Sam Fuller; 105 años del mejor director del mundo desconocido
“Tenemos demasiados intelectuales que tienen miedo
de usar la pistola del sentido común”
(Samuel M. Fuller /1911-1997)
Según unas fuentes. 1912/1997 otros archivos bautismales/ Por aquello de las celebraciones (…)
(Samuel M. Fuller /1911-1997)
Según unas fuentes. 1912/1997 otros archivos bautismales/ Por aquello de las celebraciones (…)
“El
cine es emoción…” Revelaba Sam Fuller en la segunda mejor película —que más me
gusta— del sobrevalorado Godard, “Pierrot el Loco”. “Y, el póquer debe ser algo
muy cinematográfico...” Yo soy más del mus; alma de canalla, crápula,
insolente, informal y sobre todo hombre acción. Ya no ejerzo por decreto
sanitario. Dicen que, en el juego la emoción es sólo resplandor. Lo dudo. Me vuelve el viejo barrunto con eso de la
construcción del cine y dramática expandida en el tiempo. ¿Lo entienden Uds?
Tres opciones, la primera: llamo a mi amigo el Dr. House. Segunda: le hacemos la
pregunta al trascendental Guerín, que se vuelve loco por el tedio y la tercera;
la Luger de Fuller. Evidentemente, la lumbrera que va con esta elucubración
sigue dando conferencias —no sé quién lo ha dicho, ni me interesa— se adjuntan un
montón de doctos escritores en la biografía de abajo. Ya saben cuál es mi
opinión del colectivo semiótico: cansancio. ¡Eh!, no se disgusten que los hay
muy buenos haciendo empalagamiento y les tengo cariño. ¿Ven Uds. a Fuller
entrado en un taller de Coaching? No. Pues, no se froten las manos, que el
amanuense de este teclado, todavía no le ha dado por caer en la literatura de
autoayuda ni en la metafalacia de Coelho-caja registradora (un día les contaré
una anécdota del brasileiro con un ex amigo). ¡A buenas horas, mangas
verdes! En el segundo acto de mi
atolondrada vida, criando arrugas y pintando canas verme con un bigote o lo
Gable u Oates. No se lo dejó Fuller. Detesto los bigotes como los cancilleres y
las obligaciones castrenses; el apurado por decreto de Gillette sobre la
barbilla. Eso lo contó muy bien Kubrick. Obviamente, los días malos son
parecidos a los niños pequeños, incluso hasta el Barça Playstation y el
lagrimoso Spielberg que suelen tenerlos y cada día, mayores. Dicen los sabios del oráculo de la
lasitud, que nunca hay que llevar al cine, ningún otro arte narrativo que no
sean determinadas novelas del siglo pasado. Genial, porque a mí me tira la
cabra al monte. Saquemos la botella del viejo malta irlandés, la caja de puros
Montecristo, los polvos cristalizados de éter, las voces, las pistolas y
toquemos el pellejo escrotal a la parroquia como el visceral Peckinpah. No hace
mucho que hablé del maestro por este armatoste de algoritmos colocado de
Coropres y Naloxona. Ahora llega el momento de otro director con el que me iría
a los toros, de borrachera, al campo de tiro de la tierra de mi colega Bunbury —las
bellas Bardenas reales de los Juegos de Tronos— y después a la filmoteca.
Sí.
Peckinpah está vivo en México ciego de Tequila y escuchando Narcorridos, Fuller
está en la bahía de Messina, fumándose unos buenos Montecristos, plácidamente, mientras
escucha a Willie Dixon contemplando a las lugareñas. De repente, con la voz en
alto me llegan los susurros en la solitaria madrugada; “Amigo, Jon. No me
interesa si la historia es occidental, oriental, de Julio César o Marco Bruto.
Me interesa la emoción, las mentiras, el engaño... que defina qué clase de
drama es “. Aluciné y sonó la alarma del móvil con el olor a pólvora —que no
llegaba de Anzio—, sino de los falleros del barrio y sus petardos mañaneros.
Sí, hablo de cineastas incomparables, hechos de otra pasta, otros andares y
maneras de pensar: al lado de Ray, Kubrick o Welles. Esos tipos son los
auténticos revolucionarios del sistema. Los realmente, originales, capaces de
cambiar desde dentro las fauces de los grandes estudios sin provocar caries ni
flemones al mastodonte Hollywoodense. Es decir, bailar con la sotana del diablo
y no quedarte embarazada, pues el vestido de lagarterana novicia no pone ni a
un preso. Fuller, tenía un punto de vista genuino a lo que bramaba aquella
época del propio régimen de los estudios —llamémosle— convencional o normal, por
denominarlo de alguna forma. Definiendo el concepto, sin arabescos: cineastas
que tuvieron que bailar otro rock, diferentes y valientes. Pues, las reglas en
Hollywood habían cambiado. Soplaban los vientos del Postmacartismo y Hoover era
el halcón que de refilón seguía viendo y escuchando a todo aquel que dijera me
“me cago en...” Pobre Hoover, si hubiera conocido a Metodo 4 y el Duque “entalegao”,
que contento estaría. De esa década de los 50, creo que a Sam Fuller habría que
dedicarle un monolito —Montecristo incluido— permanentemente encendido. Un
iluminado que se convirtió en el sherpa rompedor del rocoso camino para toda
una generación de cineastas que han ido nadando con la corriente a favor.
Gracias a su generosidad y acierto narrativo, entre las décadas 60- 70-80 y la
última remesa de los 90; los Sres. de lo que llamamos: el cine indie. La voz
ronca del “tío Sam” con ceño fruncido y el puro humeante entre los labios, no
se quedado en agua de borrajas. Hagamos un elegante fundido y abramos el foco
en aquellos dorados y peligrosos 50 llenos de glamour y micrófonos. Periodo marcado
por una ideología, que condicionó el trabajo de los estudios engalanados de
marfil y platino hasta llegar al actual de tablets, calefacción por bluetooth y
minibar sin alcohol en el cómodo Sundance. Bien, ¿qué quieren un travelling o
un fundido? Es trampa, he realizado el fundido y lo he avisado.
Ya
estamos en Worcester (Massachusetts) el noroeste de USA, la tierra de este
genial cineasta. Hijo de inmigrantes judíos de origen ruso vía paterna y polaca
por la materna. El apellido Rabinovitch ya no lo ostentó, pues, su la familia en
la quimérica América, se transformó en Fuller. Siendo un pequeño de apenas 12
años, corría llevando periódicos y otros devaneos cercanos al oficio de
cronista. A los 17 años, ya redactaba crónicas criminales (putas, estafadores,
carteristas, pequeños perdedores y todo el lumpen de la noche) para el New York
Graphic. No hay nada mejor en un periódico que la redacción de sucesos y
tribunales; pregúnteselo al dios Wilder. Entrados en la década de los sucios y
duros 30, su temprana juventud dio inicio también a su faceta como escritor,
auténtico, ideando básicamente relatos Pulp como “Run, baby, run” (1935).
Posteriormente, se fue introduciendo en el oficio de guionista, como ayudante y
en poco tiempo, comenzó a escribir guiones y novelas como “Ghost Ryder”. Dicen
las fuentes consultadas, que nunca reveló que escribiera guiones anónimamente.
Llegó la II G.M. y no lo dudo para unirse a la causa del tío Sam y luchar en
primera línea de combate. Como el gran
Calderón de la Barca y Garcilaso estuvo en una división de infantería repartiendo
estopa en nombre de la libertad contra los nazis. Desde Bélgica, Checoslovaquia
y etc. Hasta la participación en los desembarcos de África, Sicilia y
Normandía. Por su labor, servicio y dedicación a la patria obtuvo las más altas
condecoraciones; la estrella de Bronce, la de plata y el valeroso Corazón
Púrpura, casi nada. Este currículum, convivió a lo largo de la carrera
cinematografía del maestro, esencialmente, en sus filmes bélicos y en esa obra
de arte que es, Uno rojo, división de choque (1980). Arranca su carrera
cinematográfica escribiendo guiones para películas como “Hats Off” (1936), “The
gangs of New York” (1938), “Adventure in Sahara” (1938) o “Power of the press”
(1943). Decidió tratar de ser director luego, de que Robert L. Lippert, le hablara para que escribiera tres filmes
para su compañía. Fuller aceptó escribirlos —si le era permitido dirigirlos— sin
cargo alguno. Lippert aceptó y Fuller realizó su debut como director en In Shot
Jesse James (“Yo maté a Jesse Jammes) 1949, seguido por “The Baron of Arizona”
(1950). Su tercer film “The Steel Helmet (el casco de acero) 1951, fue el
despertar de un cineasta, que sonaba entre la crítica y la industria del
celuloide. Una de las primeras películas acerca de la guerra de Corea y Fuller
se basó en su propia experiencia militar; así como en testimonios de los
veteranos de la guerra.
A
partir de entonces, Fuller era buscado por los estudios cinematográficos más
importantes y firmó un contrato para realizar siete películas con 20 Th Century
Fox. La primera de estas fue “Fixed Bayonet” (Bayoneta Calada) 1951, también
basada en la Guerra de Corea. Fuller vivía el cine como la vida, con cuchillo y
tenedor. No obstante, hubo films en los que sólo utilizo las manos; como un
Tudor devorando un pavo real. El séptimo filme, “Tigrero”, nunca se filmó y fue
el objeto del documental de Mika Kaurismäki
“Tigrero: A Film That Was Never Made”. En 1952, Fuller filmó “Park Row”
(La voz en primera plana), una historia de periodistas y del periodismo independiente
en el siglo XIX. Darryl F. Zanuck de 20th Century Fox, quería convertir la
película en un musical, pero Fuller se opuso a la idea e inició su propia
compañía de producción con sus ganancias. Y luego vendría, el delicioso Noir,
“Manos peligrosas” (1953), el diablo sobre aguas turbias (1954), “La casa de
bambú” (1955), “40 pistolas” (1957), “Corredor hacia China” (1957), “Yuma”
(1957), “Verboten” (1959), “El kimono rojo” (1959), “Bajos fondos” (1961),
“Invasión en Birmania” (1962),”Corredor sin retorno” (1963), “Una luz en el
hampa” (1964), “Los malditos” para TV (1967) , “Arma de dos filos” (1963), “Con
furia en la sangre” (1973), (Muerte de un pichón) 1973, la aludida, “Uno rojo
división” (1980), “Perro blanco” (1982), “Ladrones en la noche” (1984), “Calle
sin retorno” (1989). Autor independiente, de cierta discordancia ideológica —empática incorrección— que le caracterizó como una extraña especie en vías de
extinción. Su impactante y directo estilo visual. La concepción agresiva y ágil
del sentido de la narración. La singularidad a lo largo de toda su obra del
empleo de primerísimos planos, tomas largas y un uso manifiesto de la violencia
con un habitual comentario social, siendo una influencia básica para gente como Cassavetes, Jarmusch, Ferrara, el maestro
Scorsese o Millius y un largo etcétera. El cine independiente, en parte es la
esencia de genuino sabor Made in Usa. Y si hay que hablar de cine moderno
independiente uno de sus padres contemporáneos es Sam Fuller. En cierta medida,
el aludido Macartismo dio paso al emblemático cine de superestudios y el
starsystem —momento— de tafetán y cuché, que algunos visionarios como el maestro
Fuller, supo encontrar el resquicio por donde colocar un mundo “sui generis”
con dinero de la propia Fox y la esbelta Columbia. Fuller, es un icono y un
gurú de lo que es en términos taurinos llamamos: saber torear y llevarte a la
más guapa a tu redil.
Sus
films, se presentaban en una funda de corrección para la platea más bovina,
pero con unas esencias de las antípodas —su singular submundo interior— que
dejaba patidifusos al más reaccionario y tuercebotas “mesatrofeos” de las
majors de turno. No obstante, el sistema tenía una máxima: hacer caja. Y si
para ello, había que dejar grietas dentro del método; se dejaban y ocupaban para que
siempre estuvieran activos. Ahí, Fuller se encontraba como pez en el agua.
Aprovechó su ingenio, habilidad y su gran amistad, que le unía al gran
“hueletalentos”: Daryl Zanuck. El zorro DZ, adoraba a Sam, mientras todos los
grandes directores le iban comiendo la oreja al fuck boss Mr. Zanuck…—Mr.
Zanuck, please…I have one…En cambio, Sam le espetaba—¡Vete a la mierda Andy!
¡Darry, vete hacer puñetas!—En su propia cara (mientras movía el puro de
izquierdas a derechas con la flema de un veterano fusilero). A Darry Zanuck, le
encantaba ese estilo y siempre había una fumata blanca; financiación, Money
para hacer buenas películas. Por ejemplo,”Forty Guns”. Eso sí. Mr. Zanuck era
un lince —Oye Sam, la peli hay que venderla, eh!… No me jodas…Nadie, quiere ver
a la heroína Barbara Stanwyck muerta — ¿No puedes hacer que viva? Al final,
sólo la herían y unas risas… Más un O.K. Lo dicho, Fuller era más listo que un
rayo, ni un pelo de tonto: Movie is Bussines. Zanuck vio un potencial enorme en
este método Fulleriano de películas con envoltorio de “factoría personalizada”.
No hace mucho, hablábamos de otro genio, que tenía su estilo pero su ideología
acabó con él. Sí, el ínclito Rossen. En el cenit del maldito Macartismo Fuller
rodó —“Manos peligrosas”— film mayúsculo de la cultura Noir. Fuller,
solapadamente, se encargó de enviar un mensaje criptografíado de política
completamente heterodoxa. La policía ha cogido al carterista RW y le acosa con
el asunto de las notas de la bomba H, que pueden pasar a manos de Stalin. La
cuestión es que Hoover, Zanuck y Fuller tuvieron dos reuniones de lo más
sustanciosas en el restaurante Romanov. El retrógrado Hoover no estaba de
acuerdo con el tono del film, a ver, no quería saber nada del esta película
para ser más exactos. No le gustaba que Widwark dijera: “Está ondeando la maldita
bandera ante mí…” y Fuller tenía apuntado en su guion: “Está ondeando la puta
bandera ante mí…” Cuando Zanuck fue a Washington, Hoover, en cuanto lo vio le
dijo: “esto es imposible…” Zanuck, le convenció de intentar suavizar la
expresión, porque le daba igual. Y en el segundo almuerzo, a tres bandas,
Zanuck dijo: que en vez de utilizar el término puta bandera, se dijera;
“maldita bandera” que no quería a ningún estadounidense, en plena guerra fría y
dijera al público, sobre todo dirigiéndose a la policía; “Está ondeando la
bandera ante mí…” y Zancuck le replicó; Mr. Hoover, es que el personaje es así,
actuaba de ese modo y no lo iba a cambiar.
“En
corredor sin retorno”, estamos ante la radiografía del propio Sam Fuller, es
decir, su vida. Un lugar donde decir la verdad era crucial para un artista. Se
dejó media vida en el ejército, trabajó como una bestia, se partió el culo y
presenció historias reales incontables. Por eso cuando te hablaba lo hacía en
un tono autoritario. Sabía que la vida no es autocomplacencia y pantallas
digitales de la sexy manzana de Cupertino. Fuller ejerció una gran influencia
en la forma de rodar a gente como Scorsese y dicen que el chico terrible de
Tennessee, Mr. Tarantino. Del primero, es obvio. Pues el estilo de los planos
individual es idéntico —Thema Schoonmaker
su gran editora— de “Taxi Driver” o
“Toro Salvaje”, “Goodfellas” y etc.
Aporta esta lectura: —era como un artista primitivo. Un cine muy
personal, a veces con ideas muy crudas y al mismo tiempo sorprendente, original
y refrescante. Creo que Rossen —de
idiosincrasia diferente a Fuller— se atisba el mismo oficio de cámara que
el genio de Massachusetts. Del rey de
Tennessee, si lo dicen los oficialistas pues, fetén. Artista arcaico, generoso,
pétreo y lleno de fibra testicular, que utilizaba el cine de una forma muy sui
generis. Un neandertal postmoderno y elegante. Una especie prodigiosa que
desapareció. Hoy en día, Fuller estaría en un museo o encerrado en un sanatorio
mental como el genio de Leopoldo María Panero. No puedo quitarme de la cabeza
esa secuencia: la manera de matar —una vez más— en el film “Manos
peligrosas" del gangster, entrando a la habitación de Thelma Ritter—Te vas
a cavar una tumba prematura…Carga el arma y la cámara se retira hacia el
giradiscos del gramófono atascado; clic-clac, clic-clac reiterativo. Se funde
con el disparo seco provocando una metáfora del disco girando tras la sustracción
del latir del corazón de TR. Algo así, cómo un espíritu saliendo del cuerpo;
sutil y majestuoso. La vis de la muerte
dentro de la poética de un tío áspero, íntegro y muy valiente. Definiéndolo en
la pantalla de un modo directo y categórico; brusco como el dolor neuropático.
Contundente. El cine de Fuller está lleno de vitalidad, confianza
e impulso de las películas de serie-B, que consisten en un material de
género presentado de forma modesta, con actitudes y diálogos cutres, pero él
aporta un estilo de cámara barroco exquisito que lo cambia todo. Le decían:
“Sam estás rodando una película” y el maestro replicaba: ¡Por Dios, corta el
rollo!, ¡No estoy rodando una película, sino una imagen emocionante, idiota!
¡Tiene que moverse! Para Fuller el movimiento equivalía a emoción. Al mover la
cámara, se mueve el punto de vista y se añade energía a la película. No es
necesario, que esté ligado a los personajes, está atado al ritmo narrativo. Sam
Fuller era un maestro en este aspecto. El pura sangre, Lee Marvin comentó en
una ocasión, que durante el rodaje de “Uno, división de choque” esta anécdota:
— No he visto a nadie decir “Acción” en un rodaje con tanto ahínco. Creo que
Ford tenía el récord, pero lo de Fuller te llegaba al alma y encima los
tímpanos destrozados. ¿Por qué? Fácil, realizar un film es como construir un
viaducto en los Alpes: hay mucho dinero en juego. Si el dinero es tuyo, no es
cuestión de echarse sobre una tumbona y ver el resultado desde la moviola.
Bertolucci dijo una vez sobre él: “Para mí Sam Fuller es el mejor director
desconocido del mundo y sus películas son como el Jazz” . Yo, con permiso del
genio italiano. Apuntillo: “gracias por haber existido maestro, siga Ud. Igual
de desconocido para todos aquellos que le tienen miedo a los hombres con talento y carácter adictos a los
Montecristos nº 2, mientras suena Charlie Parker”, otros 105 años más, de salvaje cine de autor.
Dedicado
a Terele Pávez julio 1939/agosto 2017 In Memoriam
Biografía consultada y recomendada
Sam Fuller: Film is a Battleground - A Critical Study, with Interviews,
a Filmography and Bibliography Lee
Server Ed: McFarland (2003)
“Sam Fuller” Phil Hardy Ed. Praeger (1970)
“Sam Fuller” Quim Casas Ed.
Cátedra (2001)
"Shock Corridor" by Sam Fuller by Michael Avallone Ed. Xanadu Publications
(1991)
The films of Samuel Fuller: If You Die, I´II Kill You! Lisa Dombroski Ed. Wesleyan (2008)
Samuel Fuller: Interviews (Convesations with Filmmakers) by Gerald
Peary Ed. University of Mississippi (2012)
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