La belleza más desafortunada y fatale se llamó Gene
Murió el mismo día que mi madre. Casualidad, que los últimos
resuellos llegarán en noviembre. Nació bajo el mismo sol y fallecieron en las mismas lunas. Cosas de
los DNI. Dicen que el obsesivo, millonario y egregio Howard Hughes intentó
—infructuosamente— galantearla; pero le dio calabazas. El mítico Daryl F.
Zanuck fue quien la contrató para la 20th Century Fox en 1940, con apenas 19
años, a las órdenes de un tipo muy sui
generis: Fritz Lang (la hizo actriz). Empero, conquistó con esa mirada de
Helena de Troya —no hubo una figura
mejor esculpida— a los mejores de toda una época, detrás de la cámara;
E. Lubitsch, J. Ford, J. Cromwell, H.
Hathaway, H. King, Josef Von Stenberg, E. Goulding, JL Manckiewicz, J. Dassin,
O. Preminger, el aludido Lang o el
rebelde, W. Wellman. (Me dejo unos cuantos en el tintero, seguro…) Pedigrí
puro. Demostró aplomo y versatilidad, no sólo para ejercer de virginal jarrón
chino. Evitó la taxonomía y como buena Afrodita buscó la gloria de femme fatale
(pertenece a ese repóquer mítico del viejo Noir) forajida, aventurera, ingenua
enamorada, moderna altanera, aldeana valerosa y exótica perla polinésica.
Se casó, divorció, enviudó y perdió hijos como muchas de las
hijas de Zeus, cayó en la melancolía y la tristeza. De ella dijo su primer
marido: “fue el ser más hermosamente afortunado, pero también el más
desafortunado del mundo”. Gene lo tuvo todo en la vida: lo bueno, y lo malo (algunos,
ni lo primero ni lo segundo: nada). Su auténtica vida, lejos del glamour y los
focos, generaba abatimiento y compasión. Éxito tras éxito, clásico tras
clásico, la trayectoria de Gene en Hollywood era un cometa. Fue una actriz Made in Usa 100%; popular,
bien pagada y querida por todos. Pero,
en la vida no es oro todo lo que reluce. Detrás de esa hermosa esfinge
de éxito profesional meteórico; se
escondía una vida personal desdichada y cuasi patética. Ni siquiera Hipócrates
hubiera podido remediar todos los males melancólicos de mi amada Gene. No es
cuestión de humores, pues la sangre era roja y la bilis nunca se supo si fue
amarilla o negra.
Las decepciones arrancaron el día que descubrió a su padre de
idilio extraconyugal a espaldas de su madre ¿les suena la música? Lo cual, precipitó
el divorcio de ambos. Gene Tierney hacia aguas como el Titanic. Si a
ello, le sumamos el affaire de los cuartos (pues, dilapidó hasta el último
céntimo de los ahorros de Gene), que lo suyo le costó ganárselo. El golpe dejó
secuelas perpetuas. Sin embargo, la vida sigue y Gene contrae matrimonio, en 1941 con el aristócrata y diseñador de moda
franco-ruso Oleg Cassini, unión a la que se opusieron tanto el padre de Gene —que consideraba a Cassini “un cazafortunas— , como la 20th Century Fox y la
Paramount, las cuales, despidieron al
recién casado al saber de su boda con la actriz. Dos años más tarde, la pareja
tiene a su primera hija, Daria. Nació con un retraso mental, sorda y casi
ciega. No hay nada seguro en la vida, siempre lo digo.
Fuentes proscritas del periodo, dijeron que GT contrajo la rubéola —embarazada— en un
acto de apoyo al ejército. El tío Sam tiene estas cosas. El golpe fue un directo a la hermosa cintura de
la diva, sumiéndose en una terrible crisis. Sobre todo al cerciorarse de que no
hay esperanza, de cura para su primogénita. Daria, terminó ingresada en una
institución hospitalaria. Cinco años después dará a luz a una hija sana y
fuerte, Christina. Malos tiempos, pues el matrimonio Cassini-Tierney se
tambaleaba como un cayuco en el estrecho. Según fuentes consultadas de la
época; se iba de najas por otras faldas y la Tierney le paró los pies. Aún con
todo este mar de fondo, Gene nunca lo dejó definitivamente y siguió a
rempujones con el modisto. Eran los
tiempos de los afamados micros de Hoover, que dieron constancia del lujurioso,
JFK. Estuvo rondándole, al igual que otras
divinitys. Gene tuvo unos periodos de flirteo y devaneos, pero se los
llevó a la tumba. Curioso el affaire con el príncipe indo-italiano Alí Khan
(sombrío personaje que hubiera hecho las delicias del guion más cool).
Llega la etapa, donde los nervios son mercurio dentro de un
colador. Sus obsesiones cotidianas ya
pasan a tormentos diarios. El desequilibrio emocional es imparable y
aciago. Siendo ingresada durante la
década de los 50, por diferentes instituciones mentales donde fue sometida a
brutales tratamientos de choque —¿se
acuerdan de nuestro amigo McMurphy?— que eliminarán parte de su memoria y ella
denunciará —reiteradamente— a lo largo de su vida (incluso, se dio la
ocasión de salir por piernas, aterrorizada de lo que se cocía en tan higiénicos
lugares). En una ocasión, se le encontró
en la repisa de su apartamento en camisón completamente “Out” y con
evidentes trazas de suicidarse. Afortunadamente, la policía logró evitarlo y nuevamente, se le
interna en el hostal McMurphy. El mundo, como la vida pasa como la corriente alterna. Se dio con una terapia, que generó sus
mejores frutos en esta hermosa Afrodita. Al fin, más centrada la bella, Gene
vuelve a la gran pantalla. Un detalle esclarecedor de la terapia, lo tenemos en
las sesiones que le obligaron a pasar una temporada como vendedora —a tiempo
parcial— previa evaluación del gabinete.
Tras cumplir todas las exigencias, volvió a resplandecer y
tomó la decisión en 1960 de casarse con el magnate W. Howard Lee. De repente,
golpe en la boca del estómago; se quedó embarazada y sufre un nuevo aborto. El
cine seguía reclamando a la diosa. Sin embargo, su ánimo era inviable. Se le
vio por última vez en el largometraje
“En busca del amor” (1964). Ya en la década de los años 80, con algún
que otro pico de inestabilidad psicológica. Apareció en pasarelas de festivales
(esencialmente, en Europa) oficiando como anfitriona y diferentes homenajes a
modo de tributo. Todavía seguía conservando ese hálito legendario de diva
inconmensurable. Finalmente, un enfisema pulmonar la finiquitó el 6 de
noviembre de 1991. Gene Tierney había comenzado a fumar —en gran parte, por el
encanto de la época— aunque, la verdadera historia residía en que el tabaco le
producía aspereza en sus cuerdas vocales. Su voz se hacía más grave, a cambio de convertirse
en una impenitente yonqui de la nicotina. Una de las mejores fumadoras del
Hollywood dorado. Afición que hizo compulsiva, pues en 1981 fallecía su segundo esposo. Esta es la otra cara de la
moneda —posiblemente— del ángel fatale más hermoso de la historia del cine con
permiso de Doña Ava, Marilyn y Miroslava.
Dedicado a las hijas de Zeus y el maestro D. Ramón Irigoyen
Biografía recomendada y consultada
Gene Tierney
&The invisible Wedding Gift by Kathryn Heisenfelt Ed. Whitman (1947)
Gene Tierney
“A biography” Michelle Vogel Ed. Mc Farland (2005)
Gene Tierney
by Terrence James Victorino Ed. Log Press (2012)