Tristán y el penacho de Sarriko
Tristán Pazos era un
auxiliar administrativo de provincias que solía apuntar hasta el más absurdo de
sus encuentros. Había heredado el caserón de sus abuelos; un viejo caserío
vizcaíno en la llanura septentrional del municipio de Erandio. Un día se encontró
con un extraño aparato que sacó del viejo desván, mientras hacía un poco de
limpieza. Aquel engendro de formas seductoras y aleaciones nobles le tenía
fascinado. Nunca supo muy bien de donde había salido semejante penacho
psicodélico, pero le dejaba con la piel de gallina cada vez que lo tocaba.
Aquella sensación le reconfortaba.
Se veía recompensado
con el diseño del casco. Cuando cerraba la puerta y se recogía de vuelta a la
ciudad, lo dejaba en el más absoluto de
los silentes rincones de la vieja casona. En esta ocasión había reunido una
buena cantidad de legajos y se dispuso a devorar la gran dosis de lectura
que había trascrita en una gastada new
courier. Lo más sorprendente era el título del manual; “Maquina de
deshibernar”. Su cabeza se disparó como un tiovivo en un Noir de serie B.
Pensó— Ahí están toda mi sencillez y complejidad reunidas. En tanto, se mezcló entre la gente que tendía a odiar más y más, a prostituir sus
palabras. Rostros húmedos, sílabas detonantes de una gran grandeza y sonrisas
macabras que se alaban a sí mismas. Así es como extendía su forma de ver las
cosas, al menos esa era la impresión.
Necesitaría un
tiempo para hacerse con los planos y documentos de todo el entramado. Pues esto
era algo gordo. Quizás un nuevo héroe de la Marvel, pero en serio.
Mandaría a la mierda su trabajo en la Diputación. El mundo comenzaría a respetarle más que al puto Putin. Empezaría
por librar a la humanidad de la pesadilla de cambiar de chaquetas, radiadores,
o climatizadores de última generación. Estaba muy fogoso de pensarlo. Se fue a la estación de Sarriko la joya de Foster, cuando vio esas caras deformadas de la gente —gritaban
todos los presentes con tal furia— que parecían estar en un campo de batalla,
en una lucha feroz y despiadada con el más temible enemigo. Incrustadas entre sí.
Una orgía de cabestros contenidos. Sólo
el lento rotar, el suave desplazamiento en la piel, de una milésima de la
excitación de un mínimo susurro.
Sintió todo el peso de
su humanidad y cayó derruido; un montón de tejido organizado dentro de una
cama. Lo último que pensó fue en los edificios, tiendas y escaparates. Todo
aquel alrededor era tan perfecto como un día al lado de Lou Reed. Sin embargo, se dio cuenta, que esa "perfección" no hacía más que consumirnos poco
a poco. No hay cosa más hermosa que la contemplación de una puesta de sol. Lo
malo es que a esa hora la máquina era imposible pararla. Comenzó a
chillar—¡Matadla!, ¡Matadla o ella nos
matará! Un alarido seco se escuchó de fondo, como un eco sin retorno. De repente… Desperté en el box de urgencias.
Una enfermera me sonrío—Todo va bien, Jon. Te hemos inyectado 250mg de Tramadol.
No te preocupes ha sido una nueva crisis, tranquilo. Venga, descansa. Ya pasó
todo.
Fin
Dedicado al nacimiento del nuevo hermano
del IBP; 200mghercianos.wordpress.com
Fotogramas adjuntos:
Faust (1926) by F.W. Murnau
Cronos (1993) by Guillermo del Toro
Carnivàle (2003) TV by Daniel Knauf&Rodrigo García
House of Horrors (1946) by Jean Yarbrough