La gabardina solar

abril 29, 2017 Jon Alonso 0 Comments








Aquella última tarde de abril tumbado en una vieja hamaca; sudaba una especie de efluvio viscoso y glutinoso. Tenía la tez pálida y apuntaba con la mano derecha a la puerta del rellano. No me temblaba el pulso. Algo que aprendes con el oficio, tras largos años de trabajos y el manejo de todo tipo de armas. La noche se volvió fría y silenciosa como una gruta noruega. No obstante, aquel rellano era unos de los incontables pisos de la gigantesca finca derruida por el último bombardeo de la gran Guerra Solar de 2087. Los evidentes signos de violencia —en el corredor central— atestiguaban lo que estaba pasando. Al fondo de aquel largo pasillo; se dejaba ver la figura solitaria de la gabardina. Ésta, seguía aporreando la puerta 9. De inmediato, la criatura derribó uno de los muros; que pilló a un niño rollizo de cabellos rizados rubios. Sin darle tiempo para rectificar la posición, la criatura se abalanzó sobre él. El bermejo chaval se zafó con un gracejo sutil. En apenas dos segundos, la bizarra criatura chocó contra la puerta corredera de cristal que daba al patio. Ese bicho —los más viejos del lugar— lo llamaban el Colombo de las tinieblas. Una especie de lagarto de Borneo con cabeza de Pitbull muy cabreado. Ni corto, ni perezoso acerté de un disparo rápido —a una sola mano— en el costado de la extraña criatura.














Se escuchó un alarido agudo muy prolongado. Una de sus patas resbaló con el empedrado del bordillo de la vieja piscina; ahora convertida en ciénaga. Se hundía precipitadamente y acabó por sumergirse del todo en la enmarañada alberca. Me acerqué, con cautela, ya que la única luz del patio venia del ardiente plenilunio. Sin embargo, mi olfato me daba que, en la fetidez de aquella agua estancada; se escuchaba un murmullo burbujeante. La bestia estaba allí y juraría que aquel engendro llevaba una gabardina del siglo XX, de aquellas tan famosas de Cortefiel. El patio del complejo que daba —a lo que un día fue— la hermosa y funcional piscina comunitaria; se había transformado en una oficina acuática donde residía la bestia de las bestias. Anduve vigilante y me quedé traspuesto, en una pequeña cabezada. Nuevamente, la delicada y perspicaz anatomía de mi oído vuelve a escuchar, el arremolinamiento del agua, y, un fuerte zumbido de abejas. Éstas, parecían estar coléricas. La criatura volvió a levantarse y lanzó un zarpazo al aire como queriendo atrapar el tropel de abejas que sobrevolaban la vieja piscina.















Ahora, si me notaba completamente despejado. Estaba convencido de lo que veía delante de mis ojos. Noté como temblaba el suelo. Entonces —veía— con un exultante asombro, al lado de la pared resultante, una lustrosa garra de su pata izquierda. Entonces, para mayor desconcierto, atisbo un grandioso salto del extraño ser. Sin embargo, aquella rara creación, no calculó bien ese brinco y se quedó plantado. De espaldas, cola y aguijón saliente, a través del corte de la gabardina. Estaba muy harto del puto bicho: lo esperaba con ganas. Apuntándole al centro del tronco. Decidí que si lo fulminaba sería mirándole a los ojos. Giró su enorme cabeza rabiosa y rugosa. En ese mismo instante, me quedé fuera de juego, cuando sonó un grave lamento. Un quejido gutural de bestia dolida en amor propio.  Se había clavado una enorme esquirla de los muchos ventanales rotos que cruzaban el pasillo. A continuación, para mayor, perplejidad, en toda esta lucha: el bicho me habló en un perfecto español. —“Quizá puedas matarme, empero muchos otros vendrán y seguirán llegando, uno tras otro…” El tono de su voz, te congelaba la sangre, era un sonido que venía de lo más profundo del infierno. 














Me sentí confundido unos segundos. Y lleno de rabia, disparé todo el cargador, de mi gastada Beretta 92, en la arrugada cabeza del bicharraco. Mientras, un mortal, esputaba la siguiente frase: —“¿Acaso no soy yo el condenado, el mismo, que detestáis, el que siempre os alivia del horror y os limpia vuestras heces, cabrón de mierda? Dices que Dios es compasivo, puede que lo sea, de verdad. Pero es tan sólo una probabilidad. Y qué más da, hace tanto tiempo que le traicioné a mi corazón, que ya no recuerdo donde vivo.” Me desplomé como una manzana de Newton. A lo lejos, unos niños contemplaron aquella luz salvadora, y, por el orificio de dónde provenía, salieron al exterior. La luz del día les deslumbraba y excitaba. Ya no llovía y el sol brillaba con fuerza. Las pupilas del salvador estaban estáticas y dos enfermeros del psiquiátrico le echaron su gabardina de Cortefiel por encima de su frío cuerpo. Desde la escalinata del sanatorio un anciano, con un libro de los “1000 años de confidencias”, sonreía con la mirada perdida. Y repetía mirando al cielo: “Gracias a Dios, gracias a dios, gracias al salvador”




                                                                                      Fin







                                       Dedicado a Jonathan Demme febrero 1944/abril 2017 In Memoriam





Fotogramas adjuntados


Black Mirror: Hated in the Nation(2016) by Charlie Brooker
Suna no onna (1964) by Hiroshi Teshigahara
Them! (1954) by Gordon Douglas
Phase IV (Phase Four)(1974) by Saul Bass







      
                    

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