Piensa, estamos muertos
En
un tiempo lejano, de mi pasado, conocí a la familia Arbeloa. Menudos bichos. Vivían
en una casa —planta baja— de cemento gris en la Calle Segorbe, en el barrio de
la Guinea de Castellón. Yo acaba de salir, por piernas, de aquel reformatorio
de la maldita consejería de bienestar social. Sí, aquel chiringuito —de la
hípster televisiva— junto con el hermano pequeño, de aquella estirpe, “chinorri
Virgi”. Por aquel año, la casa estaba completamente desvencijada. Y claro,
cuando pasaron ocho años más; el hedor era insoportable. Aquello estaba
llegando a la puerta de los infiernos. Recuerdo un día, en que la madre de Jon
trajo a la maldita casa, a un tipo borracho. Las paredes enmohecidas y
grasientas se adherían a la piel. El olor a restos de comida podrida,
atrancada, en el fregadero. ¿Lo recuerdas? Jon. Tu madre comenzó en sórdidos
hoteles de carretera y al final, acabó en el catre, de su habitación de
matrimonio. Lo recuerdo porque la puta casa de marras —hasta salió—, en el periódico,
cuando la asistente social, reclamó la intervención de un exterminador de
insectos. Menuda película, mientras iban sacando enormes barriles de cucarachas
voladoras.
La
descomposición deterioró la mente de tu madre. Entonces, tus hermanas acabaron
casándose con los Gabarri y el pequeño Virgilio se ahogó en el lodazal de la
heroína. Después, ya siendo mayor de edad, dio con sus pocos huesos, en la
cárcel. Así era tu querida madre. ¿Aún crees que no te conozco? Piensa. ¿Por
qué hizo todo aquello? Pues, fue muy sencillo, por ti, por vosotros... ¡Para
que tuvierais donde comer, jugar, dormir y soñar con comodidad y bienestar. Cojones!
¡Qué confort, eh, Jon! Te conozco, viejo... Te tengo junadísimo. Todas las
noches, vengo y te refresco la memoria. Piensa en tus primeros recuerdos. En la
oscura noche con tu madre, cuando tenías tres años. Piensa, en tu sempiterno
dolor. Estabas tumbado en la cama, fingiendo estar dormido y desde el salón
llegó un grito aterrador. Piensa acerca de esos funcionarios, que tú y yo, bien
conocíamos…
En
aquel instante, cuando, le comunicaron a tu madre que tu padre había muerto.
Piensa en tu curiosidad y salubridad. Piensa. ¡Tú, ni siquiera sabías como se
llamaba la muerte que se la llevó! Él murió y apenas supo lo que había
sucedido. ¡Imagina por un momento, todo lo que podría estar disfrutando, si
aquel boleto de lotería hubiese salido premiado. Maldita sea, Jon!— Venga, ya!
No me digas, que no te conozco… Recuerda esa noche
en el callejón, cuando jugábamos con el Setter de los Balerdi. Aquel perro gris
ceniza y su nariz mocosa. Llegaste a él y enseguida se mostró dócil y cariñoso
contigo. A mí sólo me mordía en los tobillos, el cabrón—Je,je…Tú le hablabas y
parecía hacerte caso. Ofreciéndole una amistad honesta y reciproca por parte
del animal. Piensa, en los juguetes de silicona que le regalaste al can.
Aquella familia vivía bien. Hasta el puto perro olía mejor que tú. ¿Recuerdas,
Jon? Sí. No olvides tu jodida gratitud bondadosa igual que, la de un forastero,
en Castilla.
Esas
cosas nunca se olvidan. Creo que ese día, tu madre, dejó de ser una madre con
ganas de vivir. ¡Acuérdate de ella! No te olvides de aquella mirada de terror
en sus ojos. Aquel fantasmagórico rostro del miedo que llegó y se quedó
congelado en su cara; cuando ella fenecía. ¿No digas que eras demasiado joven
para no recordarlo?— Piénsalo, tómate tu tiempo y sé cuidadoso. ¡Piensa! Vamos,
no dejes de pensar, ni por un segundo. Tic, tac, tic, tac… Allí, estabas, tú.
¡Tú! Ahora ya te tienen. Eh!, nada de llorar, pues eso, no te va a salvar
ahora. ¡Mira su cara, Jon. Mira un poco más allá! ¿Se te hace un nudo en la
garganta? ¡Qué emoción tan poderosa, viejo amigo! La emoción más amarga de tu
existencia. Idéntico desconsuelo, al de la perdida de la sonrisa de tus hijas… Vivimos
la cólera de los desalmados. Es tiempo de metralla y trilita. ¿Sigues dudando
sobre cómo se muere? ¡Así, es Jon! Recuerda, que tú y yo estamos muertos.
Piensa, en ello.
Fin
Dedicado
a todas las víctimas del atentado del 22-mayo-2017 en el Manchester Arena
Fotogramas adjuntados
The
Docks of New York (1928) by Josef von Stenberg
The
legend of hell house by John Hough (1973)
Cry
Terror by Andrew L. Stone (1959)
K-Pax
by Ian Softley (2001)
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