Soledad, Schopennhauer, Salinger y el amable pakistaní

octubre 07, 2019 Jon Alonso 0 Comments










Vivimos en la era del ultrarápido Twitter, de la melosa orla colegial de Facebook, del flash pixelado de Instagram y del chascarrillo de WhatsApp. ¡Amén, de su insustituible emoticono de turno! A eso le podríamos sumar todo tipo de sistemas de red de mensajería. Aunque si les soy sincero, comienzo a tener dolor de cabeza. Además, como soy un adicto a los opiáceos y los analgésicos de toda índole, no quiero más carne de farmacia. Lo hemos conseguido, sí. Por fin, todas las herramientas para estar relacionados hasta las entrañas de un proctólogo, en un mal día de hemorroides. Todo ello para tener a tu amigo virtual, al día, de tu hastío personal que son nuestras auténticas vidas. Uds. tranquilos por eso que alertan los voceros del equilibrio demográfico y lo de la población mundial, esencialmente, en nuestro confortable occidente, no padezcan. Eso, sí. Otros nos avisan por activa y por pasiva, que estamos al borde de una nueva catástrofe: la pandemia de la soledad. Saben que soy un tipo de una tremenda vida social por los ambulatorios de esta ciudad. Nadie dice nada de como está la puta SS por mi barrio y otros dos más. No lo digo yo, que como no sé muy bien de lo que hablo. Pues, toda la desgracia de está ciudad está en los contenedores del mal. Bueno, hablando del ambulatorio. ¡Ahora hay que ir por cojones, ya que no les sale del gran potorro coger el teléfono...! Me encontré un amigo que me hizo la siguiente confidencia; cuando transita por su habitación y divaga, de la cómoda al bidet,  —según palabras suyas— asevera que está empapado de “una soledad aplastada”. No obstante, los amigos, salen como setas, en estos días. Y el ambulatorio, que es mejor que Barraca en los 80, te encuentras a casi todos los dealers de la época. Digno de ver, menudos crápulas. Palabra de un generoso consumidor de años mozos. Bueno, pues, como el que no quiere: me di de bruces con otro colega de viejas andanzas. El paio anda con la salud, en precario. Digámosle,  que está en nuestro querido club del furgón escoba. 









Nada que no soporte este veterano amanuense y que finalmente, no para de conversar alegremente consigo mismo. Insisto, he visto gente de todos los pelajes y colores. Hasta he sido testigo de toda un petición de mano, con beso, in situ, a una lámpara de titanio de diseño nórdico. Incluso las divas del cine, han probado en sus propias carnes, de un modo simulado, la acción de alquilar a unos figurantes de atrezzo, a modo de familia de ficción. La cosa es muy  sencilla, con sólo hacer una transacción, vía network, previo pago de 50 euros por barba: podremos sentir el roce de unos labios fríos. Instante, donde a uno le besan, al abrir la puerta a un donnadie que viene a darle compañía a nuestra actriz mediática. Siguen, ahí. Estoy convencido. No suelo ser aburrido y si lo soy cambien de canal. Por el mismo precio, les cuento algo más interesante o más atroz. Empero, esto de la soledad ya tiene su recorrido. En el siglo XVIII, aquellos ínclitos años, de las luces y la ilustración, alcanzó su énfasis con el propio individuo. Ya me dirán Uds. que rediles sociales se cocían por aquellos tiempos. Veamos, que lo de la soledad y las estadísticas no le afectaron, ni un colín a mi querido Schopenhauer que con 19 años fue expulsado de primaria por escribir un poema en tono burlesco a su profesor. Dos años antes de este affaire, su padre no me pregunten, el porqué, decidió suicidarse. La madre cambió de aires y de la noche a la mañana término convertida en una de las escritoras más famosas de Alemania. 








Vamos que sacaba sus perras con la tinta sobre el blanco. Además pintaba, un rato bien. Madre e hijo, a pesar de quererse hasta lo más hondo de sus ventrículos, terminaron separándose. Eso de vivir sólo fue algo más que productivo en la mente del gran filósofo. Durante ese tiempo que pasó por la universidad estudió medicina, psicología y filosofía, disciplina en la que todos Uds., sabrán se doctoró y acabó dándole lo mejor de su talento. Sus estudios permitieron establecer un puente entre Platonismo y el Budismo. Un fenómeno, ya no se fabrican tipos así. Schopenhauer dejó muy claro, una máxima, como creador: "La mayoría de las personas indagan estar acompañadas porque no se encuentran bien consigo mismas, demandan compañía para salir del tedio, ya que están demasiado preocupados por lo que hacen los demás y por saber que jodida opinión tienen de ellos." No todo está perdido, siempre podríamos recurrir a Salinger cuando dijo aquello de… “Los sentimientos del anonimato y la oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida”. Salinger descubrió que el escritor del Reino Unido; Ian Hamilton. Se había encaprichado con la idea de publicar una biografía del genio de New Hampshire.










En ella, incluía cartas parafraseadas del escritor a amigos y a otros autores, lo cual, derivó en un contencioso judicial, al interponer una denuncia contra el biógrafo británico. Obviamente, el proceso de todo aquel affaire, terminó por dejar a la vista del respetable: una sustanciosa cantidad de referencias de la vida de Salinger.  Algunas novelas no publicadas, infinidad de relaciones con jóvenes estudiantes —aspirantes a escritoras de rimbombante éxito— y su bajo apetito sexual con su esposa: digámosle comprensible. Ahora, eso de su glosolalia y los atracones de orina. Es algo que se lo tendría que haber revisado. No se sientan solos de ella, sí. La soledad, pueden sacar reflexiones y aportaciones de lo más positivas. Cierren los ojos y piensen en la sensación de aislamiento y déjense llevar. Lo ven, es como las olas del mar, un vaivén que acaricia los pies, repetible y constante porque esa auténtica sensación: perdura. Es complicado, aunque funciona. Ábranle la puerta, a la soledad, cuando te visita. A cualquier hora. En el fondo es tan adictiva como una droga dura, empero no mal vista. Nadie trae problemas, a solas. Y la soledad es una forma de vivir. Tan cierto como que estamos en el S.XXI. ¿Se sienten solos? Siempre les quedará Schopenhauer, Salinger, Twitter, Facebook e Instagram. Y si de verdad, quieren dar un paso más aventurero: el calor de la mano del frutero pakistaní, cuando les devuelve el cambio de un billete de 20 euros.






                         Dedicado a Ginger Baker Agosto 1939/Octubre2019 In Memoriam





Fotogramas adjuntados



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