Las buenas intenciones
A uno le deja
perplejo el aluvión de tecnología textual de la webesfera y demás rebuznos
verbales; cuando afrontamos el principio del año nuevo. Si esas fechas,
ineludibles y confortables como el sillón del comedor de diseño de nuestros
papás. Un buen lugar para prometer y plantear cambios desde la variable más
kantiana a la más prosaica y manida—encharcada de agua de borrajas— como
adelgazar o dejar de fumar. Eso de plantear cambios de boquilla y tecla digital se nos presenta redundantemente antojadizo. ¿Cómo somos tan cínicos de prometer que afrontaremos
realidades y cambios de algunas de nuestras propias circunstancias? Se han
mirado en alguno de los álbumes de fotos de fin de año. Si esa misma foto con
una botella de Cava en una mano y en la otra un canuto gigante de marihuana…
De verdad, qué son capaces de enumerar la cantidad de gilipolleces por minuto
que esputaron en el albor de la cálida madrugada de este último año, mientras
desparramaban su gula entre levadura de calabaza y trigo, al chup, chup del
tazón de chocolate.
¿Quién dijo
cuerpos Danone y hablar un inglés tan modélico del desparecido Rickman?
Rebusquen en su interior, seguro que D. Pepito Grillo les farfulla: ¡Para,
chaval, tranquilo. Qué no estás dando una a derechas! Al gimnasio no entro ni
de visita. Intentar adelgazar en este territorio es imposible porque no hay más
recorrido en mi itinerario que ferias, fiestas y compromisos. Además, hablo
mejor inglés que l´enfant terrible Iglesias en Bruselas. ¡Manda huevos! Mejor
intento los hervidos de coles de esta pávida ciudad, los zumos de frutas y el
té verde. Mentira cochina. Empero, sí les dijera lo siguiente, me acusarían de
zen, blandengue o vendido. Tendrían toda la razón del mundo pues un perfecto
hijo de puta; se parte la caja. Por no revolcarse en un charco, ahora que los
hielos invernales quieren aparecer.
Luego, voy a
proponerles mi siguiente propósito de enmienda: tengamos paz, y comencemos por
nosotros mismos, dando ejemplo. Es necesario que precisemos el ejercicio de
interiorización y, desde ese equilibrio emocional, solidarizarnos con todos los
proyectos, los propios y los ajenos. Pensar que se pueden lograr las metas; si
nos esforzamos en creer que ello es posible. Esto ya me cautivaba más. Desde
ese punto de partida seremos capaces de crear una sociedad civil fuerte y
entusiasta, capaz de generar respuesta a una clase política y democrática en
retroceso. Esa crisis que en el fondo se manifiesta en nuestras propias sombras. Lo dicho,
sueno más falso que un autógrafo de Hemingway en el rastro y sigo igual de
perdido que Mailer, al que le daba por repartir hostias a tutiplén, ante un
posible reconocimiento de su persona por las calles del Village. Reitero, nos
gusta hablar de paz, de mermelada de arándanos, de Javier Noya (Machote
Triatlon) y el careto de muñeco pepón de Tom Hanks.
Cuando en el
fondo, nos encantaría ser tan famosos como Ruiz Zafón y cantar como Bowie (DEP).
Las revistas dejaran de acusarlo por misántropo y evasor de impuestos a
paraísos fiscales. Y es que lo más fácil para un amanuense en la España de los
mil reinos ha sido crearse una fama, aunque lo más difícil, por no decir
imposible es perderla. Entienden ahora cuáles son mis intenciones: Salud y
suerte. Pregúntenle a Iman o a cualquier persona que ha tenido que cuidar a un
enfermo terminal. Mejor callar y resignarse. Pero no se desanimen, aún pueden
aprender un buen inglés. Trabajando 16 horas en un bar irlandés en Ibiza, no
falla. Claro que eso se hace con 16 años. Al final, se nota cansancio: ni
barriga ni arrugas. Pues la heroicidad huele a mortaja. Como les decía; es tiempo
de buenas intenciones.
Dedicado a David Bowie y Lemmy Kilmister in Memoriam
Fotogramas adjuntados
A Child is Waiting (1963) by John Cassavetes
Awakenings (1990) by Penny Marshall
Dr. Gillespie's Criminal Case (1943) by Willis
Goldbeck
Sybil (1976) by Daniel Petrie