Cuerpo y Alma (1947) de R. Rossen. “Los amigos, los delatores y las víctimas colaterales”
La ruta Noir prosigue
y la mafia—igual—, actualizada y atenta por los lares de los chanchullos de
combates en las desgastadas cuatro cuerdas del ring. Controlando a todos.
Siempre controlando. Sin dejar los vetustos negocios de toda la vida; alcohol,
drogas, juegos de azar, carreras de caballos y nuevos deportes. De fondo, se
oye la voz del crupier: Rien ne va plus.
Entre brillantina, linimento y sombreros de fieltro pululaban mis amados
gangsters, al costado del capo más listo
de la Cosa Nostra, junto al eléctrico Charly Luciano. Sí, amigos-as, Arnold
Rothstein—que buen feeling literario, le dio al maestro Fitzgerald— amañó el
idílico beisbol (episodio histórico de estafa enciclopédica) Made in Usa. Una
vez más, la protohistoria del Noir (béisbol, boxeo y carreras de caballos)
convertida en triada contemporánea. La
corrupción se amasaba con levadura empapada de hematíes. El punto de
ebullición estaba en su grado ideal; años donde el despegue económico
norteamericano ya era una realidad. La guerra
comenzaba a verse como algo lejano, y poco a poco, el latir de la
sociedad se acercaba vertiginosamente a los 50. Periodo dorado de un deporte que gozó y goza de la empatía de
todas la clases sociales —inicialmente— más pobres y que poco conquistó todos
los estratos. Las apuestas y la manipulación de púgiles era el pan de cada día
en este ambiente.
Estos deportistas con sus virtudes y miserias
serán los nuevos antihéroes/reos de los golpes físicos y morales en el
celuloide Noir. De nuevo, los adictivos EE.UU dibujados entre metalepsis y
sinécdoques del esperpento de los bajos fondos. El cine negro, aprovecha
esta coyuntura para apropiarse de un deporte, llamémosle, políticamente
incorrecto —boxeo— a los ojos de una platea autocomplaciente donde la sangre
salpica a pocos metros, pero la plástica y la belleza de su ancestro— la
lucha grecolatina— seduce a los novelistas del Noir. Escritores y poetas se
emborrachan de estos nuevos personajes, pues narrativamente son
Mustangs de 8 cilindros y 4000 cc. Estamos casi en el 47, y
de aquel extraordinario año—cinematográficamente hablando— sobresale un título
por antonomasia; “Cuerpo y alma” (1947)/ Body&Soul del atormentado y
eficiente Robert Rossen. Simiente de un territorio, que aportará grandes logros
desde la perspectiva formal del montaje y el lenguaje de la cámara por un
lado. Y del margen de enfrente; la adicción de la novela negra por
un deporte, que es pura pasión y metáfora de la vida. Hablar de boxeo es un
espacio muy lejano de mi existencia, un flashback muy largo hasta la butaca
televisiva del periplo “Neverland” (imágenes de un niño de apenas 6 años)
viendo a aquellos Carrasco, Urtain, Evangelista, Ortiz o Fernández por un
título mundial o europeo. En una España pintada en blanco y negro con hambre de
libertad, que miraba deseosa la luminosidad de Pal color Telefunken. En la voz
de aquel periodista lleno de pasión y generosidad; Héctor Quiroga, que nos
descubrió la grandeza de Ali, Frazier o Foreman. A modo de polizón—incluido—
pijama de franela, y casi de escorzo.
Observaba
a aquellos hercúleos tipos llenos de cicatrices, moratones y chorretones de
sangre en un gris tamizado de rayas por falta de antena y televisor de botonera
limitada, con estabilizador de tensión. ¡Qué combates! A mi madre no le gustaba
ese deporte, ni estaba por labor de premiarme con su vistosidad. Pero mi abuela
me enchufaba, a su vera para disfrutar
del espectáculo rey de gladiadores en el
cuadrilátero. Jóvenes repletos de utopías en los teatros de los sueños; el
Palacio de Deportes de Madrid o el Madison Square Garden de NY. Entrenadores
chillando, asistentes con el cigarrillo pegado a la comisura de los labios —
cubo de agua en ristre— mientras estrujaban la esponja enmohecida de sudor,
sangre y lágrimas. Aquel lugar, donde los nuevos gangsters, como nuevos ricos
emperifollados en alpaca, se dejaban acompañar de femmes fatales que
seducían a promotores, trepas, cantamañanas
y miserables de toda estirpe presente en la hoguera de los estrados. Sres. y Sras.
Bienvenidos al espectáculo de un submundo y una subcultura Noir; lección de la
vida. Sí, el boxeo en todo su esplendor, sin colores que expresen dulzura o
vitalismo. No sé cuantas hojas podría embardunar
de pixeles negros sobre blanco para decirles, que la primera pelea de este
ejemplar deporte se vio hace 6000 años A.C. en la vieja Etiopia, cuna del
origen del ser humano ¿Les suena, eso de Olduvai? Algo les hará tilín, aunque sea de algún documental de la 2. No
puedo olvidar mi deformación profesional, como a Agatha Christie, que se lo
digan a mi segunda ex mujer: “Cásate con un
arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará…”Nos lo
pasábamos bien, pero como todo tiene un final.
Sin
embargo, el boxeo como lo conocemos hoy en día se gestó en el Reino Unido para
que los EE.UU terminarán por importarlo y refinarlo en las reglas modernas, que
se conocen hasta nuestros días. Haciendo del mismo, un deporte espectacular y
épico. No obstante, dejémonos de prehistoria y entremos en materia. Lo más lógico, sería que una disciplina
deportiva tan incorrecta para individuos normales y serenos, genere de por sí rechazo
o simple desinterés. Por fortuna, como a los taurinos-as; el maestro José
Tomás, y Clint Eastwood han ayudado a comprender la enjundia del viejo arte de
Creta y Olduvai. Gracias a los dos. Y por ende, algo tan atractivo y
emocionante tendría sus buenas razones para su traslación a la gran pantalla,
convirtiéndose en filón de grandes éxitos. Empero, los films de boxeo siguen
siendo una veta. No hace mucho, hasta el propio C. Bale interpretó a otra vieja
gloria del boxeo de los 80 (Dicky Eklund) víctima
de las drogas—bordando un papel—que le daría su primer Oscar como actor de
reparto en el film, de David O. Russel nominado a mejor director por “The
Fighter”.
“Cuerpo y Alma” es
la historia de tres tipos irrepetibles; John Garfield, Abraham Polonsky y el
director Robert Rossen; un combate a tres bandas en el cuadrilátero de las
audiencias políticas y cinematográficas. Robert Rossen un director, productor y
guionista de cine estadounidense. Nacido en el seno de una familia de origen
judío—que originalmente dejó sus estudios universitarios— para trabajar como
escritor y director teatral en la década de los 30. Periodo donde sintonizó con
la ideas del Partido Comunista
Americano, una lógica comprensible durante esos años, que pasan como
exhalaciones estelares. Posteriormente,
comenzó a escribir guiones Siguiendo los pasos de John Huston. Robert Rossen
ingresó en la nómina de Warner Brothers
como guionista, tarea que desarrolló ininterrumpidamente a lo largo de diez
años. Entre sus guiones más sobresalientes, destacamos sus maravillosas
aportaciones al Noir para los grandes del momento, como “La mujer marcada” (1937) de Lloyd Bacon
o “They won’t forget” (1937) de Mervyn
LeRoy, “Los violentos años 20” (1939), de Raoul Walsh o “El extraño amor de
Martha Ivers” y “Un paseo bajo el sol”, ambas
de Lewis Milestone u “Out of The Fog” de A. Litvak. No está mal para un
rookie. Finalmente, en “El tesoro de Sierra Madre”, de John Huston donde,
no figuró en los títulos de crédito. No me pregunten el porqué. Pues en otro
par de películas, tampoco fue reputado. Era un gran prosista y sobre todo un
hábil guionista— creo que de los mejores— bajo mi punto de vista.
¿Se puede hablar de película
maldita? Sí, sin ninguna duda. En el Bypass lo certificamos, sin reparos. El film, pasó a engrosar la lista de títulos proscritos por el
Macarthismo. Y los tres almas mater de este proyecto cayeron en desgracia. La
comisión de Actividades Antiamericanas al conocer la vinculación de Robert
Rossen al Partido Comunista durante varios años, truncó la que podría haber
sido una de las más certeras carreras entre los directores de su generación.
¿Por qué Rossen delató a su amigo, el guionista A. Polonsky (miembro del
PCUSA)? De algún modo, quién animó a Rossen a simpatizar con la ideas
(que cualquier persona es muy libre de tenerlas) sean del color que sean. Era
su amigo —Faltaría no poder expresarse libremente. Ellos,
eran—esencialmente—amigos, que compartían hasta su condición judía. Les voy a
ser sinceros, pero esta situación me provoca un dilema moral muy
difícil de encajar. El affaire de la caza de brujas en el Hollywood, de aquel
senador monstruoso, JMc y lo que supuso para un montón de artistas llenos de
talento fue deleznable, patético y bochornoso visto desde los prismas de un
país que es ejemplo de libertades constitucionales. Veamos, yo me crie como el
personaje del film Charlie Davis—en mi adolescencia—en un barrio de clase
medio-baja de mi ciudad. Donde muchos de los antiguos colegas de
diversión se fueron a la otra dimensión, por sus contantes flirteos con juegos
letales. Pero había un código; “no mires más de la cuenta a la novia de tu
colega, no le quites nada a uno de tus colegas (ni el bocadillo, comparte
lo tuyo) y nunca te chives de lo que haga un colega”. Esté bien o mal. Eso ha
sido así toda mi vida. Los pocos amigos de verdad que tengo, pondrían la mano
en el fuego por mi fidelidad ,y, yo por la de ellos. Luego, ¿quién es quién para
juzgar los actos morales y éticos? ¿Quién tiene patente de corso para ejercer
la delación, cómo se justifica la misma, cuál es el contexto y como se evalúan
las víctimas? No lo sé.
Sí que me viene lo del famoso
eufemismo de daños colaterales, o el tú o yo. EE.UU, cometió un gran crimen
moral—es mi opinión—dejar campar a sus anchas a un tipo como McCarthy. Todo el
mundo perdió algo. Intrínsecamente, los seres humanos soportaron la sombra del
remordimiento. Los artistas fueron sometidos a un tercer grado. No voy a
entrar en frases solemnes como las de Welles y otros grandes al respecto. Comienzan a acuñarse algunos términos tristemente célebres
con posterioridad, como la torticera diferenciación entre “declarantes
enrollados”, “americanos de pro” y hostiles rojillos” (se descalifican por si
mismos…) Hubo gente que calló la boca y otros hablaron lo
incontable. Lo dicho, es como preguntarse ¿por qué existen las guerras, los
tiranos o la pobreza? No sé lo que le pasó por la cabeza a Rossen, al maestro
Kazan o E. Dmytryk. La cuestión es que Rossen
de algún, modo buscó su revancha como un buscavidas. Igual, esa es la miseria o
la grandeza de la vida; instinto de supervivencia. Tú o yo. El resultado un
film majestuoso. Garfield,
fue perseguido y profesionalmente arruinado por la Caza de Brujas, da
vida a un muchacho de un barrio pobre de la ciudad de Nueva York que, a pesar
de la opinión contraria de su madre, ve una salida a la pobreza familiar a
través del boxeo. Nuestro Charlie Davis está a punto de dejarse corromper por
el color del dinero, el lujo y la podredumbre que rodea a ese deporte,
pero en el tramo final de la película se salva porque tanto Rossen como el
guionista Abraham Polonsky, eran esencialmente, gente buena. Obviamente, también estaban los
grandes magnates de las majors—muchos de ellos— por la labor de —un quid pro
quo— a cambio de una buena plusvalía y déjame a lo mío, O.K.
“Yo te saco unos cuantos bolcheviques del escondrijo…” y te daré a cambio… La primera Comisión Parlamentaria contra “ la infiltración comunista en Hollywood» —cito textualmente— data de octubre de 1947. Rossen, resistió la primera citación en 1951, aunque las consecuencias de su manifestación “hostil” le cambiaron la vida: los estudios Columbia rompen su contrato y lo incluyen en la lista negra. De mayo a junio del 53, se viene abajo. En pocos días, arroja la toalla y delata a más de cincuenta ex-camaradas del PCUSA. Decide exiliarse a México. Ya no fue el mismo. No consiguió rehacerse profesional ni personalmente. Garfield, chico de barrio, actor de teatro que simpatizaba con los comunistas, co-productor independiente de películas como Cuerpo y alma (1947) y “Force of Evil” (1948), en 1949 fue llamado ante el comité de actividades antinorteamericanas. Se negó a declarar. Su boca se sello como la silicona rápida. Pasó directamente, a la lista negra. Las hemerotecas recogen la actitud heroica, de un tío sobrado de fibra testicular. The Roger Richman´s Agency recoge esta cita: “John rehusó cooperar con el comité; su actitud valerosa, por desgracia, afectó negativamente a su carrera si bien mantuvo su honor intacto”. En 1952, a los 39 años, murió de un infarto fulminante. ¿Mereció la actitud delatora el extraordinario y visionario Kazan, Rossen o Dmytryk en detrimento de Trumbo y otros tantos? Qué fácil es hablar a toro pasado y que difícil encontrar las razones de un episodio tan denigrante. De verdad, muy triste. Después de leer y leer libros, archivos y documentos sobre los hechos acontecidos. Sigo igual de dolorido.
Yo disfruto y sigo deleitándome
con las obras de mi admirado Kazan, con los prodigiosos westerns de Dmytryk y
el cine de Rossen. Y así seguirá siendo. Ya en el exilio Rossen reconoció su
ayuda económica a las arcas del Partido Comunista y, posteriormente, denunció a
decenas de antiguos compañeros. Pese a este espíritu colaboracionista, Rossen
se alejó de Hollywood (como decíamos, no era él muy abatido, lleno de
atriciones) primero en México—como hemos comentado— y a posteriori,
aceptó la oferta de Dino De Laurentiis y Carlo Ponti) Se habló, que Rossen abandonó el partido comunista en
1945. Ya no estaba en la órbita de izquierdas, por utilizar el eufemismo. La
delación estaba facturada, pues, la comisión tuvo los nombres de los “que
bautizaron con el sambenito de los malos” y ese remordimiento
persiguió a todo ser humano. Porque durante el reinado del miedo los
Estados Unidos se destruyeron algunas de sus mentes más lúcidas, brillantes y
críticas. Rossen, visto como uno de los muchos damnificados-villanos por la caza
de brujas, conformando esa “generación perdida” cinematográfica a los citados a
lo largo del artículo, sumemos los nombres de gente tan relevante como Chaplin, Jules Dassin, Fred Zinnemann, J. Losey
y Welles, que
nunca tuvo que envidiar a los Hemingway, Dos Passos, Faulkner, Fitzgerald
o Steinbeck desde el plano de los intelectuales de las letras. El séptimo arte —dilapidó un yacimiento de talento—
otros, creen o dicen, que se ganaron prodigiosos films tan grandes como la
capilla Sixtina. He aportado una amplia bibliografía para que sean Uds. quienes
juzguen el episodio. Al igual que Kazan en con su ley del silencio. Donde se
resarcía de toda la pesadilla acontecida. Rossen, se tomó su propia revancha,
de la mano de la obra de Robert Penn Warren "El político" —un
viaje al estrellato del gobernador de Louisiana Huey Long repleto de mentiras—
un intento por fulgurar a la clase política de los Estados Unidos, buena parte
de cuyos representantes seguían el perfil anticomunista del paranoico Edgar
Hoover—superjefe—del FBI, a J. Parnell Thomas, o el mismísimo
Joseph McCarthy, que el tiempo lo puso en su sitio. Las seis nominaciones al
Oscar que obtuvo el film acallaron la ira de los miembros del Comité de
Actividades Antiamericanas.
El film que analizamos arranca con un plano-grúa preciso
desde el saco de cuero negro, meciéndose como una cuna, colgando a modo de
cadalso. Gracias al viento que mueve las ramas y las hojas, la cámara se deja
posar con suavidad y se fija en el rostro de Garfield (Charlie Davies) envuelto
en sudor y farfullando: —Ben ha muerto... El despertar es fulgurante. Sale corriendo de la habitación, mientras se
enfunda la americana en busca de su coche.
La granja de entrenamiento se queda atrás, ante las atónitas miradas de
toda la camarilla y asistentes de entrenos (que acompaña al protagonista).
Conduce como alma en vilo, entre planos solapados de la noche neoyorkina
buscando la casa de su madre. Es de
noche, al día siguiente el campeón tendrá su último combate y lo ha vendido.
Les cuenta la verdad a su madre y su novia Peg (Lili Palmer). No les convence y el mal trago se compensa con el que le sirve
el barman del club donde actúa la marioneta Femme fatale, Alice (Hazel Brooks)
para trasladarnos al palacio de deportes y situarnos encima de la camilla con
la manos vendadas sobre la cara. Memorable secuencia que nos advierte que
estamos ante cine mayúsculo. La textura que alcanza el ínclito operador de
cámara; James Wong Howe es impagable. Se atisba la angustia y la tragedia. El
corazón late con más rapidez, en cuanto vemos a Garfield tumbado.
Mientras murmulla:” El campeón del mundo soy yo. Pero, por qué, por qué
yo” Arranca el flashback: con esa frase lapidaria; “Lo he perdido todo...
Tantos años para nada” y se rebobina toda su vida. No hay mejor comienzo de un
Noir que el célebre recurso del flashback y la evidencia más explícita del
fiasco de la vida del protagonista. La pérdida como consecuencia del desengaño
de tu propia vida que anula a todo
personaje del Noir.
Los remordimientos y los traspiés. En el caso de Charlie
Davies esta carencia se traduce en la perdida de sus raíces. Pues, siguiendo el
relato del principio de toda esta historia. Nuestro protagonista acaba de ganar
un campeonato de boxeo amateur y es invitado a bailar con Peg, que está en un
traje de baño como celebración del mismo. Evidenciándose, que es un pésimo
bailarín ante el júbilo del público. Pero Peg lo maneja y al final, Charlie se
emociona. Se van a casa de ella y se encuentra con su compañera
de apartamento que es una escultora, más bien una estudiante, deseosa, por triunfar. Lo que se consideraría un estudio
compartido de dos artistas.
Charlie, se ha enamorado del ambiente
artístico y de Peg. Luego, este cuento
de los puños se convierte en un bosquejo sutil hacia ese capitalismo fuera de
control. Un sistema que mastica y devora, cuando te absorbe y te atrapa hasta triturarte la médula, si no
estás en guardia. Charlie lo sufre, entre
sus sueños y anhelos
despedazados. Pero, lo que nadie le va a quitar es el flechazo y el primer beso con Peg. Su amigo
de Shorty (Joseph Pevney) le sugiere a
Charlie que le acompañe para que conozca a Quinn (William Conrad) aquel actor
de de ojos azules grandes y algo orondo —que se
hizo famoso— en una serie de TV por
los divertidos 70; “Cannon”.Donde
interpretaba a un detective privado, algo "sui generis". Ganó
el Emmy al mejor actor y serie de aquella
época. Aquí, hace de promotor de "medio pelo", merodeando por
los gimnasios del barrio a la búsqueda de ingenuos púgiles. La madre de Charlie
Anna Davis (Anne Revere) siempre rehacía y hostil a este deporte y las
compañías de Charlie. Ejerce una autoridad férrea sobre los deseos de su hijos,
junto a su esposo son un matrimonio judío, que regentan un negocio de alimentación en el barrio. Aquí se
produce una de las pocas lagunas del guión. La desaparición de la pantalla del
padre de Charlie tras un atentado, que no queda muy claro, si es por motivos
raciales o una vendetta de la mafia. Esta falta del padre de Charlie,
agudiza la situación económica de la
familia Davis. Momento, en el cual, Charlie
se toma muy en serio lo del
boxeo. Al final Quinn organiza un combate, y Shorty queda como manager amigo,
que a posteriori, se verá traicionado por la avaricia incauta y protectora del,
mismísimo, Charlie (otra segunda falla) pues este personaje se queda relegado
en un fuera de juego perpetuo. Pevney pasó de actuar a dirigir como director de algunos títulos de
renombre y sobre todo en la TV. En una
carrera larga y exitosa ¿Casualidades de la vida? Shorty, Charlie, y Peg, quedan para cenar con Anna Davis. En ese instante,
llega una mujer de los servicios sociales, pues la madre de Charlie ha
solicitado una ayuda económica al estado.
Charlie no soporta el interrogatorio de la funcionaria y le
dice que se marché. Pues ellos no necesitan caridad de nadie. Su madre no lo
aprueba, pero Peg se une a él y le manifiesta que lo ama. Es el inicio de la
carrera de un gran Garfield que no para de ganar y ganar combates, hasta que
llega el momento de la velada más importante de su vida. Aparece el diablo
disfrazado de Roberts (Lloyd Goff)—el mafioso promotor— para proponerle cómo
funciona el negocio del boxeo. A este escenario, añadimos la aparición de la trepa femme fatale —la
avariciosa— Alice (comparsa del cínico Quinn). Finalmente, pelea contra Ben
Chaplin en un sangriento combate y éste último, acaba derrotado y con secuelas
físicas. Charlie, empieza a ser consciente de la cantidad de basura que hay ese
mundo pero se hace “el sueco”. Finalmente, Robert les propone que ponga el
título en juego. Al día siguiente, Charlie va al pesaje y la posterior rueda de prensa con adversario Marlowe. De
repente, golpea a su oponente y aspirante delante de todo el mundo.
Roberts, le dice a Charlie que se deje
perder, pues las apuestas están a favor de su derrota y eso generará un montón
de dinero para todos...Más o menos esta es la urdimbre de la historia. Obviamente,
la cualidad esencial de Cuerpo y Alma es la integridad: una obra maestra de
artesanos comprometidos, no sólo con su arte, sino con el film desde una
perspectiva de crítica social y
coyuntural. Por un lado, el panorama es un melodrama brillante, en esa
conjunción con el mundo del boxeo y el hampa. Y en otro, estrato una acusación directa a la voracidad del
capitalismo. La metáfora del patrón y el trabajador—desde las relaciones con
Quinn— abnegado asalariado del boxeo y marioneta del sistema. Vemos muchas de
las antagónicas reglas de la producción del mercado dictadas por el mercado. Un
resultado visionario y muy Noir. Cuando Charlie Davis acepta a Ben Chaplin
(Canada Lee), el boxeador negro al que Charlie derrotó, en el combate de su
coronación como campeón—amañado— del mundo, para que sea su preparador físico. Apreciamos el aroma del
mejor climax Noir, en su versión más dramática. Fantástico en todos los
sentidos. Reiteramos, de nuevo, a la
mafia disfrazada de promotora deportiva. Algo que es actualidad, sólo basta ver
el telediario. El boxeo desprendido de la heroica para hacer caja y los
escándalos en el oscuro negocio de las apuestas ilícitas de la mano. El film
tiene 66 años y se considera el alma mater de la película pluscuamperfecta de boxeo; “Toro Salvaje” de
Martin Scorsese. Influenciada por todos sus costados, que se lo digan a Michael
Chapman. El film pasará a la historia
por la magnífica interpretación de Garfield, nominado al Oscar —que perdió, ante Ronald
Colman por “Doble vida” — las
injusticias de la Academia de las Vanidades y las nominaciones al mejor
guión de (Abraham Polonsky) y mejor
montaje de Francis Lyon& Robert
Parrish (futuro director de Noirs cuasi serie-B), quienes si consiguieron, el
Oscar, pues su trabajo fue modélico. Lo
dicho, una vez más. Cuerpo y Alma tiene
un legado amargo. De sus actores y parte del
equipo, incluyendo Garfield, Anne Revere, Gough, Lee y Polonsky, ya lo
hemos comentado —anteriormente—fueron llamados ante el tribunal de la famosa
comisión de marras para indagar sobre presuntas afiliaciones al Partido
comunista. En definitiva, majestuosa historia donde las presunciones y la
vaciedad que se esconden tras los deseos de triunfo de Charlie Davis chocan con
las imposiciones de la mafia y su avaricia. Resumida en dos collages narrativos, que actúan como
contrapunto para resumir los éxitos de la carrera profesional del protagonista.
Una victoria, que no consigue alcanzar la cima, pero si la autonomía social. Añadir
la excepcional BSO, llena de buen jazz conducida por Emil Newman. Sirve de
contrapunto musical a las imágenes.
Pequeña obra maestra, que no llega a la perfección por algunos pequeños
orificios de guion, que no por ello desmerece el apelativo de pieza de culto.
Inspirador y motivador film que ha dejado una mácula indeleble. Así como el
sello de un realizador magistral, Mr. Rossen
Dedicado a mi amigo de la infancia; Manolo Bertrán. Líder de la legendaria banda de rock Doctor Divago
Frases
geniales del film
Roberts— Coge el dinero de
este combate y cómprate un restaurante...
Charlie
Davis—Yo no quiero limosnas ¿Crees que me gusta esperar a que el mundo decida
que hacer conmigo?
Shorty
—"Él no se preocupa por ti…” "Él sólo quiere su parte del
pastel, Charlie"
Charlie—
¿Cuál es la diferencia? "Si el
pastel es más gordo, más trozos para todos…”
Roberts—"Aquí., nadie sale herido. Tienes
mi palabra"
Charlie
Davis— ¡Fuera de aquí, fuera! No queremos ninguna ayuda (delante de su madre)
—Diles que
ya estamos muertos…
Peg—
¿Estás bien, Charlie? —Nunca me he sentido mejor en toda mi vida
Charlie
Davis—Me has vendido, Rata. Igual que a Ben…
Roberts
— ¿Qué te hace pensar que te has salido con la tuya?
Charlie
Davis—Qué vas a matarme
Roberts—Todo
el mundo muere…
Bibliografía consultada y recomendada
"Las 100 mejores películas de boxeo" Francisco González-Fierro Santos Ed. Cacitel 2007
The Sweet
Science by A.J. Liebling Ed Noir point press 2004
“Boxeo y
literatura” Eduardo Arroyo Ed. Turner 2010
El boxeo en el
cine 1894-1994 Pablo Mérida Ed. Laertes 1998
“Historias del
cuadrilátero”(Grandes ídolos del boxeo) Sergio Guadalupe Ed. T&B 2011
Diccionario de Cine
Negro Javier Coma Ed. RBA 1995
"Classic Gangster Films" Robert Bookbinder
Ed. Carol Publishing Group 1993
“La caza de brujas en
Hollywood” Roman Gubern Ed. Anagrama 2002
“Las películas de la
caza de Brujas” Javier Coma Ed. Notorius 2007
Robert Rossen “Su
obra y su tiempo” Ed. Donostia Kultura 2009