Aquel Santa Claus Justiciero

diciembre 21, 2013 Jon Alonso 0 Comments










Érase una vez un lugar, donde un rey vigoroso y déspota gobernaba un pequeño reino en las tierras altas del lejano Oriente. Tal era su poder que le rendían pleitesía un millón de pecheros. Rodeado de tesoros inimaginables e inenarrables, pues son imposibles de contar la cantidad de monedas de oro, plata, piedras preciosas, efebos, nubios y jóvenes hembras que acaparaban tan suculento botín. Aquel sátrapa era más rico cuanto mayor número de esclavos y súbitos poseía. Alguien dio un aviso al tirano, que un Papa Noel estaba borracho en el bar de Baltasar. Un joven negro, que todo el mundo respetaba. Su garito era el único lugar no violado por el terrorífico dictador. El joven Baltasar estaba tullido. Algo que le producía grima al célebre rey, pues pensaba que la cojera era presagio de mala suerte. Aquel bar era su mísera y desamparada morada donde ejercía tanto poder como su Señor sobre el resto de sus conciudadanos. A Baltasar le  importaba un colín todo lo que pasaba a su alrededor. La vida la había dejado en un estado de indiferencia permanente, pura ingravidez física. Mientras el Papa Noel le espetaba.—Creo que no serás tan necio de negarme otro trago, ¡por  favor! A  lo que Baltasar, le volvió a servir una nueva copa de 100 Pipers. Mientras en palacio, el rey se rascaba en los sitios más recónditos de su anatomía. Desesperado llamó al jefe de sus criados— ¡A ver, qué pinta tiene ese Papa Noel!—Bueno, para serle franco Señor. Su aspecto es algo cicatero, abatido y con el atuendo hecho jarrones.—Traédmelo. El servil consejero junto a dos soldados se presentaron en el bar de Baltasar. La sorpresa fue que cuando entraron en el local. El Papa Noel estaba vomitando en el suelo de la barra. No tenía la saca con los regalos de Navidad. Ni nada de nada.


















El bajo criado le chilló.—Vamos, Papa Noel, arriba... Mi Sr. Te requiere.—Tu qué… ¡Qué le den por el saco a tu rey y el resto de la corte, pringaos! Tirado en  el suelo. Repetía una y otra vez que quería otra copa. Baltasar, volvió la cabeza con gravedad hacia otro lado. El criado y los soldados comenzaban a desesperarse ante la atónita situación. De repente, el Papa Noel se enderezó hasta empinarse sobre la punta de los pies, pero luego, pensándolo mejor, resolvió no darse por aludido. Mientras un par de  gruesas gotas de sudor caían por debajo de su gorro, aparentó mirar a los soldados, como si no reparara en la existencia del lugar y espacio donde había aterrizado.—Qué mierda pasa, dónde hostias estoy…—¡Eh, oye, tú negrito! Ponme otra copa. Y diles a estos idiotas que me dejen en paz. Baltasar estaba de pie—un poco pálido— recostado contra la barra interior de las bebidas. Observando con desidia.—Tener mucho cuidado con ese Papa Noel, vienen de un reino donde sus  dioses son muy poderosos. El criado y la guardia escucharon estupefactos.—¿Ahora, hablas y defiendes a este borracho?—Sólo os advierto de una posible arrebato de sus dioses en el palacio del rey. —A ti qué más te da, tullido. Si eres un apestado en tu cantina.—Sólo digo lo que sé.—Cállate y ayúdanos a levantar a este elemento. Finalmente, tras un pequeño zarandero se llevaron al ebrio Papa Noel a Palacio. No sin antes lanzar varias peroratas. —No tenéis ni puta idea de  a quién estáis maltratando… Soy el mensajero real del reino de los dioses de la bondad, que llevan los regalos de Navidad a todos los niños del mundo. ¡Os vais a cagar por la pata abajo!—Seguía con la cantinela hasta que llegaron a la fortificación.  Cuando fue presentado ante el dictador. Éste, se le lanzó a degüello.¡No te da vergüenza, maldito necio verte en este estado!—¡Jódase, vuecencia—Cómo te atreves!— Que le den.


















Mis dioses están a punto de acabar con Ud. — ¡Tonterías!—Bajadlo a los calabozos…En aquel instante, cogido de ambos brazos por dos forzudos soldados se escuchó un ruido que sonaba a cólera y tronío de los Dioses. El Papa Noel borrachín se partía de la risa encima de la patena del trono. Mientras el tirano, se inquietaba y los soldados titubeaban con los brazos del mensajero de Santa Claus. De repente, las columnas de palacio echaron a temblar y comenzó la caída de cascotes. El déspota no dejaba de observar su tesoro y  se sentía enconado —furiosamente— sobre las ruinas. Observaba como las piedras se habían convertido en proyectiles, que  rompían los caños de la fuente que iluminaba el cetro. Cada nueva explosión era más espectacular. Y enormes pedruscos planeaban, a la vez que caían entre tupidas nubes de humo negro y tamo. El espectáculo era dantesco: muebles destrozados por la explosión, los cabezales despanzurrados. Papa Noel (se tronchaba) —Ja,ja,jahaha! El techo cayó por completo y un gran hueco dejaba ver una luna llena hermosa. Apareciendo un trineo con seis renos reales, posándose en el suelo de Palacio. Santa Claus, se levantó como pudo. Andando de un lado a otro—eructando. Se subió al trineo y sentenció: —¡Lo  ves payaso, quién coño eres tú para arruinar la Navidad a los más inocentes del mundo y no dejar tomarse un whisky como Dios manda. Venga idiotas levantaos es tiempo de paz! Luego, recoged lo que es vuestro y acabar con el sátrapa. —Es Navidad, amigos. Solo la magia nos hará libres. Ahora mismo este reino está liberado. Aquel Papa Noel salió por arte de puro deleite con su trineo como si se tratara de una nave espacial. Los habitantes de Palacio se dirigieron hacia el artero déspota y fueron de uno a uno apuñalándolo. Nunca más se supo del enigmático Santa Claus y los niños de aquel reino disfrutaron de una Nochebuena llena de alegría.



                                                                                                      FIN









 Fotogramas adjuntados

 Bad Santa (2005)  by Terry Zwigoff
 Reindeer Games (2000) by John Frankenheimer
 The Sopranos (1999) by David Chase 









Dedicado a Andrés y Salomé mother que están pasando un momento delicado. Así como a toda la gente que sigue siendo fiel a este lugar. Feliz Navidad y que 2014 os traiga sueños hechos realidad...