El aroma de la Sra. Shelley

julio 27, 2018 Jon Alonso 1 Comments







Aquel día perdí el rumbo y el cuaderno de bitácora, donde recogía las últimas notas. La tormenta se mostró con una fuerza inusual. Cayeron bártulos y soldados de plomo, como enormes bolas de granizo. Era un tobogán sin final y claro; el libro de bitácora despareció. A pesar de aquel desastre; la Sra. Shelley se acariciaba el pelo, mientras contemplaba el hundimiento de nuestras vidas. Desgraciadamente, las horas se volvieron erráticas y tediosas. Afortunadamente, llegó el momento, donde la pantalla del viejo teatro mostraba el The End. El silencio se volvió jolgorio y la oscuridad luz de cristal, hasta la siguiente semana. Desde los urinarios llegaban inquietantes efluvios a orina rancia y lejía. A través, del pasillo se atisbaba una figura sentada, remarcando una sombra inmóvil. En la calle del viejo Londres; la oscuridad terminaba de impregnar la nebulosidad total. Incluso nos dejó ver los últimos destellos de las luces de gas.
















La figura inmóvil toma vida y comienza a seguirnos. Gira su cabeza hacia la derecha y baja la escalinata del teatro con desparpajo. Allí se queda en la penumbra. En el último rincón del boulevard, el viento ciega a los peatones y cambia el itinerario, de aquellos que no saben dónde ir. Conversaciones avisan de la muerte del verano. Los silbatos y las voces de la policía llaman al orden, y éste aparece, como espuma de diazepam, en el capuchino del aguerrido personal. La noche en tormenta no era apetecible para aquellos chavales tímidos y pudorosos que vimos en la terraza del puerto. Otra vez, el rostro resplandeciente de la Sra. Shelley desistía de la atemporalidad momentánea —no hizo ningún gesto expiatorio— mientras mantenía la compostura. La pérdida de la inocencia y la caída meteorológica de la moral, dejó a la vista un panorama lleno de prejuicios hacia su persona.















Se escuchaba el tic-tac del grupeto de relojes de los estados del tiempo. Era el mismo artilugio que nos acompañaba allá donde fuéramos y tan inexacto como una predicción apocalíptica. No obstante, confiábamos ciegamente en su mecanismo, que velaría por nuestra seguridad. La noche se arrancó con unos truenos que nos generaban taquicardia. Era el preámbulo de la función. Inesperadamente, el telón no subió en esta ocasión. Cuando todos lloramos la caída del reloj de arena. De inmediato, se esparcieron las areniscas del runrún de la tragedia. Todos mirábamos a la Sra. Shelley con el anhelo de una inocencia confundida. Nuestros sueños se quebraron —de la misma forma violenta, que el reloj— nunca más despertamos de aquella pesadilla. La Sra. Shelley se marchó envuelta entre tinieblas y sombras con el gigantesco monstruo de la mano.
















Ahora, si se escuchaba el tic-tac del reloj, y ella llevaba un gran ramo de lirios, en los brazos. Se giró y nos sonrió, mientras daba un inocente beso a su querida criatura. Después, arreció el viento y su melena de cabellos blancos desapareció en el horizonte de la bahía. Alguien, pensó que éramos demasiado viejos para estar muertos.—Yo sólo me preguntaba: ¿alguna vez vimos, antes de la tormenta, un bergantín en algún lado del otro, por aquel viejo Londres? ¿Somos los últimos habitantes del viejo cementerio? La Sra. Shelley parece feliz, pero se marchó sin invitarnos a tomar su rico pastel. Finalmente, Las calles estaban anegadas de agua y se formaron riachuelos que terminaron arrastrándonos, uno a uno, al lado de cosas sin valor. En el fondo, sólo creí en Dios, aquella tarde de otoño, cuando la Sra. Shelley nos invitó a su morada. 





                                                                                                  


                                                                                        FIN


                                 Dedicado a  Macario Gómez Quibus Marzo 1928/Julio 2018   In Memoriam
                              








Fotogramas adjuntados


Frankenstein 1931 by James Whale                                                      
The Frankenstein Chronicles 2015 (TV) by Benjamin Ross
The Bride of Frankenstein 1935 by James Whale
Mary Shelley's Frankenstein1994 by Kenneth Branagh,









                    

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