Soledad, Schopennhauer, Salinger y el amable pakistaní
Vivimos
en la era del ultrarápido Twitter, de la melosa orla colegial de Facebook, del
flash pixelado de Instagram y del chascarrillo de WhatsApp. ¡Amén, de su
insustituible emoticono de turno! A eso le podríamos sumar todo tipo de
sistemas de red de mensajería. Aunque si les soy sincero, comienzo a tener
dolor de cabeza. Además, como soy un adicto a los opiáceos y los analgésicos de
toda índole, no quiero más carne de farmacia. Lo hemos conseguido, sí. Por fin,
todas las herramientas para estar relacionados hasta las entrañas de un
proctólogo, en un mal día de hemorroides. Todo ello para tener a tu amigo
virtual, al día, de tu hastío personal que son nuestras auténticas vidas. Uds.
tranquilos por eso que alertan los voceros del equilibrio demográfico y lo de
la población mundial, esencialmente, en nuestro confortable occidente, no padezcan. Eso, sí. Otros nos avisan por activa y por pasiva, que estamos al borde de una nueva catástrofe: la pandemia de la soledad. Saben que soy un tipo de una tremenda vida social por los ambulatorios de esta ciudad. Nadie dice nada de como está la puta SS por mi barrio y otros dos más. No lo digo yo, que como no sé muy bien de lo que hablo. Pues, toda la desgracia de está ciudad está en los contenedores del mal. Bueno, hablando del ambulatorio. ¡Ahora hay que ir por cojones, ya que no les sale del gran potorro coger el teléfono...! Me encontré un amigo que me hizo la siguiente confidencia; cuando transita por su habitación y divaga, de la cómoda al
bidet, —según palabras suyas— asevera que
está empapado de “una soledad aplastada”. No obstante, los amigos, salen como
setas, en estos días. Y el ambulatorio, que es mejor que Barraca en los 80, te encuentras a casi todos los dealers de la época. Digno de ver, menudos crápulas. Palabra de un generoso consumidor de años mozos. Bueno, pues, como el que no quiere: me di de bruces con otro colega de viejas
andanzas. El paio anda con la salud, en precario. Digámosle, — que está— en nuestro querido club
del furgón escoba.
Nada
que no soporte este veterano amanuense y que finalmente, no para de conversar
alegremente consigo mismo. Insisto, he visto gente de todos los
pelajes y colores. Hasta he sido testigo de toda un petición de mano, con beso, in situ, a una lámpara de titanio de diseño nórdico.
Incluso las divas del cine, han probado en sus propias carnes, de un modo
simulado, la acción de alquilar a unos figurantes de atrezzo, a modo de familia
de ficción. La cosa es muy sencilla, con sólo hacer una transacción, vía network, previo pago de 50
euros por barba: podremos sentir el roce de unos labios fríos. Instante, donde a uno le
besan, al abrir la puerta a un donnadie que viene a darle compañía a nuestra
actriz mediática. Siguen, ahí. Estoy convencido. No suelo ser aburrido y si lo
soy cambien de canal. Por el mismo precio, les cuento algo más interesante o
más atroz. Empero, esto de la soledad ya tiene su recorrido. En el siglo XVIII,
aquellos ínclitos años, de las luces y la ilustración, alcanzó su énfasis con el propio
individuo. Ya me dirán Uds. que rediles sociales se cocían por aquellos
tiempos. Veamos, que lo de la soledad y las estadísticas no le afectaron, ni un
colín a mi querido Schopenhauer que con 19 años fue expulsado de primaria por escribir un
poema en tono burlesco a su profesor. Dos años antes de este affaire, su padre
no me pregunten, el porqué, decidió suicidarse. La madre cambió de aires y
de la noche a la mañana término convertida en una de las escritoras más famosas
de Alemania.
Vamos
que sacaba sus perras con la tinta sobre el blanco. Además pintaba, un rato
bien. Madre e hijo, a pesar de quererse hasta lo más hondo de sus ventrículos,
terminaron separándose. Eso de vivir sólo fue algo más que productivo en la
mente del gran filósofo. Durante ese tiempo que pasó por la universidad estudió
medicina, psicología y filosofía, disciplina en la que todos Uds., sabrán se doctoró y acabó dándole lo mejor de su talento. Sus estudios permitieron establecer un puente entre Platonismo y el Budismo. Un fenómeno, ya no se fabrican tipos así. Schopenhauer
dejó muy claro, una máxima, como creador: "La mayoría de las personas indagan
estar acompañadas porque no se encuentran bien consigo mismas, demandan
compañía para salir del tedio, ya que están demasiado preocupados por lo que
hacen los demás y por saber que jodida opinión tienen de ellos." No todo está
perdido, siempre podríamos recurrir a Salinger cuando dijo aquello de… “Los
sentimientos del anonimato y la oscuridad de un escritor constituyen la segunda
propiedad más valiosa que le es concedida”. Salinger descubrió que el escritor del Reino Unido; Ian Hamilton. Se había encaprichado con la idea de publicar una
biografía del genio de New Hampshire.
En ella, incluía cartas parafraseadas del escritor a amigos y a otros
autores, lo cual, derivó en un contencioso judicial, al interponer una denuncia
contra el biógrafo británico. Obviamente, el proceso de todo aquel affaire,
terminó por dejar a la vista del respetable: una sustanciosa cantidad de
referencias de la vida de Salinger. Algunas
novelas no publicadas, infinidad de relaciones con jóvenes estudiantes
—aspirantes a escritoras de rimbombante éxito— y su bajo apetito sexual con su
esposa: digámosle comprensible. Ahora, eso de su glosolalia y los atracones de
orina. Es algo que se lo tendría que haber revisado. No se sientan solos de
ella, sí. La soledad, pueden sacar reflexiones y aportaciones de lo más
positivas. Cierren los ojos y piensen en la sensación de aislamiento y déjense
llevar. Lo ven, es como las olas del mar, un vaivén que acaricia los pies,
repetible y constante porque esa auténtica sensación: perdura. Es complicado,
aunque funciona. Ábranle la puerta, a la soledad, cuando te visita. A cualquier
hora. En el fondo es tan adictiva como una droga dura, empero no mal vista. Nadie
trae problemas, a solas. Y la soledad es una forma de vivir. Tan cierto como que estamos en el S.XXI. ¿Se sienten solos?
Siempre les quedará Schopenhauer, Salinger, Twitter, Facebook e Instagram. Y si
de verdad, quieren dar un paso más aventurero: el calor de la mano del frutero
pakistaní, cuando les devuelve el cambio de un billete de 20 euros.
Dedicado a Ginger Baker Agosto 1939/Octubre2019 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Tokyo
no onna 1933 by Yasujirō Ozu
Searching
(2018) by Aneesh Chaganty
El
cielo sobre Berlín (1987) by Win Wenders
Naked
(1993) by Mike Leigh
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