Diarreas verbales provincianas

septiembre 29, 2015 Jon Alonso 0 Comments








Vivimos reos de un tiempo clandestino que sueña con recibir los honores apoteósicos del mérito y el talento. Los mismos que en otras épocas han humanizado a las sociedades modernas. Ahora se han colgado las cadenas de oro en sus cuellos y han cogido a su carlinos para pasearlos con sombreros de Ascot—cubriendo ultrajes de antaño—, mientras ciscan sin plástico municipal ni prebenda cantonal en favor de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Un brebaje que posiblemente dejará del revés los pusilánimes estómagos de hípsters adoctrinados en el santo prepucio Beatnik de Kerouac y existencialismo mal vomitado. Es triste ver como se usan unos a los otros, en un abuso compungido y pacato de altanería. Empero, la fullería no cuela, ya que todos sabemos lo fácil—que es ignorar  cada día a nadie—que es especular  con el capital intelectual de parné en las timoratas  provincias lloronas: ahora que la borrasca viene cargada de copiosa agua celestial. Otros acumularan eritrocitos reales de su banco de sangre con el blasón digital de pedigrí. Timbre y papel por orden notarial para la configuración de nuevo tesoro virtual, ya que la soldada es ficticia, como el campo de batalla. No obstante, todo ello seguirá siendo peonada en balde, pues los sucesores de esas tierras explicarán y demostraran hasta la saciedad el porqué de eso, que todo el mundo sabía de pequeñito: los griegos valían más que los asiáticos—esencialmente— porque la sociedad romana siempre gozó de una plusvalía mayor que la griega.















A ver, qué no sé por qué cojones alguien se me está perdiendo entre toda esta selva gramatical. Tómense un respiro y de paso un chute de naturaleza. Es muy sencillo, tanto como la equivalencia de las sociedades, lo son a la propiedad conmutativa, y todo aquel  —que haya olisqueado la puta EGB— sabrá por donde rulan los higos de septiembre. La sociedad de hoy es la manifestación más grande de la calamitosa humanidad, en forma de cabestros, ágrafos, cantamañanas, tócate la almeja y búscame un mejillón que mi padre es conservero. Basura de provincias, cantos sin solfa, depravación de montaraces y grey de Zara, que agoniza en su doble identidad: dinero y recreo. Se hallan hundidos en una sima frígida que se aviene a ruegos con su amante; la falla de Lorca. Del latir de mi corazón a la agonía del estertor sobre mi pecho marcado  y anacrónico. Esos nuevos horizontes son a corto plazo lémures pudorosos por la roña del rebaño, dentro del musgo de la abadía rencorosa: excrementos sonrientes. No se engañen y sigan pidiendo su abnegada litrona de Cruzcampo, ticket de bus, su buena ración de Gplus o pulgares arriba por red social, pan y Metilfenidato por la patilla. Otros seguiremos apelando a la opinión, a la autoridad de la razón, sin suplicar sentimientos de indulgencia, y, unidos al justo dolor que engendra la rabia de los adoradores de todo lo pasado: detractores del linaje que es tanto más grande, indigno y nocivo de una generación, incapaz de alcanzar el cultivo de la cautela del espíritu divino.

















Torpes en la diáspora de un nuevo presente y ciegos ante unos acontecimientos plenos de inconcusa veracidad No se preocupen; pues es mejor seguir  siendo  enemigos cegados por la ira y el despecho que amigos en la indolencia del tedio. ¿De verdad creen que el placer de los extraños es corporalmente proporcional al sabor de la venganza en un plato frío? ¿Pero aún siguen ahí? ¡Sí, por supuesto! ¡Ahí, embobalicados con la hermosa prosa regalada de los amanuenses que un día tuvimos en nuestras manos las arras de Batavia. Desgraciados, si la vida te pasa factura al primer tropezón en polvorosa! Llega tu día empapado de sudor, orina y hematíes negruzcas. De sopetón, sin acuse de recibo ni Sacarino presente… En menos de seis meses se acabó la fiesta del fuero y el desparrame. Recuerdas el día que saliste de la aldea para triunfar en el foro. Al año siguiente, el novopan provisional, sirve para tomar la medida a la caoba y en dos días los hijos de tus amigos bailaran sobre tu tumba. Todo llega, hermano.



















Igual que el menstruo a Carrie, que el barco de Croma de Truman a ningún sitio, o el examen de próstata a tu medio siglo de existencia. No hay más cera que la que arde, chaval. A pesar de ello pueden seguir igual de autocomplacientes, entre imputaciones que, oscureciendo los fueros de la verdad, cascabelean pasiones idílicas, socavan los fundamentos del orden social, siembran el error, y con el error y la mentira la redundante guerra social de marras. La agitación constante de los ánimos, convertidos en oráculo de la razón humana, hipócritas de la intolerancia más salvaje, que busca por instrumento la tiranía, se convierten en nuevos outsiders de fatalidades, desventuras y muertes. Nada que no se pueda curar con una bota de vino riojano y pequeños soliloquios con migas de comezón. En el fondo, unas meras creencias universales del ser humano en una perezosa tarde de otoño, mientras el diluvio universal espera su mejor desparrame. Ni siquiera la sabiduría provinciana ha sido capaz de rumiar sobre lo mucho que avejenta la muerte. Ni siquiera, el mismísimo Proudhon, que tuvo tantos trabajos como servidor, a pesar de las abundantes cagaleras comarcales.










       Dedicado a Dimas Fernández-Galiano Ruiz   (1951) Octubre- Septiembre (2015) In Memoriam








Fotogramas adjuntados




“Children of the Beehive” by Hiroshi Shimizu (1948)
Il gatopardo by Luchino Visconti (1962)
All Quiet on the Western by Lewis Milestone (1930)
Todos estamos invitados by Manuel Gutiérrez Aragón (2008)