Amul Kapoor, el slumdong que soñaba con Bollywood

marzo 10, 2018 Jon Alonso 0 Comments







Amul Kappor es un chaval de 10 años que sobrevive en Dharavi, el barrio más grande y pobre del Indostán. Cerca 175.000 hectáreas de tierras pantanosas viscosas y pegadizas, pises por donde pises. A unos cuantos kilómetros, de las zonas turísticas de la ciudad, dirección norte se atisba el paraje. Un caos de desagües abiertos, chozas con techos de estaño y callejuelas con forma de flaquísimos pasadizos zigzagueantes. En uno de esos chavolos viven lo que queda de la familia Kapoor. Falak, el padre, un hombre de 39 años, con aspecto de cincuentón y típico mostacho con una mirada en la nada. Sus hermosos ojos negros brillan de sufrimiento e impotencia. Todos los días, comienza el mismo ritual —al lado de su hijo— en ese mar de basura y suciedad. Dos más, de ese millón de personas, que trabajan como esclavos para sobrevivir. Pues, no saben ni conocen, eso del placer de los occidentales humanos: disfrutar el día en la tierra. Aquí la vida es así. En el barrio, de los llamados Slumdong (perros rabiosos) —apodo, que  detestan— pero que terminan aceptando, en un nuevo arrebato de resignación impuesta por el feroz capitalismo que se respira en la megapolis de Mumbai. La metrópoli de Dharavi es el destino de los últimos desahuciados de verdad del planeta y no esos pobrecitos enojados occidentales con cámaras digitales y truños de Mediaset. Hoy es un día de julio, infernal, la temperatura marca más de 45 grados. Esta semana se convertirá en la auténtica fragua de vulcano. A ello, le sumamos, la maldita humedad y el fango que envuelve a Falak y el pequeño Amul. Unas caras que parecen de cartón piedra espolvoreada de ceniza hasta la cejas. Pasa el día hasta que el sol se marcha. Los días son calcados hasta llegar al chamizo y poder beber algo de agua que supura del colector principal de la ciudad. Un lugar tan extraño, surrealista y trastornado como los miles de intocables musulmanes, tamiles, bengalíes y toda la jarcia de representantes de la India pluricultural que desde la esplendorosa Mumbay, en los parqués de los barrios, chic juegan al Cricket y ríen en 4K. Hasta el espítico Danny Boyle hizo su gran película que lo beatificó a los altares del séptimo arte. ¡Qué más da, si todo sigue igual después de su paso, por aquel dantesco lugar! Dharavi es una puta ratonera, donde los humanos pelean contra los roedores por un chusco de pan; que llevarse al estómago. Una zona donde la pobreza es patética y la climatología malvada. Inundaciones que cuando llegan les dejan sin ningún harapo. Aquella fértil marisma de finales del S.XIX —hoy un mar de lodo y miseria, tras consecutivos cataclismos medioambientales— lo habitaban pescadores Koli, los cuales, terminaron abandonando lo que en un tiempo fue un lugar lleno de vida fluvial. Ahora es la tierra de todos esos parias que sueñan con ser protagonistas del utópico Bollywood Made in India. Películas que ven —Falak y Amul— en el móvil, descargadas destrangis, soñando con ese día, en el que Amul se convierta en un bello galán bailarín. Empero, últimamente, el trabajo cuesta sacarlo adelante. Además, esta metrópolis de la cochambre funciona sin dinero (verdad a medias, gran mentira) pero también sabe cómo manejarlo. Y evidentemente, un buen fajo de billetes puede ser la salvación para salir de ese atolladero. Su padre está muerto de cansancio y hambre. No puede alimentar a su pequeño, Amul. De lo poco que tenemos hay, apenas para uno. Fuera de mi ventana, oigo que la puerta del cubil se abre y se cierra por la noche. Su cabeza cabila, no deja de pensar lo mal que lo paso ayer, cuando Amul casi se ahogó en el río. Él, no está fuerte porque no come. Todo lo que tiene son unos putos garbanzos podridos y una bolsa con cuatro lentejas. Su estómago está hinchado. Falak se haya en un estado de desesperación inquietante. No por ello deja de observar el Hotel Kuthoop, que es un chamizo con somieres de cuerdas rotas. Donde se acercan a media noche, unas mujeres muy elegantes y con maletines de colores. Su curiosidad, le lleva a preguntar a un amigo del barrio (el dueño del locutorio Balum): ¿Quiénes son las chicas que pululan por el Kuthoop?—No lo sé, Falak. Aquí ya sabes que todos nos dedicamos a la misma mierda; el plástico. No obstante, habla con el recepcionista, a ver por dónde te sale… Falak se presenta en la puerta del hotel y le entra directamente al supuesto recepcionista, que lee en su móvil y se refresca con un viejo y destartalado ventilador.—Oye, sabes quienes son esas mujeres tan guapas. —Yo, no lo sé. Pagan y adelante. Falak hace una mueca, como si fuera de farol en el póker… Pone un billete de 20 rupias en el mostrador y el tipo sonríe —De verdad, qué no te suenan de nada?—Hace mucho calor y uno esta despistado. Falak deja otro billete de 10 rupias.—Yo creo que hace mejor temperatura aquí el mostrador que en la calle—Sí, amigo. La verdad que esto chorrito de aire hace que uno respire mejor… (Sonríe con cara de avaricioso) Falak, insiste.—¿Quiénes son esas chicas tan majas?—enfermeras.—¿Enfermeras?













Qué curioso ver enfermeras por este noble barrio —El recepcionista esboza una carcajada— Sí, si. Amigo. Este es un lugar con clase. ¿Y qué hacen a estas horas?—No tengo ni idea, pero te puedo dar un número de teléfono y llamas, a ver que te dicen... Es algo muy interesante pero tienes que hablar con el que está detrás de ese móvil. Falak ciñe el rostro y resopla—Pregunto por alguien. —No hace falta, pero como has sido una persona muy atenta, puedes decirle, que vas de parte de Babar. Falak, se lleva el papel, donde le ha apuntado el número de teléfono y se marcha. Babar le espeta:—Buenas noches, amigo. Falak levanta el brazo con desgana mientras su espectro sombrío se pierde por los pasadizos del sitio. De vuelta a su cubil. Cuando llega al chabolo se queda observando a su hijo y mira el número que le apuntado el recepcionista. La noche ha sido soporífera y el alba está a 32 grados. Comienza la rutina de un nuevo día en la jungla de plástico de Dharavi. A recoger todos los envases de polivinilo que se encuentren y trabajar en el batán del jabón. Amul sigue medio hipóxico y deshidratado. Su padre le da de beber de una botella rellenada de los colectores. Y le echa un poco por la frente y la nuca. Falak es un hombre desesperado. Hasta que decide retirarse de la jabonera y cambiar el plástico por un poco de arroz, unas naranjas y algo de pan. Tiene que sacar fuerzas y arrestos de dónde sea. Amul, es su única razón de vivir. Finalmente, la naranja y el pan parecen subir el azúcar a los órganos vitales de su hijo. Incluso sonreír.—Estás mejor hijo?—Sí, padre. Me encuentro mejor. —Bien, quédate aquí descansando que yo vendré en una hora.—Pero, padre, ya puedo ir con Ud. y trabajar.—No, Amul, hoy descansaremos los dos.—Cómo Ud. diga padre. Falak se marcha, al locutorio, donde está su amigo, Balun. Éste, le comenta, que tal le fue en el hotel y Falak, le cuenta lo que le dijo el recepcionista; Babar. Balun—No sé, Falak, pero a mí me da que la gente está vendiendo riñones—¿Riñones? —Sí, amigo. Riñones. Una prima mía que trabajaba en el Cairo, la tenían esclavizada y la única forma de salir de allí era dando un riñón. Así consiguió el pasaporte y 200 dólares, volvió a Mumbai y trabaja de camarera en el Sheraton. Eso, sí. Ha envejecido mucho y toma un montón de medicamentos…—Entonces, está claro que las enfermeras llevaban en esas maletas riñones… ¿No?—Riñones u ojos, incluso un hígado. Somos material reciclable como este terrorífico sitio, donde vivimos. Falak mira al cielo y le dice a Balun. Mira, amigo, no sé cómo va a salir esto. Pero si a mí, me pasa algo, encárgate de que Amul pueda salir de este lodazal. Balun pone una cara muy tensa y asustada (demasiado teatral)—Falak, piénsate bien lo que vayas a hacer. Ya lo hemos hablado todo. Falak llama al número de teléfono desde un chamizo donde canjean llamadas por plástico o jabón. Le dan un viejo Nokia de 2001 color rojo, a manchurrones y llama—Diga…—Llamaba para hablar con alguien—Muy bien. ¿Quién te ha dado este número?—Babar el recepcionista.—Perfecto. Tienes que venir al hostal pero por la hilera trasera del sitio. A las 20,00h. Falak vuelve a su pequeño antro a ver a su hijo. Allí está viendo una película en un pequeño televisor reciclado de la basura de una superestrella de Bollywood. Está fascinado con ella. Amul, ¿Cómo estamos? —Baja el volumen y rápidamente, contesta—Muy bien, padre. Ya estoy mejor. Con ganas de trabajar y hacer lo que Ud. Me diga. Bien, hijo. Mira, yo esta tarde/noche he de hacer unas cosas. Tú quédate aquí. Y no te preocupes por nada. Cuando tengas sueño, te acuestas. Falak le da un fuerte abrazo y un beso.                


                               20,00h  En el pasadizo de la puerta trasera del Hotel Kuthoop


Falak apretaba las manos, se las frotaba y se las pasaba por la cara. Todo era un puro ejercicio de nerviosismo, mientras esperaba al hombre del teléfono. De repente, apareció un chaval, no mucho mayor que su hijo y le pregunto:—Es Ud. Falak?—Sorprendido y extrañado por el desparpajo del chaval. Nuestro atemorizado Falak hizo un movimiento de cabeza afirmativo. El chaval le invitó a que le siguiera. Aquella criatura se desenvolvía con la rapidez de un joven galgo y sorteaba los obstáculos. Vamos! Rápido Sr. ya queda menos. Falak entre el sobresalto y la ansiedad de una noche más agradable, en aquel basurero de los pasadizos de Darhavi, invitaba a inhalar los más pestilentes efluvios del maldito infierno. Llegando a uno de los ensanches del final del mastodóntico barrio, se acercaban a una zona donde la tierra se mostraba más firme y la noche se tornaba más oscura.












Falak, le preguntó al chaval,—Cómo te llamas? No le contestó. Sólo le dijo, Adiós! Sr. Y a los tres minutos aparece un monovolumen SsangYong muy nuevo. Se abre la puerta corredera, dando el golpe del torno picaporte. La puerta de al lado del conductor también y baja un tipo de rasgos chinos. Le invita a que suba al vehículo. Falak se dirige al vehículo y entra. Allí está sentado, un individuo calvo con aspecto arábico. Le saluda, dándole las buenas noches. —Hola, Sr. Falak. Yo soy el hombre del teléfono. Siento mucho el trayecto que ha hecho hasta llegar a mí, pero como bien sabrá… Nosotros no podemos entrar con el monovolumen hasta la puerta del hotel. Falak observa que al lado del personaje hay una mujer muy atractiva con rasgos occidentales. Detrás un joven hombre con semblante egipcio y dos bellas mujeres hindús. Piensa, y se dice a sí mismo, son las enfermeras de las que hablé con Babar. Ahí, sentadas muy elegantes y discretas en la densa oscuridad del confort del cuero baccara de los asientos.—Bien, ¿qué quiere Ud? Sr. Falak. —Falak Kapoor. Deduzco que parece un hombre sensato e intuitivo. Falak, le espeta: buenas noches, Sr…—Dejémoslo en el Sr. Alfa. Pues, sí. Creo que Uds. necesitan algo que yo tengo y Uds tienen algo que necesito.—Sonríe el trajeado con gesto de Emir. Sí. Así, es.—Miren yo necesito dinero, ya. Quiero marcharme de este lugar y que mi hijo pueda tener un futuro en la city de Mumbai.—¿Cuantos años tiene su hijo?—Molesto, Falak. Le dice: 10.—Evidentemente, mucho por recorrer y ver. Respiro hondo el Sr. Alpha y le propuso lo siguiente. Yo compro órganos—especialmente— riñones. Ya que todo ser humano con buena salud tiene dos. Con un riñón se puede vivir y otra persona puede también estar en este mundo. Falak con la mirada fija, en los ojos del arábico.— ¿Cuanto vale un riñón para Ud? Yo no sé lo que vale un riñón! —Tornó un gesto de enfado. Yo sí que le puedo decir que a la gente, la cual, represento: lo que pagan por un riñón sano. Es decir, a cualquier persona de este país.—¿Cuánto? Algo cínico. 200.000 rupias. —Cerró los ojos y le vino la imagen de su hijo.—Sí. Adelante. Bien, aquí tienes las condiciones del contrato y tus obligaciones.—¿Obligaciones…?—Sí, una pequeña analítica para ver que estás bien y el test de compatibilidad inmunitaria. Una vez salgas del quirófano pasarás 5 días en la cama y después, si te encuentras bien te marcharás, con 200.000 rupias, Eso es todo.—¿Tienes alguna pregunta?—¿Son buenos cirujanos quienes harán esta intervención?—Por supuesto, trabajamos con los mejores medios humanos y técnicos. Ya verás la clínica y lo dicho, todo será muy rápido. Ahora, ponte cómodo en el auto y nos vemos en el chequeo. Una de las hermosas enfermeras le dio una pastilla y Falak cayó en un profundo sueño. Cuando despertó estaba en una habitación, tumbado en una cama enrobinada y con unas esposas cogidas a su brazo derecho del cabecero. Vino una enfermera de aspecto occidental y le dio otra pastilla.



                                                                   Una semana más tarde en Darhavi       


El día levanta a la plásticopolis de la bulliciosa Mumbai. De nuevo el tórrido calor. Ni una brizna de aire que sople, para aliviar el rancio olor de los cuerpos sudorosos. Amur se levanta. Come algo de avena, un par de almendras y poco de leche agria. Antes de volver al tajo, mira en su teléfono la fotografía de su padre y besa el gif. Caminando primero a la jabonería y luego a por plástico para hacer utensilios que vender a los turistas. Está triste, porque su padre era todo lo que tenía. Su madre y sus dos hermanas murieron en los raíles del tren después del trágico accidente en 2007. De fondo se ven los nuevos rascacielos del capitalismo pujante de una de las metrópolis más importantes del mundo. La verdad que en este lugar hay algo de vieja película. Ese momento, de destino perdido en un país de salvajes contrastes donde la civilización no es más; que una caricia sobre arraigadas costumbres ancestrales. De algún modo, los zigzagueantes pasadizos es el corazón del hogar de Amul Kapool. Cuando al salir de la jabonería con una saca de trozos de sebillos reciclados. Le llama un hombre. ¿Amul? Eres el hijo de Falak Kapoor.—Sí, lo soy. ¿Sabes quién soy?—Ahora que lo recuerdo es Ud. Balun el dueño del locutorio del barrio.—Ese mismo, hijo. Mira Amul, tengo que decirte que tu padre está muy bien.—De verdad. ¿Dónde está?—No muy lejos. Pronto tendrás noticias de él—Sí. —Además, serán de su propia voz. Yo sólo quería darte una cosa que él me mandó al locutorio. Saca un sobre del pantalón salwar y se lo entrega.—Toma hijo, esto es para ti.—Gracias. Amul, se lo guarda en el interior de su bajo vientre. —Bueno, ya nos vemos con tu padre. Y hablaremos de cine y esos planes.













Me ha dicho, que eres un gran entendido (sonríe con una mueca hipócrita). Amul, gira la cara y alforza el cejo —Si necesitas, cualquier cosa… Bien, ya sabes dónde estoy.—Muchas gracias, Sr. Balun. Adiós, y suerte. Amul vuelve al chavolo. La jornada ha sido muy dura y después del encuentro con el personaje Balun; está alterado y angustiado. El hecho de pensar que su padre está vivo y que —supuestamente— se reunirá con él; crea un gran estado de excitación. Se sienta en el catre y saca el sobre que le ha entregado, el funesto Sr. Balun. Lo abre y se encuentra con 10.000 rupias. Rápidamente, coge los billetes y los esconde en un bote de plástico de paracetamol vacío. Amul tiene para cenar un poco de pollo seco y una pizca de arroz con medio vaso de zumo caducado, que ha conseguido a lo largo de la semana, en el trapicheo del barrio. Sin embargo no tiene mucha hambre. Se acuesta y vuelve a encender su escacharrado móvil; mira la foto de su padre y no puede evitar llorar. Pasa el tiempo y la ligera brisa que sopla estas últimas noches, apacigua un poco el bochorno irrespirable e invitan al descanso. Amanece un nuevo día en Daharavi.  Todo vuelve a ser como el montaje de una película de Fincher. La monotonía del movimiento: el aseo, en uno de los callejones, sigue la mecánica del desayuno. Igual que ayer, anteayer y antes de ese anteayer. Los días son idénticos en la fragua de plasticolandya de los parias de Mumbai. Amul vuelve a hacer su recorrido. Ahora se acerca para esperar la llegada de los turistas y vender algo de artesanía reciclada del polivinilo que recoge en el hiperbasurero. Vuelve a la jabonería y echa unas cuantas horas en el batán. Cuando va a recoger su ración de trozos de jabón, escucha un gran bullicio de gente. Hay muchos policías en medio de uno de los recovecos del barrio. No puede ver lo que ocurre. Hay demasiada gente amontonada viendo el suceso. Al final se escurre entre las piernas del personal y descubre un cadáver con una sábana entreabierta. Observa que tiene una gran cicatriz en el pecho y otras dos laterales. No tiene ojos y está completamente rígido. En su cara se observa un bigote muy característico. Entre la multitud, hay dos personajes, conocidos para Amur. Uno es Balun, con el que estuvo hablando ayer y le lisonjeaba con todos sus sueños. El mismo que el entregó las 10.000 rupias. Al lado de él estaba, Babar, el siniestro recepcionista del hotel Kuthoopp. Sigue observándolos y se da cuenta que ellos se dirigen juntos, a uno de los ondulados callejones del barrio. Amur está escondido entre los montones de basura del chiringuito de comida ambulante y escucha. Bueno, Balun, Falak está en el otro mundo.—Con cierta dosis de descaro. Éste le responde;— la vida, es dura amigo. Aquí tienes tu parte… ¿Quieres contarlo?—No está de menos. —sesenta, setenta, ochenta…, y noventa y cinco mil rupias. Es correcto. Amigo, Balun, encantado de trabajar contigo.—Igualmente, Babar. Ve con Dios. Adiós! Amur se queda completamente roto. Descolocado y cataléptico. Se siente el niño más tonto de todo Daharavi. Intenta caminar hacía el chamizo. Le tiemblan las piernas, cuando vuelve a ver a mucha gente en la puerta del chiringuito del marroquinero. Tiene un TV, donde habla el presentador más importante de los informativos y comenta lo siguiente: Hoy ha aparecido el cadáver de un hombre en el vertedero del barrio de Daharvi. Al parecer, el hombre estaba muerto desde hace 3 días. Le habían extirpado sus riñones, el páncreas, el hígado, el corazón y sus ojos. La jefatura criminal de Mumbai ha detenido a toda una red de mafiosos que estafaban a pobres hombres y mujeres honestas por cantidades de dinero que nunca llegaban a cobrar. Alguos de ellos residían en el mismísimo barrio. Tambien, se están llevando a cabo las tareas de identificación del cadáver, por si alguien de Daharavi, pudiera dar alguna pista del fallecido. El forense, sólo puede aseverar que era una hombre de aproximadamente unos 40 años. La investigación ha dado con la clínica Ganesh, en Bangalore, donde se llevaban a cabo. El jefe del servicio de cirugía plástica; el Dr. Mehta. Era el encargado de las operaciones de trasplantes junto a su equipo habitual de trabajo. El entramado llegaba hasta Israel, Turquía y Egipto, donde la gran demanda de gente potentada de Emiratos árabes eran sus clientes habituales. Incluso entre la frontera de la India y China, había una ruta de aprovisionamiento de órganos que vendían los campesinos que no tenía nada, con lo que sacar adelante, a sus familias. Bien, y ahora, otras noticias. Es viernes y hablamos del estreno de una de las grandes películas de este año “Toilet” Ek Prem Katha (2017) con la superestrella de nuestro cine Akshay Kumar. Les dejamos con la entrevista para nuestro canal Doordarshan TV. Amul Kapoor se marcha hacia su chamizo, completamente destrozado y envuelto en lágrimas. Mañana sale el sol, en el infierno de Daharavi.



                               


                                                                                             FIN









                       Dedicado a Jorge Wagensberg diciembre 1948/marzo 2018 In Memoriam






Fotogramas adjuntados

Apajarito (1956) by Satyajit Ray
Negocios Ocultos (2002) by Stephen Frears
Mahanagar (1963) by Satyajit Ray
Traficantes de órganos humanos (2012) by John Gabito Angel









                                                         






                 

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