Miroslava, la marcomana triste y fatale; un Noir de Moctezuma
“Papa perdóname, no
puedo seguir. No tengo valor, gracias por todo y perdóname que no tenga
suficiente voluntad para vivir… Te quiere tu Bamkulka (niña pequeña o muñeca,
muy afectivo en checo). Escribe y envía el regalo a Luis Miguel Dominguín (Una campana de plata) y que sea
feliz. “
Últimas
voluntades de Miroslava Stern
La ninfa
marina Halia, decidió suicidarse ante el ultraje de sus hijos. Pero Afrodita
tenía tanto poder que acabó por refrenar la vieja máxima, “ofendiendo donde
puede y no él que quiere” Ello, suele dar equívocos y encontrarte con dioses de
poderes incalculables. Ahí aparecen los demonios —y con ellos, no puedo
vivir— musitaba la bella Halia. Nadie decide cuando nace ni cuando muere.
Son dos números envueltos en el azar, pero fijos en la vida de
cualquier ser humano. Tampoco a nadie le dicen que nazca alegre o triste por
decreto, guapo o feo. La vida es así de extraña en la mayoría de ocasiones. La
vida de Miroslava tiene tanto de desgracia como de guión Noir. Evidentemente,
para comprender el presente es importantísimo aprender del pasado. Creo que lo
he repetido, en más de una ocasión (un juez me diría, ¡letrado, reiterativo!).
No obstante, lo evidente fueron aquellas crónicas —algo histriónicas— propias
de los historiadores romanos. No busquemos reporteros objetivos, pues la
objetividad periodística no existe. Desde Heródoto a Wolfe. De Tito Livio a
Hunter Thompson y etcéteras. Pero, hoy quiero apoyarme en Tácito. Hombre de
buen pico e historiador maduro. Saben, que la gente del Noir nos vuelve locos
los flashbacks y les voy proponer uno muy largo. Por favor, acomódense y
cierren los ojos. Bien estamos, aproximadamente, en el año 165 D.C. en la
campaña de la guerra del emperador Marco Aurelio por la baja Germania —alguno
estará pensando el gran Richard Harris— y el plano secuencia inicial de Scott
en Gladiator. Hablaba —textualmente— del comportamiento de las tribus de la
Germania en general: “Soy de la opinión de los que entienden que los Germanos
nunca se juntaron en casamientos con otras naciones, y que así se han
conservado puros y sencillos, sin parecerse a sí mismos. Los Marcomanos y los Cuados
(tribu vecina) son gentes, que tienen casi todos la misma
disposición y talle; los ojos azules y fieros, los cabellos rubios, los cuerpos
grandes y fuertes solamente para el primer ímpetu. No tienen el mismo
sufrimiento en el trabajo y obras de él; no son sufridores de calor y sed.
Empero llevan bien el hambre y el frío, como acostumbrados a la aspereza e
inclemencia de tal suelo y cielo. Las mujeres usan el mismo hábito que los
hombres, sino que sus vestidos las más veces son de lienzo, teñidos con labores
de púrpura, y sin mangas, porque traen descubiertos los brazos y las espaldas,
y la parte también superior del pecho. Llegan tarde a mujeres, y por eso
conservan más largo tiempo la flor de la juventud. Tampoco se dan prisa en
casar las hijas. Gozan de la misma pubertad, y tienen semejante grandeza de
cuerpo, y juntarse de una edad, y ambos fuertes, y así los hijos sacan las
fuerzas de los padres “.
Fundimos a negro y
llegamos a la década de los 40 para
corroborar la existencia de una mujer procedente de la misma tierra que
mencionaba Tácito. Miroslava Stern era tan hermosa como las más “In” de Hollywoodland. Un icono, un portento de
belleza y una leyenda maldita del
séptimo arte, que nos brindó el
firmamento cinematográfico. Sus genes
sudaban sangre Marcomana, evidente. Tanto como lágrimas plenas de nostalgia por
su añorada tierra, la misma, que la del genial e imprevisible Kafka. Esta
actriz —puede—, que muchos de Uds. la desconozcan. Sin embargo, en el
exótico y salvaje México se le hace
reverencia y rinde pleitesía como a una
heroína, que hizo historia en la
cinematografía azteca. Ya sé que la mitomanía nos lleva a Monroe, Bardot,
Bergman, Gardner, Hayworth, Kelly, Loren
o Tierney. Pero, Miroslava
fue diferente a todos ellas y quién sabe si más guapa. Nacida un 26 de
febrero de 1926 en la otrora Checoslovaquia, ahora República Checa. Hay fuentes
que apuntan el año 27, con lo que tendríamos la oportunidad de celebrar
póstumamente el aniversario de las dos rubias suicidas: la californiana y la
checo-mexicana. Su padre adoptivo, Oscar Stern, a pesar de su acomodada
posición económica, se vio forzado a abandonar el país debido al runrún de los
sables nazis, cada día más cercanos y demoledores en la Europa de finales de
los 30. El peregrinaje de la familia tuvo como destino algunas ciudades
escandinavas antes de llegar a México en 1940.
Su primera gran amargura la sufrió con la separación de su abuela. La familia Stern en su exilio estaba
compuesta por su padre el Dr. Stern —ya citado— su madre Miroslava Becka,
y su hermano Ivo. Fueron dos años
deambulando por diversos países (Bélgica, Suecia, Finlandia) hasta que en 1941 se establecieron en México. El
doctor Stern decidió que lo mejor para la joven Miroslava era que estudiara en
un internado de los EE.UU y pasó unos años en
Nueva York, el tiempo que necesitó
la familia para establecerse. Así, la joven de escasos quince años
—añorando a su abuela y la vieja Checoslovaquia— sufrió el destierro perpetuo
de los tormentos. Sumiéndose en una profunda depresión que la llevó a un primer
intento de suicidio, siendo una adolescente. Es evidente, que Miroslava tenía una
predisposición genética a la depresión —desgraciadamente— y sus caídas eran
constantes. Somos un mar de genética —diría el encantador E. Punset. Su madre, Miroslava Beková, que murió de
cáncer, sufría también de fuertes depresiones. Ya tenemos unos antecedentes
genéticos. En el año 1944, el padre de la joven Miroslava la envió a estudiar
arquitectura por USA. Pero abandonó la precoz vocación. Además del continuo sinvivir de su salud
mental, tampoco tenía mucha suerte en las relaciones sentimentales. En una de
las innumerables visitas del torero español Luis Miguel Dominguín a tierras
aztecas, entabló con él una amistad que pronto se transformaría en una relación
amorosa.
No
obstante, decidió volver a México y participa en un baile del Country Club de
México D.F., en donde es elegida “reina” del evento. Al final, se decide a estudiar
arte dramático, siendo alumna del maestro Seki
Sano. Durante, el periodo de aprendizaje en este estudio coincidió con el joven
aspirante actor, Jesús Jaime Gómez Obregón. Al poco tiempo, contrajo nupcias y descubre su condición de homosexual. Vuelve a recaer. Sin embargo, queda otro cabo suelto, no menos
interesante. Su relación sentimental con Dominguín
el bravo arrogante y seductor matador de toros. Miroslava y Dominguín se
conocieron en agosto de 1954 cuando la policía franquista acusó a la actriz de
ser espía comunista. Le negaban la entrada a España. Cuando, el torero se
ofreció de garante y la acompañó durante su estancia. Coincidieron en el
Festival de Venecia del año 1954, ella era la embajadora de la delegación
Mexicana y él estaba en todas las tómbolas. Pero, éste se había ido de najas
tras la dulce chica del mostrador de nata milanés; la bella Lucia Bosé.
Miroslava volvió a la piel de toro para encontrarse con Dominguín otra vez. El
famoso matador llevó a la actriz hasta su finca Villa de la Paz y después la
acompañó a San Michelle de Capri donde le prometió amor eterno y le juró
casarse con ella. Pobre ingenua de Miss Stern, cuando supo de su querido
torero —un año después— se había casado con la actriz italiana, Lucia Bose.
Nuevamente, cayó en una crisis depresiva. Miroslava, era un ser divino
—físicamente— no tenía nada que ver con los cánones de belleza de las grandes
estrellas del México dorado de la época. Los paradigmas que simbolizaban Dolores
del Río, María Félix —rival de amoríos, pues el torero ya tuvo sus cosas con el
volcán de Sonora— y, Angélica María. Miroslava, le podía la rigidez —tremendo
encogimiento— que le marcaba la dicción del castellano mexicano. Era como
el de los actores dobladores de films extranjeros. Evitando el susurro de las
consonantes aspiradas propio de los eslavos. No sé cómo explicarlo, pero era
diferente y encantador. Tenía madera, pues aportaba corrección y buena técnica.
No se le sacó todo el potencial que guardaba. En fin, como digo en más de
una ocasión, al toro pasado todo es muy fácil. Fue dirigida por los mejores
directores –Roberto Gavaldón, Julio Bracho, Emilio Fernández, Chano Urueta–, y
trabajó al lado de las figuras más cotizadas de la Época de Oro –Arturo de
Córdova, Jorge Negrete, Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Pedro Infante o
Ernesto Alonso. Entre sus películas más conocidas se cuentan “El puerto de los
siete vicios”– que incluía una de las imágenes más famosas de Miroslava,
sensualmente recargada en el timón de un barco, enfundada en un elegante
vestido de noche, “Trotacalles” –dirigida por Matilde Landeta– , y “Escuela de
Vagabundos”que la acercó al gusto popular al trabajar al lado de Pedro
Infante.
De 1950 a 1953 fueron
unos años, especialmente, intensos de la dorada centroeuropea para su carrera.
Destacando, el año 1951 con cinco películas estrenadas. Incluidas sus
incursiones en Hollywood donde generó, una expectación ambigua: “Las aventuras
de Casanova” del mexicano, Roberto Gavaldón (1948) y en 1950, trabajó por segunda vez en el filme
norteamericano "The brave bulls" (toros bravos) realizada por Robert
Rossen quizá el film más mediático por el reparto de estrellas que acompañaban a la estrella marcomana —nuestro
viejo amigo— andaba de capa caída con la etiqueta de medio exiliado y delator, con quien
mantuvo una buena amistad. Al pobre Rossen
también le cayó el sambenito de maestro zen iniciador en el Comunismo a
la afrodita checa. Ver para creer. Por
lo que pronto se corrió el rumor de que la actriz simpatizaba con ideas
marxistas, sumado a su origen checo y judío. De ahí que su filmografía fuera
dispersa, con algunos títulos interesantes. En 1955 trabajó en su penúltimo
film de su carrera a las órdenes de J.
Tourneur en el western de serie-B “El jinete misterioso” y finalmente, el
maestro Buñuel se sintió, de algún modo
fascinado por este ser, cuasi angelical y la dirigió en esa pequeña obra
maestra “Ensayo de un crimen” (1955). La fascinación de los mexicanos hacia la
checa era indudable. Treinta películas realizadas en México, y tres producidas
en Hollywood."Sin embargo, el cine mexicano no supo qué hacer con
Miroslava en su regreso a México. No obstante, la gloria de la actriz nunca le
ayudó a superar la depresión congénita. Volviendo al fatídico idus de
marzo, la criada de Miroslava, María Rosario telefoneó a su padre, pues
la hermosa diva no contestaba a sus llamadas. Su padre cuando abrió la puerta
se dio de bruces con el cuerpo de su hija. Yacía inerte y su mano apretada con
una fotografía del torero Dominguín. En la mesilla de cama había una caja del
letal "Dodecalivez" —pirimidina pura vintage— y tres escritos
póstumos. Un año después de la edad mítica de todo suicida, pues unas semanas
después hubiera cumplido, 29 primaveras. Ahí nació el mito de la Marcornama de
Moctezuma. La Monroe de adopción para los aztecas había fallecido. La pequeña
Bambulka del Este, se marchó cuando algunas lenguas comentaban que su carrera
podía tener un futuro prometedor. Pero, como siempre digo hablar a “rerum
gestarum” hasta Cicerón lo bordaba. La bella Mirosava Stern alcanzó la fama
gracias a su actuación en las citadas comedias, las películas de terror y junto al maestro Luis
Buñuel en un triste epitafio premonitorio de su muerte
como hemos aludido. Luego, llegados a
este punto. Yo disparo a otra versión, no menos rica y sustanciosa de la diva
marcomana. En un laborioso y costoso trabajo de investigación tras la
farándula, la crónica negra y la política
descubro un suculento cóctel de indiscutible y apasionante seducción.
Ésta, es la otra versión de uno de los suicidios más oscuros y enigmáticos de
la historia del séptimo arte.
Hagamos
una lectura más femme fatale de Miss Stern. La forma en que murió: el suicidio
es un hecho que en el México de Buñuel, Figueroa, Negrete y del saliente
Miguel Alemán-con muy poco tiempo en el poder Ruiz Cortines- conmocionó a la república azteca y medio mundo ¿Podía la gente creer que una estrella como ella se suicidaba por
el amor de un torero? La prensa del higadillo hizo una cruzada del caso y
aprovechó el filón. La melancolía de mujer de ojos plateadoverdosos; el
exotismo tribal de la vieja Chequia y la alquimia intelectual. ¿Sirvió el óbito
de esta actriz para ejercer un trabajo de postmarketing de su film “Ensayo de
un crimen”? Sí, fue así y siempre seguirá siendo de ese modo, fuera de la
gran pantalla. Miroslava entre bambalinas era una veta de oro. La
inocente rubia se quita la vida con la foto del mediático Luis Miguel
Dominguín sobre el pecho aplastado con su mano. Como toda leyenda, tras
ella se esconde el mito. Giramos la cabeza y hacemos memoria:
Kennedy, el 11S, Monroe, Marley, Ben Laden, Guevara o el 11M Made in Spain.
Luego la comidilla de pasquines y demás fanzineo de la época obedeció a la versión
—digámosle oficial— de la muerte de Miroslava, romántica y sentimental
durante un buen tiempo con la vitola de expediente-X incorrecto. Hasta
que la ANDA (la asociación nacional de actores) exigió al gobierno
que censurara esta información que se adjunta. Miroslava no se
suicidó al descubrir que el diestro Dominguín anunciaba su inminente matrimonio
con Lucía Bosé, sino que habría muerto en un accidente de aviación, acompañada
de su amante. Y aquí, nos encontramos con dos cadáveres; la actriz y
el de Jorge Pasquel —conocido como el Sr. X, (siempre hay un Sr. X en la vida)—,
yerno de Plutarco Elías Calles, cristero (una especie de ultracatólico) en su
juventud y político germanófilo en la madurez, promotor del beisbol profesional
y dueño del periódico “Novedades” y del Parque Delta. Pasquel representó en
vida el prototipo de millonario siempre al límite de la ley:
acusado de contrabando y de vender concesiones; aprovechando su influencia en
el gobierno. Personaje —sui generis— que solucionaba los problemas como mis
viejos amigos de andanzas, tirando de chequera o pipa—gangsteril—, pero muy
frecuente por las tierras de Quetzalcóalt. En el cenit de su carrera, Pasquel
fue acusado de matar a un agente aduanas, empero salió de rositas a cambio
del pago de una suntuosa fianza. Tampoco, queda aclarado el affaire de Sánchez
Bretón —periodista asesinado— que se traspapelo por los archivos de la jefatura
Federal de policía. Así como la destrucción de papeles clasificados y
octavillas que utilizaba como acicate para la causa antigermana. El asunto cada
vez se enturbia más y huele a Noir fronterizo dirigido por John Farrow
con la supervisión de James M. Cain. Bien. No quiero que pierdan el hilo.
Luego, tomen aire. El 8 de marzo de 1955, el avión de Jorge Pasquel, con siete
pasajeros, se estrella a pocos kilómetros de Ciudad Valles en San Luis
Potosí. Nuestro Sr. X, había volado ese mismo día por una transacción ganadera
y debía volver antes de las diez de la noche, pues su hijo estaba convaleciente
de una operación de las anginas.
El diario,
mexicano “La Prensa” un día después del
terrible suceso comienza a sacar conclusiones tras las pesquisas de los
reporteros: "Nadie sabe a quién corresponde el séptimo cadáver, ya que el
parte forense y la orden de vuelo del
accidente certificó la muerte seis personas, incluyendo a Jorge Pasquel". El
piloto —uno de los fallecidos— era Jacobo Estrada Luna, un experto piloto, que
pertenecía a un cuerpo de élite de una patrulla mexicana de aviadores —muy experimentados—
y no se justifica la pérdida de control del aparato. Sí que es cierto que el modelo de avión estaba obsoleto y
prohibido por el gobierno mexicano en los años 40, pues el ex presidente Lázaro Cárdenas estuvo a
punto de estrellarse en uno, en una gira por Mazatlán. Pasados unos cuantos
días se da a conocer el accidente y la muerte de Pasquel saca la identidad de los otros cinco muertos:
un copiloto, un radio operador, otro piloto además de Estrada, un mecánico y el
criado de Pasquel. ¿Demasiada tripulación de vuelo? ¿Cuántos pilotos para un
hombre de negocios? Ni el papa, tiene esa cobertura. No lo sé, pues dado su
estado actual. Vayan Uds. a saber. La policía identificó su cadáver, gracias a
un tornillo que tenía en la pierna, producto de una intervención quirúrgica
tras un enfrentamiento con un leopardo, actividad que disfrutó en vida: los
safaris. La pregunta quedó en el aire ¿Quién puede necesitar tres pilotos para
un vuelo de San Luis a la Ciudad de México? Pero, el Noir es así y da la
casualidad que el 11 de marzo, apenas tres días después del fatídico accidente,
nos encontramos con el cadáver de
Miroslava. Ya conocen de mi prurito por Christie
y Hammett. Hay demasiados cabos sueltos ¿Nos les resulta sospechoso tanta
demora en la confirmación del fallecimiento de mi querida Marconoma? La criada
María del Rosario, tuvo su último contacto visual, el 8 de marzo y no es sino hasta el 10 que se
atreve a entrar por el balcón al dormitorio. La encuentra muerta y el 11 se da
a conocer el suicidio. Lo extraño es que la criada estaba en la casa de Kepler
83 desde las seis de la tarde del día 9 de marzo. En el acta pericial: "Se
le apreciaron signos de muerte real, no reciente, temperatura inferior al medio
ambiente y con rigidez post mortem." La ANDA, que por entonces presidia Rodolfo
Echeverría, obtuvo la excepción de la autopsia y fue incinerada a las cuatro de
la tarde en el Mausoleo Civil porque, a decir de su padre, sepultarían sus
cenizas al lado de las de su madre en una cripta que poseía la familia en el
Panteón Francés de San Joaquín.
Al día siguiente, el
diario La Prensa público una entrevista con el actor cubano César del Campo que
avivó las sospechas: —"La vi y hablé con ella el lunes pasado (7 de
marzo). Estábamos en mi casa tomando café y fumando cigarrillos. Me habló de
sus planes de trabajo, tenía pendiente un viaje a San Luis Potosí para hacer unas
presentaciones". Pero, lo curioso de estas versiones, tan opacas, choca
cuando el 13 de marzo, el mismo diario señaló que las cenizas de Miroslava, aún
no se habían sepultado. Pues, resultó que el mausoleo donde se suponía que
estaba la madre, no existía. Las cenizas de madre e hija fueron a descansar
finalmente al depósito de cadáveres. Frente al rumor, el sábado 12, la policía
exhibió las tres cartas de suicidio que Miroslava dejó en su dormitorio —dos de
ellas, se aportan como entradilla del artículo— y el peritaje comprobaba que
eran de su puño y letra. Después difundieron la descripción de su alcoba. El
clima de obsesión por Luis Miguel Dominguín no puede ser más perfecto y por ello,
casi increíble: la foto del diestro español sobre el pecho, las obras completas
de Federico García Lorca y un libro del Greco en la mesa de noche. Parecía el
escenario perfecto de un C.S.I. Ahora lanzo la pregunta del millón de
euros ¿por qué Miroslava se suicida por
un hombre que había protagonizado escándalos amorosos con las actrices de moda
del momento? Desde Gardner, Hayworth, Bacall, Keer, María Félix, Schneider o la
patria Carmen Sevilla y un largo etcétera. A Dominguín le gustaban las mujeres
más que a mí y a un viejo colega que
adora las gorras a cuadros. Coleccionaba féminas como cornamentas los maridos
de muchas de ellas. Amén, de jactarse del más “pintao” de sus cónyuges o
parejas. Pero, los genios son así: soberbios y vanidosos, que diría el maestro
Hemingway. Mi madre decía. —“no es guapo
el cabrón, pero tiene algo”. Hay mucha literatura sobre el madrileño.
Cosas de la constelación de Escorpio,
como su buen amigo: el genio malagueño del insigne suéter alistado. ¿O tal vez,
cosas de
Meigas de las líneas 900, es que estos tíos son “mu sexuales”? Las contradicciones surgen de nuevo y vuelvo a
insistir. Apenas cuatro meses después, del flirteo entre la bella marconoma y
el torero la prensa anunciaba el matrimonio de Dominguín con la actriz italiana
Lucía Bosé, pero la criada de Miroslava decía que le ocultaba la información
periodística que hablaba de la boda: "Sabía yo —de antemano— que si la
señora se enteraba era capaz de sufrir un desmayo". Cuesta trabajo creer
que la boda tomo por sorpresa a Miroslava: la noticia del matrimonio es tan vieja como su amistad con Dominguín. La historia oficial sobrevivió al
rumor. Nunca han existido pruebas para afirmar que Miroslava murió en el avión
con Jorge Pasquel y que su cadáver carbonizado fue después transportado a la
Ciudad de México. Sin embargo, la historia oficial del suicidio tampoco es del
todo coherente.
Bien, sigamos
estrujándonos los sesos. Si quisiéramos que Miroslava fuera —no un paradigma de
la pasión desgarradora con pijama de seda— sino el de una mujer del Milagro
Mexicano, podríamos contar otra historia oficial en la que Miss Stern fuera una
heroína voluntariosa, a la Nahui Ollín o a la Rivas Mercado: una actriz que
escogía a sus amantes sin rubores —la bella afrodita centroeuropea— mantuvo
tórridos romances con Arturo de Córdova, Steve Cochran, Mario Moreno
“Cantinflas”, Mel Ferrer, Pedro Armendáriz
y el enigmático, Jorge Pasquel. Así como, la actriz Ninón Sevilla en una
hipotética relación lésbica. Pero no está del todo claro, ya que su reputación
fue salvada gracias a las actuaciones de sus amistades más recatadas. El día 8
de marzo de 1955, hundida en una profunda tristeza que le agobiaba durante
semanas y días antes del nefasto fallecimiento, solicitó retirarse de sus labores por lo menos
durante uno o dos días. Miroslava —solamente— bajó de su alcoba una ocasión
para beber un vaso de leche. Al día siguiente, regresó su criada (MR) para
acompañar a Miroslava, la actriz respondió —recordándole— lo que le había
pedido el día anterior, y después de un lapso de silencio le pidió que si
llegaba el señor Stern, le dijera que no estaba en la casa. El jueves 10 de
marzo, a las 11 de la mañana el ama de llaves llamó —insistentemente— a la
habitación de la actriz, quien no respondió, por lo que la empleada pensó que
su patrona se encontraba dormida; a las 12 horas volvió a llamar, pero al no
obtener respuesta de la actriz; la señora
María Rosario buscó —desesperadamente— al señor O. Stern, inútilmente.
Miroslava había muerto. Dicen que yacía como una princesa marcomana. Silente,
con los ojos cerrados y las manos apretadas con las cartas de despedida. Otra
versión afirmaba que después de la muerte del empresario, la actriz había sido
asesinada. Este es el penoso final a la historia de una femme fatale,
diferente, triste y desdichada que el azar no le dio todo lo que muchos terrenales
le desearon por la gracia divina
de los dioses de Moctezuma. Esta es una historia que sólo los muertos conocen. Pero claro, los muertos no hablan. ¿Se acuerdan de los secretos de Lana Turner?, aquí hay todo un Noir
para filmar. Uds. son el jurado y tienen la última palabra, yo tengo mi propia
tesis. La tristeza como la alegría puede ser una cuestión meteorológica.
Dedicado a J.L. Moreno-Ruiz el reportero de Contradiarios, un buen tipo
Biografía recomendada y consultada
"Miroslava" Guadalupe Loaeza Ed. Cal y Arena 1990
“Germania” Tácito Ed. Lósada 2007
Hemeroteca de la Universidad Autónoma de México
Cineteca Nacional de México
“Miroslava”, (la historia de la actriz) de Alejandro Pelayo 1993
Hemeroteca de la Revista "Life"
Hemeroteca de la Revista "Life"