6 años después, el IBP, sigue enamorado de Hubert Selby Jr. y detesta a Mr.Like

abril 04, 2018 Jon Alonso 0 Comments







Hace ya seis años, que me enrollé la manta al cuello y con la ayuda de la mejor persona del mundo, puse en marcha el Inquietante Bypass. Sepan que no soy muy de celebraciones, ni de escritura personal, ni de la autoayuda, batallitas de chaveas, y por supuesto, mi horrenda empatía social —in person—, que sólo he superado con psicoestimulantes, a lo largo de mi primer cuarto de siglo. Sin embargo, conseguí que mi vida fuera como yo quería: nada de deberle favores a nadie, ni compromisos fraternales. Puedo decir que he hecho lo que me ha salido de los huevos. Eso, sí. Sin dejar de lado mis obligaciones contractuales. Nunca he nombrado a mi familia porque no la tengo. A ver, si la tengo… ¡Demonios! ¿Quién no tiene familia, en este mundo? Aunque, haya sido tu esclavista o maltratador de turno. Una pena, pero claro ese estamento no se elige, se impone. De ahí, mi amor inconmensurable por el gran, Dickens. Me considero un engañado, a todos los efectos. Desde el salto de la placenta de mamá, hasta el lomo de la rana de S. Antonio. Pasando por el fórceps de un obstetra con Celtas emboquillado, pegado a sus amarillos labios, y bigotito falangista, en 1966. Hasta una reanimación cardiaca, debajo de un enrobinado grifo, que chorreaba gélida agua. Afortunadamente, hay algo que me hace feliz, me ha dado mucha felicidad y ha sido mi mejor compañía; el sexo, el dinero y las drogas. El dinero está ahí, no muy lejos. Si trabajas duro, tendrás tu recompensa. Yo he ganado dinero, como me lo he pulido. Una Minipipmer sin tope de voltaje. Y eso, no ha sido nada, comparado con el subterfugio de los jodidos daños colaterales. No. Sres. No conté con ello y de allí, mis malditas penurias. Nunca creí lo que me pasó hace ocho años y menos aún, como me puede estar pasando a mí. ¡Joder! Todavía, sigo sin creérmelo… La putada es que no puedo, ganar dinero como antes. No puedo entrar al campo de juego. He de resignarme, a la realidad, y ese escenario, donde lo vital es apestosamente terrorífico. Sólo quieres desaparecer. A ver, que no me vean en estas últimas letras, escorzos de lloriqueo o moquear. No me quejo, no me gusta el postureo de la lamentación. ¡Cojones! Ahora no puedo ganarme la vida con mis manos. Ya, que sí, que lo sé. Lo entiendo. Síí, medio mundo se muere de hambre para que los acomodados europeos occidentales den la murga. Como estoy de aniversario, se joden y la aguantan. Me crie en un barrio, donde la gente madrugaba mucho para ir a trabajar y las madres hacían cola en el Mercado Central para traer un poco de morralla a la cocina. Un lugar, donde existía un respeto hacía, la edad. Los gerontes tenían galones y sabían de la vida; se les admiraba. En la calle, los colegas estaban a medio camino entre el mundo quinqui, la heroína, la cárcel y la movida: Una estafa de Tierno Galván, pero era tan cool que comparado, con la acera de enfrente, pues hasta tenía su puntito. En el fondo, un hombre sabio, viejo y muy tierno. Dentro de ese colectivo, de ancianos mayores, estaban los que habían tenido sus problemillas con la ley. Es decir, entre ladrones, los códigos existen. Y al abuelo más gamberro, se le respetaba. Bueno, iba a Roma, con su pliego al Papá. Yo era un estudiante modélico de unas notas magníficas, hasta que dejé de serlo. Tenía mucha suerte, con lo del estudio, pues no estudiaba nada y me acordaba de todas las frases, los versos, las formulas matemáticas y las figuras literarias. En esos escasos segundos que, había leído el libro de turno, me colgaba otro notazo en el examen. Hasta que la memoria se empieza a marchar. Se escapa como el confeti de una noche de fin de año. El otro día mirando mi colección de cajas vintage de los mejores Maltas, me di cuenta que la de Bowmore, tenía unas anotaciones, donde se leía títulos universitarios e idiomas. La abrí y me quedé exhausto. No me lo podía creer, tendría que pasarme un día entero para introducirlos en una base de datos.  Mi casa está llena de libros, casi todos comprados en librerías de lance, rastros u ofertas de saldos. Siempre pensé que con una licenciatura, o dos, la gente te abriría una puerta y te miraría mejor, esgrimiendo debajo del brazo un título firmado por el gangoso matadumbos Borbón.














Yo crecí en un tiempo y un barrio, donde las familias eran tan pobres que le decían al vecino; mi hijo es abogado, eh! Claro, que tiene su lógica. Aquellas personas nunca pudieron leer ni un solo libro. En el fondo, es una gran estafa, lo del título de matadumbos. Todavía recuerdo el día que llegué a la universidad —uno estaba encantado— menuda breva. Trajeado como Patrick Bateman. Olía a Ferragamo y pisaba con fuerza mis Clarks. Un 127 Fura, en la puerta y un montón de nenas “Ñan”, que me miraban. No había muchos tíos de 25, todavía quedaba un mes para los 26. Ah!, aquel aspecto aniñado y guapín que daba propinas al camarero del bar de la facultad y pagaba las copas de criaturas que, llevaban la mochila del Corte Inglés pagada, con los Valecortys, de sus viejos. Era el puto amo. Y batí un record. Menuda máquina: trabajando y estudiando 5 años seguidos: me licencié, con tesina y una tesis doctoral que no quise leer, porque la quemé, tras una noche de farra hasta el amanecer. La quemé en un descampado con una botella de Jameson en la mano. Borracho como una cuba, reía y reía delante del fuego. ¡A la mierda! La cuestión es que no paraba, también compaginé un Máster de dirección de cine, guion y producción, que por cierto lo organizaba gente del ESCAC y una universidad palmera que pone la mano. No recuerdo bien, el nombre, hay tantas, como setas. Sí, esos bolos que se montan algunos de los que tan efusivamente, y a día de hoy, pintan canas por las redes sociales con sus retoños. Como Amancios, en su cumpleaños. ¡Qué tal chico, cómo estás...! Y se exhiben, Ahora, cuando, lo ven a uno, dócil y viejo. Desconchado, por las cicatrices de los quirófanos y convertido en un ser sin vida por el dolor. Todo el mundo siente pena y esa lastima por el descalabro. ¡Grande Wilder, a patadas por las escaleras! ¡Qué lejos quedan las promesas envueltas en oro y lentejuelas! A ver, un segundo, que tengo que tomarme una cápsula de morfina y un zumo. Sigamos, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí, ya recuerdo! Un par de años antes de entrar en la facultad, comenzó mi primer gran intriga por el cine. Sí, aquello fue un escándalo, de cojones. Al lado de la pija, más guay del sagrado corazón púrpura redentor, no soy muy devoto. Será porque pude elegir entre ética y religión. Poca diferencia, la maldad las separa seis grados, en el limbo. Ahí, comencé otra estafa relacionada con el cine, donde aparecían gentecillas de la divina cultura de esta villa fallera. Desde gente que ganó un Goya, pidiéndome una correa, pues se le caían los pantalones. Ahora, el cabrón agarrado como un chinche; no se pintaba una línea de la papelina que llevaba en el bolsillo. Cosas de aristócratas antisistema. Estaba fuera de órbita. Desde que tuve que aguantar una noche, a ese hijo de la gran puta borrachín, de Córdoba. En el rodaje de un cortometraje, me ponen de nani de guardería en el café de la Infanta. Menudo elemento. Por cierto, con la ley actual ¿Se le podría aplicar los cargos de acoso y violencia de género? ¿O lo acosar, a un tío no es acoso? Creo que los The Goya Corporation, me señalaron de por vida. Ahora, la vida da muchas vueltas y entré en un bombo de la champions league. Donde, yo terminé metiéndole el mejor gol, de mi vida, a todos estos niñatos de Papuchi y Mamuchi. Como lo de escribir, no se me daba mal. Alguien, a quien  le tengo un gran respeto dijo; lo haces un rato bien, criatura. Hay gente que te mira con buenos ojos. Ahora, es el presidente de mi club de fans del IBP. No todo va a ser hulla de Ponferrada. Habrá gente que les joda escucharlo y otros se la sudará. Luego, están los que lo dicen todo con la boca pequeña y los ojos ensangrentados. Lo siento, pero no tengo la culpa de escribir y follar como los ángeles de la Capilla Sixtina. Los ángeles follan, y no es mentira, hasta Versace lo dijo, antes de ser asesinado.












La cuestión es que escribí un guion. Aquel guion era para un formato televisivo de concurso. Tuve una idea cojonuda y la cosa, como el que no quiere, fue un pelotazo. El episodio piloto hizo un gran share. Algo que yo detestaba. La cuestión; es que la productora —que gestionaba el programa— no quería que yo tuviera la autoría y el copyright de aquel sarao. Y dije: Puta madre! Nos fuimos a pleito. Como me la traía floja aquel mundo, de chilicuatres, del postureo digital. Accedí a negociar en una habitación, una suculenta compensación económica. Así como la entrega de todos los derechos de autor. Se lo quedaron y felices con unas perdices los perdí de vista. Querían darme la mano o besarme el culo… Yo solo quería marcharme lejos… Ese guion es la idea original de un programa que —a día de hoy— se emite en más de 50 países. No me quejo, eso sí. Mi picapleitos que es una de las personas, a las que más quiero, junto con mi asesor fiscal. Me dijo que estaba loco de atar. ¿Por qué vender algo que lleva 20 años siendo la gran mazorca de la TVs? Te lo dicho mil veces, Isidro:—No me gustaba, esa mierda. Yo quería hacer cine. Irme lejos de este puto país, cuando se muere mi madre. ¿Inoportuna? Puede. La vida y fatalidad, separadas por un instante muy efímero. Una tragedia más, que metes en tu mochila, y se carga con ella. Fue un época convulsa y compleja. El dinero se consumía. De repente, cogí el teléfono. Al otro lado, del hilo telefónico, el depredador de Isidro. Él sabía lo de mi madre y con lo que ganó de la comisión del affaire del guion. Nunca ha dejado de llamarme y preguntar por mi vida. No obstante, Isidro, me llamaba para decirme algo muy jugoso:— ¿Oye, Jon, si no quieres ser guionista famoso, podrías trabajar como escritor negro…?—Ah, pues, tío. Tiene buena pinta. Va a ser que sí. Me consiguió un contacto con una agencia que necesitaba un escritor con estilo y oficio, para ser Ghostwriter. Así, hasta llegar a la edad, de todas mis desgracias, 43 años. La edad de mi eterno amigo Tony Soprano. No lo puedo evitar, pero lo echo mucho de menos. ¿Ven por qué sigo mustio y muy jodido? Lógico.¿No creen que podría estar ganando un pastuki? Luego, está lo de esta chica, rubia, que manda en Madrid y al parecer quiso hacer un Máster, como el sujeto, Blasito. A ver, se acuerdan de la botella de Malta de Bowmore, claro que sí, con lo bueno que está. Da la casualidad, que como no había tenido bastante con la arqueología, la prehistoria, el cine, los putos guiones y el mundo negro. También hice un Máster de Periodismo y estaba en la cadena de los curas de becario. Tenía muchos tacos y la gente me llamaba el becario científico, por lo de los espolones. Los chavalitos pagaban un pastón como la Cifuentes (perdón, ella no) para hacerlo y poder hacer prácticas gratis. ¡Hay que joderse! Venga, ya! Investiguen las universidades que son cómplices de esta mierda. Les gusta el dinero, tanto como a servidor. En ese Máster conocí a Blasito, que sin tener la licenciatura de Periodismo, acabó siendo un tipo muy importante en la consejería de cultura de fallerolandya.












No digo, sus apellidos y demás, porque esto lo tendría que hacer los de la prensa levantina. No confundir con los cachas. Y ya saben, que el dinero, es esencial para mí. Luego, no tengo ganas de joderle la vida a ese cabrón, al cual le hice hasta el trabajo de fin de Máster y tropecientas mil asignaturas. Bueno, dejémonos del puto Blasito y vean cómo se las gastaban, en la capilla del micro de los curas. Llego allí y me dan un plumero y una caja de folios. ¡A la fotocopiadora, campeón y nos traes dos aguas con gas! Pasaban los minutos y a las dos horas, aparece una chica con cara de angustiada. Me dice:—Oye, chico, que te llaman del estudio central. Allí, que voy yo. Mi voz, al igual que mi entrepierna; suena muy viril y sexy. La cosa como el que no quiere, se mascaba en el ambiente, apuntaba mal pálpito. Aquel corral tenía un gallo grande y viejo, al que mi intervención —“in live”— lo hizo polvo cuando entré en antena. Y se las ingenio, para decirles a los de la dirección del máster; que no era la persona indicada para trabajar en radio. Yo antes de marcharme le espeté: ¡Ud. es un envidioso! Lo lleva en la cara. “Arrieros somos, y en el camino, nos encontraremos.” Me marché muy enfadado, enfadadísimo. Supe con los años que, al payo, le dio un infarto, como el que me dio a mí, de los masivos. Realmente, muy jodidos y letales. Empero, él se murió. Lo siento, yo no le deseaba la muerte. Ni se la deseo a nadie. Sólo un par de hostias públicas o unas disculpas… Ahora hay un Máster de radio con su nombre y una placa. Los niños y las niñas bien que estudian periodismo en la privada pagan por hacer prácticas en la silla del rey de la radio fallera. Como diría mi amado Hubert SelbyJr. He tenido una vida realmente, muy literaria. En 2002, Selby entregó a la imprenta su último trabajo, porque ya no tenía vida pública. Atado a un tubo de oxígeno, había dejado de dar clase y padecía una terrible depresión. El bueno de Selby murió en abril de 2004 por la jodida necrosis pulmonar crónica, que soportaba, desde sus tiempos mozos en la marina. Curiosamente, Hubert rechazó la morfina durante sus últimos días de hálito. ¿Entienden porque me gustaría escribir como Hubert Selby Jr? No hay escritores como él, ni los hacen ni se fabrican. Es muy difícil ver algo tan sui generis, como aquel genio. Recordaré aquella reseña que escribió para L.A. Weekly: “Lo extraño, en realidad, es que todavía estoy vivo, y que periódicamente puedo publicar un libro. Creo que tiene que ver con aquella sentencia de muerte que me dio el médico cuando era joven. Que se vaya a la mierda, pensé entonces. Nadie me dice lo que tengo que hacer”. Durante estos 6 años, el IBP, en realidad se le debe al coraje de una mujer extraordinaria, que me empuja a ponerme delante del ordenador. Aunque, sea en una silla de ruedas. —Escribe, Jon. —No cielo, yo no soy escritor. Para ser escritor se necesita el arte de la disciplina y la técnica. Y yo nunca he sido disciplinado, aunque tenga mucha técnica. Está claro que soy una causa perdida. No tengo miedo a la muerte, sólo a no verte nunca más. Eso si que me da auténtico miedo. Aquí me he sentido libre y escribo cuando puedo, sin presión. Escribo de lo que quiero, siempre con el cine por delante. El dinero, nos da la libertad, para elegir ser muchas cosas. Lo peor, es tenerlo y no tener salud. Es obvio, cuando no tienes un céntimo no haces la declaración de la renta. Por cierto, no le den un like, al post. Pues, me importa un pimiento, Mr. Like. Y todos sus negocios de venta de datos; cuando cagamos, follamos, nos cepillamos los dientes o nos vamos de vacaciones. ¡Qué le den a Mr.Pulgar! Empero, si les ha gustado mucho, tendré que seguir escribiendo hasta que me encuentre en un bar muy canalla con el karma de Selby Jr. Palabra de cardiopata.








                                    Dedicado a Steven Bochco diciembre 1943/abril 2018 In Memoriam





Fotogramas adjuntados


Hubert Selby Jr: It/ll Be Better Tomorrow (2005) by Michael W. Dean& Kenneth Shiffrin
The Big White (2005) by Mark Mylod
Man of a Thousand Faces (1957) by Joseph Pevney
I love You Phillip Morris (2009) by Glenn Ficarra& John Requa








               

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