Carole Landis: la Baby Doll que encontró a Miss Lombart
Dicen
los astrofísicos que una estrella es una esfera luminosa de plasma que mantiene
su forma gracias a un equilibrio hidrostático de fuerzas y a su propia
gravedad. Luego, según su vademécum científico, todo lo demás —que viene después—
es un subidón de gas. Como el plasma de las primeras Panasonic HD. Una
auténtica maravilla, que bien mantenida, te proporciona tardes y noches de
placer infinito en tu salón comedor. Del mismo modo, que al plasma, lo mató el
gas; al vídeo fue la estrella de la radio. Pero nosotros estamos en el
territorio, de esas mujeres, que cuando las veías andar, uno no podía dejar de
mirarlas. Igual que una constelación de estrellas en una hermosa noche de verano.
Carole Landis era un portento de mujer. De nuevo, una encantadora Afrodita en la
Babilonia que olía el ambiente de la II GM. Una América que volvería, por
enésima vez, a contemplar caras desencajadas de sus héroes de guerra.
Evidentemente, Roosevelt, tenía
el mejor remedio para estimular a las tropas: el esplendor de las estrellas
Made in Hollywood para recuperar el fervor patriótico. Carole Landis a lo largo
de sus frenéticos 10 años de trabajo recorrió más de 100.000 millas desde el
Caribe, Reino Unido, Argelia, y el Pacífico Sur, en el mayor conflicto bélico
del S. XX. De las campiña británica, a las dunas del Sahara, y después, a las
más inhóspitas junglas del Pacífico meridional. Todo por la patria, todo por un
sueño. En 1919, una chica de Wisconsin, nacida con el nombre de Frances Lillian
María Ridste, un día de Año nuevo, alunizó en el planeta tierra. Era
una niña preciosa. El primer piropo —que le dijeron sus padres— fue “Baby
Doll”. Alfred Ridste, un mecánico del ferrocarril, de origen noruego y su madre
Clara de procedencia polaca. El salmón de su padre salió por piernas. De por
sí, era un tipo complicado que acechaba a la bella, y linda futura, Carol
(Frances). Finalmente, se divorcian y su madre Clara, tras digerir la situación;
no se lo pensó dos veces. Armada de coraje, sin blanca y con cuatro bocas que
alimentar puso ruta a California. Su hermana, Dorothy, Lewis y Jérôme Laurent.
En el soleado oeste, de la villa de S. Bernardino, la pequeña Frances, se las
ingenió para sobrevivir a la muerte de dos de sus hermanos pequeños: un
incendio doméstico terminó con Lewis y un balazo de unos chavales —a modo de
gamberrada— fulminó al pequeño Jérôme. Aquel trago, sumado a un ambiente, de
acoso sexual, por parte de un moscón familiar y una trayectoria académica muy
floja; hizo que Baby Doll se presentase, con 12 años a concursos de
belleza.
La
pequeña comenzaba a recoger sus primeros premios. Desde un par de medias de
seda, hasta un horno eléctrico. El affaire de los concursos de belleza y los
pequeños botines obtenidos por Frances, no eran del agrado de su madre. Siguió
su vida de adolescente, entre las tareas domésticas y la cohabitación en el
colegio Jefferson. No muy tarde, pues ya saben, como son las primeras amistades
del “cole” le colocaron la etiqueta de chica alocada. Según la rumorología de
la High School; era de unas ideas disparatadas. Aunque, daba visos, de una perspectiva
más profunda, en torno, a la tolerancia, en una América muy racista. La joven
Frances le acompañaba su agraciada anatomía física y el carácter atlético. Le
encantaba el béisbol. No el hecho de su fascinación por la diversión del
deporte, sino las ganas de su participación. Intentó crear un equipo de béisbol
y otro de fútbol. El rector del instituto pronto le apartó de aquellas ideas,
por considerarlo, una práctica burda y poco mujeril. Al final, abandona el
instituto y con apenas 15 años, se casa con su amigo y vecino del barrio,
Irving Wheeler. Un joven de 19 años que no tenía grandes estímulos a corto
plazo. Pero cuando, Frances le propuso que se casaran y escapasen a Arizona; no
lo dudo, ni un minuto. La aventura no tuvo largo recorrido, ya que su madre,
Clara presentó su condición tutelar, de Frances como una menor. El juez
estipuló la inmediata anulación de aquel matrimonio. Tuvo que volver al hogar y
achantar con las labores domésticas. No era buena la convivencia con su madre.
Así, que comenzó a trabajar en pequeños empleos. Fue camarera en una
hamburguesería, moza de almacén y acabó siendo la chica de la linternita del
cine. Evidentemente, con carácter muy eventual.
Definitivamente, Frances, estaba preparando una las decisiones más
importantes de su vida. No aguantaba, aquella casa, ni el ambiente familiar, ni
aquellos trabajos esporádicos. Cogió la hucha de sus ahorros y los 100
dólares que habían en ella. Compró un billete de autobús por menos de 20 pavos,
directo a L.A. Confidential. La ciudad donde hay un lugar, al que llaman Hollywood
¿Les suena la música? Creo que sí. Estoy convencido. Frances Landis amaba a una
actriz, por encima, del resto. La Lombart era parte de su universo personal.
Sus fotos convertidas en mural de su habitación: la elegantísima Carole Lombart.
Decidió teñirse el pelo de rubio y tomó el nombre artístico de "Carole
Landis".
Un gran homenaje personal a Carole Lombart. Sus primeros escarceos con el mundo del
espectáculo son en la ciudad de San Francisco —coto multicultural— lugar donde se
sintió cómoda trabajando en un club nocturno, como bailarina de hula-hula. La
prensa del higadillo, siempre especuló que Carole Landis, iba corta de dinero y
una forma, de llegar a fin de mes, fue prostituirse por las calles del centro
de SF. Algo que también se ha dicho de Joan Crawford y Marilyn Monroe. Lo de
radio macuto es un invento incorregible. Al igual que la sonoridad de los ríos.
Por fin, su sueño, comienza a tomar forma y sella su primer contrato con la
Warner Brothers, como Carole Landis. Su representante, fue también, su futuro marido;
Busby Berkeley. Un coreógrafo muy currante pero que venía de solventar algunos
problemas mayores con ley. Su afición a la del cuello largo y el volante, no le
trajo nada bueno. Berkeley le consiguió un una buena negociación, ya que para
una chica de 18 años, aspirante a actriz, 50 dólares semanales en aquella época
era todo un sueldo. De repente, un encuentro con una gran conocida de este
mundo tan admirado y llorado; Diana Lewis, futura esposa del cineasta W. Powell.
Ésta, tuvo tan buen feeling con CL, que terminó por regalarle un collar del que
pendía una llamativa cruz de oro. Aderezo que, en su corto recorrido por este
mundo, siempre llevaba encima. El collar lo podríamos denominar; como su
amuleto de la suerte. Llegó, el que definiríamos como, su primer matrimonio, a
todos los efectos legales, con el citado, coreógrafo Busby Berkeley: 20 años
mayor que ella. Siguió actuando en pequeños papeles, pero con grandes
directores. Desde su debut en "The King and the Chorus Girl" (1937) de Mervyn Le
Roy, al lado de estrellas como Joan Blondell o en "Four's a Crowd" (1938) de
Michael Curtiz, con Erroll Flynn, Olivia de Havilland y Rosalind Russell. Hasta
que en 1940, el cineasta Hal Roach la escogió para trabajar en "One Million B.C." Al lado de su actor fetiche Victor Mature, de mujer
prehistórica con apenas, unos harapos de ropa. Dejó al público perplejo, La
película fue un éxito, y Carole alcanzó la fama. Mostrándose
como un ser virginal y lleno de hermosura. Lo de la fama fama tenía sus peajes,
y para una mujer como ella, estaba claro que el apodo estaba muy preparado. Se
quedó con aquello, de "The Ping Girl" y "The Chest", por
calibre de sus pechos.
Como
hemos dicho, una pernada más, del viejo Hollywood y la supervivencia en un
mundo machista. Cosas del sistema. Aquellos primeros años de los 40, Carol
Landis actuó en un buen número de películas muy célebres y taquilleras. Comenzó
siendo una figura con una cara muy bonita y terminó siendo una actriz
protagonista. Eso sí. Hollywood marcaba el canon; su nariz no tardó mucho en
pasar por las manos de los cirujanos de las compañeras de oficio, caso de
mítica, Lana Turner. Comenzó una dieta muy rígida y compuso uno de los cuerpos
diez de aquella época. Al poco tiempo, nuevo trabajo en “Cadet Girl” de Ray
McCarey (1940). Convertida en la auténtica protagonista. Comedia romántica y
musical, donde CL destacaba. Su magnífico y pulido físico enganchaba al
público. Además cuando tuvo que interpretar papeles, la Landis los cantaba, y
lo hacía bien. Es obvio que este negocio funciona así y CL lo notaba. Evidentemente,
estaba bajo el foco de los grandes zorros de las majors. Nuestra simpática
rubia oxigenada consigue un contrato con 20th Century Fox y se convirtió en
amante oficial de Darryl F. Zanuck. El halcón DZ deseoso de tener entre sus
manos a una nueva rubia en el barco. Llega el rodaje de “Moon Over Miami” de
Walter Lang y “I Wake Up Screaming” de H. Bruce Humberstone, ambas en 1941
junto a Betty Grable. La Landis se convirtió en una pequeña parte de aquel
sueño americano. También en, “A Gentleman at Heart” en 1942 de nuevo, Ray McCarey,
al lado de su fiel amigo, César Romero. Muy en boga con su labor social,
siempre cercana, a las tropas, también rodó, al lado del mismísimo Glenn Miller
y George Montgomery “Orchestra Wives”(1942) de Archie Mayo y llegó un película
que marcó un antes y un después, “My Gal Sal” de Irving Cummings, donde tuvo
que lidiar con una Rita Hayworth que tenía embelesado a Victor Mature y al
viejo Zanuck. Se prestaba a los tabloides y estos buscaban su entrevista.
Algunas declaraciones dejaban al personal pensativo.: “El cielo sabe que yo
quiero que la gente piense que tengo sex appeal. Pero también que tengo algo
más que el mero atractivo sexual” Y la verdad que CL, no era tan solo —como
diríamos en estos tiempos— un pivonazo del calibre 33, embutida en shorts
diminutos, sexys negligees o trajes de baño de lo más “cool”. Obviamente, tenía
un público detractor, esos puritanos de tres al cuarto, que veían sus películas
tras un periódico en la sala oscura.
La
chica Landis no era sólo un quesito holandés, pues, era una contumaz lectora de
literatura norteamericana: Hemingway, Coward o Maugham estaban entre sus
preferidos. Lecturas que acompañaban su largar giras por el mapamundi. A lo
largo del periplo del conflicto bélico de la II GM. Escribió parte de sus
vivencias para El Saturday Evening Post. Carole Landis dio, lo mejor de sí, por
el tío Sam. Vendió bonos como churros en las Fallas de Valencia.Visitaba
constantemente a los heridos —en los propios hospitales de campaña— tras el
combate. Y también, llevo a cabo, una de tareas de redacción a las huestes
huérfanas de familiares. Todo este esfuerzo le pasó factura y lo pagó muy caro. Enfermó de malaria y otras enfermedades tropicales
algo que le dejó una macula, invisible, pero ahí estaba. Luego, les contaremos
el porqué. Uno de sus títulos más populares fue el docudrama “Four Jills in a
Jeep” (1944), en el cual se mostraban los números musicales que Junto a las
actrices Kay Francis, Mitzi Mayfair y Martha Raye realizaron para animar a las
tropas estadounidenses. Desgraciadamente, cuando terminó su relación con el
lince de los sofás Zanuck, su carrera se vino a menos y quedó relegada al furgón
de la serie B. Entonces, mucha gente se hacía la misma pregunta que servidor:
¿Qué demonios pasaba por la cabeza de Carole Landis? Ah! esa maldita enemiga,
silenciosa y caprichosa, idéntica a la de Stern, Monroe, Vélez y el etcétera.
Nunca se terminó de sentir realizada al 100%. Cuentan los más allegados que sus
intentos suicidas no iban de boquilla. Entre 1944 a 1946, la tentación subyacía
en su interior. Carol Landis no encontraba su verdadero coto de placidez. Algo
no terminaba de encajar, claro, que cinismos a un lado en Hollywooland ¿Quién
no se ha casado y divorciado por mero capricho? Unos cuantos... Lo que sí que
resulta chocante y extraño son esos 6 divorcios entre los años 1937-1947 En su
década dorada CL se casó con el imberbe vecino de Wheeler. Vamos a decir, que
este matrimonio, fue cosas de chiquillos. Pero con Busby Berkely, el hombre que
sentó los cimientos de su carrera, la cosa se quedó en cuatro años. Es verdad
que la duplicaba sobradamente en edad.
Después
se casó con el millonario, Willis Hunt Jr, un bróker de yates de lujo. Es obvio
que no hubo mucho roce entre ellos; dos meses. No está mal. En plena jungla
tropical se enamoró como una cadete de Marín del Capitán Thomas Wallace. La cosa
terminó en 5 meses. Hasta el capitán dejó para la posterioridad aquello de “yo
sabía que nunca sería el Sr. Landis”.CL no conseguía la anhelada estabilidad
emocional y sentimental. Ni todos los amantes que cortejaron y estaban rondando
a la superubia del US Army. Una lista que podría formar una promoción de nuevos
cadetes de West Point. César Romero (el gran amigo y confidente de Carol),
Spencer Tracy, Charles Boyer, Victor Mature, Burgess Meredith, Charles Chaplin, Mickey Rooney, Pat De Cicco,
Robert Stack, Oleg Cassini, George Montgomery Franchot Tone, Cary Grant,
Anatole Litvak y Bob Topping el futuro marido de una vieja rival: Lana Turner.
Todo un gran equipo de mozarrones en las noches más solitarias del Hollywood
Underground. ¿Tan tocada dejó a Carol Landis la ruptura con Mr. Zanuck? ¿Todavía
le pesaba en el alma su tintado rubio, cuando, creía que iba a ser la nueva
Scarlata O´Hara? No. Carol Landis, era una mujer capaz de pilotar un B-52,s y
hasta un tanque Sherman. Era valiente y vital. Sin embargo, la vida proseguía,
y llegó junio de 1944. Carole se fue de nuevo en una nueva turné mundial para
divertir las tropas. En esta ocasión acompañada por Jack Benny pero ya
debilitada por el episodio anterior de malaria. Ahora, quien acecha es el
paludismo y sufre un proceso de una neumonía en Nueva Guinea. Ya en 1945 y con
el acta de divorcio en la mano, del Cap. Wallace dio con el productor de
Broadway W. Horace Schmidlapp, al que resistió tres años. El nuevo elegido de
su corazón: Horace Schmidlapp, multimillonario y accesoriamente productor. Carole
parecía más feliz y determinada a administrar mejor su vida y su carrera. Es
bella, es célebre, es rica a la edad de los 24, ahora desea cumplir su sueño,
de ser reconocida como una verdadera actriz y dejar a un lado la vitola de la
sempiterna «glamurosa corista», y por supuesto fundar a una familia.
Un
matrimonio estable y con niños son su nuevo fin. Además venía de rodar dos
films interesantes, obviados por la crítica, con dos directores, sui generis,
el Noir “Behind Green Light”(1946) de Otto Bown y “A Scandal in Paris”
(1946) del maestro D. Sirk, al lado de
Gene Tierney. Pero cuando ellos vuelven a Hollywood en noviembre de ese mismo
año, no es para un asunto de nuevos contratos o irse de compras, pues, Carole
debe ser hospitalizada urgentemente. Las secuelas de sus enfermedades exóticas
adquiridas en el Pacífico Meridional, empiezan a dar señales preocupantes y los
continuos dolores, en el vientre, son inaguantables. Ella teme que sus posibilidades
de maternidad se vean sesgadas definitivamente. Carole Landis también sufría
endometriosis. El golpe la deja fuera de juego, ya no en lo físico, pues, sus
últimos trabajos quedaron en el olvido y solamente, le quedaba el circuito de
las producciones de low cost. Todavía frágil y desubicada acaba dándose de
bruces con el presuntuoso y cruel actor inglés Rex Harrison (aquel que le hizo
llorar a moco tendido a Audrey Hepburn en “My Fair Lady” 1964) y se enamoró
locamente del tipo. Una pasión recíproca. Un adulterio compartido: Landis con Horace
y Harrison con la prusiana y exquisita actriz, Lilli Palmer. El matrimonio
Harrison&Palmer habían llegado a Hollywood en 1945. Lili Palmer era una
mujer talentosa y acaba de ser contratada por la WB. Su esposo tenía la vitola
de conquistador vanidoso. Rex Harrison pasaba los fines de semana con Palmer y
el resto de los días con su querida: Carole. El actor consideraba a Landis una
muesca más en su currículm de amantes. Al parecer, a la buena de Landis, le
contaba la milonga que ella era la mujer de su vida.
Había
intentado pedirle el divorcio a Lili Palmer y ésta, no se lo concedía. Harrison
tenía fama de jactarse de los suicidas y alardeaba de determinados chistes
misóginos, en petit comité. En el fondo, el
tipo era un pieza, en toda regla. Evidentemente, como actor era muy bueno.
Demasiado bueno. Y le divertían los enredos. CL parecía estar cansada de la
tensión entre las propuestas de Hollywood y los contrasentidos de Harrison. Se
fue a Inglaterra, durante seis meses, —lugar donde sentía un especial recuerdo—
durante sus bolos castrenses. Allí rueda sus dos últimos films; “Noose” de
Edmond T. Gréville y “Brass Monkey” de Thornton Freeland en 1948. De vuelta a
su mansión de Hollywood, CL, empezaba a tener claro, que RH no se divorciaría.
Unas voces hablan de entereza por parte de CL y otras, que entró en una crisis
de ansiedad. Como una joven enamorada, de sus tiempos en S. Bernardino, decidió
tomar el camino rápido del Seconal. Un barbitúrico muy conocido por estos lares
de las crónicas más subterráneas. ¿No les suena todo esto demasiado extraño o muy
normal? Tomar una sobredosis de Seconal, la madrugada del 4 de julio (fiesta de
los EE.UU) cuando unas pocas horas antes, se hallaba charlando con su médico
personal, el Dr. Douchebag. Y
es que la vida es así de antojadiza. Una nace un día de Año nuevo para morir
unas horas después, el 4 de julio. El 5
de julio de 1948, tras tocar varias veces a la puerta de su habitación —en su
lujosa casa de Pacific Pallisades— Mr. Harrison encontró a Carole tirada en el
suelo, su cabeza reposaba, sobre un joyero con sus anillos. En una mano
sostenía varias píldoras y en la mesita de noche había una carta dirigida a su
madre: “Adiós, ángel mío, reza por mí, tu baby doll” y otra para su secretaría.
Baby Doll se había marchado de este mundo con 29 años. Tal vez, en busca de su
auténtico amor, Carole Lombart y el tío Sam. Lo demás es polvo de estrellas
hidrostático. Nunca te olvidaremos Miss Landis.
Fotogramas
adjuntados
Carole
Landis en US Army
One
Million B.C(1940) by Hal Roach
“Moon
Over Miami”(1941) de Walter Lang
"A
Gentleman at Heart" (1942) by Ray McCarey
"Behind
Green Lights" (1946) Otto Brower
Rex
Harrison&Carole Landis (1948) bailando
Carol
Landis (1948) muerta en el suelo de su mansión
Biografía consultada y recomendada
Carole Landis: A Most Beautiful Girl by Eric Gan Ed. University Press of Mississippi 2008
Carole Landis: A Tragic Life in Hollywood by
E.J.Fleming Ed.McFarland 2005
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