Aquel Santa Claus Justiciero
Érase una vez un
lugar, donde un rey vigoroso y déspota gobernaba un pequeño reino en las
tierras altas del lejano Oriente. Tal era su poder que le rendían pleitesía un
millón de pecheros. Rodeado de tesoros
inimaginables e inenarrables, pues son imposibles de contar la cantidad de
monedas de oro, plata, piedras preciosas, efebos, nubios y jóvenes hembras que
acaparaban tan suculento botín. Aquel sátrapa era más rico cuanto mayor número
de esclavos y súbitos poseía. Alguien dio un aviso al tirano, que un Papa Noel
estaba borracho en el bar de Baltasar. Un joven negro, que todo el mundo
respetaba. Su garito era el único lugar no violado por el terrorífico dictador.
El joven Baltasar estaba tullido. Algo que le producía grima al célebre rey,
pues pensaba que la cojera era presagio de mala suerte. Aquel bar era su mísera y desamparada morada donde ejercía
tanto poder como su Señor sobre el resto de sus conciudadanos. A Baltasar
le importaba un colín todo lo que pasaba
a su alrededor. La vida la había dejado en un estado de indiferencia
permanente, pura ingravidez física. Mientras el Papa Noel le espetaba.—Creo que
no serás tan necio de negarme otro trago, ¡por
favor! A lo que Baltasar, le
volvió a servir una nueva copa de 100 Pipers. Mientras en palacio, el rey se rascaba
en los sitios más recónditos de su anatomía. Desesperado llamó al jefe de sus
criados— ¡A ver, qué pinta tiene ese Papa Noel!—Bueno, para serle franco Señor.
Su aspecto es algo cicatero, abatido y con el atuendo hecho jarrones.—Traédmelo. El servil consejero junto a dos soldados se presentaron en el bar
de Baltasar. La sorpresa fue que cuando entraron en el local. El Papa Noel
estaba vomitando en el suelo de la barra. No tenía la saca con los regalos de
Navidad. Ni nada de nada.
El bajo criado le chilló.—Vamos, Papa Noel, arriba... Mi Sr. Te requiere.—Tu qué… ¡Qué le den por el saco a
tu rey y el resto de la corte, pringaos! Tirado en el suelo. Repetía una y otra vez que quería
otra copa. Baltasar, volvió la cabeza con gravedad hacia otro lado. El criado y
los soldados comenzaban a desesperarse ante la atónita situación. De repente,
el Papa Noel se enderezó hasta empinarse sobre la punta de los pies, pero
luego, pensándolo mejor, resolvió no darse por aludido. Mientras un par de gruesas gotas de sudor caían por debajo de su
gorro, aparentó mirar a los soldados, como si no reparara en la existencia del
lugar y espacio donde había aterrizado.—Qué mierda pasa, dónde hostias
estoy…—¡Eh, oye, tú negrito! Ponme otra copa. Y diles a estos idiotas que me
dejen en paz. Baltasar estaba de pie—un poco pálido— recostado contra la barra
interior de las bebidas. Observando con desidia.—Tener mucho cuidado con ese
Papa Noel, vienen de un reino donde sus
dioses son muy poderosos. El criado y la guardia escucharon estupefactos.—¿Ahora,
hablas y defiendes a este borracho?—Sólo os advierto de una posible arrebato de
sus dioses en el palacio del rey. —A ti qué más te da, tullido. Si eres un
apestado en tu cantina.—Sólo digo lo que sé.—Cállate y ayúdanos a levantar a
este elemento. Finalmente, tras un pequeño zarandero se llevaron al ebrio Papa
Noel a Palacio. No sin antes lanzar varias peroratas. —No tenéis ni puta idea
de a quién estáis maltratando… Soy el
mensajero real del reino de los dioses de la bondad, que llevan los regalos de
Navidad a todos los niños del mundo. ¡Os vais a cagar por la pata abajo!—Seguía
con la cantinela hasta que llegaron a la fortificación. Cuando fue presentado ante el dictador. Éste,
se le lanzó a degüello.¡No te da vergüenza, maldito necio verte en este
estado!—¡Jódase, vuecencia—Cómo te atreves!— Que le den.
Mis dioses están a
punto de acabar con Ud. — ¡Tonterías!—Bajadlo a los calabozos…En aquel
instante, cogido de ambos brazos por dos forzudos soldados se escuchó un ruido
que sonaba a cólera y tronío de los Dioses. El Papa Noel borrachín se partía de
la risa encima de la patena del trono. Mientras el tirano, se inquietaba y los
soldados titubeaban con los brazos del mensajero de Santa Claus. De repente,
las columnas de palacio echaron a temblar y comenzó la caída de cascotes. El
déspota no dejaba de observar su tesoro y
se sentía enconado —furiosamente— sobre las ruinas. Observaba como las
piedras se habían convertido en proyectiles, que rompían los caños de la fuente que iluminaba
el cetro. Cada nueva explosión era más espectacular. Y enormes pedruscos planeaban, a la vez que caían entre
tupidas nubes de humo negro y tamo. El espectáculo era dantesco: muebles
destrozados por la explosión, los cabezales despanzurrados. Papa Noel (se
tronchaba) —Ja,ja,jahaha! El techo cayó por completo y un gran hueco dejaba ver
una luna llena hermosa. Apareciendo un trineo con seis renos reales, posándose
en el suelo de Palacio. Santa Claus, se levantó como pudo. Andando de un lado a
otro—eructando. Se subió al trineo y sentenció: —¡Lo ves payaso, quién coño eres tú para arruinar
la Navidad a los más inocentes del mundo y no dejar tomarse un whisky como Dios
manda. Venga idiotas levantaos es tiempo de paz! Luego, recoged lo que es
vuestro y acabar con el sátrapa. —Es Navidad, amigos. Solo la magia nos hará
libres. Ahora mismo este reino está liberado. Aquel Papa Noel salió por arte de
puro deleite con su trineo como si se tratara de una nave espacial. Los
habitantes de Palacio se dirigieron hacia el artero déspota y fueron de uno a
uno apuñalándolo. Nunca más se supo del enigmático Santa Claus y los niños de
aquel reino disfrutaron de una Nochebuena llena de alegría.
FIN
FIN
Fotogramas adjuntados
Bad Santa (2005) by Terry Zwigoff
Reindeer Games (2000) by John
Frankenheimer
The Sopranos (1999) by David
Chase
Dedicado a Andrés y Salomé mother que están pasando
un momento delicado. Así como a toda la gente que sigue siendo fiel a este
lugar. Feliz Navidad y que 2014 os traiga sueños hechos
realidad...