Diarreas verbales provincianas
Vivimos reos de un
tiempo clandestino que sueña con recibir los honores apoteósicos del mérito y
el talento. Los mismos que en otras épocas han humanizado a las sociedades
modernas. Ahora se han colgado las cadenas de oro en sus cuellos y han cogido a
su carlinos para pasearlos con sombreros de Ascot—cubriendo ultrajes de
antaño—, mientras ciscan sin plástico municipal ni prebenda cantonal en favor
de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Un brebaje que posiblemente
dejará del revés los pusilánimes estómagos de hípsters adoctrinados en el santo
prepucio Beatnik de Kerouac y existencialismo mal vomitado. Es triste ver como
se usan unos a los otros, en un abuso compungido y pacato de altanería. Empero,
la fullería no cuela, ya que todos sabemos lo fácil—que es ignorar cada día a nadie—que es especular con el capital intelectual de parné en las
timoratas provincias lloronas: ahora que
la borrasca viene cargada de copiosa agua celestial. Otros acumularan
eritrocitos reales de su banco de sangre con el blasón digital de pedigrí.
Timbre y papel por orden notarial para la configuración de nuevo tesoro
virtual, ya que la soldada es ficticia, como el campo de batalla. No obstante,
todo ello seguirá siendo peonada en balde, pues los sucesores de esas tierras explicarán
y demostraran hasta la saciedad el porqué de eso, que todo el mundo sabía de pequeñito: los griegos valían más que
los asiáticos—esencialmente— porque la sociedad romana siempre gozó de una
plusvalía mayor que la griega.
A ver, qué no sé por
qué cojones alguien se me está perdiendo entre toda esta selva gramatical.
Tómense un respiro y de paso un chute de naturaleza. Es muy sencillo, tanto
como la equivalencia de las sociedades, lo son a la propiedad conmutativa, y
todo aquel —que haya olisqueado la puta
EGB— sabrá por donde rulan los higos de septiembre. La sociedad de hoy es la
manifestación más grande de la calamitosa humanidad, en forma de cabestros,
ágrafos, cantamañanas, tócate la almeja y búscame un mejillón que mi padre es
conservero. Basura de provincias, cantos sin solfa, depravación de montaraces y
grey de Zara, que agoniza en su doble identidad: dinero y recreo. Se hallan
hundidos en una sima frígida que se aviene a ruegos con su amante; la
falla de Lorca. Del latir de mi corazón
a la agonía del estertor sobre mi pecho marcado
y anacrónico. Esos nuevos horizontes son a corto plazo lémures pudorosos
por la roña del rebaño, dentro del musgo de la abadía rencorosa: excrementos
sonrientes. No se engañen y sigan pidiendo su abnegada litrona de Cruzcampo,
ticket de bus, su buena ración de Gplus o pulgares arriba por red social, pan y Metilfenidato por la patilla. Otros seguiremos apelando a la opinión, a
la autoridad de la razón, sin suplicar sentimientos de indulgencia, y, unidos
al justo dolor que engendra la rabia de los adoradores de todo lo pasado:
detractores del linaje que es tanto más grande, indigno y nocivo de una
generación, incapaz de alcanzar el cultivo de la cautela del espíritu divino.
Torpes en la
diáspora de un nuevo presente y ciegos ante unos acontecimientos plenos de
inconcusa veracidad No se preocupen; pues es mejor seguir siendo
enemigos cegados por la ira y el despecho que amigos en la indolencia
del tedio. ¿De verdad creen que el placer de los extraños es corporalmente
proporcional al sabor de la venganza en un plato frío? ¿Pero aún siguen ahí?
¡Sí, por supuesto! ¡Ahí, embobalicados con la hermosa prosa regalada de los
amanuenses que un día tuvimos en nuestras manos las arras de Batavia.
Desgraciados, si la vida te pasa factura al primer tropezón en polvorosa! Llega
tu día empapado de sudor, orina y hematíes negruzcas. De sopetón, sin acuse de
recibo ni Sacarino presente… En menos de seis meses se acabó la fiesta del
fuero y el desparrame. Recuerdas el día que saliste de la aldea para triunfar
en el foro. Al año siguiente, el novopan
provisional, sirve para tomar la medida a la caoba y en dos días los hijos de
tus amigos bailaran sobre tu tumba. Todo llega, hermano.
Igual que el
menstruo a Carrie, que el barco de Croma de Truman a ningún sitio, o el examen
de próstata a tu medio siglo de existencia. No hay más cera que la que arde,
chaval. A pesar de ello pueden seguir igual de autocomplacientes, entre
imputaciones que, oscureciendo los fueros de la verdad, cascabelean pasiones
idílicas, socavan los fundamentos del orden social, siembran el error, y con el
error y la mentira la redundante guerra social de marras. La agitación constante de los ánimos, convertidos en oráculo de la razón humana,
hipócritas de la intolerancia más salvaje, que busca por instrumento la
tiranía, se convierten en nuevos outsiders de fatalidades, desventuras y muertes.
Nada que no se pueda curar con una bota de vino riojano y pequeños
soliloquios con migas de comezón. En el fondo, unas meras creencias universales
del ser humano en una perezosa tarde de otoño, mientras el diluvio universal
espera su mejor desparrame. Ni siquiera la sabiduría provinciana ha sido capaz de
rumiar sobre lo mucho que avejenta la muerte. Ni siquiera, el mismísimo Proudhon, que tuvo tantos
trabajos como servidor, a pesar de las abundantes cagaleras comarcales.
Dedicado a Dimas Fernández-Galiano Ruiz (1951) Octubre- Septiembre (2015) In Memoriam
Fotogramas adjuntados
“Children of the Beehive” by Hiroshi Shimizu (1948)
Il gatopardo by Luchino Visconti (1962)
All Quiet on the Western by Lewis Milestone (1930)
Todos estamos invitados by Manuel Gutiérrez Aragón (2008)