El maltratador sorprendido

abril 05, 2019 Jon Alonso 0 Comments








Y desde que ocurriĆ³, aquel hechizo de esa lluviosa tarde, ha pasado tanto tiempo; que ya casi no lo echo de menos... A veces recuerdo como solĆ­a ser, al pasar por la fachada de ese lugar, que trae todos esos recuerdos, los cuales, pienso que no deberĆ­an de haber ocurrido, pero ocurrieron. No obstante, creo, que si no hubieran sucedido los aƱorarĆ­a aĆŗn mĆ”s. Me vienen a la mente algunas palabras —vagamente e incluso se me arranca alguna carcajada— de aquellas que te salĆ­an a ti. Es raro porque en realidad ya no me hace gracia. Si les soy sincero, sonriĆ³ dolor por todos mis poros. Todo aquel mundo se desvaneciĆ³ por arte de magia. Los dos Ć©ramos seres ajenos a lo exterior y asĆ­ nos sentĆ­amos bien; vivos y coleando. Seres intrusos y extraƱos a todo lo que, en ese momento, no nos acariciaba y envolvĆ­a.










Se nos antojaba una presencia invisible, como si hubiĆ©ramos sido dos animales indolentes que no creĆ­an sentir nada. Sin embargo, lo enumeraban todo: un aroma, un golpe de viento, un ruido de un trueno, el olor de la tierra mojada. ¿QuiĆ©nes se atrevieron a pensar que no sentĆ­amos o pretendĆ­amos dar esa sensaciĆ³n fingida? Simplemente nosotros primero y despuĆ©s este jodido mundo. Ah, del mundo! ¡La madre que lo pariĆ³! AhĆ­ sigue. TodavĆ­a no sĆ© lo que hago por no saber quĆ© fue lo que te alejĆ³, te cansĆ³ y te mantuvo tan lejos de mis labios. Pasa el tiempo y las manecillas del segundero cada instante y esa razĆ³n la sigo viendo menos clara. QuizĆ” sea esa comezĆ³n que me estĆ” carcomiendo entre desidia e indiferencia.













Igual es el momento de cortar por lo sano y dejar las putas paranoias, a un lado. De quitar el ojo de mi sombra, relajarme y ¿por quĆ©, no? Sentirme distraĆ­do. Ipso facto, La imagen mental de mĆ­, me produjo escalofrĆ­os, y, volvĆ­ a la charla: desairado y evitando entrar en detalles. Intente cambiar de tema todo lo que pude, y, poco a poco, la conversaciĆ³n con el agente de policĆ­a tornĆ³ a ser mĆ”s amigable, lo cual no me hizo mucha gracia. DecidĆ­ tirarle el vaso de plĆ”stico con cafĆ© en sus  pantalones. Aquello consiguiĆ³ que ella se desternillarĆ” de risa. A mĆ­ tambiĆ©n, me pareciĆ³ gracioso. En fin, al agente de policĆ­a de trĆ”fico no le gustĆ³ nada la broma y terminĆ³ esposĆ”ndome y llevĆ”ndome en su coche al cuartelillo.










Le pareciĆ³ que una cosa era empatizar y otra humillar. Me leyĆ³ mis derechos y allĆ­ terminĆ© con las manos atadas al asiento trasero. VolviĆ³ tu voz a mi cabeza y escuchĆ©: Ya no volveremos a experimentar ese dolor placentero, un dolor tranquilo, un dolor pacĆ­fico: un dolor nauseabundo. RecorrerĆ”s ese lugar, mirarĆ”s a ese sitio, te acercarĆ”s e inesperadamente te sentirĆ”s extraƱo, raro, ausente de ti, de tu forma de ser, pensar y manipular. VolverĆ” un dolor pero esta vez un dolor triste y terrible, en la mĆ”s absoluta oscuridad. SĆ­, AndrĆ©s, estĆ” vez, no es cuestiĆ³n de interĆ©s. Ya es hora que acabes, donde tienes que terminar: encerrado el resto de tu vida en una celda. ¡Te jodes, desgraciado! Ya estĆ” bien... Doy gracias a Dios, ya que hoy, el planeta nos acariciarĆ”; con un  pequeƱo soplo de felicidad. Un lugar mejor. donde habitar y soƱar con un nuevo futuro.









                                                              FIN




                                                               

            


                        Dedicado a Rafael SĆ”nchez Ferlosio diciembre 1927/abril 2019 In Memoriam







Fotogramas adjuntados

They Made Me a Fugitive (1947) by Alberto Cavalcanti
The Stoning of Soraya M (2008) by Cyrus Nowrasteh
The Girl Hunters (1963) by Roy Rowland
Once Were Warriors (1994) by Lee Tamahori






                     

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