El pleistoceno más fatale es “it”, Clara Bow
Hubo un tiempo en el
viejo Hollywood, donde aquel lugar árido y seco sedujo la atención de acólitos
puritanos y censores del elefante abstemio, Hoover. Aquella Babilonia era territorio
de unos pocos y pocas outsiders llenos de brío creativo. Terreno, donde las
habladurías no penetraron fuera de los estrechos confines del incipiente y
mágico mundo del cine. Se sabía de sobra quien era la entelequia de "la
encarnación del pecado". Del mismo
modo, que aquel vetusto imperio
sumerio nadaba en la ira de los moralistas, la cual, era saciada por las
opositoras y opositores a estrellas cum laude. Empero, el valor del escándalo público
como medio de atracción generaba un humus de ambivalencia, que provocaba las furias
de los predicadores de tres al cuarto por un escaño. Mientras el
showroomprive fascinaba a los más
cínicos con el mismo regusto —que el hormigueo dentro de la laringe— tras unas
líneas de cocaína. Lo prohibido para millones de ciudadanos, aún no había caído
en su auténtico valor: Hollywood, como un hermoso templo de la vieja Seleucia
creado por el ínclito DeMille. De repente, apareció Inanna y reputó la mujer it;
la pequeña, sugestiva y pelirroja Clara Bow:"Teníamos individualidad. Hacíamos lo que queríamos. Nos acostábamos
tarde. Nos vestíamos como mejor nos parecía. Hoy en día las estrellas son
sensatas y no arruinan su salud. Pero nosotras nos lo pasábamos mejor. "
Aquella mujer era,
más que It. Y es que el sabio vienes de la comedia moderna, Billy Wilder habló
del impacto de la carne en el medio cinematográfico. Les agradecería, su exquisita comprensión con este amanuense y el genio austriaco de librarnos de toda connotación torticera, a
la sagaz expresión. Cualidad, esencial, en toda aspirante a femme fatale por
antonomasia. Obviamente, de lógica, en un tiempo tan pleistocénico como en el que
andamos anclados. Si hablamos de Clara Bow, posiblemente el personal que sigue
estos paramos, estará algo desorientado o en busca de un decodificador del
viejo Polanco. Esta diosa babilónica, fatale e ingeniosa de una personalidad arrebatadora e innata, delante de
la cámara similar a Jean Harlow, Rita Hayworth o Marilyn Monroe fagocita de la
conceptuación de mi querido, maestro, por la
fotografía carne. En el sentido del término, carne como masa que se siente,
toca y es accesible. Si intelectualizamos el palabro —que diría el maestro Umbral— nos sale eso de Kipling; no es
necesariamente la belleza, es eso. Tan
sólo, eso. La verdad que Clara Bow, es una rara avis en esto de ser mujer
dentro de mundo de lobos tan malvados como los del último Scorsese y con etiqueta masculina. Su vida fue de las más
duras que se hayan visto en Hollywood. Arquetipo de mujer atrevida, valiente y
sexy, en un tiempo donde las actrices no les hacían falta hablar, pues el cine
era mudo.
Aquella silenciosa vida parecía congelarse en la
pubertad de Lillian Gish, la exótica Theda Bara o el glamour de Gloria Swanson.
No obstante, nuestra Srta. Bow era algo diferente: deseo y diversión;
evidentemente, con estas cartas de presentación, la chica prometía. Clara Bow
era hija de un padre alcohólico y con trastorno bipolar, que con toda seguridad
la violó siendo una niña. La vida en el pintoresco Brooklyn de 1905 era tan
duro como ese mundo de dealers, que retrató el maestro Griffith en el mítico
film; “Los mosqueteros de Pig Alley” (1902). La madre de Clara, no es que fuera
un ejemplo a seguir. Alcohólica y epiléptica. Esporádicamente, se
prostituía para conseguir unas monedas con las que ir tirando. Su infancia la
pasó en la calle con amigos, todos ellos chicos callejeros que siempre andaban
en algún lío. Hasta que un día con tan sólo 16 años, su destino cambio de la
noche a la mañana al presentarse a un concurso de belleza, organizado por una revista
de cine. Ganó el premio y fue el comienzo de una escalada ágil y exitosa. Hasta
llegar a 1927 convertida en uno de los grandes mitos. A modo de preludio, de
aquel fatídico jueves negro en Wall Street dos años más tarde, y con la
velocidad de una estrella fugaz pasó a un segundo plano en 1931.
Por no certificar,
su jubilación perpetua del showbussines en Hollywodland. Lo más curioso, es que
su vida daría para uno de los biopics más divertidos y fascinantes de la HBO. Y
es que lo tuvo muy difícil, ya que su madre lanzaba exabruptos de semejante
calibre: interpretar era trabajo de putas. En más de una ocasión, intentó
acabar con la vida de Clara tras sus continuadas trifulcas, en torno al mundo
del cine. El perturbado padre de la actriz decidió que su esposa era un
problema y la internó en un manicomio, donde murió en unas condiciones
lamentables. Clara Bow se buscó un apartamento que compartió con chicas que
venían del medio oeste en busca de fama y dinero. Así como chicos que
trabajaban en el cine en figuración, al igual que ella. Finalmente, se hizo con
el papel protagonista de “días de Colegial” (1925), la inolvidable Cinthya Day. Convirtiéndose en icono
de la modernidad femenina de todas las tennagers de la taquicárdica Norteamérica.
Imponiendo un estilo de ropa atlético y el cabello tintado de color pelirrojo
zanahoria. Su primer gran éxito de
taquilla de la mano de Victor Fleming con “Flor de capricho” (1926) Llegó a la
cumbre de su carrera en 1927 con "It", que protagonizó junto al galán
patrio, Antonio Moreno. La película fue un auténtico éxito de crítica y
taquilla. Por lo que se convirtió en "La Chica It". Posteriormente,
llegó "Wings" del inefable Wellman en (1927), que se coronaria como uno de unos de los
mejores films de la historia del cine,
en 1930 recibiendo el primer
Oscar a la mejor película.
Entre los años 1927
a 1930, la Bow era la dueña de Hollywood. Realizó dos films más; La loca orgía
(1928) y Curvas peligrosas (1929). Pero, la crítica le dio estopa por todos los
lados. Clara Bow, era divertida, juerguista y se metió en su cama a casi todos
los guapos de la pantalla; Gary Cooper,
que se aprovechó de su hegemonía en Hollywood para trepar en su inicial carrera como galán, hasta el mismísimo
Bela Lugosi tras una representación teatral de “Drácula”. Ver para creer. Sin
embargo, ella tenía unos cuantos problemas; el primero la asimilación del nuevo
cine sonoro. Su dicción era muy pétrea. Un marcado acento de Brooklyn que siempre
le persiguió y su rebeldía hacía los guiones escritos. En segundo lugar, su
ludopatía; las apuestas licitas o ilícitas le volvían loca y en tercer lugar
su etiqueta de devorahombres. Así
como su eterna adicción a las drogas y el alcohol, lo que precipitó su caída en
barrena. A raíz del affaire del juego salió a la luz todos estos
detalles tras una investigación gubernamental. Su padre,—una carga
insoportable— se aprovechó de las ganancias que generaba. Dilapidó gran parte de
la fortuna que había generado. Gestor nefasto y de una personalidad inestable
como hemos comentado.
Bow, nunca se privó
de nada. Rodeada del máximo lujo: pieles de última moda, joyas deslumbrantes y
un guardarropa de modelos fabulosos en continua renovación. Le gustaba aquel
ritmo de vida y lo siguió al pie de la letra, agarrándose a él como una lapa.
En plena ebullición de la depresión, llegó su escandalo más letal. En 1930, Daisy
DeVoe —su ex secretaria— vendió a un tabloide el "diario de" escrito
durante los cuatro años precedentes, durante el tiempo que compartió el hogar
de la estrella. El documento consistía principalmente en una lista de los
amantes de su jefa. Un impoluto listado de las fechas y horas de cada una de
sus visitas. El elenco era espectacular, pues aparecieron los nombres de los
actores: Donald Keith, Gilbert Roland, Robert Savage, Gary Cooper, Bela Lugosi,
el director Victor Fleming, el cómico Harry Richman, el cowboy Rex Bell, y el
equipo de fútbol completo de la Universidad de California, encabezado por un
joven atleta y aspirante a actor llamado John Wayne. La batalla campal protagonizada
en los tribunales, deparó las primeras secuelas en la frágil salud de Bow. Al
año siguiente, Clara Bow era víctima de su primera depresión nerviosa.
Mientras, la mayoría
de sus antiguos admiradores buscaban trabajo por las calles de un país
derrotado. Si bien el escándalo puso fin a la carrera de Clara Bow. Ésta, se
casó con el actor Rex Bell y se retiró "voluntariamente'. Sus últimos años
fueron realmente horribles. Aquella flapper hermosa, enérgica y carnal
convertida en un manojo de nervios rodeada de botes de tranquilizantes,
barbitúricos e hipnóticos por todos los rincones de su casa. En 1944 intentó
suicidarse. En el sanatorio mental le
diagnosticaron esquizofrenia —la vieja enfermedad de su madre— noticia que cayó
como un jarro de agua fría. La psiquiatría de por aquel entonces, remató la
faena a base de continuadas terapias de electroshock. Pasó algún tiempo, como
alma en vilo. Vivía en una modesta casa, en el más absoluto de los olvidos. Ya
nadie quería compartir nada de la gloria
de “Miss It”. Sin público, gloria ni memoria que mereciera su existencia
esperaba la muerte. El 27 de septiembre
de 1965. La alegre femme fatale más fashion de la década de los divertidos y
gloriosos años 20, Clara Bow fallecía de un ataque al corazón. Tenía 60 años.
La autopsia, a posteriori evidenció que sufría una grave enfermedad cardiaca congénita
infantil.
Dedicado al poeta maragato,
Leopoldo María Panero 1948-2014, in Memoriam
Biografía consultada y recomendada
Clara Bow “Runnin Wild” by David Stenn Ed. Cooper Square Press 2000