El alma Noir sabe a pulp, D. Goodis
Una vez me pregunté como escribía tan bien aquel entusiasta parapléjico con su “lettera 10”, portátil de color rojo. Ese tipo, era el tío de uno de los inolvidables amigos de mi querida EGB. Esos que te acompañan en tus últimas visiones de la vida o exhalos del final de nuestra escapada. A lo largo de su existencia escribió más de 500 novelas para la editorial Bruguera de bolsillo. Lo hacía bien y con estilo. Al final comprendí esa extrañeza del porqué aparentaba una felicidad imperecedera. Era un gran escritor como David Goodis, autores pulp: cultos, ilustrados y metódicos. Si hay Noir es porque la prosa Noir genera la génesis de todo conflicto; la cultura del crimen. David Goodis fue un autor poco conocido de novelas policiacas "de kiosco", como las del tío de mi amigo. Empero, sus historias y personajes atraparon a muchos incondicionales. Ahora 95 años después, la creme existencialista contra la que luchó Curro Jiménez; el último tío y actor de este destripado y saqueado país; Sancho Gracia. Reclaman su excelsa obra. Legado y misión con redoble de tambores. En el fondo un ruido leve y espaciado. La gloria literaria es efímera en la tierra, más que si fueran gotas de lluvia en el capo de un viejo Ford. David Loeb Goodis nació en Filadelfia, allá por el año 1917. De familia judía, murió con apenas 49 tacos. Víctima del alcohol, la soledad, la tristeza y algún que otro brote esquizofrénico. Un año después de que yo alunizará por Azulandya. David era un enamorado de su ciudad, tanto como el odio que sentía por ella. Anduvo por la universidad de Indiana, pero se aburría de la rigidez del sistema y la tramoya que tenían organizada la troupe del rectorado. En 1938 la abandona. Con 21 años, escribe su primera novela y atisbamos a un tipo con recursos literarios adictivos. Leemos textualmente: "Permaneció allí, junto a la mesa, contemplando fragmentos de uña”. Su pluma oscura y delicada como un Scheffer elástica y frágil nos descubre una escritura que olfatea el aire roído de la noche.
Buscando ese aroma fresco de las almas en vilo, las
mismas que están a punto de ser liquidadas por otros o por su propia absurda
existencia. No obstante, DG sigue siendo un desconocido. Inicia el proceso Don Draper; la publicidad.
Pero en su ADN florecía la palabra escritor. Y ahí amigos… O se nace o lo demás son terapias y
entretenimientos webesféricos llamando a las puertas de Batavia. Había que comer
y los bolos de las agencias de publicidad
mantenían el parcheado. Comenzó a escribir como un poseso todo tipo de
novelas en los estilos más inimaginables; crimen, drama, enredos de amor,
picantes, Sci-fi, Western y etc. Diariamente, llegó a redactar unas 10.000
palabras: una locura. Se habla que en 5 años y medio llegó a crear cerca de 5
millones de palabras para todo tipo de novelas pulp. En la década de los 40 estuvo trabajando para cadenas
de radio, escribiendo guiones y probó suerte en editoriales con mayor
prestigio. La empresa se presentó en balde. Pero su creatividad no bajó la
guardia hasta que el gran estudio Warner
Broos se cruzó en su camino y se marchó a la colina de las vanidades, donde
firmó un contrato de seis años. Tras su primer éxito de crítica con su novela
“Dark Passage”, la cual, se publicó en
el The Saturday Evening Post, a modo de entregas semanales. Goodis, estaba
alucinado, pues “Dark Passage” (la senda tenebrosa, 1947) iba a ser una
película). Protagonizada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Dirigida por el ínclito
Delmer Daves. Este
último se aprovechó de la poca identidad de Goodis. Es obvio, que para toda esa
amalgama de vanidad y artificio seguía sin ser nadie. Daves y su grey se
encargaron de transformar la novela en el guion cinematográfico de la película
de culto protagonizada por la pareja de moda de aquella época. “La senda
tenebrosa” (1947) es evidente, que a estas alturas nadie niega que estamos ante
una pequeña obra maestra del Noir.
No vamos a ocultarlo. Bien, pensaran
Uds. ¡qué claro cómo era un bienpagado
del estudio. Sí y tal con Pascual! Sin embargo, es muy duro ver como un
hijo tuyo es despellejado y triturado. ¿Falta
de carácter. Un careto atípico o los daños colaterales de la industria del
cine, que nunca lo consideró un escritor serio? Peckinpah daría su tesis sobre las putas; buenas y malas. Claro, que mi
adorado Sam no cuenta con aquello de los egos, las poses y dime quién eres, te
diré con quién vas. Buena cuenta podría dar esa retahíla, que no voy a nombrar
para no generar ningún conflicto —coetáneos—
que nunca le echaron una mano. Ni te la suelen echar en toda tu vida. A veces,
una sonrisa y no te quejes. Les va tintineando el sonajero de la vida. Sus
guiones se manipulaban sistemáticamente por la graciosa divinidad del productor
de turno. Dicen que eso le volvió un hombre más triste y melancólico. En 1950
con apenas 33 años decide regresar a la vieja
Filadelfia y comienza de nuevo a reinventarse, como periodista y autor
(bajo seudónimo) de novelitas basura para los libros de bolsillo —baratísimos— impresos en papel de
diario, con dibujos sensacionalistas en sus tapas. Todos los santos días delante de su máquina de escribir e instalado en
la casa de sus padres. La conocida, 6305 de North 11th Street, Filadelfia. Allí
se hizo cargo de Herbert, su hermano esquizofrénico, y se ocupó de su padre,
dicen que pudo haber sido su único gran amor. Más tarde descubriremos que
Goodis tuvo sus escarceos. Estaba tan empanado que en su primera novela
olisqueaba algo así como; “Al rato, uno
se siente tan mal que quiere detener el mundo en ese instante.” Es curioso
que con esa prosa, nadie le hiciera caso. La eterna historia del personaje
Noir, pues Goodis era el mejor personaje de sus novelas. Solamente, pensar por
un momento, lo que significa el recorrido por las 17 mejores novelas que firmó
da vértigo.
El Minerva diamantino. El tema absoluto a lo
largo de la obra de Goodis es el fracaso, la mala suerte como entidad vital; la
soledad y la tristeza. “Al caer la noche”,
de 1947, refleja con nitidez su visión de la existencia, es más el cineasta
Jacques Tourneur recogió ese mensaje. Trasladando, junto a Silliphant por una
vez la verdadera atmósfera de los diálogos de DG. Sin embargo, será con Paul
Wendkos donde encuentre el cenit de su carrera. Pues, fue el auténtico
guionista al lado de un director que le
tenía afecto y respeto. El caso de su novela
Viernes 13. Es perturbador. Citamos —textualmente— unas líneas. “Es
viernes 13 y para ciertas personas, éste es un día que no termina nunca. Lo
llevan consigo permanentemente”. Sus
personajes se mueven en un mundo sin salida, como en "la calle de los perdidos". Llevada
a la gran pantalla por un crepuscular y eficiente Sam Fuller en Francia con el
nombre de “La calle sin retorno”. Un
libro esencial, en la obra de este autor. No quiero olvidarme de “Rateros”, la tengo muy fresca aún y como
hemos comentado, anteriormente Paul
Wendkos la adaptó como “The burglar” (El ladrón). En dónde un fantástico
Dan Dureya y una primeriza, Jane Mansfield dan vida a unos personajes exasperados y ardientes de
palpitaciones en los papeles principales de la auténtica obra de DG. La máxima de
la constante desesperanza, plano
a plano. Si comparamos los héroes de Goddis con los taciturnos antihéroes de Chandler, observamos que en la
prosa de D. Raymond siempre se atisba un
glaseado de esperanza, un vistazo generoso
en la redención y la exploración correcta. Por el contrario, El Spade de Dashiell Hammett, se caracterizó
por su cinismo. Jugaba al póker del toro pasado, siempre se puede obtener algo
de justicia poética y real. Los personajes de Goodis, en cambio, están marcados
desde su encargo premarital. No hay obstáculos que puedan alterar el devenir de
los acontecimientos. La predestinatio es un hecho. Y por ende, la muerte. La
autodestrucción no sin antes haber sufrido un proceso de autohumillación, una
culpa solapada al cogote, que tatúa —incesantemente— la desolación del redundante
acomodo; el carnaval de los perdedores.
Un planeta inerte, baldío e infecto de aridez. El
concepto existencia para Goodis, es pura hermenéutica circunstancial. Sus personajes laten en la constante escapada de un pasado defectuoso, donde la desdicha
es sustantiva. Nadie espera que lluevan brevas del futuro: la insatisfacción
del latir de sus corazones. De su vida personal, poco se sabía hasta hace poco tiempo.
Pues, siempre se comentó que DG, fue soltero y no se conocía relación alguna.
No obstante, según fuentes de la última biografía sobre el escritor; estuvo
casado con Elaine Astor de 1943 a 1946. Finalmente tras apenas, tres años de
convivencia se divorciaron. No tuvieron hijos. En 1963, fallece su hermano
Herbert al que se debía, junto a la escritura por completo. Tres años más tarde
su madre. El golpe fue terrible, lo que propicio la caída en barrena de Goodis.
Por su propia voluntad, acabó recluido en un hospital psiquiátrico. El 7 de
enero de 1967, una mañana cercana a la hora del almuerzo fallece con 49 años.
Las causas de la muerte se achacaron a un ictus, pero se habla de un posible
affaire oscuro, donde unos tipos pudieron haberle dado una paliza. Ver y leer
para creer. Ni en la ficción termina su realidad. Goodis llevó a cabo un
proceso de demanda contra la cadena de TV ABC, que estrenaba la serie, “el
fugitivo” (1963). Acuso a la productora de plagio por utilizar al personaje
principal y el resto de la trama como un spin-off de su novela “Dark Passage”.
El proceso se dilató hasta 1972 donde el caso quedó
cerrado. No obstante, el sindicato de guionistas, por una vez se puso del lado
del escritor en todo este asunto. Por aquel entonces, todos sus libros estaban descatalogados
en USA. Veinte años más tarde se llevó a cabo, un proceso de reedición de su
obra con escasos resultados. David
Goodis fue descubierto en Francia unos años después. Cuando el cineasta, Francois Truffaut dirigió
la célebre “Disparen sobre el pianista”,
una buena película basada en la novela de DG, “Música en el fango”. La crítica
cinematográfica se deshizo en elogios con el galo, pero muy pocos escudriñaron
en el auténtico embrión de la autoría; el portentoso hombre de la máquina de
escribir de Filadelfia. Un ser humano lleno de angustia, de oscuridad, de
fatalidad y sin esperanzas. En la Francia de postguerra, la de Sartre pudo
residir el alma de este amanuense del Noir y la subcultura del pulp. En las décadas de los 70 y 80 se realizaron remakes
de sus novelas con más pena que gloria. Ni los directores estuvieron a la
altura ni los guiones estaban empapados de la macula insoslayable del candor
Goodisiano. El hombre triste y trabajador de Filadelfia nunca terminó de
encontrarse con Camus en Paris. Prefirió seguir conduciendo su mugriento y
escacharrado Crhrysler por los aledaños del viejo y canalla Downtown en los
Angeles, de otrora tiempos mozos. Ya lo
dijo Wilder; nadie es perfecto. Sólo la cultura del crimen perdura y la desdicha aguarda un futuro
inexistente. Al igual que la de aquel amanuense de su vieja lettera 10 roja a
bordo de su inseparable silla de ruedas.
Dedicado al gran Joseph Berna el tío de mi amigo Paco
J. Cantó
Fotogramas adjuntados
David Goddis junto a Bogie y Laurent Bacall posando tras el annuncio del rodaje
Dark Passage by Delmer Daves (1947)
Al caer la noche by Jacques Tourneur (1956)
Honor de ladrón by Paul Wendkos (1957)
Tirad sobre el pianista by François Truffaut (1960)
Como liebre acosada by René Clément (1972)
David Goddis junto a Bogie y Laurent Bacall posando tras el annuncio del rodaje
Dark Passage by Delmer Daves (1947)
Al caer la noche by Jacques Tourneur (1956)
Honor de ladrón by Paul Wendkos (1957)
Tirad sobre el pianista by François Truffaut (1960)
Como liebre acosada by René Clément (1972)
Biografía consultada y recomendada
"Goodis la vie en noir et blanc", Philipe Garnier. Biografhie Ed. du Seuil (1984)