La seducción de la Red social y Kazan
Qué se puede esperar del ser humano si la misma sociedad que
ampara valores tan delicados persigue e insulta a sus hombres más valerosos y
más conscientes? Poco o nada. Ya lo dijo Kazan en aquella obra maestra que se
tradujo en nuestra vieja piel de toro por “un rostro entre la multitud” (1957).
Cualquier chiquilicuatre puede llegar lo más lejos posible. Evidentemente, no
exento de insolencia y provocación acabará haciendo Rolex, como Uri Geller
doblaba cucharillas delante del bigote de Íñigo. Que se lo pregunten a los
tramoyistas de Buenafuente. Nuestra sociedad hoy es rica materialmente, aunque
ahora los ricos sean unos pocos y la pobreza se extienda cada vez más, pero es
mayor, mucho mayor, la pobreza humana que hay en ella que la pobreza material. Empero, hay algunos tipos
con donaire y capacidad de generar eso que está tan en boga; las sinergias.
Los nuevos popes del periodismo ofrecen las bonhomías a sus
lectores, que no mejor un vocero —de trinqui— para discernir del colega de
enfrente. Todo lo contrario, han sido capaces de convencer al burgo, que como
un juego de fiambreras a prueba de mordisco de zombis; es la bicoca de este
nuevo siglo. Por eso, ahora, la prensa de toda la vida, incluida la vieja grapa
de D. Torcuato: ha sido reconvertida en una bolsa de gasolinera expropiada del
viejo ultramar. Seguramente, la próxima gran conquista del periodismo no sea la
aparición de una estirpe de fajadores como los corresponsales de Crimea;
periodistas de esos que no entendían de fuego cruzado ni ruedas de cañones de
artillería. Tan solo, unas bayas maduras para hacer tinta y redactar su crónica
vía telegrama.
Va a ser que no. Las ganas de algunos. Ahora, llegó eso del
periodismo social. La red de redes; los rumores y las mil fotografías
secuestradas, el vídeo conmovedor, los iphones que hacen de Betacam en HD y
encima te sirve de chivato por si la memoria empieza a flojear. No son
redacciones de ordenadores ultraligeros, ni viejos columnistas agotados, ni las
putas asas de la bolsa de Repsol. Ahora las pocas redacciones son virtuales y
sobreviven en pisos patera con máquina de Café Clooney. Y lo que hoy es modernidad,
idea nueva y procedimiento de última hora, en un mañana muy inmediato quedará
convertido en antigualla de la que nadie habrá de parar mentes. La vida—siempre
la vida—puede más que las viejas tendencias de ayer y que las caprichosas y más
o menos avanzadas orientaciones de hoy. Por eso, en el periodismo no hay nada
parado.
No todo. Si los políticos aplauden y espolean al patio social
porque es la editorial online de las redacciones. ¿Qué será de los murmullos
del agua en los arroyos y en los manantiales, las nieves del invierno y la
felicidad de vivir en la paz y la belleza del pueblo? Los intereses de la plebe
son caprichosos como el destino de un telefonillo listillo. Cada día más
exigentes y con más razón que nunca deseosos de experimentar —rápidamente— las
sensaciones de vitalidad que ofrece el rápido trascurso de las horas y los
minutos. Ahí está la red social, una componenda nacida del arrebato del
marketing, cuya paradoja ha sido la muerte de la redacción física por el ardid
de tres niñatos más listos que el hambre. Mientras se apostaban a ver quién era
el más hábil en idear un concurso para puntuar las mejores jais del campus. No
se me asusten, algo más maqueada la idea. Sin exagerar. No obstante, la esencia
es el mismo postizo.
Echen un vistazo a la corrala; la prole de hoy exige la
atención de los demás. Necesita que todos sepan qué hace o dónde está en cada
momento, si tiene sueño o si se acaba de reventar un grano en el pómulo.
¿Cuánta gente conocen Uds. que se pasan la noches de imaginaria tirando de
fotos melancólicas ochenteras para colgarlas en el Facebook al día siguiente?
Hay que salir en la foto, aunque no tengas nada que decir para la gente siga
hablando de ti. Eso es la red: la nueva y más perfecta revista del corazón. Y
lo malo, no es el entretenimiento que tiene organizada la parroquia. Así les va
al clero y su camarilla de depravadas diócesis. Lo peor es que ese idílico
mundo de la comunicación se convierta en tablado de tormentas destructivas
entre los individuos. Si las redes
recogen el sentir de cada hijo de
vecino. Algo podría desembocar en un carcinoma algorítmico y una cosa está muy
clara; nadie en su sano juicio quiere ir a una guerra, solo alguien
profundamente engañado. Kazan podría ser un delator, un tío con ideología, un
extranjero en un mundo imperfecto. Lo que no tenía era un pelo de tonto y rodaba
como Dios.
Dedicado a Marcos Barrios y Eusebio In
Memoriam
Fotogramas
adjuntos
A Face in
the Crowd 1957 by Elia Kazan
The Social
Network 2008 by David Fincher
Black
Mirror TV 2013 by Charlie Brooker
The Fifth
Estate 2013 by Bill Condon
Utopia 2013
by Dennis Kelly