De asesinos en serie y otros ejemplares
No hace muchos días
comenté en las redes sociales mi estado de autocomplacencia, que he
desarrollado en estos últimos tres años de lejanía del mundo criminal. Me han
aburguesado y domesticado en la indiferencia. Un estado tan interesante como el
de la ingravidez. Estoy contagiado de ella, mientras me atraganto de empacho
del nuevo “Caso” en HD por la gracia de Mediaset. Formato presentador
mozarrón de buen ver, con trazas a lo Gere y polifacético autor de gasolinera
Best-séller. Dispara asesinatos que ni una Thompson en manos de Cagney. Eso sí,
por una excelente soldada anual. Mi amigo, Gorka dice que me estoy haciendo
viejo, y yo le replico que he encontrado la píldora número 18—de entre las 17—
que me tomo todos los días para poder seguir en la tramoya.
La maravillosa
píldora 18 se llama Matrix y me le envía desde Shanghái, el gurú Botín. Se las
esconde destrangis en los tirantes rojos de tiburón a lo Michael Douglas
empachado de botox. El sistema capitalista, ha creado una densa amalgama para
entender el dolor y la incomodidad de un algoritmo matemático llamado ideología
del crimen. Esto si quieren decodificarlo mejor, lo hablan con la OCDE que es
una gran organización criminal con patente de corso. No confundir con el
informe Pisa. No es culpa mía. O busquen sobre la comprensión de una realidad
universal: el propio crimen. Don Draper lo hubiera resumido en una de sus
geniales campañas publicitarias del siguiente modo; ver cine, leer un libro,
prensa en internet, hablar de tú a tú con las personas de carne y hueso.
Escuchar un chiste
de “martes y trece” —en enésima reposición— por el canal pseudocultural de la 2
o ir al baño a hacer un pis. Como ven quehaceres diarios convertidos en rutina
anodina del día a día. Procesos de tensión que muchas veces se resuelven por la
vía rápida del cloroformo. En el fondo el K.O. pugilístico de los que ya no
tengo el placer de gozarlos en directo, porque este deporte se lo cargó la grey
chochona de Zapatero y los niños bien
del sequito Rajoy. Algunos dirán que ahí estaban los del canal friki de MARCA.
También, habría que preguntarle a Kim Basinger por Oscar de la Hoya, igual los de Fotogramas hacían una tirada especial
ante semejante chascarrillo, no vaya a ser que Twitter reviente el soplo. Luego, es
evidente que mi acercamiento al perfil de psychokiller es una obviedad. No
obstante, mis voces interiores me han aconsejado un alejamiento progresivo de
círculos y actividades convencionales.
¿Ahora, ya se
empieza a entender el sentimiento de inhibición al devenir de la vida tras la
mampara de policarbononato traslucido, entre la abulia forzada y mis silencios
obligados? Me la suda. Empero, ese aislamiento me está llevando a la
marginación y sobrevivir al caos económico—nuevamente— como sicario repleto
de ansia. No sé cómo he caído en esto, pero conociendo al que escribe en este
inquietante lugar, se entiende la coyuntura de supervivencia en la cultura del
crimen. No hay que ser una lumbrera para pensar ¿por qué asesinar nos
proporciona placer? ¿Tienen Uds la respuesta? Venga a 1 el euro quien ilumine
el tresillo. Bien, pues los ayudaré un
poco. A la gente le pone—muchísimo— este tipo de individuos de lo que podemos
llamar industria criminal –pero no aislada– centrada en el procesamiento de los
indicios de transferencia y en la interpretación científica de los datos de la
transferencia.
¡Uy, qué se me lían!
Es decir, posibles candidatos... Todos aquellos que hayan sufrido un problema
psicológico que quizá sea consecuencia de un trauma vivido en su infancia,
prácticas satánicas o sumisión a voces infrahumanas. Raras veces tienen los
sentimientos desarrollados, carentes de alma, como si no sintieran nada. No se
sabe por qué matan, simplemente les gusta. La pregunta es: ¿puede alguien
disfrutar viendo morir a alguien? Nuestra respuesta sería que no. Cualquier
persona con un mínimo grado de sentimiento respondería que no. Bien, un asesino
común, hubiera respondido que sí. O sea, qué seguimos sin tener respuesta
al porqué. Si al final, lo he de
resolver todo. ¡La hostia!, cómo el
pobre Poe en sus novelas.
¡Ay qué joderse!
Pues, todo asesino es un producto inespecífico de la sociedad capitalista—el
culmen— lo que denominan los jornaleros
del perfil psicológico, non plus ultra de los asesinos en serie y ahí me
encuentro con mi psiquiatra preferido: el Dr. Hannibal Lecter. Esteta del
asesinato en 3D y Dolby Surround, con un desarrollo integral de la iconografía del
terror exquisita y pompa en do mayor. La misma que nos produce esas pulsiones, mientras
admiramos a nuestras estrellas del celuloide entre colores, sabores y
aromas conjugados en pretéritos
pluscuamperfectos del acto vil: en un
largo aplauso sonoro de la platea. ¿No me digan que son de los que aplauden,
lloran y patalean en un cine, cuando aparece el malo, el bueno y el
psychokiller? Lo dicho, no somos mala gente y más tarde o más temprano, seguro
que nos vemos por la calle Morgue. Como decía el genial Elmore Leonard, al
final todos nos encontraremos en la vejez.
Dedicado a Patrice
Chéreau D.E.P (1944-2013)
Fotogramas adjuntados
Cape Fear (1962) J. Lee Thompson
Es geschah am hellichten Tag (1958) Ladislao Vadja
The Boston Strangler (1968) Richard Fleischer
Fargo 1995 (1996) The Coen Brothers
Les yeux sans visage (1960) Georges Franju
Hannibal (2001) Ridley Scott