La gran morfosis catódica

diciembre 01, 2014 Jon Alonso 0 Comments









La realidad es ésta; no hay más cera que la que arde. Ya sé que más de uno pensará que debería ser otra. Pero no. Yo soy el único culpable de mi ausencia de sentido común, y lo absurdo de esta situación —por muy idóneo, que le pueda parecer a determinadas  hordas ilustradas— no doy para más. De verdad. No  insistan una y otra vez con aquello de una hipotética ubicuidad quimérica. No rebusquen en mi identidad  criminal y  claustrofóbica. Veamos el affaire, desde mi prisma más montaraz, es decir, dos premisas muy diferentes; los que van de enrollados y los otros. No hay terceros. Tenemos de sobra con los auténticos esperpentos histriones, opositores al gran mayestático culebrón venezolano, mientras la aristocracia catódica apura sus últimos sorbos del dulce Cacique. El nuevo escenario plausible, donde las complejidades de la superestructura nos ofrecen el perfecto remake entre un flashback de Lang y una cena de langostinos caducados Made in Namibia en los albores de la entrega de un Nadal. Sí, el mismo lugar, donde en una noche de pasión turca, Gala y el fenómeno Lara se retan a un maratón de rimas  Becquerianas. La noche a dos velas, tamizada de fariseas confesiones catódicas. Doy fe, que el sitio cuenta con un retrete de luxe; pues, el Atlántico Sur cuando se arranca de temporal hay que agarrarse a la cerámica.
















Luego, aconsejo que  no se dejen llevar por los impulsos de la frustración, posiblemente el efecto sea  una narración televisiva y algo gangosa, a la retrasmisión de un partido de tenis por Jesús Álvarez. Discúlpenme, pero sigo siendo de los que runruneo hasta la llegada de mi dosis opiácea y dejo de rechinar. Cosas tan perennes y vagas como la pasión del amor, el desengaño, el odio, la ambición, y la sed de venganza. Y sí, cuando me miro al espejo, puedo llegar a sentir asco. No por ello continúo mi odisea hacia un lugar invisible repleto de perpetuidad y opacidad. Cada día compruebo mi incapacidad para ver más allá de lo que la luz del día nos permite observar. Aunque, mi dificultad viene por defecto congénito. Empero, volverán a permitirme que me deje llevar por la incompetencia de la falta de sensibilidad a la hora de descifrar que hoy está lloviendo, cuando en realidad debería estar haciendo un calor extremo y mi erudición está tan ausente como un patético glaciar parcheado. Normalmente, es el momento de la manifestación de las imperfecciones en todos los bichos vivientes, lo cual, impide a los seres vacíos persistir e ir más allá de sus propios límites físicos. Suelen tener personajes malvados, canallas, inocentes, burlados, tramposos y el largo etcétera. ¿Les suena la música? Creo que sí. Es el territorio de lo imposible y lo indómito.

















Me conocen tanto como mi viejo cuerpo a su dueño; el mismo que empieza a agrietarse en la prisión de los apestados. Los que sólo llegaremos a un   analógico yugo de la condición humana. Déjense de monsergas, pues no tenemos tiempo para espabilar a esos  patéticos cinco sentidos que están restringiendo, día a día, la verdadera esencia de la libertad. Incapaces de ver más allá de un visible haz de luz, una ineptitud enfermiza que sólo se limita a la categoría de consentimiento asfixiante. No queda tiempo y mis trémulas manos son débiles instrumentos comparados con la fortaleza de acero que forjé allende ultramar. Hoy perdida entre mis reiteradas deserciones del deber y la lógica socrática. Cuando mis piernas reivindican inútiles su orgullo patriótico a la mezquindad humana ante una masa llena de energía que enciende los motores del horror. Mi maestro de escuela nos repetía todos los días que el mundo es un lugar rodeado y ahogado de callejones sin salida. Un pedazo de tierra lleno de risas, llantos e hipocresía; el angostillo de los sueños convertido en la indescriptible náusea humana.
















Estoy cansado de ver como los sentimientos hacen a las personas nulas y vulnerables  en su afán por mostrar diligencia y esto es de cajón, cuando la supuesta mente más racional puede llegar a ser presa de la pasión o víctima de la estupidez. No voy a extenderme en el atracón de broza que inunda los rincones de todo comedor en estas fechas tan idóneas para aleccionar y exaltar la lectura, a través de los engordados buzones por doctos catálogos del ofertón perdido. Este culebrón está muerto, pidiendo con los brazos en alto, un asesinato o un hijo putativo víctima de una efusión napolitana. No sé si el argumento daría para algo más. Quizás una nueva carga de profundidad hacía el coraje de Saviano. Pasa el tiempo y uno se pregunta, ¿le dejarían volver a la redacción de su periódico para poner mayor suspense existencialista como el su admirado Moravia a la gran belleza de Messina? Deduzco que tienen sus dudas. Evidente, ¿quién no las tendría ante tanto horror catódico? El Mediterráneo es una contante morfosis de basurero indolente. No obstante, siempre nos quedará el consuelo de un padre como Saturno y su prodiga grey. Tengan los ojos bien abiertos y no se fíen de las apariencias: el Pladur hace milagros. Felices compras y por favor, no se olviden del ticket por lo que pueda pasar. En estos lares no aceptamos reclamaciones sin él.








                                     
                                                               Dedicado a mi amigo Diego Puicercús y su hija pequeña 








Fotogramas adjuntos


Good Night&Good Luck by George Clooney (2005)
L'uomo in più by Paolo Sorrentino (2001)
God Bless America by Bobcat Goldthwait (2011)
To die for  by Gus Van Sant (1995)