Tristán y el penacho de Sarriko

mayo 02, 2014 Jon Alonso 0 Comments









Tristán Pazos era un auxiliar administrativo de provincias que solía apuntar hasta el más absurdo de sus encuentros. Había heredado el caserón de sus abuelos; un viejo caserío vizcaíno en la llanura septentrional del municipio de Erandio. Un día se encontró con un extraño aparato que sacó del viejo desván, mientras hacía un poco de limpieza. Aquel engendro de formas seductoras y aleaciones nobles le tenía fascinado. Nunca supo muy bien de donde había salido semejante penacho psicodélico, pero le dejaba con la piel de gallina cada vez que lo tocaba. Aquella sensación le reconfortaba.
















Se veía recompensado con el diseño del casco. Cuando cerraba la puerta y se recogía de vuelta a la ciudad, lo dejaba en el más absoluto de los silentes rincones de la vieja casona. En esta ocasión había reunido una buena cantidad de legajos y se dispuso a devorar la gran dosis de lectura que había trascrita en una gastada new courier. Lo más sorprendente era el título del manual; “Maquina de deshibernar”. Su cabeza se disparó como un tiovivo en un Noir de serie B. Pensó— Ahí están toda mi sencillez y complejidad reunidas. En tanto, se mezcló entre la gente que tendía a odiar más y más, a prostituir sus palabras. Rostros húmedos, sílabas detonantes de una gran grandeza y sonrisas macabras que se alaban a sí mismas. Así es como extendía su forma de ver las cosas, al menos esa era la impresión.













Necesitaría un tiempo para hacerse con los planos y documentos de todo el entramado. Pues esto era algo gordo. Quizás un nuevo héroe de la Marvel, pero en serio. Mandaría a la mierda su trabajo en la Diputación. El mundo comenzaría a respetarle más que al puto Putin. Empezaría por librar a la humanidad de la pesadilla de cambiar de chaquetas, radiadores, o climatizadores de última generación. Estaba muy fogoso de pensarlo. Se fue a la estación de Sarriko la joya de Foster, cuando vio esas caras deformadas de la gente —gritaban todos los presentes con tal furia— que parecían estar en un campo de batalla, en una lucha feroz y despiadada con el más temible enemigo. Incrustadas entre sí. Una orgía de cabestros contenidos. Sólo el lento rotar, el suave desplazamiento en la piel, de una milésima de la excitación de un mínimo susurro.
















Sintió todo el peso de su humanidad y cayó derruido; un montón de tejido organizado dentro de una cama. Lo último que pensó fue en los edificios, tiendas y escaparates. Todo aquel alrededor era tan perfecto como un día al lado de Lou Reed. Sin embargo, se dio cuenta, que esa "perfección" no hacía más que consumirnos poco a poco. No hay cosa más hermosa que la contemplación de una puesta de sol. Lo malo es que a esa hora la máquina era imposible pararla. Comenzó a chillar—¡Matadla!, ¡Matadla o ella nos matará! Un alarido seco se escuchó de fondo, como un eco sin retorno.  De repente… Desperté en el box de urgencias. Una enfermera me sonrío—Todo va bien, Jon. Te hemos inyectado 250mg de Tramadol. No te preocupes ha sido una nueva crisis, tranquilo. Venga, descansa. Ya pasó todo.






                                                                               Fin






                          Dedicado al nacimiento del nuevo hermano del IBP; 200mghercianos.wordpress.com








Fotogramas adjuntos:

Faust (1926) by F.W. Murnau
Cronos (1993) by Guillermo del Toro
Carnivàle (2003) TV by Daniel Knauf&Rodrigo García
House of Horrors (1946) by Jean Yarbrough














                                   

Alexander Drake, 8 rounds. 8 relatos de boxeo y honestidad

abril 28, 2014 Jon Alonso 0 Comments








Es curioso. Sentado en mi estudio y pensando en el boxeo, siempre me hago la misma pregunta ¿Cuál ha sido el mejor combate de todos los tiempos? AliVsForeman, DempseysVsFirpo, Sugar Ray RobinsonVsFullmer o HolmesVsNorton. No tengo ni idea. Pensarán Uds. ¡Qué arrogancia la de este amanuense —muy alejado de los medios— y menudo conocimiento del boxeo! Pues sí. He visto mucho boxeo y sobre todo, del bueno. Aquel con el que crecí siendo un niño, el mismo que nos transmitió el difunto Héctor Quiroga  silaba a silaba, gracias a un tono de voz irrepetible de la vieja TVE en B/N. La agonía, la grandeza y la supervivencia por llegar a la gloría desde el cuadrilátero; José Legrá, Perico Fernández, Pedro Carrasco, Tony Ortiz o el inefable Urtain en la edad de oro del último boxeo glorioso Made in Spain. Ha sido mucha la literatura en todas sus variables que ha puesto la solfa a tan hermoso y cruel deporte; poetas como Arthur Cravan y Joseph Moncure March. Periodistas y escritores: Manuel Alcántara, Antonio Martínez Menchén, Jack London, Ernest Hemingway, Julio Cortázar, Budd Schulberg, Norman Mailer o Gay Talese. Además de un largo etcétera que me dejo por el camino. Y no olvidemos que muchos de los aludidos fueron grandes entusiastas de este deporte, llegándolo a practicar como neoprofesionales, Hemingway y profesionales, caso de Cravan. El cine fue otros de los  medios que han dejado huella en la sociedad adaptando relatos, novelas o guiones originales; Cuerpo y alma (1947) Robert Rossen, el ídolo de barro (1949) Mark Robson, Set-Up (1949) Robert Wise y Toro Salvaje (1982) de Martin Scorsese, etc. Así como la cultura de Masas; Muhammad Ali y su activismo convertido en mito por la planta joven de ECI.

















Uno de mis escritores y periodistas favoritos junto con difunto, Umbral es el maestro Alvite—últimamente, lo está pasando mal— que estaría encantado con el libro de nuestro amigo Alain, para el mundo literario Alexander Drake. Y el recuerdo, de esta frase lapidaria en sus eternas crónicas del Savoy, “literatura y boxeo son dos maneras exactas de escupir”. El boxeo es lo más cercano al día a día. Lo entienden, de verdad. ¿Es demasiado heavy, descomunal, excesivo y underground  para sus estómagos? El boxeo es la vida. La vida es enamorarse, arruinarse, deprimirse o luchar por salir adelante. Un infarto y una UVI ¿qué hacen? Un carcinoma de pulmón. Más de lo mismo. ¿Qué le dicen los que saben de esto? Galenos y analistas de impoluta bata blanca: luchen, peleen hasta el último hálito. Eso es el boxeo.  Afortunadamente, en “8 relatos de boxeo” del donostiarra Alexander Drake hay mucho de ello. Novela corta compuesta por una serie de relatos escogidos —ex profeso— con la intención de componer un puzzle de historias muy cortas y puntuales que son una parte de este noble deporte. Un estilo narrativo donde se atisban ecos de un juvenal Jack London. Deudor de esa obra de culto que fue la recopilación de tres relatos pugilísticos en la novela Knock Out y muy cercano al  pulp de los 40/50 con autores próximos al círculo de Lovecraft. Uno de los más prolijos en esta temática, fue el extraordinario Robert E. Howard. Escribió alrededor de 25 relatos sobre esta apasionante disciplina. 


















El caso de este escritor es único en todas sus variantes. Volviendo a las esencias que muestra nuestro autor, veo paralelismos con autores que definieron su carrera en el periodo dorado del pulp Made in Spain. Escritores como Silver Kane (Francisco González Ledesma) y Lou Carrigan (Antonio Vera). Creadores de historias que escribían como los ángeles y gozaban de una gran fidelidad entre los lectores. En ese meridiano, que es el engarce con el pulp estadounidense, iría desde el último tramo de los 40 a principios de los 50. El primer relato narra el enfrentamiento entre un joven aspirante y el campeón de su categoría, un  veterano boxeador curtido en mil batallas con un desenlace trágico. El segundo entre un par de púgiles de mediopelo; un afroamericano y un mexicano con la ferocidad y el amañamiento del combate de por medio. El tercer relato describe con precisión el mundo del hampa desde las entrañas. El mobbing para un púgil, a través de su resignado manager. El boxeador se debate entre la moral y la ética. El cuarto relato es la historia de un luchador orgulloso desde la introspectiva interior de su yo. Mientras soporta un castigo contra las cuerdas insufrible. No quiere tirar la toalla. El desenlace es extraordinario. El quinto relato es el reflejo de la ostentación de las grandes familias de mafiosos por los palcos y terrazas de los palacios de deportes donde se celebran las veladas. Dos boxeadores que disputan un combate con el beneplácito de los hampones. El sexto relato es uno de los más extensos y juega con un exquisito paralelismo de una generación de boxeadores vascos que triunfaron en la Norteamérica de Hoover como Isidoro Gaztañaga y Paulino Uzcudun, lo cuales, boxearon con algunos de los más grandes de la época: Carnera, Birkie, Lewis o Perroni. Bajo mi punto de vista, el mejor de todos. Muy bien documentado y ficcionado por Drake. El séptimo relato es la pesadilla de viejo boxeador arrinconado por las deudas y su mala salud, ante un maremágnum de preguntas de lo pude ser y no fui. El octavo y último, la historia de un combate a muerte con unos sfumatos a Hardboiled y un excesivo prurito por la sangre.
















En definitiva, un trabajo  gustoso por la minuciosidad de los detalles, la puesta en escena y posiblemente, el punto más fuerte que denoto en este libro: su excelente lectura de la psicología introspectiva de los personajes. La formación académica de Drake pasa por la facultad de Psicopedagogía y eso se nota. Descomponiendo el término, encontraríamos dos acepciones a este trepidante ritmo que imprime a sus relatos: pedagogía y psicología. Ambas engullen a sus protagonistas; esos seres humanos, espejos de un juguete roto. Y ahora maticemos. En el boxeo, no todo es sangre y ferocidad. Existen muchos valores que a día de hoy se magnifican en deportistas muy cuidadosos, con estudios y muchos de ellos comprometidos con la obra social. Ahora mismo me viene un boxeador argentino, Sergio “Maravilla” Martínez, muy bueno. Leí un libro suyo excelente. No me lo podía creer. Pero el boxeo moderno ha dado un gran vuelco perdiendo la viscosidad y el tufo cutre de antaño. Por último, no quiero dejar de recomendar este libro para todo aquel que quiera encontrase con pálpitos Londonianos y sabor a buen pulp del viejo Carrigan. Una prosa ágil, frenética y áspera que se devora de un tirón. Alexander Drake es un autor muy interesante y lo digo con contundencia. De igual modo, que si les dijera: no me gusta. El buen escritor tiene que saber contar una historia y adjetivarla, lugar donde nuestro autor, AD tiene su sitio. Por cierto, felicitar a  la Editorial Lupercalia por la factura del libro; elegante diseño y un paginado muy agradable al tacto.













                                         Dedicado a Tito Vilanova, Septiembre 1968-Abril 2014 in Memoriam







Fotogramas adjuntados:
                                       The Set-up by Robert Wise (1949)
                                       Raging Bull by Martin Scorsese (1980)
                                       Alain Gonfaus/"Alexander Drake"