético, fino, limpio, culto y de un relativo
porte noble que se podría haber encontrado en los cuarenta y ocho estados que
configuraban los EE.UU. Wallace Reid vivió treinta y un años. Nació el 15 de
abril de 1892. Murió el 18 de enero de 1923. En aquellos treinta y un años
embaló la experiencia, el trabajo, el éxito, las alegrías y angustias, los
problemas y tentaciones de un periodo fascinante del 7º arte. Dicen que la
presión del starsystem lo mató. Demasiado reduccionista pensaran Uds. Pues sí,
detrás del personaje “Wally” para los conocidos y amigos, residía una persona
más compleja y sensible. Esos quince años de estrellato fueron los más parecido
a la supernova de Wally Reid, el joven y enérgico actor, que todo el mundo
quería estar con él, y, observar en directo el accidente del Challenger versus
Redid; cuando en pleno ascenso, el actor explotó en mil añicos. Cosa que al
hermoso Gaminides no le ocurrió, pues, él consiguió su sillón en el altar de
los dioses divinos y allí se quedó viendo pasar el devenir del tiempo. Dicen
que Wallace Reid fue un idealista; un joven lleno de bondad, generosidad y gran
entusiasta de la vida. A Wally Reid, cuando no estaba rodando películas su
adicción por la velocidad era alucinante. Aquel tipo destrozó más neumáticos
que el finlandés Raikkonen después de una juerga de lúpulo tras una carrera resacosa
por su afición por la refrescante malta. Reid era un esteta de lo selecto y no
había carretera del viejo Hollywood que no hubiera dejado la marca de las
ruedas, de su Marmon Coupe o el descapotable Stutz. Corría como alma en vilo
delante del diablo con una botella de whisky en la guantera. Entendía de
coches, de buen vestir y bellas mujeres. Mucho antes de lanzarse al Hollywood
Babilónico mostró sus dotes con la pluma. Sus conocimientos de mecánica y
modelos de cuatro ruedas le llevaron a trabajar en el Magazine Motor. Además de
sacarse unos dólares para hablar de los últimos modelos — que salían al mercado—
lo pasaba en grande en los circuitos viendo las mejores carreras de la época.
También probaba la mercancía y eso lo hacía muy feliz. Obviamente, estamos ante
uno de los protoiconos de la velocidad, que, a posteriori, ya en los 60/70,
enfundados en monos ignífugos de los caretos de McQueen o Newman. Marcarán el
estilo de la estrella hollywoodense cool y viril. Evidentemente, esta pasión le llevó a tejer una gran amistad
con famosos pilotos de carreras. Reid era tan intrépido y precipitado como su
físico. Uno de actores más atractivos de aquellos tiempos. Sin embargo su
premura libertina fue un arma de doble filo a lo largo de su corta pero
dilatada vida: unos lo idolatraban y otros lo censuraban por no decir que lo
envidiaban.
Reza la leyenda que el sagaz Griffith —descubridor de su talento— que le sacó de
más de un entuerto con la ley por sus excesivos derrapes con la velocidad y el
alcohol y las drogas. ¿Quién hubiera pensado, que el mozarrón Reid, lo mataría
la morfina, en una jeringa Pravaz, y no su veloz Marmon? Y es que la vida da muchas vueltas.
Demasiadas; por no decir volteretas mortales. Sepamos de lo que un hombre puede
ser capaz en tan sólo 31 años. Wallace Reid nació en abril de 1891, en Saint
Louis (Missouri), dentro del seno de una familia, muy unida al mundo del espectáculo.
Su padre, Hal Reid, fue un reconocido escritor, guionista y productor teatral,
que alcanzó un gran éxito representando sus obras teatrales por todo el país.Su madre,
Bertha Westbrook, para no desentornar la variable genética llegó a ser una actriz
teatral, de las más conocidas, por aquel entonces. Wallace actuó por primera
vez en el teatro a los cuatro años de edad, y, de aquella infancia siguió participando en más obras. Empero, sus padres
prefirieron darle una educación más profunda y lo enviaron a la Freehold
Military School (una academia militar). Durante los primeros años de estudios
estuvo alejado de los escenarios, destacando en las diferentes escuelas
privadas en las que estudió, donde reveló una especial inclinación hacia la
música y los deportes (gran atleta, jinete y hábil con el piano, saxo y
trompeta). En 1910, en uno de los frecuentes viajes que su padre realizó a
Chicago para unirse a la productora Ployscope Selig, Wallace tuvo la
oportunidad de visitar unos estudios de cine. En aquél instante, se quedó
mirando toda la tramoya que le rodeaba, y no se lo pensó dos veces: su sueño
estaba delante de él. WR quería ser cámara, confesando a su padre, que es lo,
que le pedía el cuerpo. Sabía que en aquel oficio del cine, el modus operandi
era muy parecido al castrense, y lo de empezar de abajo, o congeniar varias
actividades era la nota común. Su padre aceptó la decisión, no con muy buenos
ojos. Le hubiera gustado más que se hubiera dedicado a la medicina, pero quiso
que Wallace Reid fuera feliz. Evidentemente, el joven Reid entró en el negocio del cine y comenzó a
trabajar como auxiliar de director, escritor o director y de casi todo antes
que ponerse delante de una cámara. WR observaba como el mundo donde había
aterrizado era una burbuja fascinante, embrionaria y emocionante: como un
cuento de hadas. La vieja Babilonia era el lugar donde el séptimo arte cambiaba
a la misma velocidad que la aparición de nuevos ingenios industriales. Un mundo
lleno de talento, experimentación y por encima de todo, repleto de creatividad.
Un sitio donde aquel intrépido y apasionado WR observaba —atentamente—
anonadado, todo ese parque de atracciones. Tomó notas de algunos de los grandes maestros y pioneros. Así como el que no quiere, pero
dada la ocasión, que era una perita en dulce: termina interpretando su primer
film, "El Fénix" (1910), compartiendo cartel con Milton y Dolly
Nobles, dando vida a un joven reportero. Papel que interpretó a la perfección.
Por aquel entonces, WR se encontró con apenas 17 años con su futura esposa;
Dorothy Davenport era la sobrina de Fanny Davenport, una de las mayores
actrices americanas, por antonomasia e hija de Harry Davenport, toda una
leyenda de Broadway. Actor favorito entre el público y la crítica. Ella era una
chica realmente hermosa, de una personalidad asombrosa, con un talento enorme
que demostró en algunos films de la Universal. Esa naturaleza eclipsó al joven
Wallace, especialmente, su pelo castaño rojo y sus ojos azules oscuros. Además,
tampoco era tan idiota para saber que era una chica con parné. Continúo
trabajando duro y pasó a la escritura, con mayor ahínco, en calidad de
dialoguista y ayudante de dirección. Finalmente es contratado por el
director Otis Turner de Universal, como
asistente guionista y segundo auxiliar de director de fotografía. WR creyó
haber encontrado su sitio y el lugar en la vida que anhelaba. Así, como el
devenir de la vida, el paso de los años y algo tan prosaico y natural como
trabajar. Bien, trabajando, pero claro, uno más de la empresa. En el fondo, un
joven desconocido. Eso sí, asistente de dirección. Wally Reid afrontaba una
segunda década crucial, dentro de su más inmediato futuro. Wally Reid se
enamoró de Dorothy Davenport con boda a
la vista. Además, a los pocos meses, se
inicia el conflicto de la I GM. Wally Reid. Este contratiempo dejó a WR lleno
de contradicciones. Algo así como una relativa falta de seguridad en sí mismo.
En su más remoto interior se sentía un patriota, un americano más, que tenía
que aportar su entusiasmo para librar una batalla contra el mal. Pero otro
parte de su ser dudaba de los resultados y el beneficio para él del conflicto,
dada la excelente reputación y estatus que estaba adquiriendo su carrera.
Finalmente, el registro del departamento de guerra de Wally Reid dio el
veredicto de individuo no apto para atacar en el frente. Y lo más doloroso el
sellado indeleble con una “S”, en negrilla, que se podía interpretar como
holgazán o escaqueado. A los ojos del joven Wally se produjo una desazón y
sentimiento de fracaso, incluso de traición. Interiormente, no dejaba de
cuestionarse su decencia y valía, que vía derrumbarse, por las cotas de
grandeza de la propia familia Reid. Las
emociones y estremecimientos del rojo,
blanco y azul en su sangre, maceradas por las generaciones de hombres, que
desinteresadamente ayudaron, a hacer lo que era y marcar el carácter del
apellido Reid. No obstante, colaboró desde EE.UU con la creación de hospitales
de veteranos y las diferentes colectas benéficas para todos los heridos de la
contienda. Sin embargo, la música de fondo era muy triste. Dorothy Davenport, ya se había
consolidado como una estrella de las
películas.
Así como la mayor influencia
en la vida de Wally; su comodidad envuelta de amistad y fortaleza ante
los temores internos del apuesto WR. Algo que siempre supo valorarlo y
comprender, pues, la carrera de Wally no fue muy larga. Siempre tuvo muy claro,
que una de sus mejores amistades, en el buen sentido del término fue su mejor
amiga y nunca dejó de serlo hasta en sus agónicos instantes finales de
existencia. Dorothy Davenport era la brújula que respiraba sentido común, en un
entorno de locura y excesos del propio Hollywood. Mujer de un excepcional
sentido del humor y enorme lealtad. Wally Reid estaba muy orgulloso de ella y a
pesar de sus desparrames, tormentos y desordenes nunca hubo mejor persona que
ella. De las muchas mujeres a la que WR accedió ninguna le dio lo más
importante: el sostén y la templanza que mantuvo DD. Si alguna vez una mujer
mantuvo las manos firmes, de un hombre, esas fueron las de Wallace Reid. La
vida siguió y las casualidades del destino pusieron al mocetón WR delante de
D.W. Griffith, en 1915. Aquel físico dejó fascinado al maestro del Nacimiento
de una Nación. El legendario y visionario film que descubrió al mundo: el arte
prístino cinematográfico, en estado puro. Y por ende, Wally Reid, en todo su
esplendor. El poco espacio que apareció en la pantalla tuvo —el papel del estupendo herrero— el suficiente eco para
convertirse, en ese nuevo Gaminedes, que desprendía sexualidad por los cuatro costados. Ese
eterno masculino pero con un deje de jovialidad puramente americana. Poco a
poco, WR inicia un encadenamiento de rodajes que le llevara a actuar con las
grandes divas del momento: Florence Turner Gloria Swanson, Lillian Gish o
Geraldine Farrar. Reid firmó más de cien cortometrajes, y actuó en más de
sesenta películas para la productora "Famour Players", después
llamada "Paramount Pictures". Un nombre importante y grande para la
rival del trío formado por Mary Pickford, Douglas Fairbanks y Charlie Chaplin
con su audaz UA. Wallace Reid se convirtió de la noche a la mañana en el amante
más perfecto de la "pantalla". Siendo querido por mujeres, admirado
por hombres y niños atemorizados. Todo el mundo alucinaba con el chico que olía
a lavanda francesa: Douglas Fairbanks, John Gilbert o Rudolph Valentino o una
jovencísima Clara Bow que llegó a
esperar más de ocho horas para ver el aspecto personal de Wally en Brooklyn.
Tenía 22 años era grande, guapo, fuerte, lleno de la alegría por vida,
aparentemente, ya que pocos hubieran sido los que pusieran la mano en el fuego
por su final. Wally Reid ya había consumido dos terceras partes de su vida.
Aquel tipo Despertó en el corazón de la multitud un gran afecto, un afecto
durable, que todavía emite la fragancia, como la lavanda aplastada. Toda
América quería al machote bonachón de Wallace Reid que hizo las delicias, de su
público, en Carmen 1915 Cecil B Maria Rosa 1916 Juana de Arco 1917 Cecil B
Cecil B"The Roaring Road" (1919)“El Valle de los Gigantes”
(1919)Wallace Reid with serial star Ann Little in "The Source" (1918)
Excuse my Dust (1920) y Los Asuntos de Anatol (1921), trabajaron con Dorothy
Gish, Gloria Swanson, Geraldine Farrar y Bebe Daniels, cuadros de carrera
popularizados incluso Doble Velocidad (1920), Excusa Mi Polvo (1920) y
Demasiada Velocidad (1921); Forever
(1921) Too Much Speed (1921) The Charm School (1921) The World's
Champion (1922) "Thirty Days" 1922 The Ghost Breaker (1922) The
Dictador (1922). El inventario de películas y colaboradores es demasiado
extenso para poner en una lista. Alto, bien construido, generoso, era experto
con drama, romance, comedia y acción, haciéndole una fuente de dinero principal
para Paramount/Famous-Players y el productor que lo adoraba como un niño Jesús
en un Belén, Jesse L. Lasky. Empero había algo sobre Wally Reid que busco
acomodo, en los sueños, de algún recoveco de su corazón. En toda esta historia
hay un halo de amor y pena, que dependían de una fingida cara llena de
generosidad. Nadie podía encontrar el auténtico motivo de ese afligimiento que
buscaba a Wallace Reid. Ni el mismo supo donde residía. Un misterio que sólo
tendrá contestación tras los acontecimientos que ocurrieron en diferentes
rodajes. Eso sí, nadie le podrá decir al bueno y hermoso de Wally que fue el
hombre más amado de su generación. En la agreste Babilonia Californiana, la
vida era un Far West con una ley; el dinero rápido. Los estudios produjeron
películas mudas como buñuelos en la semana fallera. El trabajo era agotador y
dañino. El inicio de un día cualquiera eran jornadas de catorce a dieciséis
horas. En la mayor parte de las ubicaciones sin soporte clínico por no
denominar aquellos antros de botiquín y jeringuilla de Pravaz: infrahospitales
de veterinaria. No existían las grandes roulottes de los actores contemporáneos
con todo tipo de comodidades. La familia muy cerca, sus managers con sus
móviles preparados para la llamada, al superabogado Pitbull, ante el mínimo imprevisto.
El actor es puro capricho e imaginación, claro que estamos en 1918-19 y se nos
olvidaba que estábamos en el Viejo Oeste del inquietante cine mudo. WR,
independientemente, que fuera una máquina de hacer dinero y muy buena. En cada
escena de la película de turno, especialmente, aquellas donde la acción fuera
uno de los leitmotiv, siempre había accidentes, a veces, con final trágico. Wallace
Reid sufrió dos percances que cambiaron el devenir de futura carrera. Unos
accidentes de esos, que sales a trozos, o, en una caja de pino. El primero de
ellos se produjo en el rodaje de un cortometraje Loves Western Flight (1913) que produjo como propietario de su
compañía Flying A y su jefe el director Allan Dwan. Todo pasó muy rápido.
Mientras montaba un caballo e intentaba hacerse con varios jacos
que se habían escapado por una pequeña espantada. De repente, el caballo se
asustó y dobló las patas. La fortuna fue tan caprichosa que la posición del
equino fue con todo su peso hacía la pierna izquierda de Wally. Hasta que
pudieron levantar al caballo, WR estuvo soportando estoicamente un dolor
insoportable. El rodaje debía de seguir y apenas se pudo parar. Esto derivó en
una lesión crónica, que sólo la paliaba, a través de infiltraciones de morfina.
Su primer acercamiento a la cromada jeringuilla de Pravaz. Wally siguió
trabajando pero ya era un adicto a la morfina, además de beber lo suyo. El
alcohol se convirtió en el denominador común, de un mundo, donde el whisky y la
ginebra caían a gogó. Hasta la prohibición. Y la industria del cine, como todos
negocios de por entonces, anduvo muy bien suministrada. A pesar de su
ilegalización en los años venideros, en rodando una película llamada “El Valle
de los Gigantes” (1919), Reid se hirió gravemente,
en un accidente de tren, al descarrilar el vagón de cola que transportaba al
equipo. Wallace cayó por un puente y se llevó un golpe fuertísimo que le causo
un traumatismo y necesitó de varios puntos de sutura para cerrar la herida de
su cabeza. A partir de ese instante, WR, comenzó a soportar unos dolores
terribles de cráneo, que prácticamente le impedían actuar. Para poder seguir
con el rodaje se le recetaron innumerables chutes de morfina. Al terminar la
película, Wallace ya estaba enganchado. Al tiempo que Wallace seguía
protagonizando sin descanso un gran número de películas; su adicción a la
morfina era cada vez mayor y también sus necesidades de consumo. No tardó mucho
tiempo la prensa en comenzar a extender rumores en los que se mencionaba a un popularísimo astro de la Paramount
adicto a las drogas. Una adicción que avanzó al mismo tiempo que su consumo de
alcohol. Pronto, los periódicos comenzaron a dar señales de alarma. Aunque
intentaron, al principio, mantener oculto el nombre de Wallace. Al final,
apareció el Variety de 25 de noviembre
de 1920, donde se leía muy bien lo siguiente: Thomas Tyner fue detenido con siete paquetes de heroína en su poder.
Según, su declaración, Tyner estaba entregando la droga a una de las mayores
estrellas cinematográficas, y, ya era la segunda entrega que le hacía. La
prensa le cogió el gusto al bueno de Wally, en esta ocasión, le tocaba al
Herald de los Angeles, que el 25 de mayo de 1921 publicaba en primera página la
noticia la detención del traficante Joe
Woods. Woods era un viejo conocido dealer de los Angeles, de una larga
trayectoria en el tráfico de estupefacientes. La bomba informativa no era la
detención en sí del camello, sino que WR estaba requiriendo sus servicios en el
momento de la detención.Lo más
sórdido del affaire, es que Wallace Reid había quedado con Woods en su casa
para comprar las dosis. WR estaba de los nervios y la cosa no parecía calmarse.
Ya que en otoño del mismo año, el 23 de Septiembre, la revista Variety publica una nueva noticia en su portada, en la cual, se relacionaba al defenestrado Wallace Reid con
el problema, de su adicción a la morfina, por culpa de la mala vida y el
sempiterno dolor crónico. Esta vez apuntaba directamente a su mujer DD como cómplice,
encubridora y facilitadora del popular opioide, en vez de alejar a su esposo de
tan execrable afinidad. La situación era insostenible, pues, Reid estaba
con un síndrome de abstinencia brutal. Es más, en el rodaje de la película que
se llevaba a cabo, no quedó más remedio que sujetarlo para terminar de filmar
los últimos planos. En marzo, del año 1922 WR, ante su incapacidad para soportar
una vida dentro de la lógica, se toma la decisión de ingresarlo en una
institución, que tenía más de tétrico sanatorio, que de hospital chic para todo tipo de personajes y
patologías mentales. Wally Reid estuvo recluido el resto de los siete meses que
cubrían 1922. Completamente aislado en una celda del sanatorio. Empero, la
retirada de facto de la morfina, lo que consiguió fue descontrolar el poco
equilibrio emocional y cognitivo que Wally aún tenía. Se comentó que con
Wallace Reid se utilizó un polémico método llamado la “Cura de Barker”. DD siguió al pie de la letra, cualquier esperanza
clínica, viniera de donde viniera; estaba desesperada y accedió a los remedios
del Dr. John Scott Barker. Este extraño galeno expuso su propuesta de
tratamiento a la Sra. Reid. Según, susodicho, especialista; el metodo —venido
desde Oakland— era puramente clínico/medicamentoso. Se les presentó a la Reid
como algo novedoso, en este nuevo mundo de las adicciones. El Dr. Barker puso como ejemplo a su clienta más famosa, la actriz Juanita Hansen,
dijo que aquella cura estaba repartida, en un cóctel de píldoras desconocidas,
medicinas, vitamínicas y una estricta dieta para sacar todo el veneno que
permaneció en mi sistema. Los rumores de una historia por un sitio, y otra
por allá dijeron, que las píldoras eran tan sólo, medicinas de reemplazo, que
tuvieron un efecto de protección de una patología explicita. Sin embargo
conseguía una nueva adicción del paciente.
Entre los muchos compuestos que utilizaba este estrafalario
médico tenía todo un arsenal de farmacología letal; Adrenalina, efedrina,
luminal, emetina, escopolamina ilocarpina, tetraamina espermina y etc. Muchos
de estos productos eran raíces y hierbajos de las selvas amazónicas, sin testar
y algunas de ellas utilizadas en veterinaria. Los resultados fueron un
escenario de nueva adicción a todos estos productos. Pero todo cambio, en menos
de un mes, Wally Reid cada vez iba a
menos. Finalmente se decidió realizar este último tratamiento más agresivo en
su mansión Las medicinas y la bebida bajaron su inmunidad. Reid, era un harapo
con una percha de metro y ochenta y
cinco centímetros, que no se reconocía ni, en un espejo de feria. Reid
cayó una profunda depresión profunda, en
compañía de la del cuello largo, whisky, que entraba en su destartalado
organismo: lo único que quería tomar. La combinación de la morfina y el alcohol
iba a ser mortífera para el futuro de Reid y su espíritu. De repente, WR se
presentaba agotado entre sacudidas y temblores, delirios, boca seca y
disentería se apoderaban del joven actor. El resultado era la cura o la muerte.
Mucho más eficiente, a la hora de acabar con la vida de una persona, que
conseguir una reanimación estimular. Estas mezclas inquietantes se inyectaban
directamente, en el tórax de Reid, con la vieja conocida jeringuilla Pravaz. Los
efectos secundarios eran horrorosos y macabros en su sistema nervioso: la
pescadilla que se come la cola. Reid se iba ahogando poco a poco. Wally se
quedó allí durante seis semanas. La anécdota más espeluznante que quedó para
los anales de la historia del malogrado Wallace Reid pasó en 1922. WR estaba
trabajando en el film 30 días. Según palabras del gran Henry Hathaway ayudante
de dirección de la película comentó: la
mayoría de días era incapaz de levantarse y ponerse a trabajar delante de la
cámara. Iba dando tumbos. Había golpeado
una silla y decidió sentarse en el suelo, con la mirada completamente ida. De
repente, comenzó a gritar a lo bestia, sin sentido ni lógica. Lo levantaron y
lo colocaron en una silla.Allí
sentado y empezó a llorar. Los lloros terminaron en zozobra y finalmente se
decidió llamar a una ambulancia, que lo llevó al hospital. Obviamente era
bien sabido que Wallace Reid era un adicto politóxico; la morfina por
imposición del negocio, la heroína como
escapada y sustituta de la morfina clínica y la cocaína para estimular lo poco
que quedaba de la fortaleza de Reid. Wally se había convertido en un penoso
yonki frágil y delicado. Su devaneos con los dealers más conocidos de los Ángeles
le pasarían factura muy pronto. Wallace Reid comenzó a actuar en un gran número
de películas. A lo largo de su corta vida interpretó 100 cortometrajes y 60
films (muchos de ellos desaparecidos o destruidos por el tiempo e historias oscuras) junto a grandes
estrellas del cine mudo como Florence Turner, popularísima actriz conocida como
"Chica Vitagraph", Gloria Swanson, Lillian Gish y un montón de
actores conocidos y no tan conocidos. Cuando WR se daba cuenta que todo el
proceso de cura se estaba yendo al garete; repetía una y otra vez: me muero, me
muero… Todo esfuerzo fue en balde. Su esposa lo trasladó a un sanatorio privado
donde se desecó en un cuarto acolchado. No mejoraba. Y se moría lentamente. Aquella
noticia del internamiento en el sanatorio
psiquiátrico de Wally Reid generó un
tremendoshock entre la población de
EE.UU. Estamos hablando de una leyenda del cine mudo, en un contexto
socio-cultural, donde Wallace Reid era el tótem del ideal del joven —Made in
Usa— por antonomasia. Aquel hombretón, fuerte como una roca, guapo y sexy
estaba en su peor momento. El encantador Wally, en un triste 18 enero de 1923
con tan solo 30 años se marchaba de este mundo. No sonaba Jazz del saxo, ni
notas las bellas melodías del piano o el violín ni los ingeniosos chistes, ni
los besos a Florence. Tenía 31 años. En una de las célebres entrevistas que dio
a una periodista de crónicas cinematográficas dijo lo siguiente: “Adoro apresurarme. Si siempre me fuera en
coche gastaría probablemente la mitad de mi dinero para multas para romper las
leyes del camino. Si acelero más, en un camino abierto o a través del aire,
siento una oleada de sangre, a través de mis venas que va directamente al ritmo
de mi velocidad repentina”. El mejor amante de la pantalla muda tras la
bendición del médico patólogo cerraba sus bellos ojos para siempre. En el funeral de Wallace Reid estuvieron junto a la
viuda Dorothy Davenport: Noah Beery, William Desmond, Ed Brady, William S.
Hart, Eugene Pallette and Benny Frazee (su chófer particular). El féretro fue
sostenido por Victor H. Clark (en
representación de los actores de la productora de Lasky) Jack Holt, Antonio
Moreno, Conrad Nagel, Theodore Roberts y and Sam Wood. Así terminó la corta
historia del Ganimides de la pantalla silente: la primera gran víctima de la
aguja de Pravaz. Aquel 18 de enero fue uno de los días más tristes de la
historia de la cinematografía mundial.
Dedicado a Mauren O´Hara Agosto 1920/Octubre 2015 In Memoriam
Biografía consultada y recomendada
Wallace
Reid: The Life and Death of a Hollywood Idol
by E.J. Fleming Ed. McFarland&Co (2013)
Wally:
The True Wallace Reid Story by David W. Menefee Ed. BearManor (2011)
Todos
los 24 de diciembre, en la víspera de la Navidad, el sacristán de la catedral
de Plasencia Matías Chozas, se disponía a engalanar tan preciada reliquia. Un
tesoro —exclusivamente— confiado a su custodia, para exponerlo al día siguiente,
a la contemplación de todos los fieles y amantes de aquel niño Jesús. Matías
era un hombrecillo chepudo, patizambo y con una verruga en la nariz. Tal era la
horrible figura del hombre a quien se le había reservado el privilegio de ser
compañero de aquella reliquia adorable entre todas. Empero no es cosa de admirarse,
sino que al contrario, deberíamos, considerar que fuera escogido por la voluntad
divina, para demostrar que los más humildes y desgraciados son los que están
más cerca del reino de los cielos. Miles de bombillas de colores, forman esculturas en las calles de los pueblos y ciudades. Un sentimiento crónico,
nostálgico y melancólico, va invadiendo los corazones de los adultos. Los
niños, en cambio, rebosan euforia. Representando estrellas, renos, y arbolitos
parpadeantes, que cuelgan de las fachadas de los edificios, iluminando las
frías noches. No es el caso de estas últimas; suaves y apacibles. Inclusive
desconcertantes para los adictos a la postal navideña con muñeco de nieve en el
pack. Almas desconocidas, compartiendo sueños comunes en silencio, ajenas al
mágico vínculo que las unirá, únicamente, el devenir de las risotadas y carcajadas,
seguían los anhelos de amistad, música, tabaco, vodka, ginebra y hachís. Lo más
parecido a un viaje invernal por el medio oeste norteamericano, donde viajaban
juntos en un coche de alquiler, el mismísimo Capote,Kerouac y Cheever. Una contradicción propia del
jolgorio que deparaba la combinación de frío paniaguado, alcohol y
psicotrópicos. Por momentos, uno se imaginaba que Matías Chozas estuviera
hablando por un Smartphone de marca blanca consu
santidad Francisco; el grande del Vaticano.
Un
deseo de chaval que todos los años veía como no llegaba el regalo soñado y
volvía su mirada al espejo de la ingratitud. Pero hubo un tiempo, en el que
Chozas fue un hombre joven, alto, delgado y atlético que disfrutaba de la
iluminación verbenera de la Navidad y se apuntaba a la jarana de turno. Bebía,
fumaba y reía como un granadero prusiano. Después todo se nubló hasta que apareció
una chica de dulce mirada. Sus ojos irradiaban paz y despertaban ternura. Un
apego que inspiraba confianza y, esencialmente, ganas de vivir. Aquella mirada,
completamente diferente, enjabonada de pureza evocaba recuerdos de la madre de
su compañero de pupitre. Sí, esa criatura, era distinta al resto de todas las
chicas con las que se había encontrado en las mejores capitales de la vieja
Europa. Y de aquello ya había nevado y helado. Chozas aprovechó aquel instante
para pedirle una copa. Ella esbozó una sonrisa y le sirvió un chupito de Vodka —¿has
visto el arbolito de navidad?— Si lo he visto. He visto todo tipo de árboles,
formas, tamaños, realmente, hermosos.—Pues, éste, es sintético y a veces, nos
depara sorpresas.—¡Venga ya, no fastidies!—De verdad.—Acércate y lo verás. Se
levantó de la silla y se aproximó hasta el arbolito, para ver mejor como caía
el corcho blanco sobre las ramas. Algún tipo de artilugio mecánico, lo aspiraba
desde la base del tronco y lo volvía ascender hasta la copa, para que nunca
dejase de nevar. Mientras se repetía aquel carrusel: MC se deleitaba con la
estampa tan divertida que proponía el arbolito en cuestión. De pronto, la
camarera salió de su barra y comenzó a dar pasos en dirección a Matías. Ahora el
corcovado recordó donde se hallaba. El espantoso y tétrico lugar de su
miserable existencia.Y su cabeza le dio
por barruntar en voz alta: ¡Quién lo sabe! Es posible que esta bola estéril,
fría y negra, siga girando pausadamente alrededor del sol, y apagado y muerto y
tan frío como la tierra misma. Así como mi cuerpo, día a día, estación a
estación va debilitándose poco a poco.
Apenas
la cohesión que mantiene unidas sus partes, posiblemente, éstas irán desprendiéndose
unas de otras, y en lúgubre procesión, seguirán su ruta como ciñendo al que
para ella fue el luminar más espléndido del cielo, en luctuoso y deleznable
anillo que acabará por romperse y diseminarse por el espacio, para perderse en
sus insondables profundidades. Pero también es posible que no ocurra nada de
esto. Chozas no era consciente de que su pasado le imposibilitaba disfrutar de
la emoción y el orgullo del acontecimiento: una Navidad por la orden divina de
un papá que decía llamarse Paquito, en petit
comité, al que le gustaba el chocolate en taza y el papel Smoking. Tenía
delante de sí a la mujer de su vida; la joven camarera sonreía y bailaba sinuosamente encima de la barra del garito. Aquel instante no tenía precio ni comitiva que lastrar. Podía decir que esta Navidad no estaba sólo junto al abetito de turno. Son dos desconocidos compartiendo un
instante mágico como un plano americano del maestro Ford. Observando la caída del corcho blanco sobre un plastificado arbusto de
Navidad. Con sus corazones latiendo al ritmo de las lucecitas de colores.
Comentando lo lindo y bello de la visión que compartían... Cerró sus ojos y al abrirlos,
suspiró mirando el pequeño abeto de polietileno. El ritmo de las lucecitas
parpadeantes, se aceleró bruscamente, al tiempo que el suspiraba. Luego,
continuaron latiendo a la par que su corazón... ¿Sería mágico aquel arbolito de
navidad?...Matías recordó a
su difunta esposa y sintió escalofríos desde los tobillos hasta las orejas.
Consideró, que jamás volvería a tener, en su vida, a alguien como María. La
mujer de su vida que falleció en un día de Navidad. No obstante, en Navidad, a
veces, los deseos se cumplen y el Papa Francisco le cogió de la mano y le pasó
un peta de libanés.—Fuma, Matías y recemos por el futuro año.— Gracias,
santidad. No, colega, Paquito para los amigos. Se quedaron con un colocón del
nueve rezando —prevía mirada— con carcajada incluida, delante del hermoso pesebre, mirando al niño Jesús.
Dedicado a un país que sueña con la Navidad y un gran regalo
Fotogramas adjuntados
The
Bishop's Wife (1947) by Henry Koster Kisses (2008) by Lance Daly La
petite marchande d'allumettes (1928) Jean Renoir& Jean Tedesco
Este ha sido mi retrato diario. Una venganza de Wilde, pero con otro espejo, y, de
apellido distinto, a Grey. La ruina de
una existencia asombrosa y espeluznante. La versión diaria, de una crónica de
adicción y zozobra, en la que me hallaba sentado. Mientras masticaba la
resignación de la incoherencia y lo patético: como las demás cosas de la
tierra. ¿Quién sabe? Mejor, utilizaría el eufemismo de un estado hipnótico. La
silla de polivinilo —que me sostenía— a lo largo de mis 24 horas. Ésta tenía un
nombre farmacológico; parches de fentanilo
con lidocaína. Si me portaba bien la
boticaria solía regalarme una piruleta de morfina. Todo mi dispensar, que le
aportaba, le generaba una erección clitoriana. ¿Qué se había comprado un nuevo Audi de aluminio o un Lexus? Da
igual. Vamos que me la suda… En mi
tierra manida de la chica, que tenía una cerilla, y, una verruga mágica con un
caporal que emulaba al gran Lejarreta. Todo es posible. No hay naturaleza
material que pueda suplir el desorden espiritual de un servidor, con apenas 29
años de edad. Embobado, en el chupachupa
de la piruleta y el desasosiego del desastre vital. Antes de llegar a los 30,
ya no me quedaban dientes. Ni Vitaldent quería hacerme una chapuza. Mi
boca es tan desagradable, que la sonrisa de Richard Kiel; es la de Tom Cruise
al lado de mis piños.
La
pesadilla comenzó hace diez años: luego jueguen Uds., a la aritmética. He
intentado la terapia del cannabis empero nunca me he podido con él. Sólo me ha gustado fumar Cohibas con Whisky
de Malta, y, en las noches más destroyer de la city: un poco de Crack. No
solía fumar cualquier piedra de algún yonki del viejo cauce. Tenía mi pipa de
cristal de bohemia con una Geisha lacrada y las rocas —que me fundía— eran
producidas por la sabiduría, minuciosa y sosegada, de un viejo amigo (doctor en
química). Apenas suministraba a unos 10
tipos, de diferentes lugares de Europa, gente de altos vuelos. Eric sigue igual
de bien. Es de las pocas personas con las que puedo contar, en este último
tramo, de un recorrido dramático. Pero da igual, yo sigo con mi mierda
habitual. He llegado a tomar más de 46
pastillas, al día, de la mejor colección vintage de la farmacología suiza. Entre antiinflamatorios,
analgésicos y opiáceos de todos los colores. He sentido vergüenza de mí, por tener que esnifar morfina en la silla
de un ambulatorio. Los dolores aparecen sin previo aviso y te atrapan, a su antojo. Sin embargo, yo siempre he apelado a la naturaleza de la
síntesis contractual del azar. Ahora lo llevo mejor estoy con unas 28/30
pastillas, juntando las coronarias. Llegué a engordar 25 kilos gracias a los
corticoides. Me negué a seguir con esa
terapia. Finalmente me los quitaron y perdí 30 kilos.
Lo mejor de este
desastre divino fue el viaje lisérgico, arrítmico y con un suflé caramelizado
de estricnina.
La respuesta se llama el medicamento de la mayor empresa —del negocio— de
pastillas milagrosas: Pfizer; Pregalbina a gogó. No quiero dar nombres
comerciales, sobre esta mierda. Me la repampinfla, alguno se me habrá escapado. No puedo controlar lo incontrolable, pues,
ya no soy; yo. La puta Pregalbina es eficazmente, demoledora. Ahora, si quieren un poco de juerga está la Gabapentina(cosas de la competencia). Los galenos
tienen un nombre para esta patología. Los americanos —que son muy guais— le
dieron el nombre de, DOLOR NEUROPÁTICO.
La verdad que hasta suena cool. En mi
caso, particular, es el mismo dolor, a causa de una ESTERNOTOMÍA CORONARIA. Luego, jugando a la gramática eventual, mi
dolor es neuropático postesternotómico.
Bueno, estoy convencido que la clase de
Anatomía de Grey se les está haciendo muy interesante. Una puta basura. La
mayor condena de un criminal. Les voy a hacer una pequeña confesión; esta
historia me está costando mi existencia personal. Dicen que mejorarás, que las
cosas irán a mejor, pero cada año que pasa es ceniza de un habano que se fumó
el capo. Tengo que tomarme toda esta mierda hasta el final de mi vida y bailar
en la oscuridad, con la enfermedad matriz, la del coure.
Es
una danza que hemos sellado y no es de las estrellas, más bien, de un Super Glue 3 de última generación. Tenía
todo preparado para mi suicidio; el próximo 20-D. Perdida la fe y la voracidad
devoradora por todo tipo de sintéticas morfinas y protectores estomacales. No
atisbaba ninguna salida, ninguna vía de escape, tan diabólicamente perfeccionada.
Era la disposición de los acontecimientos que encharcaron mi cavilada decisión.
De repente, la lava del viejo volcán apagado del Teide irrumpió. Desde los
eriales, cruzó el charco y se presentó en las calles de la capital para hacer
explosionar la comprensión de la redundante realidad. Cuánto más fuerte se hacía, entonces, la sensación de mi patética
historia sucumbía en un pequeño fragmento, hábilmente impalpable, de lo que, en
sí mismo, no era más que olivina
partida desde el infinito. No podía más, ante esta encerrona. Sin salida,
sin recursos. Hasta los huevos. Me puse a llorar, gritar y terminé rompiéndome
dos huesos de la mano tras dejar la marca de mis nudillos en la pared. Un
hombre puede soportar lo que le echen: los cojones. Es mentira. No hay ser
humano capaz de aguantarlo.
Había
llegado al punto de saturación exacta, que termina por buscar al karma
espiritual y comértelo hasta hacerlo desaparecer. Otros pobres desgraciados buscan a Lourdes en los grupos de apoyo como
el incomprendido Palahniuk. En el
límite de lo insoportable del putísimo dolor más absurdo del mundo. Entre la
fatalidad perpetua apareció un rayo de sagacidad. A ver, esperen un
momento—Todavía no he comenzado a tomarme las pastillas para despedirme. Veo el
mar refractarse en mis ojos. Está puro, puedo oler su aroma cristalino. La
fuerza de la espuma y el salitre parece acariciar mi cara. Ahora se vuelve más
hermoso, en sus movimientos precisos, del rompeolas. Desde el macizo escarpado
en los tragaderos del barranco, ya veo como escapo de la mazmorra monacal de mi
turbadora vida. Ahora, sí. Ya me fundo con el azul profundo y pulido de las
piedras en la orilla que iban tratándome con gran esmero y delicadeza. Aquella
cara contraída de dolor y pánico comenzaba a dibujar una tierna mueca de
sonrisa, a modo de gratitud. Soy libre, como el viento. Ya no hay cadenas que
puedan agarrarme. Es el fin de mi condena y el principio de sus próximas
navidades. Sean felices. Yo, ahora, que no estoy en este mundo. Lo soy, mi querido Doctor House.
FIN
Dedicado
a todos aquellos que sufren dolor de verdad. No tonterías; como jaquecas, menstruaciones y similares...
Fotogramas adjuntados The Elephant Man (1980) by David Lynch Sling Blade (1996) by Billy Bob Thornton Dalton Trumbos´s Johnny Got His Gun (1971) by Dalton Trumbo Mar adentro (2004) by Alejandro Amenábar Dr. House (2004) by David Shore
A
lo largo de la historia del ser humano, la gula ha sido el pecado más ignorado por la religión
cristiana. Algo, con lo que no contaba, el creador, las actuales y adictivas cadenas de alimentación. El culto por los Fast Food es el balneario de la gula,
en todo su esplendor. Sin embargo, este pecado no solo habla sobre comer, sino de
toda sustancia nociva, de la cual se abuse. Lo paradójico del reto es que ese
ingrediente, de la que se presume: como altamente nociva. Más tarde o más
temprano; algo acabará con servidor y el resto del planeta. En la antigua Roma,
los romanos eran glotones empedernidos. Se hicieron famosos, en la historia
antigua, por sus exquisitos banquetes donde comían hasta hartarse y cuasi
reventar. Muchos se dirigían a la ventana más cercana y vomitaban todo lo que
habían ingerido. Una vez vaciado el buche regresaban a la mesa, para seguir
devorando manduca hasta la próxima regurgitación. El arte ha dejado obras
maestras, en manos divinas, caso de Hieronymus Bosch, donde se puede contemplar
la gula desde una perspectiva milimétrica. Por una de las secciones, de la Mesa
de los pecados capitales; se aprecian cuatro personajes. En la mesa hay un
hombre gordo comiendo. A la derecha, de pie, otro que bebe ansiosamente,
directamente de la jarra. A la izquierda, una mujer presenta una nueva vianda
en una bandeja.En primer plano,
una salchicha se asa al fuego. Aparece un niño obeso, que simboliza el mal
ejemplo que se da a la infancia. Siguiendo con los siete pecados capitales y aquella
joya que rodó el solvente David Fincher, en la entretenida Seven; la gula
reflejaba uno de los episodios del film más desagradables y a la vez tragicómicos.
Y es que la religión cristiana atribuye un color y un animal a este pecado. El
cerdo y el color naranja. No vamos a ser malvados con este asunto del cerdo y el
tono naranjito. Pues, vivimos en un mundo de ideas perversas y demasiado
calenturientas, que en manos de fútiles interpretes podrían embadurnarse de
estulticia. Actualmente, la gula es el pecado que se mira con menos recelo, ya
que el culto a la comida, es más un arte, que un pecado. ¿Qué se lo pregunten a
los directivos de las cadenas de televisión española y su pasión por los
Realitys de cocina? Creo, que nos hemos
explicado y el porqué de nuestro
itinerario por alguno de los Affaires más brutales de la vieja Babilonia/Hollywooland
Decididamente, una lectura de los Pecados Capitales, a través de la obra de
Dante Alighieri nunca está de menos y este tiempo, actual, donde el otoño está
siendo una estación agradable, siempre hay un hueco para una buena relectura.
El concepto gula, se define, como todo apetito desmedido hacia cualquier
sustancia que el cuerpo demande, incluyendo drogas, alcohol, y por supuesto, la
manduca a tutiplén. Ahí, encajaba de maravilla nuestro personaje de hoy; RoscoeFatty Arbuckle. Seguimos instalados, en la década divina, donde
esos de la segunda cámara secundaría digital en 4K, no existía y menos aún el cute
& delete. No los rollos de las vetustas películas del joven Kodak and
Cia. A golpe de manivela nos ponían al día de los devaneos de nuestro amado y
primitivo Hollywood. Aún reciente, la muerte del gran Wallace Reid y la maldita aguja de Pravaz. Aquella prístina
sociedad, del espectáculo cinematográfico, estaba de bajón. El público
necesitaba risas, carcajadas a mandíbula suelta, y de nuevo, lo que es ley de
vida: el show debe continuar. Posiblemente, Hollywoodland era así de
caprichoso. Un día cualquiera, de la noche a la mañana, llamas a la puerta de
un productor y tiene el baño hecho unos zorros.
Del
soplete y el plomo, a dirigir películas
mudas. Sintéticamente esta sería la historia de un un tipo enorme y rebosante
de carne por todos sus costados; nuestro protagonista de esta crónica. Roscoe Fatty Arbuckle tenía 34 años y pesaría,
entre los 120 a 140 kilos de peso. Dicen que cuando nació pesaba 8 kilos y con
él nueve hermanos. Sus padres emigraron desde Kansas hasta California. Como
muchas-os de las grandes estrellas, con una infancia triste y difícil. Su padre
era un borracho maltratador de mucho cuidado. Pues, el progenitor la tenía bien
tomada con el chaval. Puso en duda, en
más de una ocasión, el lazo de sangre entre el pequeño Roscoe y él.
Sospechaba que un mozalbete tan gordo no daba con el patrón de una familia de
talla normalita. A ello, se le sumaba la mala salud de la madre de Fatty, que desde el parto, la mujer
había ido a menos. Fatty odiaba su
físico y las constantes humillaciones—típicas y crueles—de tus compañeros de
colegio e infancia. Sin embargo hubo un lugar, donde FA era el dueño absoluto
del tablero. Decidió que había que ganarse las habichuelas y se puso a trabajar
en compañías de vodevil, como mimo, humorista y acróbata (suena extraño, pero
era realmente ágil, a pesar de su peso). FA, desde los 8 años deslumbraba, al
personal pero la muerte de su madre a los 12 años fue un palo, en toda regla. A
solas con un montón de hermanos y un padre alcohólico y violento que lo maldecía.
Siempre que podía le arreaba o le insultaba. Hasta que un día lo dejó. El
chaval era listo y pronto se buscó la vida como botones en un hotel en S. José.
Allí, un tipo lo observó trabajar. Fatty le encantaba cantar y no lo hacía mal.
Bien, aquel tipo lo puso en un teatro, donde rulaba gente de todos los pelajes.
Desde crápulas vividores, puteros impenitentes, buscadores de fortuna y quién
sabe, si algún productor del vetusto Hollywood. El chaval estaba muy nervioso,
pero pronto entró en calor un par de canciones, unos chistes y unas cuantas
acrobacias; se metió al público en el bolsillo. Un público entre los que se
encontraban algunos notables del mundo del espectáculo. Fatty inicia una carrera, muy en serio, desde el momento que conoce
a Sid Grauman, en el teatro Unico de San José. Posteriormente, paso a ser el miembro estrella, en una
compañía de teatro de Oregon. En 1906
y es contratado por un tipo llamado Leon
Errol para trabajar en el teatro Orpheum.
Un día apareció en el Last Chance Saloon, donde FA se
travestía y cantaba para una platea de borrachos mineros —que disfrutaban con
el show— como bebés al son de una nana. Errol le dejó el nombre de Fatty de
por vida, algo que él odiaba y aborreció a lo largo de su carrera artística. FK
era ya un personaje notorio en la escena norteamericana y ese momento, que le
sonreía no lo dejó escapar. FK sabía que un tren de los grandes estaba
esperándole en el apeadero. En 1912
conoció al director y productor Mack
Sennett, dueño de la Keystone Kops Film Company por un asunto de lo más
chocante. MS necesitaba arreglar un inodoro y FK era un manitas con la fontanería, en un periquete, le arreglo el WC.
Mientras resolvía el entuerto, Sennet observaba —detenidamente— sus
movimientos: una agilidad asombrosa para mover herramientas pequeñas y que
requerían de manos habilidosas. Fatty desprendía un halo a diversión sin
quererlo; un don innato. Había caído en gracia y muy pronto acabaría de socio
de Mack Sennent. Comenzó ganando
25 dólares a la semana y a los pocos años sus películas lo convirtieron en uno
de los cómicos más famosos de los Estados Unidos, a la altura de Chester Conklin o Ben Turpin. Fue un
buen amigo de CharlesChaplin(BC reconoció en sus memorias que su estilo dejó señas de maestro).
Y es que Chaplin empezó con un pequeño papel de extra en una película de Arbuckle.
Mabel
Norman—esposa— de Sennett, en comedias que eran la admiración de sus propios
compañeros y competidores: Charles Chaplin y Buster Keaton. A partir de este
año, la Paramount le ofreció el control
total de sus películas, además de crear la
Comique Film Corporation exclusivamente para él, acontecimiento único en la
industria de la época. Acababa de convertirse en el actor mejor pagado de su
época, pues, ese contrato se estimaba que sería alrededor de un millón de
dólares para realizar 18 films y un alto porcentaje, de taquilla, más, en
calidad de actor/productor ejecutivo de su nueva compañía de cine. En 1921,
echen cuentas de TAE y TIN, y demás
variables devaluatorias: un Potosí. Fatty estaba montado en el dólar. Tenía
mucho dinero.En agosto de1921
Arbuckle estaba en la cumbre de su carrera. Era un nuevo millonario de aquella
nueva Babilonia: tenía 25.000 dólares en ropa, un Rolls—Royce y una mansión en
Beverly Hills. A veces, seguía dándole vueltas a la cabeza al maldito apodo de
Fatty, pues, lo abominaba. Por no decir, que le asqueaba escucharlo, cada vez
que oía el maldito mote. Sin embargo los estudios lo obligaban a mantenerlo a
cualquier precio, es decir, como si se comía una granja de pollos entera. Fatty
debía de estar siempre orondo y relleno. Hay
que reconocer que con un peso de 140 kilos, aquel tipo tenía una agilidad que impresionaba
las futuras estrellas de la comedia cinematográfica. Una condición genética, a
la que le estuvo agradecido, de por vida. Fatty
era un hombre generoso, bonachón y amigo de las fiestas, que la prensa del
espectáculo calificaba de divertidas y desmesuradas. Otras lenguas hablaban de
un tipo aireado y malhumorado que bebía como un cosaco. Adicto a la morfina y
la cocaína. Como muchos de los de aquella época, el ritmo de trabajo era
agotador y los estimulantes estaban a la orden del día. El pobre Fatty sufrió,
en una de sus piernas—una herida— que derivó en una infección bacteriana del
carbunco. Su estado era muy débil, ya que durante el proceso perdió unos 25 kilos,
y, la cosa se puso muy fea, cuando los galenos estuvieron en un tris de
apuntarle la pierna.Y posiblemente, queridos amigos, el peor pecado no sea
la gula de Fatty, sino la envidia del personal, de ver como un tipo orondo y
arrogante triunfaba. Los
dolores eran tan fuertes, que se pueden imaginar el resultado del trance, pues,
un buen chute de morfina era el mejor paliativo para seguir en forma. Fatty Arbuckle tenía fama de obesivo/compulsivo por la limpieza y la
gula lo devoraba mentalmente. Comía hasta vomitar la última aceituna, y, poco
después volver a darse un nuevo atracón. Pero ya hemos hablado de los pecados
capitales: De la gula a la avaricia y de soberbia a la envidia hay un apenas un
minipeldaño. En 1920 impulsó la carrera de un joven que se convertiría en su
mejor amigo, Buster Keaton. Buster fue el cómico que nunca reía y esto tiene
una razón: cierta vez fue a almorzar con FA y un productor de la Paramount para
hablar de un papel que le iban a dar. Keaton tenía una seria crisis estomacal y
hacía esfuerzos para no reírse y no vomitar.
A Fatty le causó tanta gracia que le pidió
que siempre se mantuviese serio. El 3 de setiembre, su amigo, Fred Fischbach planeo una gran fiesta
para celebrar la buena marcha de la carrera de Fatty.Roscoe que triunfo rápidamente, pronto se dio cuenta
que en este negocio iban unos añadidos con los que tenías que convivir. Su timidez inicial y una relativa fobia social, por los saraos
de promoción, de repente, todo cambió. El plus de relacionarse con la gente, y por ende, la
obligación de generar una mayor sociabilidad, poco a poco terminó por ser los
más sociales de aquel mundillo. Sus fiestas y eventos era lo más de lo más.
El actor anunció que se iba de Hollywood a San Francisco a festejar durante 48
horas. Concretamente, el éxito de su nuevo film; loco para casarse planeo una gran fiesta para celebrar el
acontecimiento. Una fiesta, que se
convirtió en una superfiesta —de tres
días— en el Hotel de St. Francis en San Francisco. Una orgía que —desgraciadamente—
fue su cripta.Alquiló las habitaciones; 1219, 1220 y 1221 del hotel
St. Francis y llevó una victrola, discos, ginebra y whisky. En los Estados
Unidos regía ya la Ley Seca, pero era también la época del jazz, de los Años
Locos, y Fatty era Fatty. Las mejores
fiestas del mundo…Estas fiestas
dejaban a las fiestas de la Ibiza del S.XXI a la altura del betún. Pues,
algunas duraban días y semanas. A ello había que añadirle la fama del aludido
en cuestión y el porqué de la celebración. Nadie se quería perder las bacanales
de Fatty Arbuckle. Pero su mujer, Araminta
Durfee, se cansó de los excesos de su marido y lo abandonó. El mundo de
Hollywood de los años 20 era un mundo frívolo en el que la bebida y las drogas
corrían a raudales por las fiestas.Una cuba de
alcohol y drogas de todos los colores habían corrido a raudales por las
habitaciones del St Francis. Algo que
no estaba en el guion era el affaire Virginia
Rappe. Al parecer, aquella prometedora, actriz murió desangrada por la
comentada peritonitis. Comienza un runrún de fondo donde se cruzan multitud de
versiones sobre una hipotética violación con una botella de Coca-Cola, a manos
de FA, la cual, le causó un fuerte desgarro en el interior de la de vejiga. Ella,
una aspirante a actriz famosa; Virginia
Rappe. Se sintió mal y pocos días después murió de peritonitis. Pero una amiga
suya acusó al cómico de haberla violado con una botella, consiguiendo llevarlo
a los tribunales. En tres juicios, FA fue declarado inocente, pero su carrera
quedó destruida para siempre. Obviamente,
aquel affaire protagonizado por Roscoe
Arbuckle escenificó —como ninguno— el descontrol de aquella Sodoma y
Gomorra psicotrópica, de todos los
colores y apetitos, de las que hemos hablado por estos lares, en más de una
ocasión. Tentaciones de las que pocos se salvan o abstenían en aquella
Babilonia sine die y Scottfitzgelriana.
No tengan la menor duda, que muchos de los que estaban detrás de la caza de
brujas sobre el adiposo Fatty, no estaban más libres de pecado y espíritu
envenenado.En el primer
juicio mediático—de primera categoría— que la prensa de todo el país celebró y
hostigó contra el indefenso FA. Aunque
él siempre se declaró inocente y las pruebas no indicaban lo contrario,
aparecieron en la prensa cientos de detalles escabrosos sin contrastar. Se
habló de que la gran obesidad de Roscoe: le impedía mantener relaciones
sexuales, y por eso, la había violado con una botella de champán o Coca-Cola. Otras
versiones hablaban de repetidas e incesantes violaciones sobre la actriz y del
ahogamiento de ésta, ya que al estar debajo de Roscoe, el peso de él la asfixió.
Comentarios que salieron de la boca de FA—dichos o figurados desde las
habitaciones contiguas a la orgía. Ya te
tenía ganas. He esperado cinco años, y ahora, ya te tengo.
Después
de una media hora más o menos, Delmont oyó a V. Rappe que gritaba. Entonces llamó
a la puerta y le dio un puntapié, ya que estaba cerrada con llave. Tras una
larga demora; Roscoe Arbuckle vino a la
puerta en pijama y con un sombrero de Rappe, ligeramente inclinada, el ala
hacia la izquierda y sonriendo con una cara de loco; era la típica sonrisa
cómica de pantalla. Detrás de él, Mis
Rappe estaba tirada en la cama, sollozando.
Arbuckle lo hizo”, dijo la actriz, según Delmont.Lo que sucedió en las horas subsiguientes destapó todo
tipo de cuchicheos de costa Oeste a Este.Los diarios deWilliam Randolph
Hearst tenían un enorme
lápiz al cual sacarle punta y por un buen tiempo. La gran historia deseada de
la prensa del higadillo. El editorial diría más tarde —que el escándalo— de Arbuckle
vende más prensa, que el hundimiento del Lusitania. Las primeras
páginas del imperio periodístico Hearst sacaba titulares espeluznantes. Todo
ello, con una antelación idéntica— a la de estos años tecnológicos— de infinitas
redes sociales. Mucho antes de Arbuckle tuviera la oportunidad de decir
su versión de los hechos. Aquellosrumores sobre, los
que FA había cometido, todo tipo de depravaciones sexuales comenzaron
arremolinarse.La campaña AntiFatty hizo su efecto. Toneladas de cartas inundaron los estudios
Paramount, en la prensa amarilla publicaron las más increíbles noticias. Adolphe Zuckor se asustó y rescindió el
contrato. La persecución que sufrió el orondo actor fue atroz. Sus
películas fueron retiradas de los teatros y varias de ellas fueron destruidas.
Aunque en el juicio se demostró su inocencia; el daño ya estaba hecho y Roscoe Fatty ya no fue nunca más el mismo. Arbuckle se entregó y estuvo durante
tres semanas en la cárcel. La Policía hizo la foto de la ficha de FA con unos
ojos azules abatidos, embotado en uno de sus trajes caros y sucios, con su característica pajarita.
Su cara redonda, empalidecía, y la sonrisa de Fatty se había difuminado. No
quedaba nada de la alegría de aquellas muecas del celuloide. Permaneció en
silencio como las insinuaciones sobredimensionadas. Dicen que todo esto venía de lejos. Pues, la actriz Virginia Rape tenía
25 años y había actuado, en un montón de producciones, con poca fortuna. Muchos
de los filmes que rodó fueron con el director y productor: Henry Lehrman, un tipo, que envidiaba, la suerte y el éxito de FA.
Casualmente, Miss Rape en una revista de la farándula fue preguntada ante la
hipotética reunión de ella con Fatty
Arbuckle. A lo que ésta, se explayó, a gusto, con el actor. Lo llamó—textualmente—ser repugnante, burdo,
vulgar y muy irrespetuoso con las mujeres. Estos comentarios fueron muy
cacareados, ya que la gente, que conocía bien al de Kansas, daba fe de su
caballerosidad y generosidad con todo el mundo. Obviamente, los abogados de
Arbuckle insistieron en su inocencia y se pidió que el público no hiciera de
esta situación un juicio paralelo hasta que todos los hechos de la
investigación concluyeran. Pero pronto se advirtió que la cosa pintaba fea, y,
el actor Fatty Arbuckle tendría hacer su mejor interpretación; la de
convencer a todo el mundo de su inocencia. El
comediante expresó a una historia muy diferente a la expuesta por M. Delmont.Arbuckle fue acusado de homicidio involuntario y la
vista para el juicio, en noviembre del
mismo año. El
fiscal, de San Francisco, Matthew Brady vio el caso la oportunidad perfecta
para poner en marcha; su carrera en el campo de la política, pero que está
empezando a tener problemas con su testigo estrella, Maude Delmont (misterioso y siniestro personaje que según
las afiladas lenguas del Hollywood más canalla, se dedicaba a procurar de
jóvenes ingenuas para las fiestas y orgias, donde circulaban los huéspedes
masculinos de mayor parné). Delmont solía
estar al quite de estos desagradables incidentes, pues, no era la primera
ocasiones que se encontraban a los invitados implicados en un escándalo, por el
cual, se les acusaba de violación. Delmont, ante situaciones más engorrosas
utilizaba la extorsión como herramienta para acuerdos fructíferos.
A
veces afirmaba ser un amigo de por vida de Rappe;
otras veces, ella insistió que se habían conocido pocos días antes de la
fiesta.Sin embargo, Brady procedió a juicio. Los periódicos nunca cuestionaron la
versión de la sibilina Maude Delmont.
Y el proceso de lapidación a Arbuckle seguía su curso. Su reputación era un
desastre, incluso después de que sus amigos Buster
Keaton y Charlie Chaplin avalarán
por su honorabilidad y comportamiento modélico. Finalmente la legión de picapleitos contratados por Arbuckle (ya había gastado más de 650.000 dólares) mostraron el informe médico, en el que Virginia Rappe había tenido una
enfermedad crónica congénita de la vejiga. Así como una gran cantidad de
abortos.Su autopsia concluyó —que allí no observaba— ninguna señal de
violencia en el cuerpo. Ni evidencias que la muchacha había sido atacada de
cualquier modo.(La defensa
también tenía testigos con la información perjudicial sobre el pasado de Rappe,
pero Arbuckle no les dejaría declarar, dijo, por respeto a los muertos.) El
doctor que trató a Rappe, en el hotel declaró, que le había dicho, que Arbuckle no trató de asaltarla
sexualmente. Pero el fiscal rechazó las alegaciones de la defensa con rumores.El 12 de abril de
1922, el jurado absolvió a Arbuckle del homicidio sin premeditación —después de
deliberar durante sólo cinco minutos— cuatro de los cuales fueron utilizados
para preparar una declaración: Absolución no es suficiente para Roscoe
Arbuckle. Tenemos la sensación de que se ha hecho una gran injusticia con él…no había la más
mínima prueba presentada para implicarlo —de algún modo— con los argumentos
espurios que se expusieron la Comisión de un delito. Fue honesto,
valiente y franco con la justicia. Contó
una sencilla historia que todos creemos. Le deseamos éxito y esperamos que el
pueblo estadounidense otorgue la sentencia de catorce hombres y mujeres que
Roscoe Arbuckle es totalmente inocente y libre de toda culpa. Una semana
más tarde, William H. Hays, quien la industria cinematográfica de productores y
distribuidores contrató como censor para restaurar su buena imagen y honorabilidad
del negocio fílmico dimitió de su puesto. Cuando se percató que Fatty Arbuckle aparecía en la pantalla.
No obstante, el daño estaba hecho. William H. Hays, no tardaría en volver a
campar por los estudios a la caza de escenas subidas de tono o diálogos
políticamente incorrectos. Las famosas películas de FA habían desaparecido de
todos los escenarios y teatros del país. Films entre los que destacamos: Lead Year (1924) by J. Craze&F.Arbuckle
Crazy to Merry (1921) by James CruzeThe garage (1919) by R. Fatty Arbuckle Back
stage (1919) by R. Fatty Arbuckle Out West (1918) by R. Fatty Arbuckle Good
Night, Nurse! By (1918) Fatty Arbuckle The Butcher Boy(1917) by R. Fatty Arbuckle The Bell boy by R. Fatty
Arbuckle 1917 Coney Island 1917 by Roscoe Arbuckle Mabel, Fatty and the Law
1915 by Roscoe Arbuckle The Rounders (1914) by Charles Chaplin The
Knockout (1914) by Charles Avery Fatty
Again (1914) by Roscoe Arbuckle. Hablamos de un actor que entre unos
rodajes e interpretaciones hizo alrededor de 170 peliculas Por el contrario, Fatty Arbuckle
estaba exhausto tras todo este tiempo de pleitos. Terminó cambiando su nombre
por el de William B. Goodrich y
trabajó detrás de cámara, dirigiendo películas para los amigos que se
mantuvieron leales a él y apenas ganan la vida de la única empresa que conocía.
Posteriormente, esos buenos amigos comentaban muchas de las grandes habilidades
que siempre tuvo para descubrir nuevos talentos. Su gran amigo de toda la vida,
Buster Keaton le ofreció dirigir un
moderno Sherlock Holmes en 1924 pero
FA había perdido su carácter afable y simpático. Se había convertido en un ser
amargado e irritable. No le dejaron dirigir la película su amigo Buster, pero
insistió y finalmente rodó El molino de los duendes The red mill (1927) con Marion Davies (la esposa de Randolph
Hearst). Fatty dirigió después Por encomienda postal Special delivery, (1927)
con Eddie Cantor y Windy Riley goes
Hollywood (1931) con Louise Brooks.
Curiosamente, Mabel Normand, su
ex-compañera en tantas películas, también tuvo un escándalo en 1922 que
destruyó su importante carrera muriendo en 1930. Fatty en el sonoro sólo
rodo un cortometraje como actor, visto en Hollywood, crónica negra (Hollywood,
Unsolved Mysteries, 1989). Sin un centavo y con el secreto de todo el affaire más inquietante del Hollywood, de aquellos años. En 1933 un ataque al corazón acabó con la sonrisa de
niño de grandes ojos azules y cara mofletuda. Roscoe Fatty Arbuckle tenía 46 años y vivía en la más absoluta
soledad de la habitación de un hotel. Su alma y la de Virgina Rappe se llevaron el secreto más deseado de la divina comedía del cine, en la pérfida Babilonia. Descansen en paz
Dedidacado
a Allen Toussaint enero de 1938/noviembre
2015 In memoriam
Bibliografía
consultada y recomendada
Roscoe
"Fatty" Arbuckle: A Biography of the Silent Film Comedian (1887-1933)
by Stuart Oderman Ed. McFarland. Redición (2005)
Frame-Up!:
The Untold Story of Roscoe Fatty Arbuckle byAndy Edmonds
Ed.
William Morrow (1991)
The
Day the Laughter Stopped by David Yallop Ed. Kindle Amazon Yo,
Fatty (Panorama de narrativas) by Jerry Stahl Ed. Anagrama (2008)
Cuenta la leyenda que Tros de Dardania tuvo tres hijos:
Ilo, fundador de Ilia, Asaraco, y el semidios
Ganimedes, el más hermoso de los humanos. Tros amó a Ganimedes desde lo más
profundo de su corazón. Pero el jefe, y rey de los cielos, Zeus se prendió de
amor por el los muslos del joven troyano. Los demás dioses se regocijaron de
contar con Ganimedes, pues su belleza les colmaba de gozo. Y Ganimedes vio que
maravilloso era servir néctar a los inmortales. Pero en el mundo de los
mortales; las cosas adquieren una dimensión más dura. Algo de Gaminedes hay en
toda la trágica y fulgurosa carrera del actor e icono del cine mudo de
principios del S.XX. La historia de Wallace Reid es la crónica de un Hollywood
más cercano al viejo pueblo de la soleada y árida California de EE.UU, en pleno
estado, catatónico, a la búsqueda de vetas y pepitas de oro. Aquel polvoriento
y vasto lugar, que, en 1912, lo recorría la avenida central y no muy lejos de
allí se erigía el hotel Hollywood.
Apenas una par de oficinas arrinconadas que
se configuraban como los nuevos estudios de la ciudad del cine: Hollywood.
Desde el mítico estudio Selig Polyscope Company, el cual, apenas sobrevivió
hasta 1918. En 1911 se inauguraba, la Nestor Film Company, de David Horsley, dentro
del distrito de Hollywood e inmediatamente se fundó el estudio la antigua
Blondeau Tavern, en Sunset Boulevard. En 1912, las grandes compañías de cine ya
estaban establecidas en Los Ángeles o cerca de la ciudad. En gran parte,
gracias a los impuestos de Thomas Edison sobre las patentes de cine, y al clima
cálido y soleado, que facilitaba los rodajes. Los vaqueros y los indios que de
vez en cuando se lanzaban de arriba abajo. En Hollywood Boulevard se hacían
"Westerns" y aparecían nuevos dandis pretendientes a superstars,
cupleteras, cómicos a gogó y demás mescolanza esperaban el gran festín: la
llegada de las grandes majors de la historia del cine. Chaplin, Pickford y
Fairbanks dieron el pistoletazo de salida, a
esa una nueva Babilonia, donde la ley del más fuerte prevalecía. Como
los hermanos Bros de la Warner, la
Universal de Laemmle Dintenfass, Baumann
y Cia. La Fox film Corporation de William Fox, CBC Films (Columbia) de los Cohn,
la Paramount, la RKO y la MGM de Louis de Richard A. Rowland. Nuestro amigo
Wallace esperaba pacientemente su momento de gloria, ya que él, y su director
D. W. Griffith harían historia en un film que marcó el devenir de este arte. No
obstante, esa epopeya está por llegar. Más tarde hablaremos de WR, en El
Nacimiento de una Nación. La llegada a Hollywood era el principio de una nueva
vida para Wallace Reid, una ruptura completa con el pasado. El pasado es algo
chocante y un poco surrealista cuando
hablamos del pasado de un actor que apenas vivió 31 años. ¿No les
parece? Sin embargo, la pregunta procede: ¿Quién era el auténtico William
Wallace Reid? Bien, hablamos de un joven americano: atlético, fino, limpio, culto y de un relativo
porte noble que se podría haber encontrado en los cuarenta y ocho estados que
configuraban los EE.UU. Wallace Reid vivió treinta y un años. Nació el 15 de
abril de 1892. Murió el 18 de enero de 1923. En aquellos treinta y un años
embaló la experiencia, el trabajo, el éxito, las alegrías y angustias, los
problemas y tentaciones de un periodo fascinante del 7º arte. Dicen que la
presión del starsystem lo mató. Demasiado reduccionista pensaran Uds. Pues sí,
detrás del personaje “Wally” para los conocidos y amigos, residía una persona
más compleja y sensible. Esos quince años de estrellato fueron los más parecido
a la supernova de Wally Reid, el joven y enérgico actor, que todo el mundo
quería estar con él, y, observar en directo el accidente del Challenger versus
Redid; cuando en pleno ascenso, el actor explotó en mil añicos. Cosa que al
hermoso Gaminides no le ocurrió, pues, él consiguió su sillón en el altar de
los dioses divinos y allí se quedó viendo pasar el devenir del tiempo. Dicen
que Wallace Reid fue un idealista; un joven lleno de bondad, generosidad y gran
entusiasta de la vida. A Wally Reid, cuando no estaba rodando películas su
adicción por la velocidad era alucinante. Aquel tipo destrozó más neumáticos
que el finlandés Raikkonen después de una juerga de lúpulo tras una carrera resacosa
por su afición por la refrescante malta. Reid era un esteta de lo selecto y no
había carretera del viejo Hollywood que no hubiera dejado la marca de las
ruedas, de su Marmon Coupe o el descapotable Stutz. Corría como alma en vilo
delante del diablo con una botella de whisky en la guantera. Entendía de
coches, de buen vestir y bellas mujeres. Mucho antes de lanzarse al Hollywood
Babilónico mostró sus dotes con la pluma. Sus conocimientos de mecánica y
modelos de cuatro ruedas le llevaron a trabajar en el Magazine Motor. Además de
sacarse unos dólares para hablar de los últimos modelos — que salían al mercado—
lo pasaba en grande en los circuitos viendo las mejores carreras de la época.
También probaba la mercancía y eso lo hacía muy feliz. Obviamente, estamos ante
uno de los protoiconos de la velocidad, que, a posteriori, ya en los 60/70,
enfundados en monos ignífugos de los caretos de McQueen o Newman. Marcarán el
estilo de la estrella hollywoodense cool y viril. Evidentemente, esta pasión le llevó a tejer una gran amistad
con famosos pilotos de carreras. Reid era tan intrépido y precipitado como su
físico. Uno de actores más atractivos de aquellos tiempos. Sin embargo su
premura libertina fue un arma de doble filo a lo largo de su corta pero
dilatada vida: unos lo idolatraban y otros lo censuraban por no decir que lo
envidiaban.
Reza la leyenda que el sagaz Griffith —descubridor de su talento— que le sacó de
más de un entuerto con la ley por sus excesivos derrapes con la velocidad y el
alcohol y las drogas. ¿Quién hubiera pensado, que el mozarrón Reid, lo mataría
la morfina, en una jeringa Pravaz, y no su veloz Marmon? Y es que la vida da muchas vueltas.
Demasiadas; por no decir volteretas mortales. Sepamos de lo que un hombre puede
ser capaz en tan sólo 31 años. Wallace Reid nació en abril de 1891, en Saint
Louis (Missouri), dentro del seno de una familia, muy unida al mundo del espectáculo.
Su padre, Hal Reid, fue un reconocido escritor, guionista y productor teatral,
que alcanzó un gran éxito representando sus obras teatrales por todo el país.Su madre,
Bertha Westbrook, para no desentornar la variable genética llegó a ser una actriz
teatral, de las más conocidas, por aquel entonces. Wallace actuó por primera
vez en el teatro a los cuatro años de edad, y, de aquella infancia siguió participando en más obras. Empero, sus padres
prefirieron darle una educación más profunda y lo enviaron a la Freehold
Military School (una academia militar). Durante los primeros años de estudios
estuvo alejado de los escenarios, destacando en las diferentes escuelas
privadas en las que estudió, donde reveló una especial inclinación hacia la
música y los deportes (gran atleta, jinete y hábil con el piano, saxo y
trompeta). En 1910, en uno de los frecuentes viajes que su padre realizó a
Chicago para unirse a la productora Ployscope Selig, Wallace tuvo la
oportunidad de visitar unos estudios de cine. En aquél instante, se quedó
mirando toda la tramoya que le rodeaba, y no se lo pensó dos veces: su sueño
estaba delante de él. WR quería ser cámara, confesando a su padre, que es lo,
que le pedía el cuerpo. Sabía que en aquel oficio del cine, el modus operandi
era muy parecido al castrense, y lo de empezar de abajo, o congeniar varias
actividades era la nota común. Su padre aceptó la decisión, no con muy buenos
ojos. Le hubiera gustado más que se hubiera dedicado a la medicina, pero quiso
que Wallace Reid fuera feliz. Evidentemente, el joven Reid entró en el negocio del cine y comenzó a
trabajar como auxiliar de director, escritor o director y de casi todo antes
que ponerse delante de una cámara. WR observaba como el mundo donde había
aterrizado era una burbuja fascinante, embrionaria y emocionante: como un
cuento de hadas. La vieja Babilonia era el lugar donde el séptimo arte cambiaba
a la misma velocidad que la aparición de nuevos ingenios industriales. Un mundo
lleno de talento, experimentación y por encima de todo, repleto de creatividad.
Un sitio donde aquel intrépido y apasionado WR observaba —atentamente—
anonadado, todo ese parque de atracciones. Tomó notas de algunos de los grandes maestros y pioneros. Así como el que no quiere, pero
dada la ocasión, que era una perita en dulce: termina interpretando su primer
film, "El Fénix" (1910), compartiendo cartel con Milton y Dolly
Nobles, dando vida a un joven reportero. Papel que interpretó a la perfección.
Por aquel entonces, WR se encontró con apenas 17 años con su futura esposa;
Dorothy Davenport era la sobrina de Fanny Davenport, una de las mayores
actrices americanas, por antonomasia e hija de Harry Davenport, toda una
leyenda de Broadway. Actor favorito entre el público y la crítica. Ella era una
chica realmente hermosa, de una personalidad asombrosa, con un talento enorme
que demostró en algunos films de la Universal. Esa naturaleza eclipsó al joven
Wallace, especialmente, su pelo castaño rojo y sus ojos azules oscuros. Además,
tampoco era tan idiota para saber que era una chica con parné. Continúo
trabajando duro y pasó a la escritura, con mayor ahínco, en calidad de
dialoguista y ayudante de dirección. Finalmente es contratado por el
director Otis Turner de Universal, como
asistente guionista y segundo auxiliar de director de fotografía. WR creyó
haber encontrado su sitio y el lugar en la vida que anhelaba. Así, como el
devenir de la vida, el paso de los años y algo tan prosaico y natural como
trabajar. Bien, trabajando, pero claro, uno más de la empresa. En el fondo, un
joven desconocido. Eso sí, asistente de dirección. Wally Reid afrontaba una
segunda década crucial, dentro de su más inmediato futuro. Wally Reid se
enamoró de Dorothy Davenport con boda a
la vista. Además, a los pocos meses, se
inicia el conflicto de la I GM. Wally Reid. Este contratiempo dejó a WR lleno
de contradicciones. Algo así como una relativa falta de seguridad en sí mismo.
En su más remoto interior se sentía un patriota, un americano más, que tenía
que aportar su entusiasmo para librar una batalla contra el mal. Pero otro
parte de su ser dudaba de los resultados y el beneficio para él del conflicto,
dada la excelente reputación y estatus que estaba adquiriendo su carrera.
Finalmente, el registro del departamento de guerra de Wally Reid dio el
veredicto de individuo no apto para atacar en el frente. Y lo más doloroso el
sellado indeleble con una “S”, en negrilla, que se podía interpretar como
holgazán o escaqueado. A los ojos del joven Wally se produjo una desazón y
sentimiento de fracaso, incluso de traición. Interiormente, no dejaba de
cuestionarse su decencia y valía, que vía derrumbarse, por las cotas de
grandeza de la propia familia Reid. Las
emociones y estremecimientos del rojo,
blanco y azul en su sangre, maceradas por las generaciones de hombres, que
desinteresadamente ayudaron, a hacer lo que era y marcar el carácter del
apellido Reid. No obstante, colaboró desde EE.UU con la creación de hospitales
de veteranos y las diferentes colectas benéficas para todos los heridos de la
contienda. Sin embargo, la música de fondo era muy triste. Dorothy Davenport, ya se había
consolidado como una estrella de las
películas.
Así como la mayor influencia
en la vida de Wally; su comodidad envuelta de amistad y fortaleza ante
los temores internos del apuesto WR. Algo que siempre supo valorarlo y
comprender, pues, la carrera de Wally no fue muy larga. Siempre tuvo muy claro,
que una de sus mejores amistades, en el buen sentido del término fue su mejor
amiga y nunca dejó de serlo hasta en sus agónicos instantes finales de
existencia. Dorothy Davenport era la brújula que respiraba sentido común, en un
entorno de locura y excesos del propio Hollywood. Mujer de un excepcional
sentido del humor y enorme lealtad. Wally Reid estaba muy orgulloso de ella y a
pesar de sus desparrames, tormentos y desordenes nunca hubo mejor persona que
ella. De las muchas mujeres a la que WR accedió ninguna le dio lo más
importante: el sostén y la templanza que mantuvo DD. Si alguna vez una mujer
mantuvo las manos firmes, de un hombre, esas fueron las de Wallace Reid. La
vida siguió y las casualidades del destino pusieron al mocetón WR delante de
D.W. Griffith, en 1915. Aquel físico dejó fascinado al maestro del Nacimiento
de una Nación. El legendario y visionario film que descubrió al mundo: el arte
prístino cinematográfico, en estado puro. Y por ende, Wally Reid, en todo su
esplendor. El poco espacio que apareció en la pantalla tuvo —el papel del estupendo herrero— el suficiente eco para
convertirse, en ese nuevo Gaminedes, que desprendía sexualidad por los cuatro costados. Ese
eterno masculino pero con un deje de jovialidad puramente americana. Poco a
poco, WR inicia un encadenamiento de rodajes que le llevara a actuar con las
grandes divas del momento: Florence Turner Gloria Swanson, Lillian Gish o
Geraldine Farrar. Reid firmó más de cien cortometrajes, y actuó en más de
sesenta películas para la productora "Famour Players", después
llamada "Paramount Pictures". Un nombre importante y grande para la
rival del trío formado por Mary Pickford, Douglas Fairbanks y Charlie Chaplin
con su audaz UA. Wallace Reid se convirtió de la noche a la mañana en el amante
más perfecto de la "pantalla". Siendo querido por mujeres, admirado
por hombres y niños atemorizados. Todo el mundo alucinaba con el chico que olía
a lavanda francesa: Douglas Fairbanks, John Gilbert o Rudolph Valentino o una
jovencísima Clara Bow que llegó a
esperar más de ocho horas para ver el aspecto personal de Wally en Brooklyn.
Tenía 22 años era grande, guapo, fuerte, lleno de la alegría por vida,
aparentemente, ya que pocos hubieran sido los que pusieran la mano en el fuego
por su final. Wally Reid ya había consumido dos terceras partes de su vida.
Aquel tipo Despertó en el corazón de la multitud un gran afecto, un afecto
durable, que todavía emite la fragancia, como la lavanda aplastada. Toda
América quería al machote bonachón de Wallace Reid que hizo las delicias, de su
público, en Carmen 1915 Cecil B Maria Rosa 1916 Juana de Arco 1917 Cecil B
Cecil B"The Roaring Road" (1919)“El Valle de los Gigantes”
(1919)Wallace Reid with serial star Ann Little in "The Source" (1918)
Excuse my Dust (1920) y Los Asuntos de Anatol (1921), trabajaron con Dorothy
Gish, Gloria Swanson, Geraldine Farrar y Bebe Daniels, cuadros de carrera
popularizados incluso Doble Velocidad (1920), Excusa Mi Polvo (1920) y
Demasiada Velocidad (1921); Forever
(1921) Too Much Speed (1921) The Charm School (1921) The World's
Champion (1922) "Thirty Days" 1922 The Ghost Breaker (1922) The
Dictador (1922). El inventario de películas y colaboradores es demasiado
extenso para poner en una lista. Alto, bien construido, generoso, era experto
con drama, romance, comedia y acción, haciéndole una fuente de dinero principal
para Paramount/Famous-Players y el productor que lo adoraba como un niño Jesús
en un Belén, Jesse L. Lasky. Empero había algo sobre Wally Reid que busco
acomodo, en los sueños, de algún recoveco de su corazón. En toda esta historia
hay un halo de amor y pena, que dependían de una fingida cara llena de
generosidad. Nadie podía encontrar el auténtico motivo de ese afligimiento que
buscaba a Wallace Reid. Ni el mismo supo donde residía. Un misterio que sólo
tendrá contestación tras los acontecimientos que ocurrieron en diferentes
rodajes. Eso sí, nadie le podrá decir al bueno y hermoso de Wally que fue el
hombre más amado de su generación. En la agreste Babilonia Californiana, la
vida era un Far West con una ley; el dinero rápido. Los estudios produjeron
películas mudas como buñuelos en la semana fallera. El trabajo era agotador y
dañino. El inicio de un día cualquiera eran jornadas de catorce a dieciséis
horas. En la mayor parte de las ubicaciones sin soporte clínico por no
denominar aquellos antros de botiquín y jeringuilla de Pravaz: infrahospitales
de veterinaria. No existían las grandes roulottes de los actores contemporáneos
con todo tipo de comodidades. La familia muy cerca, sus managers con sus
móviles preparados para la llamada, al superabogado Pitbull, ante el mínimo imprevisto.
El actor es puro capricho e imaginación, claro que estamos en 1918-19 y se nos
olvidaba que estábamos en el Viejo Oeste del inquietante cine mudo. WR,
independientemente, que fuera una máquina de hacer dinero y muy buena. En cada
escena de la película de turno, especialmente, aquellas donde la acción fuera
uno de los leitmotiv, siempre había accidentes, a veces, con final trágico. Wallace
Reid sufrió dos percances que cambiaron el devenir de futura carrera. Unos
accidentes de esos, que sales a trozos, o, en una caja de pino. El primero de
ellos se produjo en el rodaje de un cortometraje Loves Western Flight (1913) que produjo como propietario de su
compañía Flying A y su jefe el director Allan Dwan. Todo pasó muy rápido.
Mientras montaba un caballo e intentaba hacerse con varios jacos
que se habían escapado por una pequeña espantada. De repente, el caballo se
asustó y dobló las patas. La fortuna fue tan caprichosa que la posición del
equino fue con todo su peso hacía la pierna izquierda de Wally. Hasta que
pudieron levantar al caballo, WR estuvo soportando estoicamente un dolor
insoportable. El rodaje debía de seguir y apenas se pudo parar. Esto derivó en
una lesión crónica, que sólo la paliaba, a través de infiltraciones de morfina.
Su primer acercamiento a la cromada jeringuilla de Pravaz. Wally siguió
trabajando pero ya era un adicto a la morfina, además de beber lo suyo. El
alcohol se convirtió en el denominador común, de un mundo, donde el whisky y la
ginebra caían a gogó. Hasta la prohibición. Y la industria del cine, como todos
negocios de por entonces, anduvo muy bien suministrada. A pesar de su
ilegalización en los años venideros, en rodando una película llamada “El Valle
de los Gigantes” (1919), Reid se hirió gravemente,
en un accidente de tren, al descarrilar el vagón de cola que transportaba al
equipo. Wallace cayó por un puente y se llevó un golpe fuertísimo que le causo
un traumatismo y necesitó de varios puntos de sutura para cerrar la herida de
su cabeza. A partir de ese instante, WR, comenzó a soportar unos dolores
terribles de cráneo, que prácticamente le impedían actuar. Para poder seguir
con el rodaje se le recetaron innumerables chutes de morfina. Al terminar la
película, Wallace ya estaba enganchado. Al tiempo que Wallace seguía
protagonizando sin descanso un gran número de películas; su adicción a la
morfina era cada vez mayor y también sus necesidades de consumo. No tardó mucho
tiempo la prensa en comenzar a extender rumores en los que se mencionaba a un popularísimo astro de la Paramount
adicto a las drogas. Una adicción que avanzó al mismo tiempo que su consumo de
alcohol. Pronto, los periódicos comenzaron a dar señales de alarma. Aunque
intentaron, al principio, mantener oculto el nombre de Wallace. Al final,
apareció el Variety de 25 de noviembre
de 1920, donde se leía muy bien lo siguiente: Thomas Tyner fue detenido con siete paquetes de heroína en su poder.
Según, su declaración, Tyner estaba entregando la droga a una de las mayores
estrellas cinematográficas, y, ya era la segunda entrega que le hacía. La
prensa le cogió el gusto al bueno de Wally, en esta ocasión, le tocaba al
Herald de los Angeles, que el 25 de mayo de 1921 publicaba en primera página la
noticia la detención del traficante Joe
Woods. Woods era un viejo conocido dealer de los Angeles, de una larga
trayectoria en el tráfico de estupefacientes. La bomba informativa no era la
detención en sí del camello, sino que WR estaba requiriendo sus servicios en el
momento de la detención.Lo más
sórdido del affaire, es que Wallace Reid había quedado con Woods en su casa
para comprar las dosis. WR estaba de los nervios y la cosa no parecía calmarse.
Ya que en otoño del mismo año, el 23 de Septiembre, la revista Variety publica una nueva noticia en su portada, en la cual, se relacionaba al defenestrado Wallace Reid con
el problema, de su adicción a la morfina, por culpa de la mala vida y el
sempiterno dolor crónico. Esta vez apuntaba directamente a su mujer DD como cómplice,
encubridora y facilitadora del popular opioide, en vez de alejar a su esposo de
tan execrable afinidad. La situación era insostenible, pues, Reid estaba
con un síndrome de abstinencia brutal. Es más, en el rodaje de la película que
se llevaba a cabo, no quedó más remedio que sujetarlo para terminar de filmar
los últimos planos. En marzo, del año 1922 WR, ante su incapacidad para soportar
una vida dentro de la lógica, se toma la decisión de ingresarlo en una
institución, que tenía más de tétrico sanatorio, que de hospital chic para todo tipo de personajes y
patologías mentales. Wally Reid estuvo recluido el resto de los siete meses que
cubrían 1922. Completamente aislado en una celda del sanatorio. Empero, la
retirada de facto de la morfina, lo que consiguió fue descontrolar el poco
equilibrio emocional y cognitivo que Wally aún tenía. Se comentó que con
Wallace Reid se utilizó un polémico método llamado la “Cura de Barker”. DD siguió al pie de la letra, cualquier esperanza
clínica, viniera de donde viniera; estaba desesperada y accedió a los remedios
del Dr. John Scott Barker. Este extraño galeno expuso su propuesta de
tratamiento a la Sra. Reid. Según, susodicho, especialista; el metodo —venido
desde Oakland— era puramente clínico/medicamentoso. Se les presentó a la Reid
como algo novedoso, en este nuevo mundo de las adicciones. El Dr. Barker puso como ejemplo a su clienta más famosa, la actriz Juanita Hansen,
dijo que aquella cura estaba repartida, en un cóctel de píldoras desconocidas,
medicinas, vitamínicas y una estricta dieta para sacar todo el veneno que
permaneció en mi sistema. Los rumores de una historia por un sitio, y otra
por allá dijeron, que las píldoras eran tan sólo, medicinas de reemplazo, que
tuvieron un efecto de protección de una patología explicita. Sin embargo
conseguía una nueva adicción del paciente.
Entre los muchos compuestos que utilizaba este estrafalario
médico tenía todo un arsenal de farmacología letal; Adrenalina, efedrina,
luminal, emetina, escopolamina ilocarpina, tetraamina espermina y etc. Muchos
de estos productos eran raíces y hierbajos de las selvas amazónicas, sin testar
y algunas de ellas utilizadas en veterinaria. Los resultados fueron un
escenario de nueva adicción a todos estos productos. Pero todo cambio, en menos
de un mes, Wally Reid cada vez iba a
menos. Finalmente se decidió realizar este último tratamiento más agresivo en
su mansión Las medicinas y la bebida bajaron su inmunidad. Reid, era un harapo
con una percha de metro y ochenta y
cinco centímetros, que no se reconocía ni, en un espejo de feria. Reid
cayó una profunda depresión profunda, en
compañía de la del cuello largo, whisky, que entraba en su destartalado
organismo: lo único que quería tomar. La combinación de la morfina y el alcohol
iba a ser mortífera para el futuro de Reid y su espíritu. De repente, WR se
presentaba agotado entre sacudidas y temblores, delirios, boca seca y
disentería se apoderaban del joven actor. El resultado era la cura o la muerte.
Mucho más eficiente, a la hora de acabar con la vida de una persona, que
conseguir una reanimación estimular. Estas mezclas inquietantes se inyectaban
directamente, en el tórax de Reid, con la vieja conocida jeringuilla Pravaz. Los
efectos secundarios eran horrorosos y macabros en su sistema nervioso: la
pescadilla que se come la cola. Reid se iba ahogando poco a poco. Wally se
quedó allí durante seis semanas. La anécdota más espeluznante que quedó para
los anales de la historia del malogrado Wallace Reid pasó en 1922. WR estaba
trabajando en el film 30 días. Según palabras del gran Henry Hathaway ayudante
de dirección de la película comentó: la
mayoría de días era incapaz de levantarse y ponerse a trabajar delante de la
cámara. Iba dando tumbos. Había golpeado
una silla y decidió sentarse en el suelo, con la mirada completamente ida. De
repente, comenzó a gritar a lo bestia, sin sentido ni lógica. Lo levantaron y
lo colocaron en una silla.Allí
sentado y empezó a llorar. Los lloros terminaron en zozobra y finalmente se
decidió llamar a una ambulancia, que lo llevó al hospital. Obviamente era
bien sabido que Wallace Reid era un adicto politóxico; la morfina por
imposición del negocio, la heroína como
escapada y sustituta de la morfina clínica y la cocaína para estimular lo poco
que quedaba de la fortaleza de Reid. Wally se había convertido en un penoso
yonki frágil y delicado. Su devaneos con los dealers más conocidos de los Ángeles
le pasarían factura muy pronto. Wallace Reid comenzó a actuar en un gran número
de películas. A lo largo de su corta vida interpretó 100 cortometrajes y 60
films (muchos de ellos desaparecidos o destruidos por el tiempo e historias oscuras) junto a grandes
estrellas del cine mudo como Florence Turner, popularísima actriz conocida como
"Chica Vitagraph", Gloria Swanson, Lillian Gish y un montón de
actores conocidos y no tan conocidos. Cuando WR se daba cuenta que todo el
proceso de cura se estaba yendo al garete; repetía una y otra vez: me muero, me
muero… Todo esfuerzo fue en balde. Su esposa lo trasladó a un sanatorio privado
donde se desecó en un cuarto acolchado. No mejoraba. Y se moría lentamente. Aquella
noticia del internamiento en el sanatorio
psiquiátrico de Wally Reid generó un
tremendoshock entre la población de
EE.UU. Estamos hablando de una leyenda del cine mudo, en un contexto
socio-cultural, donde Wallace Reid era el tótem del ideal del joven —Made in
Usa— por antonomasia. Aquel hombretón, fuerte como una roca, guapo y sexy
estaba en su peor momento. El encantador Wally, en un triste 18 enero de 1923
con tan solo 30 años se marchaba de este mundo. No sonaba Jazz del saxo, ni
notas las bellas melodías del piano o el violín ni los ingeniosos chistes, ni
los besos a Florence. Tenía 31 años. En una de las célebres entrevistas que dio
a una periodista de crónicas cinematográficas dijo lo siguiente: “Adoro apresurarme. Si siempre me fuera en
coche gastaría probablemente la mitad de mi dinero para multas para romper las
leyes del camino. Si acelero más, en un camino abierto o a través del aire,
siento una oleada de sangre, a través de mis venas que va directamente al ritmo
de mi velocidad repentina”. El mejor amante de la pantalla muda tras la
bendición del médico patólogo cerraba sus bellos ojos para siempre. En el funeral de Wallace Reid estuvieron junto a la
viuda Dorothy Davenport: Noah Beery, William Desmond, Ed Brady, William S.
Hart, Eugene Pallette and Benny Frazee (su chófer particular). El féretro fue
sostenido por Victor H. Clark (en
representación de los actores de la productora de Lasky) Jack Holt, Antonio
Moreno, Conrad Nagel, Theodore Roberts y and Sam Wood. Así terminó la corta
historia del Ganimides de la pantalla silente: la primera gran víctima de la
aguja de Pravaz. Aquel 18 de enero fue uno de los días más tristes de la
historia de la cinematografía mundial.
Dedicado a Mauren O´Hara Agosto 1920/Octubre 2015 In Memoriam
Biografía consultada y recomendada
Wallace
Reid: The Life and Death of a Hollywood Idol
by E.J. Fleming Ed. McFarland&Co (2013)
Wally:
The True Wallace Reid Story by David W. Menefee Ed. BearManor (2011)