Honoré Balzac: el realismo, soy yo, la literatura es París y América una gran utopía.
Balzac nació en Tours, Francia, el 20 de mayo de 1799. Estudio leyes y trabajó algún tiempo como abogado en París. Sin embargo, era tal su pasión por la literatura, que pronto abandonó el Derecho y se dedicó de lleno a las letras. No tuvo éxito; en cambio, cosechó varios fracasos no solo en el ámbito literario sino también en los negocios. La infancia y primera adolescencia de Honoré —al parecer— transcurrieron sin grandes traumas, pero a la sombra de una madre poco dispuesta a brindar ternura y elogios a ese hijo que aún no daba señales de su prodigioso futuro. —Una desgracia de mujer, en fin, nada es seguro en este cruel mundo. La estancia de siete años en el internado de Vendôme, sin embargo, termina dramáticamente: el niño cae “en una especie de coma" que es tanto más preocupante cuanto que los profesores no pueden explicar el motivo. El pequeño Honoré pasaba por un colegial negligente, no podían atribuir ese tipo de enfermedad cerebral a la fatiga intelectual. Balzac es percibido con demasiada frecuencia como un autor enraizado en su tiempo, que no puede separarse de este período bien definido que lo vio vivir y crear. Una suerte de reportero novelista, historiador del presente, sociólogo ante la letra, entregando a sus lectores: una fotografía precisa y detenida de la Francia de antaño. Sin embargo, Baudelaire había advertido: “Me ha sorprendido repetidamente que la gran gloria de Balzac fuera pasar por observador" —escribió, en 1859. Todo el mundo lo sabe, la vida de Balzac es una novela. Una novela de la que Gérard Gengembre conoce todos los giros y vueltas. El joven provincial, cuya familia quería que se convirtiera en notario, se convirtió rápidamente en el Rastignac que describiría más tarde. Pierde mucho dinero en una imprenta, escribe bajo diferentes seudónimos, escribe para el teatro. Prueba suerte con el dandismo, pero sin mucho éxito. Es gordo, viste mal, come como un ogro. Él, no es el tipo, de los que las mujeres, adoran en los salones. Lo cual le molesta. La única manera de ganar: escribir. Lo hace obligándose a sí mismo a una disciplina férrea, interrumpida, sólo por breves intervalos de festejo. Firma contratos a derecha e izquierda, contrae deudas que no puede pagar, se traslada al trocadero de Passy, tiene debilidad por las viviendas con salidas ocultas. La modestia no es su fuerte. No tiene miedo a decir: "¡Salúdame, me estoy convirtiendo en un genio!" Esta declaración nos haría sonreír si no supiéramos que Balzac había tenido razón. Ciclo marcado al mismo tiempo por un realismo crudo de un visionario vibrante. Pero, además, toda la aglutinación decimonónica de Balzac, descansa sobre un bulto doloroso, neurótico, obsesivo, que lo hace absolutamente moderno. El escritor, aquí, estaba a punto de cumplir treinta años y allí estaban, por tanto, los mil personajes que poblarían su ciclo, entrando y saliendo, desapareciendo y reapareciendo, incluso después de mucho tiempo y varias novelas. La mente de Balzac, en ese momento, podríamos decir todavía libre, casi libre de todas esas vidas imaginarias, de esos fantasmas, de esos perseguidores. Más bien, estaba lidiando con intentos de escribir en otra naturaleza que luego incluso repudiaría y despreciaría. No es a él, a quien le pedimos mesura o buen gusto.
HB es un modelo del exceso. Siempre me había parecido que su principal mérito era ser
un utópico. París, la provincia francesa y luego los hombres y mujeres de
las clases emergentes, los advenedizos y los sometidos, la nueva burguesía
posrevolucionaria y las finanzas con sus leyes despiadadas, la explosión de la
multitud en un enjambre indistinto, la ciudad en vías de transformación, lista
para convertirse en un lugar de no pertenencia, una fragua de esas masas y dinámicas
del sistema hasta ahora inéditas—aquí, todo esto, y mucho más. Lo mismo decía
George Sand cuando imaginaba a "esos
lectores del año 2000 o 3000" —es
decir a nosotros— exclamando frente a la obra de Balzac: "¡Esta es la verdad!" Esto se
debe a que sus personajes se han convertido en tipos, avatares atemporales, y
algunos de ellos, los más famosos, en mitos. Como Don Quijote, Romeo o Don
Juan. Eugene Rastignac se ha convertido en figura, resumen de pasiones
universales. Balzac, sin embargo, como sabemos, se inclinaba más hacia el
catolicismo y con un aura nostálgica monárquica, de un mundo desaparecido para
siempre. Pero el revolucionario y el legitimista tienen este punto en común de
tener el mismo adversario: el burgués, a quien Flaubert definió: como
“cualquiera que piense mal”. Balzac traza, como un sociólogo, el cuadro del
mundo moderno, inspecciona las relaciones de clase y las transformaciones
sociales, ya en curso, del siglo XIX, una de las grandes apostillas del
maestro: "la acusación más
formidable que jamás se haya lanzado contra una civilización". En 1843 escribió un folleto titulado "Periodistas", lleno de chistes, bromas y juicios
irreverentes. La categoría en cuestión salió desnuda y con los huesos rotos; el
gran escritor, sin embargo, también se desquitó con todos aquellos que forman
parte del área y que los periódicos necesitan absolutamente de ellos:
políticos, trepadores sociales, profesores (unos
años más tarde Schopenhauer los llamará "ganado académico"),
empresarios, y un gran largo etcétera. En cierto modo, Balzac también habló mal de sí mismo. El gran
escritor utiliza axiomas, o cataloga a la humanidad de manera imaginativa;
otras veces se ríe enunciando esas reglas que todos conocen, pero que nadie
quiere resaltar. Comencemos con una sentencia suya: “Cuantas menos ideas tienes, más te elevas”; luego agrega el
siguiente comentario: "Esta es la
ley en virtud de la cual estos globos filosófico/literarios llegan necesariamente
a cualquier punto del horizonte político". Sí, la política. Con este
material realmente te diviertes, ya que lo lúdico era parte de su vida.
Balzac
escribe en su panfleto: "Un político
es un hombre que ha entrado en un negocio, o está por entrar, o se ha ido y
quiere volver a entrar". No es suficiente. Inmediatamente después: “Este hombre es a veces un mito; no existe,
no tiene dos ideas: si llegara a ser subjefe, sería incapaz de administrar el saneamiento”.
Empero no una risa cualquiera, una risa filosófica, empática, a veces un poco
amarillenta también, una risa constructiva, la de todos los que conviven.
Ilustrados con ejemplos concretos, reglas generales y/o específicas, cada uno
de estos esbozos de la gran ópera del matrimonio es, siempre que se lea de
buena fe, un paso más hacia la serenidad conyugal. Obsesionado con el dinero,
ávido de alcanzar el éxito y la notoriedad, si no de escribir, al menos en la
alta sociedad, cínico y vulgar hasta el punto de lo insoportable, Honoré de
Balzac fue quizás el escritor más controvertido de la primera mitad del siglo
XIX. Balzac ciertamente no podría haber
mantenido su estilo de vida extremo sin las cosas. Trabajó a ráfagas de
escritura frenética o, como dijo un biógrafo, en "orgías de trabajo
puntuadas por orgías de relajación y placer". Durante los períodos de
trabajo, su horario de escritura era brutal: comía una cena ligera a las 6
p.m. y luego se acostaba. A la 1 a. m. se levantaba y se sentaba en su
escritorio para un período de trabajo de siete horas. A las 8 am. Se permitía
una siesta de 90 minutos; luego, de 21:30 a 4,00h reanudaba el trabajo,
bebiendo, taza tras taza, de café negro. Según una estimación, bebía unas 50
tazas al día. Ahora, es posible que Balzac se haya excedido. Terminó sufriendo
calambres estomacales, espasmos faciales, dolores de cabeza y posiblemente,
tuviera la presión arterial por las nubes. Murió por insuficiencia cardíaca a
los 51 años. Café fuerte con crema,
aguardiente y mucho azúcar. Pero este mugriento personaje suyo no se diferencia
del de los infinitos personajes que componen la obra monumental de toda una
vida, la "Comedia Humana". "No
había distinción entre la vida real y la vida de sus novelas",
escribió Proust sobre él, que otro teatro humano (la mundanalidad) retratará más de medio siglo después. La historia
de Balzac es la de una época culta en sus aspectos esenciales: la sociedad
francesa posrevolucionaria, en particular la parisina, cínica, mezquina y atrevida. Su carácter, sin embargo,
escondía un trauma que pedía ser redimido. Un pequeño libro que no debe
perderse, de gran actualidad. Porque a decir verdad, Caroline y Adolphe, los
dos miembros de la pareja ficticia de Balzac, se parecen engañosamente a
"Chouchou y Loulou", símbolos de la pareja moderna del siglo XX.
Llegada a cierta altura de su latitud o longitud del océano conyugal, escribe
Balzac, “hay una pequeña enfermedad
crónica, intermitente, bastante parecida al dolor de muelas..." ¡Y quien no tenga idea de lo que es esta
breve y tan justa reflexión significa tirar la primera piedra al gran Honoré!
A no ser que lleves pocas horas de casado (o de pareja), todo el mundo ha vivido y vive a diario las situaciones descritas por Balzac en este pequeño ensayo esquemático que, leído en pareja, hace reír. El gozo para los que vivieron con el orondo genio de gran papada y retrato de una obesidad muy marcada. Ilustrados con ejemplos concretos, reglas generales y/o específicas, cada uno de estos esbozos de la gran ópera del matrimonio es, siempre que se lea de buena fe, un paso más hacia la serenidad conyugal. Nuestro ensayista no atempera en modo alguno esta enfática declaración de Balzac. Le convict des lettres se abre con una afirmación del autor de Père Goriot, que Gérard Gengembre acepta plenamente. El escritor es un maestro de hombres que ha sustituido al sacerdote. “Se ha puesto la clámide de los mártires, sufre mil males, toma luz del altar y la esparce entre los pueblos, es príncipe, es mendigo, consuela, maldice, ora, profetiza, su voz no sólo recorre la nave de una catedral, a veces puede tronar de un extremo al otro del mundo, la humanidad, convertida en su rebaño, escucha sus poemas, los medita, y una palabra, un verso ha ahora tanto peso en la balanza política como una vez tuvo una victoria.” Para él, sin duda, Balzac es un conquistador. Lo compara con Napoleón, de quien olvida que era un guerrero sanguinario. Pero un artista de la palabra y la tinta, cuando acabó enamorándose, de Madame Hańska, una condesa polaca casada con un hombre mayor y muy rico. MH era una fanática de las obras de HB y establecieron su particular messenger de FB con frases bonitas y halagos. Finalmente, la bestia de las letras, decidió ir a San Petersburgo, a declararse, personalmente. Aunque, llegó el día de su boda, muy enfermo, la dicha le duró muy poco al genio. Cinco meses después estaba criando malvas y el Sena teñido de luto. En definitiva, la ficción de Balzac se dedica a explorar esta transformación: nació en la era del Código Napoleónico, que tenía como objetivo hacer que las instituciones burocráticas de Francia fueran transparentes, meritocráticas y racionalizadas. A los ojos de sus contemporáneos, “Balzac era un hurón y un enigma.” De paso por aquí, de nuevo por allá, a destiempo, las más de las veces esquivo, huidizo en sus noches de trabajo, desvanecido repentinamente —de sus alojamientos— con trampillas y cuartos secretos, cuando lo visitan parientes o alguaciles. Lo mismo ocurre con su producción, variada, desigual, pero siempre intrigante. No es necesario ser un ávido balzaciano para disfrutar de la lectura de los textos breves reunidos aquí. Tendremos curiosidad por leer prosa inédita o poco conocida, por leer relatos que él sacó de la Comedia humana o que posteriormente modificó de manera sustancial. Si Balzac tuviera la oportunidad de reencarnarse hoy, puedes apostar tu mejor camisa a cuadros a que no elegiría Francia. Iba a establecerse en los Estados Unidos. Pues, el fracaso de la legitimidad literaria; sentaría las bases para Kafka, Sloan Wilson, William Saroyan y la HBO en los años venideros. Honoré Balzac sería un viajero de un gran Titanic insumergible que le llevase al Far West de la nueva América.
Fotogramas
adjuntados
The
Conquering Power 1921 By Rex Ingram
Illusions
perdues 2021 By Xavier Giannoli
L'auberge
rouge 1951 By Claude Autant-Lara
Out
1: Noli me tangere 1971 By Jacques Rivette&Suzanne Schiffman
Balzac:
Le roman de sa vie Critiques, Analyses, Biographies Et Histoire Litteraire
(1998) By Stefan Zweig&Fernand Delmans Ed.Abin Michel
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