De Moscas, chinches y Nivea

agosto 20, 2015 Jon Alonso 0 Comments









Una de las más pertinaces y caprichosas desdichas—de los redundantes veranos— para todo hijo de vecino son las cansinas moscas de marras. Hábiles y frágiles crías del vuelo más cócora; han pasado a ser uno de los hit parade del veraneo oficial de los Ballester, Frías, Gómez, Navarro, Pellicer, Urrutia y el resto de las clásicas hostigadas troupes familiares. Curiosamente, el limes lo pone el puente de Petxina, territorio de los auténticos desheredados del bienestar. Los apestados del linaje troncal y auténticos veraneantes urbanitas, de la canalla ciudad llamada humedad. Estos últimos vecinos son verdaderos maestros del hastió, sobre todo cuando el amigo Lorenzo se sube a la parra de los 40°, y ni el viejo cemento del sumidero, para desesperación del personal es capaz de bajar el termostato, de la soberbia calina del astro. Sólo les queda la opción de nuevas ofrendas al outsider Baco—de la mano de el tío de la Bota en tetrabrik— haciendo más llevadero el puteo del divino castigo envuelto en fuego. Todos alrededor de una fuente donde las pequeñas criaturas cojoneras afinan sus vuelos, mientras el personal recarga  roñosos bidones de agua. Las moscas son así de apasionantes, ya lo decía Dickinson en sus versos y el bueno de Machado —que conocía muy bien las intenciones de las castellanas— dejó constancia de la pesadez  y desazón del trato con esta jarcia de insectos. Hablando de gente tan ínclita, no estaría de menos, que nos dirigiéramos a los bichos por su nombre científico: Coleóptero hispánico. Vamos la jodida mosca que aparece en una tranquila tarde de siesta y puede acabar siendo la mayor de las maldiciones Cananeas. Lo dicho, como decía Manolo Morán en sus tiempos de guardia urbano— Sres. Sigan a la mosca y a la que se dén cuenta, en sus propias narices, el Escorial”. No tiene pérdida, se lo dice un profesional de la circulación. Pensándolo bien, ¿no sé por qué hostias me he enredado con el affaire de marras? Ahora caigo, cojones! Claro, claro: la hipotensión y la Oxicodina van haciendo mella en mi sistema neurológico y uno va dando tumbos transformados en miajas de lejana lucidez.

















Demonios! Ahora recuerdo al mejor cazador de moscas de la historia contemporánea: Barack Obama. Una vez en mitad de una entrevista para un ínclito canal de TV—de esas tan solemnes, con entrevistador de Ralph Lauren—cortó por lo sano, cazando a una solitaria mosca, que le estaba haciendo polvo el hilo conductor de sus respuestas, y, se quedó fijamente mirando a la afectada, con los ojos estilo Marujita Díaz. De un golpe ligero —en el mismo espacio— la agarró con su mano para el asombro del presentador y resto de la gran platea Made in USA. Definitivamente, las moscas son las cojoneras del verano, como lo es la Casera al vino de verano. Pero la gente lo agradece por lo de los escapes de gases y demás alivios del pesado estío. Ni caso, el vino, si es bueno; mejor sólo. Es obvio, Sres. Pero si de verdad quieren diversión, cambiemos de estación y viajemos al fin del mundo, en pleno Enero a 60 grados bajo cero. Esto sí que es puteo del bueno. Agárrense y al loro con los chinches! Disculpen mi lenguaje, no sea que la banda del Dr. Grissom y sus linternas acabe por liármela. Precisamos el término en todo su esplendor: Artrópodos hematófagos. De ellos buena cuenta dio el abuelo de una novia, de esas que uno tiene en los primeros veranos de pubertad, movida y primer bote de Nivea. Me contaba la criatura, mientras me enseñaba su álbum de fotos familiar, que su abuelo durante la Guerra Civil anduvo por los aledaños de la sierra Ibérica, en frente del Ebro. Gregorio (el ingenuo cabo republicano nunca tuvo muy claro, si lo que lo mató fue las bombas, de los Stukas de Hitler fiados a Franco, los putos chinches o algún morlaco destrangis). Los chinches tan míticos o más que los insufribles coleópteros se datan algo así como hace 3550 años A.C. cuando se descubrieron las tumbas de Tell al-Armana (Egipto). Luego, sean Uds. un poco pacientes y echen cuentas… Estos bichos de marras puede que nos lleven molestando unos cuantos siglos, si contamos bien. 




















No se preocupen, creo que me he tomado las pastillas que procedían (cantidad y proporción según el galeno). Empero fue un viejo conocido de la psicopatía y la inmundicia histórica de la humanidad, el que hizo de ellos, auténticas Celebrities, en los fashion barracones de la Séptima Avenida de Solovki. De esto quién más sabe es la Lomana y su amante a tiempo parcial el Dr. Monedero —que causan fulgor— en eso del Twitter. El sexo virtual está haciendo acólitos entre cincuentones y sesentones. Dicen que es más divertido con Viagra y silicona virtual. Bien, aquel despreciable e inmundo lugar, en los años 30, se convirtió en uno de los cementerios más dantescos, de la perversidad humana, a la velocidad de un trueno. Los chinches campaban como Zipi y Zape por las patillas de D. Pantuflo. A lo expuesto, en cuanto a la calidad de sus lujosas toualets, estaban los feroces carceleros, los cuales, sometían a los presos a todo tipo de vejaciones y torturas inimaginables. Reclusos, quienes, apenas eran capaces de tenerse en pie. Día sí, día no; eran sometidos al sadismo de los guardias que los torturaban a su antojo. En invierno, los guardas de Solovki solían dejar prisioneros desnudos en los campanarios de la vieja catedral a la intemperie, atándoles las manos y los pies a la espalda con una cuerda—alguna lumbrera de la nueva modernidad pensaría que se trataba de Performances de la patria Leninista— yendo desnudos  más de 2 km de distancia por la gélida tundra. Vamos ni en una playa nudista de Gran Canaria… Pero, la cosa no queda ahí. ¿Qué quieres el rancho? Toma dos trozos de carne podrida… ¿Qué te duele la tripa?—Te jodes. Pues, el  auxilio médico se les negaba. No obstante, había días de esos, en los que el tedio terminaba por sacar los mejor de aquellos psicópatas y el entretenimiento alcanzaba el total clímax. Un repertorio de lo más vil de la condición humana, en un desfile de ejecuciones a gogó, por sorpresa y al azar. Lo más divertido de todo este triste entuerto, es que el inventor del Gulag, al igual que de la Cheka, no era cosa—momentáneamente— del sujeto Stalin, sino de su viejo colega de correrías y a la postre enemigo; la momia Lenin.
















Stalin con el tiempo perfeccionaría el aparato burocrático de su protoKGB y la estandarización de unos Gulags, mucho más eficientes y productivos: más muertes por la ley del mínimo esfuerzo. ¿Les suena el método? Creo que al abuelo de mi amiga, le cogió el toro dos veces muy cerca de la femoral, se junó que la cosa no iba a terminar bien. Una mosca se introdujo en la habitación de Guiomar. Lo del toro está constatado y contrastado, dejándose la vida por la libertad de la República, como parte del contingente de la brigada de toreros y subalternos. 3700 tíos —a los que algunos estarán deseándoles el peor de los exabruptos— se dejaron la piel del escroto de 1936 a 1937 por las sierras ibéricas. Me quedé alucinado con aquella criatura y la fascinante crónica en el timbre de su voz. Estaba loco por ella, qué cojones! Al final, me dijo:— Jon, no te da mal rollo que te cuente todo esto y que ese hombre fuera torero. Espeté:—No. No juzgo, para eso están los iluminados que iban de bolo en bolo y codeándose con los mayores sátrapas al ritmo de canapé repleto de Beluga.—Me dejas un poco out.—Sabes lo que te digo, qué les den a todos. Empezando por esa snob de Lady Astor y su encuentro con el genocida Stalin, y luego, algo más madurita coqueteando con Hitler… Una noche cenando con el perverso georgiano, le largó: ¿Sr Stalin, durante cuánto tiempo seguirá matando gente?—le contestó: «Tanto tiempo como sea necesario». La traducción en Castilla, Euskadi, Galicia, Valencia o Buenos Aires  viene a ser esto; (valga el eufemismo) “lo que me salga de los huevos”. Menos mal que estamos en 1980 y España huele como todos los veranos; a diversión y cloro.— Guiomar coge la Nivea y a la piscina—Jon, pero hay un montón de moscas.—Tú, tranquila, eh! Mientras no pillemos chinches… De las moscas, yo me encargo. —¿Quieres ir a ver Piraña esta noche en la terraza de verano?—Siii, cómo mola! Es increíble, Sres. De verdad. Mucho antes que Obama cazara una mosca en directo; yo acabé con la que se metió en la inolvidable habitación de Guiomar. Lo dicho, no hay nada como los veranos con 14 años a la sombra de un chopo y el aroma de toda la vida por delante, en un balón de Nivea y la prosa de Golding. Desde entonces las moscas no me preocupan, evidentemente, ya ha llovido, soplado canícula, nevado y granizado. Además, estamos en verano y quedan unos cuantos chapuzones.














                               Dedicado a Rafael Chirbes Junio 1949/Agosto 2015 In Memoriam














Fotogramas adjuntados

America, America by Elia Kazan (1963)
Hold Back the Dawn by Mitchell Leisen (1941)
The Way Back by Peter Weir (2010)
Conte d'été by Éric Rohmer (1996)