Ross McDonald; Hammett y Chandler le enseñaron a escribir, pero a pensar, como un gran escritor, sólo le enseñó la vida.
En
abril de 1949, Raymond Chandler detalló su anhelo de escribir un libro
trascendente, “a partir de, un misterio aparentemente, y manteniendo el adobe
del suspense. Espetó: será en realidad, una novela de carácter y atmósfera con
un matiz de violencia y miedo”. Chandler estaba contemplando su novela más
ambiciosa y desigual, The Long Goodbye. Posiblemente, su mejor obra. Empero, no
dejaba de contemplar con relativa envidia, al genial Ross Mcdonald, que
acababa de publicar “The Moving Target”, su primera novela protagonizada por el
detective Lew Archer. En ese momento, Chandler estaba obsesionado con la
escritura "significativa" y resentido con el arroyo pleno de basura
—al que creÃa— que los escritores de género como él estaban destinados. The Moving
Target, le dijo a un amigo, lo impresionó como una lección sobre "Cómo no
ser un escritor sofisticado". Estaba especialmente molesto por una
descripción de Mcdonald sobre un automóvil, al definirlo como; "acuñado
por el óxido". Una descripción pretenciosa que, para Chandler, marcaba a
Mcdonald como otro escritor "rebuscado". Un Chanler, muy
encabronado, llevó su grito al cielo, por un tiempo. Sin embargo, Mcdonald
continuarÃa escribiendo 18 novelas de su adorado, megadetective, Lew Archer.
Once de las cuales han sido reeditadas por la Biblioteca de América, el sello
editorial inspirado en la visión de Edmund Wilson de una serie que canonizarÃa
y preservarÃa la mejor escritura estadounidense, como lo habÃan hecho las
ediciones de Pleyade. En Francia. Mcdonald no querÃa fans, pero la cola era
interminable: desde Iris Murdoch hasta Warren Zevon, los cuales, le dedicaron
un disco. Su mayor admiradora fue Eudora Welty, con quien intercambió los
cientos de notas y misivas Ãntimas recogidas en “Mientras tanto quedan cartas”.
(Welty le dice a Mcdonald que sueña con su letra; él le confiesa que “Vivo en
tu mundo, como tú vives constantemente en el mÃo”). Goodbye Look, and The
Underground Man—lo coloca junto a Chandler y Dashiell Hammett—sin mencionar a
Melville, Faulkner, Baldwin y Welty—en la biblioteca más exclusiva de Estados
Unidos. Si bien The Moving Target no se incluye en la reedición de Library of
America, la proclamación descarada de Archer a mitad de la novela, "Soy el
detective de un nuevo cuño", explica de alguna manera cómo Mcdonald se
ganó su lugar entre nuestros mejores novelistas. Mientras Archer conduce a
través de colinas empañadas con una mujer joven, ella le pregunta por qué hace
trabajo de detective. ¿Por qué se siente atraÃdo por el peligro? La respuesta de
Archer define la perspectiva moral del detective de Mcdonald. Si bien el
peligro le da a Archer una sensación de poder. —Él, le dice que, el verdadero
atractivo radica, en observar a las personas lo suficientemente cerca como para
que se revelen: Cuando comencé a trabajar en la policÃa en 1935, creÃa que la
maldad, era una cualidad con la que algunas personas nacÃan, algo asà como el
labio leporino. El trabajo de un policÃa era encontrar a esas personas y
encerrarlas. Pero el mal no es tan simple. Todo el mundo lo llevamos en nuestro
interior, y si se manifiesta en sus acciones depende de una serie de cosas.
Entorno, oportunidad, presión económica, un golpe de mala suerte, un amigo
equivocado. El problema es que un policÃa tiene que seguir juzgando a las
personas por regla general y actuar según el juicio. Mientras que Sam Spade de
Hammett y Philip Marlowe de Chandler son tipos de largo recorrido por mundos
que existen como sus propios escenarios iluminados, el detective de nuevo
paradigma, mira hacia afuera. Tratando de localizar destellos de significado en
la vasta penumbra que lo rodea. Estas son historias en las que el detective no
solo descubre lo que le sucedió a una persona desaparecida. Revela lo que hace
que una persona se sienta perdida: los elementos perversos y de mal gusto que
definen a las personas como desechadas en un panorama estadounidense
distorsionado
Ross
Mcdonald era el seudónimo de Kenneth Millar, un tipo, nacido en California en
1915. Sus primeros años de vida estuvieron marcados por la separación de sus
padres, finalmente, su madre decidió marchar con él a Canadá. Durante la década
de 1920, vivieron en casas de huéspedes y con una interminable diversidad de
parientes; su madre mendigaba dinero en las calles y Mcdonald, se libró, por muy
poco del orfanato. A la edad de 16 años, habÃa vivido en 50 direcciones
diferentes. Pasó por una larga fase de robos, adicto al alcohol y gran
promiscuidad bisexual. Algo que pasarÃa, a lo largo de su vida, peleando por
reconciliar su angustia y temprana humillación. En un salón de billar en
Kitchener, Ontario, encontró su gran medio para hacerlo. Allà tomó una novela
de Hammett e instantáneamente leyó un destacado secreto en ella. Hammett fue un
talento evanescente cuya breve carrera produjo libros quizás mejor recordados
por convertirse en pelÃculas: The Maltese Falcon y The Thin Man. Su logro más
profundo fue destilar la experiencia auténtica de la corrupción urbana
cotidiana en tragedias intensas y lacónicas como The Glass Key y su obra
maestra, Red Harvest. Hammett habÃa trabajado como detective, y vio lo que un
escritor podÃa hacer poniendo a un solo hombre en el caso en un mundo sombrÃo
con solo su arma y su rostro inexpresivo para protegerlo contra las fuerzas
enemigas. Pero a diferencia de los detectives reales, Continental Op y Sam
Spade tenÃan aspiraciones; Hammett llamó a Spade "un hombre de ensueño" porque nunca hubo un verdadero shamus como él. Spade y Op también eran
personajes tan infecciosos que ninguna dama podÃa resistirse a ellos. Tampoco
el heredero literario de Hammett, Chandler. El héroe de Chandler, es ese
"bastardo intocable, autosuficiente, satisfecho de sà mismo, e innegable
de sà mismo". Philip Marlowe: es una creación estadounidense deslumbrante.
Chandler publicó siete novelas de Marlowe entre 1939 y 1958, y qué delicioso
siempre es verlo sostener a Marlowe hacia la luz y sacudirle el sÃmil:
"ParecÃa tan discreto como una tarántula en una rebanada de comida para un
arcángel". El diálogo es fluido, brillante y cargado de pecado. —“No me
importa si no te gustan mis modales”, le dice Marlowe a Vivian Regan en The Big
Sleep. —“Son bastante malos. Me apeno por ellos durante las largas tardes de
invierno”. Vivian responde: “La gente no me habla asÔ. Y esa era la
limitación: la gente no habla asÃ. Cuando terminaste los libros, lo que te
quedó fue el hombre inolvidable que iluminaba la inolvidable ciudad oscura con
una charla memorablemente brillante, pero poco para profundizar en la realidad
de la vida tal como la vive la gente. Cuando Mcdonald regresó a California en
la década de 1940, ya casado, con su esposa, Margaret Millar. Ésta, ya era una
escritora exitosa, mientras que el propio Mcdonald todavÃa tenÃa medio pie en
la Marina y otro en la academia, en la Universidad de Michigan. Licenciado de
la armada, ya en 1951, se doctoró, completando su disertación
sobre Samuel Taylor Coleridge. W. H. Auden habÃa sido uno de sus profesores, y
la estima del venerado poeta por las novelas policiales lo convirtió en una de
las varias figuras paternas sustitutas que dirigieron la vida de Macdonald
desde lejos. Al igual, que el bueno de su su editor, Alfred A. Knopf. Un gran
mentor. En los años 50, Mcdonald visitó los centros de detención de menores,
asistió a muchos juicios y se hizo amigo de jueces, fiscales, abogados y
boxeadores. Sin embargo, fue su infancia pobre, exiliada y sin padre, con esa sensación
de estar dividido entre dos paÃses, pero en un mismo continente, la que de
alguna manera forzada por crÃmenes que no recordaba haber cometido, lo que hizo
a Mcdonald y Archer: despegar.
En su escrupulosa y perspicaz biografÃa de 1999, Ross Mcdonald, su biógrafo, Tom Nolan deja en claro que la continua irresolución de esos primeros años fue la fuente tanto del arte de Mcdonald como de la vida familiar "desquiciada" que él y Margaret crearon juntos. Una fuente le dijo a Nolan que Mcdonald tenÃa el clima emocional pesado de una "persona muy calmada". Ese era Archer, un héroe enfriado. “Yo no era Archer, exactamente”, escribió Mcdonald en un ensayo titulado “El escritor como héroe detective”, “pero Archer era yo”. Todos sabemos que los protagonistas literarios son los alter ego, de sus creadores, pero siempre quedarán esas dudas. Además, muchos de los casos de Archer, involucran a alguien desaparecido; a menudo una prometida o un niño, y la pérdida es el gran tema de Mcdonald. (Cuando la amiga de Mcdonald, Betty Lid, le telefoneó, aterrorizada porque su esposo no estaba, dejándola sola durante un incendio en un cañón de California, la respuesta de Macdonald fue: "Betty, siempre estás sola".) Mientras Archer se adentra en una calamidad presente, debe inevitablemente rastrearlo a través de generaciones anteriores de calamidad. Todas las hijas pródigas, los hijos abandonados y las niñas náufragas de al lado se volvieron asà por una razón. El huérfano herido Davy Spanner de The Instant Enemy roba autos para "montar el duelo" y está maldito, ya que su temperamento, cuando se enciende, lo hace imaginar enemigos violentos en todas partes. La joven y descuidada Sandy, en el mismo libro, actúa porque “al meterse en problemas, Sandy se habÃa convertido en una presencia inolvidable”. Archer revela lo peor que puede pasar en una infancia: hay vÃctimas de violación, suicidios, fugitivos, bulÃmicos o un niño con “cicatrices blancas en la espalda, cientos de ellas, como cortes cuneiformes que se desvanecen”. Cuando alguien comenta lo difÃcil que es entender a los niños en estos dÃas, Archer dice: "Siempre lo fue". Las personas que lo conocieron consideraban que Mcdonald era amable, gentil, un poco distanciado y con principios feroces. Si su angustiosa infancia abrumó su propia perspicacia paterna, vio con gran claridad a otros padres que se negaron a crecer, que sucumbieron a lo que sea que los hiciera sentir mejor en ese momento. The Doomsters es una de varias novelas de Archer sobre Ãdolos adultos caÃdos que se comportan mal frente a los niños, quienes inevitablemente ven más de lo que nadie cree que pueden comprender, con resultados traumáticos. Los libros de Macdonald están repletos de padres perdidos, vagabundos, cuckqueans, maridos sexualmente frustrados y madres homicidas, mujeres llevadas al derramamiento de sangre por hombres despreciables. Mcdonald sabe que pocos asesinos matan más de una vez, y los asesinatos sobre los que escribe son la expresión extrema del carácter bajo la sinrazón. Como él dice en, The Zebra-Striped Hearse, los asesinos se propusieron destruir “un pasado no lamentado que parecÃa excluirlos del nuevo y feliz mundo”. El propio mundo de Macdonald era la nueva California. Describe lugares “donde los policÃas eran odiados y temidos”. Hay mujeres que se preguntan:— “¿Eso es todo lo que hay?” (La opinión confiable de Archer es que “las niñas pueden hacer cualquier cosa que los niños puedan hacer”). Macdonald piensa en el abuso de drogas, la discriminación racial y étnica, los efectos emocionales a largo plazo del encarcelamiento, el medio ambiente despojado y la desigualdad de ingresos. En The Goodbye Look, el detective se pregunta: “¿Cómo puede un hombre evitar infringir la ley si no tiene dinero para vivir?”Una vez que Archer comienza un caso, nunca se da por vencido, incluso si su cliente lo despide. Piensa que se lo debe a la vÃctima y a sà mismo para llevarlo a cabo.
En
última instancia, el detective de nuevo tipo es adicto a la picaresca tan bellamente
descrita en The Instant Enemy: Tuve que admitirme a mà mismo que vivÃa para
noches como éstas, moviéndome a través del gran cuerpo roto de la ciudad,
haciendo conexiones entre sus millones de células. Tuve un loco deseo o
fantasÃa de que algún dÃa, antes de morir, si hacÃa todas las conexiones
neuronales correctas, la ciudad cobrarÃa vida. Es una fantasÃa detectivesca, existe,
en su mundo, algo muy diferente a las fantasÃas detectivescas de Hammett y
Chandler. Mcdonald describe detectives reales con la misma fluidez técnica con
la que otro gran novelista moderno poco apreciado, el Ãnclito, John Le Carré;
retrata a los agentes de inteligencia. Archer está construido, como formidable
contraste, ante el insignificante y rÃgido pirata informático que prospera, en
todos los departamentos, que se apresura a sacar conclusiones sobre los casos y
luego deja de lado los hechos que no encajan. En The Zebra-Striped Hearse,
Macdonald ofrece la descripción del trabajo de esa cosa rara, el detective de
primera: “honestidad, imaginación,
curiosidad y amor por la gente”. Los detectives excelentes son personas
humanas y estables con cuellos deshilachados que entienden la inestabilidad
básica del mundo, no confÃan en las coincidencias ni en los fiscales, y siempre
confÃan en el experto en balÃstica. La vida, dice Mcdonald, “siempre tiene
cabos sueltos y, a veces, es mejor dejar que se deshilachen”. En 1950, Chandler
publicó una colección que tituló “Trouble Is My Business”, una frase que
Mcdonald disfrutarÃa reprender una y otra vez. “Obtener información es mi
negocio”, dice Archer en Black Money. Obtienes la verdad escuchando; el buen
detective puede fusionarse con cualquier grupo, encajar en cualquier situación.
“Pasé la mayor parte de mi tiempo de trabajo esperando, hablando y esperando mi
momento”— dice Archer en The Doomsters. “Hablar con gente normal en vecindarios
comunes sobre cosas usuales, esperando que la verdad salga a la superficie”.
Esas conversaciones tienen que parecer casuales, porque pedirle a extraños que
te cuenten sus verdades ocultas siempre es delicado. Incluso Archer pierde a la
gente: —“Se habÃa acercado al borde de la franqueza, pero la habÃa empujado
demasiado rápido. Se alejó de él, su personalidad retrocedió casi
visiblemente”. Archer está impulsado por una creencia decente y generosa sobre
ese el mundo —que se convierte en un lugar mejor— cuando los hombres con
autoridad no están motivados por el poder o la gratificación propia, sino por
su deseo de comprender a los ciudadanos comunes a los que se supone que deben
ayudar. “La vida de otras personas es asunto mÃo”, dice Archer en The Far Side
of the Dollar. “También son mi pasión. Y mi obsesión también, supongo. Nunca he
podido ver mucho en el mundo, además de las personas que hay en él”. Mcdonald
le dio a los trabajos abatidos de un detective de la década de 1950 una misión
atemporal: investigar las fuentes de podredumbre en el grano estadounidense.
Hoy en dÃa, cuando la aplicación de la ley con conciencia social, a veces,
parece una fantasÃa, una mera aspiración. Es especialmente probable ver a Lew
Archer vestido con la chaqueta negra brillante del club Library of America, el
detective estadounidense modelo. Su virtud perdurable, y la de Ross Mcdonald,
siempre la compasión. Algo habÃa en McDonald que le hacÃa de él último dandy de una generación perdida con aires de Scott Fitzgerald y andares de Tom Wolfe. No hay crÃtico literario que no sea capaz de decir algo malo de este genio de Santa Barbara.
Dedicado a Ricky Gardiner agosto1948/mayo2022 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
The Brasher Doubloon 1947 By John Brahm
Harper
1966 Jack Smight
City
Streets 1931 by Rouben Mamoulian
The
Long Goodbye 1973 By Robert Altman
BiografÃa
consultada y recomendada
Ross MacDonald: A Biography by Tom Nolan. Ed. Scribner 2015 843pg
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