La masacre de Katyn: Soviets y Nazis la misma mierda sobre Kiev
La masacre de Katyn es Ășnica entre las famosas atrocidades de la historia, en el sentido, de quienes cometieron semejante escabechina y quienes se les adjudica la autorĂa. En otros casos, los historiadores pueden disputar sobre el nĂșmero de vĂctimas, sobre los motivos del acto o sobre las responsabilidades de individuos particulares, pero no hay duda alguna, de la naciĂłn o facciĂłn que llevĂł a cabo, tan despiadada matanza. Es obvio, que nadie duda de la veracidad de la masacre de San BartolomĂ©, carnicerĂa, obra de los fanĂĄticos catĂłlicos franceses, o que el exterminio de QuĂos fue obra de los turcos, o que fueron los nazis quienes metieron a mĂĄs de 6 millones de familias judĂas en las cĂĄmaras de gas de Auschwitz. Empero con respecto a la escabechina de Katyn, y los muertos, hubo que realizar toda una historia de detectives, la pregunta a la que nos enfrentamos, muchos historiadores e investigadores de las diferentes disciplinas de las Ă©pocas histĂłricas es: ÂżQuiĂ©n cojones hizo semejante barbarie? Algunos estarĂĄn viendo la imagen de ese cleptĂłpata, llamado Vladimir Putin, durante la vĂspera de Año Nuevo de 1999, cuando en un giro notable de los acontecimientos, de la bisoña FederaciĂłn Rusa de un alcoholizado y enfermo Boris Yeltsin, en los Ășltimos seis meses de su mandato, usĂł su tradicional discurso televisado de fin de año para anunciar que renunciaba a la presidencia y entregaba las riendas a su primer ministro recientemente designado, mĂĄs joven y mĂĄs enĂ©rgico. No recuerdo su nombre. Ha habido suerte, un tal Stepashin, que era mitad chino y el resto ruso. Aunque, lo bueno estaba por llegar. SĂ. Y asĂ aterrizo en el Kremlin: ese psicĂłpata adicto al lujo y la megalomanĂa, un tal Vladimir Putin. El efecto fue sorprendente. Yeltsin parecĂa confundido y dañado. Su discurso era tan confuso que era difĂcil de entender. Se sentĂł muy erguido, debido al corsĂ© ortopĂ©dico que le habĂan colocado para que pudiera dar la imagen de que seguĂa mĂĄs duro que un triangulo equilĂĄtero. ÂżPero esto? ÂżEste homĂșnculo? Putin era diminuto en comparaciĂłn con el oso bailarĂn Yeltsin y, aunque mĂĄs joven y saludable, se las arreglĂł para parecerse mĂĄs a la muerte. HablĂł durante unos minutos, prometiendo, por un lado, mantener fuerte la democracia rusa. Sin embargo, tambiĂ©n hablĂł que dejaba varias advertencias a aquellos que amenazaran a Rusia: una actuaciĂłn incongruente. Mucha gente no pensĂł que era probable que Putin durara mucho en este augusto escaño. A pesar de todos sus defectos, Yeltsin era al menos alguien: alto, con una voz retumbante, un ex miembro del PolitburĂł soviĂ©tico. ÂżMientras, quĂ© tipo de mierda era Putin? Ăl, era, esa gente, que de repente, se apresurĂł a aprender, lo le venĂa a la vieja Ex URSS. Simplemente un coronel en la KGB. Lo habĂan enviado al extranjero, en un cĂłmodo y cercano remanso, de la Alemania Oriental del besucĂłn Honecker, en Dresde. Era bajito y tenĂa una voz chillona y su cabello estaba ralo. Era un don nadie incluso entre los don nadie que quedaron despuĂ©s de la purga perpetua de Yeltsin en sus gabinetes. En un mundo donde la mayorĂa de la gente estĂĄ convencida de que Putin es un genio, esta teorĂa de Putin como un don nadie merece una segunda mirada. Realmente hay una cualidad de hombre comĂșn en Vladimir Putin. Un viejo espĂa comentĂł que lo conociĂł en San Petersburgo en la dĂ©cada de 1990. El hombre se convirtiĂł en denunciante despuĂ©s de que se le pidiera a la exitosa compañĂa de suministros mĂ©dicos que dirigĂa, poco despuĂ©s de que Putin asumiera la presidencia, y comenzase a desviar una gran parte de sus ganancias al fondo para el âPalacio de Putinâ, el enorme complejo que se estĂĄ construyendo en el Mar Negro. Ya que el nuevo Zar, no querĂa las antiguas Dachas de los gerifaltes del PCUS. Sin embargo, tenĂa una visiĂłn interesante del presidente tal como lo habĂa conocido antes, como le dijo a un conocido periodista; Ben Judah. Ăste era un hombre absolutamente promedio... Su voz era promedio... ni dura, ni aguda. TenĂa una personalidad promedio... una inteligencia promedio, no una inteligencia especialmente alta. PodrĂas salir por la puerta y encontrar miles y miles de personas en Rusia, todas ellas, idĂ©nticas al personaje Putin. Esto no puede ser del todo correcto: Putin estaba por encima del promedio en al menos algunos aspectos (era el campeĂłn de judo de Leningrado, por ejemplo). Pero hay perspicacia en estas palabras. Ya que esa parte del encanto de Putin que no sobresalĂa. Durante sus primeras entrevistas en el cargo, enfatizĂł sobre la humildad y la gente llana, como Ă©l.
Un
tipo normal, cĂłmo habĂa luchado financieramente durante la dĂ©cada de 1990,
cuĂĄnta mala suerte, la suya, pobrecito. SabĂa todos los mismos putos chistes,
habĂa escuchado la misma mĂșsica y habĂa visto las mismas pelĂculas, como el
resto de ciudadanos de su generaciĂłn. Es
un testimonio del poder de la cultura soviética, tanto de su igualitarismo como
de sus limitaciones, que cuando Putin mencionĂł una lĂnea de una canciĂłn o
pelĂcula cuasi disidente de los años 60 o 70, casi toda esa puta
generaciĂłn, sabĂan exactamente de lo que
estaba hablando. Esto no lo sacĂł de la corriente principal. Era el Ășnico hijo
corriente de una familia trabajadora estĂĄndar de Leningrado. Era casi como si
la Unión Soviética hubiera escupido, de la gran masa de su humanidad, este
ejemplar promedio, con su agresividad promedio, su ignorancia promedio, su
nostalgia promedio. Les suena cĂłmo eran las cosas. Volvamos a Polonia e igual
entenderĂĄn de lo que les hablo. O quizĂĄ acaben hasta el forro del escroto, ante
el preludio de la IIIGM. Independientemente, de las involucraciones de
intereses y pasiones polĂticas, en mayor o menor escala. En el momento del
anuncio alemĂĄn del descubrimiento de las tumbas de Katyn en abril de 1943, no
hubo una investigaciĂłn imparcial del asunto, ya que aunque el gobierno polaco
en el exilio de Londres: solicitĂł una investigaciĂłn por parte de la Cruz Roja
Internacional, Rusia se negĂł a aceptar, a emisarios de la Red Cross
International y la Cruz Roja Internacional se negĂł a actuar sin el
consentimiento de Rusia. Por lo tanto,
todos eran libres de tener su propia opiniĂłn sobre Katyn de acuerdo con sus
prejuicios, y el Dr. Goebbels tenĂa un enorme interĂ©s propagandĂstico, mĂĄs que
obvio, en atribuir el crimen a Rusia, como Rusia y sus aliados occidentales
tenĂan en mente repudiar esa acusaciĂłn. Desde el final de la guerra, los
comunistas de todas partes han sostenido decididamente que la afirmaciĂłn de la
culpabilidad rusa fue solo una calumnia nazi respaldada por los fascistas
polacos (aunque los comunistas siempre
estĂĄn dispuestos a sostener en privado que el exterminio de los "enemigos
de clase" es justificable siempre que sea conveniente). Vamos âlo
requiere, segĂșn el manual de exterminio. En cuanto a los occidentales en
general, incluidos muchos que no tienen simpatĂas prosoviĂ©ticas, sienten que
cualquier esfuerzo por establecer la responsabilidad soviética en la masacre de
Katyn serĂa retrospectivamente una rehabilitaciĂłn de Goebbels, ademĂĄs de
brindar ayuda y consuelo a quienes han planteado dudas sobre las atrocidades
que cometiĂł. Ciertamente fueron cometidos por los nazis. Pero la cuestiĂłn
es, después de todo, una que los historiadores del futuro juzgarån
estrictamente de acuerdo con la evidencia, y la evidencia ahora disponible ya
es suficiente para llegar a una conclusiĂłn, una vez que se descartan las ideas
preconcebidas polĂticas. A pesar de las acusaciones intercambiadas entre BerlĂn
y MoscĂș durante la guerra, el caso Katyn no es principalmente un duelo entre
alemanes y rusos. Las vĂctimas de la aberraciĂłn eran polacos, y fue un destino
que cayĂł sobre ellos no solo como individuos sino como naciĂłn; fue un gran
desastre nacional. Alrededor de un tercio del cuerpo de oficiales del ejército
polaco de antes de la guerra, incluidos soldados regulares y reservistas,
desaparecieron en Rusia. Los polacos como naciĂłn no podĂan dejar de estar
profundamente preocupados por saber quĂ© habĂa sucedido con sus oficiales
desaparecidos. AdemĂĄs, estos oficiales
tenĂan familias en Polonia y numerosos parientes y amigos en el ejĂ©rcito polaco
que luchĂł en Europa occidental y el norte de Ăfrica entre 1939 y 1945, y las
pruebas que han recogido son de la mayor importancia para la soluciĂłn del
problema. Durante los Ășltimos dos años los investigadores polacos que
estuvieron directamente involucrados en la investigaciĂłn del asunto llegaron a
un punto clave. Uno es del general Wladislaw Anders, quien fue comandante en
jefe del ejército polaco que fue reclutado entre prisioneros y deportados en
Rusia durante la reconciliación temporal polaco-soviética de 1941-942 y
posteriormente entrĂł en acciĂłn en el Medio Oriente; el segundo es de un
conocido pintor polaco, Joseph Czapski, quien, como oficial de guerra, estuvo a
cargo de una comisión especial del ejército polaco para localizar a los
prisioneros desaparecidos en Rusia y el tercero fue Joseph Mackiewicz, un ex
periodista polaco y miembro de la resistencia polaca, que fue a Katyn mientras
la Cruz Roja Polaca desenterraba los cadĂĄveres en la primavera de 1943. Se
puede objetar de antemano contra todo este testimonio que proviene de polacos
anticomunistas ahora en el exilio que tienen todos los motivos para inventar
cargos contra la Unión Soviética. Hay que recordar, sin embargo, que en el
perĂodo 1941-1943 Polonia estaba en guerra con Alemania y no con Rusia.
Es
cierto que los comunistas han acusado al gobierno polaco en Londres durante la
guerra de ser "hitlerita",
pero el vigor con el que las fuerzas armadas polacas lucharon contra Alemania
durante seis años y el caråcter intransigente de la resistencia dentro de
Polonia bajo el liderazgo de los llamados âpolacos
de Londresâ prueban lo absurdo de esta acusaciĂłn. Cualesquiera que fueran los agravios polacos contra Rusia, el odio
polaco en tiempos de guerra hacia la Alemania nazi era demasiado fuerte para
que hubiera una voluntad general entre los polacos de confabularse en una
fabricaciĂłn de pruebas contra Rusia en apoyo de las acusaciones nazis. La
policĂa secreta de un estado totalitario de un solo partido en su propio
territorio, con testigos totalmente en su poder, puede inventar tal caso, pero
el gobierno polaco en Londres y sus delegados dentro de Polonia representaron
una coaliciĂłn de todos los partidos polacos con la excepciĂłn de los comunistas,
y siempre estuvieron seriamente divididos sobre la actitud a adoptar hacia
Rusia. En 1941, Zalecki renunciĂł como
ministro de Asuntos Exteriores porque pensĂł que el general Sikorski estaba
yendo demasiado lejos en su esfuerzo por conciliar a Rusia y en 1944 el
gabinete de Mikolajczyk se disolviĂł por la cuestiĂłn de las concesiones que
podrĂan hacerse a MoscĂș. Si, por lo tanto, ciertos extremistas antirrusos
hubieran tenido la idea de falsificar las pruebas sobre Katyn para culpar a
Rusia, tal maniobra habrĂa sido inmediatamente denunciada por aquellos que
estaban trabajando por una reconciliaciĂłn con Rusia; ademĂĄs, el nĂșmero de
personas involucradas en la evidencia, ya sea como testigos o investigadores,
era demasiado grande, y su complexiĂłn polĂtica demasiado variada, para que
cualquier fabricaciĂłn por parte de una camarilla hubiera pasado desapercibida. La historia de Katyn comienza con la
captura de gran parte del ejército polaco en septiembre de 1939 por las fuerzas
soviĂ©ticas que invadieron Polonia desde el este diecisiete dĂas despuĂ©s de que
los alemanes la invadieran desde el oeste. Tanto Alemania como Rusia adoptaron
posteriormente la posiciĂłn de que el estado polaco habĂa dejado de existir y
que los polacos, de acuerdo con el pacto germano-soviético para la nueva
particiĂłn de Polonia, se habĂan convertido en sĂșbditos alemanes o soviĂ©ticos.
HabĂa, sin embargo, dos diferencias en la relaciĂłn de Alemania y Rusia con Polonia
después de la conquista conjunta. Alemania permaneció en guerra con Gran
Bretaña y Francia, que reconocieron al gobierno polaco en el exilio como un
aliado beligerante soberano, y un ejército polaco permaneció en el campo,
primero en Francia y luego en Gran Bretaña; Rusia no estaba avergonzada por tal
situaciĂłn. En segundo lugar, Alemania fue signataria de la convenciĂłn de
Ginebra sobre prisioneros de guerra, mientras que Rusia no lo fue. Entre los prisioneros de guerra
capturados por los rusos (un total de
unos 230.000 segĂșn fuentes soviĂ©ticas), casi todos los oficiales, unos
9.000, y una serie de suboficiales y soldados privados de categorĂas
especiales, como gendarmerĂa y cuerpo de frontera. Se colocaron guardias, en total 15.000, en tres campos especiales en
Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov. En estos campos fueron sometidos a
largos interrogatorios, no para obtener informaciĂłn militar, ya que todos los
combates habĂan cesado, sino para descubrir sus conexiones familiares y
personales, sus opiniones polĂticas y actividades polĂticas anteriores (si las hubo). Finalmente, en abril de
1940, se seleccionaron unos 400 de los 15.000 y se enviaron a un campo en
Pavlishchev Bor, de donde luego fueron trasladados a otro campo en Griazovets;
todos eran ciudadanos polacos de ascendencia alemana (y, por lo tanto, considerados amistosos durante el apogeo del pacto
nazi-soviĂ©tico) o polacos que, ya sea por convicciĂłn o prudencia, habĂan
expresado sentimientos prosoviéticos durante los interrogatorios. El resto de los prisioneros de los tres
campos fueron enviados a destinos desconocidos, y los que fueron trasladados a
Pavlishchev Bor no sabĂan quĂ© habĂa sido de ellos. MĂĄs tarde, los prisioneros
de Pavlishchev Bor comenzaron a recibir cartas de familiares en Polonia pidiendo
noticias de los demĂĄs; de lo cual infirieron que la correspondencia âque aĂșn les estaba permitidaâ les
estaba siendo negada a sus camaradas. El 7 de octubre de 1940, las tropas
alemanas entraron en Rumania, y por primera vez el gobierno soviético se dio
cuenta que Hitler, a lo mejor, pudiera,
después de todo, a pesar de ese golpe maestro de la diplomacia soviética, el
pacto Ribbentrop-Molotov e intentar alcanzar la deseada Ucrania.
Tres semanas despuĂ©s, un oficial polaco que habĂa mostrado inclinaciones prosoviĂ©ticas particularmente marcadas, un cierto teniente coronel Berling y otros dos fueron convocados para reunirse con los dos jefes de la NKVD, Beria y Merkulov, en la prisiĂłn de Lubianka en MoscĂș. AllĂ se les preguntĂł si ayudarĂan a organizar unidades militares polacas para un posible uso futuro, bajo el mando soviĂ©tico, contra Alemania. Berling estuvo de acuerdo, pero sugiriĂł que los oficiales polacos que habĂan sido retirados de los campos de Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov deberĂan incorporarse al plan. A lo que Beria respondiĂł: âNo, esos no. Cometimos un grave error con ellosâ. Este comentario crĂptico, repetido por Berling a otros oficiales, provocĂł mucha especulaciĂłn entre los prisioneros polacos confinados en el campo de Griazovets. Cuando, en junio de 1941, Hitler lanzĂł su invasiĂłn de Rusia y el ejĂ©rcito ruso sufriĂł devastadoras derrotas iniciales, la diplomacia britĂĄnica provocĂł una renovaciĂłn de las relaciones diplomĂĄticas entre la UniĂłn SoviĂ©tica y el gobierno polaco en Londres. Rusia acordĂł otorgar una âamnistĂaâ a todos los prisioneros de guerra y deportados polacos en territorio soviĂ©tico y permitir que el gobierno polaco reclutara entre ellos un ejĂ©rcito que tomarĂa parte en la guerra contra Alemania. El general Anders, que habĂa estado recluido en rĂ©gimen de aislamiento en una prisiĂłn rusa, fue designado para dirigir el nuevo ejĂ©rcito; instalĂł su cuartel general y pronto llegaron polacos para alistarse de todas partes de la UniĂłn SoviĂ©tica, incluso de los campos de oro de Kolyma, en el noreste de Siberia. Pero rĂĄpidamente se dio cuenta de que entre ellos apenas habĂa ex oficiales y que faltaban miles de oficiales que habĂan sido capturados en 1939, incluidos varios generales. Se dirigieron consultas al gobierno soviĂ©tico, pero no se recibiĂł una respuesta satisfactoria; Los funcionarios soviĂ©ticos simplemente dijeron que todos los prisioneros habĂan sido liberados, a travĂ©s, del acuerdo y que no sabĂan el paradero de esos individuos en particular. Cuando despuĂ©s de varios meses ni un solo polaco que habĂa estado en Kozielsk, Starobielsk u Ostashkov antes de llevar, a cabo, la limpieza de esos campos en la primavera de 1940 (a excepciĂłn de los 400 llevados a Pavlishchev Bor) habĂa llegado a los centros de reclutamiento polacos, las autoridades militares polacas se pusieron muy inquietas. A peticiĂłn suya, el gobierno polaco en Londres investigĂł en Polonia, a travĂ©s de la clandestinidad polaca, para determinar si allĂ se habĂan recibido noticias de los hombres desaparecidos, pero se le informĂł que sus familias no habĂan recibido ninguna carta de ellos desde mayo de 1940, aunque antes de esa fecha se habĂa permitido la correspondencia. Cuando las gestiones ante el Comisariado SoviĂ©tico de Asuntos Exteriores no produjeron ningĂșn resultado, el asunto fue abordado directamente con Stalin, primero por el embajador polaco y luego por el primer ministro polaco, el general Sikorski, quien visitĂł MoscĂș en diciembre de 1941. La Ășnica contribuciĂłn de Stalin a la soluciĂłn del problema fue la sugerencia de que los prisioneros desaparecidos podrĂan haber escapado a Manchuria, lo que implicaba que habĂan sido enviados a Siberia. A peticiĂłn de los polacos, los embajadores de Inglaterra y EE.UU en MoscĂș tambiĂ©n llamaron la atenciĂłn del gobierno soviĂ©tico sobre el asunto, pero sin ninguna respuesta satisfactoria. En abril de 1943, despuĂ©s de un año y medio de bĂșsqueda e indagatoria sin encontrar ningĂșn rastro de los oficiales desaparecidos, los lĂderes polacos ya habĂan llegado a la conclusiĂłn de que las autoridades soviĂ©ticas estaban mintiendo en sus afirmaciones, sobre todo lo que habĂa ocurrido a los prisioneros, y de mala gana infiriĂł que ya no estaban vivos. En abril de 1943, la radio alemana anunciĂł el descubrimiento de cadĂĄveres con uniforme de oficiales polacos en fosas comunes en el bosque de Katyn, no lejos de Smolensk, y declarĂł que eran vĂctimas de una masacre rusa. La respuesta polaca a la noticia fue emitir una declaraciĂłn pĂșblica relatando la historia del asunto (que hasta ahora no se habĂa mencionado en la prensa aliada) y solicitar una investigaciĂłn de las tumbas de Katyn por parte de la Cruz Roja Internacional. El gobierno alemĂĄn tambiĂ©n accediĂł a una investigaciĂłn de la Cruz Roja Internacional, pero el gobierno soviĂ©tico no solo se negĂł a aceptar, sino que tambiĂ©n rompiĂł relaciones diplomĂĄticas con el gobierno polaco, acusĂĄndolo de complicidad con Alemania por no haber denunciado de inmediato las acusaciones alemanas.
Al
mismo tiempo, el gobierno soviético presentó una versión del destino de los
oficiales polacos de la que no se habĂa oĂdo nada anteriormente; el gobierno
declarĂł ahora que habĂan sido confinados en campos al oeste de Smolensk y
habĂan sido capturados por los alemanes cuando invadieron el ĂĄrea en el curso
de su invasiĂłn en julio de 1941. EstĂĄ
claro que si esta versiĂłn soviĂ©tica es cierta, los lĂderes soviĂ©ticos debĂan de
haber estado al tanto, de todo lo que habĂa sucedido. Durante todo el perĂodo
en el que se dirigieron investigaciones polacas, britĂĄnicas y estadounidenses
en un esfuerzo por localizar a los prisioneros desaparecidos. ¿Por qué, entonces, no dijeron que los
prisioneros polacos, junto con algunos cientos de miles de soldados rusos,
habĂan caĂdo en manos alemanas durante la gran retirada de 1941? Si los
rusos eran inocentes en todo este affaire, no habĂa ninguna razĂłn por la que no
hubieran admitido desde el principio lo que alegaron posteriormente. Si,
por el contrario, eran culpables, tenĂan una razĂłn muy convincente para no
contar tal historia excepto como Ășltimo recurso; sabiendo que las tumbas de
Katyn estaban en territorio ocupado por los alemanes, solo podĂan esperar que
no fueran descubiertas, pero si les decĂan a los polacos que sus prisioneros
estaban en manos alemanas, los polacos buscarĂan en Alemania a travĂ©s de la
Cruz Roja Internacional, y los alemanes podrĂan interesarse demasiado en
buscarlos. Mientras los rusos
persistieran en decir que no sabĂan dĂłnde estaban los oficiales polacos, nadie
pudo probar que estaban muertos; solo con la exhumaciĂłn de los cadĂĄveres de
Katyn, el problema de los prisioneros desaparecidos se convirtiĂł en una
pregunta sobre quiĂ©n los habĂa asesinado. Posteriormente, con el trascurso de
la guerra los rusos volvieron a ocupar el ĂĄrea de Katyn en septiembre de 1943,
nombraron una âComisiĂłn especial para
establecer e investigar el paradero de los oficiales polacos fusilados por
agresores fascistas alemanes en el bosque de Katynâ. Este organismo,
compuesto en su totalidad por ciudadanos soviĂ©ticos âni siquiera los polacos comunistas estaban representados en Ă©lâ
publicĂł un informe que elaboraba la versiĂłn soviĂ©tica que se habĂa presentado
tras el anuncio alemĂĄn del descubrimiento de las tumbas. Este documento estimĂł el nĂșmero total de cadĂĄveres en 11.000 y declarĂł
que los alemanes, después de haber matado a los prisioneros polacos en el otoño
de 1941. Después de su derrota en Stalingrado fue cuando cargaron contra los
rusos por el exterminio y, por lo tanto, en marzo de 1943, un mes antes:
Anunciaban pĂșblicamente el descubrimiento de las fosas, desenterrando todos los
cuerpos, de los cuales, se extrajeron de ellos sus documentos con fechas
posteriores a abril de 1940 e inmediatamente, volver a enterrarlos. Antes
de que los alemanes se retiraran de Katyn, permitieron que la Cruz Roja Polaca
llevara a cabo un examen de las tumbas de Katyn. La Cruz Roja Polaca no hizo
ninguna declaraciĂłn pĂșblica sobre lo que encontrĂł y, por lo tanto, no se la
pudo acusar de ayudar a la propaganda antisoviética alemana; su objetivo
principal era identificar tantos cuerpos como fuera posible para informar a los
familiares de los muertos, pero su informe completo sobre la evidencia se
transmitiĂł en secreto al gobierno polaco en Londres. La investigaciĂłn de la Cruz Roja Polaca mostrĂł que el nĂșmero total de
cadĂĄveres en las tumbas de Katyn no llegaba a los 4.500, y que todos ellos
procedĂan del campo de Kozielsk; no habĂa prisioneros de los campos de
Starobielsk o Ostashkov. Los alemanes, sin embargo, ya habĂan anunciado que
habrĂa entre 10.000 y 12.000 cadĂĄveres, y el informe de la ComisiĂłn SoviĂ©tica,
como se mencionĂł anteriormente, cifraba el total, en 11.000. Los alemanes,
naturalmente, tenĂan interĂ©s en aumentar el nĂșmero de vĂctimas con fines
propagandĂsticos. Para los rusos, el significado del nĂșmero involucrado era
bastante diferente. Si solo los prisioneros de Kozielsk estaban en las tumbas
de Katyn, ÂżdĂłnde estaban los de
Starobielsk y Ostashkov? Ninguno de ellos ha sido visto de nuevo, por lo
que se puede suponer que aquellos que no estaban en Katyn perecieron en otro
lugar, pero no se sabe nada, sobre su destino final. Al poner la cifra en 11.000, el informe de la Comisión Soviética
implicaba que todos los prisioneros de los tres campos habĂan sido asesinados
en Katyn, y se eliminĂł el problema de contabilizar por separado a los
prisioneros de Starobielsk y Ostashkov.
La Cruz Roja
Polaca encontrĂł alrededor de 3.300 cartas y postales en los cadĂĄveres, ninguna
con fecha o sello posterior a abril de 1940; varios diarios que terminan en
abril o la primera semana de mayo de 1940 (uno
de ellos describe en su Ășltima entrada el viaje en un camiĂłn con escolta de la
NKVD/Antiguo KGB, desde la estaciĂłn de
tren de Gniezdovo hasta el bosque de Katyn); y cientos de copias de periĂłdicos o
fragmentos datados, todos de marzo o abril de 1940. El informe de la
Comisión Soviética, como hemos visto, libera de sospecha a la Cruz Roja Polaca,
sobre la tesis de estar mintiendo sobre
este asunto, sino que habĂa sido engañada, ya que alega que los alemanes habĂan
desenterrado los cuerpos en marzo de 1943 y habĂan retirado toda la
documentaciĂłn de fechas posteriores a abril de 1940. Ăste es el quid de toda la
historia y Mackiewicz en su libro no tiene dificultad en refutar la explicaciĂłn
soviética. En primer lugar, no se trataba sólo de sacar papeles, sino también
de sustituirlos por otros, de reescribir y falsificar detalles en los diarios
y, sobre todo, de producir la cantidad requerida de periĂłdicos rusos de la
primavera de 1940, que, salvo en casos extremadamente improbables: la
suposiciĂłn de la gran existencia de ellos habĂan caĂdo en manos alemanas,
tendrĂan que haber sido especialmente reimpresos de los archivos, con el fin,
de ser ubicados en los cuerpos. Pero incluso si se hubiera llevado a cabo
toda esta elaborada falsificaciĂłn, el supuesto proceso de posicionamiento; era
técnicamente imposible. Como escribe
Mackiewicz sobre su observaciĂłn de las exhumaciones en Katyn: âTodo
estaba empapado y pegado con un lĂquido cadavĂ©rico asqueroso, maloliente y
gomoso, era imposible desabrochar los bolsillos o sacar las botas. Por lo
tanto, fue necesario cortarlos con cuchillos para encontrar las pertenencias
personales⊠NingĂșn dispositivo o tĂ©cnica humana permitirĂa realizar una
bĂșsqueda en esos bolsillos, sacando algunos objetos y poniendo otros, y luego
abrochar los uniformes, y volver a colocar y apretar los cuerpos en una masa,
capa sobre capaâŠâ De hecho, no es necesario confiar en la evidencia
polaca para rechazar la historia de la falsificaciĂłn de la documentaciĂłn en
marzo de 1943 como una imposibilidad manifiesta. Ya sea que los cuerpos hayan estado en la tierra desde la primavera de
1940 o desde el otoño de 1941, seguramente habrĂan estado en las mismas
condiciones que describe Mackiewicz, y habrĂa sido absolutamente imposible
ocultar las huellas de la supuesta operaciĂłn de falsificaciĂłn. Haber presentado
todo este trabajo a los expertos imparciales de la Cruz Roja Internacional
habrĂa implicado cierta exposiciĂłn de la documentaciĂłn. Debemos concluir, por
lo tanto, que la supuesta exhumaciĂłn y nueva inhumaciĂłn en marzo de 1943 nunca
tuvo lugar, y que la dataciĂłn de la documentaciĂłn sobre los cadĂĄveres determina
la fecha de la masacre. Y, como dice Mackiewicz, si sabemos cuĂĄndo se hizo,
también sabemos quién lo hizo. Asà se descubrió que el 19 de septiembre de
1939, dos dĂas despuĂ©s de la invasiĂłn, Lavrentij Beria ya habĂa comenzado a
establecer campos de concentraciĂłn para prisioneros polacos. Probablemente en vista de la masacre que
tuvo lugar entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1940, soldados, guĂas,
gendarmes, policĂas y funcionarios de prisiones fueron sacados de los campos de
Ostashkov, Kozielsk y Starobielsk. Kozielsk y Starobielsk, alrededor de 22 mil
personas en total, de las cuales 8 mil eran oficiales. Los llevaron en pequeños grupos al bosque de Katyn, cerca del pueblo de
Gnezdovo, a poca distancia de Smolensk, les dispararon en la nuca y los
enterraron en fosas comunes. Mikhail Gorbachev asignĂł a su paĂs la
responsabilidad del asesinato en masa y su sucesor, Boris Yelsin, publicĂł los
archivos estatales que lo confirman. Los agentes de la NKVD llevaron a unos
20.000 oficiales polacos al bosque de Katyn y los ejecutaron. MĂĄs tarde, el
PolitburĂł culpĂł a los nazis de la atrocidad, y este mito persistiĂł durante los
juicios de Nuremberg. Puede que todo esto, que nos suene a historias de
abueletes en la puta guerra, a lo mejor, es esclarecedor, del porqué la esencia del diablo, perdura travestido en un
dictador, cada 100 años. Como dijo el poeta ucraniano. AsĂ, hablamos en mi
puebloâŠ
P.S.; Poema del autor ucraniano Volodymyr Svidzinsky (1885-1941)
El
brillo de las superficies muere en la sombra.
y el
antiguo silencio duerme,
Como
agua decantada en un cuenco.
Solo
mis manos viven,
extrañas y separadas,
a sus
movimientos
OblĂgame
a meditar,
Como
el susurro de una hoja.
Voy
a la ventana,
Un
poste roto se encuentra junto a la terraza,
Crece
moho en los canalones
Donde
los copos de nieve se juntan en invierno,
Donde
los påjaros se posan por la mañana.
Presiono
mi frente contra el vidrio.
Y
mira por un rato.
No
amo el advenimiento de la noche
Parece
culpable, un lino oscuro,
Los
bordes verdes borrosos de la vegetaciĂłn.
Se
acumula un enorme charco de silencio.
ÂżDĂłnde
se han ido los pĂĄjaros?
La
superficie brillante de las cosas muere,
Las
cortinas cuelgan inmĂłviles
Como
tallado en piedra.
En
mi cĂrculo definido de silencio
Me
vuelvo mĂĄs insensible, y triste,
Como
una linterna china olvidada atrapada
En
una rama de algĂșn viejo huerto.
Dedicado
a todo el pueblo ucraniano que sufre la invasiĂłn y agresiĂłn del dictador Putin
Fotogramas adjuntados
America,
America 1963 By Elia Kazan
Katyn
(2007) By Andrzej Wajda,
Judgment
at Nuremberg 1961 By Stanley Kramer
The
Journey (1959) By Anatole Litvak
The
Spy Who Came In from the Cold (1965) By Martin Ritt
Im
labyrinth des schweigens labyrinth of lies (2014) By Giulio Ricciarelli
BibliografĂa consultada y recomendada
Katyn:
Stalinâs Massacre and the Triumph of Truth By Allen Paul (2010) Ed. Northern Illinois
University Press
La
matanza de Katyn: Historia del mayor crimen soviético de la Segunda Guerra
Mundial (2020) By Thomas Urban Ed. La Esfera de los Libros
¥Qué decir...! ¥Horror tras horror!
ResponderEliminarEl horror y la guerra, cogidos de la mano, Maica. Genocidas en estado puro. Un fuerte abrazo
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