La noche más oscura en Valencia: 29 de Octubre 2024
Termino
municipal de Chiva, 18,00 horas de la tarde, mientras camino, escucho el sonido
del río que desemboca en la pequeña cascada, una asonancia que siempre me ha
gustado. Normalmente, se acerca al oído, casi todos los otoños, donde la lluvia
hace acto de presencia y siempre es bienvenida entre los lugareños de la villa.
Cuando puedo, vengo aquí a dar un paseo a solas, un paseo al aire libre, cerca
del río, que se le llama Poyo, o el Poyo. Por estar en esta rambla que llega
hasta la huerta de Valencia. La cosa como el que no quiere se puso rara. Llovía
con un tono cínico, imponiendo una traidora amabilidad, pero enfurruñada en
pura rabia. Por aquellos días, sufría jaquecas muy fuertes producto de una
galopante presbicia. La vista, se había divertido mucho con el negro sobre
blanco. Las lumbreras de la meteorología decían que llovería, con fuerza e
intensidad. Precipitaciones de récord. Pero, creen qué tenemos un servicio meteorológico como en USA, después del
desastre del Katrina? Ya quisiéramos.
Bueno, la realdad es que la lluvia comenzaba a encabronarse. De repente,
comenzó a llover con una potencia descomunal y aquello era el diluvio
universal. El riachuelo del Poyo se parecía a la cuenca del Ganges en pleno
monzón y cada vez, más cerca de todos nosotros. Chiva, tenía el miedo dentro
del cuerpo. ¿Y quién no? 18,30 horas de la tarde en una localidad cercana a
Sedavi. Koldo y Ángela discutían de menesteres domésticos —¿No me estarás
acusando de confundir a Marisa con la limpiadora? (Le cambió la voz y renovó sus quejas de que yo solía “imaginarme
cosas” e ignorar los problemas reales). —Comencé a canturrear, aquello de… “por el camino de Bonanzaaa…”
Sorprendentemente, la puta rambla del Poyo, quería parecerse al puto Ebro, cuando la Pilarica le
llora al cielo porque los cultivos aragoneses están secos. El agua subió por el
escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos
que actuar, salvar lo que pudiéramos, pero Ángela no pareció darse cuenta y
seguía arriba, haciendo sitio, donde guardar las cosas de mayor valor… De la
maldita mudanza. No llevábamos en tierras valencianas ni un día y no me lo
podía creer.—Por un momento, las imágenes
del viejo Bilbao de los 80, hicieron mella en mi mente…
—Joder,
Ángela ¿No has visto cómo sube? ¿No te das cuenta que el caudal, está llegando el agua al linde de la orilla del
puto barranco? —Si, sigue lloviendo así, vendrá el ejército a sacarnos de
aquí y como tarden más de la cuenta; seremos carne de mortaja de pino. —Puta lluvia!
Esto no es llover… Es Dios echando contenedores del cielo. ¡Venga, Koldo! No te pongas nerviosito, que en esta tierra, cuando
llueve cae la del pulpo...—Tela, guapote. Ángela, qué en mi tierra, yo era
pequeño y cayó la del calamar en el 83. —Ya lo, sé, cariño. Claro que sé
cómo se lía…—Esto se está poniendo muy feo. Horroroso. Estate atenta que nos
marchamos, en nada. 19,00h en la carretera del barrio de la Torre dirección
Benetusser. Batiste, mira, a través del retrovisor de su volquete. El riachuelo
ya estaba por encima de las aceras e inundando partes bajas del barrio. Vio el
gallinero de su amigo Tomás, en el corral de su casa solariega, y el agua, ya
estaba a una altura de casi 30cm: las gallinas estaban acurrucadas alrededor
del gallinero y sacando el pico para no tragar agua. Batiste, no se lo pensó,
dos veces y masculló: —voy a dejar salir a por las pobres. Y a ver si las puedo
dirigir hacía la carga. A ver, si tenemos suerte, y por lo menos, tendremos
huevos del gran Tomás.—Sacó, una sonrisa, muy suya.
— Su
mente le preguntaba:¿Y dónde las vas a
tener? ¿En tu casa? Intenta llamar a Tomás. El agua arrastraba con fuerza.
Y se volvía repetir en su interior: —¿Por
qué esta repentina lástima? Además, puede que deje de llover y el agua no
suba, más.
Ahí,
volví hacía Valencia y pasé por Picaña. Me bajé y comprobé el caudal; intenté
agarrarme a la barandilla del puente que resbala—Pensé, la hostia! Se acaba de romper el puente y la corriente
me lleva. La puta madre qué me parió! la furia de la rambla del Poyo venía
cómo un Nilo envenenado. —Perdí el equilibrio y
me caí al agua, que golpeaba, a través de mis poros. Los ojos se llenan
de agua, los pulmones se colapsan, el corazón palpitando.
Dando vueltas, revolcándome, rodando con derrubios, cañas, gatos muertos, pedruscos y un montón de broza que me agitaba y hacía de mi viaje por el agua un montón de ropa en la lavadora. Vueltas y más vueltas. El cuerpo, daba tumbos por todos mis costados. Salgo a la superficie, jadeando por aire, el cuerpo se golpea contra un risco y la salvaje corriente del Poyo me empuja, sobre la gran roca, salvándome de un destino inevitable. Mire mi reloj sumergible y eran las 19,20h. El agua estaba, a punto, de engullirme en sus fauces…—Ya no vi nada más.
19,30h
Chiva
Koldo:—¡El
agua está en la cocina! —Su mirada era sombría.—No dije nada. ¡El agua está en
la cocina!
Corrí
hacia allí. El río había invadido la cocina. Vi el gallinero sumergido hasta
las trancas. Las gallinas se habían ahogado.—Érase una vez un gallinero —dijo
un tío que no sé de dónde salió, pero su acento era colombiano— Y se quedó con
la mirada ida.
—¿Tú,
quién coño eres? — Yo soy Ezequiel Barrientos, un mozo de carga de mudanzas y
mi compañero era el conductor del transporte, Gabriel
González, que se ha ahogado en el
barranco.
—“Esta inundación
llegará lejos”,
dijo. Y no estaba mirando el agua, estaba mirando a Ángela.
—Ángela,
venga, “vístete y coge lo más importante”
Vamos a subir al tejado.— dije.—Llueve tanto, que las gotas duelen en la cara. —¡A
ver, tú, Ezequiel, tira para arriba y estate atento! Qué la suerte, no se te va
a presentar dos veces seguidas. Ezequiel: —puedo darme una ducha, cuánto me
gustaría ducharme en una bañera. Ángela intervino: —Tú, flipas, tío. Te crees
que es momento para ducharse, en la bañera gilipollas!
Koldo:—Contrólate,
tío. Está lluvia tiene muy mala pinta. Por favor, tranquilízate, estás todavía
con el susto dentro del estómago. Bebe un poco de agua. —De acuerdo, No problem.
Man!
Y
volvió a mirar a Ángela. Tenía una mirada zaina
y lúbrica. —No hacía nada por disimularla. Creo que seguía con el golpe
de su compañero en el cuerpo.—Koldo, controlaba todo. Vamos, Ángela. Te llevaré arriba. Deja el álbum de fotos y
todo lo que hayas cogido. Vámonos. ¡Koldo, está cayendo el agua a chorros del
techo! Corre, corre… Koldo, hizo una pequeña pausa, antes de salir hacía el
tejado.
Me quité los zapatos empapados y contemplé consternado el patio trasero de la casa de mi padre. Llovía y llovía y, de repente, algo llamó a la puerta de la cocina. Abrí la puerta. Era el cuerpo de un gato. Lo aparté con el pie e inmediatamente cerré la puerta. El agua subió por el escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos que movernos, lo más rápido posible, y ponernos a salvo con lo imprescindible. ¡Aquí, ya no estamos seguros! —Ángela, vamos, corre y tira para arriba. Ella, no pareció darse cuenta y seguía arriba, haciendo sitio al ajuar de sus padres. —Koldo: ¡Sera posible…Deja la mierda de las cosas de la familia, que has cogido. Suéltalas! No podemos llevar nada encima. Si nos rescata un helicóptero, ya podemos darnos con un canto en los dientes. Arriba cagando hostias. —Por favor, salgamos por el ventanuco y quedémonos en el tejado. Vamos a pedir ayuda.—Me cago, en mi estampa! No tengo cobertura. Menuda mierda!
Chiva 20,00h En el tejado de la casa de Koldo y Ángela, que estaba muy inundado. Koldo, en un momento, que quiso guardar su móvil, fue arrastrado por la corriente del maldito Poyo.—Ángela, gritaba, fuera de sí. Koldoooo! Durante horas, largas horas, el agua corrió a lo largo de las calles húmedas y se recogió en las cada vez más anchas, que crecieron y el asfalto se ahoga entre la inmensidad del caudal del Poyo. Los arroyos se convirtieron en ríos. Estanques en lagos. Lagos, como la hermosa albufera, parecían un océano, quienes lo vieron. El cielo abrió sus esclusas y regó las playas de los ángeles de las nubes, el oscuro y pesado firmamento descargaba el diluvio universal. La lluvia enjuagó la suciedad de las paredes de las casas, las hojas sueltas del césped, el calor del aire. El cielo vigilaba a las personas que pasaban despiadadamente por todo lo que no el dinero era para medir.
No
tenía ningún valor que se pudiera comprar o vender. Sólo servía sobrevivir y seguir
adelante. —Ángela se quedó mirando a Ezequiel (el mozo de carga). Lo miraba
como se observa un objeto roto, con la misma indiferencia. Los años en la
profesión le habían enseñado a eliminar la empatía y a mantener el desapego, a
ser capaz de intervenir con calma, sin compartir el dolor. Empero, Koldo, donde
estuviera su mente; sabía que era diferente. Sufría contigo. Era el hombre más
fuerte del mundo y el tío que mejor encajaba los golpes. Ángela, se tragó su
amarga tristeza y pasé a formar parte de esas heridas que enmarcaban su rostro,
idénticas a esas marcas moradas en tus muñecas y brazos. En un instante me
convertí en tu propio dolor. Mientras, Ezequiel, no podía mirarla.
Sedavi
20,00h Batiste.
Dentro
del agua y con dos gallinas en la manos, más muertas que vivas. Se podría decir
que la corriente del barranco lo había ingerido y desde Benetusser llegó a
Sedavi. Un viaje al corazón de la furia del agua. Un barranco que arrastraba
todo tipo de porquería vegetal, sapos y demás bichos que surfeaban, mientas
Batiste, evocaba sus últimas palabras, entre visiones del propio ahogamiento.
Se dejaba leer, lo siguiente:
Hombres
crueles se habían cruzado en tu camino, decidiendo que eras la presa más fácil
de atrapar. Llovía y a esa hora el parque estaba desierto. Nadie había oído tus
gritos, nadie había presenciado la tragedia de un gorrión mutilado por una
manada de lobos hambrientos. Así, sin motivo alguno, una violencia bestial te
había aplastado y cubierto de tierra, como si quisiera enterrarte para siempre.
Así, sin razón, el gorrión se había convertido en la comida de lobos
desalmados. A medida que el agua sube, comienza a gotear sobre el borde del
puente. Mis pies comenzaban a tragarse su
fría y peligrosa crecida de la maldita lluvia. El río parece crecer, llevando
ira y frustración, mientras se precipita por el borde del puente llevándose la
grava de la carretera. El agua llega hasta los tobillos, pasando rápidamente
sobre mis pies descalzos, entumeciéndolos, intentando llevarme río abajo. Mi
agarre empieza a aflojarse, comienzo a sentirme seguro en las garras de este
hermoso monstruo, casi como si fuera parte de su rugiente fuego. Mis rodillas
son consumidas por el agua creciente, haciéndome un semoviente, más, del
furioso torrente, abandonado, a mi propia fortuna.
Picaña 22,00h
Nadie
sabía nada de nadie. El caos y el horror de la tragedia era inasumible. Una ola
mortal, un desborde salvaje de más de 600 litros por m2. Malditos meteorólogos,
putos satélites y putas Apps. No estábamos en la época de la IA. Todo estaba
bajo control. Alguien puedo recoger a Batiste. Un vecino de Picaña, lo auxilió
y pudo reanimarlo. Cuando despertó, el pobre héroe dijo: Cae agua, como cubos
enteros encima de la cabeza. Todo se inundaba y nadie estaba a salvo. Lloré
amargamente, pensando en cómo la desgracia podía golpear al azar, como un
asesino ciego que dispara al montón, sin saber exactamente a quién va a dar. Me
tumbo en la roca, frío, temblando, pero totalmente unida a este arroyo, un
arroyo al que he acudido desde que era un niño, un arroyo que me salva de mi
realidad, un arroyo balbuceante donde derramo mis secretos.
Chiva
22,30 Ángela desgañitándose… —Koldo, dónde estás? Koldo, respóndeme. Ezequiel, —le
dijo, Sra. Se oye un helicóptero. En apenas 15 minutos fueron rescatados por el
helicóptero de la UME. La mirada perdida bajo una manta térmica, de Ángela era
indescriptible, mientras se escuchaba el rotor. De fondo, a Ezequiel hablaba, a
gritos con uno de los auxiliares del rescate.—Sí, Sr. Pero, no le escucho si no
tiene audio de casco. Lo ojos de Ángela se quedaron mirando el rastro de la
riada y como si quisiera hablar su corazón decía: “El agua corriendo bajo mis pies, subiendo más y más bajo el pequeño
puente; como una bañera a punto de desbordarse.” El agua viene en grandes
masas, difícilmente, yo no entiendo de drenajes. Más que el deseo de esperar,
Algunas cosas, que sí —deseas ver la lluvia— vienen con mimo y cariño… Siempre
es bien recibido. Pero este diluvio. Maldita lluvia! Y maldigo a todos los
cabrones qué fueron incapaces de ver esta desgracia. Y maldigo a Dios, por
quitarme al hombre de mi vida, Koldo. A ti, siempre te gustó surfear, en tu
añorado Cantábrico. Pero, no te merecías morir como has muerto. Ni tú, ni nadie
de esta tierra, de la que te enamoraste…
Día
30 de octubre en Paiporta. La lluvia dejó de caer y lo que se veía era un
cuadro de los más negros de Goya. Los cuerpos de los ahogados a veces salen a
la superficie por sí solos, pero esto depende de las cualidades del agua. La
putrefacción de la carne produce gases, principalmente en el pecho y las
tripas, que inflan el cadáver como un globo. Lo digo yo por mis conocimientos
como Antropólogo y Arqueólogo. En aguas cálidas y poco profundas, la
descomposición es rápida y el cadáver sale a la superficie en dos o tres días.
Pero el agua fría ralentiza la descomposición, y las personas que se ahogan en
lagos profundos, a 30 metros o menos, puede que nunca salgan a la superficie.
El peso del agua inmoviliza sus cuerpos. Pocos jefazos con un montón de
estrellas hablaron así a la población. Hoy 26 de Noviembre, casi 30 días
después, Valencia es un lodazal, con algunos lugares, algo más limpios, por el
esfuerzo de sus habitantes y los voluntarios que llegaron por su cuenta y
riesgo. Sólo tenemos lágrimas e
impotencia. Únicamente, nos queda eso que siempre nos ha hecho ser diferentes:
las ganas de volver a inventarnos. Gracias a todos los valencianos que han
soportado el mayor desastre natural de esta jodida España. Gracias, a todos los
voluntarios de todos los rincones de España y del resto de Europa. Gracias a
los cuerpos de rescate: bomberos, ejército y resto de las fuerzas del estado (especialmente, los que han actuado al
margen de la burocracia). En la noche más oscura y desgraciada de l´horta
Valenciana y las tierras altas de Utiel/Requena y la Hoya de Chiva y Buñol. Por
todos, los que nos dejaron, tenemos que seguir, adelante, porque es parte del
ADN valenciano. Es algo que llevamos todos lo que nacen en la tierra del Turia,
aunque vivas en Sidney. Esto es una manera de hacer las cosas; con un estilo
diferente a todo lo que he conocido. Los valencianos de carne y hueso, no las
castas senatoriales y gentecilla de San Jerónimo. Por eso y porque, este pueblo,
es increíble. No nos doblegaran. A pesar, de los pesares. Amunt! Valencia.
Dedicado
a todos los damnificados por la tragedia de la DANA del 29 de Octubre 2024
Fotogramas adjuntados
The Rains Came (1939) By Clarence Brown
The
Day After Tomorrow (2004) By Roland Emmerich
Rain (1932) By Lewis Milestone
Carlos
García Pozo Camí d’Orba 10 (Benetússer) Valencia
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