La noche más oscura en Valencia: 29 de Octubre 2024

noviembre 26, 2024 Jon Alonso 0 Comments

 



Término municipal de Chiva, 18:00 horas de la tarde, mientras camino, escucho el sonido del río que desemboca en la pequeña cascada, una asonancia que siempre me ha gustado. Normalmente, se acerca al oído, casi todos los otoños, donde la lluvia hace acto de presencia y siempre es bienvenida entre los lugareños de la villa. Cuando puedo, vengo aquí a dar un paseo, a solas, una vuelta a respirar aire puro, cerca del río, que se le llama Poyo, o el Poyo. Por estar en esta rambla que llega hasta la huerta de Valencia. La cosa como el que no quiere; se puso rara. Llovía con un tono cínico, imponiendo una traidora amabilidad, pero enfurruñada en pura rabia. Por aquellos días, sufría jaquecas muy fuertes producto de una galopante presbicia. La vista, se había divertido mucho con el negro sobre blanco. Las lumbreras de la meteorología decían que llovería, con fuerza e intensidad. Precipitaciones de récord. Pero, creen qué tenemos un servicio meteorológico como en USA, después del desastre del Katrina? Ya quisiéramos. Bueno, la realdad es que la lluvia comenzaba a encabronarse. De repente, comenzó a llover con una potencia descomunal y aquello era el diluvio universal. El riachuelo del Poyo se parecía a la cuenca del Ganges en pleno monzón y cada vez, más cerca de todos nosotros. Viendo lo que pasaba en Utiel y Requena, evidentemente, Chiva, tenía el miedo dentro del cuerpo. ¿Y quién no? 18:30 horas de la tarde en una urbanización de las afuera de Chiva. Koldo y Ángela discutían de menesteres domésticos —¿No me estarás acusando de confundir a Marisa con la limpiadora? (Le cambió la voz y renovó sus quejas de que yo solía “imaginarme cosas” e ignorar los problemas reales). —Comencé a canturrear, aquello de… “por el camino de Bonanzaaa…” Sorprendentemente, la puta rambla del Poyo, quería  parecerse al puto Ebro, cuando la Pilarica le llora al cielo porque los cultivos aragoneses están secos. El agua subió por el escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos que actuar, salvar lo que pudiéramos, pero Ángela no pareció darse cuenta y seguía arriba, haciendo sitio, donde guardar las cosas de mayor valor… De la maldita mudanza. No llevábamos en tierras valencianas ni un día y no me lo podía creer.—Por un momento, las imágenes del viejo Bilbao de los 80, hicieron mella en mi mente…

—Joder, Ángela ¿No has visto cómo sube? ¿No  te das cuenta que el caudal, está  llegando el agua al linde de la orilla del puto barranco? —Si, sigue lloviendo así, vendrá el ejército a sacarnos de aquí y como tarden más de la cuenta; seremos carne de mortaja de pino. —Puta lluvia! Esto no es llover… Es Dios echando contenedores del cielo. ¡Venga, Koldo! No te pongas nerviosito, que en esta tierra, cuando llueve cae la del pulpo...—Tela, guapote. Ángela, qué en mi tierra, yo era pequeño y cayó la del calamar en el 83. —Ya lo, sé, cariño. Claro que sé cómo se lía…—Esto se está poniendo muy feo. Horroroso. Estate atenta que nos marchamos, en nada. 19,00h en la carretera del barrio de la Torre dirección Benetusser. Batiste, mira, a través del retrovisor de su volquete. El riachuelo ya estaba por encima de las aceras e inundando partes bajas del barrio. Vio el gallinero de su amigo Tomás, en el corral de su casa solariega, y el agua, ya estaba a una altura de casi 30cm: las gallinas estaban acurrucadas alrededor del gallinero y sacando el pico para no tragar agua. Batiste, no se lo pensó, dos veces y masculló: —voy a dejar salir a por las pobres. Y a ver si las puedo dirigir hacía la carga. A ver, si tenemos suerte, y por lo menos, tendremos huevos del gran Tomás.—Sacó, una sonrisa, muy suya.

    Su mente le preguntaba:¿Y dónde las vas a tener? ¿En tu casa? Intenta llamar a Tomás. El agua arrastraba con fuerza. Y se volvía repetir en su interior: —¿Por qué esta repentina lástima? Además, puede que deje de llover y el agua no suba, más.

Ahí, volví hacía Valencia y pasé por Picaña. Me bajé y comprobé el caudal; intenté agarrarme a la barandilla del puente que resbala—Pensé, la hostia! Se acaba de romper el puente y la corriente me lleva. ¡La puta madre qué me parió! la furia de la rambla del Poyo venía cómo un Nilo envenenado. —Perdí el equilibrio y  me caí al agua, que golpeaba, a través de mis poros. Los ojos se llenan de agua, los pulmones se colapsan, el corazón palpitando.

 

 


 

Dando vueltas, revolcándome, rodando con derrubios: cañas, gatos muertos, pedruscos y un montón de broza que me agitaba. Haciendo de mi viaje, por la escorrentía, un bicho raro, envuelto en un montón de ropa, en la lavadora. Vueltas y más vueltas. El cuerpo, daba tumbos por todos mis costados. Salgo a la superficie, jadeando por aire, el cuerpo se golpea contra un risco y la salvaje corriente del Poyo me empuja, sobre la gran roca, salvándome de un destino inevitable. Mire mi reloj sumergible y eran las 19,20h. El agua estaba, a punto, de engullirme en sus fauces…—Ya no vi nada más.

19:30h Chiva

Koldo:—¡El agua está en la cocina! —Su mirada era sombría.—No dije nada. ¡Cariñooo. Qué, el agua está en la cocina!

Corrí hacia allí. El río había invadido la cocina. Vi el gallinero sumergido hasta las trancas. Las gallinas se habían ahogado.—Érase una vez un gallinero —dijo un tío que no sé de dónde salió, pero su acento era colombiano— Y se quedó con la mirada ida.

¿A ver, tú, quién coño eres? — Yo soy Ezequiel Barrientos, un mozo de carga de mudanzas y mi compañero era el conductor del transporte, Gabriel González,  que se ha ahogado en el barranco.

—“Esta inundación llegará lejos”, dijo. Y no estaba mirando el agua, estaba mirando a Ángela.

—Ángela, venga, “vístete y coge lo más importante” Vamos a subir al tejado.— dije.—Llueve tanto, que las gotas duelen en la cara. —¡A ver, tú, Ezequiel, tira para arriba y estate atento! Qué la suerte, no se te va a presentar dos veces seguidas. Ezequiel: —puedo darme una ducha, cuánto me gustaría ducharme en una bañera. Ángela intervino: —Tú, flipas, tío. Te crees que es momento para ducharse, en la bañera, gilipollas!

Koldo:—Contrólate, tío. Está lluvia tiene muy mala pinta. Por favor, tranquilízate, estás todavía con el susto dentro del estómago. Bebe un poco de agua. —De acuerdo. ¡No problem. Man!

Y volvió a mirar a Ángela. Tenía una mirada zaina  y lúbrica. —No hacía nada por disimularla. Creo que seguía con el golpe de su compañero en el cuerpo.—Koldo, controlaba todo. Vamos, Ángela. Te llevaré arriba. Deja el álbum de fotos y todo lo que hayas cogido. Vámonos. ¡Koldo, está cayendo el agua a chorros del techo! Corre, corre… Koldo, hizo una pequeña pausa, antes de salir hacía el tejado.

Me quité los zapatos empapados y contemplé consternado el patio trasero de la casa de mi padre. Llovía y llovía y, de repente, algo llamó a la puerta de la cocina. Abrí la puerta. Era el cuerpo de un gato. Lo aparté con el pie e inmediatamente cerré la puerta. El agua subió por el escalón que separaba la cocina del resto de la casa y llegó al salón. Teníamos que movernos, lo más rápido posible, y ponernos a salvo con lo imprescindible. ¡Aquí, ya no estamos seguros! —Ángela, vamos, corre y tira para arriba. Ella, no pareció darse cuenta y seguía arriba, haciendo sitio al ajuar de sus padres. —Koldo: ¡Sera posible. Deja la mierda de las cosas de la familia, que has cogido. Suéltalas! No podemos llevar nada encima. Si nos rescata un helicóptero, ya podemos darnos con un canto en los dientes. Arriba cagando hostias. —Por favor, salgamos por el ventanuco y quedémonos en el tejado. Vamos a pedir ayuda.—¡Me cago, en mi estampa! No tengo cobertura. ¡Menuda mierda!

 

 


 

Chiva 20:00h  En el tejado de la casa de Koldo y Ángela, que estaba muy inundado. Koldo, en un momento, que quiso guardar su móvil, fue arrastrado por la corriente del maldito Poyo.—Ángela, gritaba, fuera de sí. Koldoooo! Durante horas, largas horas,  el agua corrió a lo largo de las calles húmedas y se recogió en las cada vez más anchas, que crecieron y el asfalto se ahoga entre la inmensidad del caudal del Poyo. Los arroyos se convirtieron en ríos y los estanques en lagos. Lagos, como la hermosa albufera, parecían un océano, quienes lo vieron. El cielo abrió sus esclusas y regó las playas de los ángeles de las nubes: el oscuro y pesado firmamento descargaba el diluvio universal. La lluvia enjuagó la suciedad de las paredes de las casas, las hojas sueltas del césped, el calor del aire. El cielo vigilaba a las personas que pasaban despiadadamente por todo lo que no el dinero era para medir o comprar algo.

No tenía ningún valor que se pudiera comprar o vender. Sólo servía sobrevivir y seguir adelante. —Ángela se quedó mirando a Ezequiel (el mozo de carga). Lo miraba como se observa un objeto roto, con la misma indiferencia. Los años en la profesión le habían enseñado a eliminar la empatía y a mantener el desapego, a ser capaz de intervenir con calma, sin compartir el dolor. Empero, Koldo, donde estuviera su mente; sabía que era diferente. Sufría contigo. Era el hombre más fuerte del mundo y el tío que mejor encajaba los golpes. Ángela, se tragó su amarga tristeza y pasó a formar parte de esas heridas que enmarcaban su rostro, idénticas a esas marcas moradas en tus muñecas y brazos. En un instante me convertí en tu propio dolor. Mientras, Ezequiel, no podía mirarla.

Sedavi 20:00h Batiste.

Dentro del agua y con dos gallinas en las manos, más muertas que vivas. Se podría decir que la corriente del barranco lo había ingerido y desde Benetusser llegó a Sedavi. Un viaje al corazón de la furia del agua. Un barranco que arrastraba todo tipo de porquería vegetal, sapos y demás bichos que surfeaban, mientas Batiste, evocaba sus últimas palabras, entre visiones del propio ahogamiento. Se dejaba leer, lo siguiente:

Hombres crueles se habían cruzado en tu camino, decidiendo que eras la presa más fácil de atrapar. Llovía y a esa hora el parque estaba desierto. Nadie había oído tus gritos, nadie había presenciado la tragedia de un gorrión mutilado por una manada de lobos hambrientos. Así, sin motivo alguno, una violencia bestial te había aplastado y cubierto de tierra, como si quisiera enterrarte para siempre. Así, sin razón, el gorrión se había convertido en la comida de lobos desalmados. A medida que el agua sube, comienza a gotear sobre el borde del puente. Mis pies comenzaban a tragarse  su fría y peligrosa crecida de la maldita lluvia. El río parece crecer, llevando ira y frustración, mientras se precipita por el borde del puente llevándose la grava de la carretera. El agua llega hasta los tobillos, pasando rápidamente sobre mis pies descalzos, entumeciéndolos, intentando llevarme río abajo. Mi agarre empieza a aflojarse, comienzo a sentirme seguro en las garras de este hermoso monstruo, casi como si fuera parte de su rugiente fuego. Mis rodillas son consumidas por el agua creciente, haciéndome un semoviente, más, del furioso torrente, abandonado, a mi propia fortuna.

 



Picaña 22:00h

Nadie sabía nada de nadie. El caos y el horror de la tragedia era inasumible. Una ola mortal, un desborde salvaje de más de 600 litros por m2. Malditos meteorólogos, putos satélites y putas Apps. No estábamos en la época de la IA. Todo estaba bajo control. Alguien puede recoger a Batiste. Un vecino de Picaña, lo auxilió y pudo reanimarlo. Cuando despertó, el pobre héroe dijo: Cae agua, como cubos enteros encima de la cabeza. Todo se inundaba y nadie estaba a salvo. Lloré amargamente, pensando en cómo la desgracia podía golpear al azar, como un asesino ciego que dispara al montón, sin saber exactamente a quién va a dar. Me tumbo en la roca: frío, temblando, pero totalmente unida a este arroyo, un arroyo al que he acudido desde que era un niño: un arroyo que me salva de mi realidad. Un arroyo balbuceante donde derramo mis secretos.

Chiva 22:30 Ángela desgañitándose… —Koldo, dónde estás? Koldo, respóndeme. Ezequiel, —le dijo, Sra. Se oye un helicóptero. En apenas 15 minutos fueron rescatados por el helicóptero de la UME. La mirada perdida bajo una manta térmica, de Ángela era indescriptible, mientras se escuchaba el rotor. De fondo, a Ezequiel hablaba, a gritos con uno de los auxiliares del rescate.—Sí, Sr. Pero, no le escucho si no tiene audio de casco. Lo ojos de Ángela se quedaron mirando el rastro de la riada y como si quisiera hablar su corazón decía: “El agua corriendo bajo mis pies, subiendo más y más bajo el pequeño puente; como una bañera a punto de desbordarse.” El agua viene en grandes masas, difícilmente, yo no entiendo de drenajes. Más que el deseo de esperar, Algunas cosas, que sí —deseas ver la lluvia— vienen con mimo y cariño… Siempre es bien recibido. Pero este diluvio. Maldita lluvia! Y maldigo a todos los cabrones qué fueron incapaces de ver esta desgracia. Y maldigo a Dios, por quitarme al hombre de mi vida, Koldo. A ti, siempre te gustó surfear, en tu añorado Cantábrico. Pero, no te merecías morir como has muerto. Ni tú, ni nadie de esta tierra, de la que te enamoraste…

Día 30 de octubre en Paiporta. La lluvia dejó de caer y lo que se veía era un cuadro de los más negros de Goya. Los cuerpos de los ahogados a veces salen a la superficie por sí solos, pero esto depende de las cualidades del agua. La putrefacción de la carne produce gases, principalmente en el pecho y las tripas, que inflan el cadáver como un globo. Lo digo yo por mis conocimientos como Antropólogo y Arqueólogo. En aguas cálidas y poco profundas, la descomposición es rápida y el cadáver sale a la superficie en dos o tres días. Pero el agua fría ralentiza la descomposición, y las personas que se ahogan en lagos profundos, a 30 metros o menos, puede que nunca salgan a la superficie. El peso del agua inmoviliza sus cuerpos. Pocos jefazos con un montón de estrellas hablaron así a la población. Hoy 26 de Noviembre, casi 30 días después, Valencia es un lodazal, con algunos lugares, algo más limpios, por el esfuerzo de sus habitantes y los voluntarios que llegaron por su cuenta y riesgo.  Sólo tenemos lágrimas e impotencia. Únicamente, nos queda eso que siempre nos ha hecho ser diferentes: las ganas de volver a inventarnos. Gracias a todos los valencianos que han soportado el mayor desastre natural de esta jodida España. Gracias, a todos los voluntarios de todos los rincones de España y del resto de Europa. Gracias a los cuerpos de rescate: bomberos, ejército y resto de las fuerzas del estado (especialmente, los que han actuado al margen de la burocracia). En la noche más oscura y desgraciada de l´horta Valenciana y las tierras altas de Utiel/Requena y la Hoya de Chiva y Buñol. Por todos, los que nos dejaron, tenemos que seguir, adelante, porque es parte del ADN valenciano. Es algo que llevamos todos lo que nacen en la tierra del Turia, aunque vivas en Sidney. Esto es una manera de hacer las cosas; con un estilo diferente a todo lo que he conocido. Los valencianos de carne y hueso, no las castas senatoriales y gentecilla de San Jerónimo. Por eso y porque, este pueblo, es increíble. No nos doblegaran. A pesar, de los pesares. Amunt! Valencia. 




             Dedicado a todos los damnificados por la tragedia de la DANA del 29 de Octubre 2024

 

 

 

 

Fotogramas adjuntados

The Rains Came (1939) By Clarence Brown

The Day After Tomorrow (2004) By Roland Emmerich

Rain (1932) By Lewis Milestone

Carlos García Pozo Camí d’Orba 10 (Benetússer) Valencia

 



                                                     


                       

 


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