La masacre de Katyn: Soviets y Nazis la misma mierda sobre Kiev

marzo 01, 2022 Jon Alonso 2 Comments


 

La masacre de Katyn es Ășnica entre las famosas atrocidades de la historia, en el sentido, de quienes cometieron semejante escabechina y quienes se les adjudica la autorĂ­a. En otros casos, los historiadores pueden disputar sobre el nĂșmero de vĂ­ctimas, sobre los motivos del acto o sobre las responsabilidades de individuos particulares, pero no hay duda alguna, de la naciĂłn o facciĂłn que llevĂł a cabo, tan despiadada matanza. Es obvio, que nadie duda de la veracidad de la masacre de San BartolomĂ©, carnicerĂ­a, obra de los fanĂĄticos catĂłlicos franceses, o que el exterminio de QuĂ­os fue obra de los turcos, o que fueron los nazis quienes metieron a mĂĄs de 6 millones de familias judĂ­as en las cĂĄmaras de gas de Auschwitz. Empero con respecto a la escabechina de Katyn, y los muertos, hubo que realizar toda una historia de detectives, la pregunta a la que nos enfrentamos, muchos historiadores e investigadores de las diferentes disciplinas de las Ă©pocas histĂłricas es: ÂżQuiĂ©n cojones hizo semejante barbarie? Algunos estarĂĄn viendo la imagen de ese cleptĂłpata, llamado Vladimir Putin, durante la vĂ­spera de Año Nuevo de 1999, cuando en un giro notable de los acontecimientos, de la bisoña FederaciĂłn Rusa de un alcoholizado y enfermo Boris Yeltsin, en los Ășltimos seis meses de su mandato, usĂł su tradicional discurso televisado de fin de año para anunciar que renunciaba a la presidencia y entregaba las riendas a su primer ministro recientemente designado, mĂĄs joven y mĂĄs enĂ©rgico. No recuerdo su nombre. Ha habido suerte, un tal Stepashin, que era mitad chino y el resto ruso. Aunque, lo bueno estaba por llegar. SĂ­. Y asĂ­ aterrizo en el Kremlin: ese psicĂłpata adicto al lujo y la megalomanĂ­a, un tal Vladimir Putin. El efecto fue sorprendente. Yeltsin parecĂ­a confundido y dañado. Su discurso era tan confuso que era difĂ­cil de entender. Se sentĂł muy erguido, debido al corsĂ© ortopĂ©dico que le habĂ­an colocado para que pudiera dar la imagen de que seguĂ­a mĂĄs duro que un triangulo equilĂĄtero. ÂżPero esto? ÂżEste homĂșnculo? Putin era diminuto en comparaciĂłn con el oso bailarĂ­n Yeltsin y, aunque mĂĄs joven y saludable, se las arreglĂł para parecerse mĂĄs a la muerte. HablĂł durante unos minutos, prometiendo, por un lado, mantener fuerte la democracia rusa. Sin embargo, tambiĂ©n hablĂł que dejaba varias advertencias a aquellos que amenazaran a Rusia: una actuaciĂłn incongruente. Mucha gente no pensĂł que era probable que Putin durara mucho en este augusto escaño. A pesar de todos sus defectos, Yeltsin era al menos alguien: alto, con una voz retumbante, un ex miembro del PolitburĂł soviĂ©tico. ÂżMientras, quĂ© tipo de mierda era Putin? Él, era, esa gente, que de repente, se apresurĂł a aprender, lo le venĂ­a a la vieja Ex URSS. Simplemente un coronel en la KGB. Lo habĂ­an enviado al extranjero, en un cĂłmodo y cercano remanso, de la Alemania Oriental del besucĂłn Honecker, en Dresde. Era bajito y tenĂ­a una voz chillona y su cabello estaba ralo. Era un don nadie incluso entre los don nadie que quedaron despuĂ©s de la purga perpetua de Yeltsin en sus gabinetes. En un mundo donde la mayorĂ­a de la gente estĂĄ convencida de que Putin es un genio, esta teorĂ­a de Putin como un don nadie merece una segunda mirada. Realmente hay una cualidad de hombre comĂșn en Vladimir Putin. Un viejo espĂ­a comentĂł que lo conociĂł en San Petersburgo en la dĂ©cada de 1990. El hombre se convirtiĂł en denunciante despuĂ©s de que se le pidiera a la exitosa compañía de suministros mĂ©dicos que dirigĂ­a, poco despuĂ©s de que Putin asumiera la presidencia, y comenzase a desviar una gran parte de sus ganancias al fondo para el “Palacio de Putin”, el enorme complejo que se estĂĄ construyendo en el Mar Negro. Ya que el nuevo Zar, no querĂ­a las antiguas Dachas de los gerifaltes del PCUS. Sin embargo, tenĂ­a una visiĂłn interesante del presidente tal como lo habĂ­a conocido antes, como le dijo a un conocido periodista; Ben Judah. Éste era un hombre absolutamente promedio... Su voz era promedio... ni dura, ni aguda. TenĂ­a una personalidad promedio... una inteligencia promedio, no una inteligencia especialmente alta. PodrĂ­as salir por la puerta y encontrar miles y miles de personas en Rusia, todas ellas, idĂ©nticas al personaje Putin. Esto no puede ser del todo correcto: Putin estaba por encima del promedio en al menos algunos aspectos (era el campeĂłn de judo de Leningrado, por ejemplo). Pero hay perspicacia en estas palabras. Ya que esa parte del encanto de Putin que no sobresalĂ­a. Durante sus primeras entrevistas en el cargo, enfatizĂł sobre la humildad y la gente llana, como Ă©l.



Un tipo normal, cĂłmo habĂ­a luchado financieramente durante la dĂ©cada de 1990, cuĂĄnta mala suerte, la suya, pobrecito. SabĂ­a todos los mismos putos chistes, habĂ­a escuchado la misma mĂșsica y habĂ­a visto las mismas pelĂ­culas, como el resto de ciudadanos de su generaciĂłn. Es un testimonio del poder de la cultura soviĂ©tica, tanto de su igualitarismo como de sus limitaciones, que cuando Putin mencionĂł una lĂ­nea de una canciĂłn o pelĂ­cula cuasi disidente de los años 60 o 70, casi toda esa puta generaciĂłn,  sabĂ­an exactamente de lo que estaba hablando. Esto no lo sacĂł de la corriente principal. Era el Ășnico hijo corriente de una familia trabajadora estĂĄndar de Leningrado. Era casi como si la UniĂłn SoviĂ©tica hubiera escupido, de la gran masa de su humanidad, este ejemplar promedio, con su agresividad promedio, su ignorancia promedio, su nostalgia promedio. Les suena cĂłmo eran las cosas. Volvamos a Polonia e igual entenderĂĄn de lo que les hablo. O quizĂĄ acaben hasta el forro del escroto, ante el preludio de la IIIGM. Independientemente, de las involucraciones de intereses y pasiones polĂ­ticas, en mayor o menor escala. En el momento del anuncio alemĂĄn del descubrimiento de las tumbas de Katyn en abril de 1943, no hubo una investigaciĂłn imparcial del asunto, ya que aunque el gobierno polaco en el exilio de Londres: solicitĂł una investigaciĂłn por parte de la Cruz Roja Internacional, Rusia se negĂł a aceptar, a emisarios de la Red Cross International y la Cruz Roja Internacional se negĂł a actuar sin el consentimiento de Rusia. Por lo tanto, todos eran libres de tener su propia opiniĂłn sobre Katyn de acuerdo con sus prejuicios, y el Dr. Goebbels tenĂ­a un enorme interĂ©s propagandĂ­stico, mĂĄs que obvio, en atribuir el crimen a Rusia, como Rusia y sus aliados occidentales tenĂ­an en mente repudiar esa acusaciĂłn. Desde el final de la guerra, los comunistas de todas partes han sostenido decididamente que la afirmaciĂłn de la culpabilidad rusa fue solo una calumnia nazi respaldada por los fascistas polacos (aunque los comunistas siempre estĂĄn dispuestos a sostener en privado que el exterminio de los "enemigos de clase" es justificable siempre que sea conveniente). Vamos —lo requiere, segĂșn el manual de exterminio. En cuanto a los occidentales en general, incluidos muchos que no tienen simpatĂ­as prosoviĂ©ticas, sienten que cualquier esfuerzo por establecer la responsabilidad soviĂ©tica en la masacre de Katyn serĂ­a retrospectivamente una rehabilitaciĂłn de Goebbels, ademĂĄs de brindar ayuda y consuelo a quienes han planteado dudas sobre las atrocidades que cometiĂł. Ciertamente fueron cometidos por los nazis. Pero la cuestiĂłn es, despuĂ©s de todo, una que los historiadores del futuro juzgarĂĄn estrictamente de acuerdo con la evidencia, y la evidencia ahora disponible ya es suficiente para llegar a una conclusiĂłn, una vez que se descartan las ideas preconcebidas polĂ­ticas. A pesar de las acusaciones intercambiadas entre BerlĂ­n y MoscĂș durante la guerra, el caso Katyn no es principalmente un duelo entre alemanes y rusos. Las vĂ­ctimas de la aberraciĂłn eran polacos, y fue un destino que cayĂł sobre ellos no solo como individuos sino como naciĂłn; fue un gran desastre nacional. Alrededor de un tercio del cuerpo de oficiales del ejĂ©rcito polaco de antes de la guerra, incluidos soldados regulares y reservistas, desaparecieron en Rusia. Los polacos como naciĂłn no podĂ­an dejar de estar profundamente preocupados por saber quĂ© habĂ­a sucedido con sus oficiales desaparecidos. AdemĂĄs, estos oficiales tenĂ­an familias en Polonia y numerosos parientes y amigos en el ejĂ©rcito polaco que luchĂł en Europa occidental y el norte de África entre 1939 y 1945, y las pruebas que han recogido son de la mayor importancia para la soluciĂłn del problema. Durante los Ășltimos dos años los investigadores polacos que estuvieron directamente involucrados en la investigaciĂłn del asunto llegaron a un punto clave. Uno es del general Wladislaw Anders, quien fue comandante en jefe del ejĂ©rcito polaco que fue reclutado entre prisioneros y deportados en Rusia durante la reconciliaciĂłn temporal polaco-soviĂ©tica de 1941-942 y posteriormente entrĂł en acciĂłn en el Medio Oriente; el segundo es de un conocido pintor polaco, Joseph Czapski, quien, como oficial de guerra, estuvo a cargo de una comisiĂłn especial del ejĂ©rcito polaco para localizar a los prisioneros desaparecidos en Rusia y el tercero fue Joseph Mackiewicz, un ex periodista polaco y miembro de la resistencia polaca, que fue a Katyn mientras la Cruz Roja Polaca desenterraba los cadĂĄveres en la primavera de 1943. Se puede objetar de antemano contra todo este testimonio que proviene de polacos anticomunistas ahora en el exilio que tienen todos los motivos para inventar cargos contra la UniĂłn SoviĂ©tica. Hay que recordar, sin embargo, que en el perĂ­odo 1941-1943 Polonia estaba en guerra con Alemania y no con Rusia.

 


 

Es cierto que los comunistas han acusado al gobierno polaco en Londres durante la guerra de ser "hitlerita", pero el vigor con el que las fuerzas armadas polacas lucharon contra Alemania durante seis años y el carĂĄcter intransigente de la resistencia dentro de Polonia bajo el liderazgo de los llamados “polacos de Londres” prueban lo absurdo de esta acusaciĂłn. Cualesquiera que fueran los agravios polacos contra Rusia, el odio polaco en tiempos de guerra hacia la Alemania nazi era demasiado fuerte para que hubiera una voluntad general entre los polacos de confabularse en una fabricaciĂłn de pruebas contra Rusia en apoyo de las acusaciones nazis. La policĂ­a secreta de un estado totalitario de un solo partido en su propio territorio, con testigos totalmente en su poder, puede inventar tal caso, pero el gobierno polaco en Londres y sus delegados dentro de Polonia representaron una coaliciĂłn de todos los partidos polacos con la excepciĂłn de los comunistas, y siempre estuvieron seriamente divididos sobre la actitud a adoptar hacia Rusia. En 1941, Zalecki renunciĂł como ministro de Asuntos Exteriores porque pensĂł que el general Sikorski estaba yendo demasiado lejos en su esfuerzo por conciliar a Rusia y en 1944 el gabinete de Mikolajczyk se disolviĂł por la cuestiĂłn de las concesiones que podrĂ­an hacerse a MoscĂș. Si, por lo tanto, ciertos extremistas antirrusos hubieran tenido la idea de falsificar las pruebas sobre Katyn para culpar a Rusia, tal maniobra habrĂ­a sido inmediatamente denunciada por aquellos que estaban trabajando por una reconciliaciĂłn con Rusia; ademĂĄs, el nĂșmero de personas involucradas en la evidencia, ya sea como testigos o investigadores, era demasiado grande, y su complexiĂłn polĂ­tica demasiado variada, para que cualquier fabricaciĂłn por parte de una camarilla hubiera pasado desapercibida. La historia de Katyn comienza con la captura de gran parte del ejĂ©rcito polaco en septiembre de 1939 por las fuerzas soviĂ©ticas que invadieron Polonia desde el este diecisiete dĂ­as despuĂ©s de que los alemanes la invadieran desde el oeste. Tanto Alemania como Rusia adoptaron posteriormente la posiciĂłn de que el estado polaco habĂ­a dejado de existir y que los polacos, de acuerdo con el pacto germano-soviĂ©tico para la nueva particiĂłn de Polonia, se habĂ­an convertido en sĂșbditos alemanes o soviĂ©ticos. HabĂ­a, sin embargo, dos diferencias en la relaciĂłn de Alemania y Rusia con Polonia despuĂ©s de la conquista conjunta. Alemania permaneciĂł en guerra con Gran Bretaña y Francia, que reconocieron al gobierno polaco en el exilio como un aliado beligerante soberano, y un ejĂ©rcito polaco permaneciĂł en el campo, primero en Francia y luego en Gran Bretaña; Rusia no estaba avergonzada por tal situaciĂłn. En segundo lugar, Alemania fue signataria de la convenciĂłn de Ginebra sobre prisioneros de guerra, mientras que Rusia no lo fue. Entre los prisioneros de guerra capturados por los rusos (un total de unos 230.000 segĂșn fuentes soviĂ©ticas), casi todos los oficiales, unos 9.000, y una serie de suboficiales y soldados privados de categorĂ­as especiales, como gendarmerĂ­a y cuerpo de frontera. Se colocaron guardias, en total 15.000, en tres campos especiales en Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov. En estos campos fueron sometidos a largos interrogatorios, no para obtener informaciĂłn militar, ya que todos los combates habĂ­an cesado, sino para descubrir sus conexiones familiares y personales, sus opiniones polĂ­ticas y actividades polĂ­ticas anteriores (si las hubo). Finalmente, en abril de 1940, se seleccionaron unos 400 de los 15.000 y se enviaron a un campo en Pavlishchev Bor, de donde luego fueron trasladados a otro campo en Griazovets; todos eran ciudadanos polacos de ascendencia alemana (y, por lo tanto, considerados amistosos durante el apogeo del pacto nazi-soviĂ©tico) o polacos que, ya sea por convicciĂłn o prudencia, habĂ­an expresado sentimientos prosoviĂ©ticos durante los interrogatorios. El resto de los prisioneros de los tres campos fueron enviados a destinos desconocidos, y los que fueron trasladados a Pavlishchev Bor no sabĂ­an quĂ© habĂ­a sido de ellos. MĂĄs tarde, los prisioneros de Pavlishchev Bor comenzaron a recibir cartas de familiares en Polonia pidiendo noticias de los demĂĄs; de lo cual infirieron que la correspondencia —que aĂșn les estaba permitida— les estaba siendo negada a sus camaradas. El 7 de octubre de 1940, las tropas alemanas entraron en Rumania, y por primera vez el gobierno soviĂ©tico se dio cuenta que Hitler, a lo mejor,  pudiera, despuĂ©s de todo, a pesar de ese golpe maestro de la diplomacia soviĂ©tica, el pacto Ribbentrop-Molotov e intentar alcanzar la deseada Ucrania.

 



 

Tres semanas despuĂ©s, un oficial polaco que habĂ­a mostrado inclinaciones prosoviĂ©ticas particularmente marcadas, un cierto teniente coronel Berling y otros dos fueron convocados para reunirse con los dos jefes de la NKVD, Beria y Merkulov, en la prisiĂłn de Lubianka en MoscĂș. AllĂ­ se les preguntĂł si ayudarĂ­an a organizar unidades militares polacas para un posible uso futuro, bajo el mando soviĂ©tico, contra Alemania. Berling estuvo de acuerdo, pero sugiriĂł que los oficiales polacos que habĂ­an sido retirados de los campos de Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov deberĂ­an incorporarse al plan. A lo que Beria respondiĂł: “No, esos no. Cometimos un grave error con ellos”. Este comentario crĂ­ptico, repetido por Berling a otros oficiales, provocĂł mucha especulaciĂłn entre los prisioneros polacos confinados en el campo de Griazovets. Cuando, en junio de 1941, Hitler lanzĂł su invasiĂłn de Rusia y el ejĂ©rcito ruso sufriĂł devastadoras derrotas iniciales, la diplomacia britĂĄnica provocĂł una renovaciĂłn de las relaciones diplomĂĄticas entre la UniĂłn SoviĂ©tica y el gobierno polaco en Londres. Rusia acordĂł otorgar una “amnistĂ­a” a todos los prisioneros de guerra y deportados polacos en territorio soviĂ©tico y permitir que el gobierno polaco reclutara entre ellos un ejĂ©rcito que tomarĂ­a parte en la guerra contra Alemania. El general Anders, que habĂ­a estado recluido en rĂ©gimen de aislamiento en una prisiĂłn rusa, fue designado para dirigir el nuevo ejĂ©rcito; instalĂł su cuartel general y pronto llegaron polacos para alistarse de todas partes de la UniĂłn SoviĂ©tica, incluso de los campos de oro de Kolyma, en el noreste de Siberia. Pero rĂĄpidamente se dio cuenta de que entre ellos apenas habĂ­a ex oficiales y que faltaban miles de oficiales que habĂ­an sido capturados en 1939, incluidos varios generales. Se dirigieron consultas al gobierno soviĂ©tico, pero no se recibiĂł una respuesta satisfactoria; Los funcionarios soviĂ©ticos simplemente dijeron que todos los prisioneros habĂ­an sido liberados, a travĂ©s, del acuerdo y que no sabĂ­an el paradero de esos individuos en particular. Cuando despuĂ©s de varios meses ni un solo polaco que habĂ­a estado en Kozielsk, Starobielsk u Ostashkov antes de llevar, a cabo, la limpieza de esos campos en la primavera de 1940 (a excepciĂłn de los 400 llevados a Pavlishchev Bor) habĂ­a llegado a los centros de reclutamiento polacos, las autoridades militares polacas se pusieron muy inquietas. A peticiĂłn suya, el gobierno polaco en Londres investigĂł en Polonia, a travĂ©s de la clandestinidad polaca, para determinar si allĂ­ se habĂ­an recibido noticias de los hombres desaparecidos, pero se le informĂł que sus familias no habĂ­an recibido ninguna carta de ellos desde mayo de 1940, aunque antes de esa fecha se habĂ­a permitido la correspondencia. Cuando las gestiones ante el Comisariado SoviĂ©tico de Asuntos Exteriores no produjeron ningĂșn resultado, el asunto fue abordado directamente con Stalin, primero por el embajador polaco y luego por el primer ministro polaco, el general Sikorski, quien visitĂł MoscĂș en diciembre de 1941. La Ășnica contribuciĂłn de Stalin a la soluciĂłn del problema fue la sugerencia de que los prisioneros desaparecidos podrĂ­an haber escapado a Manchuria, lo que implicaba que habĂ­an sido enviados a Siberia. A peticiĂłn de los polacos, los embajadores de Inglaterra y EE.UU en MoscĂș tambiĂ©n llamaron la atenciĂłn del gobierno soviĂ©tico sobre el asunto, pero sin ninguna respuesta satisfactoria. En abril de 1943, despuĂ©s de un año y medio de bĂșsqueda e indagatoria sin encontrar ningĂșn rastro de los oficiales desaparecidos, los lĂ­deres polacos ya habĂ­an llegado a la conclusiĂłn de que las autoridades soviĂ©ticas estaban mintiendo en sus afirmaciones, sobre  todo lo que habĂ­a ocurrido a los prisioneros, y de mala gana infiriĂł que ya no estaban vivos.  En abril de 1943, la radio alemana anunciĂł el descubrimiento de cadĂĄveres con uniforme de oficiales polacos en fosas comunes en el bosque de Katyn, no lejos de Smolensk, y declarĂł que eran vĂ­ctimas de una masacre rusa. La respuesta polaca a la noticia fue emitir una declaraciĂłn pĂșblica relatando la historia del asunto (que hasta ahora no se habĂ­a mencionado en la prensa aliada) y solicitar una investigaciĂłn de las tumbas de Katyn por parte de la Cruz Roja Internacional. El gobierno alemĂĄn tambiĂ©n accediĂł a una investigaciĂłn de la Cruz Roja Internacional, pero el gobierno soviĂ©tico no solo se negĂł a aceptar, sino que tambiĂ©n rompiĂł relaciones diplomĂĄticas con el gobierno polaco, acusĂĄndolo de complicidad con Alemania por no haber denunciado de inmediato las acusaciones alemanas.


Al mismo tiempo, el gobierno soviĂ©tico presentĂł una versiĂłn del destino de los oficiales polacos de la que no se habĂ­a oĂ­do nada anteriormente; el gobierno declarĂł ahora que habĂ­an sido confinados en campos al oeste de Smolensk y habĂ­an sido capturados por los alemanes cuando invadieron el ĂĄrea en el curso de su invasiĂłn en julio de 1941. EstĂĄ claro que si esta versiĂłn soviĂ©tica es cierta, los lĂ­deres soviĂ©ticos debĂ­an de haber estado al tanto, de todo lo que habĂ­a sucedido. Durante todo el perĂ­odo en el que se dirigieron investigaciones polacas, britĂĄnicas y estadounidenses en un esfuerzo por localizar a los prisioneros desaparecidos. ÂżPor quĂ©, entonces, no dijeron que los prisioneros polacos, junto con algunos cientos de miles de soldados rusos, habĂ­an caĂ­do en manos alemanas durante la gran retirada de 1941? Si los rusos eran inocentes en todo este affaire, no habĂ­a ninguna razĂłn por la que no hubieran admitido desde el principio lo que alegaron posteriormente. Si, por el contrario, eran culpables, tenĂ­an una razĂłn muy convincente para no contar tal historia excepto como Ășltimo recurso; sabiendo que las tumbas de Katyn estaban en territorio ocupado por los alemanes, solo podĂ­an esperar que no fueran descubiertas, pero si les decĂ­an a los polacos que sus prisioneros estaban en manos alemanas, los polacos buscarĂ­an en Alemania a travĂ©s de la Cruz Roja Internacional, y los alemanes podrĂ­an interesarse demasiado en buscarlos. Mientras los rusos persistieran en decir que no sabĂ­an dĂłnde estaban los oficiales polacos, nadie pudo probar que estaban muertos; solo con la exhumaciĂłn de los cadĂĄveres de Katyn, el problema de los prisioneros desaparecidos se convirtiĂł en una pregunta sobre quiĂ©n los habĂ­a asesinado. Posteriormente, con el trascurso de la guerra los rusos volvieron a ocupar el ĂĄrea de Katyn en septiembre de 1943, nombraron una “ComisiĂłn especial para establecer e investigar el paradero de los oficiales polacos fusilados por agresores fascistas alemanes en el bosque de Katyn”. Este organismo, compuesto en su totalidad por ciudadanos soviĂ©ticos —ni siquiera los polacos comunistas estaban representados en Ă©l— publicĂł un informe que elaboraba la versiĂłn soviĂ©tica que se habĂ­a presentado tras el anuncio alemĂĄn del descubrimiento de las tumbas. Este documento estimĂł el nĂșmero total de cadĂĄveres en 11.000 y declarĂł que los alemanes, despuĂ©s de haber matado a los prisioneros polacos en el otoño de 1941. DespuĂ©s de su derrota en Stalingrado fue cuando cargaron contra los rusos por el exterminio y, por lo tanto, en marzo de 1943, un mes antes: Anunciaban pĂșblicamente el descubrimiento de las fosas, desenterrando todos los cuerpos, de los cuales, se extrajeron de ellos sus documentos con fechas posteriores a abril de 1940 e inmediatamente, volver a enterrarlos. Antes de que los alemanes se retiraran de Katyn, permitieron que la Cruz Roja Polaca llevara a cabo un examen de las tumbas de Katyn. La Cruz Roja Polaca no hizo ninguna declaraciĂłn pĂșblica sobre lo que encontrĂł y, por lo tanto, no se la pudo acusar de ayudar a la propaganda antisoviĂ©tica alemana; su objetivo principal era identificar tantos cuerpos como fuera posible para informar a los familiares de los muertos, pero su informe completo sobre la evidencia se transmitiĂł en secreto al gobierno polaco en Londres. La investigaciĂłn de la Cruz Roja Polaca mostrĂł que el nĂșmero total de cadĂĄveres en las tumbas de Katyn no llegaba a los 4.500, y que todos ellos procedĂ­an del campo de Kozielsk; no habĂ­a prisioneros de los campos de Starobielsk o Ostashkov. Los alemanes, sin embargo, ya habĂ­an anunciado que habrĂ­a entre 10.000 y 12.000 cadĂĄveres, y el informe de la ComisiĂłn SoviĂ©tica, como se mencionĂł anteriormente, cifraba el total, en 11.000. Los alemanes, naturalmente, tenĂ­an interĂ©s en aumentar el nĂșmero de vĂ­ctimas con fines propagandĂ­sticos. Para los rusos, el significado del nĂșmero involucrado era bastante diferente. Si solo los prisioneros de Kozielsk estaban en las tumbas de Katyn, ÂżdĂłnde estaban los de Starobielsk y Ostashkov? Ninguno de ellos ha sido visto de nuevo, por lo que se puede suponer que aquellos que no estaban en Katyn perecieron en otro lugar, pero no se sabe nada, sobre su destino final. Al poner la cifra en 11.000, el informe de la ComisiĂłn SoviĂ©tica implicaba que todos los prisioneros de los tres campos habĂ­an sido asesinados en Katyn, y se eliminĂł el problema de contabilizar por separado a los prisioneros de Starobielsk y Ostashkov.



La Cruz Roja Polaca encontrĂł alrededor de 3.300 cartas y postales en los cadĂĄveres, ninguna con fecha o sello posterior a abril de 1940; varios diarios que terminan en abril o la primera semana de mayo de 1940 (uno de ellos describe en su Ășltima entrada el viaje en un camiĂłn con escolta de la NKVD/Antiguo KGB,  desde la estaciĂłn de tren de Gniezdovo hasta el bosque de Katyn); y cientos de copias de periĂłdicos o fragmentos datados, todos de marzo o abril de 1940. El informe de la ComisiĂłn SoviĂ©tica, como hemos visto, libera de sospecha a la Cruz Roja Polaca, sobre la tesis de estar  mintiendo sobre este asunto, sino que habĂ­a sido engañada, ya que alega que los alemanes habĂ­an desenterrado los cuerpos en marzo de 1943 y habĂ­an retirado toda la documentaciĂłn de fechas posteriores a abril de 1940. Éste es el quid de toda la historia y Mackiewicz en su libro no tiene dificultad en refutar la explicaciĂłn soviĂ©tica. En primer lugar, no se trataba sĂłlo de sacar papeles, sino tambiĂ©n de sustituirlos por otros, de reescribir y falsificar detalles en los diarios y, sobre todo, de producir la cantidad requerida de periĂłdicos rusos de la primavera de 1940, que, salvo en casos extremadamente improbables: la suposiciĂłn de la gran existencia de ellos habĂ­an caĂ­do en manos alemanas, tendrĂ­an que haber sido especialmente reimpresos de los archivos, con el fin, de ser ubicados en los cuerpos. Pero incluso si se hubiera llevado a cabo toda esta elaborada falsificaciĂłn, el supuesto proceso de posicionamiento; era tĂ©cnicamente imposible. Como escribe Mackiewicz sobre su observaciĂłn de las exhumaciones en Katyn: “Todo estaba empapado y pegado con un lĂ­quido cadavĂ©rico asqueroso, maloliente y gomoso, era imposible desabrochar los bolsillos o sacar las botas. Por lo tanto, fue necesario cortarlos con cuchillos para encontrar las pertenencias personales
 NingĂșn dispositivo o tĂ©cnica humana permitirĂ­a realizar una bĂșsqueda en esos bolsillos, sacando algunos objetos y poniendo otros, y luego abrochar los uniformes, y volver a colocar y apretar los cuerpos en una masa, capa sobre capa
” De hecho, no es necesario confiar en la evidencia polaca para rechazar la historia de la falsificaciĂłn de la documentaciĂłn en marzo de 1943 como una imposibilidad manifiesta. Ya sea que los cuerpos hayan estado en la tierra desde la primavera de 1940 o desde el otoño de 1941, seguramente habrĂ­an estado en las mismas condiciones que describe Mackiewicz, y habrĂ­a sido absolutamente imposible ocultar las huellas de la supuesta operaciĂłn de falsificaciĂłn. Haber presentado todo este trabajo a los expertos imparciales de la Cruz Roja Internacional habrĂ­a implicado cierta exposiciĂłn de la documentaciĂłn. Debemos concluir, por lo tanto, que la supuesta exhumaciĂłn y nueva inhumaciĂłn en marzo de 1943 nunca tuvo lugar, y que la dataciĂłn de la documentaciĂłn sobre los cadĂĄveres determina la fecha de la masacre. Y, como dice Mackiewicz, si sabemos cuĂĄndo se hizo, tambiĂ©n sabemos quiĂ©n lo hizo. AsĂ­ se descubriĂł que el 19 de septiembre de 1939, dos dĂ­as despuĂ©s de la invasiĂłn, Lavrentij Beria ya habĂ­a comenzado a establecer campos de concentraciĂłn para prisioneros polacos. Probablemente en vista de la masacre que tuvo lugar entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1940, soldados, guĂ­as, gendarmes, policĂ­as y funcionarios de prisiones fueron sacados de los campos de Ostashkov, Kozielsk y Starobielsk. Kozielsk y Starobielsk, alrededor de 22 mil personas en total, de las cuales 8 mil eran oficiales. Los llevaron en pequeños grupos al bosque de Katyn, cerca del pueblo de Gnezdovo, a poca distancia de Smolensk, les dispararon en la nuca y los enterraron en fosas comunes. Mikhail Gorbachev asignĂł a su paĂ­s la responsabilidad del asesinato en masa y su sucesor, Boris Yelsin, publicĂł los archivos estatales que lo confirman. Los agentes de la NKVD llevaron a unos 20.000 oficiales polacos al bosque de Katyn y los ejecutaron. MĂĄs tarde, el PolitburĂł culpĂł a los nazis de la atrocidad, y este mito persistiĂł durante los juicios de Nuremberg. Puede que todo esto, que nos suene a historias de abueletes en la puta guerra, a lo mejor, es esclarecedor, del porquĂ© la esencia del diablo, perdura travestido en un dictador, cada 100 años. Como dijo el poeta ucraniano. AsĂ­, hablamos en mi pueblo


P.S.; Poema del autor ucraniano Volodymyr Svidzinsky (1885-1941)

El brillo de las superficies muere en la sombra.

y el antiguo silencio duerme,

Como agua decantada en un cuenco.

Solo mis manos viven,

extrañas y separadas,

a sus movimientos

OblĂ­game a meditar,

Como el susurro de una hoja.

 

Voy a la ventana,

Un poste roto se encuentra junto a la terraza,

Crece moho en los canalones

Donde los copos de nieve se juntan en invierno,

Donde los påjaros se posan por la mañana.

Presiono mi frente contra el vidrio.

Y mira por un rato.

 

No amo el advenimiento de la noche

Parece culpable, un lino oscuro,

Los bordes verdes borrosos de la vegetaciĂłn.

Se acumula un enorme charco de silencio.

ÂżDĂłnde se han ido los pĂĄjaros?

 

La superficie brillante de las cosas muere,

Las cortinas cuelgan inmĂłviles

Como tallado en piedra.

En mi cĂ­rculo definido de silencio

Me vuelvo mĂĄs insensible, y triste,

Como una linterna china olvidada atrapada

En una rama de algĂșn viejo huerto.

 




Dedicado a todo el pueblo ucraniano que sufre la invasiĂłn y agresiĂłn del dictador Putin

 



Fotogramas adjuntados

America, America 1963 By Elia Kazan

Katyn (2007) By Andrzej Wajda,

Judgment at Nuremberg 1961 By Stanley Kramer

The Journey (1959) By Anatole Litvak

The Spy Who Came In from the Cold (1965) By Martin Ritt

Im labyrinth des schweigens labyrinth of lies (2014)  By Giulio Ricciarelli


BibliografĂ­a consultada y recomendada

Katyn: Stalin’s Massacre and the Triumph of Truth By Allen Paul (2010) Ed. Northern Illinois University Press

La matanza de Katyn: Historia del mayor crimen soviético de la Segunda Guerra Mundial (2020) By Thomas Urban Ed. La Esfera de los Libros

 






 


2 comentarios:

  1. ¥Qué decir...! ¥Horror tras horror!

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  2. El horror y la guerra, cogidos de la mano, Maica. Genocidas en estado puro. Un fuerte abrazo

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