Henry Miller; el escritor anárquico y seductor que escribió literatura desde el alma
Por
supuesto, Henry Miller sigue siendo uno de los escritores más prohibidos de
ficción estadounidense. Donde antes, se esgrimía
el argumento de lo políticamente correcto, ahora está prohibido por el mal de
los males; la falsa libertad. Mientras que en su momento, lo prohibieron
aquellos feroces conservadores y toda esa ralea de moralistas pervertidos,
ahora es el turno de los liberales y progres de lo culturalmente correcto. Empero, y no se me asusten, lo que
originalmente lo prohibió no ha cambiado, en realidad: el supertodo de ese magma
de la bondadosa humanidad. HM está prohibido porque habla desde el corazón
oscuro, en algún lugar más allá de la ideología o los refinamientos de la
civilización. Algo que no es progresista ni regresivo sino que el habitante
literario con patente de sarraceno, corta con su arqueada espada la mano del amanuense. Hablamos de un lugar, cercano a la psique, donde la
experiencia humana no reconoce el principio de las cosas ni el final de ellas,
donde las sombras del alma no conocen el tiempo. Pudo ser aquello, que
mientras EE. UU. Se agitaba, en sus cimientos entre las provocaciones de Hitler
y las llamadas de desesperado Churchill a Roosevelt. El autor de la fascinante Trópico de Cáncer reía y follaba en la
Francia de los intelectuales años 30. EE.UU se descomponía y ardía en su furia apenas dormida durante
mucho tiempo, ansioso por perder su
aire farisaico de superioridad frente a otros países con “menos potencia”, uno no puede evitar pensar en lo divertido que
estaría Henry Miller con la nación que se derrumba, en sí mismo y en sus
llamados “principios”. Mirando a
Estados Unidos desde un punto de vista lejano, como ha sido el privilegio de
muchos hombres blancos expatriados (con
tendencias literarias), uno solo puede reírse de lo absurdo que es que
alguien todavía esté tratando de luchar por "eso".
¿Para
qué, exactamente? Tuvo que llegar Vietnam con su Haz el amor y no la guerra. No convencido de cuál es el estatus
ético que envuelve mis letras, y sí, soy meritorio para ejercer de abogado del
diablo, por la necedad de una sociedad, a la que pertenezco y aborrezco. No soy yo, el altavoz más adecuado para
poner excusas por lo que el genio de Miller. Independientemente del
concepto y la forma; Henry Miller reorganizó los muebles en mi cabeza, donde el
sofá de la “estética” había sido
colocado justo así, contra la ventana y la silla reclinable del “gusto” habían sido movidas con mucho
cuidado frente a la chimenea, y todo estaba donde yo y todos mis maestros y
todos los otros escritores que había leído asumimos que tendrían que estar ahí. Pero, Miller barrió como una DANA, dejando
todo del revés, y en el proceso dijo, parafraseando la notoria declaración de
apertura de Trópico de Cáncer, aquí hay una gota de saliva frente a las
excusas.
Así
que no pondré excusas por él; él lo odiaría y yo bastante mierda cargo, como
para terminar odiándome a mí mismo. Y a pesar de todas las muchas cosas en las
que Miller estaba equivocado en su trabajo, tenía razón en eso; uno de sus
mejores libros, llamado Los libros de mi vida, renueva al lector con la euforia
de la lectura que, cuando el lector termina, se ha convertido en uno de los
libros de su vida. Hablamos de una
novela prodigiosa y muy grande, la primera publicada y aún la más famosa.
Primavera negra, Trópico de Capricornio y El ojo cosmológico completan la
historia y casi constituyen la biblia de Miller que Lawrence Durrell animó a
escribir a su mentor; pero Trópico de Cáncer sigue siendo el gran guante
arrojado de la ficción de principios del siglo XX. Un libro que de manera
más persuasiva y apasionada que cualquiera que sepa de literatura le dice: esto
es arte e historia, amigo. Realmente me importa un carajo. En un nivel, esto es puro nihilismo; debajo de eso está el sustrato de
la pura indignación; pero debajo de eso está ese momento valiente, en el que,
cuando todo lo demás parece superficial y fugaz, todos aspiramos tarde o
temprano a vivir, y terminamos preguntándonos: ¿por qué no podemos? El narrador de Trópico de Cáncer es otro
Henry americano literario empujado oscuramente a través del cristal, el Henry
James que vivía en Estados Unidos pero que Europa lo perseguía y que ahora
regresa al corazón de Europa sólo para ser perseguido por Estados Unidos. Y es, en el proceso, donde regresa con una
voz y corazón despojados de todas las sensibilidades continentales, una voz
estadounidense despojada de todo consuelo excepto la canción eléctrica de
Whitman y el aullido de Ginsberg por venir, en una rapaz búsqueda de un interés
sensual por encima de todo lo demás. Obviamente, ese interés, por supuesto,
es comer. Existe la idea errónea, en gran parte entre aquellos que nunca han
leído Trópico de Cáncer, de que el libro trata sobre sexo. De hecho, el interés de Miller por el sexo en Trópico de Cáncer es solo
intermitente. Lo verdaderamente impactante del libro fue cuando apareció
por primera vez, pues, habla sobre el sexo no acaloradamente, sino casualmente,
y no de manera diferente a como habla sobre la supervivencia, en general. Lo que realmente le importa a Miller en
Cáncer es conseguir un buen puchero.
Constantemente
pone su genio en el asunto de alimentarse con una determinación —que rara
vez aplica para tener sexo— ideando un plan elaborado que finalmente
compromete a siete amigos diferentes para que cada uno lo invite a cenar una
noche a la semana. Aunque es el libro
que he leído con más frecuencia que cualquier otro (calculo, una media docena de veces, pero por respeto a la anarquía de
Miller he tratado de no llevar la cuenta), ciertamente no me gustaría una
literatura completa de Trópico de Cáncer. La literatura de Trópico de
Cáncer simplemente se vuelve cascarrabias y autoindulgente de una manera obvia
y barata; es una de las más grandes novelas estadounidenses, pero solo en el
contexto de una literatura estadounidense, donde también estaría una parte de
mi destartalada estantería: The Adventures Of
Huckleberry Finn, Light in August, The Invisible Man, Appointment in Samarra, The Member of The Wedding, The
Long Goodbye, Moby Dick, Native Son, The Sheltering Sky, Tender Is the Nigh, A Lost Lady, Red Harvest, Cane,
The Deer Park, The Postman Always Rings Twice, The Violent Bear It Away, Go
Tell It on the Mountain, The Killer Inside Me, The Names and Blood Meridian,
Gravity's Rainbow, The Transmigration of Timothy Archer y Ozma of Oz. No siempre se
puede vivir entre muebles de segunda mano. Tanto si el sillón reclinable está
frente a la chimenea como si no, tarde o temprano querrás sentarte en él y que
no te joda un muelle la nalga. Un horror. Empero, en Trópico de Cáncer, si
somos honestos, reconoceremos, que todo lo relacionado con la ficción en el
siglo XX. Guste o no, fue el siglo que cambió, la literatura y en ese proceso
de cambio, a veces, podemos encontrarnos con cosas posiblemente, mucho peores. Hay poderes muy oscuros, obsesionados por
acabar con determinada ficción del siglo XX, modificar su génesis, para que
suene en los senos acústicos de determinados mastuerzos, menos vital, sin alma,
para seccionar la esencia de la misma, su libertad. Es sorprendente observar la
reciente y públicamente cantidad de escritores que han despedido a Miller por
una diatriba de eunucos —cuyo derecho a
la provocación sensacionalista— se ganó en las batallas que HM se vacío en
ellos. Eso está bien, sin embargo, la verdadera importancia de Miller no es
la del paladín vanguardista de la libre expresión, sino como exhibicionista del
alma.
Ahí,
radica, el triunfo de un hombre sobre el caos; que se alcanza en un irónico
contubernio con el propio caos. La gran
pasión de Henry Miller y Trópico de Cáncer es nada menos que de tamaño natural,
o tal vez, incluso del volumen de un cosmos, la implacable yuxtaposición
furiosa de la alcantarilla con los cielos, de lo bestial con lo trascendente,
sin juzgar nunca a uno por encima del otro. No amando la armonía de todo el
intelecto, sino la discordancia, delirando, ante la perspectiva del gran
estallido pendiente de la humanidad. Este es un escritor más allá del
alcance de su reproche, porque ha borrado completamente el valor de esa reprobación;
la suya es la larga carcajada plagada de auténtico amor por el fracaso, que
supuso ser demasiado loco para el miedo y lo suficientemente cuerdo para
sobrevivir sin cicatrices. De esta lucha sale vencedor Henry Miller, no quizás en
el sentido, que podamos pensar como un hombre que descubrió verdades
esenciales, sino como alguien que ha logrado dominar su caos interior y no
permitir que el desorden externo lo venza. En este sentido, creo, Miller
tenía razón cuando escribió sobre sí mismo: “En
el fondo, soy un escritor metafísico, y mi uso del drama y el incidente es solo
un dispositivo para postular algo más profundo”. Un dispositivo, añadiría yo, para dilucidar en la medida de sus
posibilidades lo que realmente sucede a su alrededor desde el punto de vista
del individuo desapegado, sin intereses especiales que defender u ocultar,
salvo los caprichos y giros personales de los que uno es víctima, como
cualquier otra persona. No conozco a ningún otro escritor que haya logrado
humanizar completamente al escritor como personaje, despojándolo de cualquier
prestigio especial, convirtiéndolo en un verdadero hombre común que se gana sus
laureles, si es que los tiene, solo en la competencia real con otros individuos
por el posesión de cualidades humanas y para gozo de todo lo que hay que
disfrutar en la vida. Lo estimulante de
las mejores cosas de Miller proviene precisamente en su logro, por hacer de la
escritura una forma natural de existir, y también del lector un compañero en la
odisea material y moral, el abatimiento, el hambre, la vergüenza. Todas las
putas trampas de la maldita realidad, llamada vida, esa que tienen que tienen la necesidad de ser experimentados por un
individuo para reclamar su anhelo de existencia. Si me permiten, yendo al grano, es lo que el maestro dijo sobre el
sueño mudo de un mundo en un planeta huérfano. HM escribió toda su obra desde
el alma. Eso que también suele llamarse: extraño poder de seducción del
genio.
Biografía
consultada y recomendada
Henry Miller in Pacific Palisades: Selections from a Journal By Harry Kiakis Ed. CreateSpace Independent Publishing Platform (2017)
Mi propio galimatías... Trópico de Cáncer, aquí hay una gota de saliva frente a las excusas, donde las sombras del alma -de los solitarios que nadamos a contracorriente- no conocen el tiempo.
ResponderEliminarUsted, Mr. Alonso, conoce de cerca el reverso de la metafísica y su plática es tan imperecedera con la del maestro.
Muchas gracias por los piropos, estoy tan abrumado como el mismísimo Miller. Dejémoslo en aquello de "todos los días matamos nuestras mejores pasiones". Un abrazo
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