“Año 13 y 5 días. Tras la furia de Baco, una escoba mutante habla”
Salieron gritando, riendo y bebiendo. Mientras
continuaron hablando, repitiendo nombres de camaradas muertos y evocando sus
efímeros triunfos de viejos ídolos abandonados. Aquella vieja adicción, tan mal
traída de su antigua belleza, los años
crueles de mudanza a la península gentileza de la fealdad. Había que triturarla, sacarle sus
entrañas, sodomizarla en los contenedores. Las dexedrinas daban reubicación
ventricular secundaria. No bastaba con los potingues ochenteros de la
dextroanfetamina, la fenemetracina y la simpatina. Todo con sabor a Ina, como el fino de la Feria de Utrera, con fritura de colesteroL Supremun, acompañado del buen
rancio calimocho. Ahora los hijos de aquellos cabestros vomitan triazolam, putrefactos
en el estómago del bienestar social. Mientras
la cascabelería jalea la caterva de insignes mascachapas. En el preciso
instante, en que la bestia se había embrutecido. Chillaba de gozo y balbuceaba
en pleno subidón, a golpe de risa sardónica:
—JA, JA,
JA—JO, JO, JO... Venga la risión en Surround. ¡Ay, colega, me parto la caja.
Aurgg, Ourggg. Puafff…! ¡No tengo un sólo recuerdo!—murmuró—; dice usted
bien... Una mierda, menor que bien en la gloria siga Ud. masticando vinilo. —
¿No te acuerdas de mí? —Noo. ¡Tampoco se acuerda nadie de mí! Jódete. —
¿Te vendría bien el reposo?— Y a ti desaparecer de la puta blogosfera—No me lo
digas dos veces. Estoy loco por desaparecer, je, je… — ¿No han escuchado tus
sucias orejas, que dejar a las manos ajenas el tedio y tu perfecto cuidado
antes de ir a más?, corazón— Qué os jodan, es mi noche y mi ¡Buena locura!... ¡Qué arda Roma, JO, JO, JU, JU , JU…QUÉ TE
DEN, LISITILLO! Soy un cadáver arquitectónico simbolizado en la descomposición de una época
Iracunda llena de barbudos burgueses sabelotodo. —JA, JA ,JA HA-HA ,JA, JA…(el
macabro eco se hace crepuscular)
Dejadme a solas por
mis calles. Soy el errante espejismo— transformado en estatua de alheña—, vieja sombra de un paseante más. Dónde está lo
imposible de aquello que un día fue Batavia fluorescente. El príncipe autómata
del reloj parado. Acostumbrado a la insoportable rutina del caminar, entre adoquines y el arrogante viento
de las entrañas del silencio. Perdido en la resignación de lo inactivo, un
espectador converso, que huye como alma al viento de la fragua de las frías
mañanas de invierno. Desde las rejas de
las llantas que no giran, porque me he encargado de cubrirlas
de óxido. La húmeda ciudad que
solo acoge al asfalto holgazán y vencido. No me quedan manos, que reparta simiente pues el seno
fecundador expeló a borbotones hieles
pixeladas. Nadie quiere contemplar la indolencia de los habitantes rayos pusilánimes del sol de
enero, cómo el trigo desgrana la requemada espiga y la horquilla la recoge.
Colas de lágrimas se restriegan en las heces cuando llaman al grano
regurgitado.
Un nuevo cereal importado de China, que caiga convertido
en granizo de oro sobre el ancho montón que cubre la avenida y se eleva en
forma de pirámide quebradiza, dicen los agoreros tertulianos, que nos salvará a la
humanidad. Yo por quedarme en casa bajo la vergüenza del mediocre perezoso y mi vecino por asaltar el kiosko de la gasolinera en busca de sucesos regionales recibiremos el castigo en la fragua. Ya
no queda mosto, lo recogen las cubas municipales parcheadas. El
fermento se hace noble en ellas y de ellas sale transformado en chorro rojizo
que humedece los labios y derrite la sangre; no acoge la postrera
recolección del humus humano. No quedan ovejas en Marte que esquilar, ni
labores hambrientas de molinos lejanos. La manufactura ha
traído atropina y aceites refinados — ¿Acaso es lo que querían de D. Simón?
Pues, no lo esperen porque no se tiene de pies. Los últimos mozos han entonado
los salmos postreros tras la halitosis del mosto, pues la nueva democracia les ha
permitido a la urbes sobreponerse entre distantes vías cuadriculares ausentes
de salones palaciegos en caída libre de la apestada bolsa en un IBEX huérfano
de D. Amancio.
Algunos de los que olían a Cerrutti y pisaban como el
gaditano de Miami su suela de cuero florentino, igual de grises, de vulgares,
de clasistas que cuelgan el fémur del gorrino de Teruel sobre el cojinete del
contenedor; no rugen. Mi ciudad solitaria, atenazada por el miedo a fin de mes. Y por
ende, el principio de trece; mi numero. El de la muerte y la resurrección. Sigo
manteniendo la superstición como único recurso intelectual: El ácido se diluye
ante el alcoholímetro de un gadget Walternativo y toda la ciudad rezuma ácido butírico de un fragmento de Heráclito. Hermosa y oculta, silente y frígida.
Ella, esa quien me dio la perdición y le pagué con mi arrogancia. Ahora mi
smartphone le pone color de Nasa por gentileza del friki bailarín coreano.
Aunque, el caballo se ha convertido en serpiente. No es mentira, Mai Lin , la
lolita china de la tienda de a Cien, me lo susurró al oído. Uno no puede
ocultarse mientras la cámara escupe como una Glock 17 en el bulevar sur de los
Angeles. La puta y seductora Valencia embruja tras la resaca solitaria. La que
nunca se pone, porque va puesta 24 horas al día.
No sé lo
que deparará el año. Si volveré a encontrar a mi vieja amiga en aquel sitio que
tenía un perchero de castaño raído y salpicado de pequeñas maculas. No sé qué
será de mi rostro ectoplasmático, malvivido y alicaído. No sé cuantos
pensamientos me quedan. Sólo sé, que mi móvil Samsung tiene 16G de memoria. Y, Uds. observan mis pensamientos. ¿Cuántas fotos caben? La desdicha del eterno
crápula untado de cicatrices, que iba para mártir y se quedo sin taza de café.
Ya no existo ni queda nada del hombre de chalequeras que se comía el Capitol de
Madrid. Ya no sé qué fue de aquel convento en llamas, mientras me cuesta tragar
whisky de centeno, porque me tambaleo a marchas forzadas y sólo atisbo densas
tinieblas con brillos de espada. De repente (un fuerte estruendo) ¡Booooomm
Boooomm! Caigo al vacío y no pertenezco a ninguna tipología de
mo-der-nos- serviciales amanuenses. Vivo para el puto dinero y me lo pulí todo.
La luz, el instante sigue ahí. Lo ven, yo también. ¿Verdad, qué son
hermosas?
FIN
Ya he dicho en más
de una ocasión que no entiendo nada de poesía. Sí es verdad, que compuse cinco canciones para una banda
punk-rock (tenía 15 años) 1981. Las encontré el otro día en una vieja caja
destartalada. Nunca llegamos a tocar en ningún sitio. Ni siquiera grabamos
maquetas. Sonábamos de pena. Y casi siempre, acabábamos por los suelos muertos de
risa. Nos llamábamos “Kolo y los Damnificados”. Ésta es una de ellas.
“ Glúteos”
Cuando bailas tu acento es nervioso
Tus glúteos hermosos que me rozan
No llego a tocarlos, pero los huelo
Ya no
recojo las muecas de tu boca
El aliento abrasado de tranxilium
Cuánto más mejor. Como el bajo de Vicious
No te
ciñas a vagos intentos por torcerme
No
entiendo de frases de amor que te ponen
A mi tanto delirio, me aburre y estriñe
Y
siento un todo en la pena más compungida
No
hay gloria, ni triunfos, ni Mirra ni Babieca
De que me
sirves mujer. Si mi vida es desaliento
A
él, a la otra, ya sucumbió el ansia sin gozo
Tu
flácida carne ya es naftalina de Belén
No quiero copular porque mi flema
No tiene deleite de tu nuevo cuerpo
Si
llegó lo disfrutaré, si muero no lo sentiré
Tus glúteos
confusos y adoquinados siguen trémulos
Apenas oigo un
beso desde el asfalto, que me dice Adiós
Dedicado a los Reyes Magos de Oriente y a Miguel Hernández (el poeta pobre de la G-27)