Fascinación por el Crimen
El
público está fascinado por el asesinato de una manera
adictiva. Cuando, éste, aparece en las noticias del telediario, sabemos que
el encuentro con él; es algo entre lo repulsivo, horrífico e hipnótico. Dentro de
ese recoveco del estado de shock, los medios de comunicación, y su cinismo
diario, saben que el homicida es una fuente de entretenimiento. Y dan su buena
ración. No hay tregua. Día sí, día no. La dosis televisiva engancha. Luego, es inevitable
la pregunta de Perogrullo: ¿por qué mata la gente y seguimos intrigados por la
forma, y el cómo de la realización de ese acto? En el mundo real, de hecho, es
una necesidad práctica que compartimos en la comprensión de los medios y las
motivaciones para el crimen. Sin embargo, la atracción popular por el homicidio,
va mucho más allá de lo versado. La línea del delito, a lo largo de la historia,
es un elemento básico para el arte y la literatura. Además de un excelente
argumento en el drama y la comedia. Por regla general, Los misteriosos
asesinatos son más convincentes cuando se abandona la realidad y se enmarca
dentro de la fantasía. El delito de
asesinato es la mayor de las esencias de los tabús, y también, quizás, el más elemental
de los derechos humanos; impulsivo y violento. En el libro del Génesis, Adán y
Eva, el pecado original es seguido rápidamente por la agresión resabida: Caín
mata a su hermano Abel. En el Éxodo, la ley dicta: "No matarás". Cuando el crimen implica algunos sentimientos o
emociones que entendemos, lo llamamos "un crimen pasional".
Y
entonces nos preguntamos, ¿fue una pasión común o irracional? ¿Acaso un impulso
que todos podemos experimentar? ¿Tal vez un acto que podríamos pensar o excusar?
Todos sabemos que la rabia se siente y posiblemente, se podría dibujar un
gráfico de los distintos grados de rabia. Esto ya es una variable, más propia,
de la gente de Quántico y toda su jarcia. Pues, la ira es una pasión normal,
así que tenemos que saber si también podría ser un subterfugio en manos de Ironside.
Lo mismo ocurre con los celos. En todo caso, hay una evaluación, acerca de la
magnitud del mal de los infames implicados. Después está la retórica policial y
judicial. Eso de si fue en primer o segundo grado el asesinato o alguna forma
de homicidio. Se trataba del acto “corriente o normal” de la propia persona, o
el hecho de alguien con un patrón de criminal profesional, quizá el de algún
pobre desquiciado. ¿Cómo son los asesinos cuándo deciden o no pensar en lo que
estaban haciendo? Difícil y compleja fijación. No obstante, cuando se trata de crímenes,
hay muchas razones para ello. Cuando la gente mata por el beneficio o la
emoción o simplemente el puro gozo de aterrorizar a otros; sabemos que es
simplemente puros cabrones muy enfermos. Y de esos, hay muchísimos. De verdad. Es más
complicado si hay otras motivaciones. A veces, hay una
línea muy delgada entre la pasión humana "llamémosle estereotipada" y
la mala intención, por una pérdida de control y un deseo de dejarlo suelto.
Las
variables implicadas son casi infinitas: hubo víctima dirigida o condenada por
casualidad. ¿Fue planeado de antemano o un súbito compromiso? ¿Era el modus
operandi absurdo y estúpido o era inteligente y sofisticado? ¡Dejémonos de
postureos y tonterías. Por favor! En 2.000 años de civilización occidental
hemos sido culpables de la herejía, la perversión, el robo y el asesinato; de
guerras, de seguir matando y negar la obviedad. Simplemente mirando hacia otro
lado. Hemos sido culpables de hablar y callar. De andar silbando y salir
corriendo. Somos culpables por no hacer lo correcto, por indolencia, por
adulterio, negligencia infantil, acoso sexual y maltrato. También hemos sido
culpables de nuestra religión, origen nacional, color de la piel, la
preferencia sexual, el género y, ahora y entonces, de la sangre que corre por
nuestras venas. La culpa es el cimiento principal de quiénes somos y cómo
estamos organizados y es, aparentemente, nuestro destino innegable, junto con
la muerte y los impuestos. Nuestra relación con la culpa es tan antigua como el
ADN que define a nuestra especie. Pero la naturaleza de la culpabilidad cambia
con la tecnología y la nueva industria.
Estos
cambios afectan nuestra manera de ver el mundo y la forma de cómo queremos
entender nuestra situación. Historias del verdadero crimen, asesinatos
misteriosos, informativos de última hora, el rumor (como siempre) e
insinuaciones, con tal de agarrar nuestra atención más rápidamente, que
cualquier convocatoria de justicia, derechos humanos o pusilánimes “altos de
fuego”. ¿Les va sonando? Sí, la bendita red social. Cuando el cuerpo,
los instintos, las pasiones y nuestros deseos espirituales innatos —de lo más
profundo— de nosotros transustancian en la comunión de la vida; posiblemente es
que nuestras almas están tan necesitadas de la ablución de nuestro mundo
contemporáneo. Aunque Jung se empeñe en aquello de “Los dioses han muerto y se
convierten en nuestras enfermedades." Seguimos fascinados con Holden Caulfield,
quien nos hizo sostener nuestro aliento, cuando esperabamos a ver si apretaba el
gatillo o no. Y es que la pasión histórica del crimen sigue llenando de libros
las bibliotecas, las televisiones, los teatros, los cines, la webesfera y esos
documentos privados, de cada uno, en su ordenador personal. A veces, el crimen
se convierte en arte, cuando todas las preguntas que seguimos haciéndonos,
siguen siendo negro sobre blanco, una buena película de suspense o el talento
de lo misterioso. Pregunten por un tal Salinger y salgan de dudas.
Dedicado a Pauline Oliveros
mayo 1932/noviembre2016 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
The
Lodger: A Story of the London Fog (1927) by Alfred Hitchcock
True
Detective (2014) by Nic Pizzolatto
The
honeymoon killers (1969) by Leonard Kastle
Infamous
(2006) by Douglas
McGrath