El maltratador sorprendido
Y desde que ocurrió, aquel hechizo de esa lluviosa tarde, ha pasado tanto tiempo; que ya casi no lo echo de menos... A veces recuerdo como solĆa ser, al pasar por la fachada de ese lugar, que trae todos esos recuerdos, los cuales, pienso que no deberĆan de haber ocurrido, pero ocurrieron. No obstante, creo, que si no hubieran sucedido los aƱorarĆa aĆŗn mĆ”s. Me vienen a la mente algunas palabras —vagamente e incluso se me arranca alguna carcajada— de aquellas que te salĆan a ti. Es raro porque en realidad ya no me hace gracia. Si les soy sincero, sonrió dolor por todos mis poros. Todo aquel mundo se desvaneció por arte de magia. Los dos Ć©ramos seres ajenos a lo exterior y asĆ nos sentĆamos bien; vivos y coleando. Seres intrusos y extraƱos a todo lo que, en ese momento, no nos acariciaba y envolvĆa.
Se
nos antojaba una presencia invisible, como si hubiƩramos sido dos animales
indolentes que no creĆan sentir nada. Sin embargo, lo enumeraban todo: un
aroma, un golpe de viento, un ruido de un trueno, el olor de la tierra mojada.
¿QuiĆ©nes se atrevieron a pensar que no sentĆamos o pretendĆamos dar esa
sensación fingida? Simplemente nosotros primero y después este jodido mundo.
Ah, del mundo! ¡La madre que lo parió! AhĆ sigue. TodavĆa no sĆ© lo que hago por
no saber qué fue lo que te alejó, te cansó y te mantuvo tan lejos de mis labios.
Pasa el tiempo y las manecillas del segundero cada instante y esa razón la sigo
viendo menos clara. QuizÔ sea esa comezón que me estÔ carcomiendo entre desidia
e indiferencia.
Igual es el momento de cortar por lo sano y
dejar las putas paranoias, a un lado. De quitar el ojo de mi sombra, relajarme y ¿por quĆ©,
no? Sentirme distraĆdo. Ipso facto, La imagen mental de mĆ, me produjo escalofrĆos,
y, volvĆ a la charla: desairado y evitando entrar en detalles. Intente
cambiar de tema todo lo que pude, y, poco a poco, la conversación con el agente
de policĆa tornó a ser mĆ”s amigable, lo cual no me hizo mucha gracia. DecidĆ tirarle
el vaso de plÔstico con café en sus pantalones. Aquello consiguió
que ella se desternillarÔ de risa. A mà también, me pareció gracioso. En fin,
al agente de policĆa de trĆ”fico no le gustó nada la broma y terminó esposĆ”ndome
y llevƔndome en su coche al cuartelillo.
Le
pareció que una cosa era empatizar y otra humillar. Me leyó mis derechos y allĆ
terminé con las manos atadas al asiento trasero. Volvió tu voz a mi cabeza y
escuchƩ: Ya no volveremos a experimentar ese dolor placentero, un dolor
tranquilo, un dolor pacĆfico: un dolor nauseabundo. RecorrerĆ”s ese lugar, mirarĆ”s a ese sitio, te
acercarƔs e inesperadamente te sentirƔs extraƱo, raro, ausente de ti, de tu
forma de ser, pensar y manipular. VolverĆ” un dolor pero esta vez un dolor triste y terrible, en la mĆ”s absoluta oscuridad. SĆ, AndrĆ©s, estĆ” vez, no es cuestión de
interƩs. Ya es hora que acabes, donde tienes que terminar: encerrado el resto
de tu vida en una celda. ¡Te jodes, desgraciado! Ya estĆ” bien... Doy gracias a Dios, ya que hoy, el planeta nos acariciarĆ”; con un pequeƱo soplo de felicidad. Un lugar mejor. donde habitar y soƱar con un nuevo futuro.
FIN
Dedicado a Rafael SƔnchez Ferlosio
diciembre 1927/abril 2019 In Memoriam
They
Made Me a Fugitive (1947) by Alberto Cavalcanti
The
Stoning of Soraya M (2008) by Cyrus Nowrasteh
The
Girl Hunters (1963) by Roy Rowland
Once
Were Warriors (1994) by Lee Tamahori
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