Saturno un planeta de agua
Han
pasado tan solo dos semanas. Me parece una eternidad. Un la larga espera,
idéntica, a la búsqueda de la pubertad. Toda nuestra vida está dirigida al sexo
y la muerte. Por ello, intentamos comparamos, con la inmensidad de la vidas
alegres ajenas. Pero, en realidad, está pasando con más tipos, buscadores de
gloria efímera; que en el fondo es una gran parte de nuestra larga existencia. La
vida son tonalidades de la paleta de colores, matices, destellos y tonos muy
livianos. Una sola pequeña mota de polvo en el desierto cambiaría el destino de
millones de desgraciados que buscan manduca y agua todos los jodidos días.
Empero, aquí me hallo decidiendo si respirar hondo o acabar con la jodida
vecina y su mierdoso negocio del puto Mildfudness. Sí. La maldita puerta 3—un
servidor vive en la 4. Es decir, enfrente. Ya saben cómo funciona esto, es lo
más parecido a una casa de citas de todo tipo. Llamadas continuadas, a mi
puerta y repetitivas respuestas —de mala uva— diciendo; es la puertecita 4 Sres.
No hay forma de que la tipa coloque un letrero, idéntico al que reluce en la
roñosa puerta del chiringuito: “Saturno un lugar donde meditar es vida”. Puto cartelito de marras. Estás dentro
de casa y suena el tono cansino de la jefa de todo el cotarro: ¡Vamos, vamos! ¡Respiren hondooo! Muy hondo!
Contengan el aire en el estómago sientan como todas sus vísceras se
oxigenan. Sus venas mueven un mayor flujo sanguíneo. Ahora lentamente, bajamos,
el ritmo hasta quedarnos obnubilados con un punto fijo. Mirad ese led que
destila una luz violeta desde lo alto del rincón de la habitación y nos dejamos
llevar, por la quietud y el relax. Poco a poco, exhalamos e inspiramos, en
pequeñas cantidades. Y así se repite, día a día, como una cacatúa delante de una excursión
de colegiales en el jardín botánico. Ella a su cháchara y a medida, que van
saliendo sigue con la puta milonga: continuamos y nos damos la mano mirando el
techo y disfrutando del oxígeno que hemos generado en el cuarto meditativo. Imagínense, la película… Así todos los santos días, un
grupo de 14 personas, y a la salida, apoquinado 50€ de curso legal. Námaste, Námaste
Darío, Námaste, Paula, Námaste Nuria. Y tal y Pascual. Nos vemos y cuídense.
Dos días seguidos con la misma monserga, tras muchos meses, diría que dos años
desde que aterrizó en nuestra comunidad. Bien, Miss Saturno, a lo suyo: Uno,
dos, tres y cuatro. Ahora nos damos un pequeño giro y nos quedamos en posición
fetal. Disfruten esas saludables bocanadas del aire purificado gracias al
humidificador que luego sortearemos… (Siempre hay un motivo para hacer caja y
la ministra Montero buscando las facturas). Ahora notáis una sensación de
felicidad que cubre desde los pies a la cabeza. Las ovejas de Buñuel, encantadas
de pensar que van a gozar de una grandísima curiosidad: una vida longeva, y
como no, plena de apasionantes alegrías. Saturno puerta 3 es un lugar donde las
lágrimas son gotas de sempiterna alegría. De fondo suena el puto New Age y toda
esa música repleta de ñoñería irlandesa.
El
problema surge; cuando aparece el tipo que ha comenzado a escribirles toda esta
fraudulenta cantinela. Sí. En la puerta de la vecina, la del Mildfudnees. ¿Se
acuerdan? Bien, allá vamos. Ding, dong. Ding, dong. ¡Demonios!—Mis Saturno— ¿Quién
será? No tengo cita con nadie. Se acerca a la mirilla y esboza una sonrisa al
comprobar que soy yo y unos catálogos de Ikea. —Buenas noches, Ágata. Buenas
noches, Sigfredo. Mira cuando llegaba a casa me encontrado esto en el zaguán y
te lo he recogido. Ha sido imposible introducirlos en tu buzón. Estaba repleto
de documentos — Ella sonreía sardónicamente y me miraba con unos ojillos como
diciéndome— Te daba una patada en el culo y largo. En fin, aquí tienes. Ágata—extiende
la mano para recoger la publicidad del nuevo Ikea— y es cuando, Sigfredo,
esgrime un cuchillo Takamura recién salido de su caja —vía Amazon— para
estrenarse, en ciernes. De repente, Sigfredo, le corta toda la vena radial de
su antebrazo. Comienza a gritar. Ahhhhhhaggggg! Cabrón, qué dolor! En la
habitación lounge superinsonorizada la gente sigue tumbada, en posición fetal,
parecen los embriones del futuro parto de Alien de Sir Ridley. ¡Eh, Miss
Saturno… Tranquila, respira, cariño! Ves lo que ocurre cuando no gestionamos
bien nuestra capacidad de autorregulación del oxígeno enriquecido? —Je, je… Qué
te voy a contar…Ahora que cojones les vas a decir a toda tu grey, ahí tumbada
en el confort del tedio y el juegoflauta burgués. Ágata Morales, es el nombre
real de Miss Saturno. Está en estado de shock: llora y llora. Aunque, sus
gritos y sollozos son en vano. Está completamente blanca y temblorosa.
Sidgredo, le agarra el otro brazo y le hace un corte muy preciso de la zona
carnosa de la clavícula. Mira voy a sacarte un trocito de musculo suprespinoso.
Aquí hay un nervio muy jodido. Se puede ver el hueso y parte de los tendones. ¡Eh,
fortachona! No te me desmayes…Que he de terminar el libro que le vendiste a mi madre
“Mindfulness el arte de crecer”. Eso no está nada bien, querida Ágata. Ir a
sacarle 30 euros a una abuelita —pensionista— sorda y narcolépsica con fatiga
crónica. Ágata, te quiero entender. Empero, la realidad, es otra. Nos vemos
incapaces de tomar, consciencia de la experiencia vivida. ¿Cómo juzgarías toda esta rutina pseudozen…? Por no decir este puto paripé de adictos a la sugestión sin
control tributario. ¿Sientes que te ahogas? ¿Nunca habías visto tanta sangre en
tu puta vida? Es una espera eterna y angustiosa… No te preocupes llegará en un
par de minutos, ese deseado e inesperado fallo de oxígeno a tu cerebro y la
factura va ser muy cara. Lentamente, sin prejuicios, ni rencores. Algo así,
como si… Lánguidamente estuviéramos expiando todos nuestros pecados. ¡Cómo si el malvado que te está causando todo
este dolor y horror disfrutará de este envenenamiento de tu pequeño chiringuito
de adictos Cocoones al oxígeno purificado! No tengo nada contra ti, cielo. ¡Pero
que me toquen a la vieja. Uff! ¿Sabías que cuando tenía 5 años, casi me ahogo
en la bañera por la puta narcolepsia que sufría mamuchi? ¡No tienes ni idea de
todo lo que ha pasado esa mujer, como para venir tú a venderle un cupón para un
viaje a la Sierra de Caravaca, donde sorteas un humidificador! Eres un mal
bicho y la has jodido bien. ¿Por curiosidad, a cuánto les vendes el
humidificador de los chinos a tu grey de desgraciados? ¡Qué traviesa que eres…
No te me vayas! Ahora vuelvo. Voy un momento, a saludar a tu camarilla, en el
cuarto de los nenes y las nenas fetales…Ja,ja,ja! ¡Hola, chicos. Qué alegría.
Comienza la fiesta!
7
años después
Sigfredo
Otaiza. Vive en Austria y es uno de los mejores especialistas en terapias de
meditación y apoyo a gente con estrés postraumático. Una hermosa mañana de mayo
en la hipnótica Salzburgo: se quedó saboreando una taza de café expreso de la
máquina del capo Clooney. Pensaba— qué extraño es el mundo, llevo unas 364
semanas sin ver su cara, sin admirar su transparencia, y sus falsas artimañas.
La conciencia está bloqueada. Cogí mi attache y mi americana de Donna Karan. Un
taxi Uber me esperaba en la puerta del patio y me acercó al Hotel Sheraton
donde tenía mi conferencia. Durante el trayecto. Sólo pensaba en todos aquellos
tipos encima del futón de la vecina Zen, Ágata. El montón de sangre, ojos
colgando, orejas cortadas, brazos con muñones sangrantes, gente sin pies. Otros,
con sus lenguas colgando. Mujeres sin nariz. Tripas por todo el suelo:
intestinos de todos los tamaños. Era la mayor orgía del horror que se pudiera
haber organizado desde una perspectiva y un plano meditativo milimétrico.
Intento olvidarme de todo, aquello, de como pude escaparme y crear una nueva
identidad. Ahora soy Bernardo Kliman, un tipo doctorado por la Universidad de
Berlín y uno de los grandes gurús del Mildfulness. A día de hoy sólo me
preocupa morir ahogado. De inmediato, percibo, que estamos saliendo de la
capital del genio Mozart y el vehículo ha tomado una ruta a su libre albedrio.
Vamos por la autovía del Este. De fondo, se escucha en el equipo de música New
Age, la jodida voz de la tristona irlandesa Enya. —La detesto. Le digo al
chofer que a dónde cojones se dirige… (En un correcto alemán) —Una voz femenina
lejana, pero muy cercana, a la vez, me contesta en inglés— To nice place...
Relax, Mr. Sidfredo… La ventana protectora se cerró de golpe y comencé a recordar
con suma tristeza (mientras el
nerviosismo del viaje —de la conductora— iba haciendo mella en mi control)
a mi madre. Joder! Cómo se murió. Aún tengo las manos mojadas por las risas y las
lágrimas que la envolvían y acariciaban sus mejillas. La belleza de sus ojos
cerrados, su hermosa boca y sus suaves frías manos de finos dedos. La sencilla
alianza en el anular (del cabrón del viejo) que siempre se portó como un auténtico
canalla. Pienso en ella y sigo fijando su esplendorosa imagen: la más bella y hermosa; que
mis ojos han podido ver en toda su existencia. Me indica que no todo lo malo es
maldad. Y que tal vez mi desprecio a lo ajeno sea debido: a su perfección, a su
total dependencia, a su angustia, a su debilitada y pobre alma por el castigo
infligido de la bestia de mi padre. Los reproches, los golpes físicos, las
humillaciones. La llenaron de melancolía. Aquella tristeza que le acompañó
diariamente, y fue, mi infancia. Un precio demasiado duro que, en contra de mi
voluntad ha devuelto, ese sentimiento kármico hacía la conductora, la cual, se
dejaba ver a través del retrovisor.
Altamente
protegida por unas enormes gafas de sol negras de Fendi. Observe una pequeña
cicatriz en el mentón de su cara. Sabía quién era, Ágata y ella quien era yo, Sigfredo.
Vecinos y algo más. El ratón tenía al gato en su sillón, el mismo, que le
destrozó la vida y que convirtió el oxígeno, en una mácula con la que vivir y
recodar el horror de la bestia iracunda. Le pregunté: ¿Ágata, qué quieres de
mí? ¿Qué quiero de ti, desgraciado? Aquella situación dentro del impoluto
Mercedes de la clase A; era como un boomerang peligroso: golpeaba y volvía a su
dueña. Una extraña y peligrosa dependencia. Me quedé en silencio. No era capaz
de caber, entre tanta frialdad, en esa nueva imagen de mujer independiente,
fuerte y solvente. Por fuera, la veía como la culpable de mis oscuros
pensamientos. Los mismos que se repetían todas las noches —desde el asalto, a
aquel chiringuito— de Meditación en Saturno. Notaba que todo lo imaginado en mi
psique, sonaba despreciable y absurdo. Como bien dijo, Ágata, cuando ya
quedaban menos de 500mts a la entrada del lago. —Palabras con las que plasmas tu personal e
inexistente débito. ¡Ahora, cabrón! Ante la evidencia, de tu ignominia. ¡Eh, don macho! ¿Ahora, qué, Sigfredo? esto, te perseguirá hasta, tu último hálito: el correteo continuado de silencioso arrepentimiento. Tu salvaje desfachatez y
ese puerco anhelo que posees, no tienen límites y “el porqué de sus lágrimas” no
es más que una máscara más, como deduje en mi consulta de Saturno.—De repente,
sentí miedo, algo de angustia y parálisis, ante sus certeras y valientes
palabras. Aun así, puede observar como ella, se giró forzando su perfil
enrojecido y alterado. —Esta es la última cara que vas a ver, antes de morir.
El monstruo quedará sepultado en las inmensas y hermosas aguas del lago Fuschlsee.
—Se cambió de golpe. Bajó la ventanilla y se quitó las gafas delante de mí. ¡Mírala bien, pringao! Esta es la cara de una saturnina en el siglo XXI. Me recorrió un escalofrió
que se reveló como todo el pesar del agua entrando dentro del vehículo. La
enormidad de aquel lago hacía que el hundimiento fuera más rápido. Traté de
soltarme el cinturón de seguridad. Pero sólo me encontré entre carpas, dosieres
de Mildfuness, barbas postizas, pasaportes extracomunitarios, lentes de presbicia, una botella de Armani y una navaja de afeitar. Mientras las bolas de agua que expulsaba mi boca completamente repleta de búrbujas,
hacía imposible encontrar la triste belleza de la mujer de mi vida: mi madre. Desde
la orilla, una mujer muy parecida a Ágata, le reconfortaba con una toalla.
—Esbozó una larga sonrisa y emocionada le dijo a la otra mujer—Gracias, Satu. De
verdad. Te quiero mucho, cielo. —No creí aquello de que la venganza se sirve en
un plato frío, Satu—Y muy mojado. Risas y besos.
FIN
Dedicado a Luke Perry octubre 1966/febrero 2019 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
While the City
Sleepsn (1956) by Fritz Lang
Les yeux sans visage (1960) by George Franju
Peeping Tom (1960) by
Michael Powell
Hannibal (2013) by
Brian Fuller
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