El gozo telescópico
El trabajo de francotirador no es un ejercicio agradable ni
fácil. Hace falta tener nervios de acero, una visión de lince y sobre todo un
gran sentido del ritmo cardiorespiratorio. De la exactitud del blanco depende el
resultado de una ardua tarea logística; documentación, posicionamiento y
objetivo de la misión. Empero, hay muchos tipos de francotiradores y puestos
donde practicar esta despreciable y adorada profesión para muchos detractores,
y por ende, de una grandísima legión de fervientes incondicionales. Obviamente,
todo el mundo tiene el concepto generalizado del francotirador militar; cartesiano,
impoluto y flemático. Sin embargo, pocos conocen el arte del francotirador en
otras disciplinas de la vida. No más lejos de estas lindes, a bote pronto, me
viene a la cabeza uno de los mejores que se hayan conocido en la literatura
española; Francisco Umbral. Algunos de sus trabajos pasaron a la historia y
dejaron mácula impertérrita, imposible de imitar o llegar a su maestría. Sería
el alter ego de Chris Kyle “la leyenda de Texas y el azote del infiel” o el
caso de la antigua URSS, y aquel cazador siberiano, que se convirtió en la pesadilla
de las unidades nazis, durante el asedio de Stalingrado; Vassili Záitsev. América es
un país que magnifica a sus héroes y los protege. La vieja URSS, también le
gustaba el modus de la glorificación del lince camuflado. Ahora, con Putin todo
Dios está loco por pillarse un buga alemán, pocos son los que miran de reojo la
pretérita gloria de aquel imperio soviético. Pesa demasiado la jodienda del
embargo, y con el petróleo a precios de tienda china de barrio; es obvio, que a
la nueva mafia liberal no le salen las cuentas y los rusos venden sus viejos
BMW para pillar los nuevos Lada con Airbag. Luego, entre los análisis de las
diferentes idiosincrasias, ya sea la utópica Norteamérica o la otrora poderosa
ex URSS, siempre nos quedará la incógnita del neologismo continental por la adoración
del pérfido disparador. Aquí en la rancia y tacaña piel de toro se les
desprecia e injuria de manera ostentosa, aderezada de camorrista lengua fácil
Belenestebaniana: Gasol, Nadal, o mi tocayo Alonso, son otro tipo de
francotiradores: killers del deporte. Y en ese cundir del espíritu deportivo,
se podría aplicar la definición al mundo de lo científico, cinematográfico, literario, taurino o el culinario.
Más de lo mismo. Pero es que el maestro madrileño definió a
este país de un modo contundente, visionario y veraz. La certeza de la obviedad
es dolorosamente axiomática y muy compleja de decodificar, pues, las verdades
joden al personal mucho, muchísimo, demasiado. Hasta llegar a la orgía de los ronzales,
y, ahí ya vale todo. Por eso, magnifico la elegancia del boxeo; existe un reglamento.
Reglas de juego que le da patente de deporte intelectual y que la historia, por suerte, nos dejó su
maravilloso legado. Bien, volviendo a la realidad topamos con la mediocridad de
esa inmensa mayoría de soma vespertino, que alimenta al bípedo de Tal y Pascual, ese, que suele ir por la mañana al trabajo a las 8 en punto y regresa
sobre la misma hora, al bar de su barrio donde se toma cuatro cañas, para
aterrizar en el sofá de casa reventado. Mientras la prole de casa aguarda y se
acicala para ver el corral de Mediaset. Cómo toda mi vida me ha gustado tocar
los cojones al personal, hoy no me voy a extender demasiado. Saben que la
tramoya del IBP se ha quedado para dos migajas mensuales. Muy de vez en cuando
verán los grandes artículos que ingieren con
mayor
asiduidad y trituran con una voracidad feroz. Caso Miroslava, o los panegíricos
al gran Fuller, Peckinpah, Stone and Cia. A partir de ahora, quien quiera leer uno de esos
artículos se pone en contacto a través de mi mail personal, que se halla en la
pestaña de la biografía, y previo pago de la voluntad, será obsequiado con un escrito de semejante enjundia. Atisbamos un nuevo presente por estos lares,
donde hablaremos de la Bernarda y el Fulgencio. Me gusta la propuesta de
Podemos ¿Pidamos pasta a la gente? Claro, claro..., como en este país está todo el mundo
en el paro y nadie tiene un céntimo. Aunque, los colegas saben que la gente
está forrada de pastuki. Sólo hay que ver los fines de semana, a la
becerrada trasegando por los centros comerciales, apestados de castas enteras,
sedientas de consumo y carrito de latón.
Claro que más chocante resulta ver a las empresas de
mensajería, no dar abasto a la ingente cantidad de paquetes, que dispensan —vía pedido—
por el redil de mondos bizarros, entre webs repletas de gadgets y libros que
rulan por la componenda digital. En el fondo, no hay francotirador que no joda
al personal. Yo de vez en cuando, suelo ejercer este oficio. Ya saben de mi
pasión por lo castrense y el desorden. En el ejército me enseñaron a matar,
beber y drogarme. Obviamente, al final uno acaba en el calabozo, pero esas
cosas sólo le pasaban a los del 66 que estábamos tan atrasados como los
huérfanos del 98. Ya nadie se acuerda de ellos. Eso sí, también que soy un
morfinómano sin cura ni remedio a corto, medio o largo plazo, ya que mi enfermedad es irreversible.
El otro día me preguntaron: —¿Por qué no te dedicas a la escritura de un modo
profesional, no se te da mal? Espeté —No me toques los huevos que hoy he
perdido dos píldoras de Tramadol y voy con el mono. Le di tres respuestas, dos
eran mías y la última de Umbral. La primera. —Mira, socio, tras mi infarto masivo y las secuelas de la
cirugía (dolor neuropático crónico) trabajaba como mercenario negro de las letras, en una gran
agencia literaria, la cual, me pagaba muy bien. Siempre lo he dicho: el
dinero me gusta más que a un tonto la gorra de Miliki. Puede que con el sexo,
las drogas, el Rock&Roll y el cine, sean mis vicios, que me han dejado donde
estoy, aunque pagaría por volver a ellos a pesar de ser un empresa imposible.
Ahora sólo tengo de 4 a 5 horas para disfrutar de eso, que es un espacio
ficticio, donde el dolor desaparece; el resto de las 24h., voy ciego de morfina
para soportar el puto martirio. En segundo lugar; trabajé como una puta sin
remuneración para un montón de productoras e hijos de la gran putísima. —Lo
pillas, chaval,—Eh, sí, sí, claro.—Lo del gratis total se acabó. Eso ya no lo
quieren ni en el guay del Paraguay. Seguimos caminando entre un silencio, que lo
rompió el gentío, que se atisbaba en un hermoso parque de la ciudad del crimen.
—No te preocupes, colega que te voy contestar a la segunda cuestión. El gesto
de este joven amigo era confuso. Sin embargo, qué casualidad, y es que en la
vida nada llega por orden de un ministerio divino. Todo aquel affaire coincidió en la
feria del libro de mi ciudad y le dije:
—Chavalote, mira bien este circo… Esto es lo más parecido a visitar la Morgue (el
deposito forense, lugar por el cual, he rulado lo mío a lo largo de mi vida. La
cantidad de familiares que he tenido que identificar, ni Gil Grissom) está
llena de caminantes versus Walking Dead. Los libros agonizan igual que los putos zombis del espectáculo televisivo.
Además, míralos bien muchos tienen pinta de muertos perpetuos.
Es decir, la feria es un montón de mierda, donde se apilan libros que nadie
quiere leer porque la gente no los entiende o sus mentes están olvidadas,
perdidas y penosas, que acaban arrastrados por el abismo de la vida. En una
ínsula donde el amanuense está condenado a su propia dosis de vanidad, que lo no
le va sacar de simple cuentacuentos. Se me quedó mirando con una cara entre la
perplejidad y la desolación. Le dije;— ¡Ay, la hostia, que bruto soy. Je,je… Anímate,
hombre, por aquí hay una tasquita que
ponen unas mistelas cojonudas. Lo ves, ya estás más tranquilo, y con la
respuesta saciada. Me dijo, — Y tú, cómo soportas la vida:—No la soporto, tío.
Es la morfina quien me soporta: complicado pero factible—¿Puedes decirme la tercera? Aún, tienes ganas de
escucharla. Bien, que sepas que esto lo dijo el francotirador Umbral, su pluma
era lo más parecido a un Barret M-82, suave, ajustado y letal. Una máquina
perfecta. Alucinante y excelso: “En España no sabían quién era Francisco Ayala,
no sabían quién era nadie. Conocían a Lorca, pero Lorca no estaba exiliado,
estaba muerto... Entonces yo los traté y los conocí mucho, a los buenos y a los
malos, porque a todos los había leído, a las mujeres, a Rosa Chacel, a
Zambrano, a Ernestina de Champourcín. Y junto a ese núcleo del 27 vino un montón
de gente que eran simples aficionados de las letras, gentes que se creían que
en el barullo de la vuelta del exilio todos eran buenos, y como además habían
convivido con los grandes suponían que aquí no distinguíamos y que ellos iban a
ser también grandes.” —Bueno, he sido sincero, directo y franco en argumentos.
—Está bien, Jon. —¡Hey, no te aflijas y piensa que el gozo del francotirador,
sigue siendo el mismo que la pose pseudoliteraria de intelectual Google plus!
Ese invento creado para estimular endorfinas al mediocre de turno con el signo del
sumando y hacer de ese numerito un miniorgasmo o una especie de ardid, multicoaching, para estimular su autoestima creativa. La vida es lo más parecido a
aquel hijo de puta —que el cabrón de Kubrick— dibujó en la chaqueta Metálica;
el memorable sargento primero Hartman. Aquel
psicópata instructor, que termina por desquiciar al orondo patoso y juvenal Pyne
(Vincent D´Onofrio), en el WC tirando de M-16 por su boca. Siguen los
desparrames poligráficos de este amanuense de regional preferente. No sirve para nada; el
automasaje y las palabras hermosas. La mierda y la sangre entra con un hierro
al rojo vivo, forjado a fuego lento. Lo malo, es no ser una persona “de posibles y respetables”, que
te pasas más de cuarenta años de vida en la indigencia anadiplósica. A veces,
no hay mejor gozo que el disparo en un pozo ciego. Sobre todo, cuando la mira
telescópica ha sido fabricada por Carl Zeiss.
Dedicado a Leonard Nimoy "Mr. Spock” marzo
1931/febrero 2015 In memoriam
Fotogramas
adjuntados
The Big Parade by King Vidor (1925)
Targets by Peter
Bogdanovich (1968)
Dirty Harry by Don Siegel (1971)
Enemy at the Gates by Jean Jacques Annaud (2001)