El placer del ingrato

mayo 27, 2014 Jon Alonso 0 Comments










¿Quieren  ustedes vivir por sí mismos o están esperando a que el sistema les cobije en un lugar utópico? Es curioso el mundo que hemos creado. Éste, no. El de Atapuerca. No se confundan de carretera, que los radares de la DGT observan. ¿O acaso la dolina burgalesa era más sabia en manos de los Gómez mientras copulaban de cuclillas? ¡Venga, ya! ¡Sííí…Se lo digo a Usted mismo o Ud. misma! ¿Saben lo que es el placer del ingrato? No se preocupen, yo les pongo al corriente. Sí. Lo digo bien alto: me gusta discutir. Chillar y cantar dentro de un coche con el estéreo a toda pastilla, ultrajar en los atascos, cuando voy en moto, me meto por el hueco más inverosímil y sobre todo, hacer la peineta a los taxistas. Ciscarme en la bandera del equipo rival. Si ganan las elecciones, la opción ideológica que no aguanto: me pongo de los nervios. Vamos, qué me da un reventón. Me gusta engañar a mi mujer, esnifar en el WC de mi empresa, beber carajillos de Jack Daniel´s en el almuerzo y eructar. En el fondo, me gusta cagarme en la puta madre de fulano, fulana, mengano, mengana, zutana o zutano y pegar puñetazos en el reposabrazos del sillón de mi casa mientras veo un partido de fútbol ¿Pasa algo? O tengo que llamar a Tony Soprano. ¿Es anormal este arrebato de honestidad para sus huestes? ¡Ah, ya lo pillo! Andaba en mis ausencias, cada día más severas y la morfina dentro del zapato; perdiendo mis cápsulas de la felicidad. Claro, lo había olvidado. Otro nuevo despiste y además; soy corto de decodificación. Resulta que el Sr. Soprano tiene patente de corso y todo el mundo le gusta como se lo monta, pero claro; yo no soy como él. Mierda de hipocresía. 



















La misma que se envuelve en la catarsis de inacción del ser humano. Sin motivo aparente, apenas una brizna de impulsión, y eso es todo lo que usted necesita para ser un ciudadano modélico. Nada más. Miento, siendo Kantianos, la cuestión estribaría en saber, si descubierta esa fuerza motriz, somos  capaces de hacer uso de ella. Ahora, nos acercamos a los senderos de lo corriente en un orden social formulado. Todos juntos desmantelándonos de la rutina ordinaria, obtendremos sin el minúsculo esfuerzo la suma de felicidad consentida, que el mundo puede dispensarnos. Lo políticamente correcto de eso que los gozos nunca nos permitirán. Y lo más importante, antes de dejarlos para siempre, deberíamos saber que la vida es una guerra diaria, que tu compañero-a miente sistemáticamente y vivir es igual a estar luchando contra el tedio y el sufrimiento de los desgraciados. Así los hombres que consiguieron acumular fuerzas mayúsculas adquirieron un perfecto influjo sobre el resto del rebaño. Podéis repeler cualquier agresión y haceros de respetar: la gloria de la admiración y la envidia del mediocre queda más cerca. No os preocupéis por el último; es el más débil en esta contienda. No nos sirven nuestros bíceps para nada, si los fardos están en manos de los tramoyistas de la delación: tus mejores amigos. Fíjate, qué sencillo y fácil. Mañana mismo sería el día ideal. Viene tu colega, te invita a un cigarrillo que contiene opio de Mediaset, camisa negra de Zara y melena con barba recortada por la maquinilla afeitadora, de un emporio de electrodomésticos germanos, en manos de su novia: una rubia oxigenada de clase bien. Notas que te mareas y te espetan—Es algo efímero. No te pongas nervioso.



















En una idea vulgar, que nunca traspasará los horizontes de la crónica mundana. Ni sus ternuras inmortales echados a una suerte de austeridad amable y social. Donde el burgo transformado en espesa madeja de pelo áureo, huele a la sustancia más maleable de una joyería convertida en ingratos girondinos que saludan a vuestra nueva Iberia; marchando por encima de la indolencia del silencio de los inocentes. Mientras, el compañero de al lado os inyecta el virus de la envidia y sus bacterias se espolvorean por la oficina, el colegio, la fábrica, la mina, los grandes almacenes, los laboratorios, las peluquerías, pueblos o ciudades. El seductor elemento que jalean todos al unísono. Mil veces más perturbador que la celebración de una copa de Europa, que un convenio de paz laboral o la homilía de un Papa empalmado en Semana Santa.  La envida se coló en la muerte del individuo, como la hipocresía en el vecino que mira hacia otro lado. Ejecutando un extraordinario ejercicio de profilaxis amoral, que termina por arrasar el poco bosque de matorral que escondía las bondades de los últimos infelices; aquellos silentes y apacibles desgraciados en el ring de la mentira humana. Nunca dejes de vigilar tu espalda y recuerda que tu peor enemigo se viste de almíbar, huele a Nenuco y da los buenos días por la mañana.




















En realidad, fumar es una putada. Nos gusta, aunque queramos decir: No. Y es que el mal reside en todo negocio de las multinacionales fascistas. —Reitera la pareja del moreno y la rubia sabelotodo. Resumiendo, la culpa es de la Imperial Tobacco Group que proporciona el opio con todas las de la ley. La puta organización, te da el alcaloide con todas las Villa García. Un opio mezclado con la materia—teóricamente— fumable y reconfortante para el intelecto. Es decir, dado con premeditación, alevosía y ensañamiento. Luego éste es nuestro eslogan; ¡Huid, cabrones de las cajetillas de Mediaset, de los lectores aficionados al noble e incorregible vicio del tabaco!... Y exigid al burgués de vuestro estanquero, que os dé todo el dinero de la caja, pues ha de compartirlo con el prójimo. Las clases y las marcas del Ibex que antes gozaban de vuestra predilección están muertas. Y además correréis otro peligro grave: es posible que vuestra familia crea verse sorprendida por esas nuevas reacciones y su proyección kármica interior retratada en los ojos ajenos. En ese instante, el selfie será macabro, pues vuestros cuerpos estarán dormidos e inmóviles; los primeros síntomas de la encefalitis letárgica. Sí, amigos; los que montáis la guardia a la puerta de los estancos, los que sobornáis a un agente o compráis la adhesión de un golfo tuercebotas, los que consideráis que sin el pitillo que arde y lanza al espacio volutas de humo y hace de la vida un desierto privado convertido en oasis quimérico del ingrato: su placer infinito. Ya lo dijo el gran Ian McEwan; no hay mayor placer que el de los extraños. Ahora, a toro pasado, hechos doctores Honoris Causa: constatamos ese gozo de la ingratitud perenne.













                                                   Dedicado a John Wayne en 107 aniversario de su nacimiento













Fotogramas adjuntos:

Gaslight (1940) by Thorold Dickinson
North Country (2005) by Niki Caro
Ressources humaines (1999) by Laurent Cantet
Mi piace lavorare (2004) by Francesca Comencini