El gozo telescópico

marzo 01, 2015 Jon Alonso 0 Comments









El trabajo de francotirador no es un ejercicio agradable ni fácil. Hace falta tener nervios de acero, una visión de lince y sobre todo un gran sentido del ritmo cardiorespiratorio. De la exactitud del blanco depende el resultado de una ardua tarea logística; documentación, posicionamiento y objetivo de la misión. Empero, hay muchos tipos de francotiradores y puestos donde practicar esta despreciable y adorada profesión para muchos detractores, y por ende, de una grandísima legión de fervientes incondicionales. Obviamente, todo el mundo tiene el concepto generalizado del francotirador militar; cartesiano, impoluto y flemático. Sin embargo, pocos conocen el arte del francotirador en otras disciplinas de la vida. No más lejos de estas lindes, a bote pronto, me viene a la cabeza uno de los mejores que se hayan conocido en la literatura española; Francisco Umbral. Algunos de sus trabajos pasaron a la historia y dejaron mácula impertérrita, imposible de imitar o llegar a su maestría. Sería el alter ego de Chris Kyle “la leyenda de Texas y el azote del infiel” o el caso de la antigua URSS, y aquel cazador siberiano, que se convirtió en la pesadilla de las unidades nazis, durante el asedio de Stalingrado; Vassili Záitsev. América es un país que magnifica a sus héroes y los protege. La vieja URSS, también le gustaba el modus de la glorificación del lince camuflado. Ahora, con Putin todo Dios está loco por pillarse un buga alemán, pocos son los que miran de reojo la pretérita gloria de aquel imperio soviético. Pesa demasiado la jodienda del embargo, y con el petróleo a precios de tienda china de barrio; es obvio, que a la nueva mafia liberal no le salen las cuentas y los rusos venden sus viejos BMW para pillar los nuevos Lada con Airbag. Luego, entre los análisis de las diferentes idiosincrasias, ya sea la utópica Norteamérica o la otrora poderosa ex URSS, siempre nos quedará la incógnita del neologismo continental por la adoración del pérfido disparador. Aquí en la rancia y tacaña piel de toro se les desprecia e injuria de manera ostentosa, aderezada de camorrista lengua fácil Belenestebaniana: Gasol, Nadal, o mi tocayo Alonso, son otro tipo de francotiradores: killers del deporte. Y en ese cundir del espíritu deportivo, se podría aplicar la definición al mundo de lo científico, cinematográfico, literario, taurino o el culinario.

















Más de lo mismo. Pero es que el maestro madrileño definió a este país de un modo contundente, visionario y veraz. La certeza de la obviedad es dolorosamente axiomática y muy compleja de decodificar, pues, las verdades joden al personal mucho, muchísimo, demasiado. Hasta llegar a la orgía de los ronzales, y, ahí ya vale todo. Por eso, magnifico la elegancia del boxeo; existe un reglamento. Reglas de juego que le da patente de deporte intelectual y que  la historia, por suerte, nos dejó su maravilloso legado. Bien, volviendo a la realidad topamos con la mediocridad de esa inmensa mayoría de soma vespertino, que alimenta al bípedo de Tal y Pascual, ese, que suele ir por la mañana al trabajo a las 8 en punto y regresa sobre la misma hora, al bar de su barrio donde se toma cuatro cañas, para aterrizar en el sofá de casa reventado. Mientras la prole de casa aguarda y se acicala para ver el corral de Mediaset. Cómo toda mi vida me ha gustado tocar los cojones al personal, hoy no me voy a extender demasiado. Saben que la tramoya del IBP se ha quedado para dos migajas mensuales. Muy de vez en cuando verán los grandes artículos que ingieren con mayor asiduidad y trituran con una voracidad feroz. Caso Miroslava, o los panegíricos al gran Fuller, Peckinpah, Stone and Cia. A partir de ahora, quien quiera leer uno de esos artículos se pone en contacto a través de mi mail personal, que se halla en la pestaña de la biografía, y previo pago de la voluntad, será obsequiado con un escrito de semejante enjundia. Atisbamos un nuevo presente por estos lares, donde hablaremos de la Bernarda y el Fulgencio. Me gusta la propuesta de Podemos ¿Pidamos pasta a la gente? Claro, claro..., como en este país está todo el mundo en el paro y nadie tiene un céntimo. Aunque, los colegas saben que la gente está forrada de pastuki. Sólo hay que ver los fines de semana, a la becerrada trasegando por los centros comerciales, apestados de castas enteras, sedientas de consumo y carrito de latón.


















Claro que más chocante resulta ver a las empresas de mensajería, no dar abasto a la ingente cantidad de paquetes, que dispensan —vía pedido— por el redil de mondos bizarros, entre webs repletas de gadgets y libros que rulan por la componenda digital. En el fondo, no hay francotirador que no joda al personal. Yo de vez en cuando, suelo ejercer este oficio. Ya saben de mi pasión por lo castrense y el desorden. En el ejército me enseñaron a matar, beber y drogarme. Obviamente, al final uno acaba en el calabozo, pero esas cosas sólo le pasaban a los del 66 que estábamos tan atrasados como los huérfanos del 98. Ya nadie se acuerda de ellos. Eso sí, también que soy un morfinómano sin cura ni remedio a corto, medio o largo  plazo, ya que mi enfermedad es irreversible. El otro día me preguntaron: —¿Por qué no te dedicas a la escritura de un modo profesional, no se te da mal? Espeté —No me toques los huevos que hoy he perdido dos píldoras de Tramadol y voy con el mono. Le di tres respuestas, dos eran mías y la última de Umbral. La primera. —Mira, socio, tras mi infarto masivo y las secuelas de la cirugía (dolor neuropático crónico) trabajaba como mercenario negro de las letras, en una gran agencia literaria, la cual, me pagaba muy bien. Siempre lo he dicho: el dinero me gusta más que a un tonto la gorra de Miliki. Puede que con el sexo, las drogas, el Rock&Roll y el cine, sean mis vicios, que me han dejado donde estoy, aunque pagaría por volver a ellos a pesar de ser un empresa imposible. Ahora sólo tengo de 4 a 5 horas para disfrutar de eso, que es un espacio ficticio, donde el dolor desaparece; el resto de las 24h., voy ciego de morfina para soportar el puto martirio. En segundo lugar; trabajé como una puta sin remuneración para un montón de productoras e hijos de la gran putísima. —Lo pillas, chaval,—Eh, sí, sí, claro.—Lo del gratis total se acabó. Eso ya no lo quieren ni en el guay del Paraguay. Seguimos caminando entre un silencio, que lo rompió el gentío, que se atisbaba en un hermoso parque de la ciudad del crimen. —No te preocupes, colega que te voy contestar a la segunda cuestión. El gesto de este joven amigo era confuso. Sin embargo, qué casualidad, y es que en la vida nada llega por orden de un ministerio divino. Todo aquel affaire coincidió  en  la feria del libro de  mi ciudad y le dije: —Chavalote, mira bien este circo… Esto es lo más parecido a visitar la Morgue (el deposito forense, lugar por el cual, he rulado lo mío a lo largo de mi vida. La cantidad de familiares que he tenido que identificar, ni Gil Grissom) está llena de caminantes versus Walking Dead. Los libros agonizan igual que los putos zombis del espectáculo televisivo. 

















Además, míralos bien muchos tienen pinta de muertos perpetuos. Es decir, la feria es un montón de mierda, donde se apilan libros que nadie quiere leer porque la gente no los entiende o sus mentes están olvidadas, perdidas y penosas, que acaban arrastrados por el abismo de la vida. En una ínsula donde el amanuense está condenado a su propia dosis de vanidad, que lo no le va sacar de simple cuentacuentos. Se me quedó mirando con una cara entre la perplejidad y la desolación. Le dije;— ¡Ay, la hostia, que bruto soy. Je,je… Anímate, hombre, por  aquí hay una tasquita que ponen unas mistelas cojonudas. Lo ves, ya estás más tranquilo, y con la respuesta saciada. Me dijo, — Y tú, cómo soportas la vida:—No la soporto, tío. Es la morfina quien me soporta: complicado pero factible—¿Puedes decirme la tercera? Aún, tienes ganas de escucharla. Bien, que sepas que esto lo dijo el francotirador Umbral, su pluma era lo más parecido a un Barret M-82, suave, ajustado y letal. Una máquina perfecta. Alucinante y excelso: “En España no sabían quién era Francisco Ayala, no sabían quién era nadie. Conocían a Lorca, pero Lorca no estaba exiliado, estaba muerto... Entonces yo los traté y los conocí mucho, a los buenos y a los malos, porque a todos los había leído, a las mujeres, a Rosa Chacel, a Zambrano, a Ernestina de Champourcín. Y junto a ese núcleo del 27 vino un montón de gente que eran simples aficionados de las letras, gentes que se creían que en el barullo de la vuelta del exilio todos eran buenos, y como además habían convivido con los grandes suponían que aquí no distinguíamos y que ellos iban a ser también grandes.” —Bueno, he sido sincero, directo y franco en argumentos. —Está bien, Jon. —¡Hey, no te aflijas y piensa que el gozo del francotirador, sigue siendo el mismo que la pose pseudoliteraria de intelectual Google plus! Ese invento creado para estimular endorfinas al mediocre de turno con el signo del sumando y hacer de ese numerito un miniorgasmo o una especie de ardid, multicoaching, para estimular su autoestima creativa. La vida es lo más parecido a aquel hijo de puta —que el cabrón de Kubrick— dibujó en la chaqueta Metálica; el memorable sargento primero Hartman. Aquel psicópata instructor, que termina por desquiciar al orondo patoso y juvenal Pyne (Vincent D´Onofrio), en el WC tirando de M-16 por su boca. Siguen los desparrames poligráficos de este amanuense de regional preferente. No sirve para nada; el automasaje y las palabras hermosas. La mierda y la sangre entra con un hierro al rojo vivo, forjado a fuego lento. Lo malo, es no ser  una persona “de posibles y respetables”, que te pasas más de cuarenta años de vida en la indigencia anadiplósica. A veces, no hay mejor gozo que el disparo en un pozo ciego. Sobre todo, cuando la mira telescópica ha sido fabricada por Carl Zeiss.














                           Dedicado a Leonard Nimoy  "Mr. Spock” marzo 1931/febrero 2015 In memoriam












Fotogramas adjuntados

The Big Parade by King Vidor (1925)
Targets  by Peter Bogdanovich (1968)
Dirty Harry by Don Siegel (1971)
Enemy at the Gates by Jean Jacques Annaud (2001)