El hada Zoe y las lágrimas mutantes

septiembre 05, 2019 Jon Alonso 0 Comments






El suave goteo del agua era similar al coro de una canción. Con la cola esponjosa ondeando detrás de ella. De repente, Zoe, saltó sobre la hierba salpicada de flores. El polen fue enviado a bufar contra el viento que se presentaba a su paso. Alegremente echó la cabeza hacia atrás y extendió las patas mientras corría, con movimientos completamente vagos. ¡Por los dioses, cómo amaba la estación cálida! Había nacido en el comienzo de la primavera, pasó su primera infancia en el mundo, llena de esmero, siempre rodeaba de un mimo gentil. Lo mejor de todo, por supuesto, era la gran cantidad de insectos y gorgojos; pequeñas maravillas que escaseaban en el frío. La hierba sacudiría el rocío regalado por la luna, y las flores a mi alrededor abrirían sus rostros para devolverles la sonrisa al pasar.















Sentí su toque en mí, y me desplegué de la cama en la que había nacido, bebiendo la luz que   invitaba a tanta libertad. Empero, mis hermanos y hermanas dormían soñando con abundante lluvia y vientos cálidos. En ese instante, observé la primera visión de los ojos dorados; que iluminaban el mundo entero. Me encantaba el sol y confiaba en ella, como en todo lo demás. Ella llegó a la cima de una pequeña colina y se detuvo bailando, con las orejas erguidas. La corriente se extendía por la otra cuesta, avanzando gozosamente. Zoe se lamió las mandíbulas, a modo de escorzo, ante su inminente matalotaje de frescos líquidos.










Se giró y miró por encima del hombro, entrecerrando los ojos para distinguir los puntos de sus compañeros de viaje unos pocos metros atrás. Su cola revoloteaba de un lado a otro, para alzarse sobre sus patas traseras. De algún modo, estaba batiendo al viento y remó. “¡Agua, agua!” Ella les devolvió la copla, su hermosa voz barítono, rebotando en las colinas. Un deleite para los sabios oídos. Obviamente, su humor parecía no tener límite. Habían luchado, todos ellos, dejando Friburgo atrás, pero siempre había una nueva esperanza en los ojos color azul acero de Zoe. Impacientemente se amasó en el suelo, la mirada más tormentosa de una caída libre.









Muy abajo, demasiado, para las libres alas de un hada. La distracción llegó, con una contundencia, que las abejas terminaron flotando en la brisa. Fingiendo ser transportadas cómodamente de flor en flor. Kaspars inclinó la nariz y observó el espectáculo de hadas jugando con los niños del bosque. Mirando hacia atrás, encima del puente, lejos de la ruta establecida: vi el remolino familiar de polvo de estrellas salpicando el vacío de otro mundo. Aquel vano se estremecía de vez en cuando, revelando imágenes de edificios en ruinas y luz cristalina del agrietado reactor. Siempre te había imaginado saliendo de esa luminiscencia y cruzando el puente hacia donde esperaba a mi madre, envuelto de lágrimas mutantes.



                                                   

                                                                                                          FIN 




                      Dedicado a Blanca Fernández Ochoa abril 1963/septiembre 2019 InMemoriam





Fotogramas adjuntados


Tom Thumb (1958) by George Pal
Alicia en el País de las Maravillas1931 by Bud Pollard
Labyrinth 1986 by Jim Henson
Carnival Row 2019 by Anna Forestar&Jon Amiel






                    

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