Gloria Grahame; La musa del bisturí y la sexualidad del Noir dorado
En
unos tiempos donde lo de ser actor y productor; está bajo mínimos y supeditado
a un chequeo diario de rayos X. Las inmundicias de Hollywooland (redundantes
viejas depravaciones morales de los intocables hombres creadores de sueños) han
salido a la luz. Todos esos inconfesables secretos, ocultos, y equivocadamente
guardados, en nidos de águilas, ahora, carne de cañón del prime time. La
paranoia entre la comunidad de la farándula de Beverly Hills; es una realidad. Me
acuerdo de las arpías Hedda Hopper y Louella Parsons. Pobres cotillas. A día
de hoy estarían descolocadas. Las confidencias personales y sobornables son
presas fáciles para Twitter y demás tramoya de la Network. Este columnista
jubilado sobrevive —malamente— en una época donde existía todo lo dicho, hace
un instante. Uno sigue, intentando hablar de las mujeres de su vida, a pesar de
los pesares, del mundo políticamente megamediático. Sin embargo, también fue un
tiempo, donde mujeres extraordinarias dieron su alma por un arte y un estilo.
El Hollywood dorado de las femmes fatales repletas de belleza ambigua e
inquietante. Geiseres de energía sexual, de una personalidad atronadora y confusamente seductora. Aquellos iconos de actrices fatales —por excelencia—
dentro del cine negro norteamericano, de mediados de los 40 y los 50; nos
presentaban mujeres hermosas, inteligentes, poderosas, demoledoras y
autodestructivas. Siguiendo nuestro viejo itinerario por aquel pasadizo del
tiempo, nos encontramos con una de las mejores femes fatales de la historia del
cine negro clásico. La fascinante y sublime Gloria Grahame. Y lo digo con entusiasmo,
tras volver a visionar, en “Un lugar solitario” (1950). Hará como unas tres semanas
—de este nuevo encuentro— del film del ínclito Nicholas Ray. La aparición, por delante
de mi retina —de un actor otra galaxia—, Humphrey Bogart en el papel de Dixon
Steele. Es poesía visual. Cuando esa alucinante frase que sale de su boca —dan
ganas de tatuársela— directa al corazón, con aquello de: “Nací cuando ella me
besó. Morí cuando me abandonó. Viví unas semanas mientras ella me amó.” Luego,
ves el rostro de esa Lauren Gray (Gloria Grahame). Y dices, ya puedo morir
tranquilo. Porque podría decir muchas cosas, evidentemente, pero ¿creen que voy
a cambiar sus hábitos o pautas de comportamiento escuchando de mi boca
semejante lisonja? No se preocupen, yo me lo guiso, sirvo y mastico. Luego, me
pregunto: ¿Es una obra maestra del cine clásico norteamericano? Sí. ¿Posiblemente
sea la mejor película de Nicholas Ray? Sí. ¿Y que si Gloria Grahame no hubiera
existido habría que haberla inventado? SÍ y SÍ. En mayúscula. Hablar de Gloria
Grahame es algo que me produce respeto, admiración y relativa tristeza. Es la
misma sensación, que te deja una buena novela negra, de R. Chandler o James M.
Cain, algo así como una extraña mezcla de éxtasis y abatimiento. Compungido y
derrotado en el sillón. Porque no he visto una actriz tan impregnada de los
personajes —que interpretaba— como ella. Muy pocas. Ella era lo que se conocía
en el mundillo Hollywoodense una broad. Es decir, una dura, una tía dura, áspera,
cortante y desafiante. Además de algún calificativo más despectivo, que lo
damos por entendido. Gloria Grahame y Barbara Stanwych representarían ese
perfil de actrices bregadas, hechas a sí mismas, como también tendríamos —en un
escalón muy cercano—, a las imprescindibles: Eve Arden, Shelley Winters,
Carolyn Jones o Dorothy Malone. La vida de gloria Grahame era de las más Noir.
Posiblemente, se hace difícil separar la vida real, de las obras que
interpretaba. Toda una dama de la pantalla —increíblemente— sagaz, trágica y
fascinante. Rebobinemos unos años en el tiempo.
Gloria
Hallward McDougal llegó a este mundo, un 28 de noviembre de 1923, en la ilustre
y cinematográfica villa de Los Ángeles, California. Dentro del seno de una
familia acomodada; que lo celebró como un regalo de Día de Acción de Gracias.
Sus padres, el arquitecto y escritor Reginald Hallward y su madre Jeanne
McDougall —una británica muy Shakesperiana— que desde muy niña le inculcó la
pasión por la interpretación, ya que Miss Mc Dougall, utilizaba el sobrenombre
de Jean Grahame, en el teatro. Entusiasmo que también rozó a su hermana pequeña
Joy Hallward, la cual, pasó de ser una anécdota al convertirse en la esposa del
hermano pequeño del gran actor gran Robert Mitchum, el pequeño John Mitchum. Empero,
si alguien te quiere aconsejar como Dios manda; nadie mejor que tu propia
madre. Ella te contará que hay dos sitios en este mundo del espectáculo, si
quieres hacerte un nombre; Hollywoodland y Broadway en NY. Grahame ganó en su
juventud una beca de estudios para la prestigiosa escuela de Arte dramático Guy
Bates Post y estuvo en una compañía teatral, haciendo sus primeros bolos por
Chicago y San Francisco. Finalmente, termina ingresando en las tablas de
Broadway, como sustituta de Miriam Hopkins en la obra “La piel de nuestros
dientes”. Su nombre ya sonaba en Broadway donde un astuto Louis B. Meyer —que la
estaba observando— desde un palco, atentamente, le ofreció un contrato para la
MGM en 1944. De paso le cambió el apellido Hallward para tomar el artístico de
su madre Grahame. Debutó en la gran pantalla en Blonde fever (1944), al lado de
la mismísima Mary Astor. Aunque no pasó inadvertida y su presencia dejó
contentos a los más cercanos. Su talento y sensualidad eran más que evidentes. No obstante, la MGM sólo veía pegas, pues, no terminaba de encajar en el perfil
de la domesticidad femenina presentada por el Hollywood de posguerra. Pasó
en el estudio de Meyer como un figurante de medio pelo, ya que la mayor parte
de las cinco películas que hizo allí, entre 1944 y 1947. Without Love (45) de
Harold S. Bucquet al lado de pareja intocable SpencerTracy/ Katerine Hepburn. Poco
tiempo delante de la cámara, pero cumpliendo con su bobo papel. La aclamada
It´s a Wonderful Life (1946) de Frank Capra, intentando coquetear con el gran Stewart,
Merton of the Movies (1947) de Robert Alton, otra comedia romántica. Luego
vendría, It Happened in Brooklyn de Richard Whorf (1947) y Song Of The Thin Man (1947) de Edward Buzzell, enésima entrega del matrimonio detectivesco —Powel/Loy—
que habían desarrollado, a partir de la obra original, del irrepetible Dashiell
Hammett, “The Thin Man”, y asistía como comparsa, de un nuevo film, en calidad
de franquicia. Con relativo empalago, al buen rollito, del matrimonio guay. Al
lado, de otros actores fantásticos, como Keenan Wynn o un jovencísimo Dean
Stockwell. Evidentemente, la gente de MGM nunca supo sacarla del rol —chica
sirena ingenua adolescente— macerada de comicidad rural. Sempiterna secundaria
de rondón. Sin embargo, durante ese peregrinaje, en 1946, rodó la película que
le cambió la vida. El empecinamiento de un Frank Capra, a la búsqueda de una
actriz —ex profeso— para el papel de Violet Bick, en su magistral ¡Qué bello es
vivir! Algo cambio para Gloria Grahame en su interior. Aquel singular cineasta
rebuscó en el catálogo de actrices de RKO, pero no daba con esa cara. Al final,
acabó contactando con MGM y preguntó si tenían una rubia tipo Monroe, pero con
una mirada más sexual y osada. El jefe de casting Billy Grady le espetó: “estoy
de los coños rubios hasta los topes y su falta de oportunidades. Es una pena.
Pero tú mismo”. Grady mostró a Capra algunas pruebas, y cuando Capra le
preguntó acerca de una en particular, él, le respondió: "ella es una
estrella, pero ¿crees que ha podido conseguir, que los idiotas de producción,
le hagan una audición como procede?" Hace dos años que pulula por aquí
recogiendo sus ligas. Puedes quedar con ella para tomar un café: su nombre es
Gloria Grahame. He aquí, una joven rubia de unos rasgos sutiles y una mirada
bizarra, la cual, mostraba una increíble fascinación por lo tentador, entre
tanta moralina.
Aquel
trabajo de Grahame en It’s a Wonderful Life! Con apenas, 21 años, interpretando
a la mítica Violet Bick. Esa sensual e insinuante rubia que levantaba pasiones —entre los lugareños del pueblo— menos en el buenazo de George Bailey (James
Sterwart). La poliédrica actriz estaba infrautilizada por un caprichoso Louis
B. Meyer y la fórmula del estudio. Obviamente, GG no es ajena a la repercusión
mediática del film que acaba de realizar con Capra, y por primera vez, explora
su rostro resplandeciente en una pantalla gigante de 9x20mts. La situación
mostró un interior frágil y angustioso. Una constante falta de confianza que se
trasladó a la mayor adicción de su vida; los quirófanos de cirugía estética, en
vena. Obsesionada con un problema en el labio superior —ya que se lo veía muy
delgado— se las ingenió, al situarse unas pequeñas toallitas y otros remedios
más peregrinos, a través, del maquillaje. El nuevo aspecto de Grahame era más
que visible en 1947. La actriz estaba muy bella y Louis B. Mayer, hecho un mar
de dudas, la cede al estudio del cine negro clásico por excelencia, RKO. Allí
un director fantástico —aunque no exento de polémica— Edward Dmytryk dirige un
film maravilloso, Crossfire (1947). La primera película de Hollywood en lidiar
directamente con el antisemitismo. Una trama que se desarrollaba a partir de la
novela original del gran Richard Brooks. Una atmosfera de puro Noir, envuelta en
un misterioso asesinato, de un hombre en su apartamento tras una brutal paliza.
El detective que lleva la investigación del caso recibe la confidencia, de una
conocida del fallecido, diciéndole que unas horas antes,
lo había visto acompañado por tres soldados, tomando copas en un bar. Una
historia densa, claustrofóbica, y turbia donde se pone el mismo director en el
disparadero de su ocaso, con RKO. En su
primera escena, Grahame. Se deja ver el estilo de mujer sexy, carnal y
vulnerable. En un baile con un soldado, éste, le dice que le recuerda a su
esposa. Ella le sugiere que le acompañe a su casa. El film fue un éxito
(nominada a 5 Oscars) de crítica y taquilla. Gloria Grahame en su debut con el
nuevo estudio fue nominada al Oscar de reparto por unos 20 minutos magistrales.
RKO compró su contrato, y la sexy camarera cabaretera —que Grahame interpretó
en Crossfire— se ponía la vitola de musa del futuro Noir Film. El dueño Howard
Hughes, aprovechó para liquidar al director, Edward Dmytryk. RKO era el estudio
que lanzó al estrellato a Welles, pero el jefe de aquel sitio, estaba en manos
de un tipo de los más imprevisible y caprichoso; que campaba por el soleado
Hollywood. Le gustaba putear a muchísimas de sus estrellas y directores. Luego,
si querías seguir trabajando, mejor aguantarle sus antojos. ¿Les suena esta
cantinela? Y tanto, que sí. A la novata Grahame le obligó a realizar un film casi
de culto, la última película en Hollywood, del legendario Josef Von Sternberg:
Macao. De nuevo, repetía, junto a otro mito del cine negro masculino, Robert Mitchum
(ahora cuñado de GG) y la tremenda Jane Russell. Grahame volvió a salir airosa
del rodaje, que despertó, el aplauso de colegas y críticos. Pero ella siempre
quiso ser libre en sus papeles, capaz de elegir estudio. Hughes no se lo puso
fácil y hasta que el estudio no fue absorbido por Paramount, tuvo que aguantar
sus caprichos.
Entre
ellos la amenaza constante, en torno, a su valor contractual con RKO. Gloria
Grahame estaba muy interesada en realizar Born Yesterday, de George Cukor, en
Columbia (papel que se llevó el Oscar, en 1950, a su protagonista July Holliday)
y lo mismo con A Place in The Sun de George Stevens con la Paramount (otro
papel que obtuvo el Oscar, de 1951, a la mejor actriz Shelley Winters). De
igual modo, también lo intentó con Warner, fue el subterfugio que le valió de
pasaporte para liberarse de RKO. Pero, aún restaba contrato por cumplir. Empero, gracias a esa
atadura con el canal del Film Noir, pudimos films de una calidad excelente, y
muchos de ellos, nunca hubieran existido sin su porte y talento. La Grahame trabajó
con directores que son auténtica historia del Séptimo arte. Al aludido Frank
Capra, Josef Von Sternberg y Edward Dmytryk. Le seguirían Elia Kazan, Fritz
Lang, Fred Zinnemann, Robert Wise, Cecil B. DeMille y, por supuesto, Nicholas
Ray que sería el más inmediato rodaje, tras el film de Mark Robson “Roughshod”
1948 y “A Woman Secret” (1948) de N. Ray, que coincidían en el mismo año.
Aquel rodaje con el enfant terrible del nuevo cine de la generación perdida de
los 50. Nicholas Ray, fue una de las grandes epopeyas del cine clásico dorado
del viejo Hollywood. Mientras filmaba A Woman's Secret, Nick Ray y Grahame, ambos
casados y caprichosos (Ray tenía un hijo de su primera esposa), tuvieron un
romance tormentoso y se casaron alrededor de las seis semanas, después de la
filmación. Tuvieron un hijo nacido en noviembre de 1948. Cuando comenzaron In a
Lonely Place, a finales de 1949, el matrimonio de Ray y Grahame estaba al borde
del colapso; debido en gran parte a las burlas de Gloria y al impulso de los
brotes de celos de Ray. "muchos de los que conocían a Grahame la
consideraban una ninfómana que tenía un montón de parejas sexuales". Según
la actriz Jeff Donnell, Grahame esperaba que Ray fuera "posesivo y
temperamental, y cuando no lo era ella crearía situaciones para que eso
sucediera". Y es que si hay algo que pasará a los anales de la historia
del Hollywood dorado fue la tempestuosa relación de Gloria Grahame y Nicholas
Ray. Una historia donde el amor no fue, por los siglos de los siglos, que diría
el cura de turno. Bien, es conocido, el cacareado vacile de Ray, en petit
comité, con aquello: "Yo estaba encaprichado con ella, pero la verdad es
que no me gusta mucho." Gloria llegó a Las Vegas en abril de 1948 para
comenzar en esas seis semanas, de residencia, y que le permitiera agilizar el divorcio de su anterior marido. La domiciliación finalizó el 1 de junio, y en
la misma tarde, Gloria Grahame consiguió su divorcio. Esa noche, ella se casó
con Ray. Su hijo Timmy nació cinco meses después. Aunque su matrimonio con Ray
no era exactamente un picnic —El mismo, N, Ray, admitió más tarde que pasó la
mayoría del tiempo siguiéndole la cuerda matrimonial para que no hubiera
ninguna compensación económica por su estipulación matrimonial de bienes
gananciales— y no cuestionó la disputa por la dirección y creación de In a
Lonely Place.
Película
basada en la adaptación de la novela de Dorothy Hughes, que estaba
desarrollando para Humphrey Bogart con su productora independiente Santana y la
supervisión/distribución de Columbia Pictures. En la novela de Hughes, el
protagonista Dixon Steele se había proyectado como un escritor misterioso para cubrir
su verdadera vocación, es decir, un asesino en serie. Una película con un tono
de denuncia desde dentro de Hollywood y sobre el Hollywood de aquel tiempo. Una
velada insinuación a la caza de brujas que tiene lugar en el mundo del cine
americano. Compone un retrato crítico y desmitificador de Vanityland, donde Ray
nunca se sintió cómodo y a gusto. Sólida exploración de la incomunicación, la
desconfianza, la violencia y el fatalismo, en el marco de un estudio lúcido y
sutil de la condición humana. Bogart había querido lanzar a su esposa, Lauren
Bacall, como Laurel Gray, pero Warner Brothers se negó a prestarla, así que
Ray, puso a su propia esposa en su lugar. Había cierta preocupación por parte
del equipo sobre el rodaje, en general, ya que la naturaleza combativa del
matrimonio Ray/Grahame podría causar problemas al conjunto, de la obra final.
Nicholas Ray obligó a Gloria Grahame a firmar un contrato en el que se acordó
la siguiente estipulación: "mi marido tendrá derecho a dirigir, controlar,
instruir y sugerir las acciones de mi persona, desde la 9 am a 6 pm, todos los
días, excepto el domingo, día libre de rodaje”. A lo largo de proceso de
realización, GG, luchó contra la imposición de ese contrato. Definiéndolo como
"trabajo esclavo y torturador". Empero, no tuvo más remedio que
aceptarlo si quería hacer la película. Ella terminó acercándose a una actitud de
pretregua. Es decir, también estuvo al lado de su esposo reescribiendo algunos
diálogos y secuencias, donde todo el universo Ray/Grahame, se descarga en un
manantial creativo, de la personalísima historia de ambos. Las líneas más famosas de la película
fueron escritas por el propio Ray, expresadas como frases que Bogart quiere
tratar de encajar en su propio guion, que admite a Laurel Grey en un momento de
gran tensión. Estableciendo la trama de
la ficción, donde se traslada el karma emocional, de una pareja en avanzado
estado de descomposición matrimonial. No obstante, al contrario, de lo que
hubiéramos podido imaginar, el rodaje fue una balsa de aceite: apenas tuvo
problemas ni contratiempos. GG estuvo correcta, muy profesional y receptiva a
todas las órdenes de Ray. Completando el horario previsto de las escenas y la
finalización de la película.
Ray
se había mudado de su hogar conyugal, pero quiso darle a la aludida pretregua, el cariz de una
tregua más firme, después del buen sabor de boca que dejó el film. Gloria
Grahame y N. Ray, junto al pequeño Timmy trasladaron a su nueva casa en Malibu.
El sexo fue un gran hilo conductor indisoluble entre ellos, pero también una
bomba nuclear. Sin embargo, la realidad del matrimonio Ray&Grahame superaba
la mejor de las ficciones.Hay
quien dice que un día GG sacó una pistola de su bolso y le ordenó que se la
follara o se muriera". Una noche a principios del verano de 1951, Grahame
abrió la puerta de la casa de Malibu y se encontró con Anthony Ray, el hijo de
13 años de Nick de su matrimonio anterior. Grahame conoció a Tony Ray Jr.,
cuando tenía 10 años. Hijo del primer matrimonio del cineasta con su primera
esposa, la periodista Jean Evans. Había estado ausente, pues estaba estudiando
en la escuela militar, y ahora, se le brindaba un tiempo para pasarlo al lado
de su padre, con quien nunca había estado muy cerca. Pero ese día, de 1951,
Nick no estaba en casa. Gloria Grahame en su condición de volcán sexual,
evidenció, que entre ella y el joven, había algo muy potente. Tony Ray no podía
quitarle los ojos a ella, de igual modo, que ella a él. Se fueron a la cama y
allí fue donde Nick los encontró cuando llegó a casa. Aquel affaire fue la gota
que colmó el vaso de Gloria Grahame con Nicholas Ray. Tony Ray desaparecería de
su vida. Pero el tiempo suele ser caprichoso. En el momento de este escándalo
—que era vox populi— se conocía en Hollywood, pero se discutía solo en voz
baja. La carrera de Gloria estaba en la cresta de la ola. Del mismo modo, que
toda la gente sabía que Nicholas Ray era bisexual, alcohólico, ludópata y
adicto a las anfetaminas. Grahame era una adicta al sexo y la cirugía estética.
Por cierto, el asunto de su labio superior, el propio Ray, fue un acicate, en
plan buen rollo, solía comentarle que si lo agrandaba sería más fotogénico.
Ella, obsesionada con el aspecto físico. Si quieres caldo, dos tazas. Nada
nuevo bajo el sol. Todo el mundo tenía una vida y la vida no es fácil. Mucho
menos, lidiar con ella. Ahí selló su más fiel compañero de penas y alegría; el
divino bisturí. Lo más alucinante fue como liquidó a su primer esposo Stanley
Clements, un actor de medio pelo (el pobre diablo no se enteraba que durante el
rodaje de Woman secret, Gloria se estaba acostándose con el cineasta de
Wisconsin e inmediato esposo) cuyo papel más relevante fue un anuncio de papas
Pringles. El mismo día que firmó el divorcio —como hemos comentado
anteriormente— se marchó a Las Vegas y se casó con N. Ray. Estando embarazada
de su futuro hijo Timothy, un día se llegó a gastar más de 40.000 en
tratamientos faciales y ropa. Gloria siguió con trabajando, con mayor
inestabilidad emocional, pero seguía siendo una de las grandes de aquella
década. Se casaría con el guionista Cy Howard, en 1954 con el que mantuvo una
relación tensa y constreñida, de la que saldría al mundo, una hija, Marianna. El
golpe fue tan duro como que le dejó la moral por los suelos. Nada mejor que
intentar unos nuevos retoques —de cirugía, pura y dura— para seguir en el circo
de Hollywood. Operaciones, en la cara: pómulos, rellenos de mentón,
blefaroplastia y rejuvenecimiento facial.
Pero,
seguía con su maldito sambenito; el labio superior. Modificó sus dientes con el
apoyo de la cirugía dental. El runrún de su hija Marianna, no terminaba de llevarlo
bien. Aquel el tira y afloja con el ex marido la sacaba de sus casillas. Tal
era la situación que, aquel lastre afectó, en gran parte, su carrera fílmica. A
partir de ese instante, los rodajes se complicaban. Su carácter temperamental
chocaba con los directores y su vida sentimental se enmarañaba. Y eso sólo, fue
el principio, de muchas otras Un sitio donde se juzgaban las apariencias. Sabía
de sobra, que su mundo era una charca de lobos, leopardos y serpientes. Aunque
los peores eran los productores de barriga hipopótamica. Finalmente se divorció
en 1957, y siguió, sacando los dientes, en mitad de una batalla, contra la
prensa del higadillo. Ésta, se estaba dando un festín que, ni un Safari en Botsuana.
Auténticos depredadores. Ella siempre dijo: “No entiendo que es Hollywood y de
que va”. Aparte del sarcasmo, GG sabía de sobra que aquel lugar, se proponían
sueños mágicos y muchos de ellos, cristales rotos. El director de cine Robert
Wise, contó con ella para un papel pequeño, pero esencial de un film que mostraba,
una historia de perdedores. Una película dura, destructiva y decadente. El
asalto a un pequeño banco en la ciudad de Pensilvania centrara gran parte de la
atención de la magistral Odds Against Tomorrow (1959). Gloria Grahame,
interpreta a una vecina que llamando a la puerta de al lado, aparece un viejo
amigo (Robert Ryan) de la inolvidable Crossfire. Aquí, nuevamente, en el papel
de retorcido racista criminal, Earl Slater. Ahí, vemos a la auténtica
Grahame, fascinada por el tipo que tiene delante, sonsacando conversación, como
el que no quiere enterarse de la historia y éste cae, en su encanto. Los
diálogos juegan entre un provocador sadismo erótico y la autodestrucción del
personaje. La mirada de Grahame —ese mercurio en sus ojos— mientras, el gran
Robert Ryan tira del sujetador de encaje negro, delicado y hacinado, subiendo
la temperatura de un plano que mostraba; la fractura de unos personajes
perdedores. Gloria Grahame parecía ser consciente que su cuerpo había cambiado,
pero a pesar del tiempo, ella seguía siendo la tentación, hecha femme fatale, y
la osadía del Noir bien hecho. Todo parece visto para sentencia; la despedida
del esa mujer fatal, rebelde y carnal. El paso de la película y el inminente
fracaso de unos personajes irrepetibles, dan paso a un último hálito de deseo
marchito, el paisaje devora a todos y por supuesto, a la gran diva GG. A punto
de llegar a mayo de 1960, la noticia bomba salta a todas las rotativas del
Hollywood Confidential. En mayo de 1960, a los 36 años, con Tony Ray, de 23
años, hijo de Nicholas Ray en una unión previa a Grahame: se casan en Tijuana.
El
matrimonio fue algo así como un viaje kármico de las estrellas que pueblan las
pantallas cinematográficas. Caso cuasi calcado al de Woody Allen/ Mia Farrow y
la criatura adoptada Soon Yi. Aunque, Gloria Grahame tuvo peor suerte que el
neoyorkino. Cy Howard acusaba a Gloria Grahame de madre descuidada, caprichosa
y peligrosa. Además, de exigir la custodia de Marianna. Gloria se descontroló y
en plena crisis nerviosa: es engañada por un cirujano, con la tan anhelada
queiloplastia final. La intervención —del intruso y pesetero matasanos— fue una
chapuza, ya que el labio terminó, mucho peor de lo estaba inicialmente. Gloria acabó
arrastrando las sílabas y su habla grave sonaba medio beoda. Obsesionada con
una expresión perfecta. Aquel affaire terminó como el rosario de la Aurora, GG,
al verse delante de su público como una mala madre; no lo puedo soportar.
Aquella presión fue tan fuerte que se derrumbó emocionalmente. Terminó
recluida, por un pequeño tiempo, en una institución mental. Y se le administró
terapia de electroconvulsiva. Gloria Grahame se recompuso con la ayuda de su
nuevo esposo, el joven Tony Ray. Ahora, era padrastro de su medio hermano de 11
años. Es decir; el hijo que tuvieron en común: Gloria Grahame y Nicholas Ray.
Curiosamente, la unión con Tony Ray duraría 15 años. Durante ese periodo llegaron dos hijos —de
algún modo, hermanastros— de su padre biológico convertido en padrastro.
Aunque, se sientan, algo desubicados y confundidos, en todo este affaire, no
hay incesto, en el sentido más estricto, de la sexualidad consanguínea. Todo
ello era una terrible carga para volver a recuperar un público que había
cambiado de hábitos y década. Grahame ganó mucho dinero, pero sus mejores
papeles se diluían y se vio obligada a hacer todo lo posible para alimentar su
cuerpo y su alma. Volvió a la platea y a ponerse delante de las cámaras. Tiró
de su orgullo y todo lo que era. En la década de los 60 Grahame se mantuvo muy
activa en el medio teatral, de vuelta a la Inglaterra materna, disfruto de un
pequeño tiempo de las tablas Shakesperianas. Prácticamente abandonó el cine,
pero no la TV, uno de los refugios de segunda categoría, de aquellos años 60,
muy concurrido por viejas glorias del viejo Hollywood dorado. Podríamos decir
tanto de Gloria Grahame que —nos daría para escribir una gran novela— la noche
caería en madrugada y ésta, en alba. Desde ese humus, adhesivo implacable, en
todos sus personajes; llenos de extravagancia, dolor, misterio y la sexualidad
aplastante que sugería los deseos más indescriptibles del ser humano. Grahame
solía tomar esas pequeñas partes que le daban, puliendo los roles como tomates
magullados, envueltos de una piel sardónica llena de vulnerabilidad. Al final
uno dudada de la ficción y casi todos los individuos del negros sobre blanco
terminaban por convertirse en sujetos de la peor ralea. Desde la Margie de
Macao, vacilando a Jane Russel. Aqyella Ginny, chica del garito, de los
soldados que bailaba por un trago. Esa Susan Caldwell arqueando las cejas como
ninguna otra femme fatale.
La
esposa exuberante de Fredric March; Zama deambulando por la vieja
Checoslovaquia. La fría manipuladora y frívola arpía —de Irene Neves— que
amenazaba a Joan Crawford. A la sirena negra de Lang, en particular, cuyo
ronroneo agrietado y liso surgía de una boca extraña, torturada y pintada
liberalmente: ubicada entre el sadismo y el masoquismo. Ganadora del Oscar a la
mejor actriz de reparto en Cautivos del Mal (1952). La bella Rosemary Bartlow,
toda una dama sureña dentro de un Hollywood lleno de artificios, vanidades y
mentiras. La pelirroja Angel encima de un elefante dejando al público con la
mayor de sus sonrisas del mejor circo del mundo. Las obras maestras del Noir de
Lang; esa femme fatale Debby Marsh y aquella cafetera aterradora, llena de café,
sobre su cara, en las manos de unos de los villanos más geniales de la historia
del cine: el endiablado Vice Stone (Lee Marvin). La sugerente y hermosa Vicki
Buckley más Zoliana que la novela original. La Vicki Buckley en los deseos más
humanos y retorcidos del cine negro. La tortuosa morena de Marianna en Naked
Alibi, interpretando a un cantante de bar. La entrometida esposa Karen McIver del
Doctor Richard Windwark que dirigía aquel psiquiátrico de clase alta. La viuda millonaria
Harriet Lang, con una gran cuadra de caballos en Greenville Carolina del Sur.
Donde se selló beso ardiente e histórico, entre dos estrellas del Noir film,
MitchumVsGrahame. Fue la inocente y cómica Annie Carnes, en el musical que puso
de los nervios al maestro Zinnemann. Es verdad que en la cultura Noir los
hombres —muchos de ellos— creados en la cultura Pulp, la herencia de los
grandes conflictos de I y IIGM, generó toda una amalgama de personajes malvados
y violentos. La autoridad moral machista —reitero— propia de una coyuntura, se
cebó en muchas situaciones con el golpeo sistemático a la femme fatale, por antonomasia, Gloria Grahame. Siempre se ha visto el mundo real, de la propia
Grahame, en sus protagonistas del celuloide. Deseo, placer, infidelidad,
violencia, venganza, ira y celos. Sería muy difícil no concluir, que Gloria
Grahame, estaba de alguna manera; involucrada en un magma misógino de
violencia. El mismo que fue representado en casi todas sus films. Además de la
involucración personal desde el proceso de ensayo del personaje. Posiblemente,
todo ese cine ofreció una visión amarga de la política sexual en los años de la
posguerra y Eisenhower. Pero eso, es trabajo de los sociólogos y la
antropología. No seré yo quien pueda poner bajo la lupa el trabajo y el oficio
de muchas de estas películas, auténticas, obras de arte del séptimo arte.
Por
último, recordar algunos de los trabajos que realizó entre mediados de los
sesenta y los 70. Algunos de ellos, se ganaron buenas reseñas de la profesión y
crítica teatral por trabajos, como The Time of Your Life con Henry Fonda, The
Glass Menagerie (como Amanda), ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Martha) Por
aspectos, puramente físicos y clínicos —desgraciadamente— no terminaba de
conseguir un protagonismo general de los compromisos que realizó. Actuaciones
acotadas y muy puntuales, donde a pesar de carencias y dificultades, siempre
les dio un toque de actriz distinguida y de un oficio exquisito. Interviniendo
la Sam Benedict (1962) Dial G for Grindl (1964) 1964 Grindl (TV Series) The
Guests (1964) - The Homecoming, El fugitivo (TV ) Who Killed
April? Todas ellas en 1964. Who Killed the Rabbit's Husband? 1966 Noche de violencia o Iron
Horse (1967). En la década de los 1970 Grahame
comenzó a trabajar en cine y televisión con más frecuencia, aunque
principalmente en asuntos de bajo presupuesto. Eso sí, pudimos disfrutarla en
una de miniseries más importantes de la historia de la televisión la miniserie
Rich Man, Poor Man y la comedia Howard Hughes-Melvin Dumar Melvin & Howard
dirigida con una hábil mano por el fallecido Jonathan Demme. Daniel Boone (1970) Mannix (1971) Blood&Lace (1971) Black Noon
1971 The Escape The Loners (1972) Tarots junto a Fernando Rey (1973) y dirigida
por José María Forqué. Mama's Dirty Girls 1973 Mansion of the Doomed 1976 Head
Over Heels 1979 A Nightingale Sang in Berkeley Square 1979 Tales of the
Unexpected TV (1979) y finalmente, la bizarra The Nesting (1981). Ésta película a la postre puso el punto y final
a su carrera. A principios de 1981 le diagnosticaron un cáncer estomacal, pero
evadió los tratamientos médicos y prefirió curarse con homeopatía volviendo a
la vieja Gran Bretaña. En cuestión de semanas su estado se deterioraba muy
rápido. Su familia la trajo de vuelta a Nueva York y en una operación para
drenarle líquido del abdomen le perforaron el intestino y murió de peritonitis.
El 5 de octubre de 1981, a los 57 años
dejó este mundo. Ella fue enterrada en Chatsworth, su natal California.
Afortunadamente, después de tanto tiempo, sin saber de nuestra amada Gloria
Grahame. El director Paul McGuigan ha rodado el peridodo de tiempo que paso la
actriz en casa de su familia, en Livepool junto a su ex amante Peter Turner.
Éste escribió el libro de memorias, que sirve de guion y título de la película.
Film Stars Do not Die en Liverpool (2017). Donde, Annette Bening, es Gloria Grahame y está divina.
Dedicado a Paul Buckmaster junio 1946/noviembre2017 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Blonde
Fever (1944) by Richard Whorf
Croosfire
(1947) by Edward Dmytryk
Sudden
Fear (1952) by David Miller
The
Bad and the Beautiful (1952) by Vicent Minelli
In a
Lonely Place (1950) by Nicholas Ray
Gloria
Grahame&Nicholas Ray
Human
Desire (1953) by Fritz Lang
The
Big Heat (1953) by Fritz Lang
Macao
(1952) by Josef von Sternberg
Odds
Against Tomorrow(1960) by Robert Wise
Bibliografía consultada y
recomendada
Suicide
Blonde: The Life of Gloria Grahame by Curcio, Vincent
Ed
William Morrow & Co 1989
Film
Stars Don't Die in Liverpool: A True Story by Peter Turner
Ed
Main Market 2016
Gloria
Grahame, Bad Girl of Film Noir: The Complete Career by Robert J. Lentz
Ed.
McFarland 2011
Nicholas
Ray: The Glorious Failure by Patrick McGilligan Ed.Igniter 2011
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