Un desalmado en la Koldoesfera quema las hormigas de Kuntur

marzo 03, 2024 Jon Alonso 0 Comments


 

Una vez leí, no recuerdo muy bien dónde, que las hormigas son los únicos insectos que han colonizado casi todas las zonas terrestres del planeta. Dicen que donde no hay hormigas autóctonas es en la Antártida y en algunas islas remotas o inhóspitas de la tierra. Un día observé como mi amigo Andoni tenía la mirada vigilante en un convoy de hormigas armadas, las cuales, inundaban el suelo de la jungla como un río negro. Miles, millones de cuerpos invaden la superficie de aquel lugar en busca de comida. Aquella turba devoraba todo a su paso, formando una mancha indefinible mientras los cuerpos de las hormigas se transformaban, conectados uno por uno, en una masa oscura que, desde arriba, se parecía a un cielo nocturno. Las presas que, las hormigas pisotean en su camino son estrellas enanas en implosión, devoradas por las sombras, engullidas por ese tira y afloja del hambre, en su voraz apetito cósmico y colectivo.

 



De repente, un pájaro que vuela bajo, como si esperase un piscolabis, se ve sitiado, de hormigas subiendo por sus patas hasta que sus alas batidas no son más que movimiento, tan solo un meneo frenético que no puede dar una alada más, ni le salvará su vida. Cometas de ácido fórmico salen disparados de las mandíbulas de los soldados, hirviendo plumas y piel, inutilizando al ave y asándola viva. Se atisbaba desde las copas de los árboles, muy por encima de la niebla del bosque, una humedad sofocante que se acumulaba en las hojas y después, caía en un minúsculo chorro de gotas. Algunas moléculas de agua cayeron sobre el nido del pájaro, salpicando, unos latentes huevos. Más arriba, en la blogosfera, un avión de pasajeros de ojos rojos transporta a una mujer de mediana edad que —debido a compromisos comerciales— se ha perdido el cumpleaños de su hija. En la estratosfera, una sonda meteorológica recoge datos, que va emitiendo, entre pitidos y explosiones, envía tartamudas señales inalámbricas, que recoge una pantalla de Oled. Conectada a un enchufe, ya en la tierra, de la fachosfera de algún corrupto, con cara de embarazada de dos meses. Dixit:—Soy una víctima de una conspiración digital.




Dicen, que posiblemente, se hallé, en algún lugar, de un almacén con aire acondicionado y rodeado de madroños. En lo más alto de la Koldosfera reside una vieja estación espacial que divaga ingrávidamente. El hombre que vive en ese lugar, es un Homo habilis que se cruzó con un Sapiens del último holoceno. Atiende las ocho granjas de inofensivas hormigas tomadas en la Guayana francesa que sobrevivieron a la primera gran hecatombe. Anota números, hace cosenos y raíces cuadradas. Los que saben del lenguaje matemático lo llaman: susurrador de las cifras. Empero, las hormigas construyen túneles en la tierra, moviéndose sin cesar, desarrollando algo mucho más grande que ellas mismas. Las llamaradas solares en las ventanas de la estación bañan los ojos, del hombre susurrador, cruzan su iris azul y se canalizan hacia las partes desconocidas de sus pupilas oscuras. Las bengalas son de color naranja, coronas quemadas, que se aferran al universo, del mismo modo, que una esposa abraza a su hijo llorando; antes del lanzamiento de una nueva misión.




Desde fuera de sus ventanas, la Tierra es una canica lanzada, a través de un estanque, saltando, salpicando y hundiéndose. El hombre, nueve meses después de su viaje de tres años, recuerda las sensaciones, que aprendió para ser un saltimbanqui en la luna, mientras pasaba por encima de las grandes rocas. Rememora, cuando las erupciones solares parecían tan lejanas y el sol todavía era sólo un objeto, puramente, abstracto. Recuerda, en los tiempos, del Caín de la atmósfera de HispaniaRaz, observar a su hijo quemar hormigas, en el jardín de la casa del pueblo, cerca de un pozo de agua. Alí, debajo de la vieja higuera, armado con una lupa. Aquel niño, que escondía su rostro, tras una mascarilla china; amplificaba el rayo del sol hasta convertirlo en un artefacto de destrucción concentrada. Era un achicharrador de hormigas, una tras otra, mientras sus cuerpos gritaban silenciosamente, derritiéndose en la tierra, el suelo y la grava hasta que no quedó nada que disolver. Triste final, el de aquella concurrida colonia que fue completamente erradicada. Nunca más se supo de aquel sátrapa que intentó acabar con la era digital. Ahora luce una hermosa atmosfera bajo el amparo sosegado de Kuntur.




                                              


                                             Dedicado a Iris Apfel agosto 1921/marzo 2024 In Memoriam






Fotogramas adjuntados

 

 

The Curse of the Cat People (1944)  Robert Wise & Gunther von Fritsch

 

Naked jungle (1954) By Byron Haskin 

 

Das blaue licht (1932) By  Leni Riefenstahl & Béla Balázsç

 

Vermin la plaga 2023 By Sébastien Vanicek

 

 

 






 


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