Trompeta Man
Aquella noche de primavera fue horrorosa. De nuevo los
cansinos accesos febriles me obligaron a permanecer postrado en cama. LlovĂa a
cántaros y la luz eléctrica se marchó dos veces, como si la historia no fuera
con ella. Entre antipiréticos, morfina y zumo de naranja de tetrabrik perdà la
noción del tiempo; me quedé dormido profundamente. Arribé tarde al acto. De un
negro riguroso y excusándome al vapor del Mississippi, pues no tenĂa muy claro
el lugar exacto del tĂ©trico velatorio. Uno de los más grandes nos habĂa dejado,
en este prisma de pábulo, quizás para siempre.
¿QuiĂ©nes somos para juzgar los deseos de los dioses? ComencĂ©
a darle vueltas a la cabeza, mientras observaba el Ăłbito. La servidumbre humana
más rastrera planeaba, a su manera más tradicional, una despedida con buena
música; un fragmento lúgubre de cuatrocientos cincuenta años, muy reciente, en
comparaciĂłn con aquĂ©l cuyo destino se envolvĂa de acordes aplastantes. El
trompetista, al que todas las chicas —y los chicos del Delta— adoraban, no
entendĂa en este mundo más que lo que su mĂşsica le dictaba, y aunque no sabĂa
exactamente para quiĂ©n —¿o quĂ©?— desataba su arte, cumpliĂł, entusiasmado por
ser el centro de atenciĂłn.
Empero la noche era muy larga y oscura, en aquel ambiente del
gran salĂłn opresivo rematado en ribetes gĂłticos de fusta. El joven estaba
bebiendo desde que agarrĂł la trompeta y sordina. El vodka polaco, era una
cuestiĂłn patriĂłtica de la rama familiar materna. Era evidente que los efectos
de la bebida nacional —que otrora tiempos— adormecieran sus sentidos; se
adentraron, en una simbiosis cuántica
con los miasmas. Aquella epidemia parecĂa asediar al barco, se comportaba como
si tuviera patente de corso, y
finalmente, consiguiĂł exaltar sus vĂsceras. Cuando le pareciĂł ver que en
la sala habĂa mucha más gente de la que embarcĂł en un puerto ya desvalijado,
comenzó a sentirse enfermo. Mucha más gente, de rara tez y miembros mal
proporcionados, que parecĂa revelarse en los espejos como borrones de bruma.
Definitivamente, la botella de vodka se rompiĂł, y los
cristales, caĂdos junto al taburete del mĂşsico, reflejaron las Ăşltimas luces,
antes de que se apagaran. Las ánimas protestaron y señalaron al cadáver.
Desperté, exaltado y lleno de sudor. Palpaba la mesilla de noche, el
interruptor de la luz no funcionaba y mi cama rebosaba de agua. Esta vez, vi mi
final, pues, ni la vela del cuarto de mi sirvienta me salvarĂa de una letal
pulmonĂa. PensĂ© que, por haberme encomendado a poderes sagrados, encontrarĂa la
salvaciĂłn de mi alma. Es obvio, que ya
estoy muerto, pues la habitación está completamente inundada como todo el
vapor. Nunca miren a los ojos de las sombras, a veces, el diablo se esconde en
el rincón más insólito de nuestra existencia. Ahora, por favor, déjenme,
mientras suena “Oh, lady be good”.
Dedicado
a Moncho Alpuente (mayo 1949/marzo 2015)
In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Young Man with a Horn by Michael Curtiz
(1950)
The Cotton Club by Francis Ford Coppola
(1984)
Show Boat by James Whale (1936)
Mo' Better Blues by Spike Lee (1990)