La gabardina solar
Aquella
última tarde de abril tumbado en una vieja hamaca; sudaba una especie de
efluvio viscoso y glutinoso. Tenía la tez pálida y apuntaba con la mano derecha
a la puerta del rellano. No me temblaba el pulso. Algo que aprendes con el
oficio, tras largos años de trabajos y el manejo de todo tipo de armas. La
noche se volvió fría y silenciosa como una gruta noruega. No obstante, aquel
rellano era unos de los incontables pisos de la gigantesca finca derruida por
el último bombardeo de la gran Guerra Solar de 2087. Los evidentes signos de
violencia —en el corredor central— atestiguaban lo que estaba pasando. Al fondo
de aquel largo pasillo; se dejaba ver la figura solitaria de la gabardina.
Ésta, seguía aporreando la puerta 9. De inmediato, la criatura derribó uno de
los muros; que pilló a un niño rollizo de cabellos rizados rubios. Sin darle
tiempo para rectificar la posición, la criatura se abalanzó sobre él. El
bermejo chaval se zafó con un gracejo sutil. En apenas dos segundos, la bizarra
criatura chocó contra la puerta corredera de cristal que daba al patio. Ese
bicho —los más viejos del lugar— lo llamaban el Colombo de las tinieblas. Una
especie de lagarto de Borneo con cabeza de Pitbull muy cabreado. Ni corto, ni
perezoso acerté de un disparo rápido —a una sola mano— en el costado de la
extraña criatura.
Se
escuchó un alarido agudo muy prolongado. Una de sus patas resbaló con el
empedrado del bordillo de la vieja piscina; ahora convertida en ciénaga. Se
hundía precipitadamente y acabó por sumergirse del todo en la enmarañada
alberca. Me acerqué, con cautela, ya que la única luz del patio venia del
ardiente plenilunio. Sin embargo, mi olfato me daba que, en la fetidez de aquella
agua estancada; se escuchaba un murmullo burbujeante. La bestia estaba allí y
juraría que aquel engendro llevaba una gabardina del siglo XX, de aquellas tan
famosas de Cortefiel. El patio del complejo que daba —a lo que un día fue— la
hermosa y funcional piscina comunitaria; se había transformado en una oficina
acuática donde residía la bestia de las bestias. Anduve vigilante y me quedé
traspuesto, en una pequeña cabezada. Nuevamente, la delicada y perspicaz
anatomía de mi oído vuelve a escuchar, el arremolinamiento del agua, y, un
fuerte zumbido de abejas. Éstas, parecían estar coléricas. La criatura volvió a
levantarse y lanzó un zarpazo al aire como queriendo atrapar el tropel de
abejas que sobrevolaban la vieja piscina.
Ahora,
si me notaba completamente despejado. Estaba convencido de lo que veía delante
de mis ojos. Noté como temblaba el suelo. Entonces —veía— con un exultante
asombro, al lado de la pared resultante, una lustrosa garra de su pata
izquierda. Entonces, para mayor desconcierto, atisbo un grandioso salto del
extraño ser. Sin embargo, aquella rara creación, no calculó bien ese brinco y
se quedó plantado. De espaldas, cola y aguijón saliente, a través del corte de
la gabardina. Estaba muy harto del puto bicho: lo esperaba con ganas.
Apuntándole al centro del tronco. Decidí que si lo fulminaba sería mirándole a
los ojos. Giró su enorme cabeza rabiosa y rugosa. En ese mismo instante, me
quedé fuera de juego, cuando sonó un grave lamento. Un quejido gutural de
bestia dolida en amor propio. Se había
clavado una enorme esquirla de los muchos ventanales rotos que cruzaban el
pasillo. A continuación, para mayor, perplejidad, en toda esta lucha: el bicho
me habló en un perfecto español. —“Quizá puedas matarme, empero muchos otros
vendrán y seguirán llegando, uno tras otro…” El tono de su voz, te congelaba la
sangre, era un sonido que venía de lo más profundo del infierno.
Me
sentí confundido unos segundos. Y lleno de rabia, disparé todo el cargador, de
mi gastada Beretta 92, en la arrugada cabeza del bicharraco. Mientras, un
mortal, esputaba la siguiente frase: —“¿Acaso no soy yo el condenado, el mismo,
que detestáis, el que siempre os alivia del horror y os limpia vuestras heces,
cabrón de mierda? Dices que Dios es compasivo, puede que lo sea, de verdad. Pero es
tan sólo una probabilidad. Y qué más da, hace tanto tiempo que le traicioné a
mi corazón, que ya no recuerdo donde vivo.” Me desplomé como una manzana de
Newton. A lo lejos, unos niños contemplaron aquella luz salvadora, y, por el
orificio de dónde provenía, salieron al exterior. La luz del día les
deslumbraba y excitaba. Ya no llovía y el sol brillaba con fuerza. Las pupilas
del salvador estaban estáticas y dos enfermeros del psiquiátrico le echaron su
gabardina de Cortefiel por encima de su frío cuerpo. Desde la escalinata del sanatorio un anciano, con un libro de los “1000 años de
confidencias”, sonreía con la mirada perdida. Y repetía mirando al cielo:
“Gracias a Dios, gracias a dios, gracias al salvador”
Fin
Dedicado a Jonathan
Demme febrero 1944/abril 2017 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Black
Mirror: Hated in the Nation(2016) by Charlie Brooker
Suna
no onna (1964) by Hiroshi Teshigahara
Them!
(1954) by Gordon Douglas
Phase
IV (Phase Four)(1974) by Saul Bass
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