Veronica Lake, la greña rubia más fatale del Noir
Cuentan las crónicas
bíblicas que Jesucristo en su vía crucis, espoleado por los romanos, mientras
recorría su calvario con el maderazo a hombros entre indolencia y ojeo
impasible del personal. De repente, se le acercó una mujer muy hermosa llamada
Verónica y con su pañuelo: le secó la cara de dolor al mesías. El adorado
casimir donde los sindonologistas; unos tipos muy agitprop versys Código Da Vinci en su versión cañí, todavía siguen
discrepando sobre la faz y el holograma que nos consiguió aquella femme y las
calidades del drapeado. De ahí, que su nombre—etimológicamente—en latín proceda
de verum (verdad) y del griego eikôn (imagen). La fama de Verónica
transcendió tanto que llegó hasta el cetro del emperador Tiberio. Nuestra
Veronica—sin acento latino— que nos acompaña, también fue tan gloriosa como la
madura Kim Basinger —capuchón misterioso incluido— a modo de Vamp en “L.A
Confidential” (1997) de C. Hanson. El
último homenaje decente y acertado al Noir, gracias a la prosa J. Ellroy del ya
lejano S.XX. Hasta aquel rudo, hermético y jovial R. Crowe suspiró por su
capucha de la turbia rubia. Empero, la auténtica Lake todo el mundo la quería y
se convirtió en fantasía nocturna de los marines. Durante la II GM descubrieron
una isla en el Pacífico que bautizaron con el nombre de Isla Veronica en su
honor. Todo parecía cantar y coser para el pequeño ángel rubio de apenas 151
centímetros. La diva Lake apostilló en plena efervescencia de su reinado: “en aquel tiempo nadie podía
llegar más alto... Era la puta ama". Fue declarada la “pin-up” más famosa
de todos los cuerpos del tío Sam. Pero como he dicho antes no hay eikön que sea verum: los más castizos, lo cogerán a la primera.
La reina de los
calendarios junto con la otra diva de California (ya hablaremos de la icónica
angélina) estaban en todas las puertas de las taquillas de los aguerridos
soldados Made In Usa. Hasta los nazis sabían quién eran estas dos. Pero nada es
eterno y los gerifaltes del US Army se llenaron de cólera. Ipso facto, el cielo se oscureció cuando recibió la orden contra la imitación del
peinado de la diva y amenazaron a todos los estudios que la contratasen con
demandarlos. Sugirieron un nuevo estilismo. La argucia se sostenía en la famosa
greña tapando un ojo. Este hermoso mechón producía accidentes entre las
entusiastas trabajadoras de armamento por falta de panorámica. Veronica se tuvo
que cortar el pelo y perdió su sex appeal. Fue el principio de su caída en
barrena. Nacida bajo una luna de escorpio en Brooklyn (Nueva York) por la
década de los veinte. Su padre, siendo apenas una niña, murió en un accidente
laboral y su madre volvió a casarse con un amigo de la familia. Constance
Ockkleman, era su verdadero nombre de pila. Verónica Lake, fue enviada a un
colegio católico en Montreal. No fue su fuerte la sociabilidad. Tampoco la
empatía con el resto de compañeras y su familia que acabó trasladándose a
Florida. Los problemas de su niñez, pasaron a la adolescencia y se le
diagnosticó una esquizofrenia paranoide, que siempre se camufló por motivos adulterados.
Evidentemente, la conflictividad le acompañó a largo de su carrera. ¿Les suena
de algo? Debutó en 1938, con un pequeño papel —sin créditos— en el film ”Sorority House” del genial John Farrow,
a la que siguieron otras pequeñas intervenciones hasta que una prueba suya dio
con las manos de un ejecutivo de la Paramount. A finales de 1940 se casa con el
Director de Arte, John S. Detlie con quien tuvo a sus dos primeros hijos;
Elaine y William. La cosa terminó como el rosario de la Aurora.
Posteriormente, la pequeña rubia del cabello platino firmó un
contrato con la Paramount de ocho años y comenzó una carrera meteórica con un
papel de mujer fatal—magnética— durante la década de los 40. Directores como M.
Leisen y el inefable P. Sturges la catapultaron al estrellato. Formó pareja con
dos actores estelares de aquella década: Joel McCrea y el pequeño de gran talento, Alan Ladd. 165 centímetros, de
corazón y polivalencia artística. VL, se convirtió en poco tiempo en el centro
de la atención Hollywoodense. A la crítica, técnicamente no le convencía sus
dotes. Pero tenía el aplauso de un
público entregado. Verónica Lake
era el nuevo icono femenino en la meca del cine. La década prodigiosa
de Miss Lake fue un producto Made in
Hollywood. Diseñaron a la mujer arcana, por excelencia, una suntuosa y elegante
vampiresa que se escurría por la pantalla de una manera portentosa. Parapetada
en vestidos de seda, rasos o tafetanes tras un rostro angelical, cubierto de un
pelo rubio, sedoso y lánguido. Sus cautivadores ojos azules entrecerrados. La
verdad es que el personaje creado—ex profeso— iba absorbiendo, lentamente a la
propia Verónica, sin que ella se percibiera del efecto. Lo limitado del
personaje que le crearon puso un fin rápido a una carrera basada en la artificialidad
desmesurada. Todo ello, fue en detrimento de su sobrio y exquisito talento en
la pantalla grande. Dos títulos históricos del Noir clásico: “El cuervo” (This Gun for Hire 1942
y “La llave de cristal” (1942) junto a Alan Ladd, llegando a protagonizar con él varias
películas. En realidad, esta pareja —artísticamente— desprendía una química
fantástica y fueron los mejores de films que rodó VL en toda su carrea. Las
portadas de revistas de la época, se los rifaban. Obviamente, hacían muy buena
pareja.
Llegó su momento con
Clair y aquella “me casé con una bruja”. Un rodaje de locos y enfrentamientos.
Consecutivamente, nuevos rodajes y affaires con Fedric March, Joel Mc Crea y la
Colbert— tenía mucha correa— aguantando el envite de la diablesa. Era una
máquina de hacer dinero y líos. Se atisbaba un precipicio cruel. Lo del tío
Sam, citado al principio hizo mucha pupa. Entre los revoloteadores que la
cortejaban había una lista interminable y Confidential. Destacamos algunos
pesos pesados; Howard Hughes (al boss le gustaban todas), Aristóteles Onasis,
Marlon Brando y el director André de Toth. Curiosamente, el hombre del club del
parche fue quien se llevó el premio. Un director de origen húngaro, muy
solvente con títulos entre la serie híbrida de tipo A con la B, pero con un
prurito desbordante al encasillamiento en la serie B. Filmó Noirs y westerns
magníficos. Contrajeron matrimonio en 1944. De esta relación nacieron sus
hijos: Michael y Diana entre 1945-48. Tras la ristra de filmes fracasados y
flojos—que veremos más adelante—llegó otro Noir fantástico; "La Dalia
Azul" (1946). Nuevamente, a la vera
de su amigo Alan Ladd. Aquí
recuperó la sonrisa y llegó sacarse una licencia de piloto civil en ese año.
Registrando un vuelo entre Los Angeles y New York.
Es el momento donde
la prohibición de su hermoso peinado le dirigió hacia el enclaustramiento de
títulos “serie B”. Lúgubremente, los buenos papeles dejaron de llegar y su vida
fue distanciándose de los rodajes y
buscando un refugio en su nueva amiga: la del cuello largo. A finales de 1951
se divorcia de André de Toth (tras una relación que daría para una novela pulp,
pues la Lake lo tenía de los nervios) y se declara en quiebra por acumulación
de deudas con el erario público. La Paramount no le renovó su contrato. Estaba
fuera del circo y no rodó otro film hasta 1952, en esta ocasión con la Fox,
llamada “Stronghold” muy a regañadientes. Veronica estaba en la cuerda floja.
La petaca del mal le estaba jugando una mala pasada y sus problemas con el
brebaje dionisíaco eran tan serios como los de nuestro querido Don Draper.
Durante aquel período, muchos actores se
negaban a trabajar con ella por su imprevisible genio y salidas de tono.
Paramount la remató con películas, realmente, sosas, previsibles y en
definitiva, muy malas. Lo único bueno era ver a esta femme y su rostro límpido
en la gran pantalla. “Detengan a esa rubia” de G. Marshall (1945), Out of This
World de Hal Walker (1945), and Miss Susie Slagle's (1946) de John Berry .
Todas ellas fueron un
desastre y un ejercicio de talento desperdiciado. Años más tarde Veronica se
confesó sobre tan lamentable situación:”Nunca me di cuenta, de que había
comenzado a deslizarme por la pendiente, y que seguiría cayendo por ella, hasta
no poder evitar la caída. Yo pensaba que nada podía perjudicarme, veía mi
carrera llena de prosperidad." La Agencia Tributaria de USA, le embarga
todos sus bienes y su "carrera" hasta 1955 se limita a apariciones en
televisión y en el teatro que no le aportan nada. En 1955 se casó por tercera
vez con el músico Joseph A. McCarthy. Tras romperse un tobillo cuatro años
después, ya no volvió a trabajar como actriz. Se divorció e inició ese viaje
Carontiano a los infiernos que la hizo divagar entre hoteluchos baratos,
pensiones de tres al cuarto y baretos de Brooklyn por las zonas más canallas de Nueva York. Fue
arrestada en varias ocasiones por embriaguez y escándalo público. Su deterioro
mental y físico se aceleró a la velocidad de la luz. Hace lo imposible para no
ser vista ante su público como un freak catódico. Enferma, alcohólica y
arruinada, intenta desaparecer de la escena pública. Aunque sean en vano. Un
periodista se dio de bruces con ella en Manhattan, pues era la camarera del
bar.
Se montó una escena,
pues al darse cuenta de la situación VL, intentó hacerse pasar por una clienta.
Poco a poco su desgaste salió a la luz y confesó la verdad. Esa publicidad
efímera le proporcionó un regreso patético a los escenarios. En 1966, trabajó
para la televisión como presentadora en la ciudad de Baltimore. También
apareció en un filme lamentable: “Footsteps
in the Snow” (1966) dirigido por un tal Martin Green. A partir de ese
momento, su vida se convirtió en la del
personaje de “Leaving Las Vegas”. El alcohol se apoderó de su vida, y este
hecho le provocó la pérdida de las pocas monedas que le quedaban. Su salud
física y mental se quebró del todo. A finales de los 60 estuvo recluida por
paranoia (al parecer afirmaba estar siendo investigada por el FBI). Ésta, era
la Veronica de los 60; sola, enemistada con toda su familia —incluidos sus
hijos— decide escribir su autobiografía titulada: “Veronica”, con la que logró
recuperarse —económicamente— por unos instantes.
Con parte de las
ganancias produce una película de terror de serie casi Z “Flesh Feast” (1970),
donde su protagonismo es horroroso y lastimoso, siendo un fracaso de aúpa. Se trasladó al Reino Unido, donde contrajo
matrimonio con un marino llamado Robert Carleton-Munro. Duró muy poco, pues en 1973 regresó a Estados Unidos, donde tuvo
que ser hospitalizada debido a sus problemas de alcoholismo que le produjeron
una hepatitis crónica e insuficiencia renal. Murió el 7 de Julio de ese mismo
año. Ni en una de las mejores novelas de M. Cain, Thompson, Chandler o Hammett
lo hubiera hecho mejor: sola, arruinada y joven. Cuando falleció tenía 50 años.
Veronica la greña más hermosa de los 40, estrella y títere de su propia
historia. Dejó un solemne epitafio: "Nunca deseé ser una estrella, nunca
me lo tomé en serio. No podía vivir, no podía soportarlo, odiaba ser algo que,
en realidad, no era. De haberme quedado en Hollywood habría terminado como Alan
Ladd y Gail Russell: muerta y enterrada. Aquella ciudad de ratas los mató y sé
que también me habría matado a mí".
Dedicado a Esther y Lidia mis camareras favoritas de la greña de aquel viejo after
Biografía consultada y recomendada
Veronica: The Autobiography of Veronica Lake by Lake, Veronica; Donald Bain Ed. Citadel Press. 1970
Veronica: The Autobiography of Veronica Lake by Donald Bain Ed. Batan Books 1972
Peekaboo: The Story of Veronica Lake by Jeff Lenburg Ed. IUniverse 2008